Capítulo IX: Frank
Sin dejar de conducir y de pisar a fondo el acelerador, Chloe busca algo en el asiento trasero. En cuanto lo deja sobre mi regazo, siento que mi corazón se detiene. El arma que robó del almacén de David ha vuelto a las andadas.
— ¡Chloe!
—Eres una cobarde. Busca debajo de tu asiento. Hay una caja de municiones.
—No voy a...
— ¡Hazlo, anda! Te dejaré hacer el primer tiro.
—Estás loca.
—Ya dejamos claro que estoy como una puta cabra. ¿Vas a buscar las municiones o no, hippie?
No sé quién de nosotras ha perdido más la cordura. Ella quiere jugar con un arma, y yo estoy buscando debajo de mi asiento para tomar las municiones. Cargar el arma es mucho más fácil de lo que parece, aún cuando siento como si estuviese ardiendo al rojo vivo mientras está en mi mano. Nunca había tenido una pistola en mis manos. Mucho menos un arma cargada, hurtada de un lunático que acosa a los estudiantes de la prestigiosa academia en la que en estos momentos tendría que estar. Si no terminamos en prisión luego de esto, alguna de nosotras tendrá que vestir de negro para despedir a la otra.
— ¿A dónde vamos? —le pregunto a Chloe para dejar de pensar en nuestros oscuros e inminentes destinos.
—A un lugar maravilloso, créeme. Te encantará.
Terminaré ebria, drogada y desangrándome con una herida de bala en el estómago. Yo lo sé.
Finalmente llegamos a lo que parece ser un basurero abandonado. Chloe aparca la camioneta y ambas nos apeamos del auto. Ella toma el arma y verifica que las balas estén perfectamente colocadas en su sitio.
Las botellas de cerveza desperdigadas en el suelo, las colillas de los cigarrillos abandonados a diestra y siniestra, y básicamente todo lo que hay a mi alrededor, me dicen que estamos en la Chloe-cueva.
— ¿Te gusta? —me pregunta ella sin detenerse—. Rachel y yo queríamos hacer un par de remodelaciones. Era nuestro escondite.
—Es... lindo.
—Es demasiado para ti, lo sé. Pero te acostumbrarás. Créeme que esto es mucho mejor que estar entre esos punks de Blackwell.
A excepción de Kate y Warren, puede ser que ella tenga razón.
—Así que Rachel y tú solían pasar el tiempo aquí.
¿Por qué es que mi voz se escucha cargada con tantos celos cada vez que pronuncio el nombre de Rachel?
—Sí... Pero no quiero hablar de eso. ¡Lo prometido es deuda! Elije un blanco y dispara.
Me obliga a tomar el arma con ambas manos y se aparta un par de pasos para darme espacio suficiente. Intento mirarla con impotencia, pero ella sólo se cruza de brazos y esboza una sonrisa cruel.
¿Por qué no pude haber elegido una mejor amiga cuya idea de diversión no tiene nada que ver con jugar con armas de fuego?
— ¡Vamos, hermana! ¡Dispara!
Presión social nivel: Chloe Price.
Dejaré que el primer tiro sea al azar. Así que sólo dirijo el cañón del arma en dirección a un montículo de basura en cuya cima se encuentra un viejo televisor de bulbos. Cierro los ojos y aparto el rostro cuando aprieto el gatillo. La detonación me ensordece y hace que mi corazón dé un vuelco. El televisor de bulbos cae hacia atrás y la montaña de basura se derurmba. Chloe festeja en voz alta.
— ¡Bien hecho, Max!
Chloe toma el arma y mira en los al rededores hasta que encuentra el blanco indicado.
Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir...
— ¡Mira esto, hippie!
Dispara tres veces, consiguiendo romper en mil pedazos tres botellas de cerveza ocultas entre los desperdicios. Grita en un arranque de euforia y da un par de saltos. Estoy totalmente segura de que hay muchas más maneras de divertirnos, que no requieran estar controlando un arma.
Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir...
—Tu turno, Max.
Y me devuelve el arma, esperando a que yo haga el siguiente tiro.
No entiendo qué es lo que pretende hacer Chloe mezclando el arma con mis recién adquiridos poderes, sólo sé que la mañana sigue pasando con cada tiro que hacemos. El último turno le pertenece a Chloe. Ella dirige su mirada hacia las luces traseras de un auto abandonado y desvalijado.
—Tal vez vendría bien que llenemos de nuevo el cartucho para seguir jugando —dice.
Arquea las cejas y se prepara para disparar, pero debe detenerse cuando un segundo disparo llega desde algún sitio y se impacta contra su brazo.
— ¡¡Chloe!!
Ella cae de bruces, sosteniendo su brazo ensangrentado. Grita cosas que no puedo terminar de entender, pues el terror está poniéndome los nervios de punta.
Mierda... ¡Retrocede, Max!
Concéntrate...
Concéntrate...
—Tal vez vendría bien que llenemos de nuevo el cartucho para seguir jugando.
Ahora. No puedo perder un segundo más.
— ¡Chloe, aguarda! ¡Apártate!
Consigo hacerla retroceder, tirando de sus brazos para sacarla de la línea de fuego. La detonación se escucha al instante y la bala se pierde, dirigiéndose hacia el bosque. Chloe palidece inmediatamente.
—Joder... Max, ¿qué...?
No tengo oportunidad de explicar nada en absoluto, pues al instante la mirada de Chloe se fija en algún punto en la distancia. Me entrega el arma sin decir palabra alguna. Frunce el entrecejo y comienza a avanzar hacia adelante, cruzándose de brazos.
Y ese hombre, que se deshace también de su arma lanzándola lejos, avanza hacia Chloe con la misma actitud. Es un sujeto que simple y sencillamente me da mala espina.
Ambos se detienen cuando están a algunos metros de distancia. De inmediato, el carácter volátil de Chloe hace su gran aparición.
— ¿Qué mierda haces tú aquí?
Entiendo.
Ese sujeto no es bienvenido.
—Este sitio es tan mío como tuyo.
—No te confundas, imbécil. Únicamente te permitimos entrar para que nos consiguieras algo bueno.
—Pues es por esa misma razón que hice bien en venir. Me debes mucho dinero, como para que te portes así conmigo.
— ¿Pretendes intimidarme?
—No voy a esperarte para siempre. Si tienes dinero para conseguir municiones y un arma, entonces podrás pagar lo que me debes.
—Esa arma no la compré, idiota.
—Y eso a mí no me importa. Quiero que me pagues.
Puedo deducir lo que pasa.
Maldita sea, Chloe. Le robas un arma a tu padrastro, te involucras en deudas con el príncipe del imperio Prescott, y además le debes también a un sujeto que sin duda está relacionado con esas mismas cosas turbias.
¿Qué estoy haciendo yo aquí? Debería estar en Blackwell ahora mismo.
—Y si no quiero, ¿qué? Como si no pudiera delatarte con la policía para decirles que tú eres quien distribuye las drogas en Blackwell.
—Tú tienes más cola que te pisen, Chloe.
La actitud de ese sujeto me recuerda un poco a la de David. Ambos parecen perros rabiosos, dispuestos a atacar en cualquier momento. Él levanta una mano para señalar a Chloe con un gesto amenazador, pero la mente de ella consigue ir mucho más lejos. Se acerca a ese sujeto y toma su brazo para descubrirlo, con la única intención de mirar bien ese brazalete tejido, que es similar a los que suelen hacer las mejores amigas cuando tienen trece años. La respiración de Chloe se agita repentinamente.
—Ese es brazalete de Rachel... ¿Por qué diablos estás usándolo? ¡Dámelo, ya!
Se inicia un forcejeo en el que Chloe intenta arrancar el brazalete de las manos de ese sujeto. Yo no sé cómo reaccionar. Tan sólo escucho el quejido que Chloe suelta cuando el cuchillo de ese malnacido se incrusta en su costado derecho. Ella cae de espaldas, parcialmente inconsciente y con una mancha de sangre en el lugar de la herida que crece cada vez más.
Mierda... ¡¡Chloe!!
Retrocede, Max... ¡Retrocede!
—Esa arma no la compré, idiota.
—Y eso a mí no me importa. Quiero que me pagues.
Oh... Mi cabeza...
Estaré bien, s-sólo...
—Y si no quiero, ¿qué? Como si no pudiera delatarte con la policía para decirles que tú eres quien distribuye las drogas en Blackwell.
—Tú tienes más cola que te pisen, Chloe.
—Ese es el brazalete de Rachel... ¿Por qué diablos estás usándolo? ¡Dámelo, ya!
Esta vez es como si pudiese verlo todo desde un ángulo totalmente diferente. Puedo ver la manera en la que él saca el cuchillo de debajo de su chaqueta y que pretende usarlo para persuadir a Chloe de alejarse.
Voy a hacer que pague por lo que ha hecho.
—Por favor, detente.
No puedo creer que he intervenido, y tampoco puedo creer que esté apuntándolo con el arma. Él baja el cuchillo, quizá sintiéndose aterrado. Es irónico. ¡Es él quien casi asesina a Chloe!
—Baja eso, niña.
—Aléjate de Chloe. Ahora.
Él decide rendirse. Sólo me apunta con su cuchillo, con aspecto amenazador.
—Esto no ha terminado. No olvidaré que casi me disparas, niña. Y desearás estar muerta, porque yo nunca olvido.
Se da media vuelta y emprende la huída, a paso lento.
Siento que voy a desmayarme...
Chloe pone los ojos en blanco mientras lo ve alejarse. Y en cuanto él se pierde de vista, ella me mira y toma el arma de mis manos con delicadeza. Yo siento que voy a desmayarme. Mi cabeza duele a horrores.
—Gracias, Max. De nuevo.
—Te he salvado dos veces el día de hoy.
Ella suspira y coloca una mano sobre mi espalda. ¿Para darme ánimos, tal vez?
Me conduce hasta un auto desvalijado donde ambas nos trepamos para descansar un poco. Podría desmayarme justo ahora. Y en cuanto estamos en nuestros asientos, ella me da un fuerte abrazo que me toma por sorpresa.
—Gracias por ayudarme, Max. ¡Eres increíble! Apenas puedo creer que pudiste haberle disparado. Eso fue épico.
—Me siento mal... Me alegra no haberlo hecho.
— ¡Podrías sólo volver en el tiempo y meterle un par de balas en el culo! ¡Tienes el poder!
—Eres asquerosa.
Ambas sonreímos y ella aprovecha el momento para tomarme de la mano y darme un fuerte apretón. Sin soltarme, mira hacia el cielo y sonríe de oreja a oreja. Pareciera que ella no tiene la intención de soltarme. Jamás.
—Sólo me alegra que tú estés aquí, Max.
—A mí también... creo. Pero, Chloe, ¿por qué diablos te involucras con sujetos aterradores como él?
—Oh, es sólo Frank. Créeme, es inofensivo. Pero... Por ahora no quiero hablar de él.
— ¿Y del brazalete de Rachel?
—Dije que no quiero hablar. Es un mundo extraño. Me encantaría que todo pudiese ser para siempre como es justo ahora.
—Podríamos construir otro fuerte de piratas donde escapemos del mundo. Juntas.
—Necesitaremos un nuevo escondite donde Frank no pueda encontrarnos... ¿Tú estás bien, Max? Luces pálida y enferma. Tu mano está fría.
Sólo siento que me desmayaré. No es nada importante.
—Sólo estoy aterrada. Fue horrible.
—Te aseguro que no tienes nada de qué preocuparte. Frank es un perro que ladra, pero no muerde.
—Chloe, ¿acaso no viste lo que sucedió? ¡Casi lo asesino! ¡Y él casi te asesinó a ti! Tuve que rebobinar para evitarlo. Sé que puedo usar mi poder para evitar algunas cosas, pero... Chloe, esto no es un juego. ¡Yo no soy un juguete!
—Max, tranquilízate. Cosas como estas ya son normales para mí. Es por eso que pretendo irme de Arcadia... sin pagarle a Frank.
—Chloe... Oh, de acuerdo... Ahora dime exactamente lo que está sucediendo entre tú y Frank.
—Frank Bowers sólo es un dealer. Él me da la hierba.
—No querrás decir que...
— ¡Por todos los cielos, hermana, no me refiero a haber tenido sexo con él! Aunque... Ahora sólo quiero descubrir por qué el idiota tenía el brazalete de Rachel.
—Creo que deberíamos tener cuidado.
—Es tan raro hablar de esta mierda contigo... Desearía que Rachel estuviera aquí...
Auch.
— ¿Crees que Rachel y yo pudimos haber sido amigas?
—No son tan diferentes. Te lo dije. Ella también era... es una artista. Además, es una nerd como tú... Éramos las mejores amigas por siempre.
Basta. Por favor. Esto duele.
—Seguro que debe ser tan genial como tú.
—Haberte dicho todo esto me hace sentir mucho mejor, ¿sabes?
—Tal vez es obra del destino, que nos ha puesto en el mismo camino para que juntas encontremos una razón por la que...
—Oh, mierda. Así que también eres poeta.
Ambas sonreímos de nuevo.
—Preferiría ser una buena fotógrafa.
—Lo eres. Sólo necesitas dejar de dudar de tu propio talento.
Como respuesta, saco la cámara que ella me ha obsequiado para que ambas podamos tomar una selfie. La sonrisa de Chloe sigue siendo hermosa, tal y como debería ser siempre.
Pero pronto dejo de escuchar su voz, pues mi cabeza entera lanza una punzada de dolor. Todo desaparece a mi alrededor, transportándome a un sitio oscuro y frío donde puedo sentir que las pequeñas gotas de lluvia empapan mi rostro. El torneo aparece frente a mí. Siento como si me arrastrara. Como si mi corazón se detuviera. Como si... Como si...
— ¡¡Max!!
Vuelvo a la realidad de golpe, gracias a la voz de Chloe.
Nada ha cambiado a nuestro alrededor. Tan sólo estamos aún sobre el auto desvalijado, y ella está sosteniéndome para evitar que yo caiga al suelo. Mi nariz está sangrando. Y Chloe parece estar tan aterrada como yo, aunque sus palabras son la única manera en la que ella puede disimularlo.
—Creo que esto ya ha sido demasiado intenso para ti... ¿Estás bien, Max?
Asiento con torpeza y me inclino hacia atrás para controlar la hemorragia. Ésta cede al instante. Esto me matará, de una u otra manera.
—C-Chloe... Me ha encantado estar aquí contigo, pero... Creo que será mejor volver a...
—A tu habitación. Necesitas descansar.
— ¿Qué? No... Justo en un rato tengo clase con el profesor Jefferson. N-no puedo...
—No estoy pidiendo tu opinión. Te llevaré a Blackwell y me quedaré contigo, al menos hasta que te sientas mejor.
—N-no puedes. Si David te encuentra...
—Que le den a ese hijo de puta. Tú eres más importante. ¡Andando!
Y se levanta del auto, llevándome consigo. Sus brazos rodean mis hombros para mantenerme cerca de ella. Echa a andar hacia su camioneta, mientras el cielo va cubriéndose poco a poco de nubes grises que anuncian una tormenta.
— ¿En verdad vas a llevarme a mi habitación? ¿En tus brazos?
Ella ríe, pero no responde nada en concreto.
—Mientras tú seas la misteriosa súper heroína, yo seré tu chofer y compañera.
Sigue creyendo que esto es un juego, ¿cierto?
—Mis poderes no podrían durar por siempre.
—Eso no importa. Nosotras sí lo haremos. Por siempre.
Y me dedica un guiño antes de abrir la puerta de la camioneta para que yo pueda subir.
Supongo que ya no hay nada que pueda hacer. Estar con Chloe en Blackwell sin duda convertirá una simple clase en un momento lleno de aventuras.
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