¹⁰'¹⁰
—¿Así que una novela...? —se interesó Xander con una sonrisa cautivadora una vez la señora Perkins nos dejó a solas.
—No. Y no vuelvas a sacar el tema —zanjé.
—Ooh, ¿Por qué no? Si la has escrito tú seguro que es genial.
—¿Te estás burlando de mí?
—En absoluto —dijo con fanfarronería —solo intento persuadirte para que me dejes leerla.
—No.
—Al menos dime de qué va.
—No.
—¿El título?
—¡No!
Xander resopló.
—¿No era yo alguien con experiencia en el mundillo de la literatura? —me recordó.
—¿Tú? ¿El mismo chico que ha leído 101 posturas para hacer del sexo una actividad más placentera? —pregunté sarcástica.
—Pero lo has dicho. Y la señora Perkins no lo ha puesto en duda. Debo de haberle parecido alguien super intelectual.
—O simplemente no le apetecía discutir con un chaval al que le triplica la edad —comenté con desinterés.
—Como sea —cedió antes de acabarse el contenido de su taza de un trago —¿Que más haces en tu tiempo libre? Lo mismo conociéndote mejor consigo alguna pista acerca de la novela.
—¿Que más quieres que haga? Estudio, escribo y leo.
—¿Dedicas todo tú tiempo a los libros? Es irónico que luego sea yo el chico-no-interesante.
—Dicho así suena... deprimente. Pero no siempre ha sido igual, ¿Sabes? Antes solía salir y divertirme pero... Dejemos el tema. No quiero aburrirte en la segunda cita —bromeé tratando de quitar peso a mis palabras.
Confiaba en Xander. Si en ese mismo instante me hubiera pedido escapar por la ventana de la librería con un ejemplar robado de la biblia, probablemente lo hubiera seguido sin rechistar. Porque había algo en él que me enganchaba y me asustaba a partes iguales ¿Acaso tenía sentido?
A mí, la chica más cerrada de la ciudad, me habían bastado dos días para abrirme a él y permitirle conocer una pequeña parte de mí. Pero si me paraba a analizarlo, ¿Que sabía yo de ese chico? A parte de su nombre y su historial delictivo, nada. Seguía siendo una persona totalmente en blanco para mí, por eso decidí contener el impulso de contarle todas y cada una de mis mierdas.
—No me aburres, me intrigas —explicó él.
A lo largo de mi vida había escuchado a la gente emplear cientos de adjetivos para definirme. Decían percibirme como una chica tranquila, reservada, distante, rutinaria, inteligente, risueña, dulce... ¿Pero intrigante? Intrigante era lo opuesto a todo lo anterior.
—¿Asi que te intrigo? —arqueé una ceja, divertida antes de echarme a reír.
Y mientras yo perdía el oxígeno a carcajadas, Xander me miraba con ojos oscurecidos y un atisbo de duda.
Mi risa se detuvo. De pronto Xander y yo nos encontrábamos sumidos en un denso silencio, tan denso que la respiración se me empezó a dificultar. Juraría que hasta se me realentizó el pulso.
—¿Qué? —pregunté confundida al sentir su mirada taladrándome.
Vaciló unos segundos, saboreando las palabras antes de dejarlas escapar de entre sus labios.
—Déjame sacarte de los libros por una noche. Sal conmigo de fiesta, como dices que solías hacer.
—Yo... No sé si es buena idea...
—Sí vas a ponerme cualquier excusa, ahórratela. ¿Te he hablado ya de lo persuasivo que puedo llegar a ser?
—No hace falta que me lo jures —murmuré.
—¿Por qué no crees que sea buena idea? —insistió.
—¿Por qué crees tú que sí lo es?
De nuevo, silencio.
—Creo que nos hacemos falta —susurró finalmente —Te espero a las diez en la entrada de la Lavender's Grove Library.
Tras soltar la bomba, dió una palmada a la mesa y se marchó. Así sin más. Se marchó dejándome con el pulso desenfrenado y mil preguntas sobre la lengua.
—¿A quien quieres engañar, chica?
—¿Perdón? —me giré hacia la señora Perkins, quién me observaba sentada junto a la barra.
—Os he oído. Si te interesa oír la opinión de una sabia anciana rebosante de experiencia... Pienso que deberías ir. Te vendrá bien salir a qué te dé el aire.
Me acerqué a ella riendo y negando con pesar para darle dos besos.
—Mejor me voy a meditarlo a mi casa. ¡Que tenga un buen día, señora Perkins! —me despedí antes de desaparecer.
Las siguientes horas las pasaría frente a un espejo, probándome viejos vestidos que hacía meses que no usaba. No importaba cuan bonita fuera la prenda que vistiese, yo siempre terminaba por encontrarle una pega, un fallo, un motivo para enviarlo de vuelta al armario.
Así me pegué toda la tarde entre telas, zapatos y joyas, intentando recordar cuál fue la última vez que Ruth Moore salió de fiesta de verdad. ¿Y si se me había olvidado cómo bailar? ¿Y beber? La tolerancia al alcohol no disminuía con el tiempo ¿Verdad?
Eran tantas las cosas que podían salir mal si me decidía a ir... Pero por otro lado estaba él. Xander Lennon, probablemente lo más cercano a un amigo que ahora tenía.
Antes de poder arrepentirme me introduje en un vestido escotado color burdeos, agarré los tacones, el bolso, y cerré la puerta de mi habitación a mi espalda. Estaba decidido, hoy Ruth reconectaría con aquello llamado mundo exterior.
***
—Te imaginaba alguien más puntual —reconoció Xander al verme aparecer a su lado. Sus ojos no tardaron en recorrerme de arriba a abajo mientras yo terminaba de acercarme a él.
Volvíamos a estar frente a la Lavender's Grove Library, solo que esta vez estaba completamente a oscuras tanto dentro como fuera.
Recuerdo el cosquilleo por todo mi cuerpo. Hacía mucho que no salía de noche a algo que no fuera sacar la basura. Para bien o para mal, me sentía extraña.
—¿No está todo muy tranquilo? —advertí. Sin contar el ruido de los coches, Xander y yo éramos las únicas voces que se escuchaban en la manzana. No había nadie en la calle, y eso en la Nueva York que yo conocía era casi imposible.
—La ciudad sabe que esta noche es de Ruth y Xander. Nuestra y de nadie más —ensanchó su sonrisa arrancando a andar.
—¿A donde vamos?
—A divertirnos.
—¿Y donde queda eso? —insistí.
—Quien sabe —se encogió de hombros. Yo comencé a reír sin saber el porqué.
Una vez más, Xander Lennon lo había conseguido. Había conseguido sacarme de mi burbuja, de mis libros, hacerme sentir segura, provocarme la risa tonta y hacerme volver a sentir.
¿Pero por qué lo hacía? ¿Acaso le daba lástima?
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