Capitulo 18


La mañana se deslizaba suavemente sobre la Casa de los Famosos, bañando los espacios con una luz dorada y cálida. El silencio era apacible, interrumpido solo por el suave sonido de la ventilación que marcaba el ritmo del despertar. En la habitación compartida de Lizzy y Adrián, el ambiente estaba lleno de una tranquilidad encantadora.

Lizzy, aún algo resfriada, se encontraba acurrucada bajo las sábanas, envuelta en el cálido abrazo de Adrián. La fiebre le había dado tregua durante la noche, pero todavía sentía un leve malestar en su cuerpo. A pesar de su condición, se sentía reconfortada y protegida, gracias a los cuidados y atenciones de Adrián.

Adrián estaba dormido a su lado, pero su respiración tranquila y el suave calor de su cuerpo le ofrecían a Lizzy una sensación de seguridad y calma. Se inclinó lentamente para mirar a su alrededor, admirando la forma en que la luz matutina se filtraba a través de las cortinas y proyectaba suaves sombras en la habitación.

Con un suspiro, Lizzy decidió que era hora de levantarse. Se movió con cuidado para no despertar a Adrián y se dirigió hacia el baño. En el espejo, se miró con una ligera mueca de preocupación, notando la palidez de su rostro y el brillo débil en sus ojos. A pesar de sentirse mejor que el día anterior, el resfriado aún se hacía sentir.

Mientras se duchaba, Lizzy pensaba en cómo Adrián había estado a su lado durante todo el tiempo que estuvo enferma. Su amor y dedicación no habían hecho más que reafirmar lo especial que era para ella. Recordó cómo él la había cuidado con esmero, preparándole infusiones de hierbas, asegurándose de que tomara su medicación y manteniéndola abrigada con mantas cálidas. Cada gesto suyo había sido una prueba de su profundo amor y compromiso.

Cuando salió del baño, se encontró con Adrián ya despierto, que la esperaba con una sonrisa amorosa en la cama.

—Buenos días, mi amor —dijo Adrián, con voz suave y cargada de cariño—. ¿Cómo te sientes hoy?

Lizzy sonrió a pesar de su malestar, y se acomodó a su lado en la cama.

—Mucho mejor, gracias a ti. No sé qué haría sin ti aquí para cuidarme.

Adrián le acarició la mejilla con ternura, inclinándose para darle un beso en la frente.

—Me alegra escuchar eso. ¿Te gustaría que te trajera algo para el desayuno o prefieres que esperemos un poco más?

Lizzy pensó por un momento, saboreando la sensación de su toque.

—Creo que me vendría bien algo de café y quizás un poco de fruta. Pero no quiero que te sientas presionado. Solo quédate conmigo un rato más.

Adrián asintió, con una sonrisa cálida en sus labios. Se levantó y se dirigió a la cocina mientras Lizzy se acomodaba nuevamente en la cama, sintiendo el calor reconfortante de las sábanas. Pronto, Adrián regresó con una bandeja que contenía café, trozos de fruta fresca y unas tostadas. Colocó la bandeja a su lado y se sentó junto a ella.

—Aquí tienes —dijo, sirviéndole una taza de café y ofreciéndole un trozo de fruta—. Espero que te guste.

Lizzy aceptó la taza con una sonrisa, tomando un sorbo de café mientras miraba a Adrián con aprecio.

—Está delicioso, como siempre. Gracias por ser tan maravilloso.

Adrián se inclinó hacia ella, ofreciéndole un beso en la mejilla.

—No hay de qué. Solo quiero verte bien y feliz.

Mientras desayunaban, la conversación fluía de manera natural, llena de risas y cariño. Hablaron sobre sus planes para el día, y Adrián le preguntó si había algo especial que quisiera hacer.

—Podemos hacer lo que quieras —dijo Adrián—. Pero primero, deberíamos prepararnos para el día. Creo que habrá algo importante en la casa.

Lizzy asintió, sintiendo una mezcla de curiosidad y anticipación. Sabía que en la Casa de los Famosos, siempre había sorpresas y desafíos, y este día no sería la excepción.

Una vez que terminaron de desayunar, los concursantes fueron convocados a la sala de reuniones para recibir el anuncio del día. El ambiente estaba cargado de expectación mientras todos se reunían, cada uno con una mezcla de nervios y anticipación.

La voz en off del programa retumbó en los altavoces, informando a los concursantes que había llegado el momento de una decisión crucial. El desafío de ese día era que Agustín, uno de los concursantes de Tierra, debía decidir a quién salvar entre sus compañeros: Sian, Adrián, Gomita, Briggitte y Karime.

Agustín, con su característica seriedad, se levantó para hacer su anuncio. El peso de la decisión era evidente en su rostro mientras miraba a sus compañeros.

—La decisión no ha sido fácil —comenzó Agustín—. He considerado cuidadosamente cada opción, pensando en el equipo y en el apoyo del público.

Lizzy observaba desde el grupo, sintiendo un leve temblor en el estómago al pensar en Adrián y cómo esta decisión podría afectarlo. Tomó la mano de Adrián con un gesto de apoyo, sintiendo su fuerza y determinación a través de su contacto.

Agustín continuó, señalando a Sian.

—He decidido salvar a Sian. No solo porque es mi amigo y parte de mi equipo, sino también porque creo que el apoyo del público está más fuerte con Adrián y Gomita. A pesar de que hemos visto varios de Tierra ser eliminados, creo que la fuerza del apoyo para Adrián y Gomita puede superar a la de Sian.

Las reacciones en la sala fueron mixtas. Algunos expresaron alivio, mientras que otros mostraron signos de preocupación. Lizzy, con una mirada preocupada, se volvió hacia Adrián, tratando de leer su expresión.

Adrián le sonrió, tratando de tranquilizarla. —Está bien, amor. Lo más importante es que estamos juntos en esto.

Lizzy le apretó la mano, sintiendo una oleada de gratitud por su fortaleza y su actitud positiva. El apoyo y el amor que Adrián le ofrecía eran invaluables en momentos como este.

Después de que Agustín hiciera su anuncio, la tensión en la sala comenzó a disiparse. Los concursantes se reunieron nuevamente en la sala común, donde comenzaron a discutir la decisión y lo que significaba para el futuro del programa.

Mientras el grupo se dispersaba, Lizzy y Adrián encontraron un rincón tranquilo en la casa para hablar en privado. El día había sido emocionalmente agotador, y necesitaban un momento para procesar y reflexionar.

—No te preocupes, Lizzy —dijo Adrián, abrazándola—. Aunque la decisión de Agustín no nos favorezca, sabemos que tenemos el uno al otro. Eso es lo que realmente importa.

Lizzy se recostó en su pecho, sintiendo el latido de su corazón y el calor de su cuerpo.

—Tienes razón. No importa lo que pase, siempre estaré a tu lado. Nos hemos enfrentado a muchas cosas juntos, y siempre lo haremos.

Adrián la miró con amor y admiración, sintiendo una profunda conexión con ella. —Eres increíble, Lizzy. No sé qué haría sin ti en este lugar.

Lizzy le devolvió la mirada, sus ojos brillando con afecto. —Y tú eres mi roca, mi apoyo constante. No importa lo que pase, sé que lo superaremos juntos.

Se abrazaron con fuerza, disfrutando de la cercanía y el consuelo que se ofrecían mutuamente. El mundo exterior parecía desvanecerse mientras compartían ese momento íntimo y profundo.

La Casa de los Famosos había sido transformada por completo para la fiesta temática de la semana. La decoración evocaba una atmósfera primitiva y cavernosa, con pieles sintéticas colgando de las paredes y alfombras que imitaban la textura de la tierra y las rocas. Las antorchas encendían la habitación con una luz cálida y tenue, proyectando sombras que bailaban en las paredes. La música tribal resonaba por toda la casa, sumergiendo a todos en un ambiente que combinaba lo salvaje con lo festivo.

Lizzy, aún recuperándose de su resfriado, se preparaba para la fiesta con una mezcla de emoción y precaución. Había elegido un atuendo temático que se alineaba con su ética como vegetariana y defensora de los animales: una túnica de fantasía hecha de materiales sintéticos que simulaban cuero, con detalles en tonos marrón y verde oscuro que evocaban el estilo vikingo sin usar productos animales. El diseño incluía una capa liviana y un corsé decorado con detalles plateados, que reflejaban la estética del evento mientras mantenían su compromiso con el bienestar animal.

Adrián, por su parte, también se había preparado con esmero para la fiesta. Su atuendo consistía en una armadura de cuero sintético, una capa de terciopelo y una serie de accesorios de fantasía que completaban su aspecto de guerrero vikingo. La combinación de texturas y colores le daba un aire auténtico y majestuoso. Al ver a Lizzy en su elegante y ecológico atuendo, su rostro se iluminó con una sonrisa de admiración.

—¡Te ves increíble, amor! —exclamó Adrián, tomando la mano de Lizzy con ternura.

Lizzy se sonrojó ligeramente, y le dio un rápido beso en los labios. —Gracias. Estoy ansiosa por disfrutar de la fiesta contigo. Espero que sea una noche memorable.

Adrián la abrazó con suavidad, manteniendo el contacto cercano. —Seguro que sí. A pesar de todo, estar contigo hace que todo sea especial. Vamos a disfrutar de cada momento.

Cuando Lizzy y Adrián llegaron a la sala principal, la atmósfera festiva era palpable. La pista de baile estaba llena de concursantes moviéndose al ritmo de la música tribal, y las estaciones de comida y bebida estaban repletas de delicias y bebidas exóticas. La decoración de la fiesta estaba diseñada para sumergir a todos en la temática de la caverna, con mesas que simulaban rocas y sillas que imitaban troncos.

Lizzy estaba atada a Briggitte, Karime, Arath, Gala y Mario mediante una cuerda que conectaba sus muñecas. Esta disposición creaba una dinámica interesante en la fiesta, donde todos tenían que moverse y colaborar en conjunto. Aunque podían moverse libremente, la cuerda requería coordinación y sincronización en cada acción.

Lizzy estaba en el extremo de la cuerda, atada a Briggitte y Karime, mientras Mario estaba en el extremo opuesto. La disposición obligaba a todos a interactuar y trabajar juntos, y Lizzy aprovechó cada oportunidad para disfrutar del ambiente con Adrián, que estaba en el equipo contrario.

Al llegar, Lizzy se encontró con Gala, que estaba visiblemente incómoda por la atención que Lizzy y Adrián compartían. Gala intentó desviar la atención participando en juegos y desafíos con otros concursantes, pero Lizzy y Adrián estaban decididos a disfrutar de su tiempo juntos

La fiesta comenzó con una serie de juegos y desafíos diseñados por Gala, quien había propuesto un juego en el que los concursantes de Mar, atados en una cadena humana, debían colaborar para superar varios obstáculos. Lizzy, Briggitte, Karime, Arath, Gala y Mario estaban conectados por una cuerda que unía sus muñecas, creando una dinámica que requería coordinación y comunicación.

Gala, con su sonrisa desafiante, se acercó a Briggitte, quien estaba claramente incómoda. Había rumores de que Briggitte estaba interesada en Sian, y Gala, con intenciones complicadas, había propuesto el juego para poner a prueba su amistad con Briggitte y al mismo tiempo asegurarse de que Sian no buscara más a Lizzy, la chica con la que Gala había tenido una relación romántica pasada.

La estrategia de Gala era doble: ayudar a Briggitte a acercarse a Sian y al mismo tiempo alejar a Sian de Lizzy, quien ahora estaba felizmente emparejada con Adrián. Gala quería, en el fondo, resolver sus propios sentimientos conflictivos y asegurar la estabilidad de su amiga, aunque su plan tenía sus propios matices.

Lizzy, al ver la incomodidad de Briggitte, no podía quedarse de brazos cruzados. Se acercó a ella con empatía y determinación. —No tienes que hacer nada que te haga sentir incómoda, Briggitte. Si te gusta Sian, eso es genial. Harían una linda pareja. Además, si no te sientes a gusto con el juego, simplemente di que no quieres participar.

Briggitte, aliviada por el apoyo de Lizzy, le sonrió agradecida. Gala, al ver el gesto de apoyo de Lizzy, sintió una mezcla de frustración y alivio. Su plan, aunque complicado, tenía la intención de resolver varios problemas a la vez. En un arrebato de celos y alcohol, Gala se acercó a Agustín, quien estaba al margen del grupo, y lo besó apasionadamente, buscando distraerse y canalizar sus emociones.

Karime, con la botella de alcohol en la mano y viendo el beso inesperado de Gala, decidió intervenir para aligerar el ambiente. —¡Vamos a hacer que esto sea divertido! —dijo, mientras pasaba la botella a Lizzy y Briggitte. —Si Gala quiere hacer un espectáculo, que lo haga. Mientras tanto, nosotros disfrutamos.

Lizzy y Briggitte se rieron ante la intervención de Karime. La tensión en el ambiente se disipó un poco, y las tres comenzaron a disfrutar del alcohol y de la fiesta. Lizzy, con una sonrisa, miró a Adrián, quien estaba al otro lado de la cuerda.

—¿Sabías que Gala se tomaría el beso tan en serio? —preguntó Lizzy, con una risa contagiosa.

Adrián sonrió, observando el caos divertido que se desarrollaba a su alrededor. —No tenía ni idea. Pero parece que la fiesta está tomando un giro interesante.

Karime, aún sosteniendo la botella de alcohol, bromeó con el grupo. —Tenemos el combo completo aquí: la rubia bonita, la castaña bonita, la pelirroja bonita y la morocha bonita. ¡Todos los colores para elegir! Aunque ya veo que Adrián, Agustín y Sian han hecho su elección, ¿eh?

El comentario de Karime provocó una ronda de risas y sonrojos en el grupo. Lizzy y Briggitte se sonrojaron al escuchar los apodos divertidos, mientras que Adrián y Agustín se unieron a la risa general. La atmósfera, que había comenzado con tensiones, se volvió más ligera y relajada, gracias al humor y la camaradería del grupo.

Con el avance de la noche, la pista de baile se llenó de energía. Los concursantes, atados en la cadena humana, se movían al ritmo de la música tribal, disfrutando de cada momento. Lizzy y Adrián, aunque atados a otros, encontraron formas creativas de moverse juntos. La cuerda entre ellos parecía insignificante comparada con la conexión y el amor que compartían.

Gala, visiblemente afectada por el alcohol, continuó interactuando con Agustín de manera efusiva. La relación entre ellos parecía volátil, con besos y caricias que reflejaban el estado emocional de Gala. Karime y Lizzy, observando la escena, intercambiaron miradas y sonrisas, disfrutando de la diversión y el caos de la fiesta.

En un momento, Gala, con una sonrisa traviesa, se acercó a Lizzy. —¿Cómo va todo, Lizzy? Espero que estés disfrutando la fiesta.

Lizzy, con una sonrisa amable, respondió. —Sí, está siendo divertida. Gracias por el juego, aunque al principio fue un poco incómodo.

Gala se acercó más, acercando su rostro al de Lizzy. —Lo hice para que Briggitte tuviera la oportunidad de estar cerca de Sian. Además, no quería que Sian siguiera molestándote. Creo que es una forma de ayudar a todos a estar más felices.

Lizzy, sorprendida por la sinceridad de Gala, asintió lentamente. —Entiendo. Gracias por pensar en ello. Solo espero que todos puedan encontrar su lugar y ser felices.

Gala le sonrió con gratitud y, en un momento de sinceridad, abrazó a Lizzy. —Lo aprecio, Lizzy. A veces, las cosas no salen como planeamos, pero al menos estamos tratando de hacer lo mejor para todos.

La fiesta en la Casa de los Famosos estaba en su apogeo. El tema vikinga y cavernícola había dado lugar a una atmósfera vibrante y llena de vida. La decoración, con sus tonos terrosos y detalles antiguos, transformaba el lugar en un mundo a parte. Los concursantes, vestidos con atuendos que evocaban tiempos antiguos, se movían con energía, disfrutando de la noche en medio de risas y música.

Lizzy, atada a Briggitte y Karime, se encontraba en la punta de la cadena de ataduras, con Mario, Arath y Gala al final. La disposición de las parejas estaba clara: Lizzy y Adrián estaban en un rincón de la pista de baile, disfrutando del momento juntos. Gala y Agustín, en una esquina opuesta, demostraban su cercanía y afecto mutuo. Mientras tanto, Lizzy y Adrián brillaban con una conexión que parecía superar cualquier desafío.

Lizzy, vestida con un atuendo de fantasía inspirado en los antiguos tiempos, había optado por un cuero sintético, fiel a sus principios vegetarianos y protectores de los animales. Su vestido, decorado con detalles brillantes, reflejaba la luz de la fiesta de manera fascinante. Adrián, también con un atuendo temático, se movía con gracia a su lado, sus ojos fijos en Lizzy con una admiración evidente.

—No puedo creer lo bien que lo estamos pasando —dijo Lizzy, su voz llena de alegría mientras se movía al ritmo de la música.

Adrián la miró con una sonrisa que no podía ocultar. —Es increíble. La noche es perfecta, y estar aquí contigo solo lo hace mejor.

La conexión entre ellos era palpable. Cada paso de baile, cada mirada, cada sonrisa, mostraban lo profundo que era su vínculo. Lizzy y Adrián parecían estar en su propio mundo, completamente inmersos el uno en el otro.

Mientras tanto, Gala, que había estado lidiando con sus propios sentimientos, estaba ahora en una relación con Agustín. Aunque el pasado la había marcado, Gala había encontrado un nuevo comienzo con él. En la suite, antes de la fiesta, Gala y Agustín se habían acercado cada vez más, su relación evolucionando desde una amistad hacia algo más profundo. Ahora, en la fiesta, Gala y Agustín se mostraban cariñosos y afectuosos.

Gala, con una mezcla de orgullo y deseo, se acercó a Agustín, sus manos acariciando su torso descubierto debido al atuendo. Agustín, sintiendo el toque y viendo el brillo en los ojos de Gala, correspondió con un beso apasionado, sin importar las miradas de los demás. Su afecto mutuo era evidente, y el deseo que compartían parecía ser una forma de escapar de las complicaciones del pasado.

Lizzy, desde su posición en la pista de baile, observaba a Gala y Agustín con una mezcla de tranquilidad y satisfacción. Aunque Gala había sido una fuente de conflicto en el pasado, Lizzy había encontrado la paz en su relación con Adrián y se alegraba de ver que Gala había encontrado su propia felicidad. No había lugar para los celos en su corazón; en cambio, Lizzy estaba enfocada en disfrutar de la noche y en la compañía de Adrián.

Mientras la fiesta avanzaba, Gala, en su intento de llamar la atención, decidió acercarse a Lizzy y Adrián. Aprovechando la disposición de los atados, Gala se movió hacia Lizzy, su intención clara: provocar una reacción. Sin embargo, Lizzy, con su corazón centrado en Adrián, parecía inmune a las provocaciones.

—Lizzy, ¡me alegra verte tan feliz! —dijo Gala con un tono que pretendía ser amable, aunque sus palabras estaban cargadas de una tensión sutil.

Lizzy, mirando a Gala con una sonrisa genuina, respondió. —Gracias, Gala. La noche es maravillosa, ¿verdad?

Gala, viendo que su intento de celar a Lizzy no estaba funcionando, se dio la vuelta y se dirigió a Agustín, quien estaba en el otro extremo de la pista. La química entre ellos era innegable, y Gala se sumergió en el abrazo de Agustín, besándolo con fervor mientras el ambiente alrededor continuaba su curso.

Lizzy, viendo la interacción entre Gala y Agustín, se giró hacia Adrián, su expresión llena de amor y devoción. —Sabes, nunca había estado tan feliz. Contigo, todo es diferente. Eres mi roca y mi apoyo.

Adrián, con una mirada que transmitía un amor profundo, tomó las manos de Lizzy. —Y tú eres todo para mí. No hay nada en este mundo que quiera más que estar a tu lado y verte feliz.

La conexión entre Lizzy y Adrián era un faro de luz en medio de la fiesta. Mientras otros se mezclaban y jugaban con los desafíos de la noche, ellos estaban inmersos en su propia burbuja de amor y complicidad. La manera en que se miraban, se tocaban y se reían juntos era un reflejo de la conexión profunda que compartían.

En un momento, Arath, que estaba atado a Gala, tropezó con la cuerda y se cayó al suelo. Lizzy, al ver la caída, se acercó rápidamente para ayudarlo a levantarse. Aunque el incidente era pequeño, Lizzy demostró su naturaleza generosa y solidaria al ofrecer su apoyo sin dudarlo.

—¡Arath, estás bien! —dijo Lizzy, extendiendo su mano para ayudarlo a levantarse. —Eso parecía doloroso.

Arath, sonriendo agradecido, aceptó su mano y se levantó con la ayuda de Lizzy. —Gracias, Lizzy. Parecía que la cuerda tenía vida propia.

Lizzy rió, la calidez en su risa iluminando el ambiente. —No te preocupes. A veces, las cosas simplemente suceden. Lo importante es que estamos todos aquí juntos, disfrutando de la noche.

La actitud positiva y el apoyo de Lizzy no pasaron desapercibidos. Karime y Briggitte, que estaban atadas a ella, se unieron a la conversación con sonrisas y risas, creando un ambiente de camaradería y alegría.

Mientras tanto, Gala, aunque intentaba disfrutar de la fiesta, no podía evitar sentirse desplazada. La alegría y el amor que Lizzy y Adrián compartían eran una constante recordatorio de lo que había perdido. Sin embargo, en lugar de hundirse en la tristeza, Gala decidió enfocarse en su relación con Agustín. Aunque su pasado seguía presente, el presente con Agustín ofrecía un respiro y una oportunidad para redescubrir la felicidad.

A medida que la noche avanzaba, la fiesta continuaba con su mezcla de diversión y emoción. Lizzy y Adrián seguían siendo el centro de atención, su amor visible y contagioso. Gala y Agustín, por su parte, mostraban una relación cariñosa y afectuosa, marcando el ritmo de su propia felicidad.

La interacción entre los personajes en la fiesta demostraba la complejidad de las relaciones humanas. Lizzy, con su corazón abierto y sincero, y Adrián, con su amor inquebrantable, seguían siendo una inspiración para todos. Gala, aunque lidiaba con sus propios sentimientos, encontraba consuelo en su relación con Agustín y en el apoyo de sus amigos.

La fiesta en la Casa de los Famosos, con sus altibajos y emociones, era un reflejo de la vida misma. A través de la música, el baile y las interacciones, los concursantes demostraron que, a pesar de las dificultades, el amor, el apoyo y la amistad podían prevalecer, creando momentos de felicidad y conexión en medio del caos.

La fiesta seguía en su esplendor, la pista de baile iluminada por luces de colores y llena de una energía vibrante que envolvía a todos. Lizzy, con su vestido negro ajustado que resaltaba cada curva de su figura, era el centro de todas las miradas. Cada movimiento que hacía al ritmo del reggaetón era una mezcla de sensualidad y gracia, y no podía evitar que todos, desde sus amigos más cercanos hasta los invitados casuales, se sintieran atraídos por su presencia magnética.

Adrián, parado en un rincón de la pista de baile, observaba a Lizzy con una mezcla de admiración y posesividad. El recuerdo de la noche especial en la habitación que había preparado para ella aún lo envolvía como un sueño ardiente. Recordaba cada beso, cada caricia, cada momento de conexión profunda entre ellos. La forma en que Lizzy había respondido a sus toques con un fervor igual había sido una revelación; no era solo una cuestión de deseo físico, sino de una conexión que parecía desafiar las leyes del tiempo y el espacio.

La noche en la que habían compartido esa intimidad había sido una experiencia transformadora. La habitación, decorada con velas y luces suaves, había sido el escenario perfecto para explorar el amor que sentían el uno por el otro. Adrián había estado completamente inmerso en la forma en que Lizzy se había entregado a él, el calor de su piel, la suavidad de sus labios, y la manera en que ella había respondido a cada caricia suya. Habían compartido un vínculo tan profundo que cada vez que pensaba en esa noche, sentía que estaba viviendo un sueño del que no quería despertar.

Mientras Lizzy bailaba con una energía vibrante, Adrián no podía evitar sentir una mezcla de orgullo y celos. La forma en que ella se movía, capturando la atención de todos a su alrededor, despertaba en él un deseo ardiente de mostrarle a todos que ella era suya. Sus celos no eran simplemente una cuestión de posesión, sino una reafirmación de lo importante que era Lizzy para él.

Sian, situado cerca de la pista de baile, observaba a Lizzy con una mirada de mezcla de admiración y tristeza. Aunque intentaba mantener una fachada de indiferencia mientras estaba con Briggitte, no podía evitar sentir un dolor punzante al ver a Lizzy tan feliz con Adrián. La herida en su corazón seguía abierta, y el deseo que sentía por Lizzy seguía siendo una carga que no podía ignorar. Cada movimiento de Lizzy era un recordatorio de lo que había perdido, y la envidia que sentía hacia Adrián se mezclaba con un profundo sentido de resignación.

Gala, al otro lado de la pista, observaba con una mezcla de admiración y celos reprimidos. Aunque intentaba ocultar sus sentimientos detrás de una máscara de indiferencia mientras estaba con Agustín, no podía evitar que el dolor de ver a Lizzy con Adrián la afectara profundamente. Gala había cometido errores que la habían alejado de Lizzy, y el espectáculo de Lizzy tan radiante con Adrián era una herida abierta que no podía ignorar.

Gala se acercó a Agustín, intentando distraerse y buscar consuelo en él. —Agustín, ¿quieres salir a respirar un poco de aire fresco? Necesito despejar mi mente.

Agustín, notando la tensión en el rostro de Gala, asintió con comprensión. —Claro, Gala. Vamos a dar un paseo. A veces, un poco de aire fresco ayuda a aclarar la mente.

Mientras Gala y Agustín se alejaban para buscar un respiro, Adrián, incapaz de soportar más la visión de Lizzy disfrutando con otros, se acercó a ella con una determinación ardiente. La tomó de la mano y la llevó hacia el centro de la pista de baile, donde la música retumbaba con un ritmo que hacía que el corazón latiera con fuerza.

Lizzy, sorprendida pero encantada, lo miró con una sonrisa traviesa. —¿Qué pasa, amor? ¿Celoso?

Adrián, con una mirada ardiente, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia él. —Sí, un poco. Verte tan radiante y saber que otros también te están mirando... no puedo evitar sentir que tengo que marcar mi territorio.

Lizzy rió suavemente, disfrutando del momento y del efecto que tenía en él. —Oh, si así te pones cada vez que te pones celoso, me encanta. Voy a hacerlo más a menudo solo para verte así.

Adrián la besó con una pasión que parecía querer sellar su amor en ese momento. El beso era profundo, lleno de deseo y ternura, y cada caricia que compartían era una declaración de su amor inquebrantable. Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando pesadamente, con una mezcla de satisfacción y felicidad en sus rostros.

Lizzy lo miró con una sonrisa juguetona. —Creo que me has dado una razón para seguir provocándote.

Adrián sonrió, acariciando su rostro con ternura. —Si eso significa tener momentos como este, entonces, por favor, sigue provocándome. Eres mi mundo, Lizzy, y no puedo imaginar mi vida sin ti.

Lizzy, sintiendo la sinceridad de sus palabras, se acurrucó contra él y le dio un beso en la mejilla. —Y yo no puedo imaginar mi vida sin ti. Eres mi todo, mi amor, mi alma gemela.

En otro rincón, Karime y Briggitte estaban llenas de orgullo por Lizzy. Ambas aplaudían y animaban a su amiga, disfrutando del espectáculo que ella ofrecía. Karime, con su risa contagiosa, agitaba sus manos al ritmo de la música, mientras Briggitte observaba con una sonrisa radiante.

—¡Lizzy, eres increíble! —gritó Karime con entusiasmo—. ¡No puedo creer lo bien que te ves!

Briggitte, con una sonrisa orgullosa, agregó: —¡Eres la estrella de la noche! ¡Estamos tan felices de verte brillar así!

Arath y Mario, observando desde el borde de la pista, también estaban impresionados. Arath, con su sentido del humor, hizo una broma que provocó risas en todos.

—Si intento bailar como Lizzy, terminaré en el suelo —dijo Arath con una risa—. ¡Mis huesos no podrían soportarlo!

Mario, riendo, añadió: —Exactamente. A mi edad, prefiero disfrutar del espectáculo y mantener mis huesos en su lugar. ¡No quiero acabar en una ambulancia!

La pista de baile estaba llena de energía y camaradería. Lizzy, disfrutando de la atención y del momento, se movía con una libertad que era contagiosa. Adrián, completamente cautivado por ella, se movía junto a ella, envolviéndola en un abrazo cercano mientras bailaban juntos. Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, cada paso y cada giro un reflejo de su conexión íntima y apasionada.

Gala, al salir con Agustín al aire fresco, trataba de calmarse, pero el dolor de ver a Lizzy con Adrián seguía siendo palpable. La conversación entre ellos fue un intento de distraerse, pero las palabras de Gala eran un reflejo de sus emociones no resueltas.

—Agustín —dijo Gala, con un tono de voz que trataba de ser ligero—, no sé cómo manejar esto. Ver a Lizzy con Adrián me duele más de lo que pensaba.

Agustín, con una mirada comprensiva, la tomó de la mano. —Lo entiendo, Gala. Pero debes recordar que todos tenemos que seguir adelante. Tienes un gran amor aquí, con mí. No te permitas quedarte atrapada en lo que has perdido.

Gala, con lágrimas en los ojos, asintió lentamente. —Tienes razón. Solo necesito tiempo para aceptarlo. Gracias por estar aquí conmigo.

De regreso en la pista de baile, Adrián y Lizzy estaban envueltos en una burbuja de amor y pasión. El ritmo de la música los envolvía, y cada momento compartido era una celebración de su conexión. Adrián, sintiendo la intensidad de sus sentimientos, no podía dejar de pensar en lo afortunado que era de tener a Lizzy a su lado.

—Nunca me cansaré de decirte lo increíble que eres —le susurró Adrián al oído de Lizzy, su voz cargada de emoción—. Cada momento contigo es un regalo, y no puedo esperar para compartir el resto de mi vida contigo.

Lizzy, con una sonrisa brillante, lo miró con amor. —Y yo nunca me cansaré de decirte lo feliz que me haces. Eres mi todo, Adrián, y no puedo imaginar un futuro sin ti.

La noche continuó con su energía contagiosa, y la pista de baile seguía siendo el escenario de una celebración del amor. Lizzy y Adrián, rodeados de amigos y admiradores, compartieron momentos de ternura y pasión que reflejaban la profundidad de su conexión. La fiesta era un recordatorio de la fuerza de su amor, un amor que había superado obstáculos y que continuaba creciendo con cada día que pasaba.

La pista de baile seguía vibrando con la música, y Lizzy y Adrián se movían con una armonía perfecta. La atmósfera estaba cargada de una energía vibrante y contagiosa, pero para ellos, el mundo parecía haberse reducido a un espacio privado y lleno de intimidad. Cada giro y cada paso en el baile eran un reflejo de su conexión profunda.

Lizzy se volvió hacia Adrián, su mirada iluminada por la emoción de la noche. —¿Sabes, amor? En este momento, no necesito nada más que estar aquí contigo. Esta noche es mágica.

Adrián le sonrió con ternura, sus ojos reflejando una devoción sincera. —Lo sé, Lizzy. Y no hay nada que desee más que hacer que cada momento contigo sea especial. Cada vez que te veo, me doy cuenta de lo afortunado que soy de tenerte en mi vida.

Lizzy le devolvió la sonrisa, sintiendo que su corazón latía con fuerza. —No puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo desde que nos conocimos. Parece que fue ayer cuando nos encontramos por primera vez.

Adrián asintió, tomando su mano con un gesto delicado. —Sí, y en ese tiempo, hemos creado recuerdos maravillosos. Cada uno de ellos es un testimonio de lo que significa estar juntos. Desde nuestras primeras citas hasta esta noche, cada momento ha sido un regalo.

Los dos continuaron bailando, y mientras la música seguía envolviéndolos, Adrián se inclinó hacia Lizzy y le susurró al oído. —A veces me pregunto cómo tuve tanta suerte de encontrarte. Eres mi compañera, mi confidente, y el amor de mi vida.

Lizzy sintió un escalofrío de emoción recorrer su cuerpo. —Y tú eres mi todo, Adrián. No puedo imaginar mi vida sin ti. Tu amor me ha dado una nueva perspectiva sobre la vida y la felicidad.

Adrián se inclinó hacia adelante, sus labios encontrándose con los de Lizzy en un beso lleno de pasión. La intensidad del beso reflejaba la profundidad de sus sentimientos, y el calor de sus cuerpos juntos era una clara señal de su conexión. Cada beso era un acto de amor y devoción, y ambos se entregaban por completo al momento.

Mientras tanto, Sian, que había estado observando desde la distancia, no podía evitar sentir una punzada de dolor en el corazón. La felicidad de Lizzy con Adrián era un recordatorio constante de lo que había perdido. La imagen de ellos bailando juntos, completamente inmersos en su propio mundo, le hacía recordar lo que una vez había sido suyo.

Briggitte, al notar la tristeza en el rostro de Sian, le dio un toque en el brazo con una expresión de comprensión. —Sian, sé que esto es difícil. Pero tienes que recordar que el tiempo lo cura todo. Hay un futuro brillante esperándote, y te mereces encontrar tu propia felicidad.

Sian, con una sonrisa triste, asintió. —Gracias, Briggitte. Aprecio tus palabras. Solo necesito tiempo para aceptar y sanar. A veces, el dolor es más fuerte de lo que uno quisiera admitir.

Briggitte asintió, ofreciendo un abrazo reconfortante. —Estamos aquí para ti, Sian. No estás solo en esto. Estamos contigo en cada paso del camino.

En un rincón más apartado, Gala y Agustín estaban disfrutando de un momento más íntimo. La conversación se había tornado más profunda y personal, y Gala miraba a Agustín con una mezcla de vulnerabilidad y gratitud.

—A veces me siento perdida, Agustín. Ver a Lizzy tan feliz con Adrián me recuerda lo que no pude tener. Es difícil no sentirse desplazada.

Agustín, con una expresión de ternura en sus ojos, tomó la mano de Gala. —Gala, sé que es difícil. Pero también sé que eres una persona increíble y mereces encontrar el amor y la felicidad. No dejes que el dolor te consuma. Tienes mucho que ofrecer, y alguien especial lo verá.

Gala, sintiendo el apoyo en las palabras de Agustín, se inclinó hacia él y lo besó suavemente. El beso era una mezcla de agradecimiento y cariño, un reconocimiento del consuelo y la amistad que Agustín le ofrecía. La conexión entre ellos era evidente, y el momento era una muestra de la importancia de tener a alguien que se preocupe profundamente por ti.

Mientras tanto, Lizzy y Adrián continuaban en su propio mundo. La música seguía siendo un suave murmullo en el fondo, mientras se abrazaban y compartían sus sentimientos en silencio. La pista de baile estaba llena de energía y celebración, pero para ellos, la noche estaba llena de una intimidad y amor que trascendía todo lo demás.

Adrián, sosteniéndola cerca, le susurró suavemente. —No importa lo que pase, Lizzy. Mi amor por ti es eterno. Eres mi todo, y siempre haré lo que sea necesario para asegurarte que te sientas amada y apreciada.

Lizzy, con los ojos brillando de emoción, le respondió con sinceridad. —Y yo te amo con todo mi corazón, Adrián. Eres mi roca, mi apoyo, y no hay nada que desee más que pasar el resto de mi vida contigo.

El ambiente a su alrededor parecía desvanecerse mientras se perdían en la profundidad de sus sentimientos. La pista de baile, los invitados, y el bullicio de la fiesta eran solo un telón de fondo para la historia de amor que estaban escribiendo juntos. Cada momento compartido era un testimonio de su conexión y un reflejo del amor que se habían prometido.

La noche continuó, y Lizzy y Adrián bailaron bajo las luces suaves, inmersos en su propio universo de amor y felicidad. Mientras la música seguía envolviéndolos, el mundo exterior parecía desvanecerse, dejando solo el amor y la promesa de un futuro juntos. La pista de baile seguía siendo el escenario de su romance, un lugar donde cada paso y cada mirada hablaban de un amor profundo y sincero.

La pista de baile estaba iluminada con una vibrante mezcla de luces de neón y destellos multicolores, creando una atmósfera festiva que envolvía a todos los presentes. La música reggaetón se hacía sentir en cada rincón del lugar, su ritmo pulsante hacía que las personas se movieran al compás de sus vibraciones. Lizzy estaba en el centro de la pista, deslumbrando a todos con su baile sensual y dinámico.

Karime y Briggitte, dos de sus amigas más cercanas, estaban a su lado, aplaudiendo y animando a Lizzy con entusiasmo. Karime, con una sonrisa radiante, miró a Lizzy y exclamó: —¡Eso es, Lizzy! ¡Muéstrales tu magia! ¡Estamos contigo!

Briggitte se unió a la ovación, sus ojos brillando con admiración. —¡Sí, Lizzy! ¡Baila como si no hubiera un mañana!

Lizzy, con una risa alegre, aceptó el desafío con gracia. Sabía que su habilidad para bailar era una de sus características más queridas y siempre disfrutaba el poder compartir esa parte de sí misma con sus amigos. Se movía con una elegancia innata, sus movimientos eran una combinación de sensualidad y destreza, y la forma en que su cabello ondulaba con cada giro añadía un toque mágico a su actuación.

Adrián estaba en el borde de la pista, completamente cautivado por la visión de Lizzy. La forma en que se movía, su energía y la manera en que su cuerpo brillaba bajo las luces lo dejaban sin aliento. Su corazón latía con fuerza al ver a Lizzy danzando con tal pasión y sensualidad. Cada movimiento, cada giro, era un reflejo de la profunda conexión que compartían. No podía apartar la mirada, y sentía un orgullo inmenso por ella. Lizzy era su musa, su amor y la razón por la que se levantaba cada mañana con una sonrisa en el rostro.

—Eres increíble, Lizzy. —dijo Adrián con voz baja pero cargada de emoción, mientras la miraba con intensidad.

Lizzy, sintiendo la calidez de su mirada, se giró hacia él con una sonrisa juguetona. —¿Te gusta lo que ves? —preguntó, sus ojos llenos de un desafío travieso.

Adrián se acercó a ella, sus manos envolviendo su cintura con ternura y firmeza. —Me encantas, Lizzy. No puedo dejar de admirar cada movimiento tuyo. Eres perfecta.

Mientras Lizzy y Adrián compartían ese momento de conexión, Agustín observaba desde un rincón cercano. Aunque su corazón estaba enredado con Gala, no podía evitar admirar a Lizzy en la pista de baile. Su habilidad para moverse con tanta gracia y sensualidad era impresionante, y la energía que irradiaba era contagiosa. Aunque estaba celoso de la atención que Lizzy recibía, no podía negar que ella era el centro de atención, y su presencia era innegablemente magnética.

Gala, al ver la forma en que Lizzy brillaba en la pista de baile, no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. La imagen de Lizzy bailando con tal libertad y confianza le recordaba lo que había perdido. Gala había cometido errores, y el costo de esos errores era evidente en la forma en que Lizzy se destacaba ahora. Sin embargo, Gala decidió no dejar que sus sentimientos de celos la afectaran demasiado y trató de concentrarse en disfrutar de la noche.

—¡Mira a Lizzy! —dijo Gala a Agustín con una mezcla de admiración y resignación. —Es increíble, ¿verdad?

Agustín, con una sonrisa que no ocultaba su admiración, respondió. —Sí, es fascinante. Pero no te preocupes, Gala. Tienes tu propio brillo esta noche.

Gala le lanzó una mirada agradecida y se inclinó hacia él para darle un beso rápido, sus labios encontrándose en un gesto lleno de cariño. —Gracias, Agustín. Aprecio tu apoyo.

Mientras tanto, Sian estaba cerca de Briggitte, observando la conexión entre Lizzy y Adrián con una mezcla de tristeza y aceptación. Aunque deseaba estar en el lugar de Adrián, no podía evitar sentirse feliz por la pareja. Se acercó a Briggitte con una expresión de reflexión.

—Es difícil no sentir celos, ¿verdad? —comentó Sian, tratando de mantener un tono ligero.

Briggitte, con una sonrisa comprensiva, respondió. —Sí, el amor puede ser complicado. Pero lo más importante es que estamos rodeados de personas que nos apoyan y que nos quieren. Lizzy, Karime y tú, todos tienen un lugar especial en mi vida.

Sian asintió, sintiendo un alivio en la comprensión compartida. —Tienes razón. Y mientras siga adelante, espero encontrar mi propio lugar en el corazón de alguien especial.

La pista de baile continuaba siendo el centro de la fiesta, y Lizzy estaba rodeada de amigos que la admiraban. Karime y Briggitte se unieron a ella en la pista, sus movimientos llenos de vida y energía. Cada uno de ellos estaba mostrando su propio estilo, pero juntos formaban un espectáculo impresionante. La combinación de Lizzy, Karime y Briggitte era una explosión de talento y confianza.

Mientras el grupo bailaba, la energía en la pista se volvía aún más contagiosa. Karime giró hacia Lizzy con una expresión de diversión. —¡Vamos, Lizzy! ¡Muestra lo que puedes hacer!

Lizzy le lanzó una mirada juguetona y le hizo un gesto para que se uniera a ella en el centro de la pista. —¡Vamos, Karime! ¡Baila conmigo!

Karime se unió a Lizzy con entusiasmo, y juntas crearon un espectáculo dinámico que hizo que todos en la pista se unieran a ellas. Briggitte, no queriendo quedarse atrás, también se movió con habilidad y gracia, sus movimientos complementando los de Lizzy y Karime a la perfección.

Adrián, viendo a Lizzy en su elemento, se sintió aún más enamorado de ella. La forma en que ella dominaba la pista, su habilidad para capturar la atención de todos y el amor que compartían le hacían sentir que estaban destinados el uno para el otro. Cada paso que daba Lizzy era una expresión de su libertad y su conexión con él, y Adrián no podía evitar sentirse completamente fascinado.

Lizzy, sintiendo la intensidad de la mirada de Adrián, giró hacia él con una sonrisa coqueta. —¿Te gusta la vista? —preguntó, sus ojos brillando con un desafío travieso.

Adrián se acercó a ella, atrayéndola hacia él en un abrazo cálido y protector. —No hay nada que me guste más que verte feliz y disfrutando. Eres la mujer más maravillosa que he conocido.

Lizzy se rió, sintiendo el calor de sus palabras. —Oh, si así te pones cada vez que me ves bailar, tendré que hacerlo más a menudo. ¿Te gustaría eso?

Adrián la miró con intensidad, sus manos acariciando su cintura mientras la acercaba más a él. —Definitivamente. No hay nada que desee más que verte brillar y saber que soy el afortunado que está a tu lado.

En ese momento, Gala, sintiendo un torbellino de emociones, decidió acercarse a Agustín. Quería mostrarle a él y a los demás que, a pesar de sus sentimientos, estaba dispuesta a disfrutar de la noche y a no dejar que los celos la consumieran. Se volvió hacia Agustín con una sonrisa que ocultaba sus verdaderos sentimientos.

—¿Cómo estás, Agustín? —preguntó Gala, tratando de mantener un tono ligero.

Agustín, con una sonrisa cálida, respondió. —Estoy bien, Gala. La noche es fantástica y estoy feliz de estar aquí contigo.

Gala se inclinó hacia él, sus labios encontrándose en un beso que fue tanto un gesto de cariño como una manera de reafirmar su conexión. —Gracias por estar a mi lado. Aunque los celos pueden ser difíciles a veces, estoy feliz de tenerte a mi lado.

Agustín la abrazó con ternura, su expresión llena de comprensión. —Lo sé, Gala. Y estoy aquí para ti. Lo importante es disfrutar de la noche y de nuestra conexión.

Mientras Gala y Agustín compartían su momento, Sian se acercó a Briggitte con una expresión pensativa. Aunque sentía una punzada de celos, también apreciaba el esfuerzo de Briggitte por animarlo.

—Gracias por estar aquí, Briggitte. A veces es difícil no sentirse excluido, pero ver a todos disfrutar me hace sentir mejor.

Briggitte le dio una sonrisa reconfortante y le tomó la mano. —Siempre serás parte de este grupo, Sian. Todos nos apoyamos mutuamente, y estoy segura de que encontrarás tu lugar en este equipo.

La pista de baile estaba iluminada por luces vibrantes y decorada con destellos de neón que reflejaban en los espejos, creando un ambiente eléctrico. Lizzy, Karime y Briggitte estaban en el centro del escenario, moviéndose al ritmo de la música con una sensualidad y confianza que atraía todas las miradas. La combinación de su energía y gracia era inigualable, y todos los presentes estaban cautivados.

Adrián, observando a Lizzy desde un rincón de la pista, no podía apartar la vista de ella. Cada giro y movimiento de Lizzy parecía hipnotizante, y su belleza era inigualable. A pesar de la música alta y el bullicio de la fiesta, el mundo parecía reducirse a sólo Lizzy y él. Su corazón latía con fuerza, tanto por la pasión que sentía como por un ligero atisbo de celos. La forma en que los otros chicos la miraban lo hacía querer reafirmar lo que ya sabía: Lizzy era suya, y él estaba decidido a mostrárselo.

—Eres increíble —murmuró Adrián al oído de Lizzy mientras la abrazaba desde atrás, su aliento cálido contra su piel. Lizzy giró su rostro hacia él, sonriendo con picardía.

—Oh, ¿así que estás celoso, eh? —dijo Lizzy, sus labios rozando los de él en un beso rápido pero intenso. —Si te pones celoso, te prometo que bailaré así aún más. Quiero que todos sepan que estoy feliz contigo.

Adrián la abrazó más fuerte, su mirada fija en ella mientras la danza continuaba. —Te deseo más de lo que puedo decir. Verte así solo hace que me dé cuenta de lo afortunado que soy. Y si te hace feliz, voy a dejarte brillar.

Sian, de pie cerca de la pista, estaba atrapado entre la admiración y la tristeza. Ver a Lizzy bailar así, con su gracia y sensualidad, le recordaba la profunda conexión que compartían. Aunque Adrián le había ganado el lugar en su corazón, no podía evitar sentir un nudo en el estómago al verla tan radiante.

—Lizzy se ve increíble, ¿verdad? —dijo Sian a Briggitte, quien estaba a su lado, animada por el espectáculo.

Briggitte asintió con una sonrisa, aunque sus ojos estaban fijos en Lizzy con orgullo. —Sí, es imposible no notar su presencia. Ella tiene una forma de iluminar todo a su alrededor. Adrián tiene mucha suerte, pero también lo estamos nosotros, por tenerla en nuestras vidas.

Karime, viendo a Sian y Briggitte en la conversación, se unió con entusiasmo. —¡Y lo mejor es que está haciendo que todos en la pista se sientan bien! Verla bailar así me recuerda por qué la quiero tanto como amiga. Ella siempre sabe cómo levantar el ánimo y hacer que todos se sientan especiales.

Mientras tanto, Agustín, que estaba con Gala, también se encontraba mirando a Lizzy. Aunque su atención estaba dividida entre Lizzy y Gala, no podía evitar dejarse llevar por la admiración hacia la forma en que Lizzy se movía. La envidia de Gala era palpable, pero Agustín trataba de mantener el enfoque en su relación actual.

—Mira a Lizzy, se ve tan segura y hermosa —dijo Agustín a Gala, tratando de redirigir la conversación.

Gala, aunque estaba intentando hacerle frente a sus sentimientos celosos, no pudo evitar un suspiro. —Sí, lo sé. Siempre ha tenido una forma de robarse el espectáculo. Es como si estuviera hecha para la pista de baile.

—Y tú también estás increíble —le dijo Agustín con una sonrisa, acercándose para darle un beso. —No dejes que nada te desanime. Esta noche es para disfrutar y estamos juntos.

Gala le devolvió el beso con una mezcla de agradecimiento y deseo. —Gracias, Agustín. Solo es difícil a veces, pero prometo disfrutar el momento.

Mientras tanto, los chicos no podían dejar de comentar la habilidad de las chicas para bailar. Mario, que estaba a un lado con Arath, se rió al ver cómo Lizzy, Karime y Briggitte se movían con una sincronización perfecta y una energía contagiosa.

—¡Mira a esas chicas! —exclamó Mario a Arath. —Me parece que deberíamos unirnos al baile o nos vamos a quedar atrás.

Arath se rió, moviendo las manos en el aire. —¡No sé si mis huesos lo soportarían! A esta altura, creo que me quedaré a animar desde aquí. Aunque, si me apuras, tal vez intente no romperme en el intento.

Ambos amigos se rieron mientras los animaban desde el borde de la pista. Lizzy, notando sus comentarios y el apoyo, les hizo una señal para que se unieran. —¡Vamos, chicos! ¡No sean tímidos! ¡La pista de baile es para todos!

Adrián, al escuchar a Lizzy invitar a los chicos, aprovechó la oportunidad para acercarse y darle un beso apasionado en la mejilla. —Voy a hacer que esta noche sea inolvidable para ti. Solo quiero que te diviertas y que sepas cuánto significas para mí.

Lizzy lo miró con cariño, sintiendo el amor que Adrián le ofrecía. —Gracias, amor. Y tú también. Esta noche es especial porque estamos juntos y rodeados de amigos que nos quieren.

La pista de baile continuó llena de risas, movimiento y amor. Lizzy, Karime y Briggitte seguían mostrando su poder y confianza, mientras los chicos admiraban y disfrutaban de la escena. La conexión entre ellos era palpable, y la noche se convirtió en una celebración de amistad, amor y unidad.

El ambiente estaba cargado de una mezcla de emociones, desde la pasión hasta la alegría pura. Cada uno de ellos, a su manera, encontraba en la pista de baile una forma de expresar sus sentimientos y disfrutar de la compañía de los demás. Lizzy, con su habilidad innata para unir a las personas, seguía siendo el centro de la fiesta, y su amor y amistad continuaban brillando en cada rincón del lugar.

La celebración se prolongó hasta altas horas de la noche, con todos compartiendo momentos especiales y disfrutando del tiempo que pasaban juntos. Lizzy y Adrián, junto con sus amigos, crearon recuerdos que atesorarían para siempre, demostrando que, a pesar de las dificultades y las complejidades, el amor y la amistad siempre encontrarían una manera de prevalecer.

La pista de baile continuaba vibrando con una energía contagiosa. La música de reggaetón pulsaba a través de los altavoces, y las luces de colores iluminaban el espacio, creando un ambiente festivo y lleno de vida. Lizzy, con su presencia magnética, se movía con una gracia y sensualidad que capturaban la atención de todos los presentes. Cada paso que daba era una manifestación de su habilidad innata para bailar, y su entusiasmo era evidente en cada movimiento.

Adrián estaba a un lado, observando a Lizzy con una mezcla de admiración y deseo. La imagen de Lizzy bailando con tanta confianza y habilidad le traía recuerdos de la noche especial que habían compartido. Era imposible para él no pensar en la intimidad y el amor que habían experimentado juntos en la habitación que él había reservado con tanto cariño para ella. Esa noche había sido un regalo de amor para Lizzy, un intento de llevar su relación al siguiente nivel y profundizar aún más su conexión.

Adrián recordaba cada detalle de esa noche con una claridad vívida: los besos apasionados, las caricias delicadas y la forma en que Lizzy se entregó completamente a él. Cada rincón de su cuerpo había sido explorado y adorado, y cada momento de esa noche había sido una afirmación de su amor mutuo. La forma en que Lizzy se había entregado a él, cómo se había rendido a sus caricias, y cómo ambos se habían fusionado en una danza de amor y deseo, era algo que él atesoraría siempre.

No podía evitar pensar en Lizzy a lo largo del día y de la noche. Cuando estaba dormido, soñaba con ella. Cuando despertaba, la primera imagen en su mente era la de ella. Incluso cuando estaba distraído en competencias o en actividades diarias, su mente volvía una y otra vez a los momentos que habían compartido. Lizzy había dejado una marca indeleble en su corazón y su mente, y la necesitaba como una adicción, una necesidad profunda y constante. Ella era su todo, su alma gemela, y el amor de su vida.

Mientras tanto, Lizzy estaba rodeada por sus amigos y admiradores. Karime y Briggitte estaban en el borde de la pista, animando a Lizzy con entusiasmo. La amistad y el apoyo que recibían de ella se reflejaban en sus ojos, y ambas estaban radiantes de orgullo y alegría. Al ver a Lizzy moverse con tanta soltura, Karime y Briggitte no pudieron evitar unirse a ella en la pista. Lizzy las tomó de la mano y las llevó a bailar con ella, mostrando su habilidad para conectar y levantar el ánimo de todos a su alrededor.

El ambiente se volvió aún más vibrante cuando las luces comenzaron a parpadear en sincronía con el ritmo de la música. Lizzy lideraba el baile con una energía contagiosa, sus movimientos eran una mezcla de sensualidad y habilidad técnica que dejaba a todos boquiabiertos. Adrián, mirando desde la distancia, sentía un orgullo inmenso al ver a su novia en su elemento. Su corazón latía con intensidad, tanto por la pasión que sentía por ella como por la satisfacción de ver cómo ella brillaba y se destacaba.

Agustín, el novio de Gala, observaba la escena con una mezcla de admiración y sorpresa. No podía negar que Lizzy era una bailarina excepcional, y su presencia en la pista de baile no pasaba desapercibida. A pesar de su propia relación con Gala, Agustín no podía evitar sentirse impresionado por la habilidad y la gracia de Lizzy.

Sian, por otro lado, estaba dividido entre su admiración por Lizzy y su creciente interés en Briggitte. Aunque Lizzy siempre había sido una fuente de inspiración y deseo para él, había algo especial en Briggitte que también despertaba sus sentimientos. La atmósfera de la fiesta y la energía de Lizzy sólo aumentaban la intensidad de sus emociones.

Mario y Arath estaban en el borde de la pista, animando a las chicas con entusiasmo. Mario hizo una broma sobre cómo sus huesos no podrían soportar imitar los movimientos de las chicas y todos rieron a carcajadas. La energía positiva y el humor estaban en pleno apogeo, creando un ambiente en el que todos se sentían incluidos y valorados.

Lizzy, siempre atenta a las emociones de sus amigos, notó que Briggitte estaba un poco distante, a pesar de estar rodeada de la diversión y el entusiasmo. Decidió que era el momento perfecto para abordar el tema. Con una sonrisa cálida, se acercó a Briggitte, que estaba un poco apartada, observando el baile.

—¡Briggitte! —llamó Lizzy, envolviéndola en un abrazo cariñoso—. ¡Te ves maravillosa esta noche! ¿Todo bien?

Briggitte, sorprendida y conmovida por el gesto, sonrió. —Gracias, Lizzy. Sí, todo está bien. Solo estaba pensando en algunas cosas.

Lizzy, con una expresión comprensiva, la miró. —Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿verdad? Eres mi mejor amiga, y tu bienestar es importante para mí. ¿Hay algo en particular en lo que pueda ayudarte?

Briggitte suspiró, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo. —En realidad, sí. He estado pensando mucho en Sian últimamente. Creo que tengo sentimientos por él, pero no estoy segura de cómo abordar la situación.

Lizzy la miró con ternura y determinación. —Briggitte, escúchame. Eres una persona increíble, tanto por fuera como por dentro. Eres hermosa, fuerte, y nunca deberías dudar de tu valor. Si sientes algo por Sian, no tienes por qué guardártelo. Las mujeres también tienen el derecho de expresar sus sentimientos y hacer frente a lo que desean. Si él significa algo para ti, ve y háblale. No dejes que el miedo o la duda te detengan.

Briggitte, tocada por las palabras de Lizzy, sonrió con gratitud. —Gracias, Lizzy. Realmente necesitaba escuchar eso. A veces, me siento insegura y no estoy segura de si mis sentimientos son lo suficientemente válidos.

Lizzy la abrazó con fuerza, transmitiéndole todo su apoyo. —Nunca dudes de ti misma, Briggitte. Eres valiente, hermosa y mereces encontrar la felicidad. Si quieres hablar con Sian, hazlo. Tienes el derecho de buscar tu propia felicidad y luchar por lo que sientes. Estoy aquí para ti, siempre.

Briggitte se sintió reconfortada por el apoyo de Lizzy. —Te quiero mucho, Lizzy. Gracias por ser siempre tan comprensiva y alentadora. Voy a seguir tu consejo y hablar con Sian. Me has dado la confianza que necesitaba.

Lizzy sonrió, satisfecha de haber podido ayudar a su amiga. —Eso es lo que quería oír. Estoy segura de que todo saldrá bien. Y recuerda, siempre estaré aquí para ti, sin importar lo que pase.

Con una última sonrisa, Lizzy se alejó para regresar a la pista de baile con Adrián. Briggitte, sintiendo un renovado sentido de propósito, se dirigió hacia Sian con determinación y esperanza.

Sian estaba en medio de una conversación con algunos amigos cuando vio a Briggitte acercarse. Sus ojos se encontraron, y él sintió una oleada de emoción y anticipación. Aunque todavía tenía sentimientos por Lizzy, había algo especial en Briggitte que no podía ignorar. La sinceridad y el coraje de Lizzy lo habían inspirado a ser más abierto con sus propios sentimientos.

—Sian —dijo Briggitte, con una voz clara y decidida—, ¿podemos hablar un momento?

Sian, curioso y atento, asintió. —Claro, Briggitte. ¿Qué pasa?

Briggitte tomó una respiración profunda, reuniendo el valor que Lizzy le había dado. —He estado pensando mucho en ti. Siento algo por ti, y creo que es importante que te lo diga. No quiero que haya malentendidos entre nosotros, y creo que es justo ser honesta con lo que siento.

Sian la miró con una mezcla de sorpresa y aprecio. —Gracias por ser tan sincera, Briggitte. Eso significa mucho para mí. También he notado que hay algo especial entre nosotros, pero no estaba seguro de cómo decírtelo. Creo que podríamos explorar lo que hay entre nosotros y ver adónde nos lleva.

Briggitte sonrió, aliviada por la respuesta positiva de Sian. —Me alegra escuchar eso. Estoy dispuesta a darle una oportunidad y ver a dónde nos lleva esto. Gracias por ser tan comprensivo.

Sian extendió su mano en un gesto de amistad y apoyo. —Claro, Briggitte. Estoy aquí para ti, y creo que podemos descubrir algo realmente especial juntos.

Mientras Briggitte y Sian conversaban, Lizzy y Adrián continuaban disfrutando de la pista de baile. La conexión entre ellos era palpable, y cada movimiento de Lizzy solo fortalecía el vínculo que compartían. La forma en que se miraban, se tocaban y se movían juntos era un reflejo de su profunda conexión y amor.

Karime y Agustín seguían en la pista, bailando y animando a todos con entusiasmo. Karime estaba radiante, y su sonrisa era una muestra clara del orgullo que sentía por su amiga Lizzy. Agustín, aunque estaba enamorado de Gala, no podía evitar quedar impresionado por el talento y la presencia en el escenario de Lizzy. Observaba cómo ella, con su carisma inigualable, capturaba la atención de todos a su alrededor.

La música seguía fluyendo y Lizzy, con su energía vibrante, había logrado que todos los presentes se unieran en una celebración de la vida y la amistad. Las chicas, animadas por el ambiente, no tardaron en mostrar sus habilidades de baile, y el grupo se convirtió en una exhibición de talento y camaradería.

Adrián, desde su lugar en la pista, no podía apartar la vista de Lizzy. La forma en que ella se movía, la manera en que cada gesto suyo parecía contar una historia, lo mantenía cautivado. La pasión que sentía por ella estaba al borde de desbordarse, y la idea de compartir ese momento con ella lo llenaba de una satisfacción indescriptible. Cada vez que la miraba, recordaba con detalle la noche que habían compartido, una noche llena de promesas, intimidad y amor.

En un rincón cercano, Gala observaba la escena con una mezcla de celos y desdén. Aunque estaba con Agustín, no podía evitar sentir un pinchazo en el corazón al ver a Lizzy tan radiante y feliz. Recordaba el pasado y cómo había perdido la oportunidad de estar con alguien tan especial como Lizzy. Su corazón latía con frustración, y la presencia de Agustín, a pesar de su amor por ella, no podía borrar el dolor de la pérdida de Lizzy.

Sian, al ver a Briggitte y Lizzy en la pista, se sintió dividido entre sus propios sentimientos y la creciente cercanía entre Briggitte y él. Aunque había admirado a Lizzy durante mucho tiempo, el reciente acercamiento con Briggitte había abierto una nueva puerta para él. Sin embargo, no podía evitar sentir cierta incomodidad al ver a Lizzy en el centro de atención, bailando de una manera que despertaba deseos y admiración en todos los presentes.

Mientras el ritmo de la música aumentaba, Karime y Briggitte se unieron a Lizzy en la pista, bailando con una energía contagiosa que encendió aún más el ambiente. Lizzy, con su habilidad natural para conectar con los demás, tomó a Karime y Briggitte de la mano y las guió en una coreografía improvisada. La pista se llenó de risas y alegría mientras las chicas se movían con gracia, demostrando su poder y su habilidad para cautivar a todos.

Adrián, al observar la escena, se sintió impulsado a mostrar su afecto y su posesividad de una manera que dejara claro cuánto significaba Lizzy para él. Caminó hacia ella con una determinación visible, su mirada fija en Lizzy mientras se acercaba. Sin dudarlo, la tomó en sus brazos y la besó con una pasión que era evidente para todos. Era un beso lleno de emoción, un acto de amor y deseo que no dejaba lugar a dudas sobre su vínculo.

Lizzy, sorprendida por el gesto pero completamente encantada, respondió al beso con igual fervor. Sus labios se movían en sincronía con los de Adrián, y el mundo que los rodeaba parecía desvanecerse mientras se sumergían en su propio momento de intimidad. Cuando finalmente se separaron, Lizzy miró a Adrián con una sonrisa juguetona y le dijo:

—Oh, si así te pones cada vez que te sientes celoso, me encanta. Creo que voy a hacerlo más a menudo solo para verte así.

Adrián rió, su risa llena de amor y cariño. —No puedo evitarlo, Lizzy. Eres mía, y me gusta recordártelo de todas las formas posibles.

Lizzy se echó a reír, disfrutando de la broma y la ternura que compartían. —Bueno, si esto significa que tengo que seguir bailando así para que te sientas así, entonces no tengo problema en hacerlo. Eres el mejor, Adrián.

Briggitte, que había estado observando la interacción entre Lizzy y Adrián, sintió una ola de inspiración y coraje. Con una sonrisa decidida, se acercó a Lizzy y le agradeció nuevamente por su apoyo. Ambas amigas compartieron un abrazo cálido, fortaleciendo aún más su vínculo.

Gala, sintiendo la tensión y la incomodidad de la situación, decidió buscar consuelo en Agustín. Lo tomó de la mano y lo llevó a un rincón apartado, donde le dio un beso cargado de emoción y frustración. —Necesitaba esto —murmuró Gala, tratando de liberar sus sentimientos en un gesto de afecto.

Agustín, al notar la intensidad en el beso, correspondió con igual pasión, tratando de reconfortar a Gala y al mismo tiempo mostrarle su amor. —Estoy aquí para ti, Gala. Te quiero, y no quiero que te sientas mal.

La pista de baile estaba llena de energía y emoción, y todos los presentes estaban disfrutando del momento. Lizzy, con su habilidad para unir a las personas y crear un ambiente de inclusión, estaba en el centro de todo. Su habilidad para bailar, su encanto y su amor incondicional habían creado un espacio en el que todos se sentían valorados y queridos.

Karime y Briggitte, al unirse a Lizzy en la pista, mostraron cómo el poder femenino y la amistad podían crear un ambiente de celebración y apoyo. Cada movimiento que hacían era una declaración de su fuerza y su conexión. Las chicas se movían al ritmo de la música, mostrando una unidad y una energía que contagiaban a todos a su alrededor.

Los chicos, observando desde la distancia, estaban llenos de admiración y deseo. La forma en que las chicas bailaban, su belleza y su talento, eran una fuente constante de asombro y atracción. Cada uno de ellos sentía la influencia de la presencia de Lizzy de manera diferente, pero todos compartían el mismo respeto y admiración por ella.

A medida que la noche avanzaba, el ambiente seguía siendo festivo y lleno de amor. Lizzy se movía con una confianza y una alegría que eran contagiosas, y su capacidad para unir a las personas se hacía evidente en cada momento. Tanto dentro de la casa como fuera, Lizzy era la favorita de todos: panelistas, familia y fans. Su habilidad para hacer que cada persona se sintiera especial y valorada era una de las razones por las que era tan querida por todos.

La noche continuaba con risas, bailes y momentos de conexión profunda. Lizzy, con su encanto natural y su habilidad para hacer que cada persona se sintiera incluida, había creado una atmósfera en la que todos podían disfrutar y celebrar juntos. La magia de la noche y el amor que se sentía en el aire eran un testimonio del impacto positivo que Lizzy tenía en la vida de todos los que la rodeaban.

La pista de baile estaba llena de energía vibrante, y el reggaetón sonaba a todo volumen, llenando el ambiente con ritmos contagiosos. Lizzy, Karime y Briggitte se movían en perfecta sincronía, creando un espectáculo de sensualidad y alegría. Sus movimientos eran una mezcla de elegancia y poder, mostrando la destreza y la confianza que solo verdaderas bailarinas pueden tener. Cada giro, cada ondulación de sus cuerpos parecía desafiar la gravedad, y el efecto en los presentes era innegable.

Lizzy, en el centro de la pista, se movía con una gracia felina que atraía todas las miradas. Su vestido ajustado resaltaba cada curva, y su cabello rubio, suelto, fluía como una cascada dorada al ritmo de la música. La manera en que se frotaba contra el suelo y luego contra sus amigas era un espectáculo de pura sensualidad. Su habilidad para moverse con tanto estilo y seguridad hacía que todos los presentes quedaran cautivados.

Adrián, desde la esquina de la pista, observaba a Lizzy con una intensidad palpable. Su mirada seguía cada movimiento de ella con una mezcla de admiración y deseo. Recordaba la noche especial en la que Lizzy y él se habían entregado completamente el uno al otro. En aquella habitación, iluminada solo por la luz tenue de las velas, habían compartido momentos de pasión indescriptible. Cada caricia, cada beso, cada roce había sido un reflejo de su conexión profunda. Adrián recordaba cómo Lizzy se había entregado a él sin reservas, cómo había sentido su cuerpo contra el suyo, y cómo cada instante de esa noche había reafirmado su amor por ella.

Mientras Lizzy se movía sensualmente, Adrián no podía evitar sentir una mezcla de orgullo y celos. Aunque él sabía que Lizzy era el centro de atención por su habilidad y encanto, no podía evitar sentir que ella le pertenecía de una manera especial. Su posesividad se manifestaba en la forma en que sus ojos seguían cada movimiento de Lizzy, como si quisiera marcar su territorio de manera implícita.

—Eres absolutamente increíble —le dijo Adrián a Lizzy cuando finalmente se acercó a ella, su voz cargada de emoción—. No puedo creer lo afortunado que soy de tenerte.

Lizzy, con una sonrisa coqueta, se volvió hacia él y lo abrazó con ternura. —Sabes que solo bailo así para ti —dijo, su voz llena de juego y seducción—. ¿Cómo puedo no hacerlo cuando me miras así?

Adrián la besó con una pasión que dejaba claro cuánto significaba ella para él. Sus labios se encontraron en un beso ardiente, lleno de amor y deseo. Lizzy correspondió con igual fervor, y el beso se prolongó, llevando su conexión a un nivel más profundo. Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad, pero sus miradas permanecían fijas la una en la otra, como si el mundo entero hubiera desaparecido.

Karime y Briggitte, observando la interacción entre Lizzy y Adrián, decidieron unirse a la celebración con la misma energía y entusiasmo. Karime, con su cuerpo tonificado y su estilo elegante, se movía con una confianza desafiante. Briggitte, con su energía contagiosa, se integraba perfectamente en el baile. Ambas chicas se unieron a Lizzy en el centro de la pista, creando un espectáculo visual que dejaba a todos boquiabiertos.

Agustín, que estaba observando a Gala con admiración, no podía evitar sentir una mezcla de celos y deseo al ver cómo Lizzy y sus amigas se movían con tanta sensualidad. Aunque su corazón estaba con Gala, no podía negar que el encanto de Lizzy y su habilidad para bailar estaban causando una impresión en él.

—Gala, no puedo creer lo increíble que es Lizzy —dijo Agustín, su tono sincero pero con un toque de envidia—. Mira cómo se mueve. Es imposible no admirar su habilidad.

Gala, que estaba tratando de ocultar su propia frustración y celos, intentó mantener una expresión de indiferencia. Sin embargo, sus ojos seguían cada movimiento de Lizzy, y no podía evitar sentir un ardor en su pecho. —Sí, es impresionante —respondió Gala, con un tono que trataba de ser casual—. Pero eso no cambia lo que siento.

Sian, por su parte, estaba dividido entre la admiración y el deseo. Aunque había intentado acercarse a Briggitte, la sensualidad de Lizzy seguía capturando su atención. Cada vez que Lizzy se movía con ese aire de confianza y dominio, Sian sentía una mezcla de atracción y frustración.

—Briggitte, ¿cómo te sientes viendo todo esto? —le preguntó Sian, su tono lleno de curiosidad y un toque de melancolía—. No es fácil competir con Lizzy en la pista de baile.

Briggitte, con una sonrisa enigmática, se movió sensualmente hacia Sian. —No se trata de competir —dijo, su voz suave y coqueta—. Se trata de disfrutar el momento y ser quien somos.

La pista de baile seguía siendo un lugar de pura energía y pasión. Lizzy, Karime y Briggitte continuaban moviéndose al ritmo de la música, sus cuerpos rozándose y entrelazándose de manera sensual. Cada uno de sus movimientos era una afirmación de su habilidad y su conexión, creando una atmósfera de celebración y camaradería.

Adrián, incapaz de resistir más, se acercó a Lizzy con una determinación evidente. La tomó de la mano y la giró hacia él, sus ojos ardían con una mezcla de pasión y posesividad. —Eres mía —le susurró—. No puedo evitar sentirme celoso cuando todos te miran así. Pero quiero que sepas que, para mí, eres la única.

Lizzy, con una sonrisa encantadora, le respondió con igual fervor. —Oh, ¿así que te pones celoso? —dijo, su tono juguetón—. Me encanta cuando te pones así. Voy a hacer que esto suceda más a menudo si eso significa que me miras con esa intensidad.

Ambos se rieron, y Lizzy volvió a besarlo con pasión, mientras sus cuerpos se movían al ritmo de la música. La conexión entre ellos era palpable, una mezcla de amor, deseo y complicidad.

Karime y Briggitte, observando la interacción entre Lizzy y Adrián, decidieron seguir adelante con su propio espectáculo. Ambas se movían al ritmo de la música, sus cuerpos rozándose y fusionándose en una danza que era tanto sensual como poderosa. Cada uno de sus movimientos era una afirmación de su talento y su confianza.

Karime, con una sonrisa triunfante, tomó a Briggitte de la mano y la guió hacia el centro de la pista. —Vamos a mostrarles lo que podemos hacer —dijo, su voz llena de entusiasmo—. ¡A disfrutar de esta noche!

Briggitte, con una sonrisa radiante, se unió a Karime en el centro de la pista. Ambas se movían con una energía contagiosa, creando una atmósfera de celebración y camaradería que resonaba en cada rincón de la sala. Sus movimientos eran una mezcla perfecta de sensualidad y alegría, y el efecto en los chicos era evidente.

La pista de baile estaba llena de una energía vibrante y contagiosa. Lizzy, Karime y Briggitte estaban en perfecta armonía, y el espectáculo que ofrecían era un testimonio de su talento y conexión. Los chicos, aunque estaban completamente cautivados por la belleza y el talento de las chicas, también apreciaban el ambiente de camaradería y unidad que se había creado.

La noche continuaba, y Lizzy, Karime y Briggitte seguían moviéndose con una pasión y energía que hacía que todos los presentes se sintieran parte de algo grandioso. Era una celebración de la vida, la amistad y el amor, y todos estaban disfrutando cada momento.

Adrián, con una sonrisa de satisfacción, observaba a Lizzy, sabiendo que había encontrado a alguien verdaderamente especial. Su amor por ella era evidente, y no podía evitar sentirse agradecido por cada momento que pasaban juntos. Lizzy, con su habilidad para unir a las personas y hacerlas sentir especiales, había creado un ambiente en el que todos podían disfrutar y celebrar juntos.

La música seguía sonando, y la pista de baile estaba llena de una energía vibrante que reflejaba el amor y la admiración que todos sentían por Lizzy y sus amigas. Era una noche para recordar, una celebración del talento, la amistad y el amor que había unido a todos en un momento de pura felicidad.

En medio de la fiesta, donde la música retumbaba y las luces de neón creaban un ambiente vibrante, Adrián y Lizzy se encontraron atrapados en su propio universo, donde solo existían el uno para el otro. La energía en la sala estaba cargada, pero entre ellos, el ambiente era aún más eléctrico, alimentado por un deseo latente que parecía a punto de desbordarse.

Sentados en el sofá, sus cuerpos estaban cerca, casi rozándose, pero la tensión entre ellos era palpable. Adrián no podía apartar la mirada de Lizzy. Sus ojos oscuros la devoraban con una mezcla de admiración y necesidad. Lizzy, consciente del efecto que tenía sobre él, sonreía con esa mezcla de dulzura y picardía que lo volvía loco.

—No tienes idea de lo hermosa que te ves esta noche, Lizzy —murmuró Adrián, su voz baja y grave, cargada de deseo. Sus dedos rozaron suavemente el dorso de la mano de ella, un toque tan ligero pero que provocó un escalofrío en su piel.

Lizzy lo miró a los ojos, sus labios curvándose en una sonrisa juguetona. —¿Solo esta noche? —respondió, su tono de voz insinuante mientras inclinaba ligeramente la cabeza, acercándose un poco más.

Adrián dejó escapar una risa suave, sus ojos brillando con esa pasión inconfundible. —Siempre eres hermosa, pero hay algo en ti esta noche que me tiene completamente hechizado. No puedo apartar la mirada. Eres... irresistible.

Lizzy sintió cómo su corazón se aceleraba ante sus palabras. Sabía que Adrián la amaba, pero escuchar la adoración en su voz hacía que se sintiera como la mujer más deseada del mundo. Lentamente, deslizó su mano hacia la mejilla de Adrián, acariciando su piel con la suavidad de sus dedos.

—Tú también me tienes completamente cautivada, Adrián —susurró ella, su voz impregnada de una sensualidad que solo él podía despertar en ella—. No sé qué haría sin ti. Me haces sentir viva, deseada... amada.

Los ojos de Adrián ardían con una intensidad que hacía que el mundo a su alrededor se desvaneciera. Su mano se movió con determinación hacia la nuca de Lizzy, acercándola a él, y sus labios se encontraron en un beso que era pura pasión, una mezcla de amor profundo y un deseo incontenible. El beso se intensificó rápidamente, sus labios moviéndose con urgencia, como si el tiempo fuera un enemigo que intentaban derrotar.

Adrián la sostuvo con firmeza, sus manos viajando por su espalda, sintiendo la curva de su cuerpo, mientras Lizzy se dejaba llevar por la oleada de sensaciones que la invadían. Cada beso, cada caricia, era un recordatorio de la conexión que compartían, un vínculo que era inquebrantable. Lizzy gimió suavemente contra los labios de Adrián, su cuerpo respondiendo a su toque con una necesidad casi desesperada.

—Lizzy —murmuró Adrián entre besos, su voz ronca por el deseo—, eres mía. Solo mía. Quiero que lo recuerdes siempre.

Lizzy se separó ligeramente de él, sus labios entreabiertos mientras lo miraba fijamente. Sus ojos reflejaban la misma intensidad que los de Adrián, pero con un toque de desafío. —Siempre soy tuya, Adrián. No hay nadie más que pueda hacerme sentir así. Soy tuya en cuerpo, mente y alma.

Adrián sonrió ante su respuesta, una sonrisa que era una mezcla de satisfacción y deseo. Sus labios se curvaron en una línea traviesa mientras bajaba la cabeza para besar el cuello de Lizzy, disfrutando del sabor de su piel y de los pequeños suspiros que escapaban de sus labios. Sus manos, firmes y seguras, comenzaron a explorar su cuerpo con una necesidad creciente, como si intentara memorizar cada centímetro de ella.

—Dímelo otra vez —susurró Adrián contra su cuello, su voz era apenas un ronco susurro cargado de deseo—. Quiero escucharlo de nuevo de tus labios.

Lizzy, sintiendo cómo su corazón latía frenéticamente, sonrió mientras lo empujaba suavemente contra el respaldo del sofá, tomando el control de la situación. Sus ojos, brillando con deseo, se encontraron con los de Adrián, y su voz salió en un susurro sensual. —Soy tuya, Adrián. Solo tuya, para siempre.

El sonido de sus palabras provocó una chispa en Adrián, una que rápidamente se convirtió en fuego. Sus manos se movieron hacia la cintura de Lizzy, atrayéndola aún más cerca mientras sus labios capturaban los de ella en un beso hambriento. Este no era un beso suave ni delicado; era un beso lleno de pasión, de urgencia, de una necesidad casi primal de estar juntos.

Lizzy respondió con igual fervor, sus manos enredándose en el cabello de Adrián mientras sus cuerpos se movían juntos, cada toque y cada caricia una declaración de amor y deseo. Sentía cómo la temperatura entre ellos subía, como si el simple contacto de sus cuerpos pudiera encender una llama inextinguible.

Finalmente, Adrián se separó ligeramente, sus labios todavía rozando los de Lizzy mientras hablaba con una voz baja y cargada de pasión. —No puedo esperar más, Lizzy. Te necesito ahora, más que nunca.

Lizzy, con una sonrisa traviesa, lo miró a los ojos, sus pupilas dilatadas por el deseo. —Entonces, ven conmigo —dijo con una voz que era tanto una invitación como un desafío. Tomó la mano de Adrián y lo guió fuera de la sala principal, esquivando a los demás invitados con una risa suave mientras se dirigían al baño.

Al llegar, cerraron la puerta detrás de ellos, y Lizzy apenas tuvo tiempo de respirar antes de que Adrián la empujara suavemente contra la pared, sus labios capturando los suyos en un beso que era pura necesidad. Sus manos comenzaron a desabotonar con urgencia la blusa de Lizzy, mientras ella, con la respiración acelerada, lo ayudaba a quitarse la camisa.

—Eres mía, Lizzy —repitió Adrián, su voz grave y cargada de deseo mientras sus manos recorrían su piel desnuda—. No hay nadie más que pueda tenerte. Nadie más que pueda amarte como yo.

Lizzy, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada toque de Adrián, sonrió contra sus labios. —Y tú eres mío, Adrián. Siempre lo has sido y siempre lo serás.

La pasión entre ellos alcanzó un nuevo nivel, y lo que siguió fue una mezcla de amor y deseo puro. Sus cuerpos se unieron con una urgencia que reflejaba lo profundo de su conexión. Cada movimiento, cada caricia, era una declaración de su amor eterno y de la necesidad incontrolable que sentían el uno por el otro. El aire estaba lleno de susurros entrecortados y gemidos suaves, cada sonido una expresión de la pasión que compartían.

La fiesta seguía en su apogeo. La música resonaba por toda la casa, mezclándose con las risas y las conversaciones animadas de los invitados. Sin embargo, un pequeño grupo de amigos comenzó a notar la ausencia de dos de los suyos.

—Oye, ¿dónde se metieron Adrián y Lizzy? —preguntó Agustín, frunciendo el ceño mientras miraba a su alrededor. Había estado ocupado coqueteando con Gala, pero no podía evitar notar que sus amigos habían desaparecido.

Gala, que se había percatado de lo mismo, sonrió con complicidad. —¿Tú qué crees? Esos dos no pueden mantenerse alejados el uno del otro por mucho tiempo. Seguro están en algún rincón disfrutando de la fiesta a su manera.

Agustín soltó una risa suave, pero no pudo evitar sentir una pequeña punzada de envidia. —Sí, tienes razón. Esos dos están tan enamorados que podrían estar en cualquier lugar, completamente ajenos a todo lo demás.

Mientras tanto, en el otro lado de la sala, Brigitte y Sian también notaban la ausencia de sus amigos. Sian, con su natural curiosidad, preguntó: —¿Alguien ha visto a Lizzy y Adrián? Han desaparecido desde hace un buen rato.

Brigitte, sonriendo con picardía, se acercó a Sian y le susurró al oído: —No te preocupes, cariño. Estoy segura de que están bien... muy bien.

La preocupación se disipó rápidamente entre el grupo cuando concluyeron que Adrián y Lizzy simplemente necesitaban un momento a solas. Sabían lo intensamente que se amaban y cómo cualquier ocasión era perfecta para que se escaparan y disfrutaran el uno del otro.

Y tenían razón.

En el pequeño baño al que se habían escapado, la temperatura seguía subiendo. Lizzy se encontraba apoyada contra la pared, su respiración acelerada mientras Adrián la besaba con una pasión desenfrenada. Sus manos no podían mantenerse quietas, explorando cada centímetro de su piel, como si nunca pudiera tener suficiente de ella.

—Dios, Lizzy... —murmuró Adrián contra sus labios, su voz ronca y cargada de deseo—. No sé cómo lo haces, pero cada vez que estoy contigo, es como si todo lo demás desapareciera. Eres mi perdición.

Lizzy lo miró con una mezcla de amor y lujuria en sus ojos, su sonrisa suave pero llena de picardía. —Quizás es porque tú eres mi debilidad, Adrián. No puedo resistirme a ti... y no quiero hacerlo.

Adrián dejó escapar un gemido bajo, sus manos moviéndose con más urgencia mientras su boca se posaba en el cuello de Lizzy, besándola con devoción. —Te necesito, Lizzy. No solo ahora, sino siempre. No puedo imaginar mi vida sin ti.

Los labios de Lizzy se curvaron en una sonrisa mientras lo miraba con ternura, su mano acariciando suavemente su rostro. —Y yo tampoco puedo imaginar la mía sin ti. Somos perfectos juntos, Adrián. Tú me completas.

Adrián sintió cómo esas palabras encendían aún más su deseo. Su necesidad de tenerla cerca, de sentirla, de amarla, era abrumadora. Sin esperar más, deslizó su mano por la espalda de Lizzy, acercándola más a él mientras sus labios volvían a capturar los de ella en un beso que era tanto una promesa como una declaración de amor eterno.

—Eres mía, Lizzy —repitió con una intensidad que hizo que el corazón de Lizzy latiera con fuerza—. Y siempre lo serás. Nadie más puede tenerte. Nadie más puede amarte como yo.

Lizzy, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada palabra y caricia de Adrián, dejó escapar un suspiro suave, sus ojos brillando con la misma intensidad. —Siempre seré tuya, Adrián. No hay nada ni nadie que pueda cambiar eso.

Adrián la miró, su respiración pesada mientras se perdía en los ojos de Lizzy. No había lugar para dudas en su mente; ella era suya, y él haría cualquier cosa para mantenerla a su lado. Sin decir una palabra más, sus manos comenzaron a desabotonar la blusa de Lizzy con una mezcla de urgencia y devoción, revelando su piel suave y sedosa.

Lizzy, completamente entregada a la pasión del momento, lo ayudó a quitarse la camisa, sus manos temblando ligeramente por la anticipación. Cuando ambos estuvieron parcialmente desnudos, sus cuerpos se movieron juntos como si fueran uno solo, buscando ese calor y confort que solo podían encontrar en los brazos del otro.

El deseo era palpable en el aire, cada toque, cada beso, era una promesa de lo que estaba por venir. Lizzy podía sentir cómo el cuerpo de Adrián reaccionaba al suyo, su piel ardiendo bajo su toque, mientras él murmuraba su nombre con una mezcla de adoración y necesidad.

—No puedo esperar más, Lizzy —susurró Adrián, su voz entrecortada mientras sus manos seguían explorando su cuerpo con una urgencia desesperada—. Te necesito ahora.

Lizzy, sintiendo cómo su propio deseo se reflejaba en las palabras de Adrián, asintió suavemente, su sonrisa llena de complicidad. —Entonces, tómame, Adrián. Soy tuya, ahora y siempre.

Con esas palabras, cualquier contención se desvaneció. La pasión los consumió por completo mientras sus cuerpos se unían en un acto que era tanto físico como espiritual. Cada movimiento, cada caricia, estaba cargado de amor y deseo, una necesidad incontrolable de estar juntos, de sentirse, de amarse.

Los gemidos y suspiros llenaron el pequeño baño, un testamento de la intensidad de su conexión. Lizzy sintió cómo el mundo a su alrededor se desvanecía, dejándola solo con Adrián, en un lugar donde solo existían ellos dos, donde nada más importaba. Era un lugar de pura felicidad, donde su amor brillaba más que cualquier otra cosa.

Cuando finalmente llegaron al clímax, sus cuerpos temblaron juntos, abrazándose como si nunca quisieran separarse. Sus respiraciones eran erráticas, pero sus corazones latían al unísono, llenos de amor y satisfacción.

Adrián la sostuvo con fuerza, sus labios rozando suavemente la frente de Lizzy mientras ambos intentaban recuperar el aliento. —Eres todo para mí, Lizzy —murmuró suavemente, su voz llena de emoción—. No hay nada ni nadie que pueda separarnos.

Lizzy, con una sonrisa suave y satisfecha, levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, sus propios ojos llenos de amor. —Y tú eres mi todo, Adrián. Siempre lo serás.

Ambos se quedaron allí, abrazados en la intimidad del baño, disfrutando de la calidez y cercanía del otro. Sabían que eventualmente tendrían que volver a la fiesta, enfrentar las preguntas de sus amigos, pero en ese momento, no había nada más importante que el amor que compartían.

Mientras tanto, en la sala principal, sus amigos seguían preguntándose dónde estaban, pero en el fondo, todos sabían la respuesta. Adrián y Lizzy estaban juntos, como siempre, viviendo su propio cuento de hadas, donde la pasión y el amor eran los protagonistas indiscutibles.

Adrián respiraba profundamente, todavía sintiendo el calor del cuerpo de Lizzy pegado al suyo. La intensidad del momento recién compartido los había dejado a ambos con las pulsaciones aceleradas. Mientras intentaba recuperar la compostura, Lizzy, con una sonrisa traviesa, se acercó y comenzó a arreglarle la bragueta del pantalón, sus dedos rozando su piel de una manera que solo avivaba el fuego que acababa de desatarse entre ellos.

—Mira nada más cómo te he dejado —le susurró, con un tono que mezclaba picardía y ternura. Sus labios se acercaron a su cuello, depositando un beso suave, pero cargado de intenciones. La calidez de su aliento hizo que Adrián cerrara los ojos por un instante, disfrutando del momento, deseando que no terminara nunca.

Lizzy se apartó apenas un poco, dejando que sus labios rozaran su oído mientras murmuraba: —Oh, no creo que puedas aguantar otra erección por mi culpa... —Su voz era un susurro sensual, una mezcla perfecta de desafío y promesa. Luego, antes de que Adrián pudiera reaccionar, Lizzy lo besó con una pasión renovada, sus labios moviéndose sobre los suyos con una intensidad que parecía no tener fin. El beso era profundo, lleno de la electricidad de lo prohibido, de lo urgente, de la necesidad que no podía ser contenida.

Adrián, atrapado entre el deseo de detenerla y el deseo de rendirse completamente a ella, finalmente cedió, envolviendo su brazo alrededor de su cintura, acercándola más a él. Sus labios respondieron a los de Lizzy con igual fervor, sintiendo que cada beso, cada caricia, era como un sello de la conexión irrompible que compartían.

Pero Lizzy, siempre la más astuta, fue la que rompió el beso primero, mordiéndose ligeramente el labio mientras lo miraba con esos ojos llenos de travesura y deseo.

—Creo que ya hemos tenido suficiente diversión por ahora... —dijo con una sonrisa, dándole un suave empujón en el pecho para apartarlo un poco.

Adrián la miró, aún con la respiración entrecortada, y no pudo evitar sonreír ante la increíble capacidad de Lizzy para mantener el control, incluso en los momentos más intensos.

—No juegues conmigo, Lizzy —le susurró, con un tono entre serio y divertido, mientras sus dedos se deslizaban por su espalda, trazando líneas invisibles en su piel.

Lizzy se rió suavemente, una risa que parecía resonar en toda la habitación, aunque solo ellos dos podían escucharla. —No estoy jugando, Adrián... Solo estoy disfrutando de lo que es nuestro secreto —le guiñó un ojo y, con un último beso rápido en los labios, se apartó de él, caminando hacia la puerta con esa gracia natural que siempre la caracterizaba.

Adrián se quedó ahí, observando cómo Lizzy salía del baño, sus pasos firmes y seguros, con esa energía que lo había atrapado desde el primer día. Tomó un momento para arreglarse la camisa y asegurarse de que no había señales demasiado obvias de lo que había sucedido. Pero, por dentro, sabía que esa pasión, esa intensidad que Lizzy despertaba en él, era algo que jamás podría esconder del todo.

Mientras tanto, en la sala, la fiesta continuaba. Karime, Gomita, Arath, Ricardo y Mario estaban sentados juntos, compartiendo risas y bebidas, mientras hablaban sobre viejos tiempos y anécdotas que provocaban carcajadas entre ellos. Era un grupo variado, pero unido, cada uno de ellos contribuyendo con su propia chispa a la conversación.

Brigitte y Sian estaban en la pista de baile, moviéndose al ritmo de la música. Sian, aunque normalmente reservado, había encontrado en Brigitte a alguien con quien podía soltarse un poco, y la energía entre ellos era palpable. Brigitte se movía con gracia, sus ojos brillando con diversión mientras Sian la seguía, encantado por la forma en que ella dominaba cada paso.

Gala, por su parte, estaba más apartada, sus ojos siguiendo cada movimiento de Lizzy y Adrián con una mezcla de celos y curiosidad. Aunque trataba de mantener su compostura, no podía evitar sentir una punzada de envidia al ver cómo Adrián parecía perderse en Lizzy, cómo sus miradas y gestos eran solo para ella. Sin embargo, no quería quedarse fuera de la diversión, y encontró en Agustín un compañero dispuesto a coquetear con ella. Agustín, siempre atento y encantador, no tardó en captar su interés, y pronto ambos estaban en una conversación animada, con risas y comentarios que disimulaban las verdaderas intenciones que ambos tenían.

Cuando Lizzy finalmente regresó a la sala, todos levantaron la mirada. Con una naturalidad que solo ella podía manejar, se acercó al grupo de amigos que estaban tomando y se sentó junto a ellos, sonriendo ampliamente como si nada hubiera pasado. Pero la manera en que se arreglaba discretamente el cabello y ajustaba el escote de su vestido no pasó desapercibida para nadie, y mucho menos para Arath y Mario, quienes intercambiaron una mirada cómplice.

—¿Y tú? ¿Dónde te habías metido? —preguntó Mario, alzando una ceja mientras le ofrecía una copa.

Lizzy tomó la copa y sonrió, dando un pequeño sorbo antes de responder con un tono inocente: —Solo necesitaba un pequeño descanso. Nada del otro mundo.

Arath, siempre el protector, se inclinó hacia ella, observándola con una mezcla de cariño y diversión. —¿Un descanso? —repitió, claramente escéptico, pero sin perder la sonrisa.

Lizzy rió suavemente, dándole un pequeño empujón en el brazo. —Sí, un descanso. A veces las fiestas pueden ser un poco abrumadoras, ¿no crees?

Gomita, que estaba sentada al otro lado de la mesa, no pudo evitar unirse a la conversación. —¿Seguro que fue solo un descanso, Lizzy? —preguntó, sus ojos brillando de curiosidad mientras todos los demás reían.

Lizzy se encogió de hombros, manteniendo su expresión tranquila y misteriosa. —¿Qué más podría haber sido?

Pero antes de que alguien pudiera responder, Adrián apareció de nuevo en la sala, arreglándose casualmente la camisa y el cabello mientras se unía a la conversación. La sonrisa en su rostro era despreocupada, pero había algo en sus ojos que delataba la verdad. Se acercó a la mesa y se sentó al lado de Lizzy, quien le lanzó una mirada que solo él entendía.

—¿Te perdiste algo interesante? —preguntó Arath, fingiendo ignorancia mientras le daba una palmada en la espalda.

Adrián sonrió y negó con la cabeza. —No, nada importante —respondió, tomando un trago de su copa.

Lizzy, que seguía sonriendo con esa expresión inocente, no pudo evitar añadir: —Solo estábamos tomando un pequeño respiro, ¿verdad, Adrián?

Adrián le lanzó una mirada rápida, su sonrisa creciendo un poco más. —Sí, solo un pequeño respiro —confirmó, aunque ambos sabían que lo que habían compartido en ese baño era mucho más que eso.

Karime, que había estado observando toda la escena en silencio, no pudo evitar soltar una carcajada. —Ustedes dos siempre tienen los mejores secretos —comentó, alzando su copa en un gesto de brindis.

—Bueno, algunos secretos son demasiado buenos para compartirlos —respondió Lizzy, alzando su copa también, su mirada fija en Adrián mientras ambos brindaban en silencio, con una conexión que todos a su alrededor podían sentir.

Mientras todos volvían a sus conversaciones, risas y música, Lizzy y Adrián sabían que, aunque el momento había pasado, el fuego entre ellos seguía ardiendo. Y mientras la noche continuaba, ambos sabían que el deseo y la pasión que compartían no se apagarían fácilmente, sino que los seguirían como una llama constante, siempre listos para encenderse de nuevo, en cualquier momento y en cualquier lugar.

Gala, aunque todavía estaba con Agustín, no podía dejar de observar a Lizzy y Adrián de reojo, con una mezcla de envidia y fascinación. Mientras tanto, Karime, Gomita, Arath, Ricardo y Mario seguían tomando, disfrutando de la noche y de la compañía, mientras compartían anécdotas y bromas que mantenían el ambiente ligero y festivo.

Brigitte y Sian continuaban bailando, perdiéndose en la música y en la compañía del otro, mientras Gala, aunque seguía coqueteando con Agustín, no podía evitar sentirse algo desplazada por la fuerte conexión entre Lizzy y Adrián.

Lizzy, siempre consciente de su entorno, no dejaba que nada la afectara. Sabía lo que tenía con Adrián, y eso le bastaba. Había algo tan poderoso, tan inexplicable, en la conexión que compartían, que no necesitaba la aprobación de nadie más. Cada mirada que compartían, cada roce aparentemente casual, estaba cargado de promesas no dichas y deseos ocultos. Lizzy podía sentir cómo los ojos de Gala seguían posándose sobre ellos, pero no le importaba. Para ella, lo único que importaba era lo que sentía en ese momento, y esa certeza la hacía invulnerable a las inseguridades ajenas.

Mientras la noche avanzaba, Lizzy se entregaba al ambiente festivo, riendo y charlando con sus amigos, pero en el fondo, una parte de ella estaba completamente enfocada en Adrián. Él también, aunque participaba en las conversaciones y se unía a las risas, mantenía su atención dividida. Sabía que lo que habían compartido antes en el baño no era suficiente, que necesitaba más de ella, más de esa conexión que lo hacía sentirse vivo. Cada palabra que Lizzy pronunciaba, cada sonrisa que le dirigía a alguien más, solo aumentaba su deseo, lo volvía más impaciente, más ansioso por tenerla de nuevo.

Los dos eran expertos en disimular, en esconder lo que realmente sentían, pero esa noche, la tensión entre ellos era palpable. Lizzy podía sentir el calor de la mirada de Adrián sobre ella, podía percibir cómo sus ojos la seguían con una mezcla de necesidad y adoración, y eso solo intensificaba su propio deseo. Sabía que él la deseaba, pero también sabía que lo hacía de una manera que iba más allá de lo físico. Adrián la adoraba en cuerpo y alma, y esa adoración era tan embriagadora como peligrosa.

Finalmente, cuando la noche parecía estar en su punto más álgido, Lizzy decidió tomar la iniciativa. Sabía que si seguía jugando con fuego, ambos acabarían quemados, pero no podía resistir la tentación. Así que, con una sonrisa provocativa y un gesto casi imperceptible, se levantó de la mesa, haciéndole un sutil gesto a Adrián para que la siguiera. Él lo hizo, sin hacer preguntas, sabiendo que no podría resistirla ni un segundo más.

Lizzy cerró la puerta de la habitación Mar detrás de ellos, sus ojos brillando con una mezcla de travesura y deseo que hacía que el corazón de Adrián latiera con fuerza en su pecho. El ambiente en la habitación era íntimo, con la luz suave filtrándose a través de las cortinas, creando un aura de misterio y tentación. Lizzy, consciente del efecto que tenía sobre Adrián, caminó lentamente hacia él, sus caderas moviéndose de manera hipnótica, capturando toda su atención.

La habitación Mar estaba envuelta en una penumbra acogedora, con las cortinas cerradas dejando pasar solo un débil resplandor de la luz de la luna. Lizzy y Adrián estaban solos en ese rincón oculto, lejos de las miradas curiosas de la fiesta que aún se celebraba en la casa. La atmósfera estaba cargada de una intensidad palpable, con el aire vibrando con la anticipación de lo que estaba por venir.

Lizzy se movió lentamente hacia Adrián, sus caderas oscilando con una sensualidad que le hizo perder el aliento. La forma en que la luz iluminaba su figura, el brillo en sus ojos y la forma en que su piel se iluminaba sutilmente con cada movimiento, hacían que Adrián se sintiera completamente atrapado por ella. Cada paso que daba parecía aumentar el deseo en sus ojos, su respiración cada vez más pesada mientras sentía el calor de su cuerpo cerca del suyo.

Adrián la miraba con una mezcla de admiración y deseo, sus ojos recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Cuando Lizzy se detuvo frente a él, comenzó a desabrochar lentamente su blusa, sus dedos moviéndose con un ritmo deliberado. Cada botón que desabrochaba parecía ser un pequeño tormento para Adrián, su cuerpo tenso con la anticipación de lo que estaba por venir. La blusa cayó al suelo, dejando su piel desnuda expuesta a sus ojos ardientes.

—Recuerdo que me dijiste que me harías un baile sensual como enfermero sexy —murmuró Lizzy, sus labios curvándose en una sonrisa traviesa mientras sus ojos se encontraban con los de Adrián—. Pero creo que yo puedo darte algo mejor.

Adrián la observaba con una mezcla de adoración y deseo incontrolable. Su respiración se aceleró mientras veía cómo Lizzy se movía lentamente, desabrochando su pantalón con la misma lentitud provocativa. Cuando finalmente se lo quitó, lo dejó caer al suelo junto con su blusa, y ambos estaban completamente desnudos, su ropa esparcida por la habitación en un desorden provocador.

Lizzy sonrió, sus ojos brillando con una intensidad que hacía que Adrián se sintiera completamente atrapado por ella. Se acercó a él, sus manos moviéndose por su cuerpo desnudo, sintiendo la textura de su piel bajo sus dedos. La pasión y el deseo estaban a flor de piel, y la forma en que Lizzy lo tocaba, lo acariciaba y lo miraba, hacía que Adrián se sintiera completamente perdido en el momento.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Lizzy, su voz seductora mientras empezaba a moverse con una gracia sensual que hacía que Adrián temblara de deseo. Cada movimiento, cada curva de su cuerpo parecía estar diseñada para provocarlo, para tentarlo.

Adrián dejó escapar un gemido bajo, su cuerpo reaccionando a cada toque, a cada caricia de Lizzy. La intensidad de su deseo era palpable, sus manos moviéndose por su cuerpo, acariciando cada rincón de su piel con una urgencia que dejaba claro cuánto la deseaba. Sus ojos se encontraron con los de Lizzy, su mirada llena de necesidad y devoción.

—Me encanta lo que veo... —murmuró Adrián, su voz ronca de deseo mientras sus labios se movían por su cuello, descendiendo lentamente por su cuerpo desnudo. Cada beso, cada caricia estaba cargada de una pasión que hacía que Lizzy se estremeciera, su respiración cada vez más pesada mientras disfrutaba del contacto de Adrián.

Lizzy se inclinó hacia él, sus labios rozando los de Adrián mientras le susurraba al oído—. Oh, mejor te lo puedo hacer yo... —su voz era suave y seductora, cargada de una promesa que hacía que el deseo de Adrián creciera aún más—. Digo, si estabas tan celoso, puedo recompensarte. Después de todo, soy tuya, ¿no es así?

Adrián asintió, su cuerpo temblando de deseo mientras lo miraba. Sus manos se movieron hacia su rostro, acariciando su mejilla con una ternura que contrastaba con la intensidad de su deseo. La pasión en sus ojos era evidente, y sus palabras se mezclaban con la urgencia que sentía por tenerla cerca, por sentirla en su piel.

—Siempre has sido mía, Lizzy —respondió con una voz cargada de emoción y necesidad, mientras comenzaba a desabotonar su camisa con una rapidez desesperada. Cada botón que se deshacía lo hacía sentir más cerca de ella, más cerca de la satisfacción que tanto anhelaba.

Cuando Adrián estuvo completamente desnudo, Lizzy se acercó a él, sus manos moviéndose con suavidad por su cuerpo, acariciando cada músculo, cada línea de su piel. La urgencia y el deseo se mezclaban en sus movimientos, y cuando finalmente se inclinó sobre él, ambos estaban completamente despojados de cualquier barrera física entre ellos.

Lizzy se movió con una sensualidad que hizo que Adrián sintiera una oleada de placer recorrer su cuerpo. Sus manos acariciaron su piel, sus labios se movieron por su cuello, dejando un rastro de besos ardientes que lo hicieron estremecerse. Cada caricia, cada beso estaba cargado de una pasión que hacía que el deseo de ambos creciera con cada segundo que pasaba.

—No sabes cuánto te deseo... —murmuró Adrián, su voz ronca y cargada de emoción mientras sus labios se movían por su clavícula, descendiendo lentamente por su cuerpo—. Te necesito, Lizzy. No puedo controlarme cuando estoy cerca de ti. Te amo en cuerpo y alma... y cuando bailas así, me vuelves loco.

Lizzy gimió ante sus palabras, sintiendo una oleada de placer recorrer su cuerpo. La pasión en sus ojos, el deseo en su voz, todo estaba dirigido a ella, y sabía que este momento quedaría grabado en su memoria para siempre. La intensidad del deseo que ambos sentían era abrumadora, y no había nada que pudiera interponerse entre ellos.

Adrián la levantó ligeramente, recostándola suavemente sobre la cama mientras sus labios se movían por su pecho, dejando un rastro de besos ardientes que la hicieron arquear la espalda. Cada caricia, cada beso estaba cargado de una mezcla de amor y deseo que hacía que Lizzy se sintiera completamente atrapada en el momento. Se movió sobre él con una urgencia que hizo que su respiración se acelerara aún más, sus cuerpos moviéndose al unísono, como si estuvieran hechos para encajar a la perfección.

Lizzy se inclinó hacia él, sus labios rozando los suyos mientras le susurraba—. ¿Viste que soy tuya? —su voz era suave pero cargada de deseo mientras sus ojos se encontraban con los de Adrián, una sonrisa traviesa en sus labios—. Pero recuerda, esto es solo nuestro secreto.

Adrián sonrió contra sus labios, su respiración igual de pesada mientras la abrazaba con fuerza—. Un secreto que no quiero compartir con nadie más... —murmuró, devolviéndole el beso con una intensidad que dejaba claro que, para él, Lizzy era más que un simple deseo; era una necesidad, una parte esencial de su vida.

Lizzy rió suavemente, sintiendo una oleada de satisfacción por tener ese poder sobre él. Se levantó lentamente, ajustando su ropa mientras le daba un último vistazo a Adrián, aún tendido en la cama, observándola con una mezcla de adoración y deseo que hizo que su corazón latiera con fuerza. Se inclinó hacia él para darle un último beso, esta vez suave y lleno de promesas.

—Creo que puedo recompensarte más tarde... —le susurró juguetonamente al oído antes de besarle suavemente el cuello—. Pero solo si eres un buen chico.

Adrián rió suavemente, sus ojos brillando con un deseo que aún no se había saciado del todo—. Eres un demonio, Lizzy... —murmuró, devolviéndole el beso con una intensidad que dejaba claro que, para él, Lizzy era todo lo que había estado esperando.


Lizzy ajustó rápidamente su ropa, asegurándose de que todo estuviera en su lugar antes de salir de la habitación. Mientras regresaba a la sala principal de la fiesta, no pudo evitar la sonrisa coqueta que se dibujaba en sus labios, una sonrisa que reflejaba el secreto compartido y la pasión que había experimentado con Adrián. Cada paso que daba estaba lleno de una sensualidad sutil, una promesa de lo que había ocurrido y de lo que aún podía suceder.

En la sala, Gala estaba coqueteando con Agustín, Briggitte bailaba con Sian, Karime estaba bebiendo con Gomita, y Mario y Arath estaban disfrutando del ambiente. La música y el murmullo de las conversaciones creaban una atmósfera vibrante, pero para Lizzy, todo parecía desvanecerse a medida que su mirada buscaba a Adrián.

Cuando lo encontró al otro lado del salón, su corazón dio un pequeño salto. Adrián estaba en medio de la sala, su presencia dominante y su mirada fija en ella. Había tomado un momento para arreglarse el pantalón, su actitud tranquila y segura contrastando con la intensidad de su deseo reciente. La forma en que se movía, ajustando su ropa con una elegancia casual, solo aumentaba la sensación de complicidad entre ellos.

Lizzy se movió hacia la esquina del salón, su mirada fija en Adrián. Desde allí, lo observó con una sonrisa juguetona, su expresión un reflejo del secreto que compartían. Los ojos de Adrián se encontraron con los de ella, y la intensidad de su mirada hizo que Lizzy sintiera un cosquilleo en su interior. Era como si el resto del mundo hubiera desaparecido, dejándolos a ellos dos en su propio universo.

Adrián le dedicó una sonrisa cargada de complicidad, una sonrisa que hablaba de su respeto y admiración por ella. Se acomodó el pantalón con una elegancia que parecía no tener prisa, como si quisiera tomarse su tiempo para disfrutar de ese momento íntimo entre ellos. La forma en que se movía, cada gesto y cada mirada, demostraban que estaba completamente inmerso en el momento compartido.

Lizzy continuó mirándolo con una mezcla de deseo y satisfacción, su sonrisa coqueta creciendo a medida que sentía la intensidad de su mirada. El secreto que compartían era palpable en el aire, una conexión que solo ellos dos podían entender. Aunque estaban rodeados de amigos y conocidos, el vínculo entre ellos era lo único que importaba en ese momento.

La noche continuaba en la fiesta, pero para Lizzy y Adrián, el bullicio y el ruido se desvanecían ante la intensidad de su conexión. La música y las risas eran solo un eco lejano mientras la pareja se sumía en el secreto compartido que solo ellos podían entender.

La fiesta en la casa de los famosos estaba en pleno apogeo. La música, las risas y el bullicio llenaban cada rincón, pero para Adrián y Lizzy, la noche prometía ser mucho más privada y ardiente. Mientras la casa se llenaba de vida, ellos encontraron una oportunidad para escapar del frenesí y dirigirse hacia el cuarto Tierra, un espacio íntimo y apartado donde podrían explorar su conexión en la más absoluta privacidad.

La noche había comenzado en el baño. Lizzy, envuelta en una toalla blanca con su nombre bordado, se había refugiado en una de las duchas mientras Adrián, con una mezcla de deseo y protección, la había rodeado. La toalla no solo le ofrecía una protección física contra el frío ambiente, sino también una barrera contra las miradas indiscretas. Adrián la había envuelto con cuidado, asegurándose de que nadie pudiera verla más allá de él mismo. La toalla se convirtió en un símbolo de su deseo de mantenerla segura y lejos de los ojos curiosos. Su pasión había estallado entre abrazos y besos ardientes, mientras Adrián, con un fervor de celos y amor, la protegía de cualquier invasión externa.

Posteriormente, se habían trasladado a la habitación Mar, donde la noche continuó con un ardor similar. La habitación estaba impregnada de una sensualidad palpable, gracias al baile provocador de Lizzy. Adrián había tapado a Lizzy con el acolchado de la cama, no solo para mantenerla cálida, sino también para proteger su intimidad de las miradas ajenas. En ese espacio, donde el deseo y el amor se entrelazaban, Adrián había mostrado su deseo de mantener a Lizzy solo para él. Su baile de strippers había sido un espectáculo que lo había dejado sin aliento, y la noche había transcurrido con un fervor que solo aumentó su deseo por ella.

En la noche que se había iniciado con una fiesta de vikingos, la atmósfera en el cuarto Tierra era completamente diferente. La habitación, decorada con colores cálidos y una gran cama cubierta con sábanas de seda, se había convertido en el escenario de una pasión desbordante. Lizzy y Adrián estaban listos para explorar su conexión en un nivel aún más profundo.

La transición de la fiesta al cuarto Tierra había sido rápida pero cargada de anticipación. Lizzy, con una sonrisa provocativa y su cuerpo desnudo iluminado por la suave luz de la habitación, se deslizaba sobre la cama con una elegancia que hacía que el deseo de Adrián se intensificara. Cada movimiento de su cuerpo era una promesa de lo que estaba por venir, y Adrián estaba decidido a cumplir cada una de esas promesas.

Lizzy se acomodó en la cama, su piel desnuda se contraía con cada toque de las sábanas de seda. Sus ojos brillaban con una mezcla de expectación y deseo, mientras observaba a Adrián desnudarse con una velocidad deliberada. Su cuerpo musculoso y fuerte era una visión que aumentaba la intensidad del deseo que sentía. Cuando finalmente se despojó de toda su ropa, Lizzy no pudo evitar admirar la perfección de su físico, cada músculo tenso con la anticipación del acto que estaban a punto de compartir.

Adrián se acercó a ella con una determinación ardiente. Sus ojos reflejaban la pasión y el amor que sentía por Lizzy, y su voz grave y cargada de deseo resonó en la habitación mientras le hablaba.

—La tercera es la vencida, mi amor —murmuró, sus labios rozando la piel de Lizzy con una delicadeza que contrastaba con la intensidad de su deseo. —Voy a darte el placer que te mereces, el que tú me diste en el baño y en el cuarto Mar. Esta noche, eres mía por completo.

Lizzy, con su piel aún encendida por el deseo, se dejó llevar por las caricias de Adrián. Sus manos exploraban cada rincón de su cuerpo, tocando y acariciando con una devoción que revelaba cuánto la amaba. La forma en que sus dedos se movían sobre su piel, cómo se detenían en los lugares que sabían que la hacían gemir, era una muestra de su profunda conexión.

Adrián comenzó a besar a Lizzy con una ternura apasionada, sus labios tocando cada centímetro de su piel. Cada beso era una promesa, una declaración de amor y deseo que estaba destinado a intensificar su experiencia. Sus manos se movían con una precisión experta, tocando y acariciando con una intensidad que estaba diseñada para llevarla al borde del éxtasis.

La forma en que su lengua se deslizó por la entrepierna de Lizzy era un testimonio de su devoción. Cada movimiento estaba cargado de una pasión que hacía que Lizzy se estremeciera de placer. Sus gemidos llenaban la habitación, un reflejo de la intensidad del placer que estaba sintiendo. Lizzy se agarraba de las sábanas con fuerza, sus dedos enterrándose en el tejido mientras se entregaba completamente a la experiencia.

Adrián estaba decidido a darle a Lizzy todo el placer que ella merecía. Su lengua recorría su piel con una fervorosa dedicación, y sus movimientos eran cada vez más intensos. Se aseguraba de que cada caricia, cada beso, estuviera diseñado para intensificar su disfrute. La forma en que se movía sobre ella, cómo sus labios y lengua trabajaban en su piel, era una prueba de la conexión profunda que compartían.

Lizzy, completamente entregada a la experiencia, comenzó a respirar con dificultad mientras el placer la envolvía. Sus gemidos se volvían cada vez más intensos, y su cuerpo se contorsionaba en respuesta a las caricias de Adrián. La forma en que se agarraba de su pelo, cómo sus uñas se hundían en su piel, era una muestra de cuánto deseaba más.

Con una voz dulce pero cargada de necesidad, Lizzy comenzó a llamar a Adrián, pidiéndole más. Su tono estaba lleno de una desesperación tierna y ardiente, una súplica que resonaba con el deseo más profundo.

—Adrián... más, por favor... —su voz temblaba con la intensidad del deseo que sentía. —Necesito más...

Adrián sonrió al escuchar su súplica, sus labios rozando su piel con una ternura que se combinaba con el deseo. Aumentó el ritmo de sus caricias, moviéndose más rápido y con más intensidad, su lengua recorriendo su cuerpo con una fervorosa pasión.

La conexión entre ellos se volvía cada vez más intensa. Adrián no solo estaba enfocado en darle placer a Lizzy, sino también en proteger su intimidad. Había cuidado de que las cámaras del reality no capturaran ni un solo momento de su conexión privada. En el baño, la había cubierto con su toalla para preservar su privacidad. En el cuarto Mar, había hecho lo mismo, cubriéndolos con el acolchado de la cama para asegurarse de que nadie pudiera verlos.

Ahora, en el cuarto Tierra, la protección era igualmente meticulosa. Las sábanas y almohadas estaban dispuestas de manera estratégica, asegurando que nada quedara expuesto a las cámaras. Adrián se aseguraba de que su amor y devoción estuvieran reflejados en cada detalle, protegiendo a Lizzy de cualquier exposición y garantizando que su experiencia fuera completamente privada y especial.

Mientras la noche continuaba, Adrián y Lizzy se entregaban el uno al otro con una intensidad que solo ellos podían compartir. Cada movimiento, cada caricia, estaba cargado de una pasión y un amor que iba más allá de lo físico. Adrián, con su devoción y su protección, había creado una noche inolvidable para Lizzy, y la pasión que compartieron en el cuarto Tierra sería un recuerdo imborrable de su conexión profunda.

Lizzy, abrazada a Adrián mientras el placer se apoderaba de ella, sabía que su relación era más profunda y significativa que cualquier otra cosa. La noche en el cuarto Tierra había sido un testimonio de su amor y deseo, y la conexión entre ellos se había vuelto aún más fuerte. Adrián, con su amor y su protección, había demostrado una vez más cuánto significaba Lizzy para él, y la pasión que compartieron sería un recuerdo preciado para ambos.

En el cuarto Tierra, la noche se cargaba de una intensidad y una pasión que trascendían los límites habituales. La habitación, decorada con tonos cálidos y una cama grande y lujosa, estaba lista para recibir el clímax de su amor. Lizzy, con una sonrisa traviesa en los labios, se deslizó hacia la cama, su cuerpo desnudo relucía bajo la luz suave que iluminaba el cuarto. Su movimiento era una promesa de lo que estaba por venir, un preludio de la pasión que estaba a punto de desatarse.

Adrián, con los sentidos agudizados por el deseo, la observaba con una intensidad que hacía que su corazón latiera con fuerza. La forma en que Lizzy se movía, con su cuerpo esculpido y sus curvas que invitaban a la exploración, lo atrapaba en una ola de deseo. La pasión entre ellos era palpable, y Adrián sentía una necesidad urgente de tenerla completamente para él.

—Lizzy —dijo Adrián, su voz cargada de deseo mientras se acercaba a ella—, me has llevado al límite con lo que hiciste en el baño y en el cuarto Mar. Ahora, en esta habitación, quiero que seas completamente mía.

Lizzy, sus ojos llenos de un deseo ardiente, lo miró con una intensidad que hizo que Adrián sintiera una oleada de anticipación. Su cuerpo estaba en llamas, y la forma en que lo miraba le hizo saber que ella también estaba ansiosa por lo que estaba por suceder. Con un gesto sensual, Lizzy se inclinó hacia él, sus manos acariciando su pecho con una ternura que contrastaba con la intensidad de su deseo.

—Hazme tuya, Adrián —suplicó Lizzy, su voz un susurro cargado de pasión. —Quiero sentirte dentro de mí. Necesito que me des todo lo que tienes, que me hagas sentir como nunca antes.

Adrián, sorprendido y encantado por la intensidad de su petición, la observó con admiración. La forma en que Lizzy lo miraba, con una mezcla de desesperación y deseo, lo atrapaba completamente. Su corazón se aceleró, y la urgencia en su voz hizo que su deseo por ella creciera aún más. Se inclinó hacia ella, sus labios encontrando los de ella en un beso profundo y apasionado. La electricidad entre ellos era palpable, y la forma en que sus cuerpos se rozaban creaba una atmósfera cargada de anticipación.

En el cuarto Tierra, la atmósfera estaba cargada de una tensión que parecía casi palpable. El eco lejano de la fiesta de vikingos se desvanecía en el aire, dejando solo a Adrián y Lizzy inmersos en una burbuja de pasión y deseo que desafiaba el mundo exterior. La habitación era su santuario, el escenario de una conexión ardiente que parecía ser lo único real en ese momento.

La gran cama, lujosa y desordenada, reflejaba el frenético ritmo de sus cuerpos entrelazados. Las sábanas, arrugadas y desordenadas, eran testigos de la intensidad y el deseo que los unía. Lizzy y Adrián se movían con una sincronización perfecta, cada movimiento una expresión de la conexión profunda que compartían.

Lizzy, completamente absorbida por la pasión del momento, se aferró a los cabellos de Adrián con una intensidad que revelaba cuánto lo deseaba. Sus dedos se hundían en su cabello con una necesidad desesperada, tirando de él hacia ella con una urgencia que hablaba de su deseo incontrolable. Sus rostros estaban tan cerca que sus alientos se entrelazaban, mezclándose en una danza cálida de intimidad. Sus labios se encontraron en un beso que era una mezcla de desesperación y anhelo, una manifestación de la profundidad de su amor.

—Adrián... —murmuró entre besos, su voz quebrada por la intensidad del deseo y el miedo. —Te necesito ahora, más que nunca. No puedo soportar la idea de perderte. Quiero que me hagas sentir todo lo que llevas dentro, con toda la fuerza y la pasión que puedas. Hazme tuya, aquí y ahora. Necesito que seas tan fuerte y tan rudo como lo deseas. ¡Hazlo!

La intensidad de su súplica estaba cargada de una emoción cruda y desesperada. La necesidad en sus palabras, la urgencia en su voz, era palpable. Adrián, sorprendido por la intensidad de su petición, sintió un nudo en el estómago. La pasión que emanaba de Lizzy, la desesperación en sus ojos, lo conmovía profundamente. Sabía que debía responder a su llamado de manera que igualara su deseo.

Moviéndose con una decisión firme, Adrián intensificó sus movimientos. Su cuerpo se movía dentro de ella con una fuerza y una intensidad que reflejaban cuánto la deseaba. Cada embestida era un acto de devoción y deseo ardiente, diseñado para darle a Lizzy el máximo placer. Sus movimientos eran más rápidos, más fuertes, impregnados de una pasión que parecía desbordarse. Su ritmo se volvía cada vez más frenético, cada penetración era una manifestación de su amor profundo.

Lizzy, temblando de deseo y ansiedad, se aferraba a él con una desesperación palpable. Sus manos se aferraban a su piel, sus uñas marcaban su posesión en cada centímetro de él. Cada rasguño, cada marca, era una declaración de su amor y deseo, una forma de dejar una huella en la memoria de este momento compartido. Su cuerpo se movía con una necesidad desesperada, buscando en cada caricia y cada beso la seguridad de que Adrián estaba completamente con ella.

Adrián, asimilando la urgencia en la voz de Lizzy, se movía con una intensidad que desafiaba cualquier barrera. Sus embestidas se volvieron más fuertes, su ritmo más implacable. La forma en que Lizzy respondía a sus caricias, cómo su cuerpo se arqueaba hacia él con cada penetración, hacía que Adrián se sintiera aún más apasionado. Cada gemido de Lizzy, cada susurro de placer, lo impulsaba a dar más de sí mismo.

La habitación estaba llena de gemidos y susurros, una sinfonía de placer y pasión. Lizzy, normalmente dominante, ahora se entregaba completamente a la dirección de Adrián. Su cuerpo se movía al ritmo de sus embestidas, cada gemido y cada movimiento era una confirmación de cuánto disfrutaba de lo que estaban compartiendo. La forma en que su cuerpo se contorsionaba en respuesta a las caricias de Adrián era una prueba de la conexión profunda y ardiente que compartían.

—Eres mío, Lizzy —murmuró Adrián con una voz cargada de emoción, mientras sus movimientos se volvían más intensos. —Eres todo para mí, y haré todo lo que me pidas. No hay nada que desee más que hacerte sentir bien.

Lizzy, con un gemido de placer que parecía casi desesperado, respondió con una pasión que no podía ser contenida. Sus manos se aferraban a él con una necesidad desesperada, sus labios encontraban los suyos en un beso cargado de urgencia. Cada caricia, cada beso, cada movimiento, estaba impregnado de una pasión que parecía desafiar cualquier límite.

A medida que la noche avanzaba, la intensidad del momento alcanzaba nuevas alturas. Lizzy y Adrián estaban completamente absorbidos el uno en el otro, sus cuerpos se movían en una sincronización perfecta que reflejaba su conexión profunda. La pasión y el deseo se manifestaban en cada toque, en cada gemido, en cada susurro. Adrián, con una fuerza y una determinación que no había mostrado antes, se aseguraba de que cada instante fuera una manifestación de su amor y devoción.

Finalmente, la pasión alcanzó su clímax. Ambos estaban exhaustos pero completamente satisfechos, la habitación llena de un silencio cargado de amor y deseo. Adrián y Lizzy, abrazados en la cama, sabían que su amor era fuerte y que, aunque la separación estaba en el horizonte, su relación había sido reforzada por la pasión y la devoción compartida en esa noche especial.

Lizzy, con su cuerpo aún temblando por la intensidad del placer, miró a Adrián con una mezcla de amor y desesperación. La noche en el cuarto Tierra había sido una culminación de su amor y deseo, y mientras se abrazaban en la cama, sabían que lo que compartían era algo que iría más allá de las cámaras y de cualquier desafío que el futuro pudiera traer.

Adrián, con una sonrisa llena de amor y una mirada que reflejaba su profunda conexión con Lizzy, se inclinó hacia ella. Sus labios encontraron los de ella en un beso tierno pero cargado de emoción, un beso que era una promesa de lo que estaba por venir. Lizzy, con una última ola de placer que la envolvía, se entregó completamente a la experiencia, sabiendo que su amor por Adrián era una constante que los acompañaría a lo largo de cualquier desafío que el futuro pudiera traer.

—Te amo más de lo que puedo expresar —dijo Adrián, su voz llena de emoción mientras su cuerpo continuaba moviéndose con pasión.

—Te amo también —respondió Lizzy, su voz quebrada por la intensidad del momento, mientras se aferraba a él con una necesidad desesperada. —Y siempre estaré aquí esperándote, sin importar lo que pase. Este momento es nuestro, y nada lo cambiará.

Ambos se acurrucaron en la cama, el silencio que los rodeaba estaba lleno de una conexión profunda y duradera. Sabían que, aunque el futuro era incierto, su amor era una constante que los acompañaría a lo largo de cualquier desafío que se presentara. En el cuarto Tierra, bajo las sábanas arrugadas y en el abrazo cálido de la noche, Adrián y Lizzy encontraban un refugio en el amor que se habían prometido, un amor que prometía sobrevivir a cualquier adversidad.

En el vestuario, después de su intensa y apasionada unión en la habitación Tierra, Adrián y Lizzy estaban inmersos en una atmósfera de satisfacción y anticipación. La atmósfera en el vestuario estaba cargada de una vibrante energía, una mezcla palpable de amor y deseo que parecía llenar cada rincón. Mientras el eco de la fiesta de vikingos continuaba a lo lejos, la pasión que compartieron seguía resonando en el aire, creando un ambiente casi eléctrico entre ellos.

Adrián estaba de pie frente al gran espejo del vestuario, con su torso desnudo, ajustando su camisa con movimientos precisos. Sus ojos se detuvieron en su reflejo, y no pudo evitar notar las marcas visibles que Lizzy había dejado en su espalda. Los arañazos, rojos y marcados, eran un testimonio claro de la pasión desenfrenada que habían compartido. Observó con una mezcla de sorpresa y admiración, su mente reviviendo cada momento de esa intensa conexión.

Lizzy, en la esquina opuesta del vestuario, estaba arreglándose el escote de su vestido y revisando su peinado. Su cabello, que caía en suaves ondas alrededor de su rostro, estaba perfectamente arreglado. Mientras ajustaba el escote de su vestido, sus ojos se encontraron con los de Adrián en el espejo, y una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios.

—Parece que te he marcado —dijo Lizzy con un tono de voz que era una mezcla de orgullo y ternura, mientras sus ojos brillaban con una chispa traviesa. —¿Ves? Eres mío.

Adrián se giró hacia ella, su expresión mostrando una mezcla de asombro y admiración. Sus ojos recorrían su figura con una mirada de devoción, y su sonrisa se amplió con un aire de orgullo.

—Cada marca, cada rasguño es un recordatorio de lo que compartimos —respondió Adrián, su voz cargada de emoción. —Y me enorgullece llevarlas como un símbolo de nuestro amor.

Lizzy se acercó a él con pasos elegantes y seguros, su figura irradiando una sensualidad natural. La manera en que se movía, con una confianza que solo él podía provocar, era un reflejo de la pasión y el deseo que compartían. Se inclinó hacia él y lo rodeó con un abrazo cálido y apretado, sus manos acariciando suavemente su espalda.

—Lo eres —murmuró Lizzy, mientras sus labios se posaban en la piel de Adrián, justo en el área de los arañazos. Su aliento caliente y su toque eran una promesa de la pasión que compartían. —Y te llevaré con orgullo. Cada marca, cada recuerdo de esta noche, será un símbolo de lo que somos.

Adrián, conmovido por la ternura y la intensidad de sus palabras, se giró para enfrentarla completamente. Sus ojos estaban llenos de una admiración profunda y amorosa.

—Eres increíblemente apasionada y fuerte —dijo con un tono coqueto, mientras sus dedos se deslizaban por su espalda con una caricia suave pero significativa. —Nunca me había sentido tan marcado, en el mejor sentido.

Lizzy rió suavemente, sus ojos brillando con una luz que solo él podía encender.

—Y tú eres el hombre que enciende mi pasión —respondió, mientras ajustaba el escote de su vestido con movimientos delicados. —Así que, si las marcas en tu espalda son mi firma, entonces déjalas ser.

Adrián se acercó a ella y la besó con una intensidad que reflejaba lo que acababan de compartir. El beso, aunque comenzó suave, se volvió rápidamente más ardiente y lleno de deseo. Era una expresión palpable de lo que sentían el uno por el otro, un testimonio de su conexión profunda y el amor que compartían.

Mientras se besaban, la energía en el vestuario parecía intensificarse, como si el amor y el deseo que compartían crearan una atmósfera cargada de emoción. Adrián, sosteniéndola por la cintura, se apartó ligeramente para observarla con una mirada llena de devoción y ternura.

—Vamos a volver a la fiesta —dijo con una mezcla de deseo y ternura en su voz. —Pero antes, déjame asegurarme de que estás perfecta.

Se inclinó hacia ella y, con movimientos meticulosos, comenzó a arreglar el escote de su vestido, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Sus manos, hábiles y suaves, se movían con cuidado y atención, mientras Lizzy lo observaba con una sonrisa satisfecha. La forma en que sus dedos tocaban su piel era una manifestación de su amor y de la pasión que compartían.

—Siempre sabes cómo hacerme sentir especial —dijo Lizzy, su voz cargada de amor y gratitud. —Y tú eres el hombre que hace que mi corazón lata más rápido en cada momento.

Adrián le devolvió la sonrisa, sus ojos llenos de una admiración y cariño profundo.

—Y tú eres la mujer que me hace sentir más vivo que nunca —respondió mientras finalmente se apartaba para revisar su propia apariencia. —Ahora, vamos a disfrutar de la fiesta, pero recordemos que, independientemente de lo que pase, este momento será siempre nuestro.

Lizzy se inclinó hacia él y le dio un último beso lleno de pasión, un beso que sellaba el amor y el deseo que compartían. Su cabello estaba perfectamente arreglado, su escote bien ajustado, y la mirada en sus ojos era una mezcla de amor y anticipación.

Adrián, ajustando su camisa y su bragueta, se veía elegante y decidido. Cada movimiento reflejaba la confianza y el amor que sentía por Lizzy. La noche en el vestuario había sido una culminación de su pasión y devoción, y mientras se preparaban para salir, su conexión seguía siendo el centro de su existencia.

Al salir del vestuario y regresar a la fiesta, la pareja se movía juntos con una sincronía perfecta. Cada gesto, cada mirada, cada toque estaba cargado de la pasión y el amor que se habían demostrado en su encuentro íntimo. La fiesta, con su música y luces, era el escenario perfecto para mostrar al mundo el amor profundo y la conexión intensa que compartían. En medio de la celebración, Adrián y Lizzy sabían que su relación era algo especial, algo que trascendía cualquier circunstancia, y que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendrían el uno al otro.

La noche continuaba en la fiesta, llena de luces brillantes y música vibrante que resonaba en el salón. Lizzy y Adrián, después de su apasionada experiencia, se habían arreglado para regresar al bullicioso ambiente de la celebración. Sin embargo, para mantener un perfil bajo, decidieron separarse al llegar, con Lizzy uniéndose a sus amigas de cuarto y Adrián encontrándose con Agustín.

Lizzy, con su cabello elegantemente peinado y un escote que acentuaba su belleza, estaba rodeada por Karime y Brigitte. Sus amigas, al ver la energía renovada en Lizzy, no tardaron en notar que algo había cambiado. La forma en que Lizzy se movía, su mirada resplandeciente, todo hablaba de una profunda satisfacción. Karime, con una sonrisa traviesa, fue la primera en romper el hielo.

—Lizzy, parece que estás aún más radiante esta noche. ¿Algo que quieras compartir con nosotras? —preguntó Karime, su tono lleno de curiosidad y picardía.

Brigitte, con una risa suave, agregó:

—Sí, definitivamente hay algo diferente en ti. ¿Puedo adivinar?

Lizzy, con una sonrisa ligeramente sonrojada pero con una chispa de complicidad en sus ojos, intentó mantener la compostura.

—Solo he tenido una noche maravillosa —dijo Lizzy, tratando de sonar casual, aunque su entusiasmo era palpable.

Mientras tanto, Adrián estaba con Agustín, compartiendo una conversación igualmente animada. Agustín, con una mezcla de asombro y curiosidad, estaba deseoso de conocer los detalles de la noche.

—Vamos, Adrián, cuéntame todo —dijo Agustín, su tono era de una mezcla de expectación y burla—. Las chicas están muertas de curiosidad, y yo también quiero saber qué sucedió exactamente.

Adrián, con una expresión de satisfacción y orgullo, empezó a relatar la noche con entusiasmo.

—Fue increíble, Agustín. No solo fue físico, sino emocional —dijo Adrián, sus ojos brillando mientras recordaba los momentos íntimos que compartió con Lizzy—. Hicimos el amor tres veces, y cada vez fue más intenso. La conexión que sentimos fue más allá de las palabras. Fue una manifestación total de lo que sentimos el uno por el otro. La última noche en el cuarto Tierra fue el clímax de todo, un momento mágico que no puedo describir completamente con palabras.

Agustín, con una sonrisa amplia, asintió con admiración.

—Eso suena realmente asombroso —dijo Agustín—. Es evidente que hay algo especial entre ustedes. Te felicito por eso.

Al mismo tiempo, Lizzy estaba hablando con Karime y Brigitte, quienes estaban ansiosas por escuchar más sobre la experiencia. Karime, con una sonrisa encantadora, hizo un comentario divertido.

—¿Así que todo lo que nos has contado es verdad? Porque, sinceramente, no puedo creer cuán afortunada eres. Tienes a un hombre que no solo es apasionado, sino que también te respeta y valora profundamente.

Lizzy asintió, su rostro aún ligeramente sonrojado pero lleno de felicidad.

—Sí, ha sido una experiencia increíble —dijo Lizzy, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nostalgia—. No solo fue una noche de pasión, sino una demostración real de amor y devoción. No puedo describir lo especial que fue para mí.

Brigitte, con una sonrisa de complicidad, agregó:

—Bueno, al menos sabemos que Adrián te valora y respeta. Eso es lo más importante, ¿no? —dijo Brigitte, su tono lleno de cariño y apoyo.

Karime y Brigitte compartieron una risa suave, disfrutando de la felicidad de su amiga. Sabían que Lizzy había encontrado algo especial con Adrián y estaban felices por ella.

Mientras tanto, Agustín y Adrián también compartieron una conversación sobre la experiencia. Agustín, con una sonrisa satisfecha, comentó:

—Es genial ver cómo alguien puede tratarte con tanto respeto y amor. Sabemos que Adrián nunca te dejaría sola o te votaría en contra en el juego. Es un hombre de honor.

Adrián, con una expresión de orgullo y satisfacción, asintió.

—No solo fue una noche increíble, sino que también demostró cuánto significas para mí —dijo Adrián—. No solo fue sexo, sino un acto de amor profundo. Cada momento que compartimos fue una confirmación de lo que siento por Lizzy. La conexión que tenemos va más allá de lo físico, es emocional y significativa.

Lizzy, al escuchar las palabras de Adrián, se sintió aún más emocionada. Miró a sus amigas, quienes estaban claramente encantadas y felices por ella. La forma en que se miraban entre sí, sus sonrisas y risas, eran un testimonio de la alegría que sentían por la conexión especial entre Lizzy y Adrián.

Karime y Brigitte, con una mezcla de ternura y diversión, se dirigieron a Lizzy.

—Estamos muy contentas por ti, Lizzy. Es maravilloso ver cómo alguien puede tratarte con tanto amor y respeto —dijo Karime, su voz llena de cariño.

Brigitte asintió, su expresión era una mezcla de admiración y afecto.

—Sí, y sabemos que Adrián no te lastimaría ni te dejaría sola. Eso es lo más importante. Estamos felices de verte tan feliz.

Lizzy, con el corazón lleno de gratitud y amor, miró a Adrián con una sonrisa radiante. La forma en que él la miraba, la forma en que se entendían sin palabras, era una manifestación de la profunda conexión que compartían.

La fiesta continuó con una atmósfera animada y llena de alegría, mientras los amigos celebraban el amor y la conexión especial entre Lizzy y Adrián. Las risas y las conversaciones se entrelazaban con la música, y la celebración se llenó de una calidez y una pasión que reflejaban el amor que Lizzy y Adrián compartían.

A medida que la noche avanzaba, Lizzy y Adrián se mantenían cerca el uno del otro, disfrutando de la compañía de sus amigos y de la celebración. La conexión entre ellos era evidente en cada gesto, en cada mirada, y el amor que compartían seguía fortaleciéndose con cada momento que pasaban juntos.

La fiesta seguía su curso, y el bullicio del salón parecía no disminuir. Lizzy, rodeada por Karime y Brigitte, compartía con ellas los detalles de su noche especial con Adrián, mientras que en el rincón opuesto de la sala, Adrián y Agustín conversaban animadamente.

De repente, Arath, que había estado cerca escuchando la conversación entre Adrián y Agustín, se acercó con una expresión que mezclaba admiración y afecto. Se dirigió a Lizzy, quien, al verlo acercarse, se preparaba para recibir otro abrazo de su querido amigo. Arath, con una mirada cálida y un gesto sincero, rodeó a Lizzy con sus brazos.

—Lizzy —dijo Arath, su voz llena de emoción—. No puedo describir lo feliz que me hace ver cómo Adrián te trata. La verdad es que, a pesar de nuestras diferencias y rivalidades, siempre he sabido que él tiene un gran corazón. El hecho de que te respete y te valore tanto me da una paz inmensa.

Lizzy, sorprendida por el gesto de Arath, correspondió al abrazo con calidez, sintiendo una profunda gratitud y amor por su amigo. Sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción mientras respondía.

—Gracias, Arath. Lo que más aprecio es que, a pesar de todo, Adrián ha demostrado ser un hombre de honor. No solo ha sido increíblemente cariñoso conmigo, sino que también ha demostrado un respeto genuino. Cada momento que hemos compartido ha sido especial, y su amor es evidente en todo lo que hace.

Arath, con un semblante serio pero lleno de ternura, asintió con una sonrisa.

—Lo sé, Lizzy. Y lo que más me conmueve es ver cómo Adrián se ha comportado contigo, tanto en lo físico como en lo emocional. No solo te ha cuidado y protegido, sino que también te ha mostrado un amor profundo y sincero. No es fácil encontrar a alguien que respete y valore a otra persona de esta manera, y eso me da una gran tranquilidad.

Mario, quien se había acercado al escuchar la conversación, asintió con una expresión de satisfacción. Su afecto por Lizzy era evidente, y el hecho de que Adrián hubiera demostrado ser digno de su confianza solo fortalecía su sentimiento de seguridad hacia ella.

—Arath tiene razón, Lizzy. A lo largo del programa, he visto cómo Adrián ha mostrado respeto y devoción hacia ti. Nunca te ha dejado sola ni te ha puesto en peligro, y eso es algo que valoro enormemente. Saber que te cuida y te respeta me hace sentir tranquilo y aliviado.

Lizzy, con el corazón rebosante de gratitud, miró a Arath y Mario con una sonrisa agradecida.

—Gracias a ambos. Saber que puedo contar con su apoyo y comprensión significa mucho para mí. No solo he encontrado a alguien que me ama y respeta, sino que también tengo amigos como ustedes que se preocupan por mi bienestar.

En ese momento, Adrián se unió a ellos, habiendo terminado su conversación con Agustín. Al ver la emotiva interacción entre Lizzy y sus amigos, se acercó con una expresión de cariño y respeto.

—Lizzy —dijo Adrián, tomando su mano con ternura—. Quiero que sepas que cada palabra que Arath y Mario han dicho es verdad. Mi amor por ti va más allá de las palabras y las acciones. Cada momento que hemos compartido, cada gesto, es una muestra de lo profundo que es mi afecto por ti. No solo he querido cuidarte y protegerte, sino también demostrarte cuánto te valoro y respeto.

Lizzy, con los ojos brillando, miró a Adrián con una mezcla de amor y admiración. Su corazón estaba lleno de una satisfacción profunda y genuina.

—Lo sé, Adrián. Y eso es lo que hace que nuestra relación sea tan especial. No solo es el amor físico, sino la conexión emocional y el respeto que compartimos. Cada momento contigo ha sido una afirmación de lo que sentimos el uno por el otro.

Arath, Mario y Agustín se unieron a la conversación, compartiendo sonrisas y palabras de apoyo. La atmósfera en la fiesta se llenó de una calidez y una alegría que reflejaban el profundo afecto y la conexión especial entre Lizzy y Adrián. La celebración continuó con una sensación de amor y camaradería, mientras los amigos disfrutaban de la compañía mutua y celebraban el amor verdadero.

Cada gesto, cada mirada compartida entre Lizzy y Adrián, era una manifestación del amor y el respeto que se tenían el uno al otro. La noche se llenó de risas y conversaciones, mientras la pareja disfrutaba del apoyo de sus amigos y de la celebración de su amor.

A medida que la fiesta avanzaba, Lizzy y Adrián se mantenían cerca el uno del otro, disfrutando de cada momento. La conexión entre ellos era evidente en cada detalle, desde la forma en que se miraban hasta la manera en que se apoyaban mutuamente. Su amor era palpable y fuerte, y la noche continuó siendo una celebración de la conexión profunda y significativa que compartían.

La fiesta seguía su curso animado, con luces brillantes y música que envolvía el salón en una vibrante melodía. Lizzy y Adrián habían regresado al evento después de su retiro privado, tratando de mantener una fachada de normalidad mientras sus corazones seguían latiendo con la intensidad de su conexión.

Lizzy se unió a Karime, Brigitte y Gomita, mientras Adrián se encontraba en una conversación animada con Agustín en una esquina alejada del bullicio. Gala, sintiendo una mezcla de celos y frustración, estaba intentando ligar con Agustín mientras se servía un trago en la barra, su rostro reflejaba un torbellino de emociones.

Karime, con una mirada traviesa y una sonrisa pícara, se dirigió a Lizzy.

—Lizzy, no puedo creer que el cuarto de Mar ahora sea un nido de amor para ti y Adrián. ¡Nunca había imaginado que se desataría tanta pasión! Ahora no sé si atreverme a regresar allí después de lo que ha pasado. ¡Cuéntanos más detalles, por favor!

Brigitte, con los ojos brillando de curiosidad y diversión, se unió a la conversación.

—¡Sí, sí! No puedo esperar para escuchar cada detalle. ¿Cómo fue realmente? ¿Cómo lograste mantenerte tan serena con toda esa pasión y emoción?

Lizzy, sintiendo el rubor subir a sus mejillas, comenzó a relatar con un tono lleno de complicidad y emoción.

—Fue como un sueño, una experiencia increíble. Lo que vivimos fue mucho más que físico, fue una conexión profunda y mágica. Adrián me mostró no solo su deseo, sino también su amor incondicional. Cada momento fue una mezcla perfecta de ternura y pasión. La forma en que me tocó, cómo se entregó a cada instante... Fue un verdadero regalo, algo que nunca olvidaré.

Karime, con una risa juguetona y una mirada llena de admiración, continuó el juego.

—¡Oh, vaya! ¿Qué aguante y potencial tiene Adrián Marcelo! Me pregunto si tú, Lizzy, también has quedado impresionada. Parece que tu chico tiene más de lo que esperabas. ¡Seguro que él sabe cómo impresionar!

Lizzy, ahora completamente sonrojada pero con una sonrisa de felicidad, respondió:

—Definitivamente, Adrián me sorprendió en todos los sentidos. Su pasión y el cuidado con el que se entregó hicieron que todo fuera aún más especial. No solo fue una noche increíble, sino que mostró cuánto me ama de una manera que nunca había experimentado.

Mientras tanto, Gala, observando desde la distancia, estaba visiblemente incómoda. Se acercó a la barra para preparar otro trago, intentando calmar sus emociones mientras Agustín se le acercaba con una sonrisa comprensiva.

—Gala, ¿todo bien? —preguntó Agustín, ofreciendo una bebida.

Gala, con una sonrisa forzada y un tono tenso, respondió:

—Sí, todo bien. Solo me sorprende escuchar sobre Lizzy y Adrián. Parece que están teniendo una noche bastante... memorable.

Agustín, sin darse cuenta del malestar de Gala, respondió con una sonrisa amistosa.

—Sí, Adrián me ha contado que la noche ha sido increíble. Lizzy es una persona maravillosa y, por lo que he oído, su conexión es realmente especial.

Agustín, aún sonriendo, se unió a Adrián para una conversación más íntima.

—Oye, Adrián —dijo Agustín, mientras le daba una palmada en el hombro—, felicidades por la noche que has tenido. Parece que Lizzy es una mujer de gran aguante y capacidad. Me alegra ver que realmente te has comprometido con ella.

Adrián, con una expresión de orgullo y amor, respondió:

—Gracias, Agustín. No solo fue una noche increíble, sino que Lizzy es mágica en todos los sentidos. Lo que vivimos no fue solo sexo, fue un acto de amor profundo. Cada momento, cada caricia, cada susurro fue una demostración de lo mucho que la amo. Hicimos el amor con ternura y dedicación, y cada parte de su piel y alma fue un reflejo de nuestro vínculo eterno. Lizzy es la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida, y cada experiencia con ella ha sido una bendición.

Agustín, con una mirada divertida, dijo:

—¡Vaya! Parece que Adrián ha encontrado una forma especial de mostrar su amor. Pero dime, ¿cómo lo hiciste tan bien? ¿Qué hace que Lizzy sea tan especial para ti?

Adrián, con una expresión llena de devoción, respondió:

—Lizzy es única. Su pasión, su ternura, su habilidad para conectarse emocionalmente... todo eso hace que cada momento con ella sea mágico. No hay palabras para describir lo especial que es para mí. Ella no solo es mi amor, sino mi todo.

Agustín, al escuchar la sinceridad en la voz de Adrián, levantó las manos en señal de respeto y se disculpó.

—Lo siento si parezco demasiado curioso. Solo estaba bromeando. Entiendo que Lizzy es increíble y que la respetas profundamente.

Arath, quien había estado escuchando la conversación desde cerca, se acercó a Lizzy con una expresión de orgullo y afecto genuino.

—Lizzy, me alegra mucho saber que Adrián te trata con el respeto y cariño que mereces. A pesar de nuestras diferencias, es reconfortante ver que alguien te valora y respeta de la manera que lo hace. La forma en que te ha cuidado y amado es algo que siempre he querido para ti.

Mario, que se unió al abrazo, agregó con una sonrisa satisfecha.

—Arath tiene razón. Lo importante es que Adrián ha demostrado ser digno de ti. A lo largo del programa, nunca ha votado en tu contra, y eso dice mucho sobre su carácter. Me alegra ver que te trata con el respeto y amor que siempre has merecido.

Lizzy, con lágrimas de gratitud en los ojos, abrazó a Arath y Mario con un profundo afecto.

—Gracias a ambos. Saber que puedo contar con su apoyo y que tienen confianza en Adrián significa el mundo para mí. No solo he encontrado a alguien que me ama profundamente, sino que también tengo amigos que se preocupan por mi felicidad.

La noche continuó con un ambiente cálido y festivo. Karime y Brigitte seguían bromeando y compartiendo risas, mientras Gala, aún lidiando con sus sentimientos, intentaba mantener una fachada de indiferencia. Lizzy y Adrián, inmersos en su amor mutuo, intercambiaban miradas y gestos llenos de devoción. La fiesta estaba llena de celebraciones, pero para Lizzy y Adrián, la verdadera celebración era el profundo y sincero amor que compartían.

En el ambiente de la fiesta, mientras las risas y la música llenaban el aire, Agustín y Adrián estaban en una conversación más profunda en una esquina apartada. Agustín, con una sonrisa pícara, decidió hacer una broma que al mismo tiempo reflejaba su curiosidad.

—Oye, Adrián, entonces debe ser muy buena en la cama, ¿verdad? —dijo Agustín con un tono juguetón, levantando una ceja y buscando captar la reacción de Adrián.

Adrián, al escuchar el comentario, sintió un destello de celos y posesividad que rápidamente se transformó en una expresión firme. Con el respeto y el cariño que sentía por Lizzy, no podía tolerar que alguien hiciera comentarios inapropiados sobre ella, ni siquiera en tono de broma.

—Oh, Agustín, no puedes siquiera imaginar cómo es —respondió Adrián con una voz que denotaba un firme respeto y una posesividad protectora—. Lizzy es mía, y no voy a tolerar que se hable de ella de esa manera. No solo es una amante increíble, sino que es la mujer con la que he decidido pasar el resto de mi vida. Cada momento con ella es especial y sagrado para mí. No se trata solo de lo que hace en la cama, sino de la conexión profunda que compartimos.

Adrián, sintiendo una mezcla de celos y deseo de proteger su relación, se acercó un poco más a Agustín, sus ojos reflejando una intensidad que no dejaba lugar a malentendidos.

—Nunca, en ningún momento, ni siquiera en mis pensamientos más oscuros, he permitido que alguien hable de ella como si fuera un objeto de conversación. Lizzy no es solo mi novia, es la mujer que amo con todo mi ser. Así que, si no tienes nada que decir con respeto sobre ella, es mejor que te lo guardes —dijo Adrián, su voz cargada de una firmeza protectora.

Agustín, notando la seriedad en el tono de Adrián, levantó las manos en señal de disculpas, intentando calmar la situación. Pero Adrián, aún poseído por un fuerte sentimiento de protección, le dio un leve golpe en el brazo, más como un recordatorio amistoso que como un acto de agresión. La acción era una mezcla de celos y una forma de demostrar que Lizzy era sagrada para él.

—Ni se te ocurra pensar en esos términos —añadió Adrián con un tono que mezclaba advertencia y cariño—. Lizzy es mía y solo mía. La respeto y la amo con una intensidad que nunca podrás entender. No permitiré que nadie, ni siquiera tú, hable de ella sin el respeto que se merece.

Agustín, reconociendo la seriedad de Adrián y sintiendo la fuerza de su devoción, asintió con una sonrisa de comprensión. Sabía que Adrián no estaba bromeando y que su respeto por Lizzy era genuino y profundo.

—Lo siento, Adrián. Solo estaba bromeando, pero entiendo tu punto de vista. Lizzy es una persona increíble, y veo que la amas profundamente. No volveré a hacer comentarios inapropiados —dijo Agustín, con una expresión de sincera disculpa.

Adrián, aún con la intensidad de su protección, relajó un poco su postura, su mirada volviendo a ser suave y llena de amor. No quería que ningún malentendido o comentario despectivo empañara la relación especial que tenía con Lizzy.

—Gracias, Agustín —dijo Adrián, con un tono más calmado—. Lo aprecio. Mi prioridad siempre será proteger y valorar a Lizzy, y me alegra que lo comprendas.

Mientras tanto, Lizzy, que había estado cerca de las chicas y escuchó parte de la conversación, se unió a la conversación con una sonrisa. Su mirada hacia Adrián estaba llena de amor y gratitud. La conexión entre ellos era palpable, y aunque había pasado por situaciones intensas, el respeto y el cariño que compartían solo se fortalecían con cada desafío que enfrentaban.

La fiesta continuó, pero la conversación entre Agustín y Adrián dejó una impresión duradera en todos los presentes. El respeto mutuo y el profundo amor entre Lizzy y Adrián estaban claros para todos, y la noche seguía siendo una celebración del amor verdadero y la protección que se tenían el uno al otro.

En la fiesta, la noche continuaba con su ritmo frenético, pero el ambiente había cambiado sutilmente. La conversación entre Adrián y Agustín dejó una marca indeleble, no solo por la pasión con la que Adrián defendió a Lizzy, sino por la verdad que reflejaba el profundo amor que sentía por ella.

Este amor no era solo una emoción pasajera o una atracción superficial; era un sentimiento arraigado en lo más profundo de su ser. Adrián había demostrado una y otra vez que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger y cuidar a Lizzy, y lo hacía con una intensidad y una sinceridad que pocas veces se veían

Recientemente, Adrián había mostrado su devoción de maneras que iban más allá de lo esperado.

Adrián había demostrado su compromiso en cada oportunidad que se le presentaba. Cuando Agustín hacía comentarios pesados o inapropiados sobre Lizzy, Adrián no dudaba en intervenir, defendiendo a Lizzy con la ferocidad de un león protegiendo a su manada. Su amor no solo era una declaración, sino una acción constante, un compromiso diario de mantener a Lizzy a salvo y respetada.

Las veces que los integrantes de su cuarto, como Agustín, Sian, Ricardo y Gomita, se metían con Lizzy, Adrián se alzaba con la determinación de un guerrero. Cada palabra ofensiva, cada mirada despectiva, se convertía en una razón más para él de protegerla a dientes y garras. Era su todo, su debilidad y fortaleza simultáneamente. Lizzy no era solo su amor; era su hilo rojo, el que conectaba cada fibra de su ser con un propósito y una pasión que transcendían lo ordinario.

Adrián entendía que Lizzy era su persona favorita, su poder, su gran amor. Cada vez que alguien se atrevía a desafiar su lugar en la vida de Lizzy, él respondía con una intensidad que reflejaba lo profundo y sincero que era su amor. Lizzy era su mayor motivación, el motivo por el cual se levantaba cada día con la determinación de ser mejor, de protegerla y de amarla de una manera que ninguna otra persona podría.

Con Lizzy a su lado, Adrián sentía que nada podía ser un desafío insuperable. Su amor por ella lo había llevado a hacer cosas que antes nunca habría imaginado, y este amor lo impulsaba a enfrentarse a cualquier adversidad. Su relación era un reflejo de la verdad absoluta del compromiso y la devoción que sentía por Lizzy, y cada acción que tomaba para protegerla o defenderla era un testimonio de la profundidad de sus sentimientos.

La forma en que Adrián estaba dispuesto a enfrentarse a cualquier cosa por Lizzy no solo demostraba la fuerza de su carácter, sino también la magnitud de su amor. En cada desafío, en cada enfrentamiento, estaba dispuesto a arriesgarlo todo por ella, y esa devoción inquebrantable era lo que definía su relación.

Adrián sabía que el amor que sentía por Lizzy era un amor que se manifestaba en todas las acciones, en cada gesto y en cada decisión que tomaba. Ella era su todo, y no había nada que no estuviera dispuesto a hacer para mantenerla feliz y segura. Cada vez que la defendía, cada vez que la protegía, estaba reafirmando el compromiso que tenía con ella, un compromiso que solo se fortalecía con el tiempo.

En el crisol ardiente del concurso, las rivalidades se volvían más intensas con cada día que pasaba. El equipo de Tierra, conformado por Adrián, Agustín, Ricardo, Sian y Gomita, había visto cómo se sumaban nombres a la lista de eliminados: Potro, Mariana y Sabine. En el lado opuesto, el equipo de Mar había visto partir a Paola y Shannik. Cada eliminación era un golpe a la moral, un recordatorio constante de que la competencia no era solo una prueba de habilidades, sino un campo de batalla emocional donde los sentimientos se ponían a prueba.

Para Adrián, esta competencia era mucho más que una simple prueba de destreza. A sus 34 años, había construido una fachada dura y desafiante, un muro impenetrable que había mantenido a raya a todos, excepto a aquellos que él permitía entrar. Sin embargo, Lizzy, con su juventud vibrante y su dulzura inagotable, se convirtió en el catalizador que desató una tormenta en su mundo.

Desde el primer momento en que Adrián vio a Lizzy, sintió una chispa de interés que rápidamente se transformó en una llama ardiente. Lizzy, con su apariencia juvenil y su actitud cálida, era la novia de Gala en ese momento, lo que la hacía inaccesible para él. Pero su presencia en el escenario competitivo no pasaba desapercibida. Su belleza y su esencia pura se destacaban en un mundo lleno de ambición y rivalidades.

Cada interacción de Lizzy, desde su risa contagiosa hasta la forma en que se involucraba con su equipo, era una sinfonía de dulzura y encanto. Cuando Adrián observaba cómo Lizzy defendía a Gala con una pasión tan feroz que parecía desafiar el mundo entero, un sentimiento profundo y confuso comenzó a crecer en su interior. La forma en que Lizzy se enfrentaba a la adversidad con una determinación implacable despertó una fascinación en Adrián que rápidamente se convirtió en algo más profundo.

A medida que pasaban los días, Adrián se daba cuenta de que sus sentimientos por Lizzy no eran una simple atracción superficial. La admiración que sentía por ella iba más allá de lo físico. Era la forma en que Lizzy movía las piezas del juego, su habilidad para captar la esencia de cada situación y su inquebrantable bondad lo que lo atrapaba. Ella era un rayo de luz en medio de la oscuridad, una presencia que desafiaba cada una de las barreras que Adrián había levantado alrededor de su corazón.

Los celos se convirtieron en una constante en la vida de Adrián. Ver a Lizzy interactuar con otros, especialmente con Sian y Gala, lo llenaba de una envidia corrosiva. Cada vez que Lizzy abrazaba a Sian o le dedicaba una sonrisa a Gala, el corazón de Adrián se llenaba de un torbellino de emociones. Su amor por Lizzy se convirtió en una obsesión que lo mantenía despierto por las noches, pensando en ella, soñando con ella, deseando desesperadamente estar cerca de ella.

Adrián: "No puedo soportar la idea de que alguien más pueda tenerte, Lizzy. Cada vez que veo a Sian cerca de ti, siento que me arrancan el corazón. Y cuando Gala estaba contigo, me preguntaba cómo alguien podía dejarte ir. Eres perfecta en todos los sentidos, y no puedo soportar la idea de que alguien más pueda disfrutar de tu luz."

Cuando Gala traicionó a Lizzy con Agustín, el dolor de Adrián fue doble. No solo estaba herido por la traición hacia Lizzy, sino también porque la pérdida de Gala significaba la pérdida de alguien que había tenido el privilegio de estar cerca de Lizzy. El dolor de ver a Lizzy sufrir era un reflejo de la profundidad de sus propios sentimientos. La traición de Gala le hizo comprender que su amor por Lizzy era más profundo y más intenso de lo que había imaginado.

El amor que Adrián sentía por Lizzy no era una mera atracción; era una obsesión que había crecido hasta convertirse en la fuerza definitoria de su vida. Cada aspecto de Lizzy, desde su risa hasta su capacidad para alegrar un día gris, lo había atrapado de una manera que nadie más lo había hecho. El amor que sentía por ella era tan profundo que desbordaba sus barreras y lo hacía cuestionar cada cosa que había conocido sobre el amor.

— Adrián: "Lizzy, me doy cuenta de que mi amor por ti va más allá de lo que imaginaba. No solo eres mi deseo; eres mi necesidad, mi aire. Tu amor ha hecho que mi vida tenga un propósito y una dirección. Mi amor por ti es más profundo de lo que jamás imaginé, y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para protegerte y mantenerte a salvo. Eres mi vida, mi amor eterno."

Con Lizzy, Adrián comenzó a descubrir una nueva faceta de sí mismo. Ya no era el líder calculador y frío que se enfrentaba a todos con una actitud desafiante. Con Lizzy, era un hombre diferente. Era dulce, caballeroso y lleno de ternura. Cada vez que estaba cerca de ella, sus barreras se desmoronaban, y podía ser su yo más auténtico.

La diferencia entre Adrián con Lizzy y con el resto del mundo era evidente. Mientras con el resto mantenía una actitud dura y competitiva, con Lizzy era un hombre transformado, lleno de amor y cuidado. Lizzy había penetrado en su vida de una manera que nadie más había logrado. Ella era su refugio, su hogar y la única persona que podía hacerle bajar las barreras que había levantado para protegerse.

Adrián: "Lizzy, contigo soy alguien diferente. Eres la única que puede hacerme ser yo mismo, sin máscaras ni pretensiones. Con el resto, soy el líder frío y calculador, pero contigo, soy solo Adrián. Eres la única que me hace sentir completo, auténtico. Mi amor por ti ha cambiado mi vida, y cada momento contigo es un regalo que valoro más que nada."

Lo que comenzó como una rivalidad se transformó en una profunda conexión emocional. Adrián había pasado de ser el típico "chico malo" a convertirse en alguien que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para estar con Lizzy. Su amor por ella había crecido desde una simple atracción hasta una conexión verdadera y abrumadora.

Adrián entendía ahora que su amor por Lizzy era la fuerza que definía su vida. Ella era su todo, la razón de su existencia y el centro de su universo. Su obsesión por ella, sus celos y su posesividad eran simplemente reflejos de la profundidad de su amor. Lizzy había transformado a Adrián de una manera que nunca había imaginado, y su vida estaba ahora entrelazada con la de ella de una manera indisoluble.

Adrián: "Lizzy, desde el momento en que te vi, supe que algo había cambiado en mí. Mi amor por ti ha evolucionado de una simple atracción a una obsesión profunda y verdadera. Eres mi todo, y cada día que paso contigo es un testimonio del amor que siento por ti. Estoy dispuesto a luchar por ti, a protegerte, y a amarte siempre. Eres el amor de mi vida, mi todo."

En esta profunda revelación, Adrián entendía que su amor por Lizzy era más que una simple emoción; era la esencia misma de su ser. Su vida, ahora centrada en ella, reflejaba la intensidad y profundidad de un amor que había crecido desde la rivalidad hasta una conexión verdadera e inquebrantable.

Con el tiempo, Adrián había llegado a comprender lo que antes le había sido un misterio incomprensible. Los celos, la frustración y la ira que sentía hacia Sian, Gala y Agustín habían encontrado finalmente su lugar en el rompecabezas de su vida. Cada emoción, cada chispa de enojo que había experimentado, tenía una razón profundamente arraigada en su amor por Lizzy.

La competencia había sido el escenario perfecto para desatar la tormenta interna que había estado reprimiendo. Sian, con su naturaleza despreocupada y su constante coqueteo con Lizzy, había despertado una envidia feroz en Adrián. Cada sonrisa que Lizzy le dedicaba a Sian, cada gesto de complicidad entre ellos, era una puñalada directa al corazón de Adrián. La idea de que otra persona pudiera tener el privilegio de estar cerca de ella, de recibir su atención y su cariño, era más de lo que podía soportar.

Adrián: "Sian, ¿cómo puedes coquetear con ella como si te perteneciera? Lizzy no es solo una chica más; es la chica que debería estar a mi lado. Cada vez que la ves y te permites acercarte a ella, me sumerge en una tormenta de celos y furia. Ella es mía, y no puedo soportar la idea de que otra persona pueda tenerla."

Gala, que había sido la novia de Lizzy durante un tiempo, también había sido una fuente de angustia para Adrián. La traición de Gala, su falta de visión para reconocer el tesoro que tenía en Lizzy, había sido un golpe devastador. Adrián se preguntaba cómo alguien podría ser tan ciego como para dejar ir a alguien tan excepcional. La belleza de Lizzy, tanto en cuerpo como en alma, era inigualable, y la idea de que Gala había perdido esa oportunidad le parecía incomprensible y dolorosa.

Adrián: "¿Cómo pudo Gala dejarte ir, Lizzy? ¿Quién en su sano juicio podría lastimar a una chica tan hermosa, tan pura y tan increíble como tú? Verte sufriendo por alguien que no supo apreciarte me enfurece. Mi amor por ti me hace ver la traición de Gala como una injusticia que no puedo soportar."

La situación con Agustín también había sido una fuente de tensión. Los comentarios estúpidos y despectivos que Agustín hacía sobre Lizzy solo alimentaban la furia de Adrián. Cada palabra que Agustín lanzaba con desdén hacia Lizzy era una bofetada en el rostro de Adrián, un recordatorio constante de que el mundo exterior no siempre valoraba lo que él veía como un tesoro inestimable.

Adrián: "Los comentarios de Agustín sobre ti me hacen hervir de rabia. No puedo tolerar la idea de que alguien pueda hablar de ti de esa manera. Cada palabra que sale de su boca sobre ti es una ofensa a la persona maravillosa que eres. Mi amor por ti me hace defenderte con una intensidad que nunca había conocido."

A medida que el tiempo pasaba, Adrián comprendió por qué no podía dejar de pensar en Lizzy, por qué su mente estaba constantemente ocupada por ella. Lizzy no era solo una persona excepcional, sino que era una presencia mágica que iluminaba su vida de formas que él nunca había imaginado.

Lizzy, con su dulzura y empatía, no solo era amada por todos a su alrededor, sino que dejaba una marca imborrable en cada corazón que tocaba. Su magia no residía solo en sus habilidades naturales, sino en su capacidad para hacer sentir a todos los que la rodeaban que eran importantes, valorados y queridos.

Adrián: "Lizzy, cada noche me encuentro despierto pensando en ti, tratando de entender qué te hace tan única. No es solo tu belleza exterior; es tu corazón, tu esencia, tu capacidad para iluminar el mundo a tu alrededor. No puedo dormir sin pensar en ti, y cada mañana, lo primero que quiero ver es tu rostro. Eres mágica, Lizzy. Dejas una marca en cada vida que tocas, y yo tengo la suerte de ser el primero en despertarme a tu lado y el último en decirte buenas noches. Tu presencia en mi vida ha transformado todo."

La influencia de Lizzy sobre Adrián era profunda. Con ella, Adrián descubrió una parte de sí mismo que había estado oculta bajo una capa de dureza y frialdad. Era como si Lizzy hubiera desarmado el complejo sistema de defensas que Adrián había construido a lo largo de los años, revelando a un hombre más vulnerable y genuino. Lizzy no solo había entrado en su vida, sino que la había cambiado para mejor.

Con Lizzy, Adrián era un hombre diferente. Era más amable, más atento y más amoroso. Mientras que con el resto del mundo mantenía una actitud de competencia y frialdad, con Lizzy podía ser su verdadero yo: un hombre lleno de ternura, devoción y amor.

Adrián: "Con cada día que pasa, me doy cuenta de cuánto has cambiado mi vida, Lizzy. No eres solo una parte de mi existencia; eres la esencia misma de ella. Con cada gesto tuyo, con cada palabra, me haces ver el mundo de una manera nueva. Eres mi refugio, mi hogar, y estoy agradecido cada día por tenerte en mi vida. Mi amor por ti ha revelado una parte de mí que nunca supe que existía, y estoy comprometido a ser la mejor versión de mí mismo por ti."

En la complejidad de sus emociones, Adrián encontró una claridad que solo el amor verdadero puede proporcionar. Lizzy, con su capacidad para amar y ser amada, había convertido a Adrián en un hombre que entendía el valor de la conexión profunda y genuina. Su amor por ella era la fuerza que lo guiaba, y cada día a su lado era una bendición que agradecía con todo su corazón.

La noche en la casa de los famosos había enfriado el ambiente después de la fiesta, pero el deseo en el corazón de Adrián estaba a punto de desbordarse. La ausencia de Lizzy era un tormento para él. Cada pensamiento sobre ella hacía que su entrepierna se endureciera con una intensidad abrumadora. Era una necesidad que no podía ignorar, un deseo que lo torturaba tanto física como emocionalmente. La visión de Lizzy, su sonrisa, su risa, el simple pensamiento de ella en sus brazos, provocaban una oleada de deseo que casi le resultaba dolorosa.

El dolor de su excitación era tan intenso que se había convertido en una necesidad desesperada. No podía soportar más tiempo sin estar cerca de ella. Cada segundo lejos de Lizzy era una tortura, y el deseo que sentía solo crecía con cada instante que pasaba. Necesitaba verla, tocarla, sentirla a su lado. Ella se había convertido en su adicción, su droga, y la necesidad de ella lo consumía por completo.

Con una determinación impulsada por su deseo ardiente y su amor, Adrián se levantó de la cama en Tierra y se dirigió hacia Mar. Cada paso que daba era una lucha contra el dolor de la necesidad que sentía. El ardor en su entrepierna se intensificaba con cada pensamiento en Lizzy, y la desesperación de estar con ella lo empujaba a avanzar.

Mientras tanto, Gala, con la misma determinación, se preparaba para pasar la noche con Agustín. Aunque su mente estaba en Agustín, el pensamiento de Adrián y la frustración de haber perdido a Lizzy seguían pesando sobre ella. La rivalidad entre Gala y Adrián, alimentada por el deseo que ambos sentían por Lizzy, era evidente.

En el pasillo que conectaba las habitaciones de Mar y Tierra, el destino parecía jugar una broma cruel. Gala y Adrián se encontraron justo en el momento en que sus deseos los llevaban a los lugares opuestos. La tensión entre ellos era palpable y el aire estaba cargado de una energía eléctrica.

Gala, con una actitud desafiante, estaba a punto de salir hacia Tierra, mientras Adrián avanzaba hacia Mar. La sincronización de sus movimientos era casi irónica, como si el universo estuviera burlándose de ellos.

Gala: "¿Adrián? ¿Qué haces aquí a esta hora? Pensé que tenías otras ocupaciones." Su tono estaba cargado de desafío y desdén.

Adrián, al ver a Gala, maldijo en voz baja. La imagen de Lizzy estaba tan viva en su mente que le resultaba casi imposible concentrarse en otra cosa. La excitación que sentía era evidente, y se tapó la entrepierna con su camisa, tratando de ocultar la erección que era el resultado de sus pensamientos en Lizzy. Su entrepierna se endurecía cada vez más, y el dolor de la necesidad era casi insoportable.

Adrián: "No estoy aquí para ti, Gala. Estoy aquí por Lizzy. No me importa lo que pienses. No voy a permitir que nadie se interponga entre nosotros."

Gala, con la frustración reflejada en su rostro, lanzó una mirada desafiante hacia Adrián. La rivalidad entre ellos era palpable, y el deseo compartido por Lizzy solo intensificaba el resentimiento.

Gala: "¿Lizzy? ¿De verdad crees que puedes venir aquí y reclamarla como si fuera una propiedad? La vida no funciona así, Adrián. ¿Qué esperas lograr?"

En ese momento, Agustín apareció al final del pasillo. La presencia de él solo intensificaba la tensión, y su mirada curiosa se movía entre Gala y Adrián.

Agustín: "Parece que estamos en una pequeña confrontación aquí." Su tono era irónico.

Gala: "Solo intentaba salir y encontrar algo de compañía. Pero parece que Adrián tiene otros planes." Su expresión era una mezcla de frustración y resignación.

Adrián: "No estoy aquí para jugar juegos. Estoy aquí por Lizzy. No me importa si tienes planes con Agustín o si te molesta mi presencia. No voy a permitir que nadie se interponga entre nosotros."

Con la mente centrada únicamente en Lizzy, Adrián no podía soportar más tiempo sin estar cerca de ella. La necesidad era demasiado intensa para ignorarla. Se despidió bruscamente de Gala y Agustín, su mente llena de pensamientos ardientes sobre Lizzy.

Cuando Adrián llegó a la habitación de Lizzy, el deseo en su cuerpo era casi insoportable. La visión de Lizzy durmiendo plácidamente bajo las sábanas lo hizo sentir una oleada de pasión. Con cada movimiento, el deseo se hacía más fuerte. Se inclinó hacia Lizzy, acariciando su rostro con ternura mientras la despertaba. La caricia era suave, pero cargada de una pasión contenida. Lizzy abrió los ojos y al verlo, su sorpresa se transformó en una sonrisa cálida.

Lizzy: "¿Adrián? ¿Qué haces aquí a esta hora?"

Adrián, con el corazón acelerado y la mente llena de deseo, respondió con una voz temblorosa de emoción.

Adrián: "No podía soportar estar lejos de ti. Cada segundo sin ti es una tortura. No importa lo que pase, solo quiero estar contigo."

Se inclinó para besarla, y el beso que compartieron estaba cargado de una pasión ardiente y desesperada. Cada toque, cada caricia, era una manifestación del deseo que Adrián sentía. Lizzy respondió al beso con igual intensidad, sus manos recorriendo el cuerpo de Adrián mientras se entregaban completamente el uno al otro.

Lizzy: "Te he extrañado tanto, Adrián. Cada momento sin ti ha sido un desafío. No puedo imaginar mi vida sin ti a mi lado."

Adrián: "Y yo no puedo soportar la idea de estar separado de ti. Eres mi todo, mi razón para seguir adelante. Cada pensamiento sobre ti me hace desear estar contigo más que nunca."

La pasión entre ellos alcanzó su punto máximo. Sus cuerpos se movían al unísono, cada caricia y cada beso intensificando el deseo y la conexión que compartían. Lizzy se sentía completamente absorbida por el calor y la intensidad de Adrián, y la forma en que él la tocaba y la besaba solo profundizaba su amor.

En un momento de intimidad, cuando Lizzy se movió ligeramente, sintió la erección de Adrián presionando contra su trasero. Sonrió maliciosamente, sabiendo que solo ella podía provocar tal reacción en él. La sensación de su cuerpo contra el de él solo intensificaba el deseo que compartían.

Lizzy: "Adrián, si tú no hubieras venido a buscarme, yo habría ido a buscarte. No importa lo que pase, no puedo estar sin ti."

El deseo y el amor entre ellos se fusionaron en un acto de pasión sin reservas. Cada beso, cada caricia estaba impregnada de una emoción que solo ellos podían entender. La conexión entre ellos era tan fuerte que parecía casi palpable, y cada momento juntos solo fortalecía su amor.

En el pasillo, Gala y Agustín estaban ocupados en sus propios asuntos. Gala había llegado a la habitación de Agustín con la esperanza de encontrar consuelo, pero la rivalidad y el deseo compartido por Lizzy seguían presentes. La tensión entre los personajes seguía creciendo, pero el amor y la pasión entre Adrián y Lizzy eran innegables y permanecían como el punto central de su historia.

La noche en la casa era un tejido de sombras y susurros, la oscuridad suavizada por la luz tenue de la luna que se filtraba a través de las cortinas. La calma en la habitación estaba a punto de ser interrumpida por una pasión que se había estado acumulando durante demasiado tiempo.

Lizzy dormía sola en su cama, un refugio de tranquilidad en medio del bullicio de la casa. Su cama estaba estratégicamente ubicada entre las camas de Briggitte y Gala, y en frente, la de Arath. Detrás, las camas de Mario y Karime se encontraban alineadas en una disposición que facilitaba la cercanía, aunque esa noche, Lizzy era la única que se encontraba en su espacio.

El ambiente en la habitación estaba cargado de una tensión que se había vuelto palpable. Adrián, quien había estado en una lucha interna con su deseo y su necesidad de estar cerca de Lizzy, no pudo resistir más. Había tomado la decisión de ir a buscarla, movido por una urgencia ardiente que no podía ignorar.

Al entrar en el cuarto, Adrián se encontró con la imagen de Lizzy durmiendo plácidamente. Su corazón se aceleró al ver la figura de ella bajo las sábanas, una visión que avivó su deseo. Con cuidado para no hacer ruido, se acercó a la cama, sintiendo el peso de su necesidad creciente.

Adrián, con el deseo abrasador en sus ojos, se quitó la camiseta con movimientos rápidos pero silenciosos, arrojándola a un lado.

Cada movimiento estaba cargado de una anticipación casi palpable. Se deslizó bajo las sábanas con Lizzy, su cuerpo llenándose de una desesperación que parecía no tener fin. Al acercarse a ella, la sintió moverse ligeramente, despertando al sentir el calor de su presencia.

Lizzy, al sentir el contacto y reconocer a Adrián, se volvió lentamente hacia él, sus ojos abriéndose con una mezcla de sorpresa y deleite.

"Adrián... no esperaba verte esta noche," dijo Lizzy con un susurro, su voz suave pero cargada de deseo.

El calor de su aliento en la oscuridad y el brillo en sus ojos encendieron aún más el deseo en Adrián. Ella, con una sonrisa seductora, notó la erección de Adrián contra su cuerpo. El roce de su piel contra la de él provocó un gemido ahogado que resonó en la penumbra.

Adrián, incapaz de contenerse, susurró con una mezcla de desesperación y amor:

"Te extrañaba demasiado, Lizzy. No solo tus noches apasionadas, sino también tu amor sincero. No podía quedarme lejos de ti."

Lizzy, con una sonrisa traviesa, comenzó a moverse lentamente, frotando su cuerpo contra el de Adrián. Cada toque y cada roce estaban llenos de una intención ardiente, y su piel contra la de él parecía una promesa de lo que estaba por venir.

Lizzy, con un tono cargado de picardía y deseo, le dijo mientras se movía sensualmente contra él:

"Si tú no hubieras venido a buscarme, yo habría ido a buscarte. No puedo resistirme a ti, a nosotros."

La intimidad y el deseo se hicieron evidentes cuando Lizzy se movió de espaldas contra la erección de Adrián, creando una fricción que hizo que él se retorciera de placer. Luego, se volvió hacia él, su cuerpo presionando contra el de Adrián mientras sus labios se encontraban en un beso ardiente y desesperado.

Adrián, abrumado por el deseo y el amor, se deshizo rápidamente del resto de su ropa y se deslizó bajo las sábanas con Lizzy, cada movimiento cargado de una urgencia desesperada.

La casa estaba envuelta en una oscuridad tranquila, con cada miembro durmiendo profundamente. Adrián, sin embargo, estaba inquieto, sus pensamientos consumidos por Lizzy. No podía sacarla de su mente, el deseo por ella se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba. Finalmente, incapaz de resistir más, decidió ir a verla. Con pasos silenciosos, entró en el cuarto que compartía con sus amigos, moviéndose con una familiaridad que había adquirido con el tiempo. Sabía perfectamente cuál era la cama de Lizzy, cada detalle de ese lugar estaba grabado en su memoria.

Al llegar junto a su cama, Adrián se despojó de su camiseta, dejándola caer suavemente al suelo. Luego, con la misma sutileza, se deslizó bajo las sábanas, colocándose a su lado. El simple contacto con su piel lo hizo estremecerse, un deseo ardiente que había estado acumulándose en su interior comenzó a consumirlo.

Lizzy, al sentir el peso y la calidez de Adrián junto a ella, comenzó a despertarse lentamente. Sus ojos, aún adaptándose a la oscuridad, se encontraron con su rostro familiar. Una sonrisa suave se dibujó en sus labios al notar la erección de Adrián presionando contra su espalda. Sentirlo tan cerca, tan lleno de deseo por ella, encendió algo en su interior.

Adrián la rodeó con sus brazos, tirando de ella suavemente hasta que su cuerpo quedó completamente pegado al suyo. Lizzy dejó escapar un suspiro suave y se movió sutilmente, presionando su trasero contra la erección de Adrián. La fricción entre sus cuerpos lo hizo inhalar profundamente, luchando por mantener el control.

"Adrián..." —murmuró Lizzy, su voz suave y cargada de deseo— "Te he extrañado tanto..."

Giró su cuerpo, quedando ahora de frente a él, y lentamente comenzó a frotarse contra su erección, provocándolo aún más. Cada movimiento estaba calculado para encenderlo, para recordarle cuánto lo deseaba.

Adrián cerró los ojos, disfrutando de la sensación del cuerpo de Lizzy moviéndose contra el suyo. Cada roce la hacía sentir más cerca, más unida a él en ese momento íntimo. Lizzy, notando cómo Adrián luchaba por contener sus gemidos, sonrió con picardía antes de acercarse a su cuello. Sus labios se posaron suavemente sobre su piel, dejando besos lentos y sensuales que hicieron que Adrián se estremeciera aún más.

"Shh..." —le susurró al oído, su aliento cálido provocando un escalofrío en él— "Tenemos que ser muy silenciosos... nuestros amigos están cerca. Pero si puedes mantenerte en silencio, te prometo que haré que esta noche sea inolvidable."

Adrián asintió, la anticipación y el deseo grabados en su expresión. Lizzy, siempre tomando la iniciativa en estos momentos, deslizó sus manos por el torso de Adrián, disfrutando del calor de su piel bajo sus dedos. Lentamente, comenzó a bajar, dejando un rastro de besos por su pecho y abdomen. Cada beso era una promesa, un recordatorio del amor y la pasión que compartían.

Cuando finalmente llegó a su objetivo, Lizzy se movió con una maestría que solo ella poseía. Adrián, ahora completamente expuesto, sintió cómo la boca de Lizzy se cerraba alrededor de él, moviéndose con una precisión que lo dejó sin aliento. Cada movimiento era calculado, cada succión y lamida diseñada para llevarlo al límite.

Lizzy, con una mezcla de ternura y lujuria en sus ojos, aumentó el ritmo, sus manos y su lengua trabajando en perfecta armonía. Adrián, mordiéndose los labios para no gemir en voz alta, sintió cómo el placer comenzaba a acumularse en su interior, amenazando con desbordarse.

"Lizzy..." —susurró Adrián entre jadeos, su voz temblorosa por el placer— "No puedo aguantar más..."

Lizzy sonrió contra su piel, disfrutando del poder que tenía sobre él. Subió lentamente por su cuerpo, frotándose contra su erección mientras se colocaba a horcajadas sobre él, su cabello cayendo en cascada alrededor de su rostro. Adrián, incapaz de resistir más, se aferró a sus caderas, guiándola hacia él mientras sus labios buscaban los suyos.

Lizzy, notando la desesperación en sus ojos, lo miró con una mezcla de amor y desafío. Se inclinó hacia su oído, susurrando con una voz cargada de promesas:

"Hazme tuya de nuevo, Adrián... no puedo esperar más."

Adrián, completamente entregado a ella, la giró suavemente hasta que quedó debajo de él. Con una pasión desenfrenada, la penetró con una fuerza que hablaba de cuánto la había deseado. Lizzy ahogó un grito de placer, mordiéndose el labio inferior mientras sus manos se aferraban a la espalda de Adrián.

Cada movimiento de Adrián era una mezcla de suavidad y ferocidad, su cuerpo moviéndose con un ritmo que llevaba a Lizzy al borde del éxtasis una y otra vez. Lizzy, sintiendo el placer crecer en su interior, se retorcía bajo él, sus gemidos ahogados mientras intentaba mantener el silencio.

"Adrián..." —jadeó Lizzy, su voz temblorosa mientras sentía que el clímax se acercaba— "No pares... por favor, no pares..."

Adrián, impulsado por sus palabras, aumentó el ritmo, sus embestidas volviéndose más rápidas y profundas. El sonido de sus cuerpos chocando llenaba la habitación, mezclado con sus respiraciones pesadas y jadeos.

Finalmente, el clímax los alcanzó a ambos, una ola de placer que los atravesó y dejó temblando de éxtasis. Adrián, con un gemido bajo, se dejó caer sobre Lizzy, sus cuerpos aún unidos mientras intentaban recuperar el aliento.

Lizzy, con una sonrisa satisfecha, acarició suavemente la espalda de Adrián, sintiendo cómo sus cuerpos comenzaban a relajarse después de la intensa pasión que habían compartido.

"Eres increíble..." —murmuró, su voz suave y llena de amor.

Adrián sonrió, su respiración comenzando a normalizarse mientras la envolvía en sus brazos. Estaba completamente adicto a ella, no solo por la pasión que compartían, sino por el profundo amor que sentía por ella.

La noche volvió a su silencio, pero esta vez, estaba llena de la energía de su amor y la pasión que compartían. Adrián, ahora más que nunca, sabía que Lizzy era su todo, su nueva religión, su obsesión, y que no había nada en el mundo que lo apartara de ella.

Adrián se recostó a su lado, su respiración aún agitada mientras intentaba recuperarse de la intensidad del momento que acababan de compartir. Pero cuando empezó a deslizarse lentamente fuera de la cama, Lizzy lo detuvo, colocando su mano sobre su pecho.

"No te vayas..." —susurró, su voz cargada de una mezcla de sensualidad y ternura, casi infantil pero con un toque que revelaba una pasión latente—. "Por favor, mi amor, quédate. Te necesito..."

Adrián la miró, sus ojos oscuros llenos de deseo, pero también con una chispa de duda. — "Lizzy..." —murmuró, su voz ronca por la intensidad de lo que acababan de vivir—. "No sé si esto es lo correcto..."

Antes de que pudiera decir algo más, Lizzy se movió, subiendo sobre él con una agilidad que lo dejó sin aliento. Con sus piernas alrededor de su cintura, comenzó a moverse lentamente en círculos, presionando su entrepierna contra la erección de Adrián. El contacto hizo que un jadeo se escapara de sus labios, su cuerpo respondiendo instantáneamente al estímulo.

"¿No es lo correcto?" —susurró ella, inclinándose hacia él, su aliento cálido contra su oído—. "Entonces, ¿por qué se siente tan bien?"

Adrián cerró los ojos, tratando de resistir el deseo creciente que sentía por Lizzy, pero era inútil. Cada movimiento de ella lo llevaba al borde, su cuerpo reaccionando con un fervor que no podía controlar.

"Lizzy..." —intentó decir, pero su voz se cortó cuando ella comenzó a mover sus caderas de manera más provocativa, frotándose contra él con una intensidad que lo hizo gemir.

"Te necesito, Adrián..." —repitió ella, su voz ahora un susurro ronco lleno de deseo—. "Quédate conmigo, mi amor... por favor..."

La combinación de su tono dulce y la lujuria en sus ojos lo desarmó por completo. Lizzy se inclinó, besando su cuello mientras continuaba moviéndose sobre él, provocándolo cada vez más. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y Adrián se dio cuenta de que ya no tenía control sobre la situación, ella lo dominaba completamente.

De repente, Lizzy dejó de moverse, y por un breve momento, todo se quedó en silencio. Adrián abrió los ojos para verla, solo para encontrarla mirándolo con una sonrisa traviesa en sus labios. Antes de que pudiera reaccionar, Lizzy se alzó ligeramente y, con un movimiento rápido, se dejó caer, introduciendo su erección profundamente dentro de ella.

Ambos soltaron un gemido ahogado al unísono, sus cuerpos temblando por la repentina ola de placer que los golpeó. Lizzy sonrió, disfrutando de la expresión de éxtasis en el rostro de Adrián mientras comenzaba a moverse lentamente, montándolo con una sensualidad que lo volvía loco.

Cada vez que sus caderas bajaban, el placer se intensificaba, y Adrián sintió como si una bomba de deseo estuviera a punto de estallar dentro de él. Sus manos se aferraron a las caderas de Lizzy, sus dedos clavándose en su piel mientras intentaba mantener el control, pero ella no se lo ponía fácil

Adrián observó con los ojos nublados de deseo mientras Lizzy se movía sobre él con una mezcla de sensualidad y determinación. Cada movimiento suyo lo llevaba más cerca del borde, cada caricia, cada beso que ella le daba lo hacía arder de deseo. Pero cuando Lizzy, con esa mirada traviesa que lo volvía loco, se alzó ligeramente y, sin vacilar, introdujo su erección profundamente en ella misma, Adrián ahogó un grito de placer en su cuello.

Su respiración se aceleró, su cuerpo temblaba bajo el de ella, y no pudo evitar gemir contra su piel, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza desbocada en su pecho. Lizzy sonrió suavemente, disfrutando de la reacción que provocaba en él, sabiendo que tenía el control absoluto. Era una combinación letal de dulzura y rebeldía que lo desarmaba por completo.

"Si siempre actúas así..." —jadeó Adrián, su voz cargada de deseo mientras sus manos se aferraban a las caderas de Lizzy, presionándola contra él con más fuerza—. "Si siempre me detienes de esta manera... nunca voy a alejarme de tu lado."

Lizzy respondió moviéndose lentamente, aumentando la intensidad del contacto entre ellos, haciendo que Adrián gimiera de placer. Su cuerpo se arqueaba instintivamente hacia ella, buscando más, deseando más, mientras la observaba con una mezcla de adoración y lujuria.

"Me encantas..." —continuó Adrián, su voz ronca y entrecortada por el placer—. "Nadie... nadie me ha hecho sentir lo que tú me haces sentir."

Cada palabra que pronunciaba era un reflejo de la tormenta de emociones que Lizzy había desatado en él. Era cierto, nunca antes había experimentado algo tan intenso, tan visceral. Lizzy no solo lo hacía sentir deseado; lo hacía sentirse vivo, como si cada fibra de su ser vibrara bajo su toque.

"Me dominas, Lizzy..." —admitió, su voz suave pero cargada de verdad—. "Me tienes completamente bajo tu encanto y tu pasión. Me tienes a tu merced."

Lizzy sonrió, inclinándose para besar su cuello, sus labios dejando una línea de fuego en su piel. Le encantaba escuchar esas palabras salir de su boca, saber que tenía ese poder sobre él. Pero también sabía que no era solo una cuestión de poder. Adrián la amaba por todo lo que ella era: la dulce y tierna Lizzy que siempre estaba dispuesta a hacer todo por él, y también la Lizzy rebelde, la que haría hasta lo imposible para mantenerlo a su lado, la que lo desafiaba y lo volvía loco de deseo.

Adrián cerró los ojos, disfrutando de cada segundo, cada movimiento, mientras Lizzy continuaba llevándolo al límite. No podía apartar las manos de ella, la necesidad de sentirla, de tocarla, de aferrarse a ella era demasiado intensa. Sabía que estaba perdiendo la cabeza, pero no le importaba. Lizzy era su obsesión, su nueva religión. Estaba dispuesto a adorarla con cada parte de su ser, porque ella era lo único que quería, lo único que necesitaba.

"Me haces sentir vivo, Lizzy..." —murmuró contra su piel, su voz temblando de emoción—. "Y no quiero que esto acabe nunca. Quiero que sigamos así, que sigas haciéndome sentir de esta manera, porque solo tú puedes hacerme sentir así."

Lizzy sonrió contra su cuello, sabiendo que había ganado. Sabía que Adrián estaba completamente rendido a ella, a su amor, a su pasión. Y eso la hacía sentir poderosa, pero también profundamente conectada con él. Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, como si hubieran nacido para estar juntos de esa manera.

"Siempre estaré aquí para ti, mi amor..." —susurró Lizzy, su voz suave pero llena de promesas—. "Nunca dejaré que te alejes. Haré lo que sea necesario para mantenerte a mi lado, porque tú también eres lo único que quiero."

El clímax se acercaba, una ola de placer que los envolvía a ambos, cada movimiento, cada caricia, cada beso los acercaba más a ese punto de no retorno. Adrián sintió como su cuerpo se tensaba, como si estuviera a punto de estallar, y en ese momento supo que Lizzy era su todo, su única razón de ser.

Y cuando finalmente alcanzaron el éxtasis juntos, sus cuerpos temblando en un abrazo compartido de placer y amor, Adrián supo que, pasara lo que pasara, siempre estaría a su lado. Lizzy lo había conquistado por completo, y él estaba más que feliz de rendirse ante ella, una y otra vez.

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