04

Apenas estaba saliendo el sol y Jiwon ya estaba fuera de casa, caminando por el asfalto, dirigiéndose hacia Beomyeogaoul*. Yujin debía estar allí, ya que los fines de semana ayudaba a su madre en la sucursal de la florería de su familia dentro del mercado.

Jiwon no le había contado lo sucedido sobre su confesión, pero planeaba hacerlo en ese momento. Estaba aterrada por el destino de aquella carta de amor que se perdió a manos de un desconocido.

A medio camino comenzó a llorar, la angustia no le permitía pensar en otra cosa que no fuera sobre la carta y todas las posibles consecuencias que habrían si alguien ajeno al tema se enterase del contenido.

—¡Yujin! —Entró lloriqueando al local, asustando a la recién nombrada y a su madre, quienes platicaban amenamente antes de su interrupción.

—Jiwon, ¿qué haces aquí? Es decir, —Yujin miró el gran reloj de madera en la pared, marcaba las seis de la mañana—, ¿qué haces aquí tan temprano? —Hizo una pausa—. ¿Estás llorando?

Jiwon se limpió las lágrimas y saludó a la señora An como si nada hubiera pasado, después le pidió a Yujin que salieran.

—Estoy en problemas —dijo una vez que se detuvieron a una distancia considerable del lugar.

Yujin cruzó los brazos, la miraba con el entrecejo fruncido; su expresión era dura, intimidante, pero la conocía tan bien como para saber que por dentro estaba preocupada por ella.

—¿Por qué?

—Le dejé una carta a Gaeul donde le confesé que me gusta, pero cuando le pregunté sobre ello me dijo que nunca recibió nada, entonces ¿cómo pudo perderse? Se la dejé a su dama de compañía, todas estaban ahí y...

—No digas más. —Yujin caminó de un lado a otro con una mano acariciando el mentón—. Deja que procese esto.

—Ayúdame a saber dónde quedó mi carta, por favor, unnie. —Esta era de las pocas veces que Jiwon la llamaba unnie, lo que hizo que Yujin sonriera con ternura.

—Vamos a Otoño.

Mientras Yujin le avisaba a su madre sobre la ida a Otoño, Jiwon se dio el tiempo de ver las flores que tenían en el local; estas estaban agrupadas por colores y tamaños. Era hermoso ver la extensa gama de colores que había, cada flor tenía algo único y bello que atraía su atención. Se acercó a las flores rojas, percibiendo el olor exquisito que emanaba de los delicados pétalos de unas rosas, lo que apaciguó sus nervios de a poco.

La pequeña burbuja de tranquilidad en la que estaba encerrada explotó cuando una mariposa de alas blancas se posó sobre su nariz y, a pesar de que la ahuyentó con la mano, siguió revoloteando por su rostro con furor.

—Maldita mariposa. ¡Vete!

No dejó de agitar las manos como un abanico, e incluso sopló hacia el insecto para intentar alejarlo, pero nada funcionó. Los golpes en la puerta desviaron su atención, cuando Yujin abrió, apareció una reconocida chica de cabello castaño a través de esta, dejando a las tres mujeres dentro del local confundidas.

—¿Gaeul? —la pregunta sonó como un jadeo, sus nervios reaparecieron a flor de piel.

—Su alteza.

Gaeul le devolvió el saludo a la señora An y a Yujin, luego se dirigió a Jiwon.

—Fui a tu casa. Tu madre me dijo que te encontraría aquí.

—Ya veo.

Sus miradas se conectaron por varios segundos. Jiwon no sabía cómo proseguir y Gaeul estaba pensando bien las palabras que diría a continuación.

—Les presento a Rei. —Se hizo a un lado, dejando ver a una chica de cabello negro atado en una coleta, siendo esta la primera vez que notaban su presencia—. Es una de mis damas de compañía. —La princesa empujó al frente a la chica que tenía las mejillas sonrojadas y la mirada en el suelo—. Rei, ellas son Kim Jiwon, An Yujin y la señora An, saluda.

Rei saludó formalmente. Se notaba un poco cohibida, pero quizás se debía a la presencia de Gaeul.

—¿A qué debemos el placer de su visita, su alteza? —preguntó Yujin, también estaba intrigada por la repentina llegada de la princesa. Después de todo, ¿por qué llegaría a una florería de otro pueblo cuando debe tener cientas de ellas en su reino?

—Rei quiere decirle algo a Jiwon.

La dama se aclaró la garganta y suspiró.

—Debía entregarle una carta a su alteza, pero caí sobre el agua y la estropeé. Lo lamento, señorita Kim.

—Cuando me dio la carta, no había nada, estaba en blanco. Supongo que el agua fue demasiado.

Jiwon y Yujin se miraron entre sí, ambas entendiendo de inmediato que compartían la misma idea.

—Su alteza, nos gustaría hablar con Rei en privado.

Gaeul estaba sorprendida, definitivamente no se esperaba que Jiwon le dijera eso. «¿Por qué no podía estar ahí?», pensó. Pero no tardó en recomponerse y asentir con la cabeza. Dejó la sala y entonces las dos amigas se acercaron a la doncella, analizándola fijamente antes de hablar.

—Señorita Kim, por favor acepte mis más sinceras disculpas —Rei tartamudeó, estaba intimidada por la cercanía de las chicas—. Tal vez esto no mejore su ánimo después de haber arruinado algo que escribió con anhelo, pero debo decirle que la dama Jin me dio un gran castigo por mi falta de cuidado.

—Solo tienes que hacer una cosa.

—Promete que no dirás nada. Si leíste la carta, olvídalo de inmediato, te lo ruego.

Rei asintió de inmediato, de acuerdo con lo dicho por Jiwon. Estaba aliviada de que no se tratara de una amenaza por parte de las chicas, pues no sabría lidiar con ello de ser así.

Rei siempre ha pensado que es vulnerable, la clase de persona de la que los demás aprovechan su confianza. Es sentimental y sigue a su corazón en todo momento, es por eso que no le gusta meterse en problemas; porque sabe que, aunque no sea su culpa, terminará asumiendo la responsabilidad en cualquier situación.

—Lo prometo.

*El mercado Beomyeogaoul, mejor conocido como el Mercado de Las Cuatro Estaciones es el punto de unión entre los cuatro reinos que fue construido para demostrar que están en buenos términos.

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