capitulo 11

"El Caos del Robo"

Addyson estaba sumida en la tranquilidad de su casa de campo, rodeada por el fresco aroma de pintura y la serenidad de su entorno rural. Se encontraba concentrada en su trabajo, dando los toques finales a una nueva serie de cuadros, cuando su celular sonó abruptamente, interrumpiendo la calma.

Al contestar, la voz al otro lado de la línea le reveló una noticia devastadora: sus pinturas, las mismas que había mostrado con tanto orgullo en la galería, habían sido robadas. Su rostro se tornó pálido y su corazón comenzó a latir con fuerza. La tranquilidad se desvaneció, reemplazada por una oleada de alarma y furia.

Sin perder tiempo, Addyson colgó la llamada y se dirigió a toda prisa hacia el museo. El trayecto se volvió una carrera frenética, con su mente atormentada por la desesperación y la rabia. La imagen de sus obras, que alguna vez habían sido la cúspide de su éxito y orgullo, ahora estaban en manos desconocidas, y no podía soportar la idea de que hubieran sido destruidas o desfiguradas.

Al llegar al museo, el caos que encontró era aún más desolador de lo que había imaginado. La sala que había albergado su colección estaba en ruinas. Las paredes de cristal que habían protegido sus cuadros estaban destrozadas, esparcidas en pedazos afilados por el suelo. Los cuadros que habían sido el centro de atención y admiración estaban ausentes, dejando solo el vacío y el desorden. La escena era un testimonio del saqueo y el vandalismo.

Addyson se quedó paralizada por un momento, el impacto visual del desastre apoderándose de ella. La sala, que había sido un santuario para su arte, ahora parecía un campo de batalla. Los fragmentos de cristal que cubrían el suelo parecían reflejar su furia y desolación. Su mente luchaba por procesar la magnitud de la pérdida y el desorden.

El enojo la embargó con una intensidad que nunca antes había experimentado. No era la artista serena y reflexiva que solía ser; en ese momento, se transformó en una figura furiosa, una villana que había sido despojada de lo que más valoraba. Sin pensarlo dos veces, Addyson comenzó a despejar los pedazos de cristal y las ruinas de las paredes, arrojándolos al suelo con fuerza.

Su grito de ira resonó en la sala, una expresión visceral de su rabia y frustración. Las autoridades y el personal del museo, que habían llegado para investigar el robo, miraban con sorpresa mientras ella se desahogaba. Addyson no se preocupaba por nada más que por el desmoronamiento de su mundo artístico.

Finalmente, exhausta y emocionalmente drenada, se detuvo y observó el desastre a su alrededor. Aunque la acción agresiva le había brindado un breve alivio, el dolor de la pérdida seguía siendo real y profundo. Las preguntas sobre quién había cometido el robo y por qué lo habían hecho comenzaron a atormentarla.

Mientras las autoridades comenzaban a investigar la escena, Addyson se quedó en un rincón de la sala, contemplando el vacío donde antes estaban sus obras. Sabía que el proceso de recuperación sería largo y difícil, pero también estaba decidida a no dejar que este ataque definiera su vida o su carrera. Con una determinación renovada, se comprometió a reconstruir lo que había perdido y a encontrar respuestas, sin importar el costo. La batalla por su arte y su identidad apenas había comenzado.

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