4

—Luces fatal —Me elogia Chaze, mi más grande amigo en todo el edificio con una mueca de desagrado.

—No sabía que tenía cara de espejo —Mofo torciendo los labios y elevando una ceja.

—Si así luzco, prefiero no tener espejo —Contraataca.

Éste tipo tenía una increíble habilidad para frustrarme en cuestión de segundos.

El reloj postrado en la pared indicaba que eran las seis y cuarenta de la mañana, en el ambiente había un clima gélido y un poco más bajo de lo usual, probablemente era a causa de una tormenta que se aproximaba, frente a mí, sentado en una camilla estaba Chaze, con una postura algo encorvada, sus oscuros ojos, como siempre llevaban debajo unas oscuras y enigmáticas ojeras que te causaban algo extraño.

Él hacía movimientos impetuosos constantemente, cosa que lo hacían lucir aún más extraño de lo que ya es. Como siempre, una expresión vacía y sin ningún rastro de emoción ni melancolía se hospedaba en su delgado rostro, salvo por la cínica sonrisa que le encantaba tener cada vez que me veía, la cual, obviamente era por el simple hecho de que al verme, automáticamente se encendía la inmadurez en él, y me molestaba con cada cosa que hacía o tenía.

Esta no era la excepción y, en este momento no había nada que deseara con tanta fuerza, como que ese interruptor se averiara y no haya forma de arreglarlo.

—Eres tan inmaduro, que hasta me siento como una amargada ermitaña de cincuenta años, solo por tener un grado de madurez más alto que el tuyo —Comento haciendo un mohín.

—Creo que ya lo eres, Feid —Ríe chocante. Sube en la camilla una de sus piernas, manteniendo doblada su rodilla, envuelve su brazo alrededor de la misma y niega con la cabeza sin borrar su sonrisa —¿Ya te dijeron que estás enferma?

No sabía a que se refería, o mejor dicho, no sabía con que sentido lo decía.

¿Acaso él sabe algo sobre mi salud que aún no me han dicho?

¿Lo dice por molestarme?

Pero entonces, supe de inmediato a lo que se refería, y por primera vez, eso que me dijo, más que una ofensa, lo tomé más como un halago. Una curvatura hacia arriba hizo presencia en mis labios, seguido por una mirada de suficiencia y orgullo.

—Te responderé a eso con un: Gracias, Cheese —Monto una pierna sobre la otra, quedando cruzadas, coloco a mis costados mis manos y me coloco más erguida.

Llevaba puesta una bata de hospital, la cual nos habían exigido que usáramos ahora para la prueba que nos harían, la misma estaba arremangada hasta la altura de mis muslos, exponiendo más piel de lo que suelo hacer, aunque no era sin querer, sino intencionalmente.

Sus ojos repasan repetidas veces mi silueta, sin comprender de que manera me veía. No sé si era con desagrado, con encanto, asqueado o deleitado. Simplemente era muy difícil descifrar que era lo que ocultaba su rostro con sus frías expresiones tan vacías como su cerebro.

—Tienes muchas estrías —Menciona apretando los labios.
Rápidamente, tomo el borde de la bata y la bajo un poco, ese acto lo había hecho por instinto. Mi sonrisa desaparece, al igual que mi postura llena de supremacía.

—He subido y bajado de peso muchas veces —Respondo apartando la mirada hacia los equipos que yacían al otro lado de la habitación, no quería que viera como mi rostro reflejaba lo vulnerable que me ponía ese tema.

—Eres como una rama ¿sabes? —Volteo hacia él, extrañada, hundiendo las cejas y frunciendo las nariz, así que se relame los labios y añade: —¿Ves que los árboles tienen marcas muy similares a las estrías?, son propios de la corteza, les salen naturalmente... —Dice gesticulando con las manos —Siempre aparecen líneas en ellas, si me preguntas como se llaman, te responderé que no tengo idea porque soy un bruto, pero a mí me parecen muy curiosas y cautivantes esas líneas. No digo que tú lo seas, solo te digo que no sientas vergüenza de ellas, pues son marcas que salen por su propia cuenta y no puedes evitarlo.

Algo me decía que hablaba en serio, que sus palabras eran genuinas y no bromeaba. Era la primera vez que me decía algo lindo y mentiría si dijera que no hizo que me sintiera...¿agradable? ¿linda?

Aún me sentía confundida, y a decir verdad, anonadada por su comentario y por ende decido seguir indagando.

—¿Y por qué exactamente una rama? —Cuestiono curiosa.

—Porque eres tan flaca como una —Aclara encogiéndose de hombros.

Y ahí se fue todo.

Chasqueo la lengua y vuelvo a mirar hacia un costado.

—Que madurez tan prófuga, Chaze, ¿a cada cuánto son tus ataques? Para así poder hablarte.

Ríe, de su garganta escapaban carcajadas molestosas y roncas. Veo como sus ojos se achican, destacando el brillo que resplandecía en ellos y rápidamente mis ojos alcanzan a aztibar los hoyuelos que aparecían en sus mejillas, los cuales no había visto.

—Sólo me gusta molestarte, Feid —Bufa inclinando su cabeza hacia un lado.

—Eso ya lo sé —Respondo torciendo los labios —Pero es molesto, deja de joderme ya, si no quieres que...

La puerta, que estaba al otro lado de la habitación se corre hacia un lado y una enfermera avanza hasta el centro del cuarto.

Entre sus manos llevaba una tabla con unos papeles y levantaba los mismos uno a uno mientras leía rápidamente lo que decía estos mientras mordía el interior de su mejilla.

—Feid Fitzgerald y Chaze Diamonds, son los pacientes de la prueba quinientos doce —Más que una afirmación sonaba como una pregunta, así que nos disponemos a mirarnos Chaze y yo a las caras sin saber que decir, nos escogemos de hombros simultáneamente y reímos un poco al ver como el rostro de la cuarentona enfermera hacía una mueca de disgusto —Déjenme ver sus marcas, por favor —Pide en una exhalación para acercarse a él.

Era una señora de tez clara al igual que su cabello casi totalmente blanco recogido en una cola, llevaba puestos unos lentes de pasta y medía como uno sesenta.

Toma el brazo de Chaze y lo gira hacia arriba, dejando al descubierto las ampollas que le decoraban el antebrazo, le da una rápida ojeada y después se dirige hacia mí para hacer lo mismo.

—El día de hoy haremos terapia —Informa anotando algo en uno de los papeles que descansaban en la tabla —Me han informado que entre ustedes no hay buenas vibras —Me mira de reojo y por un instante me imaginé lo bien que se sentiría golpear el rostro de Chaze y de la enfermera uno con el otro, tantas veces que hasta me dolería las mejillas de tanto sonreír —Esta terapia se llevará a cabo en una habitación distinta a esta, los mantendremos vigilados, muy detalladamente, a ambos —Hace énfasis en la última frase mirándonos con severidad.

En mis labios aparece de nuevo una curvatura hacia arriba, no por tener que pasar tiempo con ese tipo, sino por la gracia que me da el que crean que soy un peligro para él y que crean que con una estúpida terapia nos ayudará a llevarnos mejor.

Sólo nos llevaremos bien el día en que no estemos respirando el mismo aire.

—¿Para qué nos mantendrán estrictamente vigilados? —Cuestiona Chaze curioso.

—Para ver sus reacciones —Responde.

Nunca fui buena haciendo amigos, pero si la mejor ganándome enemigos, y también me gustaba hacer enojar a las personas que no me agradan.

—¿Sólo para ver nuestras reacciones? —Cuestiono hundiendo las cejas —¿O es que nos consideran tan peligrosos para dejarnos a los dos en una habitación —Miro a mi alrededor —Porque yo creo que no hará falta tanta vigilancia, aquí puede ver muy claramente que no hemos tenido ningún ataque violento y no hay nadie que nos lo haya impedido.

—Pero es distinto, señorita Fitzgerald, esto que hacemos es un proceso que requiere de mucho para analizar, debemos monitorear todo, es más en éste momento está siendo vigilada, no sólo por vigilantes, sino también por científicos.

Entonces habrán apreciado el halago de mi querido amigo junto a mí.

—¿Cuándo empezaremos? —Habla Chaze con impaciencia.

—Después del mediodía.

—¿Y en qué consiste la terapia? —Indago mirándola con desdén.

—Sólo les diré que la odiarán —Finaliza dirigiéndose a la puerta —Y les aconsejo que hablen un rato sobre cualquier cosa, los dejaremos salir de allá si muestran una actitud distinta uno con el otro —Añade para salir de allí.

Tengo muy en claro que odiaré esa puta terapia, todo lo que tenga que ver con ese estúpido me hace retorcer de agonía. 

Oigo como exhala aire profundamente, gesto que hace que me gire hacia él. Mis ojos conectan por un instante con los suyos, hasta que los aparto y bajo la cabeza para mirar mis pies descalzos.

—¿Por qué querías ahorcarme ayer? —No noté nada en su voz, salvo por un leve y lejano desconcierto.

Me remuevo en mi asiento y acomodo mi cabello encima de mi hombro.

—Creo que me dejé llevar —Respondo apretando mis labios.

No me arrepiento de haberle hecho eso, pero me arrepiento de haber fallado.

Me arrepiento de no haber usado mi furia a mi favor para incrementar mi fuerza, de no haber ejercido una mayor presión en su cuello para poder haberlo matado.

—Dejarse llevar es tener sexo con alguien, no asesinar —Espeta negando con la cabeza.

—Pero no vi que te resistieras —Argumento volviendo a mirarlo.

—Supongo que no eres la única enferma aquí —Mofa.

Enferma.

—Deja de decirme así —Perceptúo firme.

—No pareció molestarte cuando te lo dije hace un rato —Ríe —¿Tanto te cuesta aceptar lo que eres, Feid? —Inquiere con una falsa nota de intriga —Porque a mi me parece que no eres la persona más cuerda aquí, pero tienes uso de razón, o eso creo, así que posiblemente sepas que tú, asquerosa salamandra, eres consciente de que eres una loca que quiere asesinar a un tipo que literalmente desconoce, solo porque un odio hacia él muy en el fondo ha crecido desde hace un tiempo atrás, siendo algo totalmente insólito, ya que nos conocemos desde hace unos días —Una línea recta adornaba sus labios y sus ojos tenían un brillo que sólo él portaba, uno que podía ser tan fuerte, que hasta te hiponotizaba y te arrastraba hacia lo más profundo de su vacía alma —Yo no te he hecho nada, Feid, si me confundes con alguien más es tu problema, no mío, así que no vengas a hacerte la víctima aquí.

Doy un largo suspiro.

Tiene razón, cada cosa que djo es cierta, y lo que más rabia me da es que no puedo hacer nada para cambiarlo. La impotencia me carcome sin piedad y a una velocidad súbita sin control, no por no poder aceptar mis defectos, sino por lo débil que me siento cuando me hablan de ellos. Sí, se muy bien que no debo actuar de esa manera con él, puede que no me caiga ni un poco bien el mal nacido, pero no tiene la culpa de lo que yo sienta hacia él sólo porque me recuerde todo el dolor que pasé años atrás, puede que me fastidie y me haga molestar, pero no merece lo que le hice o lo que quiero hacerle, y aún no siento remordimiento por lo que le he hecho, no suelo arrepentirme de muchas cosas que hago, y esta no es la excepción, pero no se lo merece.

Trago saliva.

—Si pusieras tan solo el más mínimo intento de comprenderme, sería muy diferente todo lo que está pasando entre nosotros —Mi voz había sonado más ronca de lo normal y eso hizo que carraspeara —Digamos que estoy traumada con varias cosas, pero tu actitud no ayuda —Comento para pasarme las manos por la cara frustrada.

—¿Lo que dices es que tengo que dejar de ser como soy, sólo porque quieres que entienda que eres una enferma?

Con solo escuchar su voz sentía como una punzada de dolor atolondraba mi cabeza, pero quizás solo era lo sus palabras causaban en mí.

Trato de calmarme y relajarme dando una profunda y extensa inhalación, cierro los ojos levemente y relamo mis labios que empezaban a resecarse.

—¿Tienes que ver todo con un lado cínico? —Cuestiono sin poder aguantar más las ganas de lanzarle un golpe donde el sol no le llega.

Se encoge de hombros arqueando hacia abajo los labios.

—¿Tienes que hacerte siempre la víctima? —Contraataca.

Suspiro.

—Eso creo que es un si —Enfatizo ladeando la cabeza.

—Hay muchas cosas negativas que puedo ver en ti, pero no me ves haciéndote preguntas como: ¿Por qué eres tan delgada como un mondadientes? ¿por qué tu cabello es tan largo?¿te dolió el tatuaje que tienes en la espalda baja? —Cierra la boca abruptamente.

¿Cómo coño sabe que tengo un puto tatuaje en la espalda baja?  

Como si mi rostro expresara lo que pasaba por mi mente, él deja de hablar, como si estuviera consiente de que lo que acababa de decir, era algo que no podía saberlo alguien más, algo que guardaba sólo para él.

Me espiaba.

Ahora que sé que clase de persona se puede ocultar en esa carcasa oscura, que aparentaba estar vacía, mi ira aumenta a un nivel más alto de lo normal y cabe decir que eso pareció asustarlo sólo un poco, pero se asustó, y no creo que sea por el daño que llegue a hacerle. Para nada. Sino el daño que le hará la guardia del edificio.

Sentía como si por mis oídos escapara humo como en las caricaturas. Estaba tan furiosa.

No me gusta que me vean sin ropa. En lo absoluto. Lo que llevo como cuerpo no es nada de lo que esté orgullosa, ni mucho menos es algo que presuma, así que tiendo mucho a esconderlo bajo la tela de ropa sumamente holgada, y ahora, él me vio, eso podría usarlo a su favor.

Mis manos estaban empuñadas a mis costados y no había notado en que momento me había incorporado de mi lugar para quedar situada justo frente a él. Su rostro aún se veía serio, pero con un quedo de temor, y mi rostro poseía una expresión de furia.

—¿Me has espiado? —Cuestiono hundiendo las cejas, pero la única respuesta que obtengo de su parte es el silencio —¡¿Me has espiado?! —Esta vez elevo más la voz, demostrando lo alterada que estaba.

Pero nada.

Sólo miraba mis ojos sin decir nada, y eso me obstinaba.

—Respóndeme —Le pido con la voz ronca. Se relame los labios y aparta la cabeza hacia un lado, aún sin responderme nada —Chaze... —Murmuro acercándome más a él, hasta el punto de que mi pelvis choque con la camilla y quedar justo entre sus piernas —Responde —Coloco mis manos a los costados de su rostro, obligándolo a mirarme —¿Me has espiado?

Su piel estaba gélida, demasiado, quizás era la misma temperatura que su alma tenía; fría, muy fría.

—Asiente aunquesea, respóndeme moviendo la cabeza.

—Feid... —Alcanza a pronunciar antes de que lo tome por el cuello de la bata y lo empiece a jalonear.

—¡Pervertido!—Exclamo horrorizada al detenerme —¿Qué acaso no te alcanza con reprocharme que estoy loca? —La impotencia en mi voz se alcanzaba a notar, me sentía ofendida.

—Escucha...

—¡No me des explicaciones, Chaze! Sólo quiero que me digas cuantas veces lo hiciste —Exijo.

—No fueron tantas...

—Entonces fue más de una vez —Bufo —Estás enfermo.

—Igual que tu —Ríe mirándome a los ojos.

—Le diré a la seguridad del edificio que hay un acosador aquí —Lo amenazo señalándolo con el dedo índice.

—Hazlo.

—Lo haré cuando nos saquen de aquí —Respondo.

—Bien.

—¿Alguna vez te dije que te odio? —Inquiero.

—Muchas veces —Toma mi brazo y me jala hacia él, hasta que queda cerca de mi rostro y susurra: —Pero eso se acabará.

Y así fue como el químico hizo efecto en ambos, pudimos sentir lo mismo, y lo sabíamos.

Pero no fue exactamente química. Para nada. Fue electricidad, dolorosa electricidad.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top