03

Jiwon iba de un lado a otro en sus aposentos, ansiosa por la respuesta de Gaeul cuando leyera la carta. No tenía forma de saber si ya lo había hecho, solo debía esperar a que ella fuera a verla o, si es que no quisiera hacerlo, tendría que ir a buscarla para verificar que no está incomodando a su amiga.

—Señorita Kim. —Su dama de compañía habló—, veo que está nerviosa, ¿hay algo que pueda hacer por usted? ¿Quiere que le prepare un poco de té?

—No, dama Jung. Solo estoy esperando algo, pero no deja de rondar por mi cabeza.

—Puede despejar su mente distrayéndose con algo más.

La mente de Jiwon se iluminó y sonrió en grande.

—Tienes razón, ¡prepara el carruaje!

Tiempo más tarde, caminaba por las ajetreadas calles del Mercado de Las Cuatro Estaciones. Había mucho qué observar, siempre descubría algo nuevo y fascinante cuando se adentraba al lugar.

Si había algo que a Jiwon le gustara más que bordar, era comprar. Comprar brazaletes, collares, telas, a ella le gustaba todo eso. Podría gastar horas haciéndolo, nunca se cansaría. Las dos doncellas que le habían acompañado, además de la dama Jung, se agotaban y le sugerían detenerse para tomar un poco de aire y descansar los pies, pero ella no podía hacerlo porque su energía seguía intacta.

Recuerda que su madre solía llevarlos a su hermano, Gowon, y a ella a comprar cintas y telas de alta calidad con el señor Woo, un experto en el negocio. Antes no le divertía salir porque estaba más preocupada por jugar que por algo más, pero ahora es de lo que más le gusta hacer en su día a día.

Gowon se casó el año pasado, desde entonces lo ve muy poco. Él y su esposa los han visitado solo un par de veces, durante un periodo corto de tiempo; dos o tres días, y se regresaban a su hogar en Mondu, un pueblo que es parte del reino natal de su pareja.

—Extraño a mi hermano —dijo al ver una tela teñida de verde, su color favorito.

—El joven Kim prometió regresar pronto, no se preocupe. —La señora Jung le dio ánimos.

—Tienes razón, no me deprimiré ahora. Sigamos comprando.

Las doncellas resoplaron, estaban demasiado cansadas de cargar las compras y caminar durante horas.

Siguió viendo cada puesto con paciencia, caminaba a paso lento por las dos jóvenes que la seguían.

Todo iba bien, hasta que se encontró con Gaeul.

—Jiwon —dijo la princesa—, que bueno encontrarte por aquí.

—Gaeul —tartamudeó, estaba nerviosa de verla.

—¿Estás haciendo compras compulsivas de nuevo?

—¿Esto? —Señaló a las doncellas que cargaban más artículos de los que podían—. No, no es nada.

—¿Quieres que te acompañe a casa?

Jiwon no podía negarse, debía hablarle sobre sus sentimientos cara a cara esta vez. Dejaría de ser cobarde por ahora.

—Claro. —Hizo una seña a la dama Jung, indicando que se fueran por su cuenta ya que ella iría con la princesa.

Una vez estando en el carruaje Jiwon miró a Gaeul, estaba analizando su rostro en busca de algún rastro de incomodidad, pero no había nada; tenía la misma expresión de siempre, sus ojos viajaban por el paisaje a través de la ventana y mantenía una pequeña sonrisa para no lucir aburrida

Estaba confundida. ¿Acaso Gaeul estaba fingiendo no tener idea de nada para no enfrentarla?

—¿Tienes algo que decirme? —Gaeul la ve un segundo por el reflejo en la ventana, luego voltea. Ha sospechado que algo pasaba desde el momento que la encontró en el mercado.

—Yo... —Tomó aire—. Te deje una carta esta mañana, ¿la leíste?

—No me han entregado nada.

—¿Qué?

Gaeul asintió. Frunció el ceño al notar la cara de espanto nada disimulada de su amiga.

—¿Qué decía?

El carruaje se detuvo en el momento oportuno.

—Nada. —Jiwon bajó tan rápido como pudo, nerviosa. ¿Significa que alguien más leyó la carta?—. Me iré ahora. Nos vemos, princesa.

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