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La vida es muy rara a veces. Te despiertas una mañana y piensas que hoy será un día como otro cualquiera pero, antes de que puedas darte cuenta, estás sentada frente a un completo desconocido al que le han bastado un par de minutos para robarte las primeras sonrisas del día, compartiendo miradas llenas de curiosidad.
-Tu café -anunció dejando la taza sobre la mesa.
Otro de los motivos por el cuál amaba aquella librería era la pequeña cafetería que su dueña, la señora Perkins, había improvisado tan solo reuniendo un puñado de mesas y sillas y colocándolas algún rincón de la tercera planta.
En ojos ajenos, la cafetería podía parecer algo cutre -además de café y pastas a veces rancias no podía ofrecer mucho más- pero, como todo en aquel edificio, a mí me resultaba francamente acogedor.
-¿Siempre haces esto con las personas que no conoces? -decidí ser yo quien iniciara la conversación.
-¿Que parte? ¿La de devolver un libro porno la librería de la que años atrás lo robé, o la de invitar a la chica que me ha ayudado a un café en la tercera planta de esa misma librería? -preguntó con una sonrisa irónica a la vez que removía su café con la cucharilla.
-La segunda. Claramente, la segunda.
-Supongo que solo lo hago cuando se trata de una persona a la que me interesa conocer.
Pude haberlo tomado como una insinuación de algo, sin embargo su mirada alegre y su tono inocente me indicaron que no lo había dicho con una doble intención. Una lástima.
-¿Y por qué estás tan seguro de que vale la pena conocerme?
-No te fuiste -se encogió de hombros al clavar su mirada en mí-Pudiste dejarme atrapado en aquel baño, probablemente nunca nos hubiéramos vuelto a encontrar. Sin embargo te quedaste y decidiste ayudarme con una de las estupideces más divertidas en las que me he visto envuelto. Gracias, por cierto, creo que no te las había dado.
-En ese caso me alegro de haber dejado en claro la persona tan interesante que soy -vacilé vertiendo el sobre de azúcar sobre el líquido en mi taza -Ahora dame un motivo por el que crees que vale la pena conocerte a tí.
El chico pareció pensárselo seriamente, hasta que finalmente contestó.
-Siempre se me ocurren las mejores preguntas en los peores momentos.
-¿Como por ejemplo?
-No me presiones, esto tiene que salirme natural.
Chasqueé la lengua con falsa decepción.
-No me has convencido. Dame algún otro motivo que valga la pena o dentro de unos meses me acordaré de tí como el misterioso chico-no-interesante que me invitó a un café.
-Podré soportarlo. Además, ¿Cómo estás tan segura de que te acordarás de mí dentro de unos meses?
-No suelo abrirme mucho con la gente, ¿Sabes? Probablemente de haber sido otra persona no habría accedido a este café. Sin embargo hay algo diferente en tí... Como si ya te conociera.
-Comparto la sensación, aunque dudo que sea posible. No soy de por aquí.
-¿Ah no? ¿Y de donde eres?
-De Londres. Toda mi familia es de allí, en realidad.
-Ahora que lo dices, sí que tienes algo de acento -observé -Sabes camuflarlo, no te lo había notado antes.
-Viajo mucho -se encogió de hombros -El libro que hoy venía a devolver lo robé en mi primera visita a Nueva York, hace cuatro años.
-¿Y que te pareció? La ciudad, no el libro -aclaré.
-Sobre estimulante, aunque encantadora a partes iguales. Creo que es la ciudad idílica para un viaje, pero demasiado turística como para poder hacer vida tranquila.
-Si te soy sincera hay veces que a mí también me asfixia. Y eso que se supone que estoy acostumbrada -admití dando un sorbo al café -Vayas a donde vayas siempre estará abarrotado de gente, y yo hace mucho que me convertí en una persona que evita aglomeraciones. O a la gente, en general.
-Pues a mí me pareces bastante sociable ahora mismo.
-Es diferente. A tí no te conozco.
-No veo que tiene que ver -enarcó una ceja.
Devolví la taza a la mesa y crucé mis manos como se solía hacer antes de un profundo discurso. Esto despertó su curiosidad, haciendo que se inclinara más hacia mí.
-No sé cómo eres, como es tu manera de actuar, o de pensar. Ahora mismo eres alguien totalmente en blanco para mí, lo cuál convierte cualquiera de tus futuros movimientos en un misterio; algo impredecible. Mis amigos o familiares, por ejemplo, han perdido ese... factor sorpresa. Sus conversaciones se han vuelto rutinarias, siempre tocando los mismos temas. Sé cómo piensan y como actuarán incluso antes de que les dé tiempo a decidirlo ellos mismos. Quizá esté feo decirlo así, pero son personas que, en su mayoría de tiempo, me dan pereza.
Me dolía hablar así de mi círculo de personas, pero a la vez resultó liberador poder admitirlo en voz alta. Los conocía, y sabía que, de haber escuchado mi anterior párrafo, cualquiera de ellos hubiera cambiado de tema, pensando que esto tan solo era una etapa, ignorando que tenía un problema real.
Quizá por eso me sorprendió tanto recibir otra respuesta. Una diferente. Una que estaba dispuesta a llevarme la contraria y no darme la razón como a los locos.
-¿Y cuál es tu plan? -preguntó finalmente, haciendo un gran esfuerzo por entender mi punto de vista -¿No llegar nunca a conocer a nadie? ¿Pasar los días en soledad? Si hay alguien a quién conoces mejor que a todos ellos, es a tí misma. Y alguien con experiencia te puede asegurar que eso sí que acaba resultando repetitivo.
-Pues lo prefiero, ¿Sabes?
-Alomejor el punto no está en lo mucho que te gusta estar sola. Alomejor está en lo mierda que es tu realidad.
Recuerdo como esas dos frases lograron dejarme la boca seca. A día de hoy todavía me queda algo de aquella sensación.
Y no porque un desconocido estuviera sacando conclusiones precipitadas sobre mi vida. Todo lo contrario. Me dolieron porque me revelaron una verdad que yo nunca antes me atreví a admitir.
-¿He hablado de más? -se preocupó al ver la expresión desencajada que se me había debido quedar -Lo siento muchísimo, de verdad. Tienes razón, entiendo que no soy quien para opinar de tu vida. Ni siquiera sé tú nombre y ya ando entrometi...
-No -lo corté -Gracias. Gracias por ser la única persona que se ha atrevido a decirme la verdad.
-¿Qué?
-Ahora tengo que irme -anuncié con prisa al levantarme de la silla -Pero me gustaría volver a verte. Sí. Quiero volver a verte. Aunque tampoco quiero ponerte en ningún compromiso que no te apetezca... Mañana estaré aquí. Y pasado. En realidad me paso aquí la mayoría del tiempo. Ven si no te he aburrido lo suficiente hoy.
»Creo que necesito introducir a alguien como tú en mi vida. Alguien que me ayude a abrir los ojos.
Aunque para ello primero tenía que liberar espacio, deshacerme de todo lo que ya no quería. Eso era justo lo que iba a hacer; había llegado el momento de reorganizar mi vida.
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