¹⁰'¹⁰
Esa misma noche decidí llevar a cabo una limpieza de contactos. Agarré mi móvil y comencé a eliminar uno por uno todos esos números de gente que ya no aportaban nada a mi vida.
Me llevó un tiempo, pero el resultado fue rotundo. En unas horas pasé de tener más de mil contactos agendados a conservar los que para mí eran los cuatro más relevantes: los de la familia —mamá, papá y la tía Julen— y el de Levi.
Levi... Quién iba a decir que la amistad de la que tan rápidamente me desprendí en el pasado fuera a ser la única a la que echaría en falta hoy día.
No hablábamos desde hace meses, sin embargo, por algún extraño motivo, decidí guardar su número. Recuerdo que algunas noches, cuando me dejaba invadir por la nostalgia, abría nuestro chat y pulsaba algunas teclas para luego acabar arrepintiéndome y eliminando todo el mensaje.
Porque así era yo. Así de enrevesada, así de cobarde.
El caso es que a la mañana siguiente me desperté sintiéndome una Ruth nueva, una Ruth mucho más libre.
—Buenos días —cantureé alegremente al entrar a la cocina.
Allí ya olía a café y huevos revueltos. Mi padre, sentado a la mesa, ojeaba el periódico mientras mi madre daba el último bocado a su pan tostado.
—¡Cariño! ¿Que haces despierta tan temprano? —me recibió ella con una sonrisa.
—Hoy voy a ir antes a la librería.
—¿Y eso? —se interesó mi padre levantando la mirada de su lectura.
—Espero a alguien. O eso creo.
—¿Has quedado con Rachel y las chicas?
—¿En la librería? —me reí con una mueca absurda para hacer énfasis en la ironía de aquella pregunta —Conociéndolas, ya habrán hecho planes para ir a algún salón de belleza sin mí.
—No te lo tomes personal. Seguramente saben que a tí no te van ese tipo de cosas —le restó importancia mi madre.
—Sí... Seguro que es eso —murmuré yo, más para mí que para ellos. —Salgo ya, luego os veo ¿De acuerdo?
—¿No vas a desayunar? —se alarmó mi madre, no conforme con la idea.
—¡Compraré pastas a la señora Perkins! —grité ya desde la entrada.
Giré la llave y crucé el umbral, consciente de que la Ruth que entró unas horas antes jamás volvería a poner un pie en aquella casa. Apenas diez minutos de camino después, ya me encontraba rodeada de libros en la Lavender's Grove Library.
Nada más entrar busqué a mi alrededor a un chico alto, castaño, de ojos almendrados y sonrisa perfecta cuyo nombre seguía siendo un misterio para mí.
Desafortunadamente, nadie dio el perfil.
Quizá era muy temprano.
Quizá no vendría.
Alejé ese último pensamiento de mi cabeza y me entretuve leyendo las sinopsis de algunos libros recién llegados del almacén con el propósito de hacer tiempo hasta que él llegara.
Treinta y dos sinopsis después, él seguía sin aparecer.
Pensé que cambiar de posición sería una buena idea. Quería buscar un lugar rodeado de gente, pero escondido a la vez. Un lugar desde el que poder observar sin ser observada.
Decidida a instalarme en la mesa de siempre, subí hasta la tercera planta, aquella en la que la señora Perkins había improvisado su cafetería.
Cuál fue mi sorpresa al encontrarme allí con... ¿Cuál era su nombre? Él.
Podía verlo. Sí, estaba segura de que era real. Estaba sentado en mi mesa, que también fue la mesa en la que tomamos café el día anterior. Iba vestido con vaqueros anchos y una sudadera beige bien combinada con las zapatillas. Pero lo que más me llamó la atención fue el libro entre sus manos.
—No sabía que el misterioso chico-no-interesante también leía —vacilé, destruyendo ese silencio que lo hacía concentrarse.
Él levantó la cabeza y sonrió al notar que me acercaba.
—Solo me estaba haciendo el interesante. No sabía cuánto más tiempo ibas a quedarte ahí parada, observándome.
No pude evitar reírme. Y apenas llevaba dos segundos junto a él, ¿¡No es de locos!?
—¿Esperas a alguien? —inquirí al notar que había dos tazas de café sobre la mesa.
—A tí.
Fruncí el ceño mientras tomaba asiento frente al chico, pretendiendo que yo no hacía lo mismo y que esa respuesta no era justamente la que esperaba oír.
—¿Cuando has entrado? Debería de haberte visto, llevo aquí toda la mañana.
—Eso es imposible. Yo llevo aquí toda la mañana —replicó divertido para después excusarse —No sabía a qué hora vendrías, así que he decidido no arriesgar.
—Después de lo extraño que fue todo ayer pensé que no querrías volver.
—¿Y morir sin saber que locura cometiste por culpa de mis consejos? Nah.
—No he hecho ninguna locura. Es más, he hecho lo opuesto a una locura —me defendí con una sonrisa orgullosa —He hecho lo correcto, algo que debería haber hecho hace mucho tiempo.
—¿Y vas a decirme que es eso tan correcto que has hecho?
—Vayamos poco a poco —bromeé —todavía no se ni tú nombre.
—Xander Lennon, un placer —extendió su mano hacia mí.
—Ruth Moore —la estreché.
—Genial, ya nos conocemos. ¿Me lo cuentas ahora?
De nuevo rompí a reír.
Parecía mentira todo lo que un desconocido podía provocar en mí con tan solo unas palabras, una sonrisa amplia y una hipnótica mirada.
—¡Ruth, querida!
La señora Perkins entró en escena con su característico delantal de flores y unas zapatillas de andar por casa.
—¡Hola! —grité con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque aquella mujer seguía siendo muy capaz de moverse y caminar por toda la librería, su edad le había empezado a dificultar la audición.
—¿Que haces aquí tan temprano? ¿Es que acaso no duermes, niña? —me reprendió.
Ella era, con diferencia, la persona que más se preocupaba por mí, mi diminuto círculo social y mis inexistentes horas de sueño. Para mí era lo más cercano a una abuela.
—Señora Perkins, le presento a mi amigo Xander —desvié la conversación. Había veces que no soportaba ser el centro de atención.
—¡Pero que chico tan guapo! ¿Que te trae por mi librería? —se dirigió a él con una sonrisa amable.
Al escuchar eso último Xander, quien estaba dando un sorbo a su taza de café, comenzó a toser desenfrenadamente.
Me costó entenderlo, pero acabé cayendo en la cuenta de que el que Xander estuviera allí y ahora se debía al libro erótico que robó años atrás a esta pobre mujer. Obviamente no iba a decírselo, por lo que me vi obligada a intervenir en su rescate.
—Tiene mucha experiencia en esto del mundillo literario y... He pensado que podría ayudarme con mi novela. Sí, por eso lo he traído.
—Me parece fantástico que por fin te atrevas a compartir tus proyectos con el mundo. Lo tenías muy en secreto, así no ibas a llegar a ninguna parte, Ruth.
Sentí que se me encendía fuego en las mejillas.
De todas las excusas que había, ¿Por qué tuve que soltar esa?
Supongo que fue otra de las tantas cosas que nos llevaron a conectar. Otra de las tantas cosas que, indirectamente, me empujaron a mí a reescribir mi vida.
***
Hola otra vez!
¿Que os va pareciendo la historia?
Esto es un borrador, por lo tanto seguiré cambiando y añadiendo cosas con el tiempo.
Quería daros las gracias por el apoyo que estoy recibiendo, ya que soy una cuenta pequeña a la que le cuesta llegar a la gente y a pesar de que sois pocos los que me leéis, me estáis empujando a seguir adelante con esta historia.
Gracias y os dejo continuar con la lectura.
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