1

En la actualidad...

Un abrupto rayo de luz perturbó mi sueño. Abro los ojos con pesadez tratando que la vista se adapte al cambio tan drástico de iluminación. Mi visión pasó de ser borrosa por un instante a ver claramente la figura humana frente a mí.

-Feid Fitzgerald, mucho gusto... -Una voz masculina muy grave llenó mis oídos -Soy Paul Simons, seré yo quien lleve el control de tus pruebas de ahora en adelante -Coloca sus dedos en mis párpados para abrírlos más extensamente.

Mi garganta se sentía seca, y me ardía un poco. No sabía en donde me encontraba, estaba desorientada, no sabía ni siquiera donde estaba recostada.

El doctor se pasea en la sala donde sobraba el color blanco en las paredes, se acerca a unas metálicas mesas brillantes que sostenían unas bandejas color turquesa, de donde saca una inyección.

-¿Sabes donde estás? -Cuestiona acercándose a mí con la misma entre sus dedos. Entreabro la boca para responderle, pero me veo impedida por la resequedad en mi garganta que obstruían la salida de las palabras. Así que me limito a negar con la cabeza -Estas en mi consultorio, donde te practicaré una serie de pruebas con diversos tipos de químicos no letales para uso humano. No te preocupes... -Toma mi brazo con delicadeza, palpa con la yema de sus dedos con poca intensidad sobre el doblés del mismo e inyecta el líquido, el pinchazo fue indoloro y muy familiar. Siento como el químico recorre mi vena sin sentir dolor alguno -Esto es ácido fólico, lo necesitas.

Me llevo una mano hacia el cuello y con mis dedos toco mi piel mojada. Estaba totalmente sudada. Sentía como en mi frente las gotas de sudor se deslizaban hasta mis mejillas. Estaba muy pegajosa en el sentido que mi piel húmeda emitiera un sonido bizcoso una vez que la tocaba.

-Imagino que tienes sed -Vuelve a dirigirse a la misma mesa y toma la jarra que descansaba sobre la misma, dispensa líquido transparente en un vaso y se vuelve hacia mí extendiéndome éste. Tomo el objeto con mi mano libre y lo sitúo frente a mis labios y envío hacia el interior de mi organismo el agua. El frío recorre desde mis labios hasta mi esófago, provocando que de mi garganta escape un: Ahj. De frescura.

-Estas muy deshidratada, te colocaré un suero -Menciona el doctor en la misma mesa preparando una sonda incrustada en la bolsa de el mismo, el cual se sostenía de un trípode.

-¿Y ahora... -Mi voz había sonado rasposa al punto de tener que aclararme bruscamente la garganta -Qué van hacerme? -Estaba ronca al punto de no poder expulsar las palabras con facilidad.

Sabía a que me refería y no se molestó en ocultarme información. Suspira con profundidad hundiendo sus manos en los bolsillos de su bata.


-Imagino que sabes que yo ahora me encargaré de ti -Argumenta con detenimiento. Asiento con la cabeza mirando de reojo el líquido transparente en la sonda avanzando poco a poco hacia mí -Estamos en el procedimiento de la fabricación de una fórmula para hacer algo que... -Tuerce los labios como si tratara de encontrar una palabra con la cual describir tal cosa-No es muy común que hagamos nosotros los científicos -Me explica gesticulando con sus manos.

-¿Y eso que sería?

-Amor... -Hundo las cejas confundida. Al ver mi expresión se recarga en la mesa detrás de él y se cruza de brazos -¿Has tenido novio alguna vez, Feid? -Niego con la cabeza. El tan solo tener que recordar aunquesea cual es el día de mi cumpleaños hace que una sensación de nostalgia se plante en mi cabeza que hace que me den ganas de romperme a llorar -Con esta fórmula inovaremos la manera de atraer a personas en cuestión al amor entre dos individuos.

-¿Cómo así? -Nada de lo que me explicaba lo entendía.

-Usaré ejemplos para poder expresarme mejor -Se aclara la garganta -Imagínate que tu seas la persona que me guste y, entonces, yo no te guste a ti. Usaré esa fórmula para que tú cambies esos pensamientos hacia mí, no hará que me veas más atractivo físicamente, pero no podrás resistirte a lo que sentirás hacia mí, algo en ti crecerá, te verás atraída por mi manera de expresarme u otras cosas que se te hará imposible resistirte. ¿Entiendes?

-¿Dices que me voy a enamorar de los...sentimientos de las personas?

-Algo así -Me afirma con un leve asentimiento de cabeza.

Lleno mis pulmones con aire profundamente para luego exhalar sonora y exageradamente, me reacomodo en la incómoda superficie en la que estaba recostada. Un crujido se escucha desde mi cuello, proveniente de mis adoloridos huesos.

El hombre que yacía a unos pocos metros de mí posee una expresión algo cálida que inspira tranquilidad, en su castaña cabellera habían unas canas poco visibles a causa de su cabello. Le calculaba por lo menos unos cuarenta y algo de años. La ancha bata hacía que apreciar su complexión corporal se me complicase.

Miro a mi alrededor, escrutando el cuarto donde habían muchos tipos de aparatos, químicos, jeringas, envases de vidrio, entre muchas otras cosas. Todo eso y más ocupaban cada rincón de la habitación.

-¿Cuándo empezamos? -Cuestiono con un ápice de nervios que me delataban por completo.

-Después de haberte hidratado y hacerte unos exámenes de salud, tanto interna como externa, y con eso me refiero a tu condición física. Veremos si tu escasez de masa corporal no nos hará retardarnos más.

-¿Cuándo harán mis exámenes? -Inquiero con impaciencia.

-Ya está, sólo hay que aguardar a que den los resultados.

-Mm, está bien -Cedo cortante.

No le veo ningún sentido a esta prueba, de hecho, es lo más extraño y ridículo que pude escuchar de la boca de un científico.

¿Enamorarme de quien?

¿Un puto desconocido?

Me parece que la gente de aquí está loca en varios sentidos.

Y...¿para que la usarían?, o mejor dicho; ¿para quién?

Eso lo descubriré cueste lo que cueste, aunque preguntarle en este momento no sea una opción muy viable, ya que no suelen decirle a nadie con que fines realizan este tipo de pruebas tan raras.

-¿Y de quién harán que me enamore? -Cuestiono expectante haciendo énfasis en la última palabra.

-Del paciente número trescientos dos -Responde dándome la espalda para tomar unos químicos y mezclarlos entre sí.

¿Paciente número trescientos dos?

¿Qué?

-¿Qué coño me ha dicho, doctor?

Oigo como suelta una risa ante lo que había dicho, pero sigue de espaldas ahí parado sin dejar a un lado los frascos con líquido en su interior.

-Lo que te he dicho es que... -Lo interrumpo.

-¿Cómo es eso de los números?,eso me confundió.

-Si me permite hablar quizás...

-Claro, claro, siga -Grazno empuñando y abriendo las mano varias veces seguidas, las sentía con algo de hormigueo.

-Este es un edificio donde se llevan a cabo muchos experimentos, está constituido por catorce pisos, y sí, es muy grande. Pero entenderá todo cuando le de un pequeño recorrido por todo el mismo -Me explica con detenimiento.

-Eso no me aclaró nada -Escupo decepcionada.

-Hay una gran cantidad de pacientes y los identificamos con números.

-Oh, ahora sí entiendo, creo que hubiera empezado por ahí - Río -¿Cuándo me llevará?

Se da la vuelta mirándome con una sonrisa de boca cerrada.

-Justo ahora.

(***)

No sabía cuanto tiempo había pasado, lo único que si sabía era que ya no quería seguir escuchando al doctor Paul hablando sobre todas las instalaciones del lugar. Parloteaba sin parar por horas, diciéndome toda la historia del edificio y todo el dinero que se invirtió en el mismo con sus aparatos y todos los químicos que habían por todo el edificio.

He de admitir que al principio me resultó muy interesante, pero ahora solo quería que cerrara la boca para que no me explotara la cabeza.

Estábamos subiendo por un elevador hacia el quinto piso, donde se encontraban las habitaciones de los pacientes con los que experimentaban, al detenerse el mismo salimos y empezamos a recorrer el extenso pasillo donde habían puertas por doquier, todas eran de hierro y por lo que me dijo el doctor Paul, para que se abran debes estar autorizado, ya que te escanea y si eres admitido se corre hacia un lado.

-Y aquí, señorita Fitzgerald, está la habitación del otro paciente que está en el mismo experimento que usted -Me informa situándose justo frente a la puerta, y en efecto, se deslizó a un lado después de unos segundos.

Avanzamos al interior del cuarto y pude detallar el lugar. Como el resto del edificio, estaba con las paredes blancas, había poca iluminación ya que la luz estaba graduada a una a una baja y algo tenue, no era imposible ver allí, pero si un poco difícil, solo había una cama y en ella un chico reposaba boca arriba mientras lanzaba una pelota hacia la pared, rebotaba y volvía a atraparla.

Para que el chico notase nuestra presencia, el doctor Paul tuvo que aclararse la garganta, pero se inmuta.

-Los vi cuando entraron -Habla sin voltear a vernos.

Su voz era grave y algo ronca y por alguna razón hizo que recordara a las personas que fuman.

-Señor Diamonds... -Da unos pasos hacia él y al estar justo frente a la cama se detiene -Vengo acompañado por la señorita Fitzgerald, pensé que les agradaría conocerse -Comenta algo alegre.

Pero no hace nada más que jugar con la pelota de goma amarilla que emitía un sonido algo fastidioso cuando impactaba contra el concreto de la pared.

Me cruzo de brazos mientras apoyo mi espalda en la misma, esperando a que el doctor nos diga que ya nos podemos ir de la habitación de este apático chico.

-Pues, está en lo incorrecto... -Vuelve a hablar el chico -No me interesa en lo absoluto conocer a nadie.

Oigo como el doctor Paul exhala aire por la nariz y al igual que yo se cruza de brazos, como si ya no le quedara más opciones para probar y que el chico nos haga caso.

A decir verdad, el chico me parece un mezquino ermitaño y su pasatiempo favorito es ser un asocial inquino.

Quizás algo así como yo, pero no igual, porque como yo no hay dos, y si lo hay sería una barata copia china que no le llega ni a los talones a la original.

-Ella es la chica que estará en la misma prueba que usted -Añade el doctor.

Pero se limita a responderle con un seco: "ajá" sin dejar de lanzar el objeto esférico.

Me hace gracia que el doctor Paul siga insistiendo en que se presente conmigo, eso es algo que no se consigue tan fácilmente, a menos que sepas como hacerlo, y está claro que no sabe como.

Puedo ayudarlo con eso, doctor.

Una línea curvada hacia arriba comienza a aparecer en mis labios, formando una sonrisa cínica. Dando pasos lentos pero precisos me voy acercando hacia donde el doctor se encontraba parado, sin despegar mi vista de la pelota que iba haciendo un circuito poco extenso. Y en el momento exacto pude hacer lo que quería hacer desde que entré aquí.

Atrapé la pelota con mi mano, llevándome esta vez la atención del sujeto tendido en la cama.

Gracias a la poca luz no pude ver claramente cual era le expresión que tenía, pero apuesto a que era una de molestia, estaba segura de eso.

En el lugar, un silencio espeso se coló, y ya no estaba el molesto sonido de la esfera rebotando.

El chico se sienta en la cama, encorvado, a pesar de no verlo pude sentir como sus ojos me traspasaban la cabeza, estaba molesto, estaba irrumpiendo en su lugar y eso no le agradaba.

-¿Te parece gracioso quitarme eso? -Cuestiona severo.

Si cree que podrá intimidarme con su vosecita de macho duro e insensible, pues está muy equivocado, ese es mi juego favorito, y siempre soy yo la persona que sale ganando.

-Pues a mi me parece tan divertido como lo es para tí ignorarnos -Bufo -Porque créeme, no quiero estar contigo, y para ambos sería más fácil que dejaras por unos pocos minutos tu actitud de babozo inquino, aprietes las nalgas y me digas aunqusea: Hola asquerosa puta, soy el señor chale, o que se yo, y así poder salir de tu cuarto para que sigas jugando con tus pelotas, pero eso solo pasará si pones de tu parte.

Oigo como de su nariz sale una grande cantidad de aire y luego veo como su oscura silueta se incorpora y emprende camino hacia el interruptor, gradúa la luz para que todo el cuarto quede bien iluminado y así podamos vernos.

Cuando todo quedó visible para mis ojos, tuve que entrecerrarlos y parpadear un par de veces para que pudieran adaptarse a su entorno, pudiendo así destacar bien al chico.

Era alto y muy delgado, quizás algo bajo de peso, su color de piel era tan blanca que hasta podía ser un poco pálida, su rostro era perfilado y sus pómulos destacaban mucho al igual que sus largas y espesas cejas, sus ojos eran oscuros, demasiado para ser sincera, tanto que sentías que ese era un agujero negro en el que te podrías perder muy fácilmente, a ellos los acompañaban unas curvas pestañas y unas enormes ojeras debajo. Su cabello era negro azabache y lo tenía en abundancia, sus labios eran un poco gruesos y algo colorados, tenía la impresión de que acababa de relamerselos por lo brillantes que lucían y cabe decir que como último toque, aztibé en sus huesudos brazos una variada cantidad de tatuajes.

Daba un aspecto algo lúgubre y tenía una enigmática aura sobre él, no era feo, pero tampoco era el chico más guapo que pude haber visto.

Volví al lugar y pude ver como sus ojos repasaban mi silueta con... no lo sé, no pude ver más allá que un rostro serio y vacío, nada delataba como se sentía al verme, pero si sentía lo mismo que yo, pues cabe decir que no tengo nada de que preocuparme, ya que no creo que llegue a entablar algo formal con él, y espero no tener que formular una conversación con él con más de cuatro palabras, porque supe que nada de lo que saliera de su boca sería algo positivo para mí.

Nadie habló, nadie se dispuso a hacer nada más que mirar al otro y analizarnos mutuamente.

A la mente vino la peculiar idea que mientras nos veíamos así, era como si yo estuviera frente a un espejo, aunque no fuéramos relativamente iguales. Un sentimiento de duda se plantó en mi cabeza y rápidamente empecé a desplazarlas a un lado o por lo menos eso intenté.

Pero era prácticamente una tarea imposible, simplemente no se iban, sino que aumentaban cada vez más y más.

¿Por qué siento que puedo verme en él si ni siquiera lo conozco ni sé su historia?

Un escalofrío me recorrió el cuerpo repentinamente, así que me erguí y extendí mi mano hacia él.

-Soy Feid -Me presento. Se queda unos instantes sin hacer nada más que mirar mi mano, para después estrecharla.

-Soy Chaze -Me imita para darme un leve apretón.

No sentí nada fuera de lo normal, nada que me impresionara, pero algo me dijo que él no lo sintió así por más que no lo diera a demostrar.

-Debemos irnos -Interviene el doctor -Te daré tu número de registro -Se acerca a la puerta y segundos después se corre a un lado para dar un paso fuera de la habitación -Te espero.

Rompo la unión de nuestras manos y una sensación de vacío se plantó en mi pecho al instante, pero haciéndole caso omiso a eso, seguí al doctor y salí de ahí.

-No llores cuando te des cuenta de que será más dolorosa tu estadía aquí de lo que crees -Comenta Chaze antes de que la puerta se cerrara.

¿Qué?

¿A qué se refirió con eso?

-¿Quieres saber por que lo dijo? -Cuestiona el doctor a lo que le respondo con un asentimiento con la cabeza -Lo sabrás ahora.

Nos detenemos frente a una puerta que tenía una placa con la palabra: Registro gravada en ella. Nos adentramos al lugar después de que la puerta se abre y el doctor me ordena que me siente a lo que obedezco.

Era un cuarto lleno de aparatos que parecían medievales, todos eran extravagantes y algo escalofriantes, me deba un aspecto de una habitación de tortura.

Pero la tortura empezó cuando por la puerta aún abierta apareció Chaze acompañado por una enfermera. Pude aztibar en su rostro una mueca de disgusto, y no era por el entorno, era por mí.

Algo tenemos en común, y es que la presencia del otro no le agrada a ninguno.

La enfermera le ordena que se siente en una silla justo a mi lado y protesta.

-No pondré mi culo en esa silla, ni tampoco quiero que ella esté conmigo -Plantea firme.

-Solo hazlo... -Murmuro -Estas haciendo el ridículo -Le aviso.

Me mira aún con un semblante vacío y duda unos instantes, pero después cede y toma asiento.

La enfermera toma una frasco que estaba encima de una mesa y lo abre para meter sus dedos en él, llenándoselos de una sustancia blanca, se acerca a nosotros, para ser más específica, se detiene justo frente a mi y la aplica en mi antebrazo, acción que repite con él.

-¿Qué coño es esto? -Inquiero severa.

-Anestesia -Responde con simpleza.

¿Anestesia?

¿Para qué?

Noto que una puerta yacía abierta en una esquina de la habitación y de allí sale el doctor Paul con un par cellos en la mano.

-¿Qué nos harán? -Vuelvo a hablar.

Se acerca a nosotros con los mismos detrás de su espalda y nos mira con recelo.

-Brazos -Exige.

Extendemos ambos los aludidos y antes de poder procesar lo siguiente, una ráfaga de ardor gobernó todo mi brazo. Aprieto mis dientes con fuerza al igual que mis ojos que cierro por inercia, eso lo acompañó un desgarrador grito que se escapó de mi garganta.

Esos cellos los afincó en nuestros antebrazos uno a cada uno, pero esos estaban ardiendo, ardían cono el maldito infierno.

Miro la zona donde estaba la marca donde ya estaba hinchándose y se enrojecía cada vez más. Era un número, mi número de registro, porque era el trescientos cuarenta y ocho el que estaba grabado.

Miro al doctor quien se dirigía nuevamente a la puerta de la esquina y desaparece.

El corazón me latía muy rápido, sentía como donde yacía la quemada palpitaba y ardía, ardía cada vez más.

Aun exasperada, miro a Chaze quien ahora estaba de pie frente a mi, se inclina hacia adelante, hasta quedar a centímetros de mi rostro, su boca se ensancha en una cínica sonrisa y susurra.

-Bienvenida al juego, Feid -Se aleja de mi y en voz alta exclama: - No confíes en nadie, pequeña sabandija, aquí todos son unos malditos que solo se interesan en ti para cagarte la mente con químicos y aparatos.

Y con eso me da la espalda y camina hacia la puerta, la misma se corre y se va.

/////////////////////////

Noteta: Hola, espero que estén bien.

Bueno aquí les traigo mi nuevo experimento bien loquito, espero que les guste porque créanme, esto va a ser una locura total, así que si vas a tomar la decisión de seguir leyendo prepárate para una cruda historia llena rarezas.

Apreciaría mucho si dejas tu voto y un comentario.

Beshitos llenos de químicos tóxicos.

-Lia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top