3

Siempre me sentía incómoda cuando llovía, y por más que tratara de ignorarlo, siempre hacía que sintiera un revoltijo en el estómago. Había algo en ella que me hacía estremecer, y no, no era el clima frío y húmedo que se creaba cuando ella caía, de hecho, eso era lo único que me agradaba de ella, pero el resto no; detestaba el sonido que hacían las gotas al impactar contra el techo de la casa, detestaba el estrepitoso bullicio que hacían los truenos que más de una vez hicieron que saltara del susto, detestaba ver como la luz se los relámpagos se colaba a través de la ventana, porque eso hacía que creyera, que eran ellos viniendo por mí.

Abro mis ojos con cierta pesadez y con un poco de dificultad. Lo único que se podía ver era la oscuridad gobernando el ambiente. Todo se veía oscuro y había un leve frío que invadía el lugar.

Estaba acostada sobre un costado de mi cuerpo en una superficie plana y nada cómoda, sentía como mi piel se raspaba cuando ejercía algún tipo de movimiento, así fuese el más leve, era las sábanas que cubrían las camillas, donde permanecía recostada. Me giro en la misma quedado boca arriba, alcanzando a ver de reojo un débil destello muy similar al de un relámpago que se había colado por la única ventana que había en la habitación, que le daba una tenue iluminación a ésta. Giro mi cabeza hacia la misma, aztibando una figura humana recostada en el marco de la ventana.

Mi vista fue aclarándose poco a poco mientras parpadeaba varias veces consecutivas, viendo como la figura se encontraba de espaldas a mí, mientras contemplaba hacia el exterior; la lluvia era lo que se mostraba. Estiro mis brazos y piernas para sentarme en el mismo lugar. Una punzada de dolor recorre todo el brazo donde habían inyectado esa peculiar y muy tortuosa sustancia, rápidamente, llevo mi mano hacia donde había insertado la aguja, detectando en esa zona una leve inflamación.

No ardía, pero una huella de dolor intenso se había quedado, provocando que escupa un quejido casi inaudible.

—¿Alguna vez te han dicho que mientras duermes te hechas tantos pedos como para hacer un ataque terrorista? —Esa fastidiosa y vacía voz, proveniente del ese malnacido Chaze, hace que de un pequeño respingo.

—¿Dónde estamos? —Cuestiono aún desorbitada, llevándome una mano hacia mi estómago que rugía por comida.

—En una habitación —Responde en el mismo tono, pero con cierto ápice de obviedad.

¿De verdad alguien puede ser tan inmaduro?

—Mierda, Chaze, me has impactado, de verdad creí que estábamos en uno de los bosques más extraños de Rusia —Siempre que podía usar el sarcasmo lo utilizaba, y más si era con él —Pero ya en serio, dime donde carajos estamos —Le pido incorporándome de la odiosa camilla.

—No sé donde carajos estamos —Responde seco —Desperté hace un rato igual de desorientado que tú, fui hacia la salida, pero no quiere abrirse, no se corre.

Había alcanzado a notar en su voz una nota de obstinación, quizás llevaba un rato tratando de abrir la puerta, sin éxito.

A nuestro alrededor sólo se alcanzaba a ver las sombras de las cosas que se encontraban aquí; dos camillas, una al lado de la otra que se encontraban justo en el centro del cuarto y un filtro ubicado en la esquina, quizás tenía agua.

—Cierra la persiana —Le pido acercándome al filtro y arrodillarme a la altura de éste.

—No —Se niega. Giro la cabeza hacia él y aunque no me mire lo fulmino con la mirada; aún estaba de la misma forma y no se había movido ni un centímetro.

—Ciérrala —Perceptúo quitándole la tapa al mismo.

—Cierra tú, tu fea boca —Aún estaba circunspecto en las gotas que caían del cielo.

Si te escondes no podrán verte.

Esa voz que me hablaba desde mi interior me sirvió de ayuda para no desvanecerme tan fácilmente, desde hace muchos años ella ha estado allí.

—¿Qué ves ahí que te trae tan concentrado? —Inquiero tratando de aplacar un poco los nervios que empezaban a aparecer.

—Veo la lluvia —Resopla un tanto melancólico.

Giro los ojos.

—Veo la lluvia —Lo imito con un tono agudo y burlón —Eres patético —Le replico viendo el interior del filtro, el cual estaba vacío —¿Qué había aquí? —Cuestiono con un ápice de enojo.

—Agua.

—¿Y que pasó con ella?

—Me la bebí.

—¿Toda? —Cuestiono sin palabras, a lo que me responde con un asentamiento con la cabeza —¿No pudiste dejarme ni un poco? —Niega con la cabeza —Sigo diciéndolo, de verdad te desprecio —Le comento lanzando con cierta fuerza la tapa hacia donde se encontraba levantado, cayéndole justamente en la espalda baja.

¡Bingo!

De verdad que lo que él sintió de dolor, yo lo sentí, pero en satisfacción.

Por instinto se encorvó hacia adelante rápidamente, llevándose una mano hacia donde el objeto le había impactado. Se gira en su eje, aún con la misma postura y con los dientes apretados al igual que sus ojos que permanecían cerrados, suelta lo siguiente:

—¡Feid, me las vas a pagar! —Su voz había sonado algo rasposa y ronca, y se reflejaba muy claramente el dolor que le había provocado.

Creo que sí me pasé.

Me alegra no sentir ni un rastro de remordimiento por su dolor causado por mí.

—Ni siquiera te importa nadie más que tú, pues aquí te doy una demostración de cuanto me importas —Le saco el dedo medio.

—¿De verdad haces esto por un poco de agua? —Cuestiona incrédulo —Estás bien loca, Feid, de verdad has sobrepasado tus propios límites.

—No es por el agua, sino porque tú debes aprender a no preocuparte sólo por ti mismo, sino también por los demás.

En realidad, creo que solo buscaba una excusa para causarle algún pequeño rasguño de mi parte.

—Joder, sólo había un poco y, además, si te sirve de consuelo, era agua que habían dejado hace un tiempo ahí, estaba caliente y sabía extraña —Se endereza, adquiriendo una postura no tan erguida, pero ya era a causa del dolor.

—Pero, tengo sed —Me quejo.

La verdad, no tenía sed, lo que si tengo son unas inmensas ganas de molestarlo.

—Espera a que alguien venga y nos saque —Propone acercándose a la camilla para sentarse.

—¿Y si nadie viene ahora?

Se recuesta en la camilla con un poco de dificultad, poniendo sus brazos detrás de su cabeza.

—Te tocará esperar —Resopla.

—No cerraste la persiana—Me quejo —Eres muy terco —Le reprocho acercándome a la ventana para bajar la aludida.

—¿Por qué quieres que cierre la estúpida persiana? —Inquiere jocoso. Ahora la luz de la luna se escabullía en forma de líneas horizontales que se definían sobre su rostro, reflejando como cada parte de la débil luz realzaba sus finas facciones.

Solo por una décima de segundo me le había quedado viendo, sus mejillas eran un poco hundidas y bajo sus ojos permanecían unas oscuras y densas ojeras que lo hacían lucir aún más extraño. Hago un mohín un tanto desconcertada y le quito de encima la mirada.

—Porque hay muchos relámpagos y no me gustan —Murmuro yendo hasta la camilla donde estaba anteriormente y me siento.

—Ahora todo está oscuro, pero el único colmo de todo esto es que exactamente donde yo estoy la luz destella y me molesta en la cara —Se queja girando hacia mí, ya que era el lado opuesto a la ventana.

Por un segundo sus ojos se conectaron con los míos, pero los aparté, no quería volver a hipnotizarme en sus ojos como en el momento en el que nos inyectaron ese horrible líquido.

—¿Por qué dijiste eso cuando nos inyectaron? —Cuestiono curiosa.

—¿Qué cosa?

—Lo de que nuestros ojos estarán tatuados en nuestras mentes.

—No recuerdo haber dicho eso —Veo como hace un ligero encogimiento de hombros —Debiste estar delirando, es uno de los efectos secundarios —Me recuerda.

Ash, que gran estúpido ¿que acaso su mejor atributo es llevarme la contraria siempre?

—No. Tu si me lo dijiste, estaba cuerda aún, no por completo, pero aún estaba consiste —Comento apoyando las manos a mis costados, apretando entre mis dedos la insulsa textura de la camilla.

—Pues... —Da un suspiro —Creo que ya comprobaste que no estás tan cuerda que digamos —Bufa. Siento como la furia se iba acumulando en mis venas y querían salir a la superficie, iban a explotar en cualquier momento, y no iba a comtrolarme esta vez. No. Ya nadie me observaba de cerca para impedírmelo, solo estábamos mi conciencia y yo planeando algo para fastidiarlo aún más.

Doy un profundo y largo suspiro.

Relájate, Feid.

Acumula la furia en una bola, para que al salir pueda irse directo a un punto y no se esparza por el resto de la habitación, expulsala hacia él.

—Tengo mis razones —Admito haciendo un gesto con mis labios —Para todo lo que hago hay una razón, por eso te lancé la tapa —Hundo mis cejas y arqueo mi boca hacia abajo —Probablemente sólo quiera alejarte... —Me incorporo lentamente y comienzo a acercarme a él a pasos cortos y pacientes, la escasa distancia que nos separaba fue acortándose cada vez más y más, hasta que quedé frente suyo —Porque lo creas o no, estoy lo suficientemente consiente de que a pesar de no ser la persona con más sentido común aquí, tú tampoco eres muy distinto a mí, y por eso... —Sus ojos habían buscado los míos, a los que no les negué el consentimiento y me les quedé viendo, pero esta vez no me perdí en ellos, sino que sólo me resigné a detallarlos por encima y no profundicé —Actúas así conmigo.

Ambos nos mirábamos fijamente, no como un sentimiento de admiración, ni nada por el estilo, sino, más bien como desafiándonos uno al otro.

—No somos iguales, Faded —Me reprocha con voz ronca. Una curvatura hacia arriba se hizo notar en sus labios, como si estuviera orgulloso de eso —Por eso es que a mi me conocen por estar vigilado. Porque, a pesar de no ser peligroso ni mucho menos letal, puedo hacer lo que yo quiera cuando quiera. ¿Sabes como? —Esa pregunta fue más una de la que no esperas respuesta,  así que siguió —Pensando, cosa que tú no haces. Eres impulsiva, Faded, y de esa forma no conseguirás nada.

Relamo mis labios. La altura de la camilla no era alta, pero yo tampoco, así que me llegaba a la altura de la pelvis, así que me inclino un poco hacia adelante y aún sosteniendo las miradas le susurro:

—Soy impulsiva... —Grazno asintiendo con la cabeza —Pero aún así, no tengo a la seguridad detrás de mí, en cambio a ti... —Toco su pecho, que era cubrido por una camiseta azul oscuro, que se veía negra a causa de la oscuridad que nos rodeaba —Te vigilan hasta el ano —Rio — No conozco mis propios límites, y eso no es bueno contigo, podría hacerte daño. Y por cierto, Cheese, mi nombre es Feid y no Faded.

Oigo como de su garganta sale una carcajada chocante.

—Jamás me harías daño —Bufa —Ni siquiera tienes las agallas para... —Y lo interrumpí, actuando por impulso. Me subí encima de él, haciendo que quedara boca arriba nuevamente, estaba sentada en sus caderas.

Mis manos fueron directamente a su cuello, cuatro de ellos lo rodeaban y los pulgares estaban debajo del centro, justo debajo de la nuez de Adan, su piel se sentía gélida en la piel de mis dedos, logré ver gracias a la luz de la ventana, como las venas se les realzaba. Su cara estaba un poco roja, ya que la presión que ejercía era mínima.

Pero él no se quedó tranquilo. Envolvió sus manos al igual que las mías, en mi cuello, pero él no ejercía ninguna presión ni nada que me lastimara.

Pero yo no pensaba detenerme, quería poder borrarle esa cara de ególatra que tanto detestaba, y lo haría, así fuera asesinándolo con mis propias manos.

Pero estaba tan centrada en causarle algún tipo de daño, que hasta bloquee mentalmente el sonido de la puerta abriéndose, seguido por unas pisadas y unos regaños hacia mí.

—¡Código sesenta y cinco, repito, código sesenta y cinco! —Oí como exclamaba una voz femenina, quizás por uno de esos walkie talkies, pero no me moví ni un centímetro, es más, hasta ejercí una presión más fuerte.

—¡Una paciente trata de asesinar a otro paciente! —Exclama la misma voz femenina.

Pero algo me detuvo. Algo provocó que mis músculos pesaran aún más que antes, era como si ellos fueran de metal y el piso un imán, que los atraía poderosamente. Mis párpados de igual manera, también se sintieron con un peso muy fuerte para soportar.

Todo en un instante se volvió borroso, pero después negro.

{♡♥♡}

Luz.

Esa insoportable e irritante luz que siempre aparecía repentinamente.

Abro los ojos, sintiendo como los rayos emitidos por las bombillas atravesaban sin piedad alguna mis retinas, provocando que los entrecierre.

Me siento el la misma camilla, ya que la textura era la misma. Tallo mis ojos y poco a poco se van adaptando al cambio de iluminación repentino.

Lo primero que aparece en mi campo visual es una bata blanca que hacía que se destacara el cabello del hombre que permanecía de espaldas a mí.

—¿Doctor Paul? —Emito con la voz un poco áspera.

Se vuelve hacia mí y rápidamente me sonríe.

—¡Feid, me alegra que hayas despertado! —Su voz sonaba animada, hasta parecía genuina la emoción.

—Usted encendió la luz justo encima de mí, creo que era obvio que iba a despertar —Argumento obvia incorporándome de la camilla.

—Si, creo que fue intencional —Ríe rascándose la nuca con un poco de vergüenza —Pero debía hacerlo, no podemos atrasar más la prueba —Se excusa apretando los labios.

—¿Qué me pasó? —Cuestiono aturdida.

—Intentaste asesinar al señor Diamonds, eso es lo que pasa —Aclara gesticulando con las manos —Y tuvieron que inyectarte sedantes para tranquilizarte.

—Aah, si —Bufo.

Siempre me han dicho que soy muy impulsiva, hasta él me lo dijo, pero no puedo controlarme, simplemente no puedo.

Vuelve a girarse, dándome la espalda, para centrarse en unos químicos que descansaban sobre la mesa frente a él.

—Doctor Paul —Lo llamo a lo que me responde con un "¿Mm?", me remuevo en el lugar, doy una profunda respiración y decidida le digo: —No quiero seguir con Chaze para la realización de el experimento —Le pido sin escrúpulos. Se da la vuelta y me da una mirada de confusión, así que añado —O sino, no estoy dispuesta a seguir con todo esto —Planteo firme.

Hunde sus cejas en confusión, ladea hacia un lado su cabeza y traga saliva.

—¿Dices que no quieres proseguir con la prueba? —Asiento con la cabeza decidida —A ver, dame una razón válida para hacerlo —Me pide con cierto aire de burla.

—Ya se lo dije, no quiero estar más con Chaze —Repito negando con la cabeza.

—Si, ya lo dijiste —Asiente con la cabeza mientras hace un mohín—Pero dime el por qué no quieres estar con el señor Diamonds.

Balbuceo unas cuantas cosas sin sentido para finalmente expulsar aire por la nariz y tomarme el puente de la misma.

—No lo soporto —Espeto —No me agrada nada de ese chico.

La expresión que el doctor poseía era evidentemente de burla, estaba con una sonrisa a penas visible, pero no era una forzada, sino que se estaba reprimiendo ante el hecho de que quería estallar en risas.

—Ay pequeña, Feid —Sisea con calidez.

No toma en serio mi petición, eso me hace enfadar demasiado. El que no me vean con la misma seriedad que les doy me hace sentir impotente y como un juguete, creen que pueden jugar conmigo a su antojo y no será así.

Me cruzo de brazos por encima de mi pecho, contraigo más mi expresión, mostrándole que no estaba bromeando, sino que hablaba muy en serio y veo como su cara iba tomando un semblante más serio.

—Sabe a que extremos puedo llegar, doctor Paul, si quiere pruebas, pues ahí las tiene.

Da un suspiro un tanto nostálgico.

—Feid... —Pasa su mano por su mentón, donde unos cuantos vellos blancos y negros hacían presencia —El punto de éste experimento es claramente que sientas algo por él —Explica, a lo que respondo asintiendo con la cabeza —Dices odiarlo, bueno, cuando la fórmula esté lista ya no será así, pero... —Se acerca a mí a pasos lentos pero alargados para colocar su mano sobre mi hombro —Ahora eso nos sirve, si ustedes se odian los hacen los candidatos perfectos para el experimento —Me da unas leves palmadas —Y créeme, esa fórmula es poderosa —Hace énfasis en la última palabra mientras empuña su mano frente a él, en gesto de fuerza.

Y así todo cobró sentido.

Ya saben lo que dicen: Del odio al amor los pasos son escasos.

Y ahora, todo esto le daría sentido, pero no de la manera natural en la que debería ser. No. Sino de una manera forzada y quizás más dolorosa.

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