08
—Unnie.
Rei la esperaba en la puerta de su casa, pero, como había hecho los últimos siete días, Jiwon la ignoró.
—¡Kim Jiwon! Si no quieres tenerme cerca solo dímelo, deja de ser tan cobarde.
Jiwon se detuvo, no esperaba que Rei reaccionara así, pero la comprendió porque si estuviese en su lugar haría lo mismo.
Estaba tan agotada que ni siquiera intentaría seguir ignorándola, así que abrió la puerta y con un ademán la invitó a pasar.
—¿Quieres algo de té?
Rei la miró extrañada por su repentina amabilidad, pero lentamente aceptó.
Jiwon se dedicó con paciencia a calentar el agua, y preparó algo de comida para acompañar el té. Rei seguía con la mirada todos sus movimientos, intentando comprender lo que sucedía.
No tenían ningún tema de conversación, lo único que escuchaban era el roce de los utensilios y vajillas. A pesar de ello, el ambiente no era incómodo, de cierta manera, Rei estaba relajada ahora que tenía la oportunidad de acercarse a Jiwon y de hablar con ella.
—Soy una tonta, Rei —dijo Jiwon de pronto, su expresión había decaído—. Te he metido en un problema y te ignoré todo este tiempo porque esperaba arreglarlo hoy, pero no resolví nada.
—Heriste mis sentimientos.
Jiwon se dio la vuelta, encontrando la mirada oscura de su acompañante.
—Lo lamento tanto —respondió con la voz temblorosa.
De nuevo hubo silencio. En ese momento, los ojos expresaban más que las palabras.
Rei suspiró.
—¿De qué se trata?
—Yo... Me dejé engañar y una chamana puso un encantamiento en mi carta, la que estropeaste.
—¿Qué es lo que me hizo?
—Parece que, tarde o temprano, te enamorarás de mí. O tal vez ya lo estés, ¡ni siquiera lo sé! ¿Lo estás? Oh, yo en serio no pregunté eso...
—Está bien —intentó tranquilizarla—. Omitiré decir si estoy enamorada o no para no preocuparte más.
Jiwon la miró desconcertada. Rei se veía bastante tranquila, ni siquiera se inmutó.
—No está bien.
Rei se encogió de hombros, dando por terminada la discusión. Jiwon se apresuró a servir el té.
—Creo que esta vez lo mejor será mantenerte cerca, solo así puedo vigilarte. El antídoto estará listo pronto.
—Pídale ayuda a la princesa...
—No puedo, Rei. Si se entera de esto me tendrá miedo, creerá que lo hice a propósito.
—Si le explica lo entenderá.
La sola idea de decirle a Gaeul sobre la carta le erizaba la piel. Han sido amigas por tantos años, pero no podía imaginar su reacción a esta situación que se salió de control.
Seguiría con el plan de mantener todo discreto, sin explicaciones, moviéndose en silencio hasta enmendarlo y olvidar que ocurrió.
No podía arriesgarlo todo por esto.
—Por cierto, ¿no crees que has estado demasiado tiempo por aquí? Eres una doncella del palacio.
—La princesa lo sabe, desde hace un tiempo me dejó venir cuando quisiera y el tiempo que requiera.
♡
El puesto de la chamana no estaba, y ella tampoco. Jiwon buscó durante mucho tiempo, incluso por distintas partes de Noksan, pero no la encontró por ninguna parte.
Ella no se atrevería a escapar, ¿verdad?
Fue cuando el cielo se oscureció, que Jiwon dejó de buscar. Era bastante peligroso de por sí, estar en Noksan sin pertenecer allí, así que se marchó por su propio bien.
De camino a casa se dijo a sí misma que podía llorar, solo un poco, pero luego de derramar la primera lágrima no pudo detenerse.
Ni siquiera cuando bajó del carruaje detuvo su llanto.
Y entonces Rei apareció, de nuevo la esperaba en la entrada de su casa. Jiwon tenía los párpados demasiado hinchados que era imposible ocultarlos con algo, y cuando Rei le preguntó si estaba bien, Jiwon lloró más fuerte.
—Estoy tan frustrada, Rei. Las cosas no me salen bien.
—Vamos adentro.
Rei buscó una manta para cubrirla del frío nocturno, se quedó a su lado, abrazándola por los hombros y dejándola continuar su llanto para que pudiese desahogarse sin interrupciones. No preguntaría ni pediría detalles hasta que Jiwon logre calmarse y ella misma decida contarle sobre lo ocurrido.
En esos instantes, su prioridad era el bienestar de Jiwon.
Al día siguiente todo estaba mejor, o eso creía.
Jiwon, Rei y Yujin buscaron a la chamana Hong por todo Noksan, iniciando a primera hora y terminando casi al atardecer. Se atrevieron a preguntar sobre el paradero de Hong a los habitantes, pero nadie sabía nada de ella; decían no conocerla, ni haberla visto antes. Tampoco su nombre les sonaba conocido.
Era bastante sospechoso. A Jiwon no le hacía sentir mejor y su tristeza se estaba transformando en enojo.
—Mañana seguiremos —Rei posó su mano en el hombro de Jiwon, dando palmadas—. Ahora vamos a desestresarnos.
—De verdad quisiera ir con ustedes, pero en casa tendremos visitas importantes de algunos familiares, debo estar ahí —dijo Yujin.
Jiwon y Rei la acompañaron al carruaje y se despidieron de ella. Yujin fingió llorar por la separación mientras las veía por la ventana, deteniéndose sólo cuando estuvo lo suficientemente lejos.
—Vamos, no estamos lejos del lago.
El parque Yan —parte del mercado de las Cuatro Estaciones— era de los lugares favoritos de Rei. Desde pequeña sus padres iban allí a pasar el rato, la llevaban para que jugara con los niños de otros reinos y conociera más allá del reino de Otoño.
Había un lago que era la atracción principal del parque, había cisnes que la gente alimentaba, y encontrabas ardillas en los árboles que a veces se acercaban a los niños. Una gran variedad de animales atravesaban el parque, mezclándose incluso los animales que representaban a cada reino, como los ciervos de Otoño y las liebres de Invierno.
—Traje un lienzo para las dos, espero que no te moleste —dijo Rei colocando el objeto frente a ambas.
A veces, en sus días libres, se quedaba ahí para pintar. Era una actividad que brindaban los cuidadores del parque, había tenido éxito. Desde pequeña le gustaba pintar, su madre era una apasionada de la pintura, y poco a poco Rei le siguió el camino.
Jiwon negó, la verdad era que prefería compartir porque la pintura no se le daba bien. Rei le dijo que pintaran algo para expresar sus emociones por este medio, pero lo encontraba tan complicado cuando no tenía experiencia alguna.
De cualquier forma, Rei habló sobre los paisajes que había visto, los lugares que había logrado conocer en su corta vida y sus momentos más atesorados, y Jiwon se sintió tan cómoda e inspirada que intentó plasmar un poco de lo que Rei le transmitía.
El cielo se estaba poniendo anaranjado, su reflejo en el lago se veía magnífico. Jiwon se atrevió a imitar su aspecto, agregando sus tonalidades naranjas y rosas al lienzo, justo encima de uno de los árboles que Rei había pintado.
—¡Mira, unnie! —Rei señaló al frente—. ¡Una mariposa!
La mariposa de alas azules revoloteó acercándose cada vez más a las dos chicas, y se posó sobre el cabello de Rei por unos segundos en los que Jiwon no pudo contener la risa.
—Nunca había visto a una mariposa hacer eso —dijo Jiwon genuinamente sorprendida.
Rei estuvo de acuerdo con eso.
—Me fascinan las mariposas. Las veo siempre, en mis sueños. Son tan hermosas, y hay de todos los colores.
Jiwon la escuchó con atención. Poco después recordó lo que su madre le había contado cuando era una niña; la leyenda de la mariposa blanca. Su madre le dijo aquella vez que sentiría la conexión con la persona con la que estaba destinada a estar.
Por muchos años creyó en ella, y por eso mismo se convenció de que Gaeul era su destinada. Cuando la vio la primera vez fue inevitable fijarse en ella, era como un imán que atrajo a Jiwon de inmediato.
—Me parece que eres adorable.
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