Eight Moons




¿Alguna vez has sentido un sueño tan pesado que te es imposible mantener los ojos abiertos? ¿Que por más que quieres mantenerte despierto y consciente, tu cansancio no te permite alejar la bruma mental que se apodera lentamente de tus extremidades?

Sientes cómo cada dedo de tu pie comienza a dejar de responderte, y después la planta, y ese calorcito se expande y tu cuerpo deja de reaccionar, y tu mente sigue despierta, o algo parecido, porque empiezas a pensar en todas las realidades del mundo, de tu día, y aquello que más dejó impacto tu cerebro lo procesa y lo guarda en tu memoria de largo plazo, mientras que aquello que tal vez fue un momento de estrés se mete en tu subconsciente, causándote pesadillas, o bien, te genera una nueva fobia. Fobia que probablemente no admitirás porque no quieres que alguien te vea débil ante esos recuerdos.

Y un sopor te cubre, como cuando te escondes debajo de las sábanas, y nubla tu ser racional, haciendo que caigas en el mundo de los sueños, un mundo donde todo puede estar bien o puede estar mal. Un mundo donde mueres para el mundo hasta la mañana siguiente.

Y repites noche tras noche esas pequeñas muertes hasta la luz del amanecer, donde revives nuevamente y sigues tu rutina. O tal vez decides cambiarla y hacer ese día algo osado. O simplemente quieres hacer algo diferente.

Otabek durante su primera juventud no fue una persona de los que gustase dormir. Usualmente las pequeñas muertes nocturnas eran realizadas en el día, y él se convertía en un habitante más de la noche.

Vagaba sin rumbo entre pueblo y pueblo, vendiendo ilusiones y comprando fantasías. Sí, en su vida él conoció a muchas damas, algunas más bellas que otras, y otras menos exuberantes que las demás, pero todas eran especiales.

Mientras la rutina de cama se daba.

Después de ello, una mujer enamorada quedaba ahí, sola, y suspirando por él, mientras Otabek seguía su camino nocturno ¿puedes imaginarte en una situación así? ¿Suspirando por un amante perdido al que jamás verás nuevamente? Bien, quizás no podrías ser capaz, pero aquéllas chicas sí, y siempre era la misma vista. Otabek les decía algunas palabras bonitas, tenían una noche inolvidable, y ellas creían que serían las únicas capaces de retenerlo, y al final, quedaban con el corazón destrozado al verlo marcharse. O si tenías suerte no sufrías al verlo partir porque se iba mientras dormías plácidamente, en ese sopor que un amante puede generar, y cuando revivías sólo veías compensaciones por tus servicios.

¿Qué sentirías si en realidad tú lo hacías por algo parecido al amor?

Otabek nunca había sentido el amor.

Siempre había sido él. Luchar para él. Disfrutar por él. Que el mundo se acabase mañana, porque a él no le interesaba.

Pero si había algo que tal vez pudiese contradecir a su propio corazón, sería la existencia de seres inocentes como los animales.

Y fue así que para rescatar un oso de las manos de sus torturadores, tuvo que dar hasta lo que no tenía.

Claro que no estaba en contra de comer carnes o vestir de pieles, pero sólo si eran por necesidad. Hay un ciclo de la vida y de la naturaleza, y los humanos formamos parte de ella. Antes de tener tu juicio ante el ser celestial, tú dejas tu huella en la tierra de acuerdo a tus acciones para con los demás.

En este momento te alimentas de un tipo ave. Mañana quizás seas el alimento del gusano que comerá ese mismo tipo de ave.

Por eso no dudó en ayudar a ese pobre animal, al cual tenían en una condición que ni siquiera las bestias en el infierno vivían. Por eso tuvo que pedir prestado, para poder curarlo y posteriormente liberarlo de aquélla insensata forma de vida.

Y siendo más honestos, ningún humano había sido capaz de demostrar ese tipo de bondad.

El conocer a Yura rompió todos sus paradigmas. No importaba si eran humanos, seres feéricos o animales, a todos los trataba por igual, con el mismo respeto que le demostraran a él. Respetaba a los muertos y a todos los seres vivos, y no esperaba nada a cambio a pesar de necesitar tanto como los demás.

Él vivía en función de sus sueños, sin dañar a los demás. Con la vista al frente y, a pesar de ser algo huraño, no dudaba en ayudar a quien tuviera en frente.

Y conocerle, a pesar de que estaba en el hoyo, fue lo que le dio esperanza de salvación. Si había sido egoísta en su vida anterior, con él podría redimir todo el sufrimiento que habría causado a otros humanos, porque ahora entendía lo que era amar.

Porque sí, amaba a Yuratchka Plisetsky.

Ahora conocía lo que era querer a alguien, y sentía pena por haber causado tanto dolor en aquéllos corazones a los que utilizó.

Sin embargo, no se arrepiente de haber pasado por aquellos amantes, porque ahora podía reconocer claramente lo que era el amor, y que alguien le amara plenamente.

Por primera vez había dormido con alguien sin la apremiante necesidad de tomar todo de él.

Bueno, para qué mentirles, Otabek sí la sentía, pero también era suficiente simplemente abrazarle para poder sentir que redimía todos sus pecados de su vida pasada. Ver esos verdes bosques que eran los ojos del muchacho rubio era como encontrar paz para su atormentada alma.

Él era su última oportunidad de obtener el cielo, y por algún hilo que mueve el destino, Yura parecía corresponderle.

Pero a la vez... sabía que eso no duraría siempre ¿y si Yura no lo ama? ¿Y si él encuentra a la persona que fuese perfecta y lo abandonara?

Su fugaz corazón dolía, dolía mucho de tan solo pensarlo.

No obstante, su felicidad era verlo a él feliz. Su corazón brillaba cuando la sonrisa del rubio aparecía. Se rompía cada vez que lo veía sufrir. Y quería, por sobre todas las cosas, que Yuratchka fuera feliz.

Aunque no fuera con él.

Es estúpido ¿no?

Podría luchar contra cielo, mar y tierra, para hacerlo suyo y de nadie más ¡¡pelear contra el mismísimo consorte endemoniado!! Gritarle en su cara ¡¡soy yo al que amas!! Y huir junto a él para alcanzar la felicidad.

Pero también sabía que Yuratchka no deseaba eso. Él quería ser fuerte e independiente. Ganarse el sustento con su talento, y mientras las hadas de las estaciones lo bendecían, seguir su sendero de rectitud que su abuelo le había enseñado.

Y él no era nadie para impedírselo. Sí, Yura le había pedido que permaneciera a su lado. Que lo acompañase hasta el final.

Quizá ese fue el motivo porque se dejó besar frente a la corte, sabiendo que eso lo hacía automáticamente amarrarse a él de por vida, porque, obviamente, en esas épocas el contacto físico sólo era permitido para personas casadas, y cuando mucho se permitía tomarse de las manos en público.

O tal vez simplemente le robó la oportunidad de elegir a alguien más.

Aún no lo sabe. Lo que sí tiene muy presente es que después del beso, Yura lo miró con los ojos más brillantes que jamás le hubiese visto. Aún más de cuando aprendió a bailar por la madre de Mila. Aún más que cuando Leo y Guang le enseñaron a modular su voz.

Aún más que las miles de estrellas titilantes del firmamento.

Pero Yuratchka aún no conoce el mundo. Tal vez eso es lo que más le pesa al moreno. Yura no ha tenido muchas experiencias con otras personas como para decir que en realidad está enamorado de él. Su carácter apenas se está formando, y aunque es una persona dulce, se nota que puede ofrecer muchísimo más y que nada ni nadie podrá detenerlo, pues tiene más convicción en un meñique que la de muchos otros hombres que él haya conocido.

No obstante ahí estaba él, enamorado como idiota, y nada le haría cambiar de opinión. Así que iba a aprovechar cada instante junto a él, mientras esas sonrisas se las diera a él nada más importaba y aunque el mundo estaba lleno de personas increíbles, sin un pasado como el suyo y un futuro tan triste en realidad, no cambiaría por nada su lugar con nadie más. Y estaría junto a él todo el tiempo que Dios le dejase, o bien, hasta que Yura le dijese que ya no lo quería más junto a él. Y aunque eso le rompiera el corazón, lo haría.

Tal vez por eso mismo es que, esa noche, había puesto a dormir nuevamente al chico ojos de bosque, mientras que él salía otra vez por el balcón, con las alas que le quemaban en la espalda, sin ser oído y visto, azotando fuertemente al consorte Yuuri que se dirigía otra vez con la horrorosa bruja.

Esa noche la espantosa mujer le dijo que debía pensar en guantes, pues su hermana, la reina de las nieves, estaba enojada con ella, y había prometido una terrible nevada que congelaría desde los dedos de las manos hasta el último cabello de los cuerpos que encontrase a su paso.

Y así lo hizo. Esa noche de regreso al lecho, Otabek ideó la forma en cómo le sugeriría la nueva respuesta a Yura, pero las hadas nocturnas hicieron su trabajo mandándolo a dormir, para así, al despertar, ver todo helando terriblemente, tanto que incluso Yura permanecía acurrucado con él, como un gato que busca calor.

Los buenos días para ellos ya no eran suficientes, así que en cuando abrió los ojos, besó al rubio como si su vida dependiera de ello. Y de alguna forma era así. Yura correspondió tan gustosamente su beso que se sintió culpable por robarle su tiempo de esa forma.

En la tarde los centinelas fueron a buscarle nuevamente. Y por segunda ocasión Yura se enfrentó a la prueba. Y después de que sus labios se separaron para decirle la respuesta al consorte, misma respuesta que Otabek nuevamente disfrazara de un sueño, toda la corte saltó en vítores que siguieron toda la noche.

Nadie se dio cuenta, que detrás de la felicidad del príncipe Víctor, también estaba la cara de enojo de Yuuri, quien hervía en furia interna.

Ahora que va volando en la noche, azotando a Yuuri ahora con todas las varas que tenía, siendo invisible, y con las alas escociéndole la espalda, es que se da cuenta que Dios hace las cosas por algo. Si en su trayecto se cruzó con Yura, es porque así debía de ser.

Antes o después en su destino, el chico rubio estaría conectado por ese hilo invisible del destino.

En definitiva, Otabek no se arrepentía de todos los pecados de su pasado, porque el arrepentimiento era de cobardes. Pero agradecía que, en el inicio de ese sueño, Dios le hubiese dado una segunda oportunidad al cruzar su destino con Yura.

La montaña se abrió por tercera vez de forma estruendosa, y nuevamente ahí estaba ella, fulminando con la mirada al asiático.

- ¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE VOLVIESES A FALLAR?! –Exclamó la horrorosa mujer, con su chillante voz retumbando en las paredes, haciendo a las alimañas se escondieran, los murciélagos taparan sus sensibles oídos, y que Otabek se descompusiera por el alarido de la bruja -¡ESTO ES IMPOSIBLE!

- No, no lo es, señora mía –la encaró Yuuri –las respuestas eran obvias –le miró –y por ello usted debe de cumplir su promesa. El príncipe Víctor no es culpable de nada.

- ¿¡TE IMPORTA MÁS ÉL?! –gritó, llena de furia -¡NO OLVIDES QUE TENGO SU VIDA EN MIS MANOS!

- ¡¡JAMÁS LO OLVIDARÍA!! –le reprochó el pelinegro, lanzando un llanto, que si lo vieras, no sabrías si correr o abrazarlo -¡JAMÁS OLVIDARÍA QUE POR CULPA DE MI CAPRICHO EL AMOR DE MI VIDA TIENE LA VIDA EN RIESGO!

- ¿El amor de tu vida? ¡¡SÓLO YO DEBERÍA SER AMADA POR TI!! –reconvino la bruja, estrujando en sus manos el reloj de la vida de Víctor.

- ¡¡¡NOOOOO!!! –Yuuri se tiró a sus pies -¡¡No por favor!! –suplicó – ¡sabes que haré todo lo que me digas! pero por favor ¡No dañes a Víctor!

- No puedo hacerlo –la bruja se calmó –nuestro acuerdo lo impide –le miró fijamente –pero si este niño pasa la prueba, tú amado y tú sufrirán las consecuencias, mira que ya estaba por importarme poco nuestro trato y rompería su reloj de vida –lo avienta a su trono, donde discretamente Otabek lo toma y lo guarda, haciéndolo invisible automáticamente.

- Mi señora, por favor, le pido que olvide mi petición, ya no necesito darle hijos a él si la tengo a usted –exclamó algo hipócrita –se lo suplico, no me importaría quedarme con usted el resto de mi vida.

- Oh, mi Yuuri, mi Yuuri, mi demonio de ojos rasgados, me halagas, pero estarás conmigo hasta el final, un trato es un trato, y a menos que yo me muera primero, tú no serás liberado de él, hasta que alguien sea capaz de adivinarlo, y por lo pronto haré esto –la bruja espantosa besó sus labios, causando arcadas en Otabek –tus labios quedarán sellados, no podrás decirle a nadie sobre nuestro trato ni la respuesta del día de mañana hasta que te presentes con los jueces, sólo así me aseguraré que cumplas el trato al pie de la letra. Si tratas de hablar, tus labios se sellarán dándote el dolor más fuerte de tu vida, y tu amado Víctor perecerá. Si él gana, que estoy segura no lo hará, quedarás libre del pacto que hicimos y obtendrás tu libertad, pero si no lo hace, no sólo quiero sus ojos ahora, quiero que lo desoyes vivo, que le arranques sus dorados cabellos y me traigas su piel, será la capa perfecta que mi cuerpo necesita. Y lo harás en frente de todos, en especial de ese tipo que lo acompaña. Y si me entero que de alguna manera le diste la respuesta, sabré que has incumplido tu contrato y te mataré junto a Víctor ¿entendiste?

- Lo entendí perfectamente –Yuuri alzó sus ojos nuevamente –dígame entonces, cuál será la respuesta de esta noche.

- Pensarás en mi cabeza. Tan simple como eso. Jamás podrá adivinar que piensas en mí precisamente, aunque le hayas contado esa historia, nunca lo adivinará.

- Así será pues. Su cabeza será la respuesta.

- Te espero aquí mañana con sus partes, Yuuri.

Y esa noche aconteció algo, que pocos sabrían cómo ocurrió. Y Otabek se tardó en llegar con Yura al lecho, y en la mañana no le dijo al rubio sobre algún sueño, y cuando los guardias hicieron presentarse al chico de ojos de bosque ante el juzgado para dar su respuesta...

Nada fue como lo esperaban.


¿Qué tal el capítulo de hoy?

Ahora, yo les pregunto ¿cuál será el deseo de Yuuri y cómo la bruja lo podría conceder?

Hoy ya no digo más, las dejo con sus suposiciones :D

¡Gracias a todas las personas bonitas por pasar a leer!


Atte. Kim Usagi

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