La brisa que nos trae el amor
Jackson salió de su casa después de despedirse de su madre y Emma. Se paró a mirar su reflejo en el cristal de una de las ventanas de las casas por las que pasaba. Se dio cuenta de que su cabello estaba revuelto, como siempre. No había forma de domarlo.
Se había vestido más formal esa tarde. Iba con Elsa a los puestos del mercado. Este mercado era siempre trimestral, y todos tomaron esa ocasión como un descanso de las responsabilidades y tareas cotidianas. Todos se ponían sus galas, y después de comprar algo, iban a encontrarse con sus amigos, a beber cerveza y bailar hasta el alba del día siguiente. Nadie conocía la razón de aquella tradición, pero todos la respetaba.
Jackson llegó a la puerta de Elsa y llamó. La puerta se abrió y Anna apareció detrás de ella.
- ¡Jackson! - Anna le sonreía - ." ¡Qué guapo estás! "
Él podría decirle lo mismo. Anna llevaba un hermoso vestido largo, verde oscuro de su madre, y una capa roja de tela fina. Parte de su cabello rojizo caía sobre su espalda, mientras que la parte delantera estaba recogida en dos finas trenzas.
Jackson se rió, burlándose del cumplido.
- Te refieres a todo este cabello desordenado, ¿verdad? - y se se revolvió más el cabello, pasándose la mano por él.
- Sí, pero sabes que a mi prima le encanta tu cabello revuelto - le guiñó un ojo con una sonrisa.
- ¿Q-Qué? - preguntó, intentando sonar como si no supiera de qué estaba hablando Anna.
- Le diré a Elsa que estás aquí. - dijo Anna ignorándolo, subiendo las escaleras. - A veces es tan lenta...
Jackson se quedó allí, pensando en lo que Anna acaba de decir hacía unos segundos. ¿Elsa amaba su cabello desordenado? Sonrió pensando en sus flores favoritas. Pensó que quizás le tendría que haber comprado algunas flores. ¿O habría sido demasiado? El caso es que solo eran amigos. Y Jackson no sabía cómo sentirse por Elsa. Habían sido mejores amigos casi desde que nacieron. Él la adoraba y ella era tan graciosa, tan gentil, tan amable, tan guapa...
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de pasos rápidos que bajaban las escaleras. Primero vio a Anna, riendo mucho y contándole a alguien detrás de ella sobre el chico con el que estaba saliendo.
- Sí, es pelirrojo, sus ojos verdes son tan bonitos y ... ¡creo que estoy enamorada! - gritó emocionada cuando estaba ahora junto a Jackson. Le sonrió con una expresión divertida a Anna, cuando notó que Elsa también estaba sonriendo.
La observó lentamente, de la cabeza a los pies.
Su cabello rubio estaba adornado con una cinta que cruzaba su frente y rodeaba su cabeza. A su vez, el resto de su cabello estaba recogido en una trenza larga y desordenada, que descansaba en su espalda. Vestía un precioso vestido largo azul oscuro, que marcaba perfectamente todas las curvas de su cuerpo. Estaba tan increíble.
- Se te cae la baba, Overland - dijo Elsa besando su mejilla. No se dio cuenta de que, mientras él la miraba fascinado, Elsa también lo miraba a él. Se sonrojó un poco.
- Bueno, no podría quitar mis ojos de ti aunque quisiera - Jackson le sonrió a Elsa, y ahora ella se sonrojó. - Ahora, ¿nos vamos?
- Por supuesto - sonrió, mientras se ponía su capa púrpura sobre los hombros y le tomaba del brazo.
- Algún día te casarás conmigo, ¿lo sabías? - dijo, bromeando con ella, mientras salían de la casa de Elsa.
- Oh, qué privilegio, ser la Sra. Overland- Elsa puso los ojos en blanco mientras se reía. - Debes saber que nunca me casaré con nadie.
- Oh, pero ¿no me quieres? - Jackson siguió con la broma mientras ponía una fingida mueca triste, haciendo que Elsa se riera más fuerte.
Amaba cuando la hacía reír. Ese sonido, esa sonrisa mostrando sus blancos dientes. Esos labios ...-
- ¡Claro que te quiero, tonto! - ella lo abrazó de repente. El frío rodeó su columna vertebral, como siempre cada vez que lo abrazaba o lo tocaba. Pero ese frío fue diferente. No era ese frío. Era extrañamente una sensación cálida, pero fría al tacto. Le encantaba la sensación que tenía cuando la abrazaba. Le puso la mano en la cintura y la acercó más a él. Sintió como Elsa se tensó y cortó el abrazo. Su cara estaba roja como los tomates maduros.
- ¡Vámonos o no habrá nada cuando lleguemos allí! - Elsa se dio la vuelta, sin mirar a Jackson. No quería que él viera cómo se sentía en ese momento. Sintió que su corazón latía más rápido cuando él le puso un brazo en la cintura y la acercó a él.
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Unos minutos más tarde...
- ¡Mira! ¡Es tan bonito! - Elsa saltaba de puesto en puesto, quería comprarlo todo. - ¡Jackson, date prisa, ven a ver esto! -
- ¡Ya voy! - dije. Acababa de pagar un fino puñal. Me lo guardé en el bolsillo y caminé rápido hacia ella. - ¿Qué es esa cosa tan bonita de la que me hablabas, Els?
- ¡Mira! - Elsa me mostraba dos pendientes en forma de luna. - No crees que son lo más bonito que has visto en tu vida?
Estaba tan adorable cuando le gustaba todo tanto.
- Los quieres? - la miré embobado.
- ¡Si! - gritó emocionada, y posó su mano en mi brazo. - Pero no tengo más dinero.
- No te preocupes, te compraré-
- No, no, no - me cortó. - No puedo aceptar eso. Habrá más mercados; los compraré entonces.
- ¿Y cómo sabes que en el próximo mercado estarán ahí? - arqueé una ceja con un gesto de suficiencia.
- ¡Deja de mirarme así, tonto! - se rió mientras dejaba los pendientes en su lugar. Ella comenzó a alejarse.
Seguí mirando los pendientes y luego a Elsa. Quería hacerle un regalo, pero por otro lado, tal vez se enfadaría si le compraba los pendientes.
- ¡Guarde estos pendientes, volveré y los compraré! - le dije rápidamente al hombre que me estaba mirando detrás del mostrador. Luego, busqué a Elsa. No lograba verla con toda la gente que estaba allí. Comencé a caminar en la dirección en la que la había visto alejarse, y miré a todos lados. Bien . La he perdido.
Entonces, alguien con manos frías cubrió mis ojos desde mi espalda. Una gran sonrisa apareció en mi rostro.
Tomé esas manos entre las mías y las besé, pero mis ojos aún estaban cerrados.
- Hmm... eres Anna, estoy seguro - bromeé.
Escuché un grito ahogado y volvió a taparme los ojos. Ella comenzó a caminar empujándome por la espalda. Sonreí, dejándome llevar. Ojalá pudiera sentir ese toque helado todos los días de mi vida.
Cuando dejé de escuchar el estruendo del mercado, me di la vuelta y vi el rostro de Elsa a pocos centímetros del mío. Tomé sus manos, y con ellas, esa sensación de frío. Suspiré. Ella me miraba a los ojos, como si estuviera buscando en mi alma.
- Finalmente te encontré - le dije, sonriendo embobado, mirando en sus ojos azules.
- ¡Perdona! - ella dio un paso adelante. - Yo te he encontrado primero.
- ¡Perdona! - yo la imité. - Pero se estaba escondiendo, señorita.
Elsa acercó su cara para mirarme más de cerca, con cara seria, y me puse nervioso. Tragué saliva, estaba conteniendo la respiración. Noté que bajó la mirada a mis labios y luego a mis ojos de nuevo. Ella se mordió el labio.
- Está bien, tú ganas - se cruzó de brazos, alejándose de mi mirada y mi casi roce. - Pero es casi el atardecer. ¿Quieres verlo conmigo?
Entonces mi corazón se detuvo. Casi habían pasado diecisiete años con ella y nunca habíamos visto juntos la puesta de sol.
- ¿Enserio tienes que preguntármelo? - le sonreí, notando cómo se sonrojaba.
Su madre me matará.
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