💣03💣
Estaban disfrutando tanto el juego de sus bocas, era tan placentero que poco a poco la cordura y sensatez abandonó el cuerpo del mafioso; no obstante, Dong Min aprovechó este descuido para patear al alto en la entrepierna y alejarse de él. Moonbin gruño enfadado y adolorido, pero de cierta forma la extraña rebeldía del joven le excitaba de sobremanera, y no podía dejar de imaginarse a ese chico amarrado en su cama, listo para ser jodido por el alto.
- Dannazione! (Maldita sea). Pensé que sólo eras un gatito asustado.
- No me subestimes.
- Y pensar que luces como un gato indefenso –comentó Moon mientras se acercaba al otro-, eres una cajita de sorpresas Dong Min.
- Jódete.
- En lugar de eso, permíteme joderte yo a ti. Te doy mi palabra de que lo vas a disfrutar –dijo con sorna y cinismo.
Dong Min intentó golpearlo con su diestra en un intento por hacerlo retroceder, pero Moonbin evadió el puño del bajito con agileza y rapidez. Le parecía graciosa la situación, pues ver a Dong Min pelear, o al menos intentarlo, le recordaba aquellas palabras que un día su padre le dijo entre carcajadas: "Las mujeres tienen muy mala puntería, jamás le dan a lo que apuntan por eso lo mejor es quedarse quietos". Con Dong Min, esas palabras parecían encajar muy bien de cierta forma.
- ¿Por qué empezar una pelea que desde ya esta perdida? Apuesto a que ni siquiera sabes porqué peleas.
- Peleo por mi vida.
- No te la pienso quitar, al contrario, planeo que sea larga y beneficiosa para mí.
Dong Min se detuvo en seco al oír esas palabras. ¿Habré escuchado bien?, se preguntó él. Miles de dudas asaltaron su cabeza tras aquella declaración, todas perturbaban cada vez mas la mente del joven espía.
- ¿Qué quieres decir?
- Que si has sido tan osado al inmiscuirte en mi habitación y mis asuntos, espero seas igual de osado para asumir las consecuencias.
- Di-dijiste que no me matarías.
- Y lo sostengo, por ello he decidido que permanezcas aquí conmigo.
Dong Min enmudeció por un minuto y algo más, la ira se iba juntando en su cuerpo hasta que la bomba explotó.
- No creas ni por un segundo que permitiré eso ¡Idiota pervertido! Prefiero morir a ser humillado así.
- ¿Humillado? –el mafioso se carcajeó- Más vergonzoso será si te regreso a la Interpol con una carta que diga: En un próximo encuentro envíen a alguien a quien no le tiemble la mano cuando sujete un arma, ¿no crees?
Avergonzado, el espía bajó el rostro. En ello, su cerebro se debatía si golpear al prepotente que lo insultaba o buscar la forma de salir, aunque la segunda opción era realmente difícil puesto que se encontraba en un sótano y si salía del lugar le esperaba un gran grupo de guardias que no dudarían en balearlo a gusto.
- ¡JinJin! –gritó y poco después, el rubio bajo entró en el sótano- A nuestro inexperto espía le apetece ser parte de nuestra subasta de esclavos.
- ¿Qué? No, ni hablar –refutó Dong Min- No me convertiré en un maldito juguete de sus perversidades.
- ¿No te gusta la idea? –se burló-. Bueno, puedes entonces proponer algo.
- ¿Qué te parece si me dejas ir, grandísimo imbécil? –inquirió con sarcasmo.
- Podemos matarlo y acabar con este dolor de cabeza de una vez por todas –refunfuñó JinJin dándole una mala mirada al espía.
- Matarlo queda descartado completamente.
- ¿Has perdido la cabeza? Es un agente de la Interpol, no deberías dudar en matarlo.
Poco a poco Dong Min empezó a sentirse incómodo en la habitación. La charla era un inusual debate sobre si debía o no vivir, curioso, siempre creyó que llegada esta situación lo que sucedería sería la muerte súbita sin opción a suplicar por su vida. Era cómico, hilarante y francamente fastidioso. Supuso que sería un buen momento para huir dada la puerta abierta y la distracción que representaba tan interesante debate. Sus piernas se movieron con sutileza hacia la puerta pero cuando estaba en el lumbral escuchó:
- Ni se te ocurra moverte o juro dispararte.
- Baja el arma, JinJin. –ordenó Moonbin mientras avanzaba hasta Dong Min-. Me has puesto de mal humor, Dong Min. Eres como un perro que debe ser entrenado y domado, supongo que un buen castigo será someterte a mis órdenes.
Con ligereza elevó al chico en brazos, y tras ordenarle a JinJin que mejorara la seguridad de la casa, llevó al chico hasta la mesa junto a una de las paredes del sótano. Tras salir, el segundo al mando cerró la puerta. El mafioso sentó al joven en la mesa y se posicionó en medio de las piernas de este. Con rudeza, sujetó el cabello del apresado y lo tiró hacia atrás de forma que lo viese a los ojos, aquellos que poseían un excitante destello de fiereza muy inusual en las personas que estaban cerca del mafioso.
- ¿Sabes por qué aún no he permitido que una bala atraviese tu pecho? Porque espero poder quebrantar ese espíritu indomable, espero domarte a tal punto que cuando te deje ir serás tú el que suplique por mí.
- ¿Eso quieres? Pues espera sentado porque no sucederá.
- ¿Quieres apostar, amore mio? –preguntó acercándose peligrosamente a los labios ajenos provocando un adorable sonrojo en Dong Min-. Pero recuerda: Un mafioso non perde mai (Un mafioso nunca pierde).
Moonbin atacó los labios del pelinegro, no le dejó escapatoria cuando lo sujetó por la cintura y lo atrajo a su cuerpo. Dong Min estaba en una guerra mental entre apartar al hombre que se apoderaba de su boca como si esta le perteneciera desde siempre, o dejarse llevar y disfrutar del hombre frente a él. Pero hubo una voz en su cabeza que le decía a gritos: "Eres un espía de la Interpol, tu misión es atrapar al mafioso... ¡No permitirle joderte!". Pero haciendo caso omiso a aquellas advertencias que tanto su cerebro como su cuerpo le daban para alejarse, simplemente le dejó acceso a todo su cuerpo. "Hay algo muy mal contigo".
- ¡Ah! –un gemido salió de sus labios cuando sintió la mano de Moonbin infiltrarse en sus pantalones y acariciar su entrepierna. La boca ajena se resbaló hasta su cuello dónde dejó mordidas, lamidas y marcas-. No ha-gas... ¡eso! –chilló cuando su miembro se vio envuelto por la mano contraria. La sensación era tan placentera que no podía creerlo-. Para... -aún contra los deseos de su cuerpo, trató de apartar al mafioso pero no lo consiguió.
El joven se deshacía en gemidos e incoherencias, no podía formular oraciones completas y mucho menos era capaz de coordinar sus movimientos. El mafioso tomó ventaja de eso y comenzó a desvestir a Dong Min hasta dejarlo desnudo; el otro sólo atinó entonces a quitarle la camisa blanca al líder de la mafia. Recostó al muchacho en la mesa y elevó sus piernas para dirigirse entonces a la entrepierna de este. Pero un sonido los sacó de su ensoñación, en uno de los bolsillos de la chaqueta de Dong Min, un célular sonaba. Con diversión, y en contra de la voluntad del espía, contestó.
- ¿Diga?
- Dong Min –dijeron del otro lado.
- No, no soy Dong Min –respondió con sorna.
- ¿Quién eres tú? ¿Dónde está Dong Min?
- Oh, Minnie esta muy bien. En este mismo momento se encuentra gozando de los placeres de la vida –a modo de mofa, metió dos dedos de manera poco amable sacándole un grito fortísimo-, nada más óyelo gritar.
- ¿Qué le haces a Dong Min? ¿Quién eres? –gritaron desde el otro lado.
- Mi nombre es Moonbin, me parece que ustedes estaban buscándome. –contestó con sorna.
- ¿Y qué hace Dong Min contigo?
Moonbin degustó de las pataletas que el joven daba tratando de apartarse del mafioso para tomar el teléfono, pero eso no sucedería ni por intercesión divina. Entonces, y como castigo, dirigió su boca a la entrada del joven para lamerla teniendo aún el teléfono cerca de la boca.
- No acostumbro a compartir el sexo con terceros, y asumo que no eres voyerista así que esta llamada acaba aquí. Ah, y una pequeña advertencia, si envían un equipo para buscarme tendrán que prescindir de Dong Min y sus servicios a la Interpol.
Con esas palabras acabó la llamada y se puso en pie.
- ¡Suéltame! –profirió Dong Min con enojo por la humillación telefónica que había sufrido.
Moonbin, manteniendo una sonrisa descarada, tomó con fuerza las piernas de Dong Min y las abrió, y tortuosamente se adentró en el joven.
- ¡Ah, duele!
- Dio (Dios) –gruñó con satisfacción- Ah, eri vergine (Eras virgen) -fue lo que creyó el mafioso al sentir cuan estrecho era el canal de Dong Min, tan caliente y sensible.
Fuertes embestidas causaron un erótico sonido que inundó el sótano. Los testículos de Moonbin golpeaban con rudeza los glúteos del joven, al tiempo que de los labios de Dong Min salían gritos y gemidos, que si bien en un inicio eran de dolor ahora eran de puro placer, mientras sus manos se aferraban al cuerpo robusto del mafioso. Moonbin acercó su boca a la de Dong Min y se fundieron en un fogoso beso dónde Dong Min se agarraba del cuello ajeno para poder besarlo con fuerza.
- ¡Oh, Dios, sí! ¡Más por favor!
- Te dije que suplicarías por mí –le susurró al oído con sensualidad.
- ¡Ah, se siente..., ah, rico!
"Penso che il mio piccolo abbia appena ceduto ai miei desideri" (Creo que mi pequeño acaba de sucumbir a mis deseos)
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