DOS: UNA
MS&D Enterprise era una reconocida empresa a nivel internacional. Anteriormente dirigida desde Daegu, cambió su sede a Seúl bajo la dirección de la entonces presidente; Min YoonJi, quién fue sustituida por su nieto; Min YoonGi.
Cuando googleó el nombre de su donador, halló el servidor de la empresa que ese hombre dirigía. Nunca esperó encontrarse con algo así, ni que para su mala suerte fuese el mismo alfa que conoció la semana pasada cuando invadió su auto privado.
Ahora podía recordar de donde lo conocía. Su nombre se escuchaba hasta en la radio, además una de las actrices de su agencia acompañó al empresario a un evento de aquella compañía y la única fotografía oficial que había de ambos se colocó por varias semanas en los afiches de Big Hit.
Era un hombre reservado, tanto así que el único dato personal que el hospital tenía era su nombre, puesto que la dirección y los teléfonos eran de la empresa. Es decir, fue un milagro haberse topado con él en su descuido, un mortal como él jamás se hubiese encontrado de forma natural con alguien como ese alfa.
Joder, sería más difícil de lo que pensó.
Se levantó al escuchar el reloj del horno. Con cuidado sacó la charola de galletas humeantes del interior.
Cocinar, hornear o hacer lo que fuera en la cocina le ayudaba a desestresarse. Cuando vivía con su madre adoptiva pasar el tiempo cocinando era lo mejor de su día, aprendió mucho de ella y de su hobbie favorito.
Terminó de colocar las galletas de chocolate en una canastilla cuando escuchó la puerta cerrarse de un portazo y las fuertes pisadas de su querido hermanito. Éste apareció en la sala con una expresión molesta y se acercó a la barra de la cocina con los brazos cruzados.
—Ya entiendo porque la semana pasada hiciste pastel de café —musitó con una mueca de enojo—. Y hoy acabas de hacer galletas.
—Creí que llegarías más tarde, ¿qué-?
—¿Por qué no me dijiste nada? —reclamó, tomando una de las galletas aún calientes para darle una mordida—. Debí saber que algo andaba mal cuando te pusiste a cocinar.
—¿Qué ocurre?
JiMin frunció el ceño sin entender a qué se refería.
—La estúpida de Michelle, eso ocurre. No ha dejado de postear fotos presumiendo su relación con el imbécil de HaeJin. Obviamente los bloqueé. —El pelirrojo rodó los ojos al cielo, dándole otro mordisco a su galleta que pronto inmovilizaría su lengua, pero estaba más enojado que consciente. Miró a JiMin de forma acusadora—. Sabía que esa maldita no era de fiar, te lo he dicho toda la vida y no te voy a decir te lo dije, pero te lo dije.
JiMin rio, negando con la cabeza.
—Ya no importa, Koo.
—Claro que importa, mamá ya estaba planeando tu boda y ahora resulta que se casará con la estúpida esa —gruñó enrabietado—. Oh, pero deja que se entere, vendrá desde Busan para jalarle las orejas al mentiroso de HaeJin. "Para toda la vida, amor", un cuerno. —Imitó la frase que el alfa solía decirle a su hermano, puras blasfemias.
Para JiMin no tenía ningún sentido llorarles, ser engañado le había dolido mucho pero ahora tenía problemas más grandes que ese. No tenía caso lamentarse por la traición si su vida se le escapaba como arena entre los dedos.
—No importa ya, no les des la atención que buscan.
—¡Ugh! Ojalá les zumben las orejas hasta que sangren.
JiMin rio sonoro. JungKook era adorable cuando se molestaba, siseaba con sus enormes incisivos y lo hacía ver como un tierno conejito enojado. Además se ponía rojo como un tomate, lo cual era el doble de adorable.
Rodeó la barra para darle un abrazo. La calidez de su compañero de vida envolvía con tanto cariño sus preocupaciones que sentía como éstas lo abandonaban por un tiempo. Su hermano era el mejor del mundo. Enterró la nariz en su cuello; inhalando su dulce aroma, como cuando eran niños. JungKook acarició el suave cabello del omega, dejando besitos en su cabeza y arrullándolo contra su pecho. Ser alto le daba un montón de ventajas; el poder consolar al sentimental de su hermano por ejemplo.
JungKook miró de reojo la computadora junto a la canastilla de galletas, extrañándose del nombre en el buscador.
—¿Desde cuándo conoces al señor Min?
—Es una larga historia. —Suspiró—. Pero necesito encontrarlo.
—Leo mucho sobre él, podría ayudarte.
—¿Sabes cómo puedo contactarlo personalmente o dónde vive?
—Eso es algo agresivo, Minnie. —Rio, encaminándose a la cocina por un poco de agua para darle—. ¿Estás enamorado de él? ¿Por qué nunca me entero de las cosas? Será difíciles acercarte si-
—Tengo leucemia, Koo.
JiMin dio un saltito del susto cuando vio el vaso resbalar de las manos del menor, quebrándose en muchos pedacitos contra el azulejo de la cocina.
—No te muevas, voy a traer la-
JungKook lo estrechó contra su cuerpo antes de que pudiera moverse. Lo sujetó de la espalda y colocó una mano protectora en su nuca. Lo sostuvo de la misma forma que venía haciendo desde hace años, le decía en silencio que lo cuidaría.
Las lágrimas afloraron y aunque intentó contenerse, varias deslizaron sin permiso por sus mejillas.
—¿Cuándo comenzaste a ocultarme cosas, Jiminie? —bufó. Su expresión se deformó en una de completa frustración—. Maldita sea, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Desde cuándo lo sabes? No debiste pasar por eso tú solo, mierda. Somos un equipo.
—Deja de maldecir. —Le regañó suavemente antes de suspirar—. Lo supe hace unos días que fui al médico. Estaba esperando el momento indicado para contártelo, has estado tan estresado con tus nuevos proyectos que no es justo llenarte de mis problemas ahora.
—Por la luna, JiMin. Es cáncer, no perdiste un zapato. Debiste decirme.
—Lo sé, lo siento...
—Seguro estás asustado, no te disculpes. —Lo estrechó más fuerte, soltando su suave aroma a algodón de azúcar para consolarle—. Te amo, Jiminie.
—Y yo a ti, Kookie. —Sonrió entristecido, sin atreverse a mirar a su hermano a los ojos. Le dolía—. Estoy aterrado... tengo que hacerme tratamientos que no vamos a poder costear y la única forma de terminar esto lo antes posible es con un trasplante de médula ósea. El hospital tiene un donante compatible, pero es...
—Min YoonGi —completó.
JiMin asintió.
—Puedo pedir un préstamo en el banco, seguro que si juntamos nuestros seguros médicos podemos pagar el tratamiento, además hablaré con mamá y-
—No le digas a mamá. —Negó con la cabeza, desesperado—. No quiero que haga una locura sólo por ayudarme, es capaz de vender la panadería con tal de pagar los tratamientos, no puedo permitirlo.
—Tienes que decirle, esto no es algo que puedas ocultar.
—Puedo... si consigo que Min YoonGi me dé su médula.
JungKook meditó la respuesta largos minutos. Su madre se enojaría mucho si se enteraba que su hijo tuvo cáncer y nadie le dio aviso, pero era cierto que ella sería capaz de dar su vida por cualquiera de los dos y después de su divorcio, la panadería era lo único que la mantenía en pie y con ganas de seguir adelante.
No quería quitarle la felicidad a su madre... pero tampoco quería perder a su hermano.
Suspiró sonoro.
—Estás loco y yo soy peor por seguirte la corriente —exclamó—. Tenemos que encontrar al señor Min entonces.
JiMin sonrió agradecido. Se alejó de los reconfortantes brazos de su menor para mostrarle la página web de la empresa.
—El grupo MS&D no está tan lejos de aquí, pero no podemos entrar sin una cita. Hablé con la recepcionista y me ofrecía una reunión con un representante hasta dentro de tres meses... es muy difícil para gente como nosotros encontrarse con Min YoonGi.
—Ni que fuera de la realeza. —Rodó los ojos—. Te recuerdo que es un humano común y corriente como nosotros.
—Tan corriente que su auto cuesta más que todos los meses de renta de este apartamento, y seguramente es tan común que a él no le harían esperar una médula si tuviera cáncer.
—No seas pesimista.
JungKook sacó su teléfono, ambos se sentaron en el sofá mientras el pelirrojo tecleaba con rapidez contra la pantalla.
—Al señor Min le gusta comer todos los viernes por la tarde en el restaurante Jungsik. Siempre alquila un área privada.
—Eso está en Gangnam-gu —se quejó. Minutos después espabiló sobre la información y miró con una ceja arqueada a JungKook—. ¿Cómo sabes eso?
—Hay todo un foro dedicado al hombre más codiciado de Corea del Sur.
Le mostró su móvil, deslizando el dedo por la pantalla para que pudiera mirar toda la información que había sobre el alfa en aquel sitio.
—Yo lo acoso para salvar mi vida, ¿cuál es su excusa?
—Creo que sé cómo podemos entrar. —Le ignoró.
Gracias a JungKook se enteró de quién era Min YoonGi.
Miembro élite de Seúl, a sus veintidós años heredó por causas de fuerza mayor el imperio industrial de los Min y aunque tenía a varios socios en contra, se ganó su confianza y respeto trabajando duro y trayendo ganancias a la empresa. A sus veintisiete años era un empresario rico y distinguido que mantenía un perfil bajo a pesar de su enorme popularidad y reputación. Todo lo que los medios sabían de él era su amistad pública con el actor; Kim SeokJin y el heredero de una compañía filmográfica; Byun BaekHyun.
—Hay muchas chicas que piensan que el señor Min y el actor Kim SeokJin están saliendo. —Se encogió de hombros—. Pienso lo mismo.
—P-Pero ambos son alfas... —murmuró sorprendido.
—Abre un poco tu mente, Jiminie. —Golpeó la frente de su mayor con la punta de du dedo índice—. Amor es amor.
—Lo sé... sólo, me sorprendió. Debe ser difícil, ambos son muy famosos. Si los descubren-
—Eso no nos debe importar —interrumpió. La gente podía salir con quien quisiera, fin. Nadie lo sacaría de ese pensamiento ni aunque le pagaran. Pero ahora lo más importante era su hermano, no la sexualidad del magnate—. ¿Recuerdas a Félix?
—¿Tu exnovio? —cuestionó.
—Trabaja en ese restaurante—. Sonrió. Por fin le daría buen uso a un ex—. Hablaré con él y le diré que nos ayude a entrar.
—¿Por qué crees que aceptaría ayudarnos? —farfulló, rodando los ojos—. Lo mandaste muy lejos cuando terminaron.
—Porque el bastardo me debe un favor después de lo que me hizo. —gruñó.
Félix era un lindo estudiante de gastronomía que se encontró en un bar. Su voz profunda y cara perfecta le habían hecho aceptar su propuesta de salir románticamente después de su primera noche juntos. Y a pesar de que ese alfa de quinta tuvo la grandiosa oportunidad de salir con él, el malnacido se atrevió a engañarlo con otro omega.
Y no sólo eso, tuvo que fingir que era un pariente lejano porque al parecer le importaba más mantener la otra relación que la suya. Así que hasta la fecha, la actual pareja de ese idiota aún pensaba que eran familia.
—Si no quiere que su HyunJin se entere que salía con los dos al mismo tiempo, va a tener que ayudarnos —sentenció.
JiMin miró los destellantes ojos de JungKook, brillaban en una perfecta combinación entre gozo y venganza.
A veces, sólo a veces, su hermano le daba miedo.
Félix abrió la puerta del personal que daba hacia un callejón escondido, donde su aterradora expareja y el hermano de ésta lo esperaban. Les indicó que entraran rápido y en silencio, nadie podía enterarse de que estaba colando a un par de desconocidos para que hicieran una locura en nombre del restaurante.
—¿Cómo estás, primito? —saludó JungKook con una sonrisa sarcástica.
El alfa se ruborizó al escucharlo.
JiMin golpeó la cabeza de su hermano, pidiéndole en un susurro que parara. No estaban ahí para amedrentar al menor, sino para suplicar una oportunidad de vida a uno de los hombres más influyentes de Seúl.
—A-Ahí dejé un par de uniformes de meseros —espetó con nerviosismo—. El señor Min se encuentra en la sala tres, intentaré distraer a mis compañeros para que ustedes puedan hacerse pasar por ellos... si el plan sale mal, yo-
—Si sale mal vas a deberme dos favores —interrumpió JungKook.
—Basta Koo.
JiMin tiró del brazo del pelirrojo para colocarse los uniformes que el alfa había separado para ellos. Trataron de cambiarse con rapidez para poder concretar el plan lo antes posible. Por mucho que le disgustase lo que ese chico le hizo a su hermano, tampoco quería dejarlo sin trabajo o peor, que terminara en la cárcel por cómplice de acoso.
Después de varias explicaciones de Félix y un par de bromas para nada amistosas por parte de JungKook, se dirigieron a las salas privadas. JiMin llevaba empujando un carrito con comida mientras que el pelirrojo era el vigía encargado de asegurarse que no hubiese nadie cerca que pudiera reconocer que no trabajaban ahí.
Se escondieron tras una pared, justo a un pasillo de la sala tres.
—Mierda, no pensé que fuese real —murmuró JungKook.
—¿De qué hablas?
Señaló entonces al hombre que parecía hacer guardia frente a la puerta de la habitación.
—Kim TaeHyung. —Resopló—. Los rumores dicen que hacen absolutamente todo juntos, más que mano derecha es como su otra mitad. Hace de asistente personal, chofer, guardaespaldas y quien sabe qué otras cosas más. —Chasqueó la lengua, inconforme—. Si queremos entrar ahí debemos distraer a Kim TaeHyung.
—Tienes que ir tú. —Reconoció de inmediato al rizado que lo llevó al hotel de su audición—. Si yo voy, sabrá quién soy. Tienes que ser tú.
—¿Y qué se supone que haga? —preguntó afligido.
—No lo sé. Habla con él, sólo distráelo cuando pase a su lado con el carrito para que no me reconozca y no alerte a nadie.
—Demonios...
JungKook se armó de valor y comenzó a caminar en dirección al alfa. Su mente estaba trabajando a mil por hora, esperando tener una muy buena excusa para cuando lo tenga enfrente.
JiMin mientras tanto esperaba tras la pared el momento perfecto para correr con el carrito.
Justo cuando iba a dar un paso, escuchó una tos tras él.
Asustado se dio la vuelta. Pensó que los habían atrapado, sin embargo se encontró con la sorpresa de que era una mujer mayor tratando de contener una amarga tos seca.
Miró en dirección a su hermano; estaba moviendo las manos como un loco pero todavía no captaba del todo la atención del rizado. Entonces examinó el carrito en busca de agua embotellada o algo que darle de beber a la pobre mujer.
—Disculpe... —Se acercó con un vaso de Soju lleno de agua—. Tome esto, por favor. ¿Necesita que llamemos un doctor?
—Qué amable eres. —Sonrió la débil omega. Aceptó el vasito y bebió hasta la última gota, sintiendo su garganta menos rasposa—. No se preocupe joven, ya me iba de cualquier forma. Gracias por ayudarme.
—Vaya con cuidado, por favor. —Largó una reverencia respetuosa.
—Qué muchachito tan lindo. —Sonrió la mujer—. Dime, ¿tienes pareja?
—¿D-Disculpe?
—Porque si no tienes podría presentarte a mi nieto —propuso con una sonrisa pícara, codeando al sonrojada joven—, estoy segura de que le encantaría conocerte.
—Oh, lo siento... yo tengo a un alfa ya —mintió.
No tenía tiempo para ir a citas a ciegas, menos con la recomendación de una adorable anciana. Cuando tu madre o abuela te empiezan a conseguir pareja, significa que estás jodido. Y él no iba a salir con un mantenido o alguien más extraño que los frikis amigos de su hermano.
Se negaba rotundamente.
—Qué afortunado ese alfa —murmuró la mujer con una mueca—. Los mejores omegas se juntan rápido, la gente sí que sabe lo que le conviene.
—Yo no diría eso...
—¡Oh! ¿En este restaurante nunca traerán la comida?
Escuchó gritonear a JungKook.
Se despidió de la mujer, mintiéndole de nuevo con que tenía que trabajar. La omega se fue y él por fin pudo concentrarse en el plan.
Apenado, dejó el vaso sobre donde lo encontró y rápidamente se movió de su lugar, fingiendo que acababa de llegar. Con la cabeza gacha hizo su mejor esfuerzo por no soltar su aroma a nerviosismo y entrar sin levantar las sospechas del hombre que lo miraba con demasiada atención para su gusto.
—Creo que voy a desmayarme —murmuró JungKook con dramatismo. Justo cuando JiMin pasó a su lado se arrojó a los brazos del alfa, enredado sus brazos alrededor de su cuello para que por fin le prestara atención—. ¡Ayúdeme, por favor!
—¡Espere! ¡Suélteme! —Gritoneó el trajeado, tratando de zafarse del agarre del molesto omega.
—¡Usted será el culpable de mi muerte!
JiMin aprovechó la pequeña distracción y empujó el carrito dentro de la habitación, cerrando rápidamente tras él para que no se escuchase el escándalo que estaba haciendo su pelirrojo afuera.
Ahí estaba.
Min YoonGi. Su última esperanza de vida.
—S-Señor Min —balbuceó.
—Nunca se habían tardado tanto. —Reprendió con seriedad. Despegó la mirada de la pantalla de su celular para exigir una explicación al mesero, pero se encontró con una agradable sorpresa—. ¿Ahora trabajas aquí?
—En realidad... no —se sinceró—. Quería hablar con usted, y yo-
—¿Cómo es que entró?
—Ah... el señor Kim me dejó entrar.
El pelinegro asintió y supo que no le había creído pero tampoco lo estaba corriendo. Era buena señal, ¿cierto? Ya no podía echarse para atrás.
—Mmh, señor Min. ¿Cuál cree que es mi estado mental?
—¿De verdad quiere saber lo que pienso? —musitó con un tono de burla, arqueando una ceja.
En realidad no.
—Soy paciente en el Centro Médico de Asan, i-igual que usted. Hace poco me detectaron leucemia...
—Lamento su situación —respondió con sinceridad.
—Es tratable... un trasplante de médula ósea es la mejor opción para acabar con la enfermedad, pero encontrar un donante compatible es casi imposible y sin embargo, usted tiene más del noventa por ciento de compatibilidad conmigo.
—Si está pidiendo que done para usted... lamento mucho no poder ayudarle, no quiero hacerlo todavía.
—Si le preocupa su salud podemos hablar con el médico. Él me dijo que no le haría ningún daño a su cuerpo, pero puede preguntarle usted mismo si no me cree.
—Mire... —vaciló.
—Park —respondió de inmediato—. Park JiMin.
—Joven Park, ayudarle no me beneficia en ningún aspecto. Tampoco me conviene por aspectos personales, si fuese algo mío; incluso un socio competente, podría pensarlo, pero es un completo desconocido.
—Por favor escúcheme —suplicó.
—Tiene que irse ahora antes de que TaeHyung llame a seguridad.
—Me obligará a tomar medidas drásticas, señor Min —decretó, cruzándose de brazos en una pequeña rabieta.
—Estoy ansioso por verlo. —Finalizó, ladeando una sonrisa.
Lo intentó.
Vaya que lo intentó.
Estuvo alrededor de una semana tratando de infiltrarse a la oficina del señor Min, pero siquiera podía cruzar la recepción. Al principio se hizo pasar por un simple empleado más, creyéndose listo cuando seguridad le pidió un carné y se excusó con que lo olvidó en casa, pero ellos le pidieron su huella digital para encontrarlo en el sistema.
Después fingió ser un empresario que tenía cita con el señor Min, hasta había comprado un maletín. Está de más decir que seguridad lo descubrió.
Al volver al siguiente día, el señor Min estaba por irse, así que no se le ocurrió una estupidez más grande que atravesarse frente al auto. Por supuesto que TaeHyung detuvo la marcha para no pasarle encima y cuando se movió para dirigirse a la ventanilla, arrancó a toda velocidad, dejándolo abandonado en la acera.
Pero pararse frente a un auto en movimiento no era la cosa más alocada que había intentado. Presentarse en la empresa con su almohada favorita bajo una ropa holgada sí que lo fue.
—¿En qué puedo servirle?
La recepcionista le sonrió bonito, quizá ese sería su día de suerte.
—Estoy buscando a Min YoonGi, estoy embarazado de él —acarició la panza falsa para darle un toque más realista.
—Claro, ¿su apellido?
—Amm... Lee.
—Perfecto joven Lee, aquí tiene su ficha. —La chica le acercó un cuadrito de plástico negro con el número 24.
—¿Ficha?
—Debe esperar su turno, todas están embarazadas. —Señaló un espacio donde varias mujeres con enormes panzas como la de él, estaban sentadas en esa especie de sala de espera—. Después alguien del departamento legal lo atenderá.
—¿Sabe? Me equivoqué de edificio, disculpe las molestias.
Con una sonrisita tímida que fue correspondida por la recepcionista, salió de ahí a toda velocidad antes de seguir exponiéndose y darles una razón más a los guardias de seguridad para que terminen fichándolo en una lista negra. Suspiró ya fuera, se sacó la almohada del interior de la camisa y la abrazó mientras un remarcado puchero se formaba en su rostro.
Sacó su teléfono para enviarle un mensaje de voz a JungKook: "Kookie fracasé, es hora del plan B".
¿Y cuál era el plan B? nada más que esperar. Se iba a sentar en la acera a esperar a que Min YoonGi saliera e iba a obligarlo a escuchar todo lo que tenía que decir. Sólo porque había ido a otros hospitales a preguntar por opciones; si había donadores compatibles u otras formas de tratar su leucemia, pero la respuesta siempre era la misma. No hay donadores disponibles. Lo mejor que podía hacer era empezar un tratamiento antes de que fuera demasiado tarde.
Entonces, si debía hostigar a uno de los hombres más poderosos en Corea del Sur hasta el cansancio para seguir viviendo, que así sea.
Colores cálidos como rosado, naranjo y morado, se habían apoderado del cielo. Las horas pasaban y él seguía ahí, tratando de no pensar en su hambre atroz ni cansancio. No quitaría el dedo del renglón, no se movería hasta que su objetivo saliera del edificio.
Se distrajo mirando el atardecer, recordando cuando su madre pintó un paisaje similar. Ella era una artista excepcional que le heredó su amor al arte, muchos recuerdos a su lado se situaban en el improvisado taller de pintura que montó en casa. La recordaba con un moño desalineado, un overol sucio de manchas de colores que ni con cien lavadas abandonaron la tela, un lápiz tras la oreja, un libro de bolsillo en la bolsa única de su traje y un pincel en mano.
Siempre sintió cierta culpa cuando la miraba en ese lugar. Era una mujer llena de vida y creatividad, ella era demasiado para un simple empleo como cajera de banco. Su cansancio y tristeza después de un arduo día de trabajo podía notarse en su rostro, en las lágrimas acumuladas cada que veía sus películas favoritas, en el aroma agrio que soltaba cuando pensaba que él ya se había dormido.
Todo lo que la hacía feliz se limitaba a un diminuto cuarto en casa. Y aun así podía distinguir el aroma a tristeza que emanaba cada que jugaba con él a actuar obras de teatro.
Desde su muerte, no podía evitar pensar en lo que hubiera pasado si ella nunca se hubiese embarazado. Quizá si él no hubiese nacido, ella seguiría viva, siendo la estrella que siempre deseó ser.
Una caricia en su mejilla lo sacó abruptamente de sus pensamientos. Un sonrojo se dibujó en todo su rostro cuando miró al magnate que había estado acosando por semanas, hincado frente a él, limpiando las lágrimas que soltó sin querer con un pañuelo.
—Es alguien muy necio, ¿sabe?
Asintió, por primera vez avergonzado de sus actos.
—Suba al auto, lo llevaré a casa —le ordenó.
—¿Me escuchará ahora sí?
—Puedo ayudarle con una condición.
Agradeció en silencio que YoonGi no le preguntara la razón de su llanto.
Ocuparon los asientos traseros del auto, éste se puso en marcha después de que TaeHyung le preguntara la dirección de su apartamento. Jugó con sus dedos, preguntándose qué podría querer de él un hombre como Min YoonGi. Definitivamente dinero no. Estaba seguro de que el alfa nadaba en billetes, entonces... ¿Qué?
—Cásate conmigo.
Escuchó mal. Joder que escuchó mal.
Sus ojos se encontraron con los brillantes zafiros, sus mejillas tomaron un color rosa. Se esforzó por sostenerle la mirada para encontrar una señal de que estaba bromeando, porque era imposible que aquellas palabras hubieran salido de sus finos labios, ¿cierto? Es decir, ¿por qué el soltero más codiciado de Seúl le estaría pidiendo matrimonio a un omega desconocido y enfermo?
—¿Sabe? No sabía que existían formas tan creativas para rechazar a alguien. —Rodó los ojos con molestia—. Un simple no bastaba.
—Fue lo que hice y me ignoró.
Bufó. Tenía un punto.
—De cualquier forma, ¿le parece una broma? —El rostro del hombre se mantenía impávido; con esa expresión soberbia y seria que le había visto en todas las ocasiones que se habían topado—. Seguro estoy riéndome.
—Pero... con su posición podría tener a alguien más, ya sabe. —Rascó su nuca, incómodo—. ¿Por qué yo?
—Necesita algo de mí —obvió.
—El matrimonio es algo muy serio señor Min, implica una conexión más allá de un papel. —Se cruzó de brazos—. No se excuse con mi salud.
—Park. —Suspiró, pidiéndose paciencia internamente—. Tomaremos de este matrimonio lo que necesitamos. Soy un hombre ocupado que no tiene tiempo para relaciones, puedo perder valiosas horas en buscar un omega de buena posición o irme por quien posee todos los requisitos, como usted.
—Quiere fingir un matrimonio —ignoró el insulto implícito.
—Qué listo. —Con una nimia sonrisa le entregó un cuadro de plástico negro con un número impreso en letras doradas y el nombre de su compañía. Era una tarjeta de presentación—. Llámeme cuando se decida. Le doy una semana.
—Un matrimonio por conveniencia. —JungKook sonrió con entusiasmo, quizá más del que sentía el mismo JiMin. El pelirrojo tomó otra galleta de la canasta—, que afortunado Jiminie, serás el juez de un romance prohibido.
—Diosa, has leído muchas novelas. —Rodó los ojos.
—Sólo piénsalo Minnie, mi experiencia como fan de series románticas y creador de historias lo sabe. —Arrancó una hoja de su cuaderno para dejarlo en la mesa y dibujar un triángulo, poniendo un nombre en cada lado—. Min YoonGi, su amigo Kim SeokJin y su asistente Kim TaeHyung andan en algo.
—Sólo estás especulando.
—¿Especular? —Se subió sus gafas sin cristales para aparentar seriedad—. Deja volar un poco tu imaginación Minnie, ¿de acuerdo? Armani le dio a Min YoonGi un traje como patrocinio. Al día siguiente, Kim SeokJin lo utilizó en un evento de alfombra roja, ¿qué puede significar eso?
—Tal vez... que comparten ropa como amigos cualesquiera. Este suéter es tuyo Kookie. —Señaló su prenda azul con obviedad.
—En todo caso, si SeokJin es amigo de YoonGi también se llevaría bien con TaeHyung, ¿no? Pero las pocas ocasiones que se les ha visto a los tres juntos parece que no se aguantan entre ellos. —Extendió las manos sobre la mesa para tomar las del rubio en su emoción—. Cómo no puedes verlo, es un claro triángulo amoroso.
—Los amigos de tu amigo no tienen que caerte bien también, tú más que nadie lo sabes. Ahora, en caso de que sea cierto. —Chasqueó la lengua, apartando las manos para sujetar su taza de té—. Quiere casarse conmigo para usarme como cortina de humo.
—No puede ser otra cosa. —Recargó su codo en la mesa y su rostro contra la palma de su mano, haciendo un pequeño mohín—. Pensé que los actores tenían imaginación. Si se casa con un omega de su mundo y lo descubren se hará un escándalo nada propio del gran Min YoonGi. En cambio, si se casa contigo; un omega sin dinero, fama y que necesita algo de él, es más seguro para ocultar su relación.
Ignoró el claro mensaje de que seguía siendo un triste chico sin una carrera exitosa, además de pobre y enfermo. En su lugar pensó en lo que JungKook decía, encontrando que no era indiferente a la novela que su hermano creó en esa descabellada mente. Es decir, ¿para qué más podría servirle a un alfa que prácticamente lo tenía todo? No podía ofrecer otra cosa que su silencio en caso de que todas esas sospechas sean ciertas.
—No lo sé, Koo —expresó inseguro, rascando su nuca—. Es que todo esto es muy extraño.
—Existen los divorcios.
—Divorciado a mis veintes. —Puchereó—. No suena ni un poquito alentador.
Sacó de su bolsillo la tarjeta que el pálido alfa le dio exactamente hace una semana. La rodó entre sus dedos, mirándola con duda como lo había hecho los seis días anteriores, pues todavía no encontraba el valor para marcar el número.
Pasó largos años de su vida con quien pensó era el amor de su vida.
HaeJin alguna vez habló sobre el matrimonio pero primero quería obtener un trabajo estable y un departamento para tener algo seguro antes de dar un paso tan significativo. Ambos querían estabilidad en su vida personal para finalmente entrelazar sus vidas.
Joder, ahora que lo pensaba siquiera había tenido tiempo para vivir el duelo de su ruptura como dijo el doctor corazón de la televisión.
Y ahora en un abrir y cerrar de ojos podría estar casado con la persona que salvaría su vida. Un magnate empresario cuya vida se asemejaba a un libro de misterio, el cual no conocía más allá de lo que decían las revistas, lo que era muy poco por no decir nada.
¿Podrían conocerse? No sería tan malo hacerlo, ¿cierto? Debía pensar en los beneficios que le traería estar casado con Min YoonGi. Aunque por el momento no se le ocurría ningún otro.
—No puedes pensarlo tanto. —Jungkook le arrancó la tarjeta de los dedos y con su teléfono marcó el número. Esperó a que diera tono antes de dárselo a JiMin—. Vamos, te ahorré un paso.
Sus manos comenzaron a sudar, se esforzó en controlar su respiración errática y colocó la bocina contra su oreja.
Su respiración se cortó cuando alguien contestó.
—¿Sí?
◦•≫ ──── ≪ ✿ ≫ ──── ≪•◦
Mientras continué subiendo las actualizaciones hasta el último capítulo escrito, voy a anular la publicación del resto de capítulos para no confundirles y también, quizá de esa forma avive un poco la emoción de esperar el nuevo capítulo de una no tan nueva historia 😅
Les quiero, hasta mañana ❤
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