historias de charlotte

Y entonces...

¡CRASH!

Antes de que sepas lo que está sucediendo, el cinturón alrededor de tu estomago te deja sin aire en un tirón, tu garganta se cierra cuando entras en cuenta y tus pulmones se llenan abruptamente, los motores están en silencio, un silencio que te inquieta y la alarma del coche suena fuertemente, tu corazón se acelera. Te liberas a ti misma y sales del auto, un choque, como lo suponías.

Tu cuerpo duele por el golpe, pero la imagen frente a tus ojos te hace sentir como un conejo en plena carretera, paralizado frente a los focos de un auto y viendo su vida pasar delante sus ojos, entonces tu sangre se vuelve dolorosamente gélida y lo olvidas todo; los autos bloquean el camino y el cuerpo tirado en la acera es tu madre, su cuerpo esta golpeado, magullado, con piernas y brazos torcidos en un Angulo inhumano, la mitad de su rostro está destrozada y puedes ver la carne. Tu pecho se oprime, corres hacia allí, nada en este momento te importa más que la vaga esperanza de que siga contigo.

-¿ma...ma...?-.

Tu pecho está ardiendo. Las lágrimas comienzan a brotar, sin que puedas hacer nada para detenerlo, tus piernas ceden ante el peso sobre tus hombros y te derrumbas junto a su cabeza, raspándote las rodillas e hiriéndote mas mientras buscas con desesperación el pulso en su garganta y pecho. Por un momento tu corazón se detiene y puedes respirar, su corazón sigue latiendo.

Así que la abrazas, con una desesperación que te devora desde adentro y no quieres separarte de ese sonido de nuevo.

(...)

A pasado un mes desde el accidente, no importa cuántas veces le des vueltas al asunto, su respuesta salta a tu mente, como una forma desesperada de callarte, con el sonido de sus voces; fuiste muy valiente al afrontar eso tu sola. Eso fue lo que lo que dijo la recepcionista de emergencias del hospital, fue lo que dijeron los médicos de la ambulancia, fue lo que dijeron los reporteros, fue lo que dijo tu padre en el hospital, fue lo que dijo el taxista que los llevo a casa y fue lo que tus hermanos te dijeron al abrazarte en la entrada. Pero no te sientes valiente, estas asustada, solo quieres huir, huir de ellos y sus voces que te atormentan. ¿Cómo les explicas? Como les dices a todas ellas que estas paralizada frente al taxi, con el corazón oprimido en tu pecho y a punto de llorar, ¿Cómo les dices que la idea de subirte a un auto te aterra tanto que no puedes respirar y tu corazón se convierte en un desastre?.

No te sientes valiente, ya paso un mes, deberías haberlo superado, te dices que solo fue algo que sucedió, que fue la excepción, no la regla. Pero en el fondo sabes que no quieres hacerlo.

Tu padre dice que no tienes que hacerlo si no quieres, pero aprietas tu puño como si tomaras toda tu fuerza de voluntad para hacerlo, tienes que hacerlo, debes hacerlo, sabes que esta podría ser la última vez que la veas y no quieres que tu ultimo recuerdo sea verla sufriendo, así que subes al auto.

Respiras entre pequeños espasmos, intentando contener tus lágrimas mientras tu mano temblorosa aprieta el asiento trasero en el cual estas sentada, está bien, estarás bien, te dices a ti misma para tranquilizarte, mirando a los lados por inercia una vez el motor parte y el coche comienza a moverse, te sientes como una paranoica.

Es cierto, fue la excepción no la regla, ¿verdad?

(...)

Estas sentada en la sala de espera, con una profunda ansiedad que te devora desde adentro hacia afuera, tal y como ese día, tu estomago esta oprimido y puedes sentir como los ríos de saliva no dejan de formarse en tu boca, a pesar de que intentas tragarlo, necesitas algo dulce para calmarte, ¡si, es eso!, necesitas algo dulce para calmarte.

Pronto entras en cuenta; ¿No estaban tardando demasiado?, ¿Qué tal si había muerto?, comienzas a emparanoiarte, el miedo se clava como frías agujas en tus nervios a flor de piel y entonces... te llaman.

Finalmente puedes respirar y vas al cuarto, te sientas a su lado en la camilla cuando te permiten tener un tiempo a solas, se ve tan bonita dormida, es lo que piensas mientras tu mirada baja por su cuello hasta llegar a su pecho, tu pecho se oprime dolorosamente al ver el suyo, subiendo y bajando tan armoniosamente con cada respiración; no la odias, pero casi todo su cuerpo está destrozado y vendado, sabes que si sale de aquí el resto de su vida será dolorosa, definitivamente no quieres eso. No hay día en el que no pienses en poner tus manos alrededor de su cuello o almohada, o desconectar la maquina que la mantiene convida y te preguntas si hiciste lo correcto al no hacerlo, te sientes como un pecador, sucia, enferma, tal y como tus como tus compañeros de clase te hacen sentir, así que te escondes en su pecho, buscando esconder tus lagrimas, refugiándote en los latidos de su corazón, ese sonido que te tranquiliza y trae paz a tu mente abrumada, lo extrañaste tanto, incluso si solo pasaron un par de días desde la última vez, para ti se sintió como una eternidad.

Una caricia en tu cabeza te hace despertar y mirarla, la ves despertar como una flor en primavera y estas tan feliz de verla como fiel canino que espera a su amo en tiempos de ferrocarril, su amor es tan dulce que tu culpa te hace romperte, lloraste muy fuerte, hasta que tu garganta y mandíbula no pudieron mas y sin embargo...

Sentías que no podías hacer otra cosa que no fuera amarla.

(...)

No le dijiste a nadie que ibas hacerlo, solo fuiste con ella sonriendo felizmente y tu corazón se rompió, tal cual tu felicidad cuando los doctores intentaron explicarte lo más suavemente posible que ella se había ido para siempre.

(...)

Entre la oscuridad de tu cuarto, te escondes tras las frías sabanas de tu cama, tu al almohada esta empapada y tu ahogada en lamentos; no importa cuánto lo desees, ella no volverá, es una obviedad pero solo tienes 8 años, quieres que vuelva, que te abrace diciendo que todo está bien, que todo... fue solo un mal sueño.

Sientes como el escaso calor en tu pecho se convierte en un fuego que te quema hasta la piel y estas enojada, quieres golpear y gritarle pero no sabes a quien; ¿a los doctores por no mantenerla convida? ¿a tu padre por no haberte preparado lo suficiente para esto? ¿o..., la compresión te llega como un balde de agua fría, estas enojada contigo misma.

Por no haber podido hacer más para ayudarla.

Por ocultarle todo el dolor que estabas pasando hasta que fue demasiado tarde.

Por nunca decirle cuanto la amabas.

Por pensar en acabar con su vida.

Cuando lo piensas, sientes que no mereces ser feliz y tu garganta se cierra dolorosamente mientras miras en la oscuridad, deseando que hubiera algo allí que te diera el castigo que crees que mereces y solo tal vez, ir con ella.

(...)(...)(...)

Charlotte en Silent Hill.

¿Por qué estaba aquí?, bueno recibió una carta que le dijo que tenían que arreglar los asuntos pendientes y remedar los pecados pasados, así que sabía que su estadía aquí no sería la mejor y que debía encontrar a su padre y a sus hermanos lo más pronto posible.

Una vez más se adentro se adentro entre la niebla, con sus piernas frotándose entre sí a cada paso, con la sonrisa de alguien que ha caído en la desesperación dibujada en su rostro, invadida por un hambre lujuriosa de sangre. El sonido de interferencia de la radio la hizo saltar hacia atrás como un hábil cazador, con su piel erizándose ante la sensación de puro éxtasis y una criatura humanoide "salto a sus pies"

BANG, BANG.

Aparto el cañón humeante de su pistola y la guardo, sonriendo al sentir como su corazón se derretía de puro deseo al monstro moribundo en el suelo, con dos cargas de plomo directo al

Pecho, la criatura gimió de dolor, confundida al no poder verla y ella le dedico unas palabras originalmente piadosas, pero con tono tan jocoso que daba miedo.

-no te preocupes, no sufrirás por mucho-. Para luego soltar una risita y romper su cráneo de un pisotón.

Tintineo.

El regreso de su cordura se marco con el familiar tintineo del cascabel, dio un salto hacia atrás, mirando la cabeza de la criatura que ahora estaba inerte en el suelo, como si no entendiera lo que acababa de hacer. Miro a un lado y hacia el otro, descubriendo que el demonio seguía con ella, ahora paralizado por el espectáculo que acaba de presenciar, se sintió mal por haberlo asustado.

-... Vámonos-. Ordeno a su compañero, apartando la mirada.

Esto no estaba bien, en lo absoluto. Esto era un castigo, no debía disfrutarlo, no tenía derecho a disfrutarlo.

(...)(...)(...)

Schrödinger está sentado a su lado en la cama, leyendo Hansel y Gretel para ella, de pronto su mente comienza a divagar, sumiéndose en la oscuridad que siempre le llevaba a sus recuerdos, un cascabel, su tintineo era lo que escucho cuando conoció a su demonio, tintineo, tintineo, ese sonido le recordaba a los débiles latidos de su madre...

Antes de que pudiera caer más profundo, el tomo su mano para traerla de nuevo y entrelazo sus dedos aferrándose a ella cariñosamente, porque sabía en que estaba pensando. Parpadeo, volviendo a la realidad, donde el demonio la mirada con preocupación

-¿estás bien?-.

Ya sabía la respuesta. El seguía a su lado, evitando que callera al abismo y eso era todo lo que necesitaba para estar bien.

-eso creo-. Respondió, sellando la unión de sus manos y dando un tímido beso en el pico de su máscara.

Está bien, todo estaría bien a partir de ahora.

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