6

Cuanto habría deseado que ese chico haya querido tocar mi rostro, en forma de apreciación, que justo en ese instante él haya sentido algo, por mí, sentir que solamente él y yo hubiéramos estado allí, como si por primera vez, tanto él como yo pudiéramos sentir que quizás si pudiera existir alguien para uno mismo, y ese habría sido el otro, como si una chispa, una llama o hasta un incendio forestal se haya encendido dentro de él, pero la vida es demasiado triste en los momentos así, y recordando que esta no es una historia de amor cliché como tal, borré todo ese montón de boberias de adolescente de quince años que lee rayita a la una de la madrugada y volví a ser la cruda Feid Fitzgerald que tanto odia la gente, y siendo sincera, también la odio.

Después de que el chico, que ahora se que se llama Koller, hizo que notase que sangraba por la nariz, los enfermeros que nos rodeaban tomaron cartas en el asunto y comenzaron a ocuparse de ambos, a él lo ayudaron a volver a su habitación, y a mi me llevaron al consultorio de enfermeros como debían hacer hace un rato.

En este momento la chica de cabello cobrizo está sacándome la sangre para hacer unos análisis, para poder ver si aún puedo seguir con el experimento o debemos pausarlo. La habitación estaba sola, a excepción de nosotras, obviamente. Aquí era muy distinto a los consultorios de los científicos, aquí hay menos aparatos sofisticados y hay más cosas que si podías ver en un hospital común, y eso me ponía más cómoda, me sentía menos ofuscada y tenía un ambiente agradable.

La chica estaba muy inmersa en la inyectadora en la que se depositaba mi sangre, no hablaba, ni tampoco me miraba, no hacía nada para hacer aunque sea un pequeño contacto visual conmigo, parecía ser tímida, demasiado para ser franca.

-¿Quién era ese tal Koller? -Cuestiono curiosa, tratando de saber algo de él y rompiendo el silencio, cosa que la hace dar un respingo.

Levanta la cabeza para mirarme unos segundos, dudosa, tenía los ojos color marrón oscuro, unos que me recordaban a los de mi padre, era muy fácil para mí saber como se sentía solamente mirando sus ojos, y lo mismo pasa con ella.

-No puedo darte mucha información acerca de ese chico, Feid -Se opone en una exhalación.

-Pero no dijiste que no me podías decir absolutamente nada de él -Aclaro mirándola con una ceja elevada.

-Sólo te diré que tiene diecisiete años y que es muy odioso -Murmura sacando la aguja de mi piel.

Y desgraciadamente, en el momento en el que de su boca salieron esas palabras todo, absolutamente todo lo que había sentido por él se evaporó, se desvaneció como las finas lágrimas de un pequeño bebé en una tormenta, en una pequeña fracción de segundo me convencí a mí misma que ahora Koller no estaba entre mis posibles parejas, ya no era para mí, era para otra persona, y esa la tenía en frente de mi.

Y yo, mientras que ella hacía su trabajo, la observaba con detenimiento, estaba pendiente de sus acciones, no era nada emocionante, pero supongo que uno de los más grandes dones que me ha dado la vida es el poder de encontrar a alguien con algún tipo de frustración sólo con la vista, y sin gastarme mucho tiempo, y las alarmas ya habían empezado a sonar.

Toma un algodón de un frasco lleno de los mismos y lo coloca en la zona donde había estado el puntiagudo objeto frío, cuando el algodón toca mi piel, siento lo húmedo que está el mismo, estaba gélido y olía a alcohol, se levanta de su asiento y se guarda la muestra de sangre en una pequeña caja que estaba en una mesa.

No hay que ser inteligente para descubrir que ella ha intentado acercarse a él, pero quizá él no le preste atención, o quizás hasta la rechace, pero pese a lo que haya pasado entre ambos, por algo está así y eso lo averiguaré.

-¿No te agrada acaso? -Cuestiono hundiendo las cejas.

Aún de espaldas a mí, oigo como da una extensa exhalación y apoya sus manos en la mesa, inclinándose levemente hacia adelante para hacerle soporte a la parte superior de su cuerpo.

-Te llevaré a tu habitación, tienen que hacerte las pruebas con el señor Diamonds -Evade girándose hacia mí para empezar a caminar.

Ni lo pienses.

No creo que sepas que tipo de persona tienes en frente, pelirroja.

-Eso es un rotundo sí -Bufo, y claramente se vio como me fulminó con la mirada por un segundo. Estaba con la cabeza a gachas y daba pasos dudosos hacia mi, podía ver como se retorcía de rabia y también se sentía incómoda, lo podía percibir en su aura-Puedes decírmelo si quieres -Opino en un encogimiento de hombros cuando se detiene frente a mi.

-Levántate -Me pide extendiéndome su mano, pero no la tomo, solo sigo mirándola a la la cara, buscando sus ojos, los cuales estaban evadiendo cualquier contacto visual con los míos.

-Me parece que te gusta -Rio con una sonrisa ladeada adornando mis labios, estaba segura de que algo le sacaría, así fuera lo más insignificante y estúpido, pero algo me revelaría.

-Levántate -Repite con más severidad.

-¿Hace cuánto te gusta? -Sigo insistiendo.

-Feid, levántate, no estoy bromeando -Farfulla con detenimiento.

Hundo mis cejas con confusión y ladeo la cabeza.

-Mírame a los ojos y dime que él no te gusta -La reto -Anda, hazlo.

Percibo que algo no está bien, y no sólo porque no quiera admitir que se siente atraída por Koller. No. Es algo más, esa actitud no es por el tema, siento que vendría siendo más por mí. No puede mirarme a los ojos, y eso me señala algo, no creo que alguien con su profesión y su experiencia no pueda sostenerle la mirada por más de dos segundos a un paciente, eso definitivamente no puede ser timidez, aunque parezca serlo, es muy extraña la manera en la que ella lo demuestra, o por lo menos que se comporte así.

No entendía.

¿Serán solamenten una de tantas estupideces que crea mi cerebro diariamente?

¿O será ese sentido de suspicacia con el que he crecido desde que era una pequeña niña, relativamente sola que se crió en la calle me indica que pasa algo fuera de lo común?

-¿Cuál es tu nombre? -Cuestiono con interés.

Vacila unos pocos segundos, tuerce los labios y mira a varias partes antes de responder con un:

-¿Para qué quieres saberlo? -Me replica mirándome con desdén.

Pongo los ojos en blanco, llegando al punto de sentir como la obstinación estaba haciéndose notar en ambas, estaba siendo verdaderamente estúpida, es muy desconfiada.

-Tu sabes el mío... -Alego en un encogimiento de hombros -Me gustaría saber el tuyo -Añado arqueado hacia abajo los labios.

Lo piensa unos segundos, pero solo se dispone a dar una exhalación y a relamerse los labios para balbucear unas pocas cosas al azar como respuesta.

-Sólo dime tu nombre -Le pido con simpleza.

-¿Pararás de interrogarme si te lo digo? -Doy un leve asentimiento como respuesta -Bien...mi nombre es Arabella Salvador y admito que me gusta un paciente del plantel.

Interesante.

Había dicho solo me dijera su nombre, pero eso está mucho mejor.

Puede que suene raro, pero cuando se trata de mujeres, no hay nada que se me escape, absolutamente nada. Conozco todas las etapas y también sé como son sus personalidades estando solamente unos pocos minutos con ellas, las analizo detenidamente en fracciones de segundo, así he conseguido muchas cosas, sin llegar a un punto sexual, aunque he de admitir que con los hombres no es lo mismo. Hace un par de años dependí de las enseñanzas de la calle, pero nunca fui de juntarme muy seguido con hombres. Quizás deba cambiar eso, debería empezar a socializar un poco más con chicos.

-Puedo ayudarte a conquistarlo si quieres -Le ofrezco con una curva sonrisa cínica.

-Lo dudo mucho -Murmura con decepción para torcer los labios -Además, a ti te gusta él, ¿no crees que es algo mazoquista que me ayudes a conquistar a Koller? -Argumenta mirándome finalmente a los ojos. Tenía el entrecejo fruncido con confusión y desconcierto, y pude ver claramente como sus pupilas se delataban levemente.

Más de una sola cosa me hace parecer mazoquista, pero la realidad es que hay personas que no comprenden mi manera de actuar, y para ser franca, hay veces que ni yo misma lo hago.

-Es que no soy asalta cunas y no me gustan los niños odiosos, así que... -Antes de que pudiera finalizar con la oración la puerta se corre a un lado, mostrando al otro lado de ella esa delgada figura y ese cabello oscuro y espeso.

-¿Qué haces aquí, Chaze? -Hablamos al unísono la enfermera y yo.

Al verlo me tensé en la silla y por inercia, apreté fuertemente el acolchado del asiento, clavándole las uñas y arañándolo. Me incomoda su presencia.

-Necesito pastillas para el dolor -Responde adentrándose en la habitación.

Me sentí con la necesidad de ir y acercame a él para agradecerle su preocupación por mí hace rato, eso me lo decía una pequeña voz en mi cabeza, una muy aguda y lejana, pero un enorme vozarrón de parte del orgullo me exclamaba que me quedara ahí sin hacer nada y solo portarme igual de distante que antes. No sabía cual elegir.

La enfermera se dirige hacia un gabinete fijado en una pared y empieza a rebuscar la petición de Chaze.

-¿Qué es exactamente lo que te duele? -Exclama Arabella sin voltear a verlo.

-La cabeza -Resopla relamiéndose los labios. Camina hacia un banco como a cuatro metros de distancia al mio y toma asiento en el mismo.

Sus ojos conectan con los míos por un instante, antes de que él apartara la mirada para fijarla en la corta falda de la enfermera, exponiendo parte de sus muslos. No tenía ninguna expresión como siempre suele estar, pero de igual manera supe que no veía la falda exactamente porque era fanático de la tela, o porque quisiera ver que tono de blanco era, la veía como cualquier hombre mira a una mujer desnuda; con deleite y fascinación.

Por un momento recordé todas las humillaciones que le hizo pasar mi padre a mi madre, y eso fue una pequeña llama que inició un incendio, no me gustaba nada que la mirara así.

-Chaze... -Murmuro disimuladamente, pero el intento fue en vano, no despegaba sus ojos de encima de ella -Chaze... -Repito esta vez un poco más fuerte, haciendo que voltee hacia mi -Deberías aprender algo que lleva por nombre "respeto", eso te vendría de maravilla -Opino con severidad.

Pone los ojos en blanco mientras simultáneamente se encoge de hombros, y como hacía hace nos segundos vuelve a girar la cabeza en dirección a Arabella, y vi como mordía su labio inferior, evidentemente fascinado por la vista ante él, pero tan pronto como la enfermera saca la mano del gabinete y se gira hacia nosotros, él aparta la mirada drásticamente, volviendo a mirarme.

Estaba enojada, no me gustaba la manera en que la miraba en lo absoluto. Era como si ella fuera un juguete para el placer de sus ojos sin que ella se diera cuenta, eso no me gustaba y se lo di a demostrar, dándole mi mejor cara de reprendimiento, a lo que reacciona algo confundido.

-¿Qué? -Habla elevando una ceja.

Doy un resoplido hacia mi frente, despojando unos cuantos mechones de ahí.

-No me gusta que mires así a las mujeres -Lo reprendo -No lo hagas.

Arruga el rostro, aún más confundido. Pero así dejó escapar una carcajada nasal, burlándose de mis palabras.

-¿Estás celosa? -Inquiere cambiando de semblante por uno con más altivez.

-No lo... -Antes de poder terminar Arabella avanza hasta nosotros interponiéndose en el campo visual que nos conectaba.

-Toma... -Le da un vaso de por lo menos cuatro centímetros de alto, en el cual se podía ver como una píldora descansaba, Chaze toma el pequeño objeto y sin escrúpulos se lo dirige a la boca para deglutirla antes de que ella pidiera culminar la oración -Iba por un poco de agua, pero parece que no la necesitas -Opina con obviedad.

-De hecho si quiero un poco, te agradecería que me dieras un poco -Le pide afable sin mostrar una sonrisa, cosa que no me sorprende.

Arabella vuelve a darle la espalda y nuevamente sus oscuros ojos vuelven a buscar al mismo punto con desesperación, se estaba pasando de observador y no pensaba quedarme de brazos cruzados. No lo haría.

Me incorporo del asiento y me sitúo justo frente a él, bloqueándole la vista, me repasa de pies a cabeza detenidamente varias veces, así estuvo por unos segundos y culminó el recorrido en mis labios, en los cuales se detuvo y se les quedó mirando por más tiempo que el resto de mi cuerpo, cosa que no me importó en lo más mínimo.

Aún mirando mis labios muerde los de él y se le dibuja una ladina sonrisa perversa, una que produjo en mí una reacción que nunca había tenido antes hacia él, sentí...como si en mi estómago una pequeñísima polilla revoloteara por él.

Pero decidí no prestarle atención y actuar firme ante él.

-¿Sabes que? -Murmura sin borrar esa sonrisa que se volvía cada vez más cínica, a lo que le respondo con un encogimiento de hombros -Jamás tendrás un cuerpo digno de admirar como el de ella... - Enfatiza relajando la expresión y volviendo a estar serio - ¿sabes el por que? ... - -Niego con la cabeza -Porque mientras tú solo te preocupas por estar con un peso ideal haciendo cosas que no debes, otras sólo disfrutan de lo que tienen, y eso...les añade a las mujeres más sensualidad, una mujer que le tenga confianza a su cuerpo es sensual, en cambio, si una mujer se siente incómoda con él... -Ríe por lo bajo -Eso sólo sería cliché.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top