05

—Aquí tienes. —La dama Jin le extendió una prenda de ropa—. La princesa necesita este vestido para la noche y este otro para mañana a primera hora. —No tenía buena expresión, lo que indicaba que estaba de mal humor—. Y no se te olvide limpiar la terraza y acomodar la habitación de su alteza después de que salga.

Rei solo pudo asentir, ni siquiera se atrevía a responderle a la dama por miedo a que su castigo se hiciera más pesado de lo que ya era. Prácticamente estaba haciendo todas las labores de las doncellas de la princesa ella sola; lavar, limpiar y ordenar, obviamente esta vez en grandes cantidades. Así será hasta que comience el próximo mes, todo por estropear un pedazo de papel, uno muy importante.

Todo el tiempo intentaba no culparse, pero era inevitable sabiendo que había recibido una tarea de gran importancia y terminó estropeando todo, y por si fuera poco, había sido perdonada por tal error. Si lo pensaba bien, fue afortunada de que no la encarcelaran, o peor.

Decidió que era hora de dejar de torturarse mentalmente y comenzar con sus tareas para no retrasarse durante el día con alguna otra actividad que pudiese surgir. Llegó al cuarto de servicio del palacio principal, donde se encontraba lo que necesitaría para lavar la delicada ropa de la princesa.

—¿Qué área te asignaron?

La repentina presencia de otra chica en la habitación le hizo dar un respingo. Al tenerla enfrente, pudo notar que se veía más joven que ella, como si aún fuera una adolescente.

—Los aposentos de su alteza y alrededores.

—¡Qué bien! Estaremos cerca, me tocó el edificio para visitas.

Rei retomó lo que hacía, no podía seguir perdiendo el tiempo. Mientras tomaba lo que requería la chica le seguía el paso como si fuera un gato en busca de alimento.

—Por cierto, soy Lee Hyunseo. ¿Cuál es tu nombre?

—Kim Rei.

—¡Escuché de ti! Eres la que...

—No lo menciones —dijo alzando la voz, alterada. Sabía que la chica iba a tocar el tema que intentaba superar—, por favor.

—Bien —Hyunseo la siguió con la mirada, tenía una expresión juguetona en el rostro—. Escuché que la reina madre la humilló frente a las doncellas.

Rei se detuvo, confundida por las palabras de la contraria.

—¿Qué?

—La dama Jin olvidó notificarle a su alteza que tenía una clase de arquería con la reina madre.

—No puede ser.

—Es como una cadena alimenticia. Es lamentable que seamos el eslabón del que todos se alimentan —Se quedó en silencio un momento, con la mirada perdida—. Pero bueno, cuentame más de ti, Kim Rei. Has estado visitando Primavera muy seguido, ¿no es así? Las damas hablan de ello.

—¿Hay algo sobre lo que no hablen? —replicó con sarcasmo.

Era claro para ella que rumoreaban porque sospechaban de un posible enamorado. Y eso no podía ser posible, porque las damas de compañía, mejor conocidas como damas de la corte, no podían enamorarse.

Cuando una doncella se convierte en dama de la corte obtiene ciertos privilegios y comodidades, pero a cambio debe dar algo: su vida.

Una vez que entran al palacio no pueden salir, sus vidas dejan de ser suyas para pertenecerle a la familia real, entonces no pueden tener ninguna distracción porque siempre deben poner primero a la realeza, incluso en los peores casos.

Desde muy joven se mudó al palacio, no era más que una niña que fue enviada por orden del rey cuando llegó. Después de cumplirse diez años de nacer un heredero al trono se iniciaba un reclutamiento para encontrar a las personas que le servirían por el resto de su vida. Así es como terminó ahí, su familia al ser de buena reputación fue seleccionada, lo que quería decir que Rei debía ir al reclutamiento.

No podía fallar, tenía que dar lo mejor de sí misma porque servir a la realeza era un honor, eso es lo que dijeron sus padres. Es lo que decían todos.

No estuvo de acuerdo, pero terminó sucumbiendo ante los deseos de su familia. Finalmente, luego de cinco rondas de selección, fue una de las elegidas. Comenzó entonces su nueva vida, no podía dejar el palacio, porque el palacio sería su nuevo hogar. Tenía permisos para salir, claro que sí, pero no podía quedarse fuera ni siquiera un día completo, el entrenamiento para convertirse en dama de la corte requería su asistencia día y noche por varios años, hasta cumplir la mayoría de edad.

Pero no se quejaba, no más. Después de todos estos años se acostumbró, y de hecho, ahora le gustaba estar ahí, porque en ese lugar lo tenía todo.

Así que aclararía la situación, porque no quería verse perjudicada después de haber luchado por su lugar.

—Hice un par de amigas ahí, eso es todo.

Acababa de conocer a Hyunseo hace unos minutos pero pudo leer en su expresión que no estaba conforme con la respuesta que recibió, que esperaba algo más.

Sin quererlo el recuerdo del día en que conoció a la mejor amiga de la princesa, Jiwon, vino a su mente.

—Promete que no dirás nada. Si leíste la carta, olvídalo de inmediato, te lo ruego.

—Lo prometo.

Su preocupación por la situación desapareció de pronto al tenerla enfrente, se dio cuenta de los hoyuelos en sus mejillas. Nunca había visto a una sola persona que se viera bien con hoyuelos. Le pareció fascinante esa característica de la muchacha de facciones suaves, su rostro era particular, tenía algo, había algo en él que le impedía dejar de mirarlo.

—Eh... —Seguía hipnotizada—. Su nombre es Kim Jiwon, ¿no es así?

—Así es.

—Es muy linda, ¿podemos ser amigas?

Jiwon le dio una mirada a Yujin con el rostro sonrojado y luego volteó hacia Rei.

—Claro.

Sin darse cuenta, una sonrisa se dibujó en sus labios.

—Sabes, —Apoyó el mentón sobre su mano, que se posaba encima de la base de la escoba—, la señorita Kim es muy amable, cuando estábamos hablando su voz se escuchaba tan suave.

—Entonces debes haberle agradado. Por lo que se, sus únicos amigos son sus sirvientas, una maga, su alteza y el príncipe heredero de Primavera. No es tan accesible, parece ser muy selectiva.

Aquella suposición le hizo ampliar su sonrisa, terminó contagiando a Hyunseo. Le gustaría saber si es verdad.

—Hola, Jiwonnie.

La recién nombrada dejó lo que hacía para saludar debidamente a la contraria, inclinándose en una reverencia que sus sirvientes imitaron.

—Rei, qué bueno verte... otra vez.

—¿Estás ocupada? —Vio cómo los sirvientes iban de un lado a otro subiendo cosas al carruaje y su curiosidad despertó—. Lamento venir tan temprano esta vez.

Jiwon no tenía ningún inconveniente con la presencia de Rei esa mañana, de cierta forma, se había acostumbrado a verla seguido así que lo sentía como parte de su rutina del día.

¿Que si de pronto se había hecho amiga de aquella doncella y por eso ella llegaba a visitarla? Al parecer así era. Después del inconveniente con la carta, Rei llegaba a su casa. No le molestaba para nada, solo que era un poco extraño sabiendo que apenas se habían conocido hace más de una semana y no entablaron una conversación nunca antes de eso.

—Estoy enviando algunas cosas para mi hermano, pero pronto iré con Yujin a ayudarle en la florería.

—Oh. —Bajó la mirada y movió un pie de un lado a otro.

Sí, era extraño que quisiera pasar tiempo con Jiwon a pesar de que tenía que atravesar todo un reino para llegar hasta ella y cumplir con sus actividades antes de hacerlo.

—¿Quieres venir?

—¡Sí!

De camino a la florería de los An, Rei venía hablando sobre lo que había hecho antes de llegar a visitarla; cocinar, lavar, preparar el baño para la princesa, ayudar a vestirla y un sinfín de tareas que no recordaba ya. Esto lo hacía siempre desde que la conoció, era entretenido escucharla contar algo diferente en su día a pesar de tener una rutina establecida como dama de la corte.

—Gaeul sabe que estás aquí, ¿verdad?

—Claro que sí, no te preocupes.

Jiwon asintió. No tenía deseos de indagar más, prefería creer que lo que decía era real, de lo contrario, pasaría todo el rato preocupada por lo que podría sucederle en caso de que estuviese incumpliendo las reglas de su reino.

Era algo ignorante en cuanto a las reglas que deben seguir las doncellas que sirven a la familia real de Otoño, pero al menos en Primavera siempre tenían que estar presente, detrás de los reyes y sus herederos. Siempre se requerían las doncellas y sirvientes en un palacio y lo sabe muy bien ya que hace dos años participó en el proceso de selección de la reina consorte, la que sería la esposa del príncipe heredero después de la muerte de su padre el rey. Para su buena o mala suerte (hasta el día de hoy no está segura), la selección fue cancelada casi a la mitad del proceso por razones que nadie conoce y es así como siguió siendo una doncella más de la población.

—¡Yujin-ssi!

El tiempo pasó rápido dentro del carruaje. Apenas se detuvieron, Rei salió y corrió hacia Yujin, que la recibió con los brazos abiertos, acostumbrada también de verla ahí.

No le sorprendía que aquellas dos fueran amigas sabiendo que Yujin era el tipo de persona con el que cualquiera querría formar una amistad y Rei del tipo que irradiaba tranquilidad, era adorable sin darse cuenta siquiera. Habían congeniado bien y resultó que tenían más en común que Yujin y Jiwon a pesar de sus largos años de amistad. No se quejaba, estaba bien tener a alguien más en su círculo de amigos.

—Rei, ¿quieres regar las flores mientras yo hablo algunas cosas con Liz? —A este punto Yujin podría considerarla una empleada más ya que estando allí ayudaba con lo que fuera necesario. En sus propias palabras, la razón de esto era: "si me quedo quieta me aburro", así que la dejó ser.

—Claro, unnie. Las dejo.

Jiwon vio cómo Rei salía del lugar (seguramente para buscar agua), entonces cuando estuvieron solas habló.

—¿Qué es lo que pasa?

—He querido preguntar esto antes, pero ya sabes, siempre está pegada a ti, —Se acercó—, ¿cómo es que traes a esta chica a tus pies?

—¿De qué estás hablando?

—Hablo en serio, ¿qué escribiste en esa carta que ahora ella no se despega de ti?

Ambas se miraron, Jiwon se quedó sin palabras ante el repentino tema de conversación. Un parpadeo, dos...

—La carta se mojó.

—Y lo más seguro es que terminó leyéndola cuando pasó.

—Yo ni siquiera la escribí —terminó diciendo, ligeramente avergonzada de admitirlo—. La chamana tiene un don, al parecer.

La cara de Yujin cambió en cuestión de segundos, lo que la alarmó aunque no entendía lo que sucedía.

—¿Una chamana? —gritó—. ¿Estás loca?

—No estoy entendiendo, Yujin.

—¿Tú la buscaste? ¿De dónde es?

—Me la encontré en Beomyeogaoul, se ofreció a escribirme algo cuando me vio en apuros.

—Tal vez le hizo algo a la carta. —La tomó de los hombros y la miró fijamente—. Nunca, escúchame, nunca debes confiar en un chamán. ¿Sabes de dónde vienen los chamanes de Beomyeogaoul? De Noksan.

El pueblo de Noksan.

Ahora entendía su preocupación, el pueblo tenía cierta fama de ser el hogar de delincuentes y personas peligrosas y desterradas del área. Nada podía salir bien al tratar con gente de Noksan.

—Tengo que ir con la chamana.

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