Capitulo 26
Por amor al arte, dejaron de escribirse historias para contarte
Se secaron los mares de sueños para despertarte
Por amor al arte la noche se hizo de día
Borrando la oscura sombría de tu soledad
Por amo al arte la Luna se bajó del cielo para consolarte
Las nubes dejaron paso al Sol para iluminarte
Por amor al arte tu vida ya no era tan fría
Y dejaste de sentirte vacía por tu soledad
Y apareció en tu vida la chica de tus sueños
Tu princesa herida y ella curó tu infierno
Lo que tú no sabías que aunque nacieras princesa
No querías un Romeo esperabas a Julieta
Nadie supo explicarte por qué la querías
Que el hombre de tu vida se llamaba María
Pero escúchame amiga si ella también quiere amarte
No hay que darle más vueltas, yo sé que es por amor al arte
Es por amor al arte
Por amor al arte lloraste lágrimas de miedo hasta secarte
Dejaste a un lado cada duda para lanzarte
Por amor al arte supiste salir adelante
Rompiendo por fin las cadenas de tu soledad
Y apareció en tu vida la chica de tus sueños
Tu princesa herida y ella curó tu infierno
Lo que tú no sabías que aunque nacieras princesa
No querías un Romeo esperabas a Julieta
Nadie supo explicarte por qué la querías
Que el hombre de tu vida se llamaba María
Pero escúchame amiga si ella también quiere amarte
No hay que darle más vueltas, yo sé que es por amor al arte
Y al fin te ilusionaste, saliste y le gritaste a tu soledad
Y apareció en tu vida la chica de tus sueños
Tu princesa herida y ella curó tu infierno
Lo que tú no sabías que aunque nacieras princesa
No querías un Romeo esperabas a Julieta
Nadie supo explicarte por qué la querías
Que el hombre de tu vida se llamaba María
Pero escúchame amiga si ella también quiere amarte
No hay que darle más vueltas
Yo sé que apareció en tu vida, tu princesa herida
Lo que tú no sabías, apareció en tu vida
Era una noche cargada de tensión. Las luces del set brillaban más de lo normal, haciendo que los corazones de Lizzy y Agustín latieran con más fuerza de lo habitual. Ambos estaban sentenciados, y uno de ellos tendría que despedirse de la competencia. Aunque todo el equipo Mar deseaba que Agustín fuera el eliminado, sabían que, al final, la decisión estaba en manos del público. Pero dentro del equipo, el ambiente era claro: Lizzy era querida y apoyada, y los seis restantes confiaban en que ella se salvaría.
Lizzy, aunque mostraba una sonrisa tranquila, por dentro sentía una mezcla de emociones. Sabía que este enfrentamiento tenía algo personal, y aunque quería mucho a Agustín, había en su corazón un deseo silencioso de ser ella misma quien lo eliminara. "Darle de su propia medicina", pensaba. El recuerdo de sus primeros días en la competencia volvía a su mente, cuando Agustín, con su sonrisa confiada, le había dicho: "Si uno de los dos se va, será el otro quien lo saque. Pero no te preocupes, siempre terminaremos juntos, ya sea en la casa o en mi cama". Aquellas palabras la habían dejado atónita, pero ahora sentía que era el momento de demostrar quién tenía el control.
Gala, por su parte, estaba más preocupada por Lizzy que por la propia competencia. Sabía que la eliminación estaba cerca y que Lizzy podía estar en peligro, aunque en el fondo confiaba plenamente en su fuerza y en el cariño que el público le tenía. Desde el principio, Gala había sido la mayor defensora de Lizzy, su confidente y, en un tiempo, su novia. Aunque ya no estuvieran juntas, los sentimientos que compartían seguían siendo profundos y fuertes.
La tensión en el ambiente se sentía en cada rincón del set. Lizzy y Agustín, ambos sentenciados, se encontraban en el centro de todas las miradas. La cuenta regresiva había comenzado, y uno de los dos tendría que abandonar la competencia esa misma noche. Nadie del equipo Mar quería perder a Lizzy, y aunque la incertidumbre reinaba en el aire, había una confianza silenciosa en que Agustín sería el que se marcharía. No solo por estrategia, sino porque todos en el equipo Tierra se habían mostrado fríos y calculadores, mientras que el equipo Mar se había ganado el corazón del público con sus historias de camaradería, amistad y amor.
En una de las esquinas del set, Lizzy se encontraba en silencio, mirando al horizonte. Su mente estaba llena de recuerdos y emociones que intentaba procesar. Sabía que, a pesar de todo, estaba lista para enfrentarse a cualquier cosa, incluso a la posibilidad de ser eliminada. Pero también sabía, en lo más profundo de su ser, que el público la apoyaba. Sin embargo, en ese momento de incertidumbre, había algo que la inquietaba más que la competencia: Gala.
Gala, quien había sido su exnovia, su confidente, y su compañera durante tantas noches de conversaciones interminables, seguía siendo una de las personas más importantes en su vida. Lizzy sabía que, aunque ya no estuvieran juntas oficialmente, los sentimientos que compartían seguían vivos. Gala había intentado seguir adelante, y Lizzy también, pero los lazos entre ellas no se rompían tan fácilmente.
—Liz —la voz de Gala rompió el silencio, acercándose lentamente a ella. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y cariño—. Sé que estás nerviosa, pero quiero que recuerdes algo.
Lizzy levantó la mirada y la vio frente a ella. Esa conexión especial que siempre había existido entre ambas se sentía más fuerte que nunca en ese momento.
—¿Qué cosa? —preguntó Lizzy, intentando mantener la calma, aunque por dentro el miedo y la incertidumbre la invadían.
Gala suspiró, y sin soltarle la mirada, tomó las manos de Lizzy entre las suyas.
—Recuerda lo que me dijiste la primera vez que estuviste en esta misma situación. —Gala sonrió ligeramente, y sus ojos se iluminaron con el recuerdo—. Fue en una de las primeras eliminaciones... cuando tuve que enfrentarme a Mariana. Estaba tan asustada. Pero tú, tú siempre me decías que lo sentías en tu corazón, que yo no me iba a ir, que iba a quedarme a tu lado porque estábamos destinadas a estar juntas. Me lo repetiste tantas veces que terminé creyéndolo.
Lizzy se quedó en silencio por un momento, sus pensamientos viajando hacia esos primeros días de competencia. Recordaba esa noche perfectamente. Gala estaba al borde de la eliminación, enfrentándose a Mariana, y aunque parecía que el destino estaba en su contra, Lizzy no había dejado de apoyarla ni un segundo. Le había dicho que lo sabía, que lo sentía en lo más profundo de su ser, y que nada ni nadie las separaría. En ese entonces, Lizzy había sido la roca en la que Gala se apoyó, y las palabras que le dijo fueron clave para que Gala enfrentara la situación con valentía.
—Sí, lo recuerdo —murmuró Lizzy, su voz suave y cargada de emoción—. Te dije que lo sentía en mi corazón, que no te ibas a ir, que íbamos a seguir juntas, pase lo que pase.
—Exacto —Gala sonrió con más fuerza ahora—. Y ahora soy yo quien te lo dice a ti. Lo siento en mi corazón, Liz. No te vas a ir esta noche. Sé que no me equivoqué entonces, y no me equivoco ahora. Tú y yo, somos esposas con anillos de papel. —Hizo una pausa, recordando el juego que ambas habían inventado—. Como la canción de Taylor Swift, "Paper Rings". ¿Te acuerdas? Hicimos esas promesas tontas pero que significaban tanto para nosotras. Ahora es mi turno de recordártelo.
Lizzy sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Gala. El recuerdo de los "anillos de papel" les trajo un torrente de memorias. En una de esas noches, cuando todo parecía más fácil, ellas habían jugado a imaginarse un futuro juntas. Hicieron anillos de papel y se prometieron amor eterno, como en la canción de Taylor Swift, que ambas adoraban. Era una broma, un juego inocente, pero para ellas significaba algo mucho más profundo. Una promesa de que, sin importar lo que pasara, siempre estarían la una para la otra.
—Gala... —Lizzy no pudo contener la emoción que sentía. Aunque la situación era completamente diferente, la conexión entre ellas seguía siendo igual de fuerte.
—No te irás, Liz —dijo Gala, más seria ahora—. El público te ama, y yo también. No puedes irte, no hoy. Tienes que quedarte. Eres fuerte, más fuerte de lo que crees, y estoy segura de que esto no es el final para ti.
Lizzy cerró los ojos un momento, intentando contener las lágrimas que amenazaban con escapar. Gala siempre había sabido cómo tranquilizarla, cómo darle fuerzas incluso cuando todo parecía perdido. Y en ese momento, cuando la presión de la eliminación se hacía insoportable, las palabras de Gala eran justo lo que necesitaba escuchar.
—Gracias —susurró Lizzy, sintiendo cómo su corazón se llenaba de gratitud y amor por la mujer que tenía frente a ella—. Siempre sabes qué decir, incluso cuando yo misma no lo sé.
Gala sonrió, esta vez con más confianza.
—Porque te conozco, Lizzy. Te conozco mejor que nadie. Y aunque sé que estamos en medio de una competencia, lo que siento por ti no ha cambiado. Lo que compartimos, esas promesas que hicimos, siguen siendo verdad para mí. —Gala apretó las manos de Lizzy con más fuerza—. Pase lo que pase, siempre estaré aquí.
Lizzy sintió cómo el peso de la situación se aligeraba un poco gracias a Gala. Sabía que la competencia seguiría siendo difícil, pero con el apoyo de Gala, sentía que podía enfrentarlo todo. El recuerdo de sus "anillos de papel" le dio la fuerza que necesitaba para seguir adelante, para luchar hasta el final.
—No voy a dejarte —dijo finalmente Lizzy, mirando a Gala con una determinación renovada—. No me voy a ir, no hoy. Y cuando todo esto termine, vamos a estar juntas, como siempre dijimos.
Gala asintió, su sonrisa más brillante que nunca.
—Eso es lo que quería escuchar. Ahora, ve y demuestra por qué el público te ama tanto. No te dejarán ir.
Ambas se abrazaron en silencio, compartiendo ese momento íntimo, sabiendo que, pase lo que pase en el juego, el vínculo entre ellas seguía siendo tan fuerte como siempre. Las luces del set se hicieron más brillantes, anunciando que el momento de las eliminaciones estaba cerca, pero Lizzy ya no sentía miedo. Tenía a Gala a su lado, y eso era todo lo que necesitaba.
Mientras el resto del equipo se preparaba para la ceremonia de eliminación, Lizzy decidió que había algo que necesitaba hacer antes de enfrentarse al veredicto final. Se acercó a Agustín, quien estaba sentado solo en el jardín, mirando al horizonte. Sabía que tenían que hablar, que había demasiadas cosas no dichas entre ellos, demasiados sentimientos enterrados bajo la competencia.
Lizzy y Agustín se encontraban solos en una esquina del patio, lejos del bullicio del resto de los competidores. La eliminación estaba a punto de llegar, y ambos sabían que aquel podía ser su último momento juntos en la casa. Había muchas emociones en el aire, y aunque durante toda la competencia habían sido rivales, esta conversación era necesaria. Era un cierre a todas las heridas abiertas, a las estrategias y traiciones, y, sobre todo, una oportunidad para dejar atrás los resentimientos.
Lizzy, como siempre, estaba tranquila, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de tristeza y determinación. Se giró hacia Agustín, mirándolo directamente a los ojos, y comenzó a hablar con esa suavidad que la caracterizaba.
—Agustín —comenzó—, quiero que sepas que te perdono. —Hizo una pausa para darle peso a sus palabras—. Entiendo que esto es una competencia, y cada uno juega con las herramientas que tiene. Sé que tus motivos para hacer lo que hiciste, para intentar separarme de Gala, para lastimarme de una forma u otra, están ligados a tu estrategia. No te guardo rencor por eso. No sé odiar, ni quiero hacerlo.
Agustín, sorprendido por el tono sincero de Lizzy, asintió lentamente, sin saber aún qué responder. Las palabras de ella lo desarmaban, tal como lo había hecho en otros momentos, pero esta vez se sentía diferente. Había algo definitivo en esa conversación.
—Todos aquí —continuó Lizzy—, tanto los que se fueron como los que quedamos, han dejado algo en mí. De alguna forma, tiempo o lugar, yo... los he querido a todos. Incluso a ti.
Agustín abrió los labios para responder, pero Lizzy levantó una mano, pidiéndole que la dejara terminar.
—Si esta noche me toca irme a mí, quiero que sepas que no te guardo rencor. Eres una persona fuerte, y quizás mereces estar aquí tanto como cualquiera. Lo aceptaré como la mujer que soy. —Hizo una pausa, mirándolo con una dulzura que no esperaba recibir—. Pero si te vas tú, quiero que te vayas en paz, sabiendo que te he perdonado. —Le sonrió, aunque con un toque de picardía—. También sentiré una pequeña satisfacción al haberte eliminado yo misma. Cerraría ese capítulo donde tú eras el villano y yo la heroína. Es algo que necesitaba hacer, no por el juego, sino por mí misma.
Agustín la miraba en silencio, fascinado por la honestidad de Lizzy. Las palabras de ella parecían sanar cada herida, cada resentimiento que había acumulado a lo largo de la competencia.
—Te perdono, Agustín —continuó Lizzy, su tono firme pero compasivo—. Como perdoné a Adrián por lo que me hizo a mí y a Gala. Como Mariana fue perdonada por lo del mango a Briggitte. Porque en el fondo, a pesar de todo, creo que siempre te quise... de alguna manera. —Lo miró con ternura—. Espero que, cuando esto termine, podamos ser amigos. De verdad lo espero.
Las palabras de Lizzy lo conmovieron. No podía creer cómo, en un momento tan crucial, ella podía ser tan noble, tan generosa con él, después de todo lo que había pasado entre ellos.
—Lizzy... —comenzó Agustín, su voz más suave de lo habitual—. No sé qué decir. —Se pasó una mano por el pelo, claramente nervioso—. Eres increíble, incluso en momentos como este. —La miró con una mezcla de admiración y algo más—. Siempre he sabido que eres una buena persona, pero lo que acabas de decir... Me deja sin palabras.
Lizzy lo miró con paciencia, dándole tiempo para encontrar sus palabras. Agustín respiró hondo y continuó.
—No te voy a mentir, Lizzy. Durante toda esta competencia, he sentido algo por ti. Al principio no sabía lo que era, pero ahora... Ahora lo entiendo. Me atraías, me intrigabas. Y, sí, hasta me excitabas de alguna manera. —Agustín hizo una pausa, notando la sorpresa en los ojos de Lizzy, pero también una leve sonrisa en sus labios—. Esta rivalidad que teníamos, este juego de ser el chico guapo y seguro, el jugador ambicioso, mientras tú eras la buena, la dulce... Era como si fuéramos Barbie y Ken.
Lizzy soltó una pequeña risa ante la comparación, pero no dijo nada. Solo lo dejó continuar, intrigada por lo que él estaba revelando.
—Tu bondad —prosiguió Agustín—, esa dulzura que tienes, me hacía cuestionarme a mí mismo. Me generaba curiosidad, porque no entendía cómo alguien podía ser tan... pura. Quizás esa fue una de las razones por las que intenté separarte de Gala. No solo por estrategia, ni porque Gala me gustara. —Bajó la mirada un momento, como si confesara algo profundo—. Creo que, en el fondo, me sentía atraído por ti. Y eso me confundía.
Lizzy, ahora completamente cautivada por lo que estaba escuchando, se mantuvo en silencio, dejándolo seguir con su confesión.
—Ahora entiendo a Adrián, por qué hizo tantas locuras para estar contigo. Él también intentó separarte de Gala. Y no solo él, Sian también. Siempre te defendía con tanto amor, con tanta devoción, y yo... yo lo entendía. Incluso siendo del equipo Tierra, Sian te ayudaba, y yo sentía algo parecido. Me dolió cuando se fue, no solo porque significaba que perdíamos a un jugador fuerte, sino porque él te protegía de una manera que yo no podía entender.
Lizzy lo miraba con atención, sintiendo que, por primera vez, Agustín estaba abriendo su corazón de verdad.
—Y Gala... —Agustín continuó, su tono más suave ahora—. Ella te amaba de una forma tan intensa, tan devota, que también lo entendí. Porque cuando alguien como tú entra en una habitación, cambia todo. Haces que el lugar brille, que la gente te note. Eres especial, Lizzy. Lo eres de una manera que no había visto antes. Entiendo por qué el público te ama, por qué todos en el equipo Mar te adoran. Eres mágica, diferente al resto.
Lizzy, sorprendida y conmovida por la sinceridad de Agustín, sintió que su corazón se ablandaba aún más. Había algo en sus palabras que, aunque inesperadas, eran profundamente honestas. En ese momento, comprendió que detrás de la fachada de jugador ambicioso, había una persona vulnerable, alguien que también había sido atrapado por la magia de la competencia, pero sobre todo, por la de ella.
—Gracias, Agustín —dijo Lizzy finalmente, su voz suave y llena de gratitud—. No esperaba escuchar algo así de ti, pero me alegra que lo hayas dicho.
Agustín sonrió débilmente, y por primera vez, Lizzy vio en él algo más que al competidor frío y calculador. Vio a alguien que, al igual que ella, estaba lidiando con sus propios miedos, inseguridades y emociones.
—Lo digo en serio, Lizzy —continuó Agustín—. Eres especial. Y si me voy esta noche, quiero que sepas que me voy en paz, sabiendo que he tenido esta conversación contigo. Saber que me perdonas... eso significa mucho para mí.
Lizzy le devolvió la sonrisa, esta vez con una dulzura y una calidez que solo ella podía transmitir.
—Me alegra escuchar eso. Y quiero que sepas que, pase lo que pase esta noche, siempre te recordaré como alguien que me desafió, pero que al final, me hizo más fuerte.
Agustín asintió, sintiendo que las palabras de Lizzy cerraban una herida que ni siquiera sabía que tenía. Se acercó un poco más a ella, y con una timidez inusual en él, la abrazó. Lizzy correspondió al abrazo, sintiendo que, en ese gesto, ambos estaban cerrando un capítulo importante en sus vidas.
—Gracias, Lizzy —murmuró Agustín, sin soltarla—. Por todo.
—Gracias a ti —respondió Lizzy, con una sonrisa que podía iluminar el mundo entero—. Espero que, fuera de aquí, podamos ser amigos.
Se separaron lentamente, pero el vínculo que habían formado en esa conversación era inquebrantable. Ambos sabían que, sin importar lo que sucediera en la eliminación, ese momento los había marcado para siempre.
La tensión en la casa estaba en su punto más alto. Los días de competencia, las alianzas, las traiciones y las emociones encontradas se habían acumulado hasta llegar a este momento. Lizzy sabía que en cualquier minuto podría escuchar su nombre, o el de Agustín, y uno de los dos abandonaría el juego. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre, una cosa era segura: no estaba sola. Su equipo, su "familia" dentro de la casa, estaba con ella, dándole la fuerza que necesitaba para enfrentar cualquier cosa.
Arath y Mario, los "padres ficticios" que Lizzy había ganado en esta aventura, fueron los primeros en acercarse. Mario, con su típica sonrisa cálida, le lanzó una mirada que transmitía calma. Se agachó frente a Lizzy, que estaba sentada en el sillón con la mirada un tanto perdida, y la miró a los ojos con una seriedad paternal que pocas veces mostraba.
—Lizzy, cariño —dijo, con esa mezcla de ternura y seguridad que lo caracterizaba—, no tienes nada de qué preocuparte. El público te ama, porque eres una persona maravillosa. Eres auténtica, buena, y eso siempre brilla. —Lizzy lo miraba, asintiendo levemente mientras sus ojos se llenaban de agradecimiento.
—Mario tiene razón —intervino Arath, quien se había quedado de pie detrás de Mario, con una sonrisa divertida—. Eres una guerrera, Lizzy. Si hay alguien que merece quedarse, esa eres tú. Sabemos que tienes la fuerza para esto.
Lizzy sonrió ante sus palabras. Sentía que, pase lo que pase, no había desperdiciado ni un segundo de esta experiencia. Había encontrado algo más que un simple equipo de competencia: había encontrado una familia. Y era justo eso lo que la mantenía en pie, firme y confiada.
—Si sales, que dudo mucho —añadió Mario con una sonrisa—, ya sabes que cuando esto termine, te voy a adoptar a ti, a Gala, a Karime y a Briggitte. Pero en esta casa, ya lo somos. Arath y yo somos tus papás, y tú, Gala, Briggitte y Karime son nuestras hijas locas, pero queridas.
Lizzy se echó a reír, sintiendo cómo la tensión empezaba a disolverse. Mario siempre tenía la capacidad de hacerla sentir mejor con sus palabras, y esa broma interna de ser "los papás" había creado un vínculo especial entre todos ellos. Se habían convertido en una familia improvisada, donde el amor, la risa y la complicidad eran más importantes que cualquier competencia.
Briggitte y Karime se acercaron corriendo, sin perder la oportunidad de meterse en la conversación, como lo hacían siempre. Las dos chicas, con su energía arrolladora, rodearon a Lizzy en un abrazo doble, cada una ocupando un lado de su "mamá".
—¡No te puedes ir, mamá! —exclamó Karime, dramatizando la situación mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Lizzy—. ¡Nosotras no lo vamos a permitir!
—Exacto, mamá Lizzy —añadió Briggitte, imitando el tono teatral de Karime—. ¡Tú no puedes dejarnos solas en esta locura!
Lizzy no pudo evitar reírse. Karime y Briggitte siempre lograban sacarle una sonrisa, no importa cuán tensa o complicada fuera la situación. Eran como sus pequeñas hermanas, o mejor dicho, sus hijas ficticias dentro de esta familia extraña que habían formado.
—Chicas, tranquilas —dijo Lizzy con cariño—. Pase lo que pase, siempre estaremos juntas. Aunque salga de aquí, seguiremos siendo una familia. —Les acarició la cabeza a ambas, intentando darles la misma seguridad que ella estaba recibiendo de todos.
—¡Pero no vas a salir! —intervino Karime con determinación—. Sabemos que te vas a quedar porque eres Lizzy, la favorita. Todos te aman afuera. Eres nuestra mamá, y no puedes irte.
Briggitte asintió con energía, compartiendo el mismo sentimiento.
—Además, somos una gran familia. Dos papás/abuelos, una pareja lésbica —señaló a Lizzy y Gala con una sonrisa pícara— y dos hijas locas, pero que se aman.
Gala, quien había estado observando todo desde un lado con una sonrisa cálida, finalmente decidió unirse a la conversación. Se acercó a Lizzy, poniendo una mano en su hombro, y miró al resto del grupo con esa chispa divertida en los ojos que siempre la caracterizaba.
—Lizzy no se va a ir —dijo con seguridad, aunque con un tono suave y sereno que transmitía confianza—. Porque yo sé, al igual que todas ustedes, que es la mejor. El público lo sabe, nosotros lo sabemos. Además, como dijimos antes, somos esposas con anillos de papel. Y esas promesas, aunque sean de papel, no se rompen tan fácilmente.
Lizzy sonrió ante esas palabras, recordando la conversación anterior con Gala. Esa pequeña broma de ser "esposas" había comenzado como un juego, pero se había convertido en algo que las unía de una manera muy especial. Era una promesa de amistad, de apoyo incondicional, y en ese momento, sentir esa conexión le daba fuerzas para enfrentar lo que fuera que viniera.
—Gracias, Gala —murmuró Lizzy, sintiendo un nudo de emoción en la garganta—. No sé qué haría sin ustedes.
Gala la miró con cariño, inclinándose un poco para darle un beso en la frente, un gesto que siempre la hacía sentir segura y protegida.
—No tienes que agradecerme nada —respondió Gala—. Solo estamos aquí para recordarte lo increíble que eres. Y que no importa lo que pase, siempre vamos a estar juntas. Somos una familia. Y tú no te vas a ir, porque todos sabemos que eres la mejor.
—¡La mejor! —gritaron al unísono Karime y Briggitte, levantando los brazos en señal de victoria. Arath y Mario no pudieron evitar reírse al ver la escena, contagiados por el optimismo y la energía que las chicas transmitían.
—Vaya, esto parece un discurso de victoria —bromeó Arath, mirando a Mario con una sonrisa.
—Es porque lo es —respondió Mario con un guiño, volviendo su atención a Lizzy—. Esta es nuestra familia, y no hay nada que pueda romperla, ni siquiera una eliminación.
Lizzy se sintió abrumada por el amor y el apoyo que todos le estaban dando. Sabía que este grupo de personas se había convertido en algo más que compañeros de competencia. Eran su familia, una familia tan disparatada como incondicional, y en ese momento, sintió que no había forma de perder. Pase lo que pase, ellos siempre estarían con ella.
—Tienen razón —dijo finalmente Lizzy, levantándose del sillón con una nueva determinación en su mirada—. Pase lo que pase esta noche, sé que no estoy sola. Y eso me da más fuerzas de las que nunca imaginé tener.
El grupo la miró con admiración, sabiendo que Lizzy estaba lista para enfrentar cualquier cosa. Y aunque la tensión de la eliminación seguía ahí, flotando en el aire, en ese momento, no importaba tanto. Lo que importaba era la familia que habían formado, y el amor y la complicidad que compartían.
Lizzy se dio cuenta de que, sin importar lo que ocurriera en la ceremonia, ya había ganado algo mucho más valioso que un trofeo. Había ganado una familia, una red de apoyo que siempre estaría ahí para ella. Y con eso en mente, se sintió más fuerte que nunca, lista para enfrentar lo que el destino tuviera preparado.
El momento había llegado. Lizzy y Agustín estaban listos para enfrentarse a lo inevitable. Ambos sabían que en unos minutos todo cambiaría, y solo uno de ellos continuaría en la competencia. La tensión se podía sentir en el aire, pero en medio de esa atmósfera cargada de emociones, el equipo Mar, el grupo que se había mantenido unido a lo largo de todo el juego, estaba en su lugar de siempre: abrazados, fuertes y consolidados.
Mario, Arath, Gala, Karime y Briggitte, como una gran familia, se estrechaban en un fuerte abrazo, como si eso pudiera protegerlos del miedo a lo desconocido, de la posibilidad de perder a uno de los suyos. Todos sabían lo importante que era Lizzy para ellos, no solo por ser una pieza clave del equipo, sino porque había conquistado sus corazones con su bondad, carisma y fortaleza. Lizzy no solo era parte de su equipo, era el alma del grupo.
Mientras se abrazaban, Gala no pudo evitar mirar a Lizzy con una mezcla de nervios y orgullo. Sus ojos se encontraron brevemente y, como siempre, Lizzy le devolvió una sonrisa cálida, llena de amor y complicidad. Era una promesa silenciosa, un "todo estará bien", aunque ninguna de las dos podía asegurarlo. Gala respiró hondo, intentando calmar los nervios, cuando sintió que Arath se inclinaba hacia ella.
—Tranquila —le susurró al oído, con un tono suave pero seguro—. Lizzy va a volver. Ella va a eliminar a Agustín. La gente la quiere, la justicia es divina, y ella lo merece.
Gala asintió lentamente, repitiéndose esas palabras en su cabeza. Sabía que Arath tenía razón. Lizzy era amada no solo por el equipo Mar, sino también por el público. Su bondad, su sinceridad y su capacidad para perdonar a quienes la habían herido la hacían brillar en un juego lleno de traiciones y estrategias. Si alguien merecía quedarse, era Lizzy.
Mientras tanto, Lizzy y Agustín se miraban el uno al otro, parados frente a la temida silla giratoria, el lugar donde el destino de ambos se decidiría en minutos. Se tomaron de las manos, un gesto que simbolizaba tanto respeto mutuo como la aceptación de lo que estaba por venir. No había odio ni rencor en sus miradas, solo una profunda comprensión de que, al final, esto era un juego, y que ambos lo habían jugado lo mejor que podían.
—Te deseo lo mejor, Lizzy —dijo Agustín con una sonrisa que, a pesar de la tensión, parecía sincera.
—Igual para ti, Agustín —respondió Lizzy con la misma calidez en su voz—. Pase lo que pase, ha sido un honor estar aquí contigo.
Ambos sabían que solo uno de ellos continuaría en el juego, pero ese momento compartido entre ellos simbolizaba algo más grande que la competencia. Lizzy, con su capacidad para perdonar y entender, había decidido dejar atrás cualquier rencor hacia Agustín, y él, por su parte, la admiraba por su capacidad de seguir adelante sin odio. Había algo en ella que lo fascinaba profundamente, algo que no podía dejar de admirar.
—Eres una persona especial, Lizzy —agregó Agustín, apretando suavemente su mano—. Estoy seguro de que pase lo que pase hoy, vas a llegar muy lejos. No solo en este juego, sino en todo lo que hagas.
Lizzy le sonrió con gratitud, sintiendo que, a pesar de todo, esta experiencia había sido enriquecedora. No importaba quién se quedara y quién se fuera, ambos habían aprendido algo valioso el uno del otro. Pero ahora, el destino estaba en manos del público.
Con un último apretón de manos, ambos se soltaron y se dirigieron hacia la silla giratoria, listos para conocer su destino. El grupo Mar, desde su rincón, observaba con el corazón en la mano, pero con la confianza de que, sin importar el resultado, Lizzy siempre sería una ganadora para ellos.
Cuando ambos tomaron asiento en la silla, las luces del escenario se volvieron más intensas, y la música de fondo aumentó el dramatismo del momento. El presentador, con su usual tono solemne, comenzó a hablar, describiendo lo que estaba en juego y repasando el recorrido de ambos en la competencia. Cada palabra aumentaba la expectativa, cada segundo que pasaba hacía que los nervios en el grupo Mar se intensificaran.
Mientras esperaban el anuncio, Gala no pudo evitar recordar ese momento en las primeras eliminaciones, cuando Lizzy, con una seguridad que Gala no había entendido en ese momento, le había dicho que no debía preocuparse, que lo sentía en su corazón, que ella no se iba a ir. Ahora, era Gala quien tenía ese mismo presentimiento, esa certeza inquebrantable de que Lizzy se quedaría. Quizás era fe, quizás era amor, pero algo dentro de ella le decía que todo estaría bien.
Lizzy y Agustín intercambiaron una última mirada antes de que el presentador finalmente pronunciara las palabras que cambiarían todo. El grupo Mar contenía la respiración, esperando, rezando en silencio, confiando en que la bondad y el carisma de Lizzy prevalecerían.
Finalmente, el nombre fue pronunciado.
En ese instante, el destino de Lizzy y Agustín quedó sellado, y el público decidió quién seguiría adelante en esta competencia épica.
El equipo Mar estaba reunido, como siempre, en una apretada ronda de manos. La espera era insoportable, los minutos se alargaban, como si el tiempo estuviera jugando con ellos. Cada segundo se sentía como una eternidad, sobre todo para Gala, quien mantenía la mirada fija en la pantalla, esperando que Lizzy, su Lizzy, fuera la que regresara a su lado. Mario, Arath, Karime y Briggitte también la sostenían con fuerza, formando ese lazo indestructible que habían creado a lo largo de la competencia. Sabían que ese abrazo grupal era más que una simple muestra de apoyo, era la manifestación de su confianza en Lizzy, en su talento, en su carisma, y en la conexión que había forjado no solo con ellos, sino con el público.
Todos sabían que Lizzy no solo era querida dentro del equipo, sino que afuera, más allá de las cámaras, su ejército de fans había crecido exponencialmente. Al entrar al show, ya contaba con una base leal que la admiraba, pero ahora, con su presencia en el reality, su carisma, su dulzura y esa relación que había construido con Gala, su popularidad había alcanzado nuevas alturas. Ella era el alma del equipo Mar, la favorita de muchos, y el público la había respaldado, dándole una gran ventaja de votos frente a Agustín. Los conductores ya lo sabían, el staff lo sabía, el público lo sabía, pero en ese momento de espera, Lizzy aún no tenía idea de la magnitud de su victoria. Todo lo que importaba ahora era que, después de esta votación, solo quedarían seis en la casa, y esos seis serían del equipo Mar.
Finalmente, el nombre de Agustín fue anunciado, y el alivio en la cara de Gala fue instantáneo. Lizzy había ganado. Había eliminado a Agustín con una ventaja aplastante, y ahora regresaría a los brazos de su equipo. La ovación no tardó en hacerse escuchar desde el estudio y el público, mientras Agustín se levantaba lentamente de la silla, resignado, sabiendo que su tiempo en el juego había terminado. Los conductores se preparaban para recibirlo en el estudio, mientras él caminaba con la frente en alto, aceptando su derrota. Después de todo, ser el séptimo de dieciséis no era poca cosa, y su salida estaba marcada por su esfuerzo y sus estrategias. Pero esta vez, el público había elegido a Lizzy, la bondad había ganado.
En el equipo Mar, todos esperaban a Lizzy con los brazos abiertos. Sabían que, aunque el enfrentamiento había sido tenso, su compañera y amiga había triunfado. El ambiente estaba lleno de euforia, y cuando finalmente Lizzy cruzó esa puerta para reunirse con ellos, fue como si una ola de emoción recorriera el lugar. La primera en correr hacia ella fue, por supuesto, Gala, que no pudo contenerse más. Su abrazo fue instantáneo, profundo y cargado de alivio.
—¡Lo sabía, Lizzy, lo sabía! —le susurró Gala al oído mientras la apretaba con fuerza—. Te dije que lo sentía en mi corazón, que no te ibas a ir, que tú ibas a eliminar a Agustín. ¡Lo sabía!
Lizzy sonrió, devolviéndole el abrazo con todo el amor que sentía en ese momento. Sabía que Gala había estado preocupada, pero también confiaba en que todo saldría bien. Y ahora, con Agustín eliminado, el equipo Mar había ganado. Todos los "terrosos", como Gala y Karime los llamaban en broma, habían sido eliminados. Solo quedaban ellos seis, solo el equipo Mar. Era una victoria dulce, no solo porque Lizzy seguía en el juego, sino porque ahora el futuro de la competencia estaba en sus manos. Cualquiera de ellos podía ganar, y eso los hacía sentir invencibles.
Mario y Arath, quienes también habían sido como figuras paternas para el grupo, abrazaron a Lizzy con orgullo.
—Te lo dije —le dijo Mario, con ese tono paternal que siempre utilizaba con ella—. Siempre supe que llegarías hasta aquí. Y ahora que estás de vuelta con nosotros, no hay quien te pare.
—¡Vamos a ganar esto juntos! —añadió Arath, levantando los brazos en señal de triunfo.
—¡Somos una familia invencible! —dijo Karime con una sonrisa radiante, mientras Briggitte asentía enérgicamente, emocionada por lo que venía.
El abrazo grupal se hizo aún más fuerte, y todos se fundieron en una mezcla de risas, alegría y confianza. Sabían que ahora estaban más cerca que nunca de la final, y que su grupo, esa extraña pero entrañable familia que habían construido, se enfrentaría al resto del juego con fuerza y unión.
Mientras tanto, en el estudio, Agustín estaba siendo recibido por los conductores. Aunque su salida no había sido la que esperaba, mantenía la frente en alto. Los conductores lo felicitaron por haber llegado tan lejos, por haber sido el séptimo de dieciséis competidores, y por las estrategias que había implementado a lo largo del juego. Lo invitaron al debate que se realizaría al día siguiente, donde discutiría más sobre su paso por el show y sus decisiones.
—Hiciste un gran trabajo, Agustín —le dijeron—. Llegar hasta aquí no es fácil, y tu salida es una prueba de que diste lo mejor de ti. La gente te va a recordar.
Agustín asintió, sabiendo que, aunque había perdido, su participación en el reality había dejado huella. Pero en el fondo, sabía que el público había elegido con el corazón. Lizzy, con su bondad, su autenticidad y su historia de amor con Gala, había conquistado a todos. Él era el villano en esta historia, y aunque había jugado bien, al final, el amor y la bondad siempre ganaban.
De vuelta en la casa, Lizzy seguía abrazada a su equipo, sintiendo el calor y el amor de sus compañeros. Sabía que había logrado algo grande, no solo para ella, sino para todo el equipo Mar. El hecho de que todos los de Tierra hubieran sido eliminados les daba una ventaja estratégica enorme. Pero más allá de eso, lo que más importaba para Lizzy era que estaba con las personas que amaba, y que ahora, cualquiera que ganara entre ellos la haría feliz.
Gala la miraba con orgullo y amor, y en ese momento, todo el cansancio, las preocupaciones y las dudas se desvanecieron. Lizzy estaba aquí, a su lado, y juntas llegarían hasta el final.
El equipo Mar estaba en pleno éxtasis, sabiendo que por fin, después de semanas de competencia, habían eliminado a todos los miembros del equipo Tierra. Para celebrar su gran victoria, decidieron organizar una fiesta en su habitación, la cual era un reflejo de su nombre: todo estaba decorado en tonos de azul y celeste. Las paredes, las mantas que cubrían las camas, e incluso los cojines en las esquinas del cuarto, irradiaban la calma y la frescura del mar. Las luces azules colgaban como pequeñas estrellas, iluminando el espacio con un resplandor suave que les hacía sentir como si estuvieran en un rincón del océano.
Mario y Arath, con la energía de padres orgullosos, ya estaban en la pequeña cocina improvisada del cuarto, preparando lo que sería la cena de celebración. Lizzy, siempre tan dispuesta a ayudar, se había unido a ellos, moviéndose con la misma gracia y habilidad que mostraba en todo lo que hacía. Mario revolvía una enorme olla de pasta, Arath picaba ingredientes, y Lizzy, con una sonrisa traviesa, se encargaba de la salsa.
—¿Crees que esto bastará para todos? —preguntó Lizzy mientras probaba un poco de la salsa con una cuchara de madera, asegurándose de que estuviera en su punto.
Mario la miró con una expresión divertida.
—Pequeña, si algo he aprendido de este grupo es que, cuando se trata de comida, nunca es suficiente. Pero con tu toque especial, esto quedará increíble. Todos van a adorarlo, igual que a ti.
Arath, con su estilo relajado y jovial, lanzó una carcajada mientras picaba con destreza un manojo de albahaca.
—¡Claro que sí! —exclamó, dándole una palmada a Lizzy en el hombro—. Lizzy siempre sabe cómo hacer que todo sea mejor. Y no solo con la comida. Mira lo lejos que hemos llegado, ¡hemos arrasado con todos los de Tierra!
Lizzy rió, pero en su corazón sentía una profunda gratitud hacia sus compañeros. No lo habría logrado sin ellos, sin su apoyo incondicional y su cariño sincero. A lo largo de las semanas, se habían convertido en algo más que un equipo, eran una verdadera familia.
En la habitación, mientras tanto, Gala, Karime y Briggitte se entretenían con otra actividad. Después de tanta emoción, se habían levantado de las camas azules y celestes de Mar para dirigirse al cuarto de Tierra, que ahora estaba vacío. Con las paredes y muebles en tonos naranjas vibrantes, el contraste con la calma azul de su propia habitación era evidente. La energía que antes llenaba el espacio ahora parecía haber desaparecido junto con los miembros de Tierra, dejando solo un vacío silencioso.
—¡Oh, qué pena! —exclamó Karime, fingiendo una expresión de tristeza mientras entraba al cuarto con exagerada teatralidad—. No veo a nadie aquí... ¿Dónde están todos?
Briggitte y Gala la siguieron, contagiadas por su espíritu juguetón. Gala se apoyó en una de las camas deshechas, sacudiendo la cabeza con fingida compasión.
—Qué mal, ¿no? Parece que ya no queda nadie de Tierra.
—Vaya sorpresa —añadió Briggitte, riendo mientras hacía un gesto de lástima hacia las camas vacías—. Parece que el equipo Mar ha ganado. ¡VAMOS MAR!
Las tres estallaron en carcajadas, la victoria todavía fresca en sus corazones. Habían conseguido lo que parecía imposible: eliminar a cada uno de sus rivales del equipo contrario, y ahora, el cuarto de Tierra estaba desierto. La sensación de triunfo era abrumadora.
Lizzy, desde la cocina, escuchaba las risas de sus compañeras y no pudo evitar sonreír. Mientras removía la salsa, sentía una mezcla de emociones. Estaba feliz, por supuesto, pero también sentía una profunda conexión con las personas que la rodeaban. Su mirada se cruzó con la de Mario, quien, como siempre, la miraba con esa expresión de cariño casi paternal.
—Has llegado muy lejos, Lizzy —le dijo Mario, su voz suave y llena de orgullo—. Sabía que lo lograrías desde el principio. Tienes todo lo que se necesita para ser una ganadora.
Lizzy sonrió tímidamente, su humildad siempre presente.
—No lo habría logrado sin ustedes —respondió, y lo decía en serio. Cada uno de ellos había sido clave en su camino hasta ese momento.
Arath, siempre el bromista, se acercó y le dio un ligero empujón en el hombro.
—¡Vamos, Lizzy! Este es nuestro triunfo, pero sobre todo el tuyo. ¡Merecemos celebrar como se debe!
Después de terminar la cena y compartirla entre todos, la fiesta continuó en la habitación azul. La alegría era palpable, y las conversaciones fluían entre risas y recuerdos de los mejores momentos del concurso. Pero Lizzy, sintiendo la necesidad de un momento de calma, se apartó del bullicio y se sentó junto a una ventana, donde las luces celestes reflejaban un cielo nocturno lleno de estrellas.
Gala la observó desde el otro lado de la habitación, notando la quietud en su postura. Decidió acercarse, con la esperanza de compartir un momento íntimo con ella. Se sentó a su lado en silencio, mirando también el cielo estrellado. Las dos se quedaron así durante unos minutos, sin decir una palabra, simplemente disfrutando de la presencia de la otra.
—¿En qué piensas? —preguntó finalmente Gala, rompiendo el silencio de forma suave, sin querer interrumpir la paz que las envolvía.
Lizzy se giró lentamente hacia ella, una sonrisa tranquila en su rostro.
—Estaba pensando en lo lejos que hemos llegado —respondió—. Y en todo lo que ha pasado desde que llegamos aquí. No sé... siento que, a pesar de todo lo que hemos vivido, todo lo que hemos superado, estoy más agradecida que nunca por tenerte a mi lado.
Gala entrelazó sus dedos con los de Lizzy, sosteniéndola con firmeza y ternura a la vez. Sabía que había sido un viaje complicado para ambas, lleno de altibajos, pero también sabía que ahora, más que nunca, su conexión era inquebrantable.
—Lizzy... —empezó Gala, con la voz un poco quebrada por la emoción—. Pase lo que pase de aquí en adelante, siempre estaré contigo. Sé que cometí errores, sé que te hice daño, pero he cambiado. Y lo más importante... he sanado. Y sé que tú también lo has hecho. Nos hemos perdonado, hemos superado lo que nos lastimaba, y quiero que sepas que te quiero. Más que nunca.
Lizzy apretó un poco más la mano de Gala, sus ojos brillando por las lágrimas que contenía.
—Yo también te quiero, Gala —dijo suavemente—. Te he perdonado, y he sanado. Todo lo que tuvimos que pasar solo nos ha hecho más fuertes, más unidas. Y ahora, sé que no importa lo que pase, siempre te voy a querer.
Se quedaron en silencio unos momentos, simplemente mirándose a los ojos. El amor y la paz que sentían era palpable, y la luz de las estrellas que entraba por la ventana las envolvía como un manto cálido.
Gala respiró hondo y, con una sonrisa llena de ternura, comenzó a hablar, sus palabras brotando de su corazón como una poesía.
—Cada incontable estrella del cielo es un beso que aún no he podido darte —susurró Gala—. Y si me pidieran describir cómo se siente estar contigo, diría que es como despertar con los rayos del sol entrando por la ventana, esa sensación de calma y nostalgia que te inunda el alma.
Lizzy cerró los ojos, dejándose llevar por la suavidad de las palabras de Gala. Todo a su alrededor parecía desvanecerse, hasta que solo quedaron ellas dos, en ese momento perfecto de amor y conexión.
—Siempre quisiste conquistar el mundo —continuó Gala, con una pequeña risa—. Siempre supiste lo que querías, y nunca te detuviste hasta conseguirlo. Pero yo... yo nunca estuve segura de nada. El mundo ni siquiera me cae bien —bromeó, con una sonrisa traviesa—. Pero tú, Lizzy, tú siempre tuviste claro tu camino. Y creo que eso fue lo que me enamoró de ti. Tu determinación, tu bondad, tu forma de ser tan pura y única.
Lizzy abrió los ojos y la miró, conmovida por la sinceridad de sus palabras. No sabía qué decir, así que hizo lo único que podía hacer en ese momento: la besó. Un beso suave, lento, lleno de promesas y de todo el amor que sentía. Gala correspondió, rodeando a Lizzy con sus brazos, y en ese momento, el mundo exterior dejó de importar.
—Ibas y venías —murmuró Gala cuando se separaron un poco—. Pero de este corazón nunca te fuiste. El mundo parece menos pesado cuando escucho tu risa romper el silencio.
Lizzy sonrió, con el corazón latiendo fuerte en su pecho. Nunca había sentido tanto amor por alguien como lo sentía en ese momento. Gala era su todo, su refugio, su hogar. Y sabía que, sin importar lo que pasara,terminarian juntas.
El beso que compartieron las envolvía en una atmósfera de paz, como si todo lo que había ocurrido hasta ese momento se desvaneciera y lo único importante fuera el latir de sus corazones al unísono. Lizzy se separó lentamente, sintiendo el calor de las manos de Gala alrededor de su cuello, un gesto tan tierno y cercano que hizo que su estómago se llenara de mariposas.
Gala sonrió, su rostro reflejaba una felicidad tranquila pero intensa. Había algo en el aire que había cambiado para siempre, algo que las unía de manera más profunda que nunca.
—Lizzy... —dijo Gala, su voz suave pero llena de determinación—, antes de que todo esto termine, antes de que volvamos a nuestras vidas normales, quiero pedirte algo.
Lizzy la miró fijamente, sus ojos reflejaban la misma ternura que sentía por ella, y su corazón latía con fuerza, como si quisiera decirle que todo lo que Gala pudiera pedir ya lo tenía: su amor, su confianza, su perdón. Pero Gala no se detuvo, y sus palabras salieron con un sentimiento que las había guardado durante tanto tiempo.
—Quiero que me des una oportunidad —dijo Gala, sus ojos brillando con una mezcla de vulnerabilidad y esperanza—. Te amo más que a nada en este mundo, Lizzy. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar. No hay nada ni nadie que pueda quitarme este amor que siento por ti.
Lizzy sintió cómo las palabras de Gala se colaban en su corazón, acariciando las cicatrices del pasado y dejando un rastro cálido. Gala continuó, sin apartar la mirada de Lizzy.
—Eres el amor de mi vida, Lizzy. Nadie, absolutamente nadie, me ha hecho sentir lo que tú me haces sentir. Nadie más me ha tocado el alma como lo haces tú. En cada momento a tu lado, siento que todo cobra sentido, que todo encaja en su lugar. Y aunque sé que cometí errores, aunque sé que te lastimé, lo único que quiero ahora es que confíes en mí, que me des la oportunidad de demostrarte lo que siento y lo que puedo ser para ti. Porque, Lizzy... mi amor por ti no tiene límites.
Lizzy la miró en silencio, sintiendo cómo las palabras de Gala la envolvían, cómo la sinceridad de lo que decía llegaba a su alma. Recordó todos los momentos que habían compartido, las dificultades que habían superado, y la forma en que Gala siempre había estado a su lado, incluso cuando las circunstancias eran difíciles. Lizzy no necesitaba más pruebas, porque en su corazón ya sabía lo que sentía.
—Gala... —susurró Lizzy, sin dejar de mirarla—. Te he perdonado, lo he hecho porque sé que nos amamos. Y no solo eso, porque sé que juntos podemos superar todo. Lo que tú me dices, lo que tú me ofreces, es lo mismo que yo quiero para nosotras.
Lizzy, con la mirada fija en Gala, acarició su rostro suavemente, como si tocara un sueño del que no quería despertar. Sus palabras fueron firmes, pero llenas de dulzura y amor.
—Yo también te amo, Gala. Más de lo que nunca imaginé que podría amar a alguien. Lo que siento por ti es más grande que todo lo demás. Y sí, quiero darte esa oportunidad. Quiero estar a tu lado. Porque si algo he aprendido en este tiempo, es que mi lugar está contigo. Y no importa lo que pase, siempre vamos a estar juntas.
Las palabras de Lizzy eran la respuesta que Gala había esperado todo este tiempo. Con una sonrisa radiante, Gala la abrazó con fuerza, sintiendo que todo su cuerpo se relajaba al estar tan cerca de ella. Lizzy le correspondió con la misma intensidad, envolviéndola en un abrazo lleno de amor y promesas.
—Gracias... —murmuró Gala contra su cuello, su voz temblando de emoción—. Gracias por darme esta oportunidad. No te defraudaré. Te lo prometo.
Lizzy la abrazó aún más fuerte, como si quisiera decirle que no necesitaba promesas, que lo único que importaba era que estaban juntas en ese momento, en ese lugar, compartiendo el amor que había crecido entre ellas.
—No hace falta que me lo prometas. Yo confío en ti, Gala. Y sé que lo mejor está por venir para nosotras.
Y, mientras se quedaban allí, abrazadas en la tranquilidad de la habitación decorada con tonos azules, el mundo parecía detenerse por un instante. El amor que compartían no tenía miedo del futuro, porque sabían que lo enfrentarían juntas. El camino hacia su felicidad no había sido fácil, pero al fin se habían encontrado el uno al otro de una manera que ninguna de las dos podría haber imaginado al principio de este viaje.
En ese momento, el amor de Gala y Lizzy brillaba con la misma intensidad que las estrellas en el cielo que las observaban desde afuera, testigos silenciosos de una historia que apenas comenzaba, pero que ya sentían eterna.
Gala, con una sonrisa llena de cariño, levantó el rostro y, sin pensarlo, susurró unas palabras que encarnaban toda su esencia.
—Cada estrella en el cielo es un beso que aún no te he dado. Y cuando te miro, siento que aún tengo tantos besos por darte, tanto por vivir a tu lado.
Lizzy, al escuchar esas palabras, se sintió más enamorada que nunca. No había nada más importante en el mundo que estar allí, con Gala, compartiendo su vida y su amor. No importaba lo que el futuro les deparara, porque ahora, juntas, podían enfrentar cualquier cosa.
Y mientras Gala la miraba con esa dulzura infinita, Lizzy sintió que, a pesar de todo lo que había pasado, todo había valido la pena. Estaba allí, con la persona que amaba, en el momento más hermoso de su vida. Y sabía que, pase lo que pase, su historia juntos sería una historia de amor que jamás se borraría del corazón de ninguna de las dos.
El ambiente en la habitación de Mar, ahora completamente llena de risas y abrazos, estaba impregnado de una calidez que iba más allá de la simple alegría de una victoria. Karime, Mario, Arath y Briggitte se sentían realmente felices por Lizzy y Gala, viendo en ellas la culminación de todo lo que habían vivido juntas hasta ese momento. Después de tantas semanas de tensión, de luchas, de momentos duros y también de risas compartidas, verlas juntas nuevamente, tan unidas, tan plenas, hacía que todo pareciera haber valido la pena.
Briggitte no pudo evitar soltar una broma mientras las observaba abrazadas, en un tono cómico pero lleno de amor.
—¡Mis mamis han vuelto! —dijo, riendo a carcajadas, y luego puso una mano sobre su pecho, fingiendo estar profundamente aliviada—. ¡Ya no soy hija de mamis divorciadas! ¡Qué felicidad, por fin la familia completa!
La broma hizo que todos se rieran, pero había algo profundamente tierno en su comentario. Los cuatro, Karime, Mario, Arath y Briggitte, miraban a Lizzy y Gala con una mezcla de ternura y felicidad genuina. Era como si, al verlas abrazadas y compartiendo ese amor tan sincero, todo el peso de la competencia se desvaneciera. El mundo parecía brillar un poco más cuando ambas estaban juntas, como si el universo hubiera alineado todo para este reencuentro tan esperado.
Mario miró a Lizzy y Gala, sus ojos reflejaban un cariño paternal que no podía disimular. Era como si hubiera visto crecer a sus hijas, y ahora, verlas juntas de nuevo, le llenaba el corazón de satisfacción.
—Qué bonito verlas juntas otra vez, chicas —dijo Mario, su voz profunda pero llena de emoción. Se acercó un poco más a ellas—. El amor siempre encuentra su camino, ¿verdad? Me alegra tanto que todo haya salido bien al final.
Arath, siempre el más tranquilo, observó en silencio pero con una sonrisa genuina en su rostro. Había sido testigo de la evolución de Lizzy y Gala desde el principio, y ahora, verlas tan felices y tan unidas, le daba una sensación de paz. No solo era una victoria para el equipo Mar, sino también una victoria para el amor, para la autenticidad y la superación.
—Es lindo ver cómo todo se ha resuelto —comentó Arath en voz baja, mirando a Lizzy y Gala con una expresión nostálgica—. A veces uno no sabe cuánto necesita algo hasta que lo tiene.
Karime, por su parte, no pudo dejar de mirarlas con ternura, sintiendo que todo lo que había sucedido en la competencia había valido la pena solo por verlas juntas de nuevo. Gala, en particular, había sido un poco más cerrada al principio, pero siempre había sido genuina con su amor por Lizzy. Y ahora, verlas tan felices, tan completas, era como un sueño hecho realidad.
—Me encanta verlas tan bien —dijo Karime, abrazando a Briggitte por la cintura—. No solo porque se hayan vuelto a juntar, sino porque siento que al final, la competencia terminó siendo lo que debía ser: no se trataba solo de ganar o perder, sino de encontrar lo que realmente importa. Y ahora están aquí, juntas, con todo el amor que han construido.
Briggitte sonrió ampliamente, mirando a Lizzy y Gala con una admiración que no podía ocultar. Se acercó un poco a ellas y, con un gesto juguetón, les habló en voz baja, pero lo suficientemente fuerte para que todos la escucharan.
—¿Sabéis lo que es más bonito que verlas juntas? —dijo, mientras todos la miraban con curiosidad—. ¡Verlas dormir juntas en la misma cama en el cuarto de Mar como antes! ¡Es como si todo volviera a la normalidad! ¡Ya no tenemos que preocuparnos por el drama, por la separación de mamá y mamá! ¡Todo está bien ahora!
Todos estallaron en carcajadas, pero había algo muy sincero en las palabras de Briggitte. Era un momento de relajación total, de alegría genuina, de sentir que todo lo que habían pasado valía la pena solo por verlas juntas.
Karime se unió a la broma, con una sonrisa radiante.
—Sí, sí, ¡qué bonito! —dijo, mirando a Lizzy y Gala con cariño—. Ahora que ya no hay más drama, es el momento de disfrutar, de descansar. La competencia se acabó, ¡y nos lo hemos ganado! ¡Vamos a celebrarlo!
Mario, con su usual tono paternal, no pudo evitar intervenir.
—Lo que importa es que el amor ganó —dijo, mientras observaba a Lizzy y Gala—. Si todo esto nos ha enseñado algo, es que la bondad, el cariño y el amor siempre salen adelante, no importa lo que pase. Ustedes, chicas, son un ejemplo para todos.
El cuarto estaba lleno de risas, de bromas y de alegría, pero lo que realmente se sentía en el aire era una gran sensación de alivio. La tensión que había pesado sobre todos durante la competencia se había disipado, y ahora todo lo que quedaba era el amor, la amistad y la felicidad compartida. Cada uno de ellos sentía que habían formado una gran familia, con los lazos más fuertes de lo que jamás habrían imaginado al principio del juego.
Finalmente, Lizzy y Gala, después de compartir un último abrazo con su equipo, se sentaron juntas en la cama de Mar, mirando a sus amigos y sonriendo. Todo parecía tan perfecto, tan cálido, tan lleno de amor. Gala, al ver la felicidad reflejada en los ojos de Lizzy, no pudo evitar sentir una profunda gratitud por el momento que estaban viviendo.
—Te prometí que estaríamos juntas para siempre, ¿verdad? —dijo Gala con una sonrisa, mirándola con dulzura—. Y lo cumpliré.
Lizzy la miró, sus ojos brillando con amor.
—Siempre juntas, Gala. Nada nos separará.
En ese momento, el grupo se unió alrededor de ellas, y por primera vez desde que comenzó la competencia, todo parecía en su lugar. El amor, la amistad, el apoyo mutuo... todo era perfecto.
—¡Viva Mar! —gritaron todos juntos, celebrando la victoria no solo del equipo, sino también de lo que verdaderamente importaba: el amor que compartían y la familia que habían formado.
La habitación de Mar estaba llena de una atmósfera cálida y vibrante. El grupo estaba reunido, celebrando la victoria, pero lo que realmente hacía que ese momento fuera aún más especial era la conexión entre Lizzy y Gala. Después de todo lo vivido, el amor que ambas compartían era inquebrantable, y todo lo que habían pasado las había unido de una manera que no podía ser más perfecta.
Gala miró a Lizzy con una sonrisa suave, tan segura de sus sentimientos como nunca antes. En el fondo, siempre había sabido que su conexión era algo más profundo que una simple amistad o una relación que surgió por casualidad. No, lo que tenía con Lizzy era algo que había marcado un antes y un después en su vida. Desde que Lizzy le había hablado de su amor por Taylor Swift en el primer día de la competencia, algo se había quedado grabado en su mente, algo que nunca olvidaría. Gala sabía cuánto significaba para Lizzy esa música, esas canciones que hablaban de amor, de desamor, de superación y de esperanza. Por eso, quería sorprenderla, quería expresarle todo lo que sentía con algo que sabía que Lizzy amaría.
— Lizzy — comenzó Gala, con una mirada profunda, como si cada palabra que fuera a decir tuviera un significado especial—. Recuerdo el primer día en la competencia cuando me dijiste que te encantaba Taylor Swift, que sus canciones te hacían sentir viva. Y, desde ese momento, cada vez que te miro, pienso en cómo podría describir lo que siento por ti, y no encuentro mejor manera que hacerlo con esas canciones que tanto amas.
Lizzy la miró con una mezcla de sorpresa y cariño. Sabía lo importante que era Taylor Swift para Gala, pero nunca pensó que Gala prestaría tanta atención a esos detalles. La había sorprendido, pero sobre todo la había tocado profundamente.
— Gala, ¿recuerdas que siempre te conté que Taylor Swift es como mi banda sonora personal? Sus letras, sus historias... me hacen sentir que no soy la única con un corazón que late por algo más grande que lo que el mundo me dice que debería ser. Y tú, tú eres parte de esa historia. Tú me haces sentir todo lo que sus canciones describen.
Gala sonrió, y con una ternura que solo ella podía transmitir, se acercó a Lizzy, tomándola de las manos con suavidad.
— Lo sé, Lizzy, lo sé —respondió Gala, mientras sus ojos brillaban con emoción—. Es por eso que quiero decirte algo, algo que, aunque ya lo sientas, necesito que lo sepas de mis labios. Quiero que me escuches bien. No solo porque te amo, sino porque lo que siento por ti es más grande que cualquier canción, más grande que cualquier historia que podríamos contar. Es un amor real, verdadero, y quiero que lo sepas siempre.
Lizzy no pudo evitar sentir una oleada de emoción recorriéndole el cuerpo al escuchar esas palabras. Gala estaba a punto de decir algo que cambiaría por completo su visión del amor, que sellaría lo que ya había crecido entre ellas.
— Cuando te conocí —continuó Gala—, sentí algo que nunca había sentido antes. Y aunque al principio no sabía qué era, ahora lo tengo claro. Lizzy, tú eres el amor de mi vida, el sol en mis días grises, la luz en medio de la oscuridad. Y cada vez que te miro, me doy cuenta de que no hay nada más que desee en este mundo que estar contigo, para siempre.
Lizzy tragó saliva, sintiendo cómo esas palabras calaban en su corazón. Gala estaba abriéndose como nunca antes, y eso la hacía sentir más amada que nunca. No era solo una relación, no era solo un amor fugaz. Era algo profundo, algo que había resistido todas las pruebas que les había puesto la vida.
— ¿Sabes, Lizzy? —dijo Gala, con una sonrisa llena de ternura—. Hay una canción de Taylor Swift que siempre me hace pensar en ti. Se llama "Enchanted". Y me hace pensar en el momento en que te conocí, cuando me sentí tan cautivada por ti, como si todo lo que había hecho antes no tuviera sentido. Como si el mundo hubiera conspirado para que te conociera, para que nuestra historia comenzara.
Lizzy la miró, sin poder evitar que una sonrisa se formara en sus labios. Estaba conmovida por la sinceridad de Gala, por el hecho de que ella había captado tan bien lo que representaba para Lizzy.
— Yo también lo sentí así, Gala. Desde que te vi, supe que algo especial estaba a punto de suceder. Nunca imaginé que sería tan fuerte, tan eterno. Y ahora que estamos aquí, sé que no importa lo que pase, siempre seremos nosotras. Siempre seremos una historia que seguirá escribiéndose.
Gala apretó las manos de Lizzy, acercándose aún más a ella.
— Y hablando de canciones —continuó Gala, con una mirada llena de confianza—, siempre me acuerdo de "You Belong With Me", ¿te acuerdas? Siempre te lo dije. Porque tú y yo, Lizzy, somos como esa chica que siempre está esperando ser vista, esperando que alguien le diga que la ama. Y yo he esperado toda mi vida para encontrar a alguien como tú. Y ahora que te tengo, no quiero que nunca me faltes.
Lizzy no pudo evitar sentirse emocionada. Gala no solo la amaba, sino que la comprendía de una manera que nadie más había logrado. Sentía que todo lo que Gala decía estaba alineado con lo que su corazón había estado gritando durante todo este tiempo.
— Gala, lo que estamos viviendo es lo que siempre quise, lo que siempre esperé, pero no sabía que existía. Tú me haces sentir completa, me haces sentir que finalmente he encontrado el lugar donde encajo.
Gala sonrió, y con una mirada llena de amor, se inclinó hacia Lizzy, sus labios rozando los de ella en un beso suave pero lleno de promesas. Cuando se separaron, Gala miró a Lizzy con una intensidad que solo podía venir del corazón.
— Y hay algo más que quiero decirte, algo que me he guardado en mi pecho —dijo Gala, su voz suave pero firme—. Si algún día te pido algo, te pido una oportunidad para amarte todos los días de mi vida. Porque no solo quiero estar contigo, Lizzy, quiero ser lo mejor para ti. Y aunque el mundo esté en nuestra contra, siempre lucharé por ti. Porque tú eres mi todo.
Lizzy no dijo nada, pero su mirada lo dijo todo. Gala era el amor de su vida, y no había nada que pudiera cambiar eso. Se acercó a ella, y con un suspiro, tomó sus manos y dijo:
— Siempre juntas, Gala. Siempre, pase lo que pase.
Gala sonrió y, con una expresión de amor profundo, susurró una frase que había estado esperando decirle a Lizzy durante tanto tiempo:
— Lo que tú no sabías, Lizzy, es que aunque nacieras princesa, nunca quisiste un Romeo. Lo que esperabas, lo que siempre esperaste, era a Julieta.
Lizzy se quedó sin palabras, con el corazón lleno de amor y gratitud. Esa frase era todo lo que necesitaba escuchar para saber que no importaba lo que pasara, siempre serían Julieta y Romeo, pero en su propia versión de la historia, una historia llena de amor verdadero, pasión y promesas cumplidas.
El aire en la habitación estaba impregnado de una calma que solo se sentía cuando todo estaba en su lugar, cuando los corazones latían al mismo ritmo. Lizzy y Gala se encontraban en el cuarto de Mar, rodeadas de una quietud que parecía un reflejo del mundo que habían construido juntas. Los últimos días habían sido una montaña rusa emocional, pero ahora, después de tantas pruebas y desafíos, parecían haber llegado al final de un camino lleno de aprendizaje, crecimiento y, sobre todo, de amor.
Lizzy miró a Gala con una sonrisa suave, una sonrisa que hablaba sin necesidad de palabras, una sonrisa que decía "te tengo", "te quiero", "estamos juntas". Gala la miró de vuelta, los ojos llenos de un brillo único, como si el mundo entero estuviera en sus manos. La historia de las dos había sido como una canción que se cantaba en sus corazones, llena de notas altas y bajas, de momentos de duda y de certeza, pero sobre todo, de amor.
Gala tomó la mano de Lizzy, y como si fuera una confesión, dijo:
— "Por amor al arte... he aprendido a quererte más de lo que pensaba posible. Por amor al arte, pude dejar atrás mi miedo, mi soledad, porque encontré en ti la cura, el sol que ilumina mi vida. Todo lo que hicimos, todo lo que luchamos, fue por amor al arte, porque solo el amor tiene esa magia que puede transformar las sombras en luz."
Lizzy apretó su mano, con la calidez que siempre la caracterizaba.
— "¿Sabes, Gala? Siempre pensé que necesitaba algo más grande para sentirme completa. Creí que debía ser una heroína, que debía luchar sola... pero ahora me doy cuenta de que lo que realmente necesitaba era a ti. No quería un Romeo, no quería un príncipe. Lo que realmente quería, lo que mi alma siempre necesitó, eras tú. Como una Julieta, con tu esencia, con tu magia."
Gala sonrió, esa sonrisa que derretía cualquier barrera, cualquier duda.
— "Y yo... yo te vi desde el primer momento, como esa chica en mis sueños. Siempre tan serena, tan fuerte, tan llena de vida. No me di cuenta de inmediato, pero cuando lo hice, supe que no había vuelta atrás. Yo no solo te admiraba, te deseaba, te necesitaba. Y aunque mi vida estaba llena de caos, de inseguridad, tú llegaste y me diste paz."
Lizzy se acercó un poco más, su rostro iluminado por la suavidad del momento. Las palabras de Gala habían tocado su alma de una manera que solo alguien que la conociera tan bien podría hacerlo.
— "Nunca creí que me sentiría así. Siempre me dijeron que el amor debía ser como un cuento de hadas, pero esto es más real, más puro. Es por amor al arte, Gala. Por amor a todo lo que somos, por todo lo que hemos sido y lo que seremos. Y aunque el camino haya sido largo, aunque todo haya sido un reto, me siento la persona más afortunada por haberte encontrado."
Gala, sin perder la mirada, continuó:
— "Cada cicatriz que llevas en tu alma, las estrellas que dibujé sobre ellas, son mi promesa de que siempre te protegeré. He aprendido de tus luchas, de tus miedos, de tu fortaleza. Y por eso, quiero casarme contigo, quiero ser tu Julieta, con anillos de papel, porque no hace falta un diamante cuando lo que importa es lo que sentimos."
Lizzy sintió el calor de esas palabras y no pudo evitar que sus ojos se llenaran de ternura.
— "Te prometo que siempre estaré a tu lado. Y aunque no soy perfecta, lo único que sé es que en ti encontré todo lo que buscaba, lo que anhelaba, y lo que mi corazón necesitaba. El mundo parece menos pesado cuando tú estás a mi lado."
Gala la abrazó con fuerza, sin dejar espacio entre ellas. En ese abrazo, el mundo entero desapareció. No había nada más que ellas dos, el amor que las envolvía y la seguridad de saber que, a pesar de todo, siempre estarían juntas.
Lizzy, suavemente, susurró:
— "A veces siento que el amor que tengo por ti es tan grande que no cabría en un solo día, ni en una sola vida. Y me alegra que, después de todo, hayas sido tú. Lo que no sabías es que tú, Gala, siempre fuiste mi destino. No quería un Romeo, quería a Julieta. Y aquí estás, conmigo."
Gala sonrió, y en su mirada había algo que hablaba de eternidad, algo que era más fuerte que cualquier palabra.
— "Y yo a ti, Lizzy. Siempre. A pesar de las tormentas, de los miedos, de las inseguridades, siempre te querré."
Las palabras de Gala fueron seguidas por un beso suave, cargado de promesas y de todo lo que había quedado guardado en sus corazones a lo largo de su viaje. Era un beso lleno de sinceridad, de amor, de deseo, y de todo lo que no se decía, pero se entendía.
Gala la miró nuevamente y dijo:
— "Lo que tú no sabías, es que aunque nacieras princesa, no querías un Romeo... esperabas a Julieta. Y aquí estoy, como siempre quise estar."
Lizzy la miró, sorprendida, tocada por la belleza de sus palabras, por lo que significaban.
— "Y aquí estoy yo, a tu lado, para siempre."
Ambas se quedaron allí, abrazadas, sabiendo que habían encontrado lo que muchas veces se busca toda una vida: la verdad en el amor, la conexión profunda que no conoce barreras, ni tiempo, ni espacio. Solo ellas, el amor y el arte de ser uno para el otro.
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