•Capítulo 9•

-Esto vamos a hacer- todos me miran esperando que prosiga. -Como los chicos perdimos- empiezo. -, decidimos reunir un poco de dinero para que ustedes se puedan comprar algo para la fiesta de mañana.- Todos nosotros asentimos y las chicas nos miran asombradas. -Por ello, nuestras primeras paradas van a ser las tiendas de ropa, y luego va a ver una pequeña competencia de equipos donde cada equipo hará una comida típica del país que escogeran.- Explico.

-Exacto, guitarrista.- Matteo concuerda conmigo. -El equipo de Ámbar tendrá que escoger entre hacer comida Argentina o Mexicana y nuestro equipo entre comida la Italiana y la Mexicana.- agrega Matteo.

Todos asentimos en señal de que entendimos.

(...)

-Fue todo un alboroto eso de las comidas, ¿no?- pregunto Delfi, cansada.

-Sip- le responde Pedro, sonriéndole.

-Es que nuestra lider es muy problemática- digo con la voz elevada. Ámbar voltea y me mira amenazante, yo sonrió triunfante. -Pero a las finales nos salimos con la nuestra, ¿no, Cata?

Miro a Catalina, quien está sentada encima de mi regazo, miro alrededor y Jim está en el regazo de Nico, Delfi está encima de Pedro y Ámbar esta en asiento del copiloto.

¿Por qué estamos así?

Pues porque todos no alcanzábamos para ir sentados cómodos y decidimos que como Ámbar es la dueña del coche ella va a ir sentada muy cómoda mientras las otras chicas se sentaban encima nuestro. Yo hubiera preferido irme en mi moto con Cata pero la dejé en casa.

Mi hermanita baja su mirada hacía mí, siento como rodea sus brazos en mi cuello y gira para sonreirle a Ámbar.

-Sip. Es que los hermanos Álvarez tenemos un don para el arte del convencimiento.

Ámbar suelta una risita y sonríe con suficiencia.

-Si tuvieran un don para el arte del convencimiento- dice con una mueca. -Habrían podido convencer al rubio este- con su cabeza señala a Nico quién esta en medio de Pedro y yo. Él la mira con mala cara y Ámbar le lanza un beso juguetón. Siento algo feo en el pecho, pero lo ignoro.

Ámbar centra su vista a la carretera de nuevo, y decido que ya es hora de dejar las bromas. El coche de Ámbar empieza a reducir la velocidad. Cato, el chofer de la rubia, bufa y dice unas palabras que nadie logra entender pero luego bajito dice que le falta gasolina al coche. Cuando logra visualizar una gasolinera, estaciona y nos dice que bajemos.

Le hacemos caso y esperamos a que el tanque se llene, pero mientras tanto Pedro, Nico, Jim y Cata van al baño. Delfi se queda hablando con Ámbar. Y yo me quedo recostado en el auto, quejándome de todo esto.

(...)

-Están súper chidos los vestidos, chicas, compren esos nada más y vayamos al Super- les dice Pedro cansado, cuando las chicas nos piden nuestro opinión por milésima vez en todas estas tres horas. -De seguro que el equipo de Luna ya habrá terminado- susurra bajito para que sólo nosotros, los chicos, que estamos sentados en un cómodos sofás, escuchemos.

-Te equivocas, Pedro- le dice Delfi con una ceja levantada. Pedro se endereza en su lugar. -Jazmín se demora mucho más que nosotras cuatro juntas.

Ámbar asiente sonriente y se le escapa una risita. La cuál es solo música para mis oídos.

Sonrió involuntariamente y Catalina me mira con las cejas alzadas. Vuelvo a mi estado normal y me pongo a hablar con los chicos sobre las nuevas canciones que hemos ido creando.

-Chavos, voy al baño- avisó y me pongo a caminar.

-Avisales a las chicas- me dice Nico alzando la voz.

-Sí- concuerda Pedro. -Capaz ya terminaron.

-Ay no, ya me aguante mucho, ustedes le dicen- veo a lo lejos a Cata, Delfi y Jim pero no a la rubia. Me encojo de hombros y sigo caminando. Capaz Ámbar está en los probadores.

Cuando ya por fin liberé todo el líquido que contenía, me lavo las manos y salgo. Veo a Ámbar venir hasta donde yo me encuentro y paro de caminar.

-¿Qué haces aquí, Ojitos?

-Lo mismo que tú- responde guiñandome un ojo y sigue caminando hasta el baño de mujeres.

Le resto importancia y cuando me dispongo a caminar siento su tierna voz llamándome.

-¿Si?- le respondo.

-¿Me esperas para irnos juntos?- dice con una voz tímida pero tierna y con la cabeza gacha. Mi corazón se encoge ante tal acción y asiento.

-Claro que sí, Ojitos.

Ella levanta la mirada sonríe, se da media vuelta y entra a los servicios higiénicos. Wao, que raro. Servicios higiénicos.

Me siento en unas bancas que están relativamente cerca de allí y me llega una llamada.

Es Alexandra.

-¿Aló?

-Hola Simón- su voz suena alegre.

-¿Qué pasó, Alex?

-Es que te quería preguntar a que hora llegarás a casa...- dice con una risita.

-Pues... La neta es que no lo sé...- le digo sincero. -¿Por qué preguntas?

-¿Dónde estás?- ignora mi pregunta. Ruedo los ojos.

-En el centro comercial. Estoy comprando unas cosas. ¿Porqué preguntas?- vuelvo a preguntar.

Cuelga.

Miro el celular confundido hasta que siento su voz.

-Porque te quería acompañar- dice detrás de mí. Me abraza. Me volteo y le doy un beso en el cachete. -¿Sorprendido?

Asiento.

Aunque hace tres meses cuando llegué, ella le haya dicho cosas feas a Nina, no pude dejar de ser su amigo. Hice que ella se disculpará con cuatro ojos y ella lo hizo. Aunque no le gustó la idea, mucho que digamos. Pero, obviamente le dejé muy en claro que deje esa actitud de lado, porque sino nuestra amistad acabaría en una guerra. Y eso a ella no le gustaría.

A nadie le gustaría tenerme de enemigo.

-La verdad es que sip- le digo con una sonrisa.

-Te extrañe, Simón- me suelta de su abrazo y se sienta a mi costado.

-¡¿Qué dices, Alex?!- río. -Nos vimos hoy en la mañana, pequeña.

Reímos.

-Si, pero igual...

-¡Simón!- escucho el grito de la rubia, volteo y la veo buscándome con la mirada. Cuando me ve sonríe, le devuelvo la sonrisa. Camina hacia mí pero cuando logra ver a través de las plantas a Alex, su sonrisa se borra inmediatamente.

-¿Nos vamos, ya?- habla cortante.

-Hola, Ámbar. ¿Cómo éstas? ¿Bien? Ay que bueno...- Alex hace una mueca de disgusto y mira con recelo a Ámbar. Ella la ignora y se me queda viendo, como queriendo que diga algo.

-Alexandra- la regaño irritado.

Ella se encoge de hombros, me sonríe, me deja un estruendoso beso en la comisura de los labios. La miro atónito, la castaña suelta una risita y se levanta. Comienza a caminar.

-Te veo en la casa, Simón- me guiña un ojo y empieza a caminar.

-Yo también te veo allí- la voz de Ámbar me hace volver en si. Alexandra rueda los ojos y sigue su camino. Ignorándola. -¿Nos vamos?- me dice una Ámbar estresada.

Empezamos a caminar con rumbo a la tienda donde dejamos a los chicos.

-Claro, Ojitos- le digo para aligerar el ambiente.

-No me digas así- escupe las palabras con amargura. Acelera su paso.

Ruedo los ojos.

En estos últimos dos meses, Ámbar y yo mejoramos nuestro trato, pero no hemos dejado de lado nuestra pequeñas peleas, pero últimamente cada vez que Alex se me acerca o me mira, Ámbar se enoja y la neta es que no entiendo porqué lo hace.

Mis pies comienzan a caminar al ritmo de Ojitos y me pongo frente a ella, interponiéndome en su camino.

Ella se cruza de brazos y voltea hacia otro lado. Evitando de mirarme.

-¿Qué te pasa, pequeña?- me fulmina con la mirada y yo siento un poquito de miedo.

-No me digas el mismo apodo que le dices a ella. Porque somos muy diferentes.

Me rodea y vuelve a caminar.

Yo asiento comprendiendo su enojo y camino detrás de ella sin molestarla.

(...)

-¿Qué vamos a preparar?- dice Ámbar sin mirarme.

-¿Qué les parece unas Enchiladas?- propone Catalina. Ella me mira sonriente y yo le devuelvo el gesto.

-Pero... ¿lleva picante?- pregunta Jim con duda. Delfi a su costado, asiente.

-No sería comida Mexicana sino tuviera picante- hablo con obviedad y me encojo de hombros.

-Simón tiene razón- me sorprendo al escuchar la voz de Ámbar. Ella me mira. Sin ninguna expresión, con un toque de enfado en sus ojos. Pero me mira.

-¿Y los tacos?- pregunta Pedro.

-Es lo clásico- respondo sincero. -A mi me gusta la cochinita pibil- sonrió ante los recuerdos que se me aparecen por la mente.

-A mi también me gusta- dice Catalina a mi lado con un nudo en la garganta, y rodea mi torso con los pequeños brazos. Bajo la mirada y sus ojos están aguados. Trato de no mirarla porque si lo hago me pondré de igual manera. -Tranquila, enana- le hablo con ternura. Y la abrazo.

Sé que a ella también se le lleno la cabeza de recuerdos pero eso ya es pasado. No pasa nada. Lo pasado se queda a un lado.

Pasan unos cuantos minutos desde nuestro abrazo y Catalina poco a poco se aparta de mi pecho como si nada hubiese pasado. Sonrió ante esa acción. Ella siempre ha sido fuerte.

Levanta la mirada y veo a Nico y Pedro, sonrientes al igual que Delfi y Jim. Ámbar me mira sin ninguna expresión, pero de sus ojos ya se fue ese enfado y fue sustituido por cariño.

-Pues... No sé- empieza a hablar Delfi. -Acá los mexicanos son ustedes- nos mira sonrientes. -¿Qué nos recomiendan?

-Necesitamos ganarle al equipo de Luna- habla una Ámbar competitiva. Los demás le regalan una sonrisa muy altanera.

-Pues, con la cochinita pibil le partiremos los traseros

Sonrió malévolamente.

(...)

-¿Están listos?

Todos asienten.

-Pues entonces...- golpeo con mis dedos la encimera creando una melodía de suspenso.- ¡EMPECEMOS!

Todos sonríen y comienzan a preparar los platillos.

Catalina y yo empezamos a darles instrucciones a Delfi, Jim, Pedro, Nico y Ámbar. También nos metemos a ayudar.

Menos mal que le dije a Julia que no se preocupe por la cocina y que vaya a descansar un rato, porque sino estaría renegando por todo el bullicio que estamos haciendo en la cocina... y en toda la casa.

Matteo comienza a dar órdenes como loco y comienza a enojarse al ver que Ramiro le reclama por no ayudar.

-Todo lo que ensuciamos lo limpiamos, ¡eh!

(...)

-Hace tiempo que no te veía fumando...

Catalina se sienta a mi costado. Recuesta su cabeza en mi hombro.

-Lo hago de noche, cuando me siento frustrado por los recuerdos...

-¿Ya se acerca el día, no?- pregunta dudosa.

-No me lo recuerdes- digo cortante.

Narra Ámbar:

-¿Ya terminaste tu Lasagna, Matteo?- le pregunto al italiano que está viendo la tele.

-Quedan unos minutos nomas- me habla sin separar la mirada del canal de fútbol.

-Ámbar, ¿puedes ir a buscar a Simón y Catalina?- giro para ver a Luna que baja de las escaleras con la pijama puesta. La miro confundida.

-¿Te vas a quedar a dormir?- ella me mira sonriente y asiente.

-Sí, Smith.- se siente frente a mí. -Todos lo haremos. Así quedamos.

Niego.

-Quedamos en dormir en mi mansión, pero como los planes cambiaron pensé que ya no haríamos nada.

-Pero, Ámbar...

-Además no le pedi permiso a mis tíos- la interrumpí.

-Osea, que no trajiste tu ropa...

-Nop.

-¿Te irás?- me lo pienso un rato y niego.

-Voy a convencer a mi tío Rey para que me de permiso.

-Excelente- aplaude. -Anda a buscar a los dueños de la casa, ¿si?- me mira con una cara de perrito tierno. Pero no le sale. -Por fis...

-Está bien.

Me levanto y camino.

-¡Están en el jardín!- me grita.

Camino hacia la puerta trasera que comunica con el jardín y veo a Simón y Catalina sentados en un escalón de la pequeña escalera que conecta la casa con el jardín.

-¿Te irás como lo haces siempre?- escucho la voz de Cata un poco apagada.

Me quedo parada a una distancia considerable, donde pueda escuchar y ver lo que hacen.

-Es una costumbre mía- Simón habla cortante con un cigarro entre sus dedos. -Lo sabes muy bien, Catalina.

-Sí, sí. Lo sé- le da un pequeño beso en su mejilla. -Oye, ¿te puedo preguntar algo?

-Ya lo estás haciendo- ruedo los ojos ante su comentario y sigo escuchando. Ella se separa del cuerpo de Simón como si le diera asco. -Discúlpame... Pregunta.

Ella se vuelve a apoya su cabeza en el hombro de Simón, suelta el aire que tiene en sus pulmones y habla.

-¿Qué te traes con Ámbar?- me sorprendo y agudizo más mi oído. Simón bota en humo que tenia retenido en su boca y mira a Catalina quién hace una mueca de disgusto. -Deja de fumar. Me da asco.

Él deja el cigarro a un lado del escalón. -No sé a que te refieres.

-Los he visto muy juntos- habla como si nada. -En tus tiempos libres paras con ella patinando o en la cafetería. En los recreos del Blake paras hablando con ella. Hasta te ayuda con las tareas. Pero cuando siento que todo anda en armonía, de repente los veo distantes, peleados, se matan con las miradas y toda esa mala onda.

Simón se encoge de hombros.

-Es una amistad de amor-odio- concluye.

-¿No vas a decir nada más?- pregunta curiosa.

-¿Qué más quieres que diga?- la mira interrogante.

-No sé...- quiere hablar pero duda. -Quizás que justifiques sus peleas, o que me digas que sentimientos tienes por ella.

¿Sentimientos? ¿Hacia mí?

-¿Eh?- dice confundido. -No sé que clase de historia cliché te habrás hecho en la cabeza pero ya la conozco.- ¿Qué historias? ¿Qué conoce? -Es la misma historia que hiciste entre Luna y yo- ¿Luna y Simón, juntos? -...entre Alex y yo- ¿Esos dos juntos? Algo en mi pecho se removió. -... entre Nina y yo, entre todas las chicas con las que he tenido un poco de amistad...

-Entre tú y Fer...- susurra Catalina. Simón se queda perplejo, y luego la mira con desconcierto.

-Sí Catalina- dice entre dientes. -Entre Fer y yo...

Todos sus músculos están contraídos y su respiración agitada.

-Lo siento...

-Trata de no volver a nombrarla y todo irá bien.

Todo este ambiente se ha vuelto tenso. Y eso me pone la piel de gallina.

Decido salir de mi escondite y hago como si nada hubiese pasado.

-Chicos... Por fin los encuentro- Ellos voltean a mirarme con duda, y yo les doy una sonrisa. Para que se tranquilicen. -Los he estado buscando por toda la casa...

-Eh... ¿Ámbar?- siento una voz detrás de mí...

Oh no...

Me giro y veo a Luna mirando con duda. -¿Qué pasó, Lunita?

-Desde un principio te dije que ellos estaban aquí...

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