¹¹'¹⁰
Dicen que mientras menos esperas, más encuentras.
Yo jamás esperé encontrar a nadie que me hiciera reencontrarme a mí misma, nadie que encubriera lo mierda que es la realidad adornándola con una sonrisa. Jamás esperé coincidir con él.
Tras una noche de fiesta descubrí que desde sus ojos la realidad era mucho más bonita.
Ese día el azar nos dejó frente a la puerta de una vieja discoteca en la que bailé con él durante horas sin miedo a lo que nadie pudiera pensar sobre nosotros. No nos detuvimos hasta que me empezaron a doler los pies de dar botes.
—Quizá unos tacones no han sido la opción de calzado más adecuada para salir de fiesta —habló Xander junto a la barra antes de dirigirse al barman —Un roncola y...
—Otro para mí —respondí al ver que era mi turno para pedir —En mi defensa diré que no me esperaba nada de esto.
—¿Y a que no ha estado tan mal?
—Me ha gustado. Mucho. Pero si ves por ahí al chico-no-interesante que me acompañaba, no le digas que lo he admitido en voz alta. Eso echaría por tierra mi imagen de chica incomprendida.
Xander comenzó a reír.
—De acuerdo, Ruth. Tu secreto está a salvo conmigo.
No pude evitar fijarme en los dos hoyuelos que se le marcaban al reírse, en lo perfectos que tenía cada uno de sus dientes, en como las pecas iluminadas por los leds de la sala vibraban sobre sus mejillas acompañando cada carcajada y como sus ojos ya de por si rasgados se achinaban con ese gesto.
—Fue por una discusión —admití.
Nunca supe porqué lo dije. Solo sabía que si iba a contárselo a alguien, quería que fuese él.
Xander dejó de reírse para fruncir el ceño, invitándome a seguir hablando.
—Antes solía ir todos los sábados a un sótano en la Doyer Street que organizaba las mejores fiestas clandestinas —comencé cansada como si hubiera narrado la historia miles de veces —Rachel, Brooke, Ivett, Levi y yo. Por aquel entonces éramos uña y carne, las cinco. Pero una noche tonta todo se descontroló. Bebimos más de la cuenta y salieron a la luz trapos sucios que todas sabían excepto yo, que era la mayor implicada. Me enteré de que mi novio en realidad era novio de el grupo al completo, me enfurecí y empecé a disparar mierda a todas. Ese día se cayeron las mascaras y jamás volvimos a ser como antes. Y no es que me haya dejado ningún trauma, simplemente ahora veo a la gente con otros ojos.
Al acabar de explicar se hizo el silencio. No sabía en qué momento bajé la mirada, pero ahora no me atrevía a subirla.
—Las bebidas —interrumpió el barman.
Rápidamente agarré una copa y me la llevé a los labios con tal de no seguir ahí parada sin saber que decir.
—No todos somos así —habló entonces Xander.
—Claro que sí. Yo también lo he sido. Y no digo que esté mal, simplemente me cansa ¿Sabes?
—Si pudieras volver atrás en el tiempo, ¿Cambiarías algo?
—Probablemente no —mentí.
Xander dio un trago a su bebida.
—Seguro que hay algo que harías diferente —indagó con un destello triste en su mirada —No tenemos todo el tiempo del mundo, ¿Sabes? Haz las cosas bien mientras puedas.
Y silencio. Lejos de ser un silencio incómodo, sirvió como borrón y cuenta nueva; una pausa para recuperar las riendas de la conversación.
¿Que coño hacía hablando sobre problemas del pasado? Aunque algo me decía que sí era la persona, aquel no era ni el momento ni el lugar.
—Vaya dos muermos —declaré con el ceño fruncido y una sonrisa.
—Totalmente de acuerdo. No deberíamos de llorar nuestras penas estando de fiesta.
—¿Propones algo mejor?
—Ven conmigo —me ánimo tomando mi muñeca para arrastrarme fuera de todo el bullicio que se había creado junto a la barra.
Con los tacones y la copa en la mano, no voy a negar que me costó seguir su ritmo. Pero por primera vez en mucho tiempo, decidí dejarme llevar —tanto en el sentido literal como figural de la palabra—.
Si no recuerdo mal, y digo esto porque a aquellas alturas de la noche el alcohol ya me había empezado a nublar la vista, subimos unas oscuras escaleras hasta llegar a una diminuta terraza con absolutamente nadie más que nosotros dos.
Como si no me hubiera dado tiempo a echar un vistazo por encima de su hombro, Xander me rodeó para poder taparme los ojos con las palmas de sus manos. Aguardó unos segundos para dar suspense y finalmente soltó su agarre con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Voilà! —exclamó apuntando a las vistas —Se que no es el Empire Estate pero...
No. Claro que no lo era. Estos tres callejones oscuros no tenían ni punto de comparación con las impactantes vistas que ofrecía el mirador más conocido de Nueva York. Sin embargo mi cabeza no tardó en catalogar aquella terraza como un lugar acogedor, un lugar seguro, al igual que hizo con Xander unos días atrás.
—¿Quién necesita el Empire Estate teniendo esto? —vacilé con diversión —No, en serio. Prefiero mil veces esto.
—¿Porque no tienes a gente invadiendo tu burbuja aislante del resto del mundo? —me pinchó siguiendo con ese buen rollo al darme un leve empujón en el hombro.
—Ya te tengo a tí —contraataqué, devolviéndole el golpe.
Se agachó para sentarse en el bordillo que delimitaba la azotea, dejando colgar las piernas por el precipicio. Yo imité sus pasos y tomé asiento junto a él.
Eché la vista abajo. Calculé que estaba a unos quince metros del suelo, aún así no sentí ningún tipo de vértigo mas que el que me provocaba la cercanía del chico a mi lado, el cuál al girar la cabeza descubrí que me estudiaba con detenimiento.
—¿Qué? —pregunté con una risa nerviosa, intimidada por su atención.
Xander carraspeó la garganta y volvió la vista al frente, también algo inquieto.
Entonces algo abajo captó nuestra atención.
—¡Me encuentro perfectamente, Wynn! —gritó una rubia que caminaba en zigzag.
—¡Willow, vas a caerte!
—¡No me voy a...!
No le dió tiempo a terminar la frase cuando, efectivamente, la chica se desplomó al suelo.
—¿Bryce? ¿Wynn dónde está Bryce?
Lo último que vimos fue como el rubio la cargó en brazos antes de doblar la esquina y desaparecer del callejón.
—Ughh —exhalé con una mueca lastimera.
—¿Ughh? —Xander frunció el ceño con confusión —¿Ughh por qué? ¿Qué pasa?
—El chico está enamorado de la rubia hasta las trancas.
—¿Y cómo sabes tú eso? ¿Los conoces? —interrogó cada vez más perdido.
—¿No es evidente? Ella está enamorada de otro y no quiere hacerle daño pero... Créeme que lo hará.
—Ruth, ahora mismo me das un miedo que lo flipas ¿Eres bruja o algo así?
—¿Que voy a ser bruja? No digas tonterías —reí antes de confesar —se me da muy bien leer a desconocidos. Es como leer la sinopsis de un libro.
Las pupilas de Xander se dilataron sobre las mías en una mirada que me hizo estremecer de arriba a abajo. Me obligué a romper el contacto visual y volver mi atención a la calle.
—Esa mujer, por ejemplo —señalé a una madre empujando un carrito —Con ojeras y la mirada perdida pero aún así vistiendo con ropa ceñida, escote y tacones. Recién divorciada.
—¿Y aquel niño? —señaló mirando hacia el otro extremo de la calle.
—Él solo es feliz. Se acaba de comprar esa piruleta con el dinero que le ha dado su abuela a espaldas de su madre. Además hoy ha sido el jugador que más goles ha marcado en su primer partido de fútbol.
—¿Como puedes estar tan segura? —se asombró Xander.
—A veces no lo estoy y simplemente tiro de mi imaginación.
Asintió.
—¿Qué pensaste de mí?
La pregunta me pilló por sorpresa.
¿Que qué pensé de él?
—No... No lo sé. Mi primer impulso fue pensar que eras un pandillero que pretendía hundirme una navaja en el estómago.
—Cierto, recuerdo como cerraste los ojos cuando te sostuve contra la puerta del baño. Creí que el corazón se te saldría del pecho —reconoció entre risas.
—Luego te vi mejor. No parecías ningún tipo malo ni nadie a quien debiera tener miedo. De hecho sentí todo lo contrario.
—Como si nos conociéramos de toda la vida —completó por mí.
—Sí, algo así.
»Como si nos conociéramos de toda la vida —repetí para mí.
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