002✨
POV ___.
La vuelta a casa estaba siendo bastante aburrida, y sólo por el hecho de que Jimin siempre me acompañaba a ella hasta asegurarse que la puerta esté con seguro. Pero ésta vez fue diferente. Después de tremenda declaración frente a toda la clase de literatura no me daba la cara para verlo y encararlo de frente, y si lo hacía me avergonzaría de inmediato.
Y por lo visto, mi medio de entretenimiento era la pequeña piedra que había estado pateando desde que salí del instituto.
El clima había refrescado en demasía, causando que mi piel se erizara al sentir la suave ventisca fría chocar con cuidado en mi tibio cuerpo. La vestimenta del instituto no ayudaba de mucho, ya que el jersey y las medias no eran muy abrigadas, y la falda era un tanto corta, por lo tanto me estaba muriendo de frío.
Saqué de mi bolso la enorme sudadera que Jimin me había prestado ayer cuando volvíamos, ya que el clima era el mismo que el de ahora.
Fue tan gentil.
Pensaba devolvérsela hoy, pero no encontraba manera de entregársela sin mirarlo a los ojos ni tener contacto físico, así que decidí quedármela conmigo.
No le haría daño a nadie quedarme con un recuerdo de él. Después de todo, nuestra amistad ya estaba arruinada.
Aún recuerdo los brazos del chico; fornidos, bien trabajados, las venas decorando sus brazos en toda su blanca extensión. Sin olvidar su piel sumamente nívea, que me hacía recordar a la hermosa nieve de invierno sobre las ramas de los árboles.
Me fue imposible evitar no soltar un suspiro al pensar en él; me tenía completamente enamorada.
Me coloqué la prenda con cuidado.
Olía a él.
Sí, me parecía a aquella adolecente hormonal que fui hace unos años, pero es que, cada pequeña cosa que había, o cada cosa que cometía, me hacían recordar al chico de piel pálida.
Pateé con fuerza la piedra, alejándola de mi camino.
Subí tres escalones y puse la llave en el cerrojo, abriendo la puerta de mi hogar.
Tiré el bolso al suelo, acomodé mis zapatos a un lado de la puerta; y con pesadez, me dirigí al sillón grande, donde me tumbé con brutalidad.
Aún me costaba pensar lo que había hecho ésta mañana.
¡Me había confesado al chico que me gustaba! ¡Frente a toda la clase!
Tan sólo pensarlo me sonrojaba en sobremanera.
¡Dios santo! ¡Había cometido una gran locura!
Pero no me arrepentía, porque de alguna manera pensé que debía decírselo en algún momento.
Los amigos no se guardan secretos.
Ahora me sentía mejor conmigo misma. Todo éste tiempo, sentía una gran presión en mi pecho, como una carga para mis hombros, y era porque llevaba tiempo ocultando mis sentimientos hacia Jimin; pero ahora que se los aclaré, siento que hice lo mejor.
Y es que todo este tiempo me estaba ahogando en mí misma.
Recuerdo la sonrisa que me regaló luego de mi discurso, y no se lo veía asqueado ni nada de eso; se lo agradecí internamente por aquello.
Tiré del cuello de la sudadera, ocultando mis mejillas sonrosadas y mi estúpida sonrisa dentro de ella.
Jimin, ¿ves lo que provocas en mí?
Fui cerrando lentamente los ojos, con la sonrisa del azabache en mi mente, quedándome profundamente dormida.
[***]
El timbre hizo que pegara un salto en el sillón del susto que me dio.
Puse una mano en mi pecho, notando lo acelerado que iba mi corazón.
¿Quién rayos sería?
Seguramente la vecina pidiéndome que le entregase una taza de azúcar.
Refregué mis ojos con pesadez y fui en busca de la taza de azúcar.
Abrí la puerta, lista para entregarle la taza a la señora de casi cuarenta años.
Pero no.
El mismo Park Jimin estaba del otro lado de mi puerta, apoyado en el marco de ésta, haciendo que me mire desde arriba debido a que era unos centímetros más alto que yo.
Mi mandíbula cayó, literalmente. Y el calor en mis mejillas comenzó a notarse, hasta el punto en que empezaba a arder.
— Hola. — Susurró sonriendo, debido a la poca distancia de nuestros rostros.
Me había quedado paralizada frente a él varios segundos como idiota. Y es que, sus ojos, me succionaron con calidez.
Me pegué una bofetada mental. Me debía ver muy estúpida...
De repente, chico desvió su mirada hacia abajo, para luego soltar una risita tonta.
¡Oh no! ¡Aún llevaba su sudadera!
Creo que mis mejillas explotarán en cualquier instante.
— A-am, yo... — Tartamudeé.
Idiota.
— ¿Puedo pasar? — Preguntó sonriendo.
Me quedé viéndolo unos instantes pensando en lo que estaba ocurriendo; pero luego me corrí de la puerta, cediéndole el paso a Jimin.
Ambos ingresamos a la sala de estar; dónde pasamos nuestros mejores momentos.
La incomodidad era muy notoria en ambiente, o al menos para mí.
El chico parecía estar normal luego de todo lo ocurrido.
— ¿Q-qué es lo que necesitas? — Por fin pude hablar.
— Quería... responderte todo lo que me confesaste. — Respondió mostrándome un papel entre sus pequeñas manos.
Siendo sincera, creo que estaba tan perdida en el chico que no me había dado cuenta de que llevaba un papel en manos.
Una vez preparado en sus manos, carraspeó su garganta y comenzó a leer:
— "__, ésta carta es especialmente para ti.
Sabes... tengo muchos secretos que nunca te llegué a contar por miedo de perder tu amistad.
Quería seguir contando con tu apoyo, verte pelear con tu cabello, tu hermosa sonrisa; sí, tenía miedo de perderte; mucho.
Te contaré aquellos secretos que me torturaban día y noche por no compartirlos contigo.
El primer día que entré al instituto, tú resaltabas entre todas la chicas. Y no lo digo por tu forma física; eso es lo de menos.
No se la palabras exactas para explicarlo.
Sólo sé que fue extraño; vi todos mis deseos en una sola persona.
Tus largas pestañas que decoraban tus almendrados ojos achinados por la luz del sol, tus mejillas naturalmente sonrosadas y tu cabello lacio que caía elegantemente sobre tus hombros me hizo sacar una de mis mejores sonrisas.
Y ese día fue el mejor; no sólo porque conseguí una amiga al instante que llegué al instituto, sino que había conseguido tu confianza... tu amor.
Desde entonces, las cosas se fueron tornando distintas.
Sí.
Comencé a sentir cosas por ti.
No lo negué, porqué estaba muy seguro de mis sentimientos.
¿Por qué estaba seguro? Sencillo.
Eres una chica tierna, sencilla y para nada egocéntrica.
Eres perfecta.
Pero tú no piensas lo mismo que yo.
Tú piensas que eres imperfecta.
Y mueres por quemar tus defectos.
Pero yo muero por ellos.
Sí.
Vivo por ti.
No conozco nada más perfecto que tú en éste mundo.
Y al verte aquella tarde mirándote al espejo como si fueras basura, entendí que eras de cristal, y quería, necesitaba cuidarte. Porque si no te romperías.
Y sí.
Mi amor hacia ti se intensificaba cada vez más; pero no podía decirte mis sentimientos hacia a ti.
Eso implicaba perder tu amistad.
Y no quería eso.
Y luego de tantas noches sufriendo, decidí que lo mejor iba a ser olvidarte. Y lo hice de la peor forma.
Comencé a enamorar a la chica más popular del instituto.
Hasta llegar al punto en el que ya éramos novios.
Ese día no te había visto por ningún lado. No sabía porque.
Pero te lo agradecí internamente, porque si hubiera visto tu rostro otra vez, el plan de olvidarte habría sido en vano.
Pasaron los días y puedo jurar que casi te olvido.
Casi.
Pero aquella tarde, el vapor del agua caliente de mi ducha sacó a relucir el último corazón que dibujé en el espejo mientras pensaba en ti.
Entonces; esa tarde salí decidido a tu casa, con el fin de contarte mis sentimientos hacia ti.
Y tú me mostraste ese video.
Y no me pude sentir peor.
Tú te estabas preocupando por mí, mientras, yo, sólo me dediqué a querer olvidarte jugando con los sentimientos de otra persona. O eso pensaba que hacía, pero al parecer ella también hizo lo mismo.
Y me desmoroné frente a ti. Y me envolviste en tus brazos dulcemente mientras me consolabas y me mimabas. Y yo estaba en un ramé de emociones.
Tan hermosos y tan desastrosos a la vez.
Pero la forma en la que tu corazón golpeaba tu pecho con brutalidad, me cautivó.
Estabas nerviosa.
Estabas enamorada de mí.
Sí, lo supe desde ese día.
Y pensé que si tú también sentías lo mismo que yo entenderías mis sentimientos, pero no tuve las agallas para confesártelos.
Y dolía; porque estaba sufriendo por amor.
Corrección, estábamos sufriendo por amor.
Pero había algo que me ayudaba a sanar las heridas.
Tú.
Sí, pensaba en ti.
Ese era mi truco.
Esa era tu magia.
Y es por eso que me gustas tanto.
Porque tienes esa magia de hacer sentir bien a las personas cuando no lo están. Eres linda tal y cómo eres.
Todas las noches me quemaba con aquellos pensamientos quiméricos, en donde sólo estábamos tú y yo, amándonos inconsumerablemente.
Y es que te escogí a ti porque me di cuenta que valías la pena, valías los riesgos... valías la vida.
Y es por eso que te amo, porque lo eres todo.
Espero que lo entiendas.
Te ama, tu mejor amigo
Jimin♡ —.
El chico levantó la vista y sonrió penosamente, logrando percibirse un enorme sonrojo en sus mejillas, haciéndolo ver muy tierno.
Estaba muy impactada.
El chico que me gustaba, también gustaba de mí.
Todo este tiempo él sabía que yo estaba enamorada de él, pero yo moría por saber si el chico estaba enamorado de mí.
Miré sus ojos, los cuales me atraparon de inmediato, con aquella típica mirada dulce y encantadora que el azabache poseía. El brillo de sus ocelos, es éste momento, era intenso, tan llamativo y adictivo.
Intentaba salir de ellos, pero no podía; porque cuando un par de ojos te atrapan, por más que intentes salir de su encanto, no podrás.
El chico comenzó a acercarse a mí, quién aún seguía mirando mis ojos con ternura.
— ___, no te voy a asegurar un amor eterno, ni tampoco te lo prometeré. Pero intentaré que cada día sientas que te quiero. Quiero que descubras como realmente soy. Voy a hacer que recorras el mundo entero de mi mano. No te voy a dar discursos, ni tampoco promesas, porque contigo aprendí que el amor en palabras no tiene el mismo valor que el amor que se demuestra con hechos.
Quiero despertar, que me mires, sonrías y me digas que soy lo que quieres en tu vida. — Y ahí me di cuenta que no era él el que estaba hablando; era su corazón desesperado por amor.
El chico inspeccionó mis ojos, buscando alguna reacción. Pues estaba pasmada con aquellas palabras. Su mirada bajó lentamente hasta mis labios, observándolos con un notorio deseo. Se relamió los suyos, poniéndome roja de los nervios.
Y subió sus ojos hacia los míos nuevamente.
— __, dime... ¿de qué te sirve sentir si no lo expresas? — Dijo tomándome por sorpresa.
Tenía tantas ganas de probar sus labios como él los míos.
Y fue así como todo desapareció, los temores y obstáculos desvanecieron al sentir como Jimin acercaba su rostro al mío.
La cercanía que había entre nuestros labios era diminuta. Podía sentir el aliento mentolado de Jimin. Había pequeños roces entre los labios, los cuales me hacían sentir una gran oleada de sentimientos.
Sus labios desesperados, atacaron los míos con precaución y dulzura. Daban caricias suaves y lentas a mus labios, haciéndome jadear, perpleja.
Me dejé llevar por los movimientos de los labios de Jimin sobre los míos.
Sus besos eran como poemas escritos en los labios.
Aunque algo faltaba. Y es que nuestros cuerpos estaban separados, tan distanciados que desesperaba.
Me sentía tan cerca y tan lejos de él al mismo tiempo.
Di un pequeño paso tímido hacia el chico sin cortar el beso. Al parecer el chico se dio cuenta de lo que estaba tratando de hacer, por lo que sonrió en medio del beso.
Me tomó por la cintura y me acercó a él.
Sentí que mis piernas comenzaban a temblar, y el chico pareció entenderlo porque sujetó mi cintura con más fuerza.
Puse mis manos en su pecho mientras él acariciaba el área con sus pulgares.
Mis manos subieron hasta su cabello, donde enterré mis dedos, abrumada.
El chico me besaba con ansias y desespero, pero aun así lo hacía con cuidado.
Y cuando el oxígeno comenzó a ser escaso, gemí en sus labios.
Sí, aunque sea un pecado me sentí como en el cielo. Pero si por besarlo iría al infierno, podría presumirles a los demonios de haber estado en el paraíso sin nunca haber entrado.
El chico juntó nuestras frentes, sintiendo nuestras respiraciones descontroladas.
¿Él habrá sentido las mariposas en su estómago como yo las había sentido?
— Te amo. — Le susurré sin controlar mis palabras. Pero no había de que arrepentirse ahora.
El chico sonrió.
Si supiera el desorden que me provoca su sonrisa.
Plantó un ósculo en mi frente, dejándome en claro que él también lo hacía.
Estaba feliz, no sólo porque Jimin me correspondió, sino que ahora ya tenía a alguien que me lleve de la mano en el camino.
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