ÚNICO.
Recuerdo la primera vez que noté tu mirada. Estabas al fondo del bar, sentado cerca de la barra, con un vaso de vodka en la mano, sumido en una tristeza sin fin. Pensé que eras solo otro cliente de Layover, buscando ahogar sus penas en alcohol y anonimato.
Pero cuando nuestros ojos se encontraron, mi respiración se detuvo y mi voz se quebró en medio de la melodía. ¿Qué hay en tus ojos que me hace sentir visto? ¿Es la tristeza, la soledad o algo más? Me siento atrapado en tu mirada, como si pudieras ver más allá de mi máscara.
Tus ojos seguían cada gesto, cada nota que salía de mi boca. Tu rendición hacia mí es intoxicante, me hace sentir invencible. Y sin embargo, temía perder el control, dejarme llevar por la curiosidad: ¿Qué pasaría si te tocara, si te susurrara al oído? ¿Te estremecerías? ¿Te derretirías en mis brazos?
Un impulso irreversible me llevo hacia ti; quise acercarme, ofrecerte una sonrisa, un hombro para llorar. Pero algo me retuvo: el miedo a romper el hechizo que nos unía, o la certeza de no estar preparado para enfrentar la profundidad de tus ojos.
Cuando terminé mi actuación, nuestros ojos se encontraron de nuevo. Esta vez, hubo un destello de reconocimiento, como si ambos supiéramos que algo había cambiado. Te levantaste, y mi corazón se aceleró. Luego, sin una palabra, te fuiste, dejándome con la sensación de que había algo pendiente, algo que solo tú podías completar.
Pero ¿por qué regresaste? ¿Acaso no sentiste el peso de la oscuridad que nos rodeaba? ¿O fue precisamente eso lo que te atrajo? Conociéndote como lo hago ahora, sé que eres atraído por la llama que abre tus heridas, por el dolor que te hace sentir vivo. Y yo, involuntariamente, me había convertido en esa llama.
A partir de ese día, te convertiste en un visitante frecuente de Layover. Cada noche, te sentabas en el mismo lugar, pedías la misma bebida y esperabas el show con una expectación que me hacía sentir vivo.
No hablabas con nadie más; pensabas que eras imperceptible entre las sombras. Pero para mí, eras diferente. ¿Por qué no podía dejar de pensar en ti? Te incrustaste en mi mente y te adueñaste de cada uno de mis suspiros.
Te convertiste en el refugio en el que podía encontrar paz y el precipicio en el que podía perderme. Por más que luchara, no podía resistirme a la tentación de sumergirme en ti.
Me aseguré de que cada show fuera único, pensado solo en ti. ¿Te gustaba cómo mis dedos acariciaban el micrófono? ¿Cómo mis labios se acercaban a él, y mi respiración se cortaba ante una sonrisa? Todo eso lo hice por ti, para verte sonrojar y estremecer en tu asiento, para verte vivo.
Mirabas hacia los lados y hacia atrás, queriendo comprobar que eras el objeto de mi atención. Y al no encontrar a nadie más, regresabas con una expresión desconcertada y un tanto frustrada. Tu ego se resistía, aferrándose a la idea de que era imposible que alguien te valorara.
Sin embargo, una sonrisa altanera se filtraba en tu rostro, traicionando tus deseos más profundos. A pesar de tus intentos por negarlo, te ilusionabas con la posibilidad de que te perteneciera; deseabas que yo fuera tan tuyo como tú lo eras mío.
Lo siento mucho, no quise hacerte sufrir. Te soy sincero cuando te digo que la culpa pesa en mi corazón hasta el día de hoy. Lamento haber hecho que creyeras que había una posibilidad para nosotros en ese momento, cuando yo ya estaba unido a alguien más, alguien que no eras tú.
Un día, lo descubriste. Me viste con él, abrazados, besándonos. Vi la sorpresa en tus ojos, la tristeza, la decepción, y casi pude escuchar tu corazón romperse.
Ese momento de verdad tuvo que destrozar tus ilusiones. Pobrecito de ti, morías de la curiosidad por saber quién era ese hombre que ocupaba mi lado, que se llevaba mi sonrisa.
Permíteme que te desilusione. Jonghyuk, el gran empresario, el rey del éxito; solo era una fachada. Su traje caro y lujoso era la cortina perfecta para ocultar su simpleza. Te dejaste embelesar por su mentira, por esa ilusión de poder y control.
Y yo me creí que de verdad era especial para él. Pero no, solo era otro ingenuo en su lista.
Así que no te preocupes, no te culpes por caer en su red. Somos muchos los que nos dejamos engañar por apariencias. Pero ahora que lo sabes, ¿te sientes mejor? ¿Puedes irte con la conciencia tranquila, sabiendo que solo fue una ilusión?
Mi propia ilusión comenzó de manera similar. Me dejé impresionar por sus alardes y la manera en que parecía conocer al dueño de cada lugar al que íbamos. Jonghyuk me hacía sentir que todo era posible, si él intervenía en ello.
En ese momento, trabajaba tranquilamente en una tienda de conveniencia, sin ningún sueño de por medio. Pero Jonghyuk me aseguró que cualquiera de mis deseos podía hacerse realidad con su ayuda. Y yo, ingenuo, le creí.
Cuando me preguntó qué deseaba, lo primero que pensé es que quería a mi mejor amigo de vuelta. Luego, recordé lo que había pasado entre nosotros, y cambié mi respuesta: deseo cantar. Nunca lo había hecho antes, nunca me interesó hacerlo. Sigue sin importarme.
Después de unas cuantas citas más y comprobar mi compromiso bajo sus términos de entregarme a él en espíritu y cuerpo, Jonghyuk me trajo a Layover. Llegó gritando y exigiendo ver al dueño del lugar, que supuestamente era su amigo. Los trabajadores no sabían qué hacer con él, y el dueño no estaba por ningún lado; en medio de la confusión, Jonghyuk se subió al escenario y pidió un micrófono. Me hizo cantar en ese momento, alzar la voz más y más fuerte, aunque los nervios me estrangulaban.
Hicimos esa misma interrupción tres veces más, hasta que el dueño apareció y aceptó brindarme un espacio en Layover. La primera noche, nadie se dignó a mirarme; la primera noche también debió haber sido la última, pero Jonghyuk siguió presionando para que me permitieran cantar ahí.
Durante tres años, Jonghyuk se esforzó para que mi presentación fuera la atracción principal de Layover; se encargó de atraer al público adecuado y moldear mi imagen para gustar a aquellos hombres solitarios y desgraciados que asistían al bar. El éxito fue moderado, y así permaneció por un largo tiempo.
Jonghyuk no era de hacer planes, sino de actuar; o mejor dicho, demandar. Su imaginación era limitada, por lo que me pedía que yo pensara la manera de hacer crecer mi carrera.
Si no respondía, si lo que decía era absurdo o imposible, entonces me reprendía y me culpaba. Yo era el culpable del estancamiento de mi carrera, y no podía ayudarme si no me dejaba ayudar. Suena convincente, ¿no crees?
De esa manera, Jonghyuk y yo nos complementábamos, casi como almas gemelas. Fui moldeado a su gusto, así que no tenía otra opción más que vernos bien juntos. Pero nuestra unión no era únicamente visible para nosotros; también lo era para aquellos que nos rodeaban. Y tú, con tu mirada atenta, no podías evitar sentirte impotente.
Te veías incapaz de intervenir en algo que parecía ser enlazado por el destino. Tu nobleza y gentileza te impedían actuar, atrapado en el miedo a que tu ego consumiera tu pureza. Sin embargo, en lo más profundo de ti, una voz susurraba que tú eras más merecedor de mí que Jonghyuk. Que mi alma, era en realidad un reflejo de tus ilusiones.
Por ello, en lugar de alejarte, te quedaste. Te quedaste esa noche en que tu corazón se derrumbó, y continuaste viniendo las noches siguientes. Te sentabas en el mismo lugar, pedías la misma bebida y me mirabas con la misma intensidad. Sin embargo, había algo nuevo en ti: la sombra de un deseo insaciable, un anhelo por algo que parecía estar fuera de tu alcance.
Tu presencia se convirtió en una tortura dulce. Cada noche, veía el dolor en tus ojos, y cada noche, me sentía atrapado en mi propia culpa. Pero no podía evitarlo; me fascinaba ver cómo te consumía la obsesión, cómo te mantenías allí, a pesar de la agonía que sentías. Solo tenías ojos para mí; solo me deseabas a mí. Jonghyuk seguía siendo mi compañero habitual, pero tú lo ignorabas por completo.
Recuerdo una noche en particular. Estabas sentado en el rincón, con la cabeza entre las manos; tu cuerpo temblaba y tus ojos estaban llenos de lágrimas. Canté para ti y tu dolor, tan dulcemente como nunca lo había hecho, mientras mi corazón latía con una emoción que no podía controlar.
En ese momento, todavía tenía tu atención. ¿Qué sucedió después? ¿Por qué la llama que ardía en tu mirada se convirtió en cenizas? ¿Fue la rutina? ¿La falta de ilusión? ¿O la intervención de un tercero?
Podrías amarme de nuevo...
Podrías amarme como en aquel tiempo en que llegabas antes que nadie, como si tus pies te llevaran por sí solos, siguiendo un camino que ya conocías de memoria.
Fue mi culpa, ¿no es así? No debí haber roto con la ilusión, no debí haberme mostrado más allá de lo impecable. Si tuviera que marcar un momento como aquel que terminó nuestra historia, diría que fue cuando hablamos por primera vez.
Ese día llegaste antes de que las puertas estuvieran abiertas al público y te encontraste con los empleados preparando el lugar. Tu piel se tiñó de un ligero sonrojo, delatando tu sorpresa; tus ojos recorrieron el lugar en búsqueda de un escape, pero terminaron aterrizando en mí.
Yo estaba sin el maquillaje, ni el vestuario ajustado ni las joyas que solían adornarme. Me mirabas ordinario, tan lejos del sueño, y aún así estabas... tan nervioso.
—Lo siento —tartamudeaste, antes de hacer una reverencia corta y darte la vuelta. Estabas a punto de irte, pero me acerqué a ti y te ofrecí una copa, algo diferente a lo que siempre pedías. Con algo de duda, terminaste aceptando, y ambos nos sentamos en la misma mesa.
Te confesé que solía verte entre el público durante mis shows, y eso te sorprendió. Hasta el día de hoy, no caes en cuenta de que eres alguien que resalta entre la multitud, por tu porte elegante y sigiloso como el aire, y tu actitud brillante y nerviosa que convierte la brisa en una tormenta. Sin embargo, te enfrascas tanto en admirar a los demás que eres incapaz de mirarte a ti mismo.
Halagas mi voz, mi vestuario y mi presentación, pero yo quiero saber de ti. ¿A qué te dedicas? ¿Qué buscas viniendo todos los fines de semana a un bar como este? ¿Por qué no traes amigos o una pareja? Tomaste un trago de la copa que te ofrecí, y el alcohol pareció darte el valor para responder a mis preguntas.
—Trabajo en una oficina de policías —dijiste, con una voz que no parecía muy segura de sí misma—. Me encargo de la administración, pero apenas si puedo pagar las cuentas. Me miraste con una expresión que parecía pedir disculpas, como si te avergonzara admitirlo.
—Solo busco un lugar donde beber, que esté alejado de mis compañeros y de la rutina diaria —fueron tus últimas palabras, junto a un suspiro largo y pesado. Desviaste la mirada, pero yo quería tener tus ojos sobre mí. Anhelaba tu mirada, nunca me dejes sin el placer de tu atención.
—¿No tienes amigos, alguien con quien compartir tus cosas? —pregunté, con una curiosidad genuina, inclinándome sobre la mesa. Tomaste otro trago, y te encogiste de hombros.
—Tengo algunos compañeros de trabajo, pero no muchos amigos. Y en cuanto al amor... no hay nada. Me miraste, y por un momento, creí ver una sombra de anhelo en tus ojos. ¿Qué esperabas de mí? ¿Y por qué tan rápido te rendiste? Aquella chispa desapareció, y solo quedó una expresión de resignación.
No mentiré, en ese momento me hiciste dudar. Me llenaste de frustración y casi me lanzó sobre tu cuello para exigir una respuesta.
¿Acaso no era objeto de tus deseos? ¿Qué no soy lo suficientemente bueno atrayendo tu atención? Me sumí en mis pensamientos, sosteniendo mi cabeza entre mis manos y humedeciendo mis labios con la punta de mi lengua. Te miré fijamente, admirando cómo me observabas, cómo tus ojos se detenían en mis labios con una intensidad que parecía atravesarme.
Te miré fijamente, admirando cómo me observabas, cómo tus ojos se detenían en mis labios con una intensidad que parecía atravesarme.
¿Todavía quieres besarme? ¿Todavía despierto deseo en ti? Ahora, te miro y veo que tus ojos están sobre mí. Me miras fijamente, con ceño fruncido. ¿Qué pasó? Pareces molesto.
Mi corazón duele al verte de esa forma. Dime, Hoseok, ¿si te perdí, fue por mi culpa? ¿O por la de él?
Min Yoongi intervino entre nosotros. Él siempre estaba, pero esa fue la primera ocasión en que lo viste. ¿Qué sentiste en ese momento? ¿Te recorrió un escalofrío, un mal presentimiento?
No lo mires a él.
Mírame a mí.
Solo a mí.
Nunca debiste dejar de mirarme.
Esa vez no me dejaste otra opción más que alcanzar tu rostro y conducir tu mirada hacia mí. Bajo mi tacto te sentí temblar y sonroja, tan diferente a lo que es ahora: frío y casi lejano.
Viendo hacia el pasado, no crees que fue tonto el haberte enfadado por la idea de tener que competir contra más hombres por mi atención. Jamás te creíste un ganador, te dabas por vencido ante cualquier contrincante, sin saber que yo solo te deseaba a ti.
Quisiera saber qué pasaba por tu mente aquella vez, qué te había llevado a reaccionar de esa manera. Me miraste de reojo, sin decir nada, sin dar ninguna explicación. El silencio se instaló entre nosotros, un silencio tenso y cargado de emociones no dichas; justo como en este momento, en que solo me dejas hablar mientras dejas salir suspiros entre tus labios.
Ja. Sería escalofriante si la voz de Jonghyuk me llamará en este momento, justo como sucedió esa voz. Puedo recordarlo vagamente: autoritario y celoso en mi oído. Es tan nítido el recuerdo que un escalofrío me recorre. ¿Qué pidió esa vez? Fue algo relacionado a ir detrás del escenario y alejarme de ti, si no mal recuerdo.
—Voy de inmediato —respondí, sabiendo que no tenía opción.
Me volví hacia ti, y te sonreí. —Lo siento, tengo que irme un momento— seguías sin mirarme, en su lugar tenías los ojos sobre la salida, ¿de verdad te ibas a ir?
Yoongi captó tu atención, te invitaba a acercarte con él. “Esto era malo”, pensé. No quería que fueras con él. Detestaba… detesto la idea de que te vayas con él. No quiero perderte. No quiero que nadie más te tenga.
Llamé tu atención colocando mis manos sobre las tuyas. —Me llamo Taehyung, por cierto.
Tú me miraste, sorprendido, y luego sonreíste. —Hoseok.
Finalmente, supe tu nombre. Un nombre que me perseguirá día y noche sin descanso. Un nombre que gritaría a los 4 vientos amar.
—Bueno, Hoseok —saboree cada palabra y acaricie tus manos, sintiendo un calor creciente entre nosotros. —Espero que disfrutes del show de esta noche. Tendré algo especial para ti.
Te sonreí, y luego me levanté, sabiendo que Jonghyuk me esperaba. Pero no pude evitar mirarte de nuevo, solo para comprobar que todavía te tenía. Estaba interesado en tí, y tú lo sabías, así que por lealtad rechazaste la invitación de Yoongi y te retiraste del primer piso para evitarlo.
Me hubiera gustado hacer lo mismo con Jonghyuk, dejarlo con sus problemas absurdos e irme contigo a la terraza a contemplar el atardecer. Yo te quería a ti, pero todavía no era el momento para deshacerme de Jonghyuk.
“Estoy perdiendo el control. Me dejo llevar por mis emociones, por mi deseo por él. Si no me detengo, puedo perder todo. Mi carrera, mi relación con Jonghyuk... todo. Pero no puedo evitarlo, lo deseo demasiado.”
Esa noche prometí tener algo especial para ti. Quería que vieras la verdad, que sintieras que el dolor está detrás de la belleza. Quería que te quedaras, que no te fueras, que te sumergieras en este mundo de sombras y luces.
Te sorprendí con mi show de aquella noche, ¿verdad? No es por alardear, pero ¿quién más aparece en el escenario temblando y con la voz rota? Lo recuerdas, ¿no es así? la sangre en mi labio y las marcas rojas e hinchadas en mis mejillas y cuello; para mí fue inolvidable cómo tú expresión cambió al ver mis lesiones.
La manera en que tu rostro se tenso y tus tristes ojos se abrieron de par en par. Esa noche no bebiste vodka ni permaneciste al fondo del bar como de costumbre. Te levantaste y fuiste al frente del escenario, desconcertado y aterrado. ¿Entendiste mi mensaje? Si fue así, ¿por qué me hiciste pensar que no?
Mientras cantaba, mis ojos se clavaban en los tuyos, irresistiblemente atraídos hacia tus acciones. Te lanzaba pequeñas miradas furtivas, cada vez más intensas, mientras lágrimas llenaban mis ojos.
¿Qué habrías hecho si hubieras llegado al escenario? ¿Tenías siquiera un plan? Jonghyuk interceptó tu camino, su imponente figura cortando tu avance. Estaba listo para detenerte por la fuerza si era necesario. Pero a pesar del peligro que te rodeaba, seguías procurando mi bienestar.
¿En qué pensabas? Tu mente trabajaba febrilmenrte, buscando una salida. Desde el escenario podía sentir tu duda y tu miedo como si me perteneciera. Me hace temblar, me hace esperar.
Tu partida me dejó un vacío que parecía infinito. Te fuiste sin más, ¡maldito cobarde! Esperaba más de ti, me abandonaste y arrancaste una parte de mi alma. Casi enloquezco ante la decepción. Casi…
Cante con amargura y con el corazón en la mano durante el resto de la velada. Lo que pudo ser un espectáculo inigualable, se volvió tan torpe y tiritante como los primeros que hice en Layover. Jonghyuk se enfadó conmigo cuando bajé del escenario, reclamando que no me había esforzado lo suficiente. Tuve la agilidad para pasar por debajo de su puño y escabullirme hacia los camerinos.
Trate de desconectarme de la realidad. Por medio de la rutina conseguía ignorar los sentimientos que bullían en mi interior. Mas, mi cuerpo seguía resistiendo la combustión: con las manos temblorosas me fue imposible quitarme los pendientes o el collar; arrastraba con tanta dureza los paños maquilladores que mi facciones se hinchan y enrojecen.
Lo supe en ese momento. Lo vuelvo a confirmar ahora. Estoy perdido sin ti. Eres lo que mantiene unido cada parte de mí, sin ti la oscuridad se filtra por las grietas de mi mente, como un veneno que corroe mi razón. Pensamientos y recuerdos que creía enterrados resurgen, como un torbellino que me arrastra hacia el caos.
Desesperé por encontrar la navaja que guardo entre mis cosas. Varias veces me preguntarte por qué cargar con una, pero aunque te dijera que era importante para mí, no lograbas entenderlo. Querías que te dijera más, pero eso era todo lo que tenía que decir: “es importante para mí”, ¿no son suficientes esas palabras para comprobar su valor?
Y sin embargo, aquí estoy frente a ti, con esa misma navaja en mi mano. Hago lo que no hice en ese momento, mantengo la presión a raya con un par de cortes sobre mi piel. Pocas cosas disminuyen la fuerza de mis deseos: el dolor es uno de esos. Y tú eres doloroso.
Cuando vacié mi maleta sobre el piso del camerino, encontré la nota que habías escondido entre mis cosas después de burlar a los serenos del bar. Tu mensaje escrito en tinta negra parecía brillar en la oscuridad del lugar.
“Llámame si me necesitas. No importa la hora, no importa el motivo. Llámame”.
Me quedé paralizado, estrujado el papel entre mis manos. Tu nota era un puente sobre el abismo. Estaba tan extasiado y fascinado que mis sentidos tuvieron que desvanecerse para mantenerme con vida. Tu mensaje había llegado a mí, como una respuesta al mío: quédate. Quédate, aún sabiendo del mal por venir.
Eres un enigma que me fascina, un misterio en el que deseo enredarme. Eras más astuto que el imprudente de Jonghyuk y más determinado que el indeciso de Jimin.
Oh, Hoseok, sabiendo lo que pasó después, ¿volvería a arriesgarte por mí?
Amor, perdoname por los días de suspenso que te hice pasar después de que me dejaste aquella nota. En ese momento estaba viviendo un infierno, acechado por sombras y con el cuerpo y la mente destrozados. Sin embargo, cumplí tus deseos. Te llame en cuanto te necesite, y tú no dudaste en responder.
—Hoseok, por favor… —fueron mis primeras palabras en la bocina, entre susurros y sollozos.
La recompensa de mis lágrimas fue tu voz profunda y llena de preocupación.
—¿Taehyung? ¿Qué pasa?
Pero no pude responder, no pude hablar. Solo pude escuchar la voz de Jonghyuk llamándome, enloquecido. —¡Taehyung! ¡Sal aquí! ¡Maldita sea, juro que te mato!
—Hoseok, por favor… —volví a susurrar, rogándo que viniera.
La situación era catastrófica, y tú estabas convencido de atravesar el mismísimo infierno por salvarme.
—¿Dónde estás? —tu voz fue firme y decidida, ¿qué tan loco debías de estar?
Loco…
Jonghyuk me estaba volviendo loco.
Siento mi corazón acelerarse como ese día. Mi pecho doliendo mientras ruego por ti. Dame una respuesta, te lo suplico. No me dejes.
—Por favor, Hoseok... ven rápido... por favor...
Y colgué, colgué el teléfono y me quedé allí, esperando. Esperando que vinieras, esperando que no vinieras; la esperanza y la desesperanza se arremolinan sobre mí. El tiempo se detuvo. Solo podía escuchar los latidos de mi corazón y los gritos de Jonghyuk.
Mi mente se fragmentó, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. La oscuridad cerró sobre mí como una trampa.
Pero entonces, escuché un sonido. Un sonido que me devolvió a la realidad. La puerta de mi apartamento se abrió, y tú entraste. Tu presencia fue como un rayo de luz. No recuerdo cómo llegaste hasta mí, cómo me sacaste de ese infierno. Solo sé que estabas allí, y que todo cambió.
Seguí tus pasos sigilosos, diste un vistazo al lugar sin emitir la más mínima sorpresa; incluso cuando tus zapatos se llenaron de sangre, solo te limpiaste en la alfombra y seguiste adelante.
Finalmente diste con mi paradero. Me encontraste escondido detrás de la mesa, temblando y sangrando. Tu mirada me envolvió, me protegió. ¿Cómo puedes mirarme de esa forma? ¿Cómo puedes tratarme con tanta delicadeza sabiendo lo que hice?
Recuerdo que tomaste mi rostro en tus manos, y luego te disculpaste por arruinar mi piel con las marcas de sangre. Dijiste que algo tan puro e invaluable no tenía que ser manchado; las mismas palabras que me dijiste hace unas horas cuando empuñaba la navaja sobre mi pecho.
Sin embargo, solo esa vez logré verte como nunca: estabas tan vivo y satisfecho. Entre nosotros ya no había nadie, en ti ya no estaba la frustración de algo que no se puede alcanzar, sino la más aguerrida de las posesiones.
Jonghyyuk estaba muerto. Su cuerpo yacía en el suelo de la recámara, con varias apuñaladas en el abdomen. Todavía se movía y agonizaba; movía los labios tratando de decir algo mientras alzaba su mano en nuestra dirección.
En ese momento, me di cuenta de que su deseo ya no era por mí. Desde hacía tiempo, su pasión se había enfriado. Sin embargo, en su último suspiro, Jonghyuk quería alcanzarte a ti. Me pregunté qué habría querido decir entre aquellos gorgoteos.
Aunque llegué a amar a Jonghyuk, a sentir que podría morir si él me dejaba, la realidad era cruel. Todo lo que tenía, fue porque él lo produjo: un sueño, una carrera, un mañana. Pero al verlo balancearse entre la vida y la muerte, no sentí nada. Ni alivio, ni miedo; nada. Solo te vi a ti, y supe que estaba a salvo.
Y en ese instante, tu reacción fue rápida y decidida. Te pusiste en acción, firme y resuelto.
—Taehyung, escúchame —me dijiste, calmado y tranquilo—. Necesito saber lo que pasó. Dímelo, por favor.
Pero yo estaba tan confundido.
Jonghyuk se mató.
Yo mate.
Lo mataron.
Tú lo mataste.
No podía pensar en nada más, solo en el cuerpo de Jonghyuk en el suelo, en la sangre que manaba de su pecho.
Entonces tuviste aquel horrible plan, tan desvergonzado e ingenuo. Todavía me preguntó cómo es que funcionó.
—Tenemos que hacer algo. Tenemos que hacer que parezca que un criminal entró aquí y...
No pude escuchar más. Me tapé los oídos, intentando bloquear el sonido en mi cabeza.
—Taehyung, por favor. Confía en mí.
Fuiste tan tonto.
Y yo todavía más en aceptar tu propuesta.
Asentí, sin saber qué más hacer. Y comenzaste a moverte, rompiendo vidrios, moviendo muebles. Cambiaste el cuerpo de Jonghyuk, que todavía musitaba verdades. No lo escuchaste, no quisiste hacerlo. Todo tu rencor salió cuando retorciste el cuchillo en su pecho para acabar con él. Me sentí mareado, mi estómago se revolvía.
Y luego, me dijiste que me acercara a ti. Me puse de pie, temblando.
—Lo siento, cariño. —Y con un movimiento rápido, clavaste el cuchillo en mi hombro.
Grité, el dolor me invadió todo el cuerpo. Pero me sostuviste, me abrazaste. Y te perdone.
—Lo siento. Tenía que hacerlo. Tenía que hacer que pareciera que también nos creyeran.
¿De verdad tenías que hacerlo?
¿De verdad?
¿De verdad?
¡La verdad!
—Con la mano en el pecho y ante el honorable jurado, juro decir la verdad.
¿Cómo es que tu plan funcionó? Tu experiencia leyendo registros policiacos, tus lazos con la policía, abogados y periodistas y, sobre todo, la manera en que tienes de victimizarte, funcionó para que no solo saliera ilícito del crimen, sino que también fueramos recompensado por él mismo.
Mi nombre corrió como una leyenda urbana, y mi fama subió como la espuma del champagne con la solíamos celebrar nuestra victoria. Fui conocido como “aquel al que la desgracia persigue”, y la gente fue a verme a mis shows para presenciar en primera persona si algo malo ocurria. Todavía no entiendo el por qué, pero tú me decías que debía agradecerles, o por lo menos fingir estarlo.
Se los agradezco. Te lo agradezco… todavía lo hago. Yo solo quería cantar y estar contigo, así que no me importaba que me dirigieras a tu gusto.
Mi carrera despegó, gracias a tí. Te hiciste de mi nombre, de mi voz y riqueza. Te hiciste dueño de mí. ¿Quieres que te recuerde tus palabras, amor? Lo que me decías mientras bebias whisky y me sentabas sobre tu regazo.
—Pero no te olvides, Taehyung. No te olvides de lo que realmente pasó. No te olvides de mí, de lo que hice por ti. Estamos en esto juntos, para siempre.
¿Desde cuándo tu voz se volvió tan aterciopelada y amenazante? Me pareció encantador. Mi sonrisa relucio tan brillante como las joyas sobre mí. Justamente, ahora llevó el mismo anillo con el que nos comprometimos, un regalo que me diste con mi propio dinero. ¿Cómo pudiste seguir conmigo, Hoseok? ¿No te diste cuenta de que estoy maldito?
Te lo advertí varias veces, te pregunté si querías seguir adelante en esto. Te di la oportunidad de salvarte, pero seguías volviendo. Aunque tú manejas los hilos de mi vida, yo seguía teniendo el control de tus sentidos. Con un solo suspiro…
“Deseo que puedas amarme otra vez”
“Deseo que puedas amarme”
“Deseo…”
—Canta para mí —solias decirme—. Canta para mí, Taehyung. Quiero sentir tu música en mi alma.
¿Quieres que lo haga otra vez? ¿Quieres que vuelva a cantar? Y dejarnos llevar de nuevo por la pasión y el amor que sentimos el uno por el otro. ¿Quieres que me desnudé? Que ponga mi cuerpo de vuelta a tu disposición para la búsqueda de tu propia satisfacción.
¡Quiero que me beses, maldito bastardo! ¿Por qué te rehúsas a ello? ¿Acaso te doy asco ahora?
¿Qué sentido tiene todo esto si tú ya sabías la verdad? El pasado vuelve a mí como una tormenta. Esta mañana encontré la portada de un periódico entre tus cosas, el encabezado decía: “Un joven cantante de jazz fue víctima de un asalto violento en su departamento, saliendo gravemente herido y perdiendo a su prometido”.
Los demás eran palabras, acciones y diálogos cuidadosamente orquestados por ti, tan convincentes que tú mismo comenzaste a creer que alguien nos seguía. Tu paranoia creció, y tu desconfianza se extendió a todos, menos a mí.
Tu inquietud te consumió, y te obligó a abandonar tu refugio en el fondo del bar. La ansiedad te estrangulaba, y cada paso hacia el frente del escenario parecía una confesión de tus miedos. Tu mente era un torbellino de dudas y temores, y la luz cegadora de los focos solo aumentaba la sensación de exposición.
Cada vez estaban más cerca, pero yo te sentía cada vez más lejos. Tu mirada era capaz de mantenerse erguida, rápidamente se desviaba a un rincón de tu mente. Tu pensamiento era un laberinto de sospechas y preguntas sin respuesta. ¿Quién era el enemigo? ¿Qué querían de mí? Al colocar mi cabeza sobre tu pecho, podía sentir tu corazón latiendo con un ritmo de miedo y desesperación.
Y entonces, como un golpe inesperado, tus ojos se encontraron con los de Min. La conexión fue instantánea, y tu mente se llenó de recuerdos y advertencias. La voz de tu instinto te gritaba: 'Aléjate, protégete'. Pero tu racionalidad luchaba por entender, por encontrar una explicación lógica para su presencia allí. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Qué quería de mí?
La verdad, como un fantasma, comenzó a formar parte en tu mente: Min había estado ahí todo el tiempo, en primera fila, observándome con una intensidad inquietante.
—Tiene una obsesión conmigo, no deja de seguirme a todos lados y reunir información sobre mí —te dije, y eso empeoró tus nervios.
Y entonces, tú, que me habías abandonado, juraste protegerme, mantenerme a salvo de cualquier daño. Pero yo sabía que era demasiado tarde, que ya me habías fallado. “Quiero protegerte”, parecía decir tu mirada. Pero yo solo podía pensar: “¿Protegerme de qué? ¿De ti mismo?”. Hoseok, tú me haces daño.
Dejaste de mirarme, incluso cuando subía al escenario para hacer cada noche inolvidable para ti, como te había prometido desde nuestro primer encuentro. Tu atención se centraba en Yoongi, analizando cada movimiento y cada gesto que hacía crecer tu tensión. Si el dinero, si el lujo, si yo era tu felicidad, ¿por qué te centrabas en lo que te hace daño?
Cariño, ¿estabas reemplazándome con tu propia sombra de miedo? Tu mirada, antes llena de pasión y amor, ahora estaba vacía, perdida en un mar de sospechas y temores.
Hubo una ocasión en que el idiota de Min no se apareció entre público. En esa ocasión brinque con entusiasmo detrás del telón, creyendo que su ausencia me traería tu atención de vuelta. Mi espíritu renovado fue decayendo en cada suspiro que salía entre mis labios.
Ese día presenté una nueva canción, una súplica para que pudieras amarme de nuevo. ¿Cómo podrías estar leyendo un arrugado y amarillento periódico mientras yo cantaba para ti, para que me escucharás, para que me amarás de nuevo?
Apenas hoy descubrí la noticia que te hizo derramar lágrimas esa noche en Yoongi no asistió al show. Apenas hoy descubrimos muchas cosas sobre el otro, Hobi. Junto al periódico en que se hablaba sobre la muerte de Jonghyuk, había un segundo: arrugado y amarillento.
Nunca supe que se había hecho un reportaje sobre eso. El título era, de más, sensacionalista: "Brutal asalto a estudiantes de preparatoria: una víctima fatal y un herido en estado de shock”.
El contraste me es doloroso, ¿cómo pudiste sentir más compasión por Park Jimin, que no significaba nada para ti, que por mí y mi angustia? Pero aunque tú atención se haya desviado a Jimin, déjame decirte que no sería su tipo.
Jimin era mi mejor amigo y lo conocía como a la palma de mi mano: a Jimin le gustaban los gatos, el té frío, el picante aunque lo enfermara del estómago y yo. Yo era su tipo. Pero también le desagradaba la manera en que mentía y chantajeaba a los demás, en que el tipo raro de Min nos siguiera a todas partes y el terriblemente el hecho de estar vivo.
Por lo menos ya no está vivo, aunque tuvo que dejarme solo para lograrlo. Éramos dos almas gemelas, ¿por qué quería alejarse de mí? ¿yo no era suficiente para que quisiera vivir? ¿Por qué todos se quieren alejar de mí? ¿Es algún tipo de pacto para hacerme sufrir?
Recuerdo cuando Jimin y yo nos conocimos en la preparatoria. Jimin había sido transferido a mi escuela, y era como un fantasma, sin amigos, sin conexión. Pero yo lo vi, realmente lo vi. Y él se acercó a mí, me defendió de los que me llamaban raro, me hizo sentir vivo.
Pero había algo más, algo que no podía controlar. Jimin se enamoró de mí, y yo... yo no supe cómo reaccionar. Me gustaba la atención, la intimidad, y no quería perder nada de eso. Así que mantuve las cosas ambiguas, sin rechazarlo ni aceptarlo. De este modo, la ilusión jamás se rompería.
Pero había otro, Yoongi, que siempre estaba cerca, observando, acechando. Jimin lo notaba, y se sentía incómodo. Él ya estaba incómodo desde antes, en la ciudad, en la escuela, en su propia piel. Él no quería seguir existiendo. Jimin hablaba de suicidio, y yo... yo no podía soportarlo. Le dije que no podía dejarme, que no podía vivir sin él.
Pero eso no fue suficiente. Quería darle una lección, hacer que entendiera mi dolor. Lo amenacé con saltar de un puente, y cuando estuve en el borde, vi mi propio cuerpo aplastado... y algo dentro de mí se sintió fascinado.
Antes de que pudiera saltar, Jimin me trajo de vuelta al camino, y empezó a gritar de manera cruel y dolorosa. Hizo reclamos de todo lo que había hecho, los malos tratos y las largas. Le respondí de la misma manera, como un espejo, burlándome de él. Cuando Jimin me empujo, yo lo hice de vuelta.
Insulto que gritaba, insulto que regresaba.
Golpe que daba, golpe que recibía.
Y cuando sacó la navaja para amenazar con cortarse el cuello, y afirmó que yo no podría hacer lo mismo. Entonces, le quite el cuchillo y yo mismo le raje la garganta.
Maté a Jimin. Con su propia navaja, la que siempre llevaba consigo. La que usaba para tallar nuestros nombres.
Después de eso, todo cambió. Yo... yo intenté olvidar, intenté escapar de la culpa y el horror que me consumían. Pero había algo de ese suceso que me perseguía día y noche, un fantasma que no me dejaba en paz.
Yoongi me seguía, siempre en las sombras, observándome con una intensidad que me hacía sentir vulnerable. Él había estado ahí, nos vio a los dos entrando al callejón, y a nadie más. Él sabía que jamás hubo ningún asaltante como los periódicos decían. ¿Y qué hizo? Nada. No acudió con la policía, jamás me acusó directamente. Simplemente, siguió mi trayectoria como la de un fan obsesionado por un artista.
Pero yo sabía que era más que eso. Era como si fuera un científico jugando con su rata de laboratorio, estudiando mis movimientos, esperando a que cayera en su trampa. Su silencio era más aterrador que cualquier acusación.
Por mi lado, yo intenté olvidar. Intenté sumergirme en mi carrera, en mi arte. Pero no pude. Las imágenes de ese día seguían apareciendo en mis pesadillas, y la sensación de ser observado me perseguía.
Fue entonces cuando conocí a Jonghyuk, y... todo empezó de nuevo. La adrenalina, la emoción, la sensación de vivir al límite. Pero también la oscuridad, la culpa, el miedo.
Y luego viniste tú, y lo que sucedió ya fue contado.
Giro hacia ti, pasando mis piernas por tu cuerpo para quedar sentado sobre tu regazo. Tomo tu rostro entre mis manos y lo mantengo alineado, buscando tus ojos. Mi dedo pulgar acaricia suavemente tu mejilla, trazando la curva de tu mandíbula.
—Desearía que pudieras amarme de nuevo —canto entre susurros, mi aliento cálido sobre tu piel. Mi mirada se sumerge en la tuya, buscando respuestas y solo hallando vacío.
¡De pronto dejaste de prestarme atención! ¡Y ya te había dicho lo mucho que detesto eso!
¿No era suficiente lo que te daba? ¿Qué más querías de mí? He hecho todo por ti, y sigues siendo un fantasma en pena como la primera vez que te vi.
¿Qué más te puede hacer sentir? ¿Qué más puede despertar tus pasiones, tus deseos? Quieres que cante para tí…
Jimin.
Jonghyuk.
Hoseok.
—¿Qué más quieren de mí? —pregunto, mi voz baja y rasposa
¿Cómo puedo mantener a un público que llegó por una historia extravagante y trágica? Una buena imagen y una buena voz no es suficiente. De esos hay muchos, de esos se fabrican a montón.
Ellos… tú. Quieren un objeto de deseo, un anhelo. Lo soy para ellos, como lo fui para tí. ¿Qué no lo entiendes? ¡Carajo! Si queríamos seguir con esa vida de lujos, tenía que hacerlos sentir.
Me reclamas la forma en que conquistó al público, mientras que a ti te trato con indiferencia. ¿Pero qué había de mí? Me sentía abandonado, como si mi presencia en tu vida ya no fuera necesaria. Estoy furioso porque siento que me estás rechazando, que ya no me deseas.
—Hoy me dijiste "siento como si estuviera perdiendo el control, como si la rabia y el dolor me estuvieran consumiendo" —hago una pausa, para acariciar tu rostro. Mis manos suben a tus sienes, y con los índices jalo tus párpados para ver tus ojos—. ¿Por qué querías terminar con lo nuestro? ¿No ves que para mí, tú lo eres todo?
No se supone que fuera así.
Min te advirtió, te dijo lo que sucedió por medio de los periódicos.
Pero tú no le hiciste caso.
No te importaba si había matado a alguien o no, o si puedo matarte a tí. Lo que realmente te importa saber es si ves realmente te ame, o si solo te utilice para alcanzar la fama
—Mira, Hoseok, no sé qué quiero de ti. No sé si quiero que me salves o que me condenes. Pero necesito que sepas la verdad. Tengo una maldición, en que cada persona a la que amo, termina pereciendo.
Me enamoro de quien ha perdido el amor hacia la vida.
Trato de ayudarlos, pero jamás es suficiente.
Y si no puedo mantenerlos con vida, pide que me dejen tomar sus vidas.
Estaba rodeado de periódicos, noticias de muertes que yo había provocado. Jonghyuk, Jimin... los recuerdos me ahogan.
Mi mente se desborda, cada fibra nerviosa de mi cuerpo se estremece y el corazón golpea tan fuerte en mi pecho como si quisiera escapar. Tome la navaja de Jimin para cortar mi brazo, rajando la piel para liberar algo de presión.
No fue suficiente.
Estaba perdiendo el control.
Estaba fascinado por el ardor y la sangre.
Tenía cortes tan largos como todo mi brazo, hasta el hombro y el pecho.
Era como un nuevo aire. Tan refrescante como una ducha fría.
Me encontraste cubierto de sangre, pulsando la navaja donde mi pecho subía y bajaba con intensidad. Te mantuviste calmado, ya tenías experiencia en esto. Con naturalidad te acercaste, me abrazaste y consolaste.
—Shh, Tae, está bien. Déjalo. No necesitas hacer esto —tus susurros eran como hundir la cabeza en el mar y que la espuma entre por los oídos.
Me relaje, y solté la navaja.
“Tinc”
Vuelvo a soltar la navaja, pero está vez hace otro ruido. —”Clac”
Clac
Clac
Clac
—Dilo tú, Hoseok. Es muy divertido, como una pequeña explosión: “clac”.
Sonrió, pero no me devuelves el gesto.
—No seas así, no me gusta verte tan serio. ¿Sigue molesto conmigo? ¿Todavía quieres una respuesta?
Mientras me abrazabas en nuestra alcoba, con la luz dorada del atardecer sobre nuestra piel, me preguntaste con voz suave: —¿Qué nos pasó, Tae? ¿Qué nos llevó a este punto?
¿A qué te referías con eso?
—¿Y si nuestra relación es más daño que bien?— continuaste—. ¿Y si nos estamos destruyendo mutuamente?
Basta
Para.
—¡Callate! ¡No sigas hablando! ¡No ves que me lastimas!— Suelto tu rostro. Espero una respuesta, suplico con lágrimas en los ojos está. Pero tu cabeza solo cae hacia un costado.
Te tomo de la camiseta, te sacudo y empujó, repitiendo mis acciones de hace rato. Mis manos se mancha de la sangre que emana de tu pecho.
Intentaste huir.
Pero te traje de vuelta.
Diste guerra, tratando de defenderte.
Jamás te había visto tan desesperado por querer preservar tu vida.
Pero cuando me diste un golpe que terminó por derribarme, la culpa te acecho. Tú... tú te acercaste a mí, con esa mirada culpable en tus ojos.
A Jonghyuk le pasaba lo mismo. Lo desesperaba tanto, que la única forma de aplacarme era golpeándome.
Nada de lo que no estuviera acostumbrado, así me crío mi abuela después del suicidio de mi madre.
En cambio, tu compasión me sabía diferente.
—Taehyung, lo siento… —me dijiste. Pero yo ya no te escuchaba. Ya no podía escucharte. La ira y el dolor me habían consumido.
Me levanté, y con la navaja en mano, te apuñalé en el abdomen. Tu gritó de dolor y sorpresa me sigue resonando en la mente. La forma en que te doblaste hacia adelante, como si intentaras protegerte de la realidad.
Y ahora, aquí estamos. He arrastrado tu cuerpo a las afueras del edificio para que podamos ver el atardecer juntos, ¿no te gusta lo pacífico que es?
Volteo a verte, y tienes esa expresión refunfuñona de cuando me regañas.
—¡Ya te dije que lo lamento! ¿Qué más quieres de mí? —exclamó, frustrado.
Y tú niegas, abriendo la boca con dolor.
—Taehyung… ¿Por qué...? ¿Por qué yo? —acalzas a murmurar, con el poco aliento que te queda.
—Solo fue una coincidencia. ¡La más hermosa de las coincidencias! —exclamo, abrazándote con fuerza, sintiendo tu calor mientras tu vida se escapa.
—Hoseok, te amo —susurro, mi voz temblorosa—. ¿Tú me amas de vuelta? Podrías amarme de nuevo.
De repente, el silencio es interrumpido por el sonido lejano de sirenas. Yoongi. Tiene que ser él. ¡Que patético! ¿Ya se ha cansado de esto?
—Hobi, ¿ahora qué mentira te inventas? —no tengo una respuesta, pero sí tu mirada.
Vacía, lejana.
Es todo lo que necesito.
El atardecer se despliega ante nosotros, un cielo rojo y naranja que parece arder. Me acurrucó sobre tu pecho, sintiendo una calidez crecer en mi interior mientras oigo como los latidos de tu corazón empiezan a desvanecerse.
En esta y en la próxima vida: Te amo, Hoseok.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top