4.
—No puedes estar desnudo en la casa —Hoseok dijo tomando una taza de té.
—¿No te gusta mi cuerpo?
—Si, no… —rascó su cabeza con nerviosismo —. Debes de cuidar tu cuerpo y no permitir que otras personas te vean. Es mi casa y debes respetar mi espacio —explicó suave —. Puede que en algún momento tenga alguna visita y te encuentren así.
—¿Quién vendrá? ¿Tu novio?
—No, amigos, compañeros de estudio o algún vecino. Por favor, cuando pases a tu forma humana, que sea en tu habitación, te cambias y sales —le pidió suplicante. Hoseok no podría decirle que su jodido cuerpo lo tentaba y que moría por lamerle todos los músculos.
Jungkook asintió. —¿Puedo salir al jardín? En casa me aburro y me gusta jugar en el pasto. En la tienda pasaba encerrado en esa jaula con aserrín y papel rasgado —murmuró lo último con un mohín y sus orejas un poco agachada.
El corazón de Hoseok se estrujó al escuchar aquello y se levantó a abrazar al conejito. Este había pasado la mayor parte de su tiempo encerrado, esa no era una vida para ningún animal.
—Claro que puedes —acarició la oreja del conejo —. Solo debes de tener cuidado con los perros del vecino, ellos suelen ser muy agresivos.
El conejito asintió sintiéndose tranquilo ante las caricias en su orejita.
—Empezaré los papeleos para tenerte de manera legal —explicó —. Se tardarán un poco porque no saben de dónde viniste y en la tienda el registro es de un conejo, no de un híbrido.
—¿Pará qué?
—Pará cuándo venga control animal no te alejen de mi y te lleven a un refugio.
Jungkook se estremeció, no quería ir a ningún otro lugar que no sea con Hoseok.
—Tu… no me dejarás qué… —tembló de miedo.
—¡No! Jamás podría hacer eso y menos con un híbrido —explicó para calmar al joven pelinegro.
Jungkook se acostó en las piernas de Hoseok dejando que le acaricie la oreja. Su cosito se levantó y asustó al conejito, la mayoría de veces pasaba cuando pensaba en Hoseok, cuando el castaño hablaba o cuando lo miraba.
—¿Podemos aparearnos? —preguntó rompiendo la burbuja de tranquilad que se había formado. Jungkook tenía conocimiento por las personas que hablaban en la tienda y por lo que veía en la TV. Sí resultó ser un buen profesor, lo malo que no le explicaba bien como aparearse.
—Ya es tarde —se levantó —. Tengo que terminar unas tareas —excusó. —. Buena noches.
El conejito se quedó acostado mirando como Hoseok corría a encerrarse en su habitación.
Los días pasaron rápido, Hoseok se encontraba un poco más ocupado, tramitando los papeles para tener legal a Jungkook. Le había pedido ayuda al mayordomo de sus padres, el sabía del tema. Se sentía inseguro de que algo malo le pase al conejito y ese sentimiento se esfumaba cuando llegaba a casa y una bola de pelos blanca lo recibía dando brinquitos de felicidad, dejándose mimar y acariciar en su forma animal.
Jungkook en cambio pasaba toda la mañana en el jardín jugando con las mariposas y una que otra ave pequeñita que se posaba en el pasto. Le gustaba correr, corría hasta que sus patitas dolían y quedaba agotado mirando el cielo y oliendo el frescor de las plantas.
Algunos insectos solían jugar con él y lo esperaban, así que es era muy feliz. Solo que no había podido aparearse con Hoseok y sus almohadas ya estaban empezando a desgastarse por tanto moviendo pélvico.
—Hola conejito —habló un pajarito con colores —. Vamos a jugar.
—Si, hoy viene un sapito pequeño.
—Ya, empecemos —voló el pajarito —. No me atrapas.
—Vuela más bajo, no hagas trampa.
—¡Ya vine! —salió un sapito pequeño detrás de una piedra.
—¡Si! —dijeron en coro los animales.
—¡Jungkook! —llamó al entrar, llegando un par de horas antes.
Miró la sala donde habían restos de verduras, unas cuantas bolitas negras o café cerca. Un grito pegó Hoseok que asustó a los amigos del conejito, quienes se escondieron.
—Hoseok vino, si, ya vino.
—Y ese ¿Quién es?
—Mi dueño —dijo orgulloso —. El me rescató y trajo a su casa —respondió al pajarito.
—Jungkook —escuchó —. Me tengo que ir, mañana jugamos —se despidió y corrió a la casa dando brinquitos.
—Pero qué —Hoseok se calló cuando vio a su conejito blanco lleno de barro.
—Hola Hobi, te extrañé, viniste temprano —brincaba alrededor del castaño.
—Ven —lo tomó en sus brazos y el conejito se fregó en su cuello —. Vamos a bañarte.
Las orejitas del conejito se alzaron, pelando sus ojos por la sorpresa de escuchar la palabra baño. Solo se bañaba una vez al día y las otras se limpiaba con su lengua.
—No, no, no. Bueno si, espérame estar en humano y me bañas todo lo quieras —dijo el coqueto conejo.
—Y nada de estar en tu forma humana —advirtió serio.
—No, así que chiste.
La tina tenía agua tibia y un poco de jabón líquido, Hoseok empezó a mojar al conejito lentamente, con suaves caricias. Lo bañó con cuidado, sin que entre jabón en los ojitos del animalito y agua en su nariz. Ya limpio, lo secó con una tolla y lo llevó a su habitación, debía cambiarse.
—¿Me bañas todos los días? Cierto, el no me entiende. También me va a cambiar, ¡si! —chilló emocionado.
—¿No vas a cambiarme? —preguntó en la cama cubriéndose con la toalla ya en su forma humana.
—No… —desvío la mirada avergonzado —. Pediré comida, baja rápido-do.
Y Jungkook vio como el castaño huía nuevamente.
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