¡Corred!

- Ve a por Daga mientras me cambio estas ropas. - le dije a Jackson. Caminábamos lentamente hacia mi casa. - Este vestido es increríblemente incómodo. 

Jackson carcajeó y asintió. Me dejó en la puerta de casa, y con una última mirada se giró y comenzó a alejarse. Su casa no estaba muy lejos de la mía, pero él no tardaría mucho en estar preparado. 

Abrí la puerta; mi madre no estaba en casa, tampoco la tía Ingunn. Anna e Ingunn se trasladaron a vivir con nosotras cuando yo tenía cuatro años, más o menos. Mi madre me contó que fue debido a la guerra; estar las cuatro juntas le hacía sentir a Ingunn menos sola. 

Corrí escaleras arriba y tiré mi capa a algún rincón de la habitación. Me quité la banda de la cabeza. Caminé hasta la habitación de mi madre y dejé la banda sobre su mesita. A punto de darme la vuelta y regresar a mi habitación, algo brillante llamó mi atención. Me encorvé un poco para verlo mejor. Lo tomé en mi mano. De pronto lo reconocí. ¡Mi collar con forma de luna! Pensaba que lo había perdido de pequeña. 

Dejé le habitación con una sonrisa y me colgué el colgante alrededor del cuello. Entonces, comencé a desabrochar todos y cada uno de los botones del vestido, que eran muchos. Me lo saqué por las piernas y lo dejé estirado sobre la cama. Abrí la tapa del baúl a los pies de mi cama y extraje un par de prendas. Me puse unos pantalones, ajustados a la cintura por una banda elástica pero bombachos en las piernas hasta los ttobillos. Me calcé unas botas marrones que tenía por ahí. Me puse una camisa blanca sin mangas, un cinturón en la cadera y busqué mi espada. Rebusqué entre las cosas que tenía tiradas por el suelo y finalmente la encontré. Guardé mi espada en su cinto y la colgué en mi cinturón. Entoces me puse un chaleco largo, de color tostado, sin mangas, y un cinturón rojo sobre él. Dejé mi cabello recogido en la largaa trenza y volví a buscar el resto de mis armas. Mamá siempre me decía que no debía salir de casa desarmada. 

Me colgué al cinto dos puñales y una navaja pequeña (nunca sabes cuándo podrás necesitar un cuchillo tan pequeño, pero es sorprendentemente útil). Sobre mi mesita descansaba una caja pequeña. La cogí y la colgué también de mi cinto. Entonces, oí unos golpes y alguien que me llamaba con un grito. Me asomé por la ventana, y vi a Daga moviendo sus alas sin prisa. Sonreí y abrí la ventana, inclinándome sobre el marco. 

- Hola, amiga. - le di un par de palmaditas en la cabeza. Ella me miraba con sus ojos verdes. - ¿Qué tal te va?

Entonces me agarré a su cuello y trepé por ella, viendo finalmente a Jackson sentado en su lomo. Él también se había cambiado de ropa. Llevaba unos pantalones de cuerro, y una camisa gris sin mangas, asegurándola con un cinturón marrón del que colgaban dos pequeñas bolsas a los lados de su cintura. Su lanza descansaba a un lado, prendida de la silla de montar. 

- ¿Estás lista, Els? - Jackson me preguntó, observándome escalar sobre su dragón. Le di un beso en la mejilla. 

- Claro. Llamaré a Luna y entonces nos iremos. - respondí. Él asintió hacia mi, sonriendo de lado. 

Me metí los dedos en la boca y silbé. Un largo y agudo sonido salió de mis labios, y oí un rugido lejano. Mi dragón de escamas blancas apareció como un relámpago en el cielo. 

- Me sigues, ¿vale? - le dije a Jackson, segundos antes de tomar impulso y saltar sobre el lomo de Luna. 

Volamos sobre todas las casas, el mercado y sobrepasamos los límites de la aldea. Pronto, nos mecíamos sobre el mar, un oéano de infinidad azul oscuro, la luz del sol acariciando la superficie con tonos dorados, como si el mar y el sol estuvieran de alguna manera compartiendo un beso. Las olas se veían muy pequeñas desde las alturas, y decidí abrir mis brazos al tiempo que Luna descendía en su vuelo. El olor a salitre y libertad llenó mis fosas nasales, y sentí la paz en mi interior. 

De pronto sentí cómo dos brazos me rodeaban por detrás, y una de mis manos se posó sobre el mango de uno de mis puñales. Giré mi cabeza, y mis hombros se relajaron cuando vi los ojos de Jackson buscando en los míos. Capté a Daga con la mirada, sin jinete, volando a nuestro lado. 

- ¿Este era el sitio del que me habías hablado? - Jackson preguntó sobre mi oído, al tiempo que se sentaba detrás de mi. De nuevo, sentí su cálido toque en mi mano. Entrelacé nuestros dedos y le respondí:

- Oh, no. El lugar es mucho más bonito que esto. 

- Como si fuera posible... - él rió sobre mi oreja, y un escalofrío me recorrió la espalda. Adoraba su risa, tan fresca, tan energética. Él se puso en pie y dejó un rápido beso sobre mi mejilla antes de saltar sobre el lomo de Daga. 

Siempre andábamos haciendo ese tipo de cosas. Besábamos al otro antes de saltar. Era una especie de señal. Para avisarnos. 

- ¡Oh, sí, esto va a ser movidito! - grité riendo, y me aferré a las riendas de mi dragón. Luna empezó a aumentar la velocidad de su vuelo, rápido, más rápido. Me incliné hasta que mi cara quedó a pocos milímetros de las escamas de Luna, debido a la posición vertical del draagón mientras volaba. 

Pronto estábamos volando entre la gruesa masa de nubes. No pude evitar extender uno de mis brrazos y sentir cómo las pequeñas gotas de agua condensada me hacían cosquillas entre los dedos. Sentí un repentino giro de mi dragón y caí en la cuenta de que aquel era el último tramo del camino. Empezamos a girar, dando vueltas y más vueltas a toda velocidad. Sentí mi cabeeza un poco embotada cuando los dragones se detuvieron en sus giros y nos quedamos suspendidos en el aire, planeando. Advertí que ahora estábamos sobre las nubes y sonreí para mi, feliz.

Giré mi cabeza para comprobar que Jackson me seguía de cerca, sintiéndose también algo mareado. 

- ¡Por lo menos podrías haberme avisado! - me gritó, llevándose una mano a la boca y ahogando una arcada en su garganta. 

- ¡Te dije que iba a ser movidito! - alcé las palmas de mis manos, disculpándome. - ¿Te ha gustado? - pregunté divertida, a sabiendas de que no se había parado a mirar a su alredeor. 

Jackson arrugó las cejas y desvió su mirada hacia el paisaje. Su barbilla cayó y sus ojos se abrieron como platos. 

- Vaya... Esto es... indescriptible... - él me sonrió con sus brillantes ojos. Estábamos rodeados por pequeñas islas suspendidas en el aire, flotando arriba y abajo con lentitud. Tiré suavemente de las riendas de Luna para que volara alrededor de estas. Con Daga volando a nuestro lado, con Jackson observándolo todo a su alrededor. 

Volamos cerca de algunas de las islas, y aterrizamos en mi favorita. Su suelo estaba cubierto por alta hierba de color azul, que despedía olor a mar cuando rozabas sus hojas. Entre la hierba, un arroyo de agua cristalina que corría cruzando de punta a punta la isla y callendo por su borde, creando una cascada que acababa en una nube cercana. El arroyo iba a nacer de entrer las raíces de un almendro centenario, sus flores blancas y rosáceas estampando el cielo dorado sobre nuestras cabezas. 

Saltamos a la hierba azul y dejamos libres a nuestros dragones, que pronto volaron lejos de nosotros. Nos sentamos bajo el almendro centenario, a un lado del arroyo. Jackson tomó mi mano, y yo me sonreí, bajando la mirada hacia donde nuestros dedos se tocaban. Dejé descansar mi cabeza sobre su hombro, y sentí cómo mi amigo se tensó, pero dejó descansar también su cabeza sobre la mía. 

Las vistas desde allí arriba eran espectaculares aquel día. Podíamos ver el océano de nubes de algodón que se extendía bajo nosotros, teñidas por tonos rosáceos, blancos y anaranjados; y la luz del sol atravesándolas, como si los rayos fueran dedos que intentaban tocar el cielo sobre nosotros. El cielo estaba pintado de azul, violeta y fucsia. El bajo sol parecía que descansaba sobre las nubes, y yo no podía estar en mejor compañía. 

- Tenías razón, Els. - Jackson rompióo el silencio, susurrando, casi con miedo de romper el escenario que se nos ofrecía. - Este lugar es tan especial como tú. 

- ¿Qué? - levanté mi cabeza de su hombro, sorprendida ante sus palabras, mirándolo a los ojos. - Yo nunca dije que este sitio era tan especial como yo. 

- Bueno, pero yo lo digo ahora. - Jackson me sonrió divertido. Mis mejillas se tiñeron de un rojo intenso, desviando la mirada. Entonces recordé. 

- ¡Eh, tengo algo para ti! - le abracé repentinamente y me revolví un poco en mi sitio sobre las raíces del almendro. Cogí la pequeña caja que colgaba de mi cinto y se la tendí a Jackson. - ¡Feliz cumpleaños!

Él parpadeó varias veces, sorprendido. Sus ojos se abrieron al tiempo que los vi humedecerse y brillar. 

- Els, ¿q-qué es esto? - él sonrió, sorbiendo su nariz. 

- No lo sé, para eso tienes que abrirlo. - dije misteriosa, y ppuse la caja sobre sus manos. Él parecía que dudaba sobre si abrirla o no, pero finalmente abrió su cierre, y con él la tapa de la caja. 

Sus ojos se abrieron como platos. Yo empezaba a ponerme nerviosa. ¿No le gustaba el regalo? No sabía qué pensar; él simplemente miraba la caja. Entonces, él me dejó un rápido beso en la mejilla y entonces se lanzó sobre mi, abrazándome y apretándome contra él. Ambos caímos rodando y riendo sobre la alta hierba de color azul.  

- ¡No soy un dragón, Jackson! - reí divertida cuando dejamos de rodar sobre la hierba. - ¿Te gusta el regalo? 

- ¡Me encanta! - me abrazó de nuevo. 

- Pensé que un atrapasueños era una buena idea, por lo de tus pesadillas y todo eso... - empeccé a explicarle, insegura. 

- Eh, eh, quieta ahí. - Jackson me frenó. - Es un muy bonito regalo, el mejor que me podrían haber hecho. - él me miró directamente a los ojos. Mi corazón comenzó a latir rápido en mi pecho. Su cuerpo sobre el mío. Su nariz casi rozando con la mía. La brisa revolviendo su pelo castaño. 

- Jackson... Eres muy bueno, ¿lo sabías? No dejes que nadie te quite eso, nunca. - le dije en un repentino ataque de sinceridad. Moví mi mano para apartar un mechón de pelo de su frente. Él me sonrió de lado, y sentí como si sus ojos estuvieran rebuscando en mi alma. Empecé a sentirme algo incómoda, con mi corazón latiendo desbocado y mis manos temblando. 

- Deja de mirarme así. - me reí. 

- ¿Así cómo? - él movió su cabeeza más cerca; su respiración caliente chocando sobre mis mejillas. Sentí que mi corazón de detenía. Sus pupilas descendieron hasta mis labios. Bien. 

- De... ¡De esa manera! - respondí con la voz temblorosa. Oh, por la Madre Naturaleza, yo también estaba mirando sus labios. 

- ¿Y si no quiero parar? - él movió su boca hasta mi oreja, susurrando sus palabras sobre ella. Su aliento chocando contra la piel de mi cuello. El vello de mi nuca se erizó. 

Volvió a mirarme a los ojos. Nuestras cabezas se acercaban lentamente y nuestras respiraciones se hacían pesadas. 

'BOOM!'

Nos separamos al instante y nos pusimos en pie. 

- ¡¿Qué rayos ha sido eso?! - Jackson exclamó. 

- No lo sé. ¿De dónde viene el ruido? - sin terminar la pregunta comenzamos a correr hacia el borde de la isla. 

Sólo veíamos humo negro flotando en el aire. Oímos más explosiones sucediéndose y más humo negro creciendo en espirales. 

- Deberíamos volver - Jackson me dijo, corrimos hacia nuestros dragones, que ya nos estaban esperando listos para la acción. 

Volamos lo más rápido que pudieron y pronto tuvimos ante nuestros ojos las siluetas de nuestras Islas. Había cientos de barcos de guerra apostados en el mar, disparando con sus cañones y más humo negro rodeando la aldea. 

Aterricé lo mejor que pude donde pude y miré a mi alrededor. Bien, Jackson y yo nos habíamos separado. Cientos de emocioones crecían y se mezclaban en mi interior. Furia, rabia, miedo. Tenía miedo de perder a alguien que amaba. Mamá, Anna, Jackson, Emma, Ingunn, Jade. Eché a correr desesperada, buscando reconocer mi casa entre el humo. La cabeza me daba vueltas, toda la gente que me rodeaba estaba muriendo, peleando o huyendo. 

De pronto, una mano me agarró por el brazo y yo puse la mano en el mango de mi espada como acto reflejo. Me giré para enfrentarr a un joven y alto hombre con una cicatriz en su mejilla. Me revolví para intentar librarme de su agarre, pero él era más fuerrte que yo. 

- ¡Suéltame, maldito bastardo! - le grité, y lancé mi puño hacia su cara. 

Él se rió ante mi, pero yo le di una patada. Entonces,él me agarró por el pelo y estampó sus nudillos en mi cara. Caí hacia atrás al suelo golpeándome la cabeza. Eso dolía. Me llevé una mano a la mejilla golpeada, y con mi mano libre desenfundé la espada y le hice un corte profundo en el muslo. Él cayó a suelo maldiciendo. 

- Puta irreberente - me dijo apretando las mandíbulas, tratando de cortar la hemorragia de su muslo.  

Yo le miré largamente, para después escupirle con rabia y salir ccorriendo. Los pulmones no me daban para más y la herida de la cara me ardía, pero nada de eso me importaba. 

Reconocí mi casa. Bueno, lo que quedaba de ella. Estaba todo destruido. Sentí una opresión en el pecho, dejándome caer sobre las rodillas. Aquello no podía estar pasando. Las lágrimas rodaban incontrolables de mis ojos, y empecé a buscar desesperada entre los escombros. 

- ¡Mamá! ¡Anna! - grité, dejándome la voz en el intento. No por favor, ahora no. 

De pronto sentí un suave toque en mi espalda. Salté como un resorte con una daga en cada mano. Pero vi unos ojos verdes aterrados, un desaliñado pelo pelirrojo y una cara sucia. 

- ¡Anna! - exclamé, el alivio inundándome por dentro. Me lancée hacia ella, envolviéndola en un abrazo. 

- Rápido, Elsa. - me dijo, cogiendo mi mano y tirando de ella. - No tenemos muchho tiempo. 

Yo corrí junto a ella, dejando que me guiara. 

- ¿A donde vamos? - pregunté. Pasamos por casas en ruinas, dejándolas atrás.

- A los límites. - sentenció Anna sin detenerse en nuestra carrera. 

Cuando llegamos a la zona oscura y en ruinas del límite oeste de la isla, vi las cansadas caras de todos aquellos que yo consideraba mi familia. Ingunn, Jade, Emma, mamá, la Chamana y Jackson. 

- Oh, por la Madre Naturaleza - susurré, y corrí a abrazarlos a todos ellos. Mamá me sonrió cálidamente. 

- Oh, querida, estás bien. - ella me susurró, con las lágrimas inundando sus ojos.

- Había temido lo peor. - dije. 

Entonces, la Chamana se me acercó. 

- Elsa, debéis huir. Las Islas del Sur nos están atacando y no podemos permitirnos... Bueno, que muráis. - dijo, mirándonos a todos. Bueno, en realidad, a todos los que no teníamos hijos. 

- Pero somos tan capaces de luchar como cualquiera de vosotras, y podemos ayudaros y podríais-

Mi madre me cortó:

- Elsa, no es discutible. - sentenció ella. Bajé la cabeza, con la tristeza recorriendo mi cuerpo. Ahora que  había encontrado a mi familia, ¿tenía que dejarlos?

Estaba a punto de hablar cuando Labanka, la Chamana, se acercó a mi de nuevo. Ella bajó los ojos y me miró con el gesto serio. 

- No vuelvas a perder ese colgante, nunca. ¿Me oyes? - me dijo. 

Asentí y una mano tocó mi cara. 

- ¿Qué te ha pasado? - Jackson me preguntó con rabia; sus dedos me cogieron por la barbilla y movieron mi cabeza hacia su lado. Sus ojos examinaban mi cara; probablemente la tendría sucia y llena de hollín, y la sangre y el corte no ayudarían en su aspecto. 

- Vosotros dos, escuchadme con atención. - Jade llamó nuestra atención. - El dragón de Anna os guiará a todos hasta un lugar donde os esconderéis y os mantendréis a salvo. Allí encontraréis a una mujer de pelo rojo llamada Monty. Debéis hablarle sobre lo que ha pasado aquí, y tenéis que decirle que os enviamos nosotras. ¿De acuerdo?

Emma, Anna, Jackson y yo asentimos. 

- Ahora, ¡corred, rápido! - mamá nos apresuró. 

- Pero, mamá- traté de abrazarla, con las lágrimas quemándome en los ojos. 

- ¡No hay tiempo, corred! - me gritó, mientras veíamos cómo unos cuantos hombres furiosos y armados se acercaban corriendo hasta nuestra posición. Nos apresuramos hasta los dragones, que ya nos esperaban preparados. Saltamos sobre sus lomos y emprendieron el vuelo. 

Me giré sobre Luna para ver a las tres mujeres luchando con los guerreros de las Islas del Sur. Y ese fue el momento en el que me permití romperme y llorar. Mis pulmones ardían y mi pecho estaba lleno de dolor. 



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