2.

La comida había sido un poco incómoda para ambos, Jungkook no dejaba de guiñarle el ojo, aletear sus pestañas coquetamente y mover sus orejitas cada que podía, mientras Hoseok había mantenido sus ojos fijos en el plato pinchando sus verduras con el tenedor. El castaño no alzaba la mirada, no quería encontrarse con el muy trabajado y musculoso cuerpo del híbrido.

Fueron minutos incómodos para el castaño, hasta que decidió hablar mirando por encima de la cabellera revuelta del joven híbrido.

—Hay un cuarto desocupado al fondo del pasillo, ese puedes utilizarlo —inhaló aire —. El baño es la puerta blanca a la izquierda —apuntó con la mano —. Puedes tomar un baño mientras llevo algunas prendas para que uses.

Jungkook lo miró ladeando la cabeza, el bonito hombre le hablaba sin mirarlo, pestañando a cada palabra y diciendo todo rápido.

—Deja tu plato ahí si ya no vas a seguir comiendo —se levantó rápido —. Iré a buscar tu ropa.

Hoseok salió corriendo a su habitación y cerró la puerta con seguro. Respiró agitadamente, aquel conejito era un pecado andante y Hoseok no se iba a poder resistir. Buscó unos cuantos pantalones cortos que ya no usaba y ropa de casa que le quedara grande. Con una tijera cortó donde podría estar la cola esponjosa del conejo para que no se apriete con la tela.

Escuchó el sonido del agua caer y se encaminó a la habitación libre, dejó unas cuantas camisas y camisetas grandes, calzoncillos —cortados— y algunos pantalones cortos, unos con agujero en la parte trasera y otros no.

Se asustó cuando sintió una respiración tras suyo y unas cuantas gotas caer en su hombro. Era el conejito, lo sabía. Se giró para salir y darle privacidad pero se percató que híbrido no tenía una toalla puesta en su cuerpo.

Los ojos de Hoseok se clavaron en su sexo y se desviaron rápidamente con un gran sonrojo. Jungkook sonrió ladino, habían visto su cosito, su gran cosito.

—Eh… mmmh… yo te dejo cambiarte… eh… me voy —tartamudeó y con grandes zancadas llego a la puerta.

—¿No vamos a aparearnos? —preguntó sujetando la mano de Hoseok.

—Eh… buenas noches —se zafó del agarre y huyó a su habitación, encerrándose en ella.

En la mañana, Hoseok no encontró el cuerpo grande del híbrido. Pero vio una bola de pelos en el sofá y sonrió. Preparó desayuno y se alistó, tenía clases y debía apurarse.

La mesa ya estaba lista y no sabía cómo se llamaba el híbrido. Ya no era bolita de pelos, tampoco hombre sexy. —Hey, conejito —tocó suavemente la cabeza del animal —. Ya está el desayuno y yo —acarició la oreja peluda —. Debo irme.

El conejito abrió los ojos inmediatamente y se levantó.

—¿Irte? No, no, no —agachó sus orejitas en un claro intento de mostrarse triste.

Bajó del sofá y pasó a su forma humana. Hoseok desvío la mirada un poco incómodo por la desnudez del joven.

—¿A don… cuán… me vas a dejar? —formuló mejor la pregunta sin tartamudear. Pero por dentro estaba que moría del miedo.

—Eh, si. Tengo que recibir clases y volveré en la tarde —aclaró su voz tomando un trago de jugo.

—¿En la tarde? ¿Seguro que regresas? —el miedo ahora si se escuchaba en su voz.

—Si.

Se miraron, los pequeños destellos dorados encandilaban los ojos claros del conejo. El castaño estaba un poco nervioso y sin querer volvió a mirar el sexo del conejo.

—Puedes cambiarte-te por favor —pidió sonrojado.

El Híbrido lo hizo de manera apresurada, quería pasar la mayor parte del tiempo con el bonito castaño antes de que se fuera.

Ya en la mesa, le sirvió una bandeja con verduras picadas, mientras Hoseok comía unos panqueques calientes.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Hoseok. Había olvidado aquel detalle por correr a cuidar su trasero.

—Jungkook —alzó la mirada —. Y ¿tú?

—Hoseok.

Jungkook abrió la boca para preguntar más, pero una alarma en un celular los distrajo y Hoseok salió corriendo de la casa.

—No abras la puerta a nadie y no salgas al patio —rogó con ambas manos —. Ya regreso en la tarde y por favor, mantente alejado de las ventanas, ahí queda algunas verduras picadas en el mesón o comida en la estufa.

Jungkook parpadeó y cuando quiso replicar, el sonido de la puerta cerrarse le dijo que ya era tarde. Bueno, al menos tenía casa sola —demasiado sola. Terminó de comer sus verduras y regresó a su forma animal para empezar a olfatear la casa.

—Ningún olor extraño —movió su nariz húmeda —. Todo huele a él —dio brinquitos de emoción, hasta que cayó en una de sus patitas y le dolió. —Es hora de dejar mi olor —sonrió mostrando su dientes blancos y grandes.

Empezó por la sala y se frotó con todos los cojines cerca, el olor de Hoseok hacía que su cosito se levantara y por eso le era imposible mantenerse tranquilo. Llegó a la cocina y ahí no había nada de muebles o cojines, así que solo se hizo pipí —orinar— en una esquina del mesón.

—¡Que rico huele a Hoseok y a mí! —daba saltitos emocionado moviendo su peluda colita.

Llegó a la habitación principal en grandes brincos, la puerta estaba cerrada por lo que tuvo que estar en su forma humana para poder abrirla. Un olor a limpio y a la colonia de la mañana se percibía en la habitación, miró la cama tendida y se tiró en ella.

El lugar pasó a ser tan desordenado como si hubiera llegado un torbellino. —Creo que me sobrepase —dijo mirando las sábanas tiradas junto a las almohadas. Se levantó de un brinco al ver un gran armario, lo abrió y la ropa limpia de Hoseok hizo aparición. Sonrió porque ya las había visto algunas veces puestas desde lejos.

Su barriga rugió y corrió a la cocina, tenía que ver que podía comer. Las verduras picadas en un bol con agua y un plato lleno de lo que comió Hoseok. Prefirió lo del castaño y lo otro para más tarde —porque siempre tenía hambre.

Cuando probó el primer bocado, sus papilas gustativas empezaron a identificar ese nuevo sabor y explotaron ante la invasión de tan delicioso manjar, en cada bocado sentía que salivaba más. Cuando acabó dejó el plato en el mismo lugar que Hoseok y el dulce de la comida empezó a hacer efecto en el conejito, dándole más energía.

—¿Qué puedo hacer? —chilló con emoción.

Miró la televisión antes de ir a la habitación de Hoseok. Desnudo y acostado, Jungkook cambiaba los canales, mirando dibujos que luego le aburría. Hasta que encontró una donde don hombres iban a la montaña a pastorear ovejas. Quería aprender como aparearse para poder hacerlo con el castaño, pero los hombres de la tv no se dejaban ver.

No siguió viendo cuando uno de ellos iba a casarse con otra persona y Jungkook sintió como si le pasara a él. Apagó la televisión y corrió moviendo su cola a la habitación de Hoseok. Seguía desordenada, por lo que empezó a recoger todo, no quería que él niño bonito se enoje. Al terminar de alzar la última almohada, miró el reflejo de su nalga en el espejo.

Era redondita, casi como su colita de pelos, se irguió más y pudo observar su sexo colgando. Estaba como dormido, pero seguía manteniendo un tamaño considerable. Empezó a brincar, para así levantar a su amiguito, pero éste seguía en un profundo sueño.

—Vamos, despierta que es de día —pensaba mientras saltaba, pero no pasó nada.

Saltó hasta que se cansó y decidió dormir una pequeña siesta en la cama del castaño. —Huele a él —chilló alegre —. Y ahora también a mi.

Se hizo una bolita en medio de las sábanas y se durmió, soñando que se apareaba con Hoseok.

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