TRES: LOCURA
Su pequeño apartamento estaba a más de una hora en tren de la empresa MS&D. Estaba tan nervioso que salió de su casa una hora antes de lo planeado porque temía no llegar a tiempo y perder la oportunidad de hablar sobre la propuesta del señor Min.
Suspiró.
Aún se hallaba perdido. ¿Por qué alguien como Min YoonGi querría casarse con él? ¿Acaso JungKook tenía razón y él sólo sería la tapadera de su verdadera sexualidad?
No estaba seguro de qué pensar. Definitivamente él no podría liarse con alguien más estando enamorado de otra persona, pero tampoco sabía lo aterrador que podía ser perder todo sólo porque amas a alguien que a la sociedad no le parece bien.
Se sentó en las jardineras después de intentar entrar a la empresa. Las puertas estaban trabadas y el número que marcó estaba fuera de servicio.
Iba a esperar sólo diez minutos. Si después de ese tiempo no recibía señales de vida del señor Min, iba a tomar todo ese asunto como una broma y se rendiría, tomaría los tratamientos que le recomendó el doctor y tendría que hablar con su madre sobre su enfermedad. Tal vez tendría que regresarse a Busan por un par de meses.
Le distrajo un grupo de chicas; al parecer pertenecientes de un club de fans, que se aglomeraron en la entrada del edificio con carteles que no lograba distinguir bien. Se acercó a una de ellas y le preguntó si sabía porque no se podía entrar al edificio; si algo había aprendido con JungKook, es que las fans eran mejores detectives que el FBI. La chica le dijo que habría un evento exclusivo y debían mantener las puertas bloqueadas por seguridad.
Se preguntó si los guardias las dejarían estar ahí y quién era tan importante para tener su propio club de fans, esperando exaltadas por su presencia. No especuló mucho, un lujoso automóvil estacionó frente al montón de chicas que comenzaron a gritar, sacar fotos y agitar sus carteles, prefirió quedarse tras ellas cuando vio al dueño de tal escándalo.
Kim SeokJin bajó del auto vestido con un pulcro traje de dos piezas color azul rey a juego con una camisa blanca y una gabardina café sobrepuesta colgando de sus anchos hombros. Era un atuendo normal de empresario que veía casi todos los días en el transporte público, pero a ninguno se le lucía tan genial como al alfa. SeokJin portaba un atractivo insano, con su perfectamente cuidado cabello castaño cubriendo parte de su frente, maquillaje ligero y una sonrisa enmarcada por un par de labios esponjosos.
—Que lindas son todas ustedes, acompañarme hasta aquí es un acto que aprecio mucho. Me encantaría tenerlas a todas conmigo pero no puedo, ¿les parece si les invito un café? —Con ayuda de una de las fans, anotó algo en una libreta—. Entreguen esto al dueño de la cafetería que está a dos calles arriba de aquí y pidan lo que quieran.
Firmó un par de autógrafos, se tomó algunas fotos y en cuestión de minutos, ya no había ni un alma ahí. Hizo un pequeño mohín, ligeramente envidioso del trato gentil hacia ellas cuando a él casi que le escupe en un ojo.
Un pequeño rubor cubrió sus mejillas al percibir la mirada del actor sobre él, desvió la suya a algún punto en la acera. Quizá sí se hacía el despreocupado, lo pasaría de largo.
—Park JiMin, que agradable sorpresa.
O quizás no. Su tono despectivo significaba cualquier cosa menos alegría, eso estaba claro.
—Hola, señor Kim. —Sonrió con amabilidad a pesar de todo.
—No me digas que también me esperabas. —Arqueó una ceja en su dirección, mirándolo con una nimia sonrisa soberbia.
—En realidad vine a hablar con alguien. —Se encogió de hombros un tanto incómodo, luego señaló las puertas—, pero no puedo pasar.
—Por supuesto. —Soltó una risita burlesca—. No cualquiera puede entrar a una exhibición de joyas. Viéndote así, pensaría que tratas de colarte.
—Para nada —murmuró.
El tenso ambiente podía cortarse con tijeras. Seguía sin entender porque Kim SeokJin lo despreciaba tanto. ¿Era porque se atrevió a presentarse a una audición para esa película sin ningún tipo de experiencia previa? ¿SeokJin-ssi era de los que se molestaban por conseguir la perfección en todos los ámbitos de su vida?
No sabía qué hacer. Ya que quizá terminaría casándose con su mejor amigo o enamorado o lo que sea que fuera del señor Min, debía hacer las paces con él.
—Señor Kim...
TaeHyung interrumpió con un carraspeo. Saludó cortamente al actor para después pedirle a JiMin que lo siguiera al interior. SeokJin en ningún momento habló o siquiera miró al rizado, así que anotó el detalle mentalmente para repasarlo más tarde con JungKook.
—¿Tomó una decisión?
Se sobresaltó una vez entró a esa elegante especie de sala de estar.
YoonGi se encontraba sentado en un sofá individual de cuero color crema, con una copa de vino en mano, mirándole directamente.
—S-Sí, aunque... bueno yo tomé, eso, amm-
¿Por qué su capacidad del habla se entorpecía cerca del alfa? Terminaba viéndose como un estúpido y por alguna razón tanto él como su lobo querían guardar las apariencias con Min YoonGi; atribuía el hecho a la imponente figura que el hombre representaba y a su naturaleza sumisamente complaciente.
—Necesito una pareja para la exhibición de esta noche. —YoonGi interrumpió sus balbuceos—. Hablaremos de ese asunto después.
—¿Cómo? —Miró con pena sus ropas. Seguramente la pura corbata del empresario costaba más que su conjunto entero, no podía presentarse a una exhibición de joyas en jeans, zapatillas gastadas y una camisa que tenía más años que él—. S-Señor Min, no estoy vestido para la ocasión. Podríamos tener una charla rápida y yo-
YoonGi interrumpió nuevamente. Chasqueó los dedos y en un par se segundos tres chicas salieron de quién sabe dónde y arrastraron a JiMin fuera de la habitación hasta un cuarto aislado que lucía como un vestidor, había un montón de ropa colgada en varios rack rodantes, un espejo de cuerpo completo y un tocador profesional lleno de productos de maquillaje y accesorios.
Tan pronto entraron, una de ellas le empujó un traje para que se lo probara. Parecían algo apuradas y ansiosas, por lo que a pesar de no entender que estaba ocurriendo, reemplazó sus ropas. Consistía en un pantalón de vestir rojo que le estrujaba los muslos, una simple camisa blanca y un saco del mismo tono que el pantalón.
Lo sentaron en el banquillo de espaldas al espejo, custodiándolo con una lámpara de piso. Arreglaron su cabello, complementaron su ligero maquillaje con más sombras, brillos, rubor y tinta para labios.
Las tres lo llevaron de vuelta a la sala frente a un YoonGi que sólo hasta que una de las chicas carraspeó, levantó la mirada del teléfono. Pasaron largos segundos que se sintieron una eternidad para JiMin; el pelinegro no dijo nada, siquiera cambió esa expresión aburrida de su rostro, pero fue suficiente para que las estilistas lo jalaran de regreso al vestidor.
—El señor Min tiene razón.
Recibió el nuevo traje con el ceño fruncido. El señor Min no dijo ni pio, ¿en qué tenía razón?
—Demasiado vistoso, todos deben tener la mirada en las joyas no en su novio.
Abrió la boca para aclarar que ni siquiera era algo cercano a él, pero prefirió callarse y dejarlo estar. Si este evento no se hubiera cruzado probablemente en ese instante sería no el novio, sino el prometido de Min YoonGi; falso, pero finalmente prometido.
Admiró con sorpresa su cuerpo en el espejo, modelando para sí mismo. Los pantalones se veían geniales en su figura, se atrevería a presumir sus piernas kilométricas sin temor a que se burlaran por su mediana estatura. Se dejó la camisa blanca fajada y se colocó un saco de color azul con un pañuelo rojo que sobresalía del bolsillo externo a nivel del pecho. Su cabello volvió a ser arreglado; echado hacia atrás con cuidado.
La mirada del alfa barrió todo su atuendo con detalle, lo que lo hizo sentir incómodo porque no pudo descifrar que significaba aquel gesto. Las chicas sí, nada buena al parecer ya que lo regresaron al vestidor.
Así pasaron otra media hora, probándole trajes que Min YoonGi rechazaba con la vista. Estaba cansado, hambriento y tremendamente aburrido. Todo lo que se había probado se le veía bien, no era perfecto pero funcionaba, no entendía que no gustaba al alfa. Quizás el problema era él.
—Esto es difícil. —La beta hizo un mohín mientras le pasaba otro conjunto—. Se vería hermoso aunque le pusiera un saco de patatas encima. Si el señor Min no quiere que nadie lo vea, se hubiera conseguido una pareja fea o debería ponerle una bolsa de papel en la cabeza.
El atuendo era completamente negro, desde los pantalones que se ceñían en las partes correctas, hasta el choker con detalles en plateado que ataron en su cuello con delicadeza. Cambiaron su maquillaje por algo menos cargado, sólo le dieron profundidad a sus ojos con las sombras para resaltar el color verde de estos y apenas le pusieron tinta de labios.
—Señor Min, ¿qué traje le gusta? —le preguntó tratando de sonar amable y no gritarle por haberle hecho cambiarse casi ocho veces.
—Cualquiera.
Su boca casi toca el piso de la impresión. Se clavó las uñas en las palmas para abstenerse de gritar improperios en su contra.
«Diosa, dame paciencia porque si me das fuerza lo mato». Pensó.
—¿Por qué no lo dijo antes? —reclamó, mordiendo su labio para no pucherear.
—¿A los omegas no les gusta probarse ropa?
¿Qué excusa era esa? Por supuesto le gustaba; en el centro comercial, para relajarse y sacarse fotos frente al espejo con ropa que quizá no compraría pero se le veía linda.
YoonGi les indicó a las betas que se podían retirar con un gesto, levantándose del sofá para acercarse a él con una cajita alargada.
—No te muevas.
Las manos ajenas rodearon su cuello con una tranquilidad hostigadora, pues se había acercado tanto que podía sentir la acompasada respiración del alfa picando en su mejilla. Se alejó sólo un poco después de colocarle una cadena de lo que pensó era plata y del que colgaba un elegante dije. Una piedra preciosa de color rojo que destacaba en su atuendo.
—Insistió tanto por el rojo que pensé podría usar esto para que no se quede con las ganas.
—¿Es de verdad?
—Lo es, y bastante costoso. Es un rubí después de todo.
—Woah, gracias. —Levantó el rostro para dedicarle una bonita sonrisa sin mostrar los dientes—. Voy a cuidarlo mucho, si algo le pasa no podría pagarlo —bromeó.
Se quedaron mirándose a los ojos fijamente. Aquellos profundos océanos lo miraban con intensidad y pensó si la broma le habrá caído mal al alfa, abrió la boca para aclarar que cuidaría el collar con su vida y que le pagaría con creces si es que algo de verdad le llegara a pasar, pero YoonGi no se lo permitió.
—Le buscaré unos pendientes a juego.
Quizá JungKook le pegó la imaginación volátil de escritor de romance juvenil. Porque esperaba una reacción distinta de la gente a la que sería presentado como la pareja del soltero más codiciado de Seúl; atención excesiva, miradas recelosas o curiosas, que todo se detuviera para cuando ellos bajaran. La realidad fue que después del discurso de YoonGi para abrir la exhibición, cada quién volvió a su asunto.
Escuchó por ahí que el director Min traía a un omega a esta clase de eventos privados y que era la primera vez que se le veía con uno nuevo, pero que no era sorpresa pues aquel chico había salido del país hacia tiempo. No supo si fue lo que dijeron, como lo dijeron o el hecho de ser una especie de reemplazo, pero se molestó. Por supuesto no lo expresó ni dejó que el alfa se diera cuenta que su lobito estaba a la defensiva.
Pasaron dos horas donde YoonGi lo había tratado tan bien que le asustaba, le cargó el saco cuando se quejó del calor, lo presentaba como un actor de élite y apenas lo soltaba; lo traía de la mano y si no, lo sujetaba de la cintura, manteniéndolo cerca todo el tiempo. Estaba de más decir lo aburrido que estaba, además que seguía molesto.
Logró escapar cuando le avisó que iría al baño. Caminó en dirección contraria, hacia el área menos concurrida del salón.
Por lo que llegó a entender de las explicaciones sin sentido de YoonGi, ahí se hallaban las joyas más lujosas de la exhibición que no estaban a la venta como las demás, éstas se subastarían al final del evento para la gente importante.
Quedó hipnotizado por el collar más bonito que había visto en su vida. Era una enredadera brillante de esmeraldas en corte de pan de azúcar a cabujón que se extendía elegante en el busto de tela, una de éstas en forma de pera colgaba única al final de la joyería, casi llegando al escote.
¿Qué tanto costaría? Es decir, él jamás podría costearse ni la peor baratija del lugar, pero quiso especular cuanto estaría dispuesto a pagar alguien por tal pieza.
—Cuenta la leyenda que el collar Romanov original perteneció a Catalina la grande antes de que todas sus joyas fueran sacadas de Rusia tras la revolución.
Se irguió rápidamente, siendo sorprendido por el altanero de Kim SeokJin, quien tenía la vista fija en el collar.
—Son 79 esmeraldas en total, montadas en oro blanco compuesto de 2,225 piedras preciosas y 1,991 diamantes blancos.
Sonrió mirándole con curiosidad y emoción, sería la primera vez que el mayor no lo trataba con hostilidad. Cruzaron miradas, JiMin le incitó a continuar.
—Su nombre verdadero era Sofía Augusta Federica, mató a su esposo para obtener el poder absoluto sobre la Rusia de ese entonces. Fue una mujer apasionada del arte, el lujo y todo lo hermoso. Derrochó mucha de su riqueza en un palacio para cada uno de sus ochenta amantes. —El alfa rio genuinamente antes le expresión de sorpresa del rubio—. Acumuló muchas joyas como símbolo de su hegemonía. Ahora la gran mayoría se encuentran en el Museo Hermitage de San Petersburgo.
—Eso es... increíble, ¿qué pasó con ella?
—Murió de un derrame cerebral a los sesenta y siete años. Se dice que ella inspiró a muchos artesanos a confeccionar figuras preciosas e incluso se enamoró de uno; un hombre humilde que le entregó no más que respeto, lealtad y amor.
Caminaron por la pequeña habitación, señalando algunas de las piezas que se encontraban en las vitrinas hasta detenerse en un collar de diamantes blancos.
—Gracias a ella es que a las mujeres les gustan tanto los diamantes, mucho de lo que ves aquí son réplicas de sus diseños.
—Señor Kim es todo un experto —dijo con sinceridad—. ¿Eso significa que todos los collares aquí tienen una historia?
—Correcto. —Sonrió soberbio.
—¿Puede contármelas? —preguntó emocionado, dando un pequeño saltito en su lugar, casi como un niño.
—Cuando estás arreglado... eres más fastidioso.
SeokJin sintió un poco de culpa golpearle el pecho cuando el brillo en aquellos bellos ojos verdosos desapareció. Pero sentirse cómodo con la compañía de ese omega aprovechado, que sólo quería la fortuna de su mejor amigo no era parte de sus planes.
La realidad es que no supo porque se acercó cuando lo vio tan embobado y bonito, sólo sintió deseos de ir a molestar.
Por más agradable que pareciera, caer ante sus encantos sería un profundo error.
—¿Acaso hice algo para ofenderlo? —murmuró, incómodo de cómo las cosas volvieron a tornarse tensas—. Sé que le caigo mal pero-
—¿Cómo conociste a YoonGi?
¿Entonces era eso?
SeokJin se acercó a él con la intensión de intimidarlo.
—Sé que sólo quieres usarlo, conozco a los de tu clase y te voy a pedir que desistas.
JungKook tenía razón, SeokJin estaba enamorado de YoonGi, quizá hasta eran pareja y tanto él como su asistente estaban interfiriendo en la relación.
Sabiendo esto, ¿cómo le explicaba al alfa? Soltarle todo de repente no era una opción, siquiera sabía si después de esa noche el trato seguiría en pie. Pero no quería que el alfa lo odiara, en realidad deseaba ayudarle, si ellos estaban enamorados, nada lo haría más feliz que pudieran estar juntos.
—Es un malentendido. —Trató de explicar—. Yo sólo-
SeokJin tomó su barbilla entre sus largos dedos, acercando sus rostros tan cerca que el fuerte aroma a alfa coló por sus fosas nasales. Era una esencia agradable, podría decir que hasta reconfortante, mejor que un té de jazmín.
—Si me dices la verdad —habló en un tono ronco, sin duda seductor—. Quizá pueda ayudarte.
—Señor Kim —susurró, viéndose afectado por la miel en los ojos del alfa, era un color brillante y vivaz, que le traía serenidad por alguna razón. Incluso su lobo se mantuvo quieto en su pecho—. Suélteme.
—¿Si no quiero? —murmuró, rozando la punta de su nariz con la ajena.
El tintineó de las copas al chocar entre sí lo regresó a la realidad de una bofetada. A penas caía en cuenta de donde se encontraban, ¿qué si alguien los veía en esa situación comprometedora y le pasaban el mensaje a YoonGi? No tendría excusa que fuera creíble. No quería ni pensar en lo que pasaría, ¿qué tal si se retractaba de darle su médula?
No lo quedó más. Pisó con fuerza al alfa que lo soltó bruscamente, haciéndolo tambalear. Salió corriendo de ahí antes de que alguien lo viera, sin saber que justo eso era lo que SeokJin quería y consiguió.
Gracias a su padre y sus intentos por casarlo con una omega de buena posición económica, le arregló una cita para la noche, una chica que no estaba ni un poco interesada en la exhibición, huyendo de él cuando se aburrió de las explicaciones del alfa sobre cada joya que se detenían a ver. JiMin fue la oportunidad perfecta para deshacerse de ella.
El omega con el corazón acelerado caminó rápido, buscando por todos lados a YoonGi para no volverse a separar de él ni por asomo en lo que restaba de la noche.
—¿JiMin?
Joder, lo que faltaba. Apenas se había librado de un lío cuando tuvo que enfrentarse a otro, se detuvo abruptamente frente a la pareja que deseó jamás volverse a encontrar.
—¿Cómo te encuentras, Jim?
Arrugó la nariz ante el apodo.
HaeJin le sonrió, sin importar el nada sutil tirón de su ahora novia en su brazo.
—¿Te importa? —Soltó con brusquedad.
—No supe más de ti desde ese día en el hospital —contestó con una mueca—. Estaba pre-
—Te vimos con un Min hace poco —interrumpió Michelle, arqueando su perfecta ceja delineada en su dirección—. ¿Acaso intentas entrar a la alta sociedad?
—No es tu asunto.
La omega de elegante vestido lo barrió de arriba abajo, deteniéndose en la zona del pecho con el ceño fruncido. Se acercó con el fin de tocar el rubí que colgaba de su cuello pero JiMin no le permitió ni verlo un segundo más, posando su mano sobre la joya, ¿quién se creía?
—¿De dónde la sacaste? —cuestionó subiendo el mentón, ocultando casi a la perfección sus profundos celos. —Es de las más valiosas de la exhibición, ¿cómo la obtuviste?
Justo cuando iba a contestar, sintió una mano sobre su espalda baja. Miró a su lado sabiendo perfectamente quién era; su olor era único, sólo él podía ponerlo nervioso con su simple presencia.
—¿Ocurre algo? —YoonGi miró a la pareja, arqueando una ceja con desdén—. Joven Yo.
—Buenas noches director Min. —HaeJin hizo una venía respetuosa, obligando a la omega a realizar una también.
—Mi amor.
JiMin rodó los ojos ante el tono meloso de Michelle. La pelinegra tiró del brazo de su pareja para llamar su atención.
—Dijiste que ibas a comprarme algo por nuestros primeros cien días, ¿recuerdas? Quiero ese collar. —Le miró de reojo.
Tensó la mandíbula, sus ojos picaron de impotencia por lo que desvió la mirada al suelo. Le habían estado viendo la cara por tres malditos meses, riéndose a sus espaldas de su total confianza. No les iba a dar el gusto de que lo vieran llorar por algo tan insignificante como ellos juntos eran.
HaeJin suspiró por lo bajo, llamó a uno de los vendedores que se paseaban por el salón para preparar el contrato de compra.
—JiMin —Michelle extendió la mano en su dirección con prepotencia.
Quiso escupirle encima pero se contuvo.
—El collar.
—Te gusta mi novio, te gusta mi collar y mis amigos, me has imitado en todo desde que te conozco, ¿no será que te gusto yo? —bufó, llevando sus manos al seguro de la cadena para quitársela—. Piensa en mí cuando lo uses.
YoonGi sujetó sus manos, deteniéndolo.
—¿Estás seguro de poder pagarlo?
—¿Qué quiere decir? —preguntó la omega con molestia.
—Señor Yo. —El asesor señaló la hoja previamente firmada—. El collar 'red velvet' de oro blanco y rubí cuesta cincuenta millones de wons.
—¿Acaso quiere vernos la cara? —contestó la australiana con el rostro enrojecido, haciendo caso omiso a los 'cálmate' de su pareja—. Con esos quilates no puede ni costar cinco millones.
—Debe pagar a tiempo de cualquier forma.
—Si el pago no se efectúa en tres días, notifique al departamento legal.
El asesor asintió, entregándole el contracto a Min YoonGi.
—Sí, director.
—Director Min, ¿no puede dejarlo pasar? —suplicó el alfa en menor rango.
—Una disculpa bien merecida —musitó con aparente aburrimiento—. Si se disculpan con JiMin, me lo pensaré.
—Jiminnie...
El mencionado se encontró con la entristecida mirada de HaeJin, ignorando a su novia que le tiraba del brazo para callarlo.
Un amargo sabor se acentuó en su boca, le detestaba. Odiaba haberse enamorado de esos ojos marrones, aquellos que ahora lo veían como si estuviese realmente arrepentido. Una completa farsa para librarse de una deuda millonaria.
—No necesito sus disculpas. —Lo interrumpió. No estaba dispuesto a escuchar esa basura—. No vale la pena.
Salió a grandes zancadas del salón, posteriormente del edificio hasta los bancos de piedra unidos a las enormes macetas que contenían pequeños jardines. Le afectaba verlos ahí; saberse engañado, pisoteado y botado como una prenda desgastada por el uso. De no ser porque le inquietaba más el saber que iba a morir, ahora estaría bajo las sábanas, aferrado a JungKook, comiendo helado de chocolate, escuchando música que lo deprimiría y con la nariz roja.
—Si quiere mi opinión, ciertamente no vale la pena que llore —YoonGi se hincó frente a él y limpió con delicadeza las lágrimas de sus mejillas con el dorso de sus pálidas manos, dedicándole una pequeña sonrisa.
—Gracias por defenderme. —Sorbió la nariz—. Le gusta ayudar a la gente, ¿no?
—Quizá me malinterpretó —contestó juguetón.
—Que no quiera darme su médula no significa que no sea bueno.
El alfa rio, negando con la cabeza antes de mirar fijamente su cuello. Tomó el dije con cuidado, cayendo en cuenta de que había salido a la calle y expuesto un collar de cincuenta millones de wons.
—Lo siento, olvidé devolverlo.
—No hace falta, lo compré.
—¿Qué? —Sus ojos se abrieron en demasía—. No tenía por qué hacerlo.
—Tranquilícese, lo compré para mi abuela.
Suspiró de alivio. No podría vivir con 50 millones de wons atormentándolo en sus peores pesadillas, siquiera podría lucir algo tan valioso en público sin temor a que se lo robaran y sería una lástima que un collar tan bonito permaneciera resguardado en una caja fuerte bajo su cama.
—Me asustó. —Se retiró los pendientes con calma y el collar, guardándolos en el bolsillo del saco del alfa, sonriéndole poco después—. Aquí tiene, no los pierda.
De nuevo YoonGi lo miró con una intensidad que lo ruborizaba, su estómago se encogía extrañamente y le obligaba a apartar la mirada para intentar controlar los latidos de su errático corazón. Su sola presencia lo desestabilizaba, su aroma lo mareaba. No se sentía así desde la secundaria, cuando HaeJin lo invitó a su primera cita.
—Lo llevaré a casa,vamos.
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