CAPITULO 4

CAPITULO 4

Recogía con manos temblorosas y a toda prisa los zapatos que se encontraban en el suelo, para después colocarlos dentro de sus respectivas cajas acción que hizo reír un poco al pelinegro. Miguel tenía que admitir que no se esperaba la llegada de un cliente y menos la del príncipe, definitivamente eso no se lo esperaba ni en sus más locos sueños.

-Perdón por asustarte, pero creo que me la debes por no responder el mensaje-dijo con media sonrisa mientras agarraba las cajas que Miguel tenía en manos y las coloco en una silla-

-De hecho su majestad Miguel si recibió el mensaje pero fue totalmente ignorado-Hablo la voz algo robótica de Dante-

Miguel con nerviosismo empezó a empujar al robot hacia la puerta del almacén.

-Gracias por la noticia, ahora puedes ir a verificar cuantos zapatos hay que entregar el día de hoy-Dijo entre dientes mientras lo empujaba para después cerrar la puerta-

-Entonces solo lo ignoraste...tengo que admitir que eres la primer persona en ignorar un mensaje mío-Mientras decía esto empezó a recorrer la tienda viendo los diferentes estilos de zapatos que se encontraban en cada estante-

-He estado algo ocupado su majestad como para recibir o contestar mensajes-dijo rascándose la nuca-ademas que no me interesa una recompensa, lo ayude y ya, solo hice lo que una persona normal haría-

-Veo que si lo leíste después de todo-

El joven moreno volvió a maldecir internamente había metido nuevamente la pata ¿Acaso es el día de meter la pata? Pensó, tenía que admitir que le era algo incómodo e incluso algo surrealista que un simple zapatero tenga contacto con su majestad solo por salvarle casi la vida, porque no era para tanto ¿verdad?, Miguel solo quería descansar de una vez por todas y dejar el mundo de los vivos por unos momentos ¿Era mucho pedir? Pero claro está que Ernesto, ni siquiera lo dejaría conservar ni de lo que gana cantando en el parque, pero por suerte y de milagro no se ha enterado de eso ya que sería su ruina y su tumba al mismo tiempo.

-Mi hermano me enseño que tengo que ser agradecido con la gente-Se alejó de los estantes y empezó a caminar hacia el castaño- Asi que tengo que darte una recompensa por salvar mi vida la otra noche-

-¿Recompensa?-Pregunto recibiendo un asentimiento de cabeza por parte del asiático-

La recompensa no le interesa en lo absoluto, ya que, solo lo hizo porque no quería que una persona saliera lastimada y menos fuera de su tienda tenía que admitir, aunque ahora que Miguel lo pensaba mejor podría aprovechar esta situación que jamás podría volverse a repetir, si aceptaba podría pedirle un vehículo y reservas de comida para el viaje que se aproximaba, ya lo había decidido. Entonces Miguel sin duda alguna empezó acercarse a Hiro.

-Asi que el príncipe me quiere dar una recompensa ¿he?-Pregunto con cautela-

Hiro cambio su expresión seria a una de confusión ¿Qué le pasa? Se preguntó ya que, de un momento a otro el joven zapatero cambio su expresión de estar un poco nervioso a uno seductor ¿Acaso estaba alucinando? Fue entonces que empezó a dar pequeños pasos hacia atrás a ver como se acercaba el moreno.

-Muy bien-Soltó- ya que su majestad quiere tanto que pida esa recompensa lo hare, pero no creo que le vaya a gustar-

-¿Q...Que recompensa quieres?-Pregunto con voz entre cortante-

Fue entonces que la espalda del asiático choco con la pared fría de la tienda, dándole un escalofrió al instante, recorriendo por toda su columna y aunque no le gustase admitir, tenía que decir que se sentía algo intimidado por la presencia de Miguel y sobre todo la seriedad en su mirada ¿Puede alguien cambiar tan rápido de actitud? Porque si es asi, esta persona estaba a punto de volverlo loco por tanto misterio en sus palabras pero sobre todo en su actitud. La mano de Miguel sostuvo con cuidado la corbata negra que portaba Hiro y la acerco a sus labios.

-Lo quiero a usted majestad-dijo- quiero que usted sea mi recompensa-

Y con guiño de ojo beso la corbata del pelinegro, mientras este se encontraba procesando por uno segundos sus palabras ¿Acaso escucho bien? ¿Qué acaba de decir? Pero cuando por fin volvió en sí y analizo las palabras del castaño su rostro estaba completamente rojo junto con su ceño fruncido. Tal acción ocasiono que Miguel se alejara de él y soltara en carcajadas por ver la reacción del joven príncipe.

-¡Sin vergüenza!-Grito con enojo tomándolo de la camisa con fuerza-¡Tu...Tu...!-

-Cálmese majestad era una broma –Hablo entre risas-

-Sabes que te puedo mandar a ejecutar ¿verdad?-

La risa de Miguel fue apagándose poco a poco al escuchar aquello ¿Podía ejecutarlo? ¡Por supuesto! Era el próximo gobernante de la nación en donde vivía y si quisiera aun conservar su cabeza o alguna parte de su cuerpo, es mejor no alterarlo, pero tenía que decir que era divertido al ver la reacción del príncipe. Entonces Hiro lo soltó dejando salir un suspiro de resignación pero aun con un leve sonrojo en el rostro.

-Solo porque te debo la vida no te mandare a ejecutar-Bufo cruzándose de brazos-

-¿Gracias?...supongo-ladeo con confusión la cabeza al escuchar aquello, fue entonces que el silencio gobernó entre los 2, ninguno de los dos decía nada o hacia algún ruido, Miguel solo mantenía la mirada en el cabello despeinado del príncipe, podía observar como lo tenía algo largo y uno que otro mechón se salía de su lugar-

En cambio Hiro se encontraba desesperado, he inclusive, algo incómodo con la mirada de Miguel ¿Qué tanto le miraba? ¿Acaso nunca había visto a un chico? La desesperación le gano tanto que no pudo evitar explotar.

-¿!Vas a pedir tu recompensa sí o no¡?-Exclamo elevando ambos hombros y sobresaltando al castaño-

-Después del baile-Soltó-

-¿Qué?-Pregunto confundido observando cómo agarraba una sudadera de la silla-

-Después del baile de Paz de San Fransokyo, yo lo buscare y entonces pediré mi recompensa-

Hiro solo le dedicaba una mirada de confusión ¿Por qué después del baile? Era la pregunta que circulaba en su cabeza haciendo que no se diera cuenta de como Miguel le colocaba la sudadera, no fue hasta que vió cuando el moreno le colocaba la capucha de esta.

-¿Pero qué...?-Estaba a punto de volver a gritarle, pero se detuvo al ver su expresión-

-Tiene que irse su majestad-Dijo mostrándole una pequeña sonrisa-Ahora-

Hiro con algo de duda asintió y empezó a caminar hacia la puerta, pero se detuvo al momento de que vio como esta era abierta y dejaba a entrar una persona.

-Veo que sigues holgazaneando-Exclamo observando a Miguel-

-El cliente ya se va Ernesto...-

La mirada del gran hombre se dirigió ahora hacia Hiro quien se encontraba tratando de ocultar la mayor parte posible de su rostro con la gorra de la sudadera, Ernesto observo con cuidado al supuesto cliente para después voltear nuevamente hacia Miguel.

-Espero que el personal lo haya tratado muy bien-Hablo con amabilidad abriendo la puerta-Esperamos su regreso-

Dicho esto Hiro asintió con la cabeza y salió a toda prisa de la tienda, algo ocurría ahí adentro podía sentirlo, el ambiente cambio desde que ese hombre llego ¿Pero quién era él?.

-¿Ahora me dirás la razón del por qué en la puerta de la zapatería dice cerrado?-Dijo con algo de brusquedad en su voz-

Miguel bajo la mirada, estaba algo asustado y lo único que podía hacer era tratar de no hacerlo enojar o al menos no demasiado.

-Tenía que reparar los estantes de los zapatos de muestras y...-Trago saliva antes de continuar-...y no podía atender al mismo tiempo a las personas-

Solo podía observar sus tenis con nervios y se le ponían los pelos de punta al notarlo un poco calmado, algo fuera de lo normal, pero eso solo podía significar una cosa, apretaba sus puños con fuerza quería golpearlo por todo lo que les había hecho, por toda la humillación que les causo a él y a María, su ira fue disminuyendo cuando recordó que al menos el príncipe Hiro no podrá apreciar tal escena en la zapatería, lo que menos quería era un gran escándalo en los periódicos he inclusive en las noticias de todo el mundo Jóvenes sufrían abuso constante de su tutor legal no quería que el nombre ni la imagen de su prima se manchara por las estupideces de su tutor. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una fuerte abofeteada en su mejilla haciéndolo caer al piso con fuerza, lastimándose ambas manos al querer suavizar un poco su caída.

-Que no se te olvide quien es el dueño de este lugar –Soltó sacudiéndose las manos y caminando hacia la salida-Tienes suerte que este de buen humor hoy, pero aun asi no saldrás limpio-

-Prometo pagarte todo... -Murmuro tocándose la mejilla-

-Y lo harás, ni creas que pensaba dejarte con las manos limpias, un mes atendiendo la mesa sin descanso y sin mesada alguna pero también me quedare con tu guitarra-abrió la puerta, pero antes de salir volteo hacia Miguel que se encontraba aun con la mirada baja y en el suelo- Gente de tu especie me repugna...-

Dicho esto Ernesto salió de la tienda con paso elegante, mientras que el joven moreno soltaba unas pequeñas lagrimas que recorrían sus mejillas hasta llegar al piso.

¿Les está gustando gente? nwn

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