Capítulo 1

  No sé cómo demonios terminé en esta situación.

  Sentada en la mesa de un café al exterior, rodeada de personas que no conozco en lo absoluto y sintiéndome demasiado incómoda.

  Al principio, yo era quien estaba súper emocionada por venir a Oregón, todo lo contrario de Leo, que no estaba nada contento con la idea de tener que "acompañar a su hermanita menor".

  Pero ahora se encuentra hablando y riendo junto a otros chicos de su edad, de algún chiste estúpido o un tema mucho más tonto. No entiendo cómo en menos de tres horas, puede hacer amigos con personas que nunca antes había visto y hablar con ellos de forma tan abierta. Todos dicen que es muy sociable, yo pienso que es muy confiado.

  Admite que eres un asco para hacer amigos y ya.

  ¡Hey! Eso no es cierto, es solo que las personas no se acercan a mí porque creen que soy aburrida.

  Pues por algo será, ¿no?

  De todas formas, no es que lo necesite. Soy capaz de hacer amigos. Yo hice un amigo una vez muy fácilmente. Aunque eso fue hace mucho tiempo, y creo que fue él quien me atrapó primero...

  Pero ya ha pasado tanto tiempo desde entonces, con exactitud cuatro años. Cuatro largos años que para mí fueron como una eternidad. Tantas cosas han cambiado y, entre ellas, yo. A veces pienso que ni yo misma me reconozco. Han pasado muchas cosas, muy pocas buenas y eso me han convertido en lo que soy ahora. No estoy segura si me siento orgullosa de aquello, o tan siquiera estoy contenta con quien soy.

  Mhm..., nop, no lo estoy en lo absoluto. Tengo una gran lista de cosas de las que me arrepiento de haber hecho, y otra de cosas que debí haber hecho. Pero ya de nada sirve lamentarse, ahora solo me queda lidiar con las consecuencias de todo eso. Ya tengo dieciocho años, soy una adulta y debo empezar a comportarme como tal. Pero vamos, sigo siendo una adolescente al mismo tiempo. Eso es lo malo de esta edad: no eres un bebé, pero tampoco eres tan mayor como para hacer algunas cosas.

  Me quedan muchas cosas a las que enfrentarme, y no sé cómo tomármelas. Quisiera poder quedarme así, sin más problemas ni responsabilidades, quizás pasándome los días leyendo en mi habitación u horas y horas patinando sin que eso se convierta en una tortura o una carga. Quisiera que muchas cosas fueran diferentes, todo hubiese diferente si él nunca se hubiese ido.

—Planeta Tierra llamando a Lía. ¿Mandarina, me oyes? Aterriza ya —Oigo la voz de mi hermano y de inmediato pestañeo saliendo de mi trance para verlo algo desorientada.

—¿Estás bien? Parecías haberte ido a otro planeta a dar una vuelta —pregunta uno de sus amigos sentado a mi lado y viéndome con preocupación.

—E-Emm, sí, yo..., solo estaba pensando... —murmuro encogiéndome de hombros y bebiendo de mi té para esconder el rubor en mis mejillas

—Tú hermana es divertida, Leo, un poco despistada, pero divertida al fin —comenta la pelirroja rizada frente a mí.

—Mmm-hmm, es un encanto... —El mencionado solo sonríe de lado de forma burlona mientras arquea una ceja.

  Bien, en serio que me siento mal rodeada de estas personas. Verdaderamente quisiera estar en otro sitio, cualquiera que no sea aquí.

—Leo, ¿por qué vinimos aquí? Falta una hora para ir al partido. Quizá deberíamos ir a la pista ya —le digo algo alto para llamar su atención con la esperanza de que me haga caso.

—Escucha mandarina, ya que tuve que venir a acompañarte involuntariamente —remarca aquella última palabra— para que te reencuentres con tu amorcito, al menos déjame que me divierta un poco, ¿vale? —explica con naturalidad restándole importancia a mis palabras.

—Entonces, ¿a eso vienes? Entonces no eres tan despistada como pensábamos —interfiere la segunda chica que acompaña al resto—. Hoy la ciudad está llena de personas de todo el país que vinieron a ver el partido, específicamente al capitán.

—Yo no soy fanática del hockey, pero veo algunos partidos con mi papá y es cierto que ese italiano es todo un bombón. Además de tener dinero, por supuesto. —La pelirroja deja de hablar por un momento para poner la mano en su mentón como si estuviera pensando—. ¿Cómo se llamaba...?

  Ni siquiera se saben su nombre.

— Es, es Achilles. Y no vine a verlo por eso, es por algo más... especial —digo bajito y sin intenciones de que me oigan, pero al parecer las chicas tienen oído de murciélago porque me oyeron a la perfección.

—¿Ah sí? Cuéntanos, ¿a qué te refieres con, especial? —pregunta con una enorme sonrisa pícara en su rostro.

  Yo solo aprieto los labios teniendo una idea de lo que desean escuchar. Ruedo los ojos y fijo mi atención en la taza humeante en mis manos. La figura del reciente tema de conversación me viene a la mente y no puedo evitar sonrojarme por alguna razón.

—Solo digo que... él... él es mucho más que una cara bonita y dinero. Más allá de eso hay una persona, alguien interesante que merece, destacar por las cualidades a las que nadie le da importancia..., si fuera solo porque es lindo y rico, sería como cualquier otro, pero él... es único... —susurro con timidez de decirlo frente a las personas, pero segura de mis palabras.

  Hace cuatro años que no nos vemos, y lo más seguro es haya cambiado. Pero estoy segura de que en algún lado estará el niño con el que pasé casi toda mi infancia, mi mejor amigo...

  Luego de cinco segundos de completo silencio, levanto lentamente la mirada para ver a todos los de la mesa mirándome como si hubiese dicho la cosa más extraña del mundo, a excepción de Leo, que es el único que sabe de lo que hablo.

—Oigan —Gracias al cielo, el silencio es roto por el chico a mi lado—. Ya que falta una hora para que empiece ese partido, se me ocurrió que podríamos ir a una tienda no muy lejos de aquí. Oí que hay cosas interesantes, ¿les parece?

  Todos parecen estar de acuerdo mientras se levantan de sus sillas, mientras que yo me quedo callada esperando que no noten que mi plan es no ir a ningún lado.

—¿Mandarina, no vienes? —Leo me mira con el ceño fruncido y se acerca a mi asiento.

—Prefiero quedarme aquí..., es que, aún no terminé mi té —digo sonriendo ligeramente para tranquilizarlo y darle confianza.
Me da una mirada comprensiva y no insiste más.

—Cuídate, ¿vale? Nos vemos en la pista y llámame si pasa cualquier cosa —Es lo último que dice antes de palmear mi cabeza con cariño y retirarse acompañado del grupo de chicos hasta que se alejan lo suficiente para que mi miopía no me deje verlos con claridad.

  Suelto un profundo suspiro, aburrida y ansiosa. Aún falta mucho para que pueda verlo, pero si soporté esperar cuatro años, supongo que podré con una hora más. Justo en ese momento el sol me juega una mala pasada haciendo que los rayos de luz me molesten en la cara. Busco con la mirada otro lugar donde sentarme y al encontrar una mesa vacia la tomo como objetivo.

  Tomo la taza con una mano y arrastro la silla hacia atrás dispuesta a terminarme la infusión tranquila para pasar el rato.

  Lo siguiente ocurrió muy rápido: No sé por qué decisión del destino o si fue maldita casualidad que el sujeto de la otra mesa próxima a mi asiento, decidiera levantarse a la misma vez. El punto es que los dos estábamos lo suficientemente distraídos para chocar. El poco contenido de té que quedaba acabo en su pecho mojando su ropa. Él perdió el equilibrio pero se estabilizó, pero al parecer sus gafas de sol cayeron al piso junto a la vajilla rompiéndose de inmediato. Y luego estoy yo, que me fui hacia atrás para caer en el suelo y llevarme un buen golpe en el trasero.

—¡M*erda! ¡Fíjate por dónde vas! —me quejo adolorida y cabreada con todo el mundo en ese mismo momento.

—Yo que tú retracto esas palabras —murmura el individuo también arrastrando la molestia en su voz antes de chocar su mirada con la mía.

—¿Sí? ¿Y si no qué...? —Lo miro dispuesta a encararme con el sujeto. Sea quién sea deberá aprender modales y disculparse.

  Claro que todo eso se va a una esquina de mi mente cuando me fijo bien en el rostro de la persona parada frente a mí. En el primer segundo creo que estoy alucinando, así que me tomo el tiempo de detallarlo bien. Por alguna razón anda vestido como si fuera a asaltar a alguien, con un abrigo y un gorro negro cubriendo su cabeza. Aun así, parte de sus cabellos rebeldes se ven por sobre sus ojos.

  Sus ojos..., debo estar loca para olvidarlos. Esos esféricos azul claro me transportan al pasado, y un millón de emociones me invaden al instante. Aunque su mirada hacia mí es de molestia, no le tomo importancia a eso ahora. Porque solo puedo pensar que luego de una eterna y sufriente espera, al fin Achilles Bianchi está a centímetros de mí. Sobre todo, porque yo estoy en el suelo y él me mira como si fuera un bichito.

  Okey, sin dudas esto no está yendo cómo lo había planeado.

  Y todo continúa tornándose más extraño cuando oímos una exclamación de sorpresa y ambos giramos el rostro hacia una chica parada a unos metros de nosotros. Sus ojos están clavados en Achilles mientras brillan con intensidad y su boca se encuentra entreabierta como si estuviera a punto de...

—No puede ser... —murmura ella mientras sus comisuras se van hacia arriba —. ¡Es Achilles Bianchi!

  Chilló tan fuerte que no dudo que se le haya oído hasta en la luna. Pero eso no es lo peor, sino el hecho de que todos alrededor parecieron haber hecho silencio a la vez que voltearon hacia acá, bueno, más bien hacia Achilles.

Maldizione... —Escucho su susurro mientras mira alrededor diría que asustado. Luego sus ojos vuelven hacia mí y es cuando creo que por fin va a ayudarme a ponerme de pie— ¡Muévete y corre!

  Todo lo contrario a lo que esperaba, él toma mi mano y me hala con fuerza para levantarme antes de empezar a correr llevándome con él. Doy unos cuantos pasos en falso con el riesgo de caerme de nuevo y esta vez perder un diente, pero por suerte logro equilibrarme y seguirle el paso lo mejor que puedo. Digo lo mejor que puedo porque, sin importar lo mucho que me esfuerce, él sigue siendo muy rápido.

—¡O-Oye! ¡¿Hacia dónde me llevas?! ¡¿Por qué me llevas contigo?! —inquiero en voz alta para que me escuche.

—¿En serio lo preguntas? ¡Tú me metiste en este problema así que tú vas a ayudarme a salir de él! —responde también alzando la voz.

—¡Tú fuiste quien me tiró al suelo y ni siquiera te disculpas! —me quejo frunciendo el ceño, realmente molesta por su actitud, ¿se cree el centro del mundo o qué?

—¡Ya no te quejes tanto y acelera los pasos o te quedarás atrás!

  Ruedo los ojos con una mueca de disgusto. Aunque, honestamente, prefiero estar corriendo con él a que me deje sola y ser aplastada por la horda de fanáticas locas que vienen detrás de nosotros. Entonces no bromeaba cuando decía que la ciudad estaba llena de fangirls en busca de cierto italiano.

  Siento que afirma su agarre en mi mano para evitar que retrase mis pasos. Seguimos corriendo por casi un minuto y parece ser que esas maniáticas vienen rastreando el olor de Achilles, porque en ningún momento conseguimos perderlas. En algún momento, doblamos a una esquina y nos detenemos, oportunidad que tomo para recuperar el aire con grandes bocanadas de aire.

—Es un callejón sin salida, no tenemos escape —dice encogiéndose de hombros.

—¿E-Entonces qué... hacemos?—pregunto poniendo mi mano libre en mi pecho mirándolo a los ojos.

  Él me mira fijamente a los ojos y por un segundo juro que veo que algo loco y atrevido se le acaba de ocurrir. Comienza a acercarse a mí a la vez se quita la gorra de la cabeza. Conforme la distancia entre nosotros se va achicando comienzo a ponerme más nerviosa porque, por su mirada decidida, no parece tener intenciones de detenerse. Entonces, ¿qué es lo que planea hacer?

  Intento retroceder cuando está frente a mí, pero mi espalda choca con la pared dejándome sin escapatoria. Mi respiración se corta un poco y los latidos de mi corazón pierden el control cuando, sin previo aviso, sus manos toman mi cintura y su rostro se aproxima a mi cuello de manera que tenga que inclinarse un poco debido a nuestra diferencia de altura.

—O-Oye, ¿qué haces...? —Mi voz sale baja, tan solo audible para los dos, mientras aprieto mis manos en puños y la impresión del momento me deja paralizada.

—No hables, sé lo que hago... —susurra y siento cómo con cada palabra sus labios rozan mi cuello erizando mi piel.

  Aprieto mis labios para evitar chillar y dejarlo sordo, aunque tampoco estaría mal. ¡¿Cómo se atreve a tener semejante cercanía conmigo?! A lo mejor para la mayoría de personas, esto no es nada del otro mundo, y estoy segura de que un montón de chicas matarían por estar en esta situación. ¡Todas menos yo! Lo último que me pasó por la cabeza que haría cuando viera a Achilles es esto, y sumándole a eso mi nula experiencia en estos temas...

  Tierra trágame, por favor.

  Me asusto cuando escucho varios pasos aproximarse seguido de murmuros y voces femeninas. Es ahí cuando pienso que nos descubrieron y esas chicas se llevarán a Achilles para quién sabe qué, pero poco a poco las voces se van alejando hasta que de nuevo solo hay silencio alrededor nuestro, exceptuando, claro, nuestras respiraciones, y mis acelerados latidos.

  Así pasamos unos segundos más, supongo que para asegurarse de que las fans se han marchado, y luego se endereza lentamente sin alejar sus manos de mi cintura y suspira aliviado.

—Eso estuvo cerca —comenta con una ligera sonrisa de lado.

  Oh madre mía...

  Me veo obligada a tragar grueso cuando lo miro a los ojos, tan cerca mío. Admito para mis adentros que sí, esas chicas tienen razón de sobra para perseguir a Achilles. Luego de lo ocurrido no sé ni qué decir, y siento mis piernas temblar.

  Hay una frase que dice que, cuando llevas mucho tiempo esperando algo, no sabes cómo reaccionar en cuanto lo consigues. Pues así estoy yo, con el hombre a quién extrañé durante años frente a mí, y sin la menor idea de qué hacer ahora.

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