11
Abro mis ojos con esfuerzo, los cuales, empiezan a detallar el lugar inmediatamente, aunque mi visión se encuentre borrosa y lo único que alcanzo a ver es que todo a mi alrededor estaba de color blanco, siento que algo no está del todo bien. Por un momento, por muy estúpido que suene, creí que había muerto y estaba yendo al cielo, pero luego caí, caí en la dura realidad donde recuerdo que personas como yo no son merecedoras de ir allá.
Tallo mis ojos con mis manos empuñadas, recordando que era lo había pasado antes de despertar en...¿dónde carajos estoy?
—¡Despertaste! —Habla una conocida voz eufórica, una perteneciente a una mujer —Me alegra que te encuentres bien —Añade en el mismo tono.
Giro mi cabeza en la dirección de donde provenía la voz femenina y entorno los ojos para así poder divisar a la persona que tengo a un costado.
—¿Arabella? —Escupo desorientada y confundida.
No entendía nada de lo que estaba pasando. Estaba intempestiva en un sin número de preguntas, que ojalá tengan alguna respuesta lógica.
Tengo algunos fragmentos de recuerdos muy borrosos donde estaba enfrentándome con los hombres armados y también recuerdo que me dispararon en el hombro, pero después de eso ya no hay más.
—¿Cómo te sientes? —Vuelve a hablar Arabella con interés.
Mi vista va aclarandose poco a poco, hasta que al fin puedo ver con claridad a la chica de cabello cobrizo frente a mí sosteniendo una tabla donde se fijaban unos papeles. No parecía producto de mi imaginación, ella estaba ahí.
—Siéndote sincera, algo confundida —Respondo sentándome en el mismo lugar donde yacía acostada. Da un leve asentamiento escribiendo en los papeles que estaban entre sus manos y yo me limito a mirar a mi alrededor, sorprendiéndome por el lugar en el que estaba internada —¿Estoy en el laboratorio? —Cuestiono anonadada.
Tenía puesto en un brazo un suero que se sujetaba a un trípode, las gotas caían lentamente y sentía como el gélido líquido enfriaba mi sistema. Estaba exactamente en el mismo cuarto donde desperté la primera vez que aparecí aquí, todo estaba igual que la vez anterior.
Levanta la mirada hacia mí y su boca forma una pequeña y curva sonrisa pícara.
—Si, lo estás —Me afirma elevando ambas cejas —¿No crees que está bien estar aquí? —Inquiere arrugado su pequeña y perfilada nariz llena de pecas con emoción.
Me relamo mis resecos labios y me llevo una mano a mi cabeza para palpar en ligeros y casi invisibles toques, notando que me duele un poco.
—No entiendo como llegué aquí —Admito haciendo un mohín.
Tuerce los labios, dudosa y algo decepcionada, sus ojos se apagan un poco, eso lo noté inmediatamente, era algo muy fácil de ver, pero sin embargo, se negó a decirme como es que llegué aquí.
—No tengo el consentimiento para decírtelo, Feid —Se opone dando una exhaustiva exhalación —Me ordenaron a no decirle a nadie.
¿Nadie?
—¿Hay otros pacientes aquí? —Pregunto hundiendo el entrecejo, y me responde con un rápido asentimiento —¿Quiénes? —Prosigo con interés.
—¿Acaso conoces a otros pacientes? —Cuestiona casi en un bufido lleno de reproche.
Ay sí, miren a Feid, la chica con más amigos en el laboratorio, donde todos los doctores y pacientes la aman a ella porque sí. Que estúpida eres.
Casi por un momento quise golpearme la frente por lo idiota que soy, pero me contuve y seguí con mi postura firme, mirándola expectante
—Relájate, no eres la única aquí —Me informa —El ochenta y siete por ciento de los pacientes fue recuperado.
—¿Y qué pasó con el otro trece por ciento?
—Aún no han sido recuperados —Responde con un encogimiento de hombros.
¿Ochenta y siete por ciento?
Miro mi antebrazo, donde la cicatriz aún se podía apreciar claramente, estaba un poco más oscura que el color de mi piel, pero ya había sanado.
Yo soy la número trescientos cuarenta y ocho.
—¿Cuántos pacientes habían aquí internados antes del ataque? —Insisto con preocupación.
—Pues, no le sabría decir, señorita Feid, todos los días habían nuevos ingresos aquí, o sea que para muchos de los enfermeros que estaban ocupados con sus pacientes asignados, no les daba tiempo de averiguar que paciente llega; por ejemplo, a mí me han asignado a trece pacientes por atender en la semana, incluyendote a ti y al señor Diamonds.
Chaze.
Le dispararon por mi culpa.
—¿Y cómo está él? —Me sorprendía a mí misma la preocupación que derramaba mi voz —Le dispararon por mi culpa.
Al igual que a mí.
Llevo mi mano hasta donde la herida estaba, pero al tocar la zona no siento nada de dolor, es como si nada me hubiera pasado, y por ende la miro con extrañeza.
Parpadea varias veces mientras acomoda un mechón de cabello detrás de su pequeña oreja, mientras que la otra se aferra más a la tabla.
—Está bien, aún no ha despertado, pero está bien —Arruga las cejas, haciendo una mueca de confusión y añade —¿Acaso dices que les...dispararon?
—Eso es lo que recuerdo.
Como si tratase de recordar algo se queda callada un momento, mirando fijamente a la nada, luego niega con la cabeza y vuelven a mí sus ojos.
—No me han informado nada sobre un disparo al señor Diamonds, de hecho, nadie salió herido de ahí... —Hace una corta pausa para seguir —Bueno, a excepción del hombre al que le dispararon ustedes dos —Corrige mirándome con reproche —Infringieron una importante norma; que es no portar armas estando bajo los efectos de los químicos. Eso como vieron, les trajo muchas consecuencias —Me regaña con actitud de madre decepcionada.
Estaba pasmada con cada cosa que me decía, que al parecer era todo lo contrario de lo que yo sabía, por alguna extraña razón.
Nada de lo que estaba sucediendo tenía sentido, nada lograba encajar en mi cabeza, nada es conciso, no tiene lógica, todo está mal. En mi cabeza los engranajes no funcionaban como deben hacerlo normalmente, aún estoy atónita.
—Pero oí muy claramente cuando el jefe les dio la orden de abrir fuego contra nosotros —Argumento en voz alta —Nos dispararon a ambos —Perceptúo.
Mis palabras para ella no tenían sentido alguno, lo pude ver por como me miraba, la aflicción que reflejaba su mirada al oír como daba mi versión de como pasaron las cosas aquel día, me observaba con desdicha y lástima, como si mirase a una chica de manicomio que no para de parlotear sobre cosas amorfas.
—No estoy alucinando —Le recalco —Lo que te estoy diciendo es cierto.
Da un chasquido con la lengua, obstinada, luego con la uña muy bien pintada de su dedo medio se rasca la punta de la nariz, para después exhalar profundamente y hacer un mohín.
—Iré a ver si el señor Diamonds ya ha despertado —Finaliza dándose la vuelta, quedando de espaldas a mí —Vendré a verte más tarde, Feid.
—Hasta luego —Me despido inquina.
Mi cabeza está hecha un nudo de cosas por procesar. Aún con las preguntas rondando por mi cabeza con locura y por las cosas que me ha dicho Arabella, siento que mi cerebro va a explotar, y no relativamente por el poco espacio que le queda, sino por lo cansada que me siento.
Mis párpados comienzan a volverse cada vez más y más pesados, hasta que por fin alcanzo conciliar el sueño, y uno bien profundo.
Las horas pasan relativamente rápido, ya que al despertar, según Arabella, ya habían transcurrido nueve horas desde que ella se había ido del cuarto, y no había pasado tanto tiempo despierta cuando ella se fue, minutos quizás, pero no fue tanto.
Por alguna razón, nos convocaron a todos los pacientes a ir a un lugar muy parecido a un conservatorio, donde se llevaban a cabo muchas de las reuniones más importantes del plantel.
En el momento en que lo habían avisado ya estaba en mi habitación asignada, donde en una litera estaba descansando, por los parlantes la voz femenina y algo robótica y nos exigió que estuviéramos allá en menos de media hora. Pensé que era tiempo suficiente como para poder ir hasta gateando hacia allá, así que me tomé mi tiempo, seguí otro rato más recostada en la parte superior de la litera esperando pacientemente a que la hora se aproximara.
Pensé muy mal.
Ya habían pasado unos dieciocho minutos desde el aviso, así que decidí incorporarme de la cama y salir de allí. Justo en el momento en el que puse un pie afuera de la habitación me vi envuelta en un embrollo.
Habían tantas personas caminando hacia allá, que hasta parecía una epidemia. Todos eran pacientes.
Una parte estaba tan rígida como un muerto, había otra que estaba normal, y también habían otra que estaban siendo escoltadas hacia allá con guardias detrás de ellos y esposas atrapando sus muñecas.
El pasillo estaba repleto.
Esta era un área de dormitorios para los pacientes, en la que nunca me dispuse a revisar, no me importaba quiénes estaban encerrados en cada cuarto, pero admito que eso está cambiando un poco, la curiosidad está entrando y se va a quedar hasta averiguar la razón de que unos estén de tal manera, como si fueran criminales o animales salvajes.
Como puedo, trato de escabullirme entre el tumulto de personas que obstruían el paso, hasta llegar finalmente hasta el ascensor.
Tras una larga espera para poder usar el mismo, llego finalmente al lugar, el cual era inmenso y estaba lleno de personas, aunque podrían caber unas cientas más... había una cantidad exagerada de gente, pero por su tamaño tan rimbombante no era estaba completamente lleno. Una mano se posa en mi espalda baja, y por lo sorpresivo de eso, mi cuerpo dio un respingo, me giro hacia la figura que hizo tal acción, dispuesta a golpear a quien sea que haya sido el sujeto, pero me frené, o mejor dicho, él me frenó.
Sostuvo con fuerza mi muñeca en el aire, mis ojos conectaron con los de él y me paralicé.
Koller.
Millones de pequeñas Feids empezaron a gritar con euforia en mi cerebro, todas las alertas dentro de mi se encendieron y mi sistema aún no procesaba lo que estaba pasando.
Creí que por ser menor dejaría eso a un lado, pero ahora veo que no es así. Nunca he mirado con estos ojos a nadie, él es el primer chico que hace que me comporte así.
—Hola, Feid —Saluda con una sonrisa socarrona —Es un gusto volver a verte.
Mis ojos estaban abiertos de par en par cual platos, mi garganta se secó y mis manos empezaron a sudar con frenesí. Me sentía nerviosa con su presencia y también sentí como si con solo mirarme pudiera tomar todo mi control y dominarme.
Pero nunca he sido una chica hormonal que deja que un chico haga lo que quiera con ella, desde siempre he sido autoritaria y me gusta tener todo el control.
—Hola... —Hago como si tratara de recordar, sabiendo perfectamente bien la respuesta —¿Royer? —Balbuceo hundiendo el entrecejo.
—Koller... —Corrige alzando una ceja —¿Te acuerdas de mí? —Cuestiona arqueando hacia abajo los labios, con desconcierto.
—Si no me equivoco, creo que eras tú, aquel que se estaba revolcando en el suelo la otra vez.
—Exacto —Me afirma —Necesitaba respirar.
Iba a seguir hablando, pero se vio interrumpido por la voz que habló por los parlantes que habían en todo el lugar.
—Por favor, los pacientes que lleguen deben tomar asiento para darles espacio a los otros que aún no llegan. Se les agradece de su cooperación. Gracias — Pide la misma voz femenina y robótica de hace un rato.
Miro a Koller, quien tiene una sonrisa adorable en sus labios. Hace un pequeño gesto para que lo siga y añade:
—Siéntate conmigo —Me invita afable y me guiña un ojo, pícaro.
—Bien —Acepto con un encogimiento de hombros.
Comienza a caminar hacia los asientos colocados al estilo de las gradas de un campus, y busca un asiento no tan alejado de la parte baja.
—Creo que aquí está bien —Opina tomando asiento, luego mira a su lado el otro y le da una leve palmada —Siéntate.
Haga caso a su petición y tomo asiento a su lado.
Koller y yo empezamos a conversar sobre cosas irrelevantes hasta que comenzara...lo que sea que fuera a comenzar porque, no tengo ni la más mínima idea de que se va a hacer aquí. ¿algún tipo de congreso quizás?
Pero todo lo pasé a segundo plano al ver su figura ahora frente a mí.
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