.Prologo.
Las ventanas centelleaban débilmente en la habitación. El sol apenas se asomaba entre las nubes grisáceas, fuera el clima era un poco frío y húmedo a pesar de estar en primavera, pero el calor de la estancia se mantenía agradable.
A pesar de ser un lugar bastante extenso, daba la apariencia de ser pequeño y estrecho gracias a todo el mobiliario que había allí.
Paneles de madera oscura cubrían parte superior de la chimenea, donde se consumía lo poco que quedaba de los trozos de roble, dejando que el olor a madera quemada impregnara el lugar, un olor que ciertamente a Guren le encantaba.
Rectángulos de corte elegante con moldura de ova y dardo cubrían las paredes blancas y dos libreros de caoba flanqueaban la chimenea, repletos de volúmenes sobre guerra, mapas antiguos, coordenadas y por supuesto armas. A simple vista parecía una biblioteca antigua.
Sin duda quién entrará ahí sentiría que retrocedió en el tiempo.
Pero así eran los gustos del teniente Coronel Guren Ichinose. Era alto y delgado, y sus ojos amatista contrastaban a la perfección con su cabello oscuro y piel apiñonada.
Una persona de aspecto realmente estricto, una figura alta y digna, con manos grandes pero que impartirán justicia.
Su ceño fruncido y la leve marca de expresión en su frente le hacían patentar mas edad de la que realmente tenía. Pero era uno de los precios a pagar por el rango y responsabilidad impuesta en su trabajo.
Ahora se encontraba sentado frente a su escritorio de caoba, repleto de documentos, registros, reportes carpetas. Tenia tanto que revisar, tantas decisiones que tomar...
Sin duda ser teniente coronel no era tarea sencilla.
Apenas su taza de café y un retrato hecho de papel maché sobresalían en aquel mar de papeles al que le llamaba trabajo.
Inspiró profundamente y dejó escapar el aíre despacio. Necesitaba un descanso.
Su vista se fijó en su móvil que vibraba, perdido entre toda la pila de documentos. La pantalla iluminada daba a entender que había recibido un mensaje.
Con desgana extendió el brazo hasta el celular, al desbloquearlo apareció instantáneamente.
"Espero que sea de tu agrado mi querido amigo, me tome el tiempo de elegir con sumo detalle lo que estabas buscando, créeme que no te defraudará.
Me hubiera encantado estar allí para ver tu rostro en el momento de recibir mi presente. Pero me temo que tuve una reunión importante a la cual asistir :'(
Pero no te preocupes, mande a un amigo en mi lugar para explicarte los términos del contrato.
Espero que estés tan satisfecho como yo de mi elección. ;)
Ferid.--
El azabache soltó un suspiro, incluso con un mensaje Ferid lograba ponerle de mal humor.
Enredo sus dedos enguantados entre su negro cabellos, intentando deshacerse un poco del estrés que llevaba.
--Guren-sama ¿Puedo pasar?
Pero tal parecía que no podría.
--Adelante.--respondió a medias.
Atravesando el marco de la puerta, su secretaria y mano derecha se aproximó hasta su escritorio.
--¿Que sucede Sayuri?
--Guren-sama lo han venido a buscar. Dicen que es algo urgente.
El pelinegro soltó un bufido, últimamente todo lo que se le presentaba era urgente.
--Muy bien vamos.--Dijo--mientras mas rápido terminemos esto, mas pronto podré ir a almorzar.
Y sin más se puso de pié en dirección a la salida, siendo seguido por su asistente que reía levemente ante su comentario.
Caminaron por el pasillo hasta llegar al elevador. Una vez dentro el teniente coronel presionó el botón que daba al piso -2.
Después de un pequeño lapso de tiempo llegaron a su destino, donde debían bajar por una escalinata de piedra.
Bajaron por la larga escalera de caracol. Tenía pocas ventanas y todavía no habían encendido las luces, por lo que la oscuridad contribuía a dificultar el descenso. Los escalones de piedra se hacian poco a poco mas pequeños hasta terminar en suelo firme e inmediatamente atravesaron el arco de la gigante puerta frente a ellos.
El azabache sintió inmediatamente el cambio repentino de temperatura, era de esperarse teniendo en cuenta las vastas dimensiones de aquél lugar en penumbra. Entre el altísimo techo y el oscuro suelo de baldosa lisa que se extendía al infinito con cierta melancolía etérea.
Al otro extremo, la sala empezó a iluminarse lentamente gracias a las lámparas diseminadas por todo el lugar.
El mobiliario era inmenso, a medida que las lámparas de antorcha iluminaban, quedaba expuesto todo lo que se mantenía escondido tras las sombras.
Había esculturas de bronce descomunales, todas ellas de figuras mitológicas. Se encontraban al margen de las paredes de piedra rugosa, las cuáles debían medir unos ocho o nueve metros de alto.
También habían varios paisajes antiguos con marcos dorados colgados en las columnas de mármol.
Y, a la derecha en una repisa de cristal, una selección de las mejores armas nunca antes creadas, desde bayonetas, pistolas de alto calibre, hasta dagas y espadas que de solo abanicarlas en el aire pueden causar un corte letal.
Una decoración demasiado elegante y sobresaliente para un sótano.
--Hola. Tu debes ser Guren ¿No es así?
Una voz desconocida se hizo presente en el lugar. De pronto, de entre la penumbras salió un hombre.
Era alto, tal vez un poco más que el teniente coronel. Su cabellera era roja a excepción de un mechón negro.
--En efecto--respondió el azabache--Y tu eres...
--Crowley--respondió de inmediato.--Crowley Eusford. Vengo en nombre de mi gran amigo Ferid.
Guren sonrío, era más que evidente que Ferid lo había enviado.
--Entonces supongo que estas al tanto de nuestro acuerdo.
Crowley sonrío.
--Por supuesto que lo estoy señor Ichinose. Y créame que lo sé arrepentirá.
--Eso espero--Respondió mostrando una sonrisa fría.
El sujeto llamado Crowley chasqueó los dedos, haciendo eco en el lugar.
Guren solo miró expectante, su rostro se mantuvo impasible en todo momento mientras paseaba su mirada. Estaba intrigado por lo que le había conseguido Ferid, sus gustos eran un poco extraños aveces.
Fue entonces, que al igual que el pelirrojo una persona apareció sin previo aviso.
Sus pasos hacían eco por el lugar mientras avanzaba hacia ellos, entonces, al tocar la luz, su figura se volvió más nítida.
Era...
--¿Una chica?--preguntó incrédulo el azabache. Crowley le miró divertido. Ferid tenia razón su cara en ese momento no tenia precio.--¿Porque trajeron una chica?--preguntó ceñudo.
--No la subestime, señor Guren, le aseguro que no es lo que aparenta.--afirmó el pelirrojo.
Pero el ceño fruncido de Guren no desapareció.
Frente a ellos, sé encontraba una jovencita, a simple vista se podría decir que no pasaba de entre los diecisiete y dieciocho años de edad.
Su cabello, de un rubio platinado, hacia resaltar los zafiro que tenía por ojos. Lo llevaba recogido en una trenza que le llegaba poco antes de la cintura.
Su vestuario era un traje negro, compuesto por un pantalón entallado, y un saco con pequeñas hombreras. Resaltando aun más su piel de porcelana.
Un ángel, aseguraría cualquiera a simple vista. Aunque su expresión marmorea hacia dudar.
Guren vaciló, no estaba seguro de que una chica fuera lo que buscaba para esta misión.
Y Crowley se percató de eso.
-- Vamos Guren. Le aseguro que no se arrepentirá, le puedo confirmar que quedara fascinado con su trabajo.
Eso si que lo dudaba. Pero ya habia hecho un trato con Ferid. Ya no podía echarse para atrás.
--¿Como dices que se llama?
Crowley sonrío victorioso.
--Mikaela, Mikaela Hyakuya.
Guren, sé acercó un poco hacía la jovencita frente suyo, no parecía una agente profesional, si no más bien una simple muchacha escuálida como cualquier otra.
--Muy bien--habló--Bienvenida Mikaela. De ahora en adelante trabajaras para mi.
La joven que hasta ese momento, se mantenía erguida y con la mirada al frente, hizo una reverencia.
--¿A quien debo proteger, Guren-sama?
El teniente coronel sonrío, tal vez Ai le sea de ayuda esta chica. Metió la mano en uno de los bolsillos de su traje, extrayendo una foto de este y extendiendola a Mikaela.
--A ella.
La joven rubia miró la foto con detenimiento.
«--Ara, ara, ¿Pero que tenemos aquí? Una Yui-san saltándose la clase?»
Una joven azabache, de facciones delicadas y ojos de un hermoso verde esmeralda aparecía en la imagen. Los ojos de Mikaela centellaron por un efímero instante.
«--Shinoa... Lárgate de aquí.»
--Ella es...--musitó bajo.
«--Moo, ¿Pero porqué? Acaso... ¿Yui-San tiene miedo que la descubran?»
Guren le miró divertido.
«--Shinoa... Vete a la mierda.»
--Mi hija.--respondió.--Yuuichiro Ichinose.
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