El amor en la Contradicción - 6(Final)


ONE-SHOT 6: El amor en la contradicion Parte (6)

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Ultima Parte

Aunque intentara evitarlo, aquel momento vivido con Sesshomaru se había quedado grabado en lo más profundo de su corazón, un recuerdo que resplandecía como uno de los mejores de su vida.

Desde niña, Rin había soñado con una familia verdadera, un hogar donde las risas llenaran los días y el amor no fuera algo efímero. Ese sueño nació de la ausencia: su padre había desaparecido antes siquiera de conocerla, dejando un vacío que nunca supo llenar. Durante años, solo habían sido su madre y ella, enfrentando juntas las adversidades de la vida. Rin siempre admiró la fortaleza de su madre, una mujer que jamás permitió que las circunstancias la doblegaran. Pero aquella misma fortaleza, tallada en sacrificios y largas jornadas de trabajo, había plantado en Rin un anhelo diferente.

Moldeando su vida de una forma inesperada, en la que intentando no ser una carga para su madre, aprendió a anteponer a los demás antes que a sí misma. Nunca se quejaba, siempre buscaba ser útil y amable, aunque esa bondad le trajera más problemas que alegrías. En la universidad y en el trabajo, muchos se aprovecharon de su disposición incondicional. Incluso su exnovio, quien con palabras crueles solía llamarla "demasiado modosita", terminó por engañarla, hastiado de su supuesta pasividad. Cuando él la traicionó, Rin pensó que había tocado fondo, que ya no quería confiar en alguien más y que sus deseos no se cumplirían.

Todo eso cambió el día en que conoció a Sesshomaru.

Desde el principio,  se mostró diferente. Había sido amable y atento al salvarla de aquel hombre, pero, sobre todo, la había escuchado de verdad cuando lo necesitaba, algo que pocos habían hecho en su vida. Rin no pudo evitar sentir algo especial por él, aunque al principio no supiera cómo definirlo. Sin embargo, las cosas entre ellos tomaron un giro inesperado. Y ahora, mientras miraba a sus dos pequeñas durmiendo plácidamente en la habitación, reflexionaba sobre cómo la vida la había llevado hasta allí.

Cuando descubrió que estaba embarazada, el miedo la envolvió. No solo era el temor a lo desconocido, sino la idea de que su madre se decepcionaría al ver que su hija había cometido el mismo "error" que ella: criar a un hijo sola,por eso aunque el miedo le ganara no se lo habia contado.

Durante días, el peso de esa posibilidad la hizo sentirse culpable y perdida. Pero entonces, sucedió algo que no esperaba, su madre había encontrado la prueba y se había enterado y fue a enfrentar a Sesshomaru, exigiéndole que asumiera su responsabilidad. En ese momento había temido lo peor, que él las rechazara. Pero, contra todo pronóstico, Sesshomaru decidió quedarse.

A pesar de ser casi un extraño, Sesshomaru expresó su deseo de formar parte de la vida de las niñas. En aquel momento, Rin no pensó en su propia felicidad. Solo pudo sentir alivio al saber que sus hijas tendrían algo que ella nunca tuvo: un padre presente. El paso del tiempo trajo consigo más sorpresas,despues de firmar aquel contrato matrimonial. Sesshomaru no solo se mostró comprometido con las pequeñas, sino que también empezó a cuidar de ella de maneras que la descolocaban. Era atento, protector, y su familia, que al principio parecía tan lejana, comenzó a incluirla de forma natural. Rin, casi sin darse cuenta, empezó a llamarlos "su familia".

Sin embargo, esa nueva vida también la enfrentó a emociones contradictorias. Sesshomaru, con su carácter reservado y distante en ocasiones, la hacía dudar. Rin sabía que había alguien más en su vida, una mujer cuyo rostro había visto en una vieja foto y la mujer que él le había hablado cuando se conocieron.

Por eso, a pesar de lo que sentía y de ver esa escena que hizo que sus hijas nacieran antes de tiempo, más el escándalo que causó esa mujer, quedó claro que la relación entre Sesshomaru y ella era solo un trato. Él estaba ahí por las niñas, no por ella.

El dolor de esa verdad la llevó a construir un muro alrededor de su corazón. Se esforzó por aceptar que Sesshomaru nunca la amaría. Pero mientras más lo intentaba, más difícil le resultaba ignorar sus propios sentimientos. Cada gesto de él, cada momento compartido con sus hijas, la hundía más en la tristeza de saber cuánto lo amaba y lo imposible que era ese amor.

Esa noche, mientras sus dos tesoros descansaban plácidamente, Rin se sentó en la penumbra de la sala, perdida en sus pensamientos. Se preguntaba cómo sería darse una oportunidad con Sesshomaru. ¿Y si funcionaba? ¿Y si no? Una parte de ella deseaba intentarlo, pero el miedo la paralizaba. Lo único que tenía claro era que lo amaba profundamente, aunque no sabía qué sentía él realmente.

El sonido del teléfono vibrando la sacó de sus cavilaciones. Miró la pantalla y vio el nombre de su madre. Contestó rápidamente, aunque su voz apenas disimulaba la melancolía.

—Rin, ¿cómo estás? —preguntó su madre con un tono familiar que, a pesar de todo, le brindó un leve consuelo.
—Bien, mamá.
—Qué bueno. Espero que estés cuidando bien a las niñas.
—No te preocupes, mamá.

Un breve silencio se instaló antes de que su madre insistiera con una nota de preocupación:
—¿No ha vuelto esa loca?
—No, mamá. No ha venido.
—Qué alivio. Espero que sea verdad.

Rin tragó saliva, sintiendo cómo el nudo en su garganta crecía. Su voz tembló al responder:
—Sí, mamá. Todo está bien.

Su madre suspiró al otro lado de la línea, con un tono algo más suave.
—Me gustaría ir a verlas, Rin, pero sabes que en el trabajo no me dan permiso.

Rin cerró los ojos, reprimiendo las lágrimas que amenazaban con caer.
—No te preocupes, mamá.

—Espero darme tiempo en unos meses para visitarlas. Cuídalas mucho, hija.

Cuando la llamada terminó, Rin dejó el teléfono sobre la mesa y se quedó inmóvil, escuchando el silencio de la casa. Una lágrima solitaria resbaló por su mejilla, mientras sus pensamientos volvían a Sesshomaru.

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Las semanas pasaron, y sus pequeñas bebés se veían cada día más hermosas. Rin no podía evitar sonreír al contemplarlas, tan llenas de vida y alegría. Eran su refugio, su motor para seguir adelante, y aunque muchas veces se sentía insegura, ellas le recordaban que estaba haciendo lo mejor que podía.

En esas semanas, Rin había reflexionado mucho sobre lo que quería para su vida y para las niñas. Había pensado en darle una oportunidad real a Sesshomaru. Sin embargo, no sabía cómo abordar aquella posibilidad. Desde que había levantado un muro entre ellos, él parecía haber respetado su decisión, dándole su espacio. Pero ahora, esa distancia se sentía como un abismo, y Rin no sabía cómo cruzarlo. Había intentado insinuarle que podían construir algo más, pero Sesshomaru no había mostrado señales de que las cosas hubieran cambiado.

La señora Kaede, quien siempre había sido una figura maternal y sabia en su vida, notó la inquietud de Rin. Una mañana, mientras cuidaba de las pequeñas, se sentó junto a Rin y, con su tono sereno pero firme, la animó a ser sincera con Sesshomaru.

—Si quieres que algo cambie, Rin, necesitas hablar con él. A veces, las cosas no suceden porque ambos están esperando que el otro dé el primer paso. Tómate un momento, conversen de verdad y vean qué es lo que quieren para ustedes y las niñas.

Rin dejó que esas palabras resonaran en su mente durante días. Sabía que Kaede tenía razón, pero ¿cómo abordar el tema sin que todo saliera mal? Pensó y repensó sus palabras hasta que, una mañana, mientras veía a Sesshomaru prepararse para salir temprano de casa, decidió que ya no podía esperar más.

Él se detuvo frente a las niñas, quienes estaban sentadas en sus mesitas comiendo papilla, y se despidió de ellas con una leve caricia en la cabeza. Rin observaba la escena desde la entrada de la cocina, sintiendo cómo los nervios se apoderaban de ella. Antes de que el miedo la paralizara, reunió todo su valor y habló.

—Sesshomaru, ¿podrías regresar temprano hoy? Quiero... quiero hablar contigo.

Él levantó la vista, sorprendido por su tono, y durante un instante, una expresión de curiosidad cruzó su rostro. Miró su reloj antes de responder:

—Está bien. Volveré temprano.

Rin asintió, tratando de controlar la agitación en su pecho. Sesshomaru le dedicó una última mirada antes de salir, dejando atrás una sensación de incertidumbre que la acompañó durante todo el día.

Después de asegurarse de que las niñas estaban en manos de Kaede, Rin se despidió de ellas con besos y abrazos, encargándole a Kaede que la llamara si pasaba cualquier cosa. Al salir, se dio cuenta de que también llegaba tarde al trabajo, lo que añadió más estrés a su ya tensa mañana.

Las horas en la oficina transcurrieron entre una mezcla de nervios y pensamientos desordenados. Rin no podía concentrarse en nada; cada tarea que realizaba parecía un simple preámbulo para la conversación que la esperaba esa tarde. ¿Qué le diría exactamente? ¿Cómo reaccionaría él? ¿Y si todo salía mal? Las preguntas giraban en su mente como un torbellino, pero entre la ansiedad y la duda, había algo que la mantenía firme: estaba decidida a enfrentar lo que sentía.

El reloj marcó el final de su turno, y con un suspiro de alivio, Rin comenzó a recoger sus cosas. Justo entonces, algunos de sus compañeros de trabajo se acercaron a invitarla a almorzar con ellos.

—Vamos, Rin. Será divertido, y después puedes irte tranquila a casa —le dijo uno de ellos, con una sonrisa amable.

Aunque normalmente habría aceptado, Rin negó suavemente con la cabeza.

—Gracias, pero hoy no puedo. Quiero ir a casa temprano para comer con mis pequeñas.

—Entendido —respondió otra compañera, sonriendo con complicidad—. Seguro que están esperándote.

Rin asintió y, tras despedirse, esperó a que sus compañeros salieran antes de recoger su bolso y dirigirse hacia la escalera. Mientras descendía, sumida en sus pensamientos, un escalofrío recorrió su espalda al percatarse de una figura al final del pasillo.

Allí estaba, una persona que no esperaba ver. Observándola con esos ojos molestos que parecían perforarla.

Rin se detuvo en seco, incapaz de desviar la mirada. Era ella. La mujer que había causado un escándalo en el pasado, la misma que le había dejado claro que Sesshomaru no la veía como algo más que una responsabilidad. Ahora, verla allí, tan fuera de lugar y tan inesperada, hizo que un mal presentimiento se instalara en su pecho.

La mujer avanzó un paso, su mirada afilada como cuchillos. Rin sintió cómo sus manos comenzaban a temblar, pero se obligó a mantenerse firme. No sabía qué hacía allí ni por qué la buscaba, pero algo dentro de ella le decía que esta confrontación era inevitable.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Rin con voz suave, pero cargada de tensión.

La mujer ladeó una sonrisa amarga y cruzó los brazos.

—Vine a hablar contigo. Es hora de que tengamos una conversación seria

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Habían pasado un par de meses desde aquella tarde, la última vez que lo vio. Sesshomaru había sido claro, frío y cortante, como siempre.
"Desaparece de mi vida", le dijo sin titubear. Esas palabras aún resonaban en su mente, una sentencia que no podía dejar atrás.

Como si eso no fuera suficiente, al día siguiente unos hombres irrumpieron en su departamento, lo destrozaron por completo y, antes de irse, le dejaron una amenaza clara: arruinarían su vida si volvía a acercarse a alguno de los Taisho.

Desde entonces, Sara había intentado seguir adelante, pero cada paso que daba parecía empujarla más hacia el abismo. Su vida era un caos, un rompecabezas con piezas faltantes que, por más que intentaba, no lograba encajar.

Todo había comenzado con esa maldita decisión que había tomado hace casi un año. Cegada por la ambición, se atrevió a dejar su único boleto de lotería en aquella cena en la que sabía que él le pediría matrimonio, todo por perseguir ese estúpido sueño: de ser la mejor bailarina de ballet del mundo, una promesa vacía. Para lograrlo, incluso llegó a enredarse con su profesor, buscando desesperadamente un debut en Estados Unidos.

Creyó que sería su boleto al éxito, su gran oportunidad para brillar en los escenarios más prestigiosos del mundo. Pero lo que obtuvo fue un escándalo. Su nombre quedó manchado, y su carrera como bailarina terminó antes siquiera de despegar. Estados Unidos no fue el sueño que esperaba, sino una pesadilla que la obligó a regresar a Japón con las manos vacías y el corazón roto.

Y, para colmo de sus males, lo que encontró al volver fue un golpe aún más cruel: Sesshomaru, el hombre al que había dejado atrás sin mirar atrás, estaba casado. Ese descubrimiento la devastó. Hasta ahora no podía dejar de preguntarse qué habría pasado si aquella noche no hubiera tomado el vuelo a Nueva York. Si se hubiera quedado con Sesshomaru, quizás ahora sería su esposa. Quizás, con los recursos y la influencia de él, habría alcanzado el reconocimiento internacional que tanto deseaba, pero de una forma distinta: sin traicionar sus valores ni destruir su reputación.

Esos pensamientos la atormentaban a diario. Sara estaba cansada de sentirse como una sombra de lo que había sido. Había perdido tanto, pero no estaba dispuesta a dejar ir lo único que aún sentía que le pertenecía: Sesshomaru. Él había sido su única constante, su faro en medio del caos, y ahora estaba decidida a recuperarlo, costara lo que costara.

Su vida nunca había sido fácil. Como huérfana, había aprendido desde pequeña que nada se le daría gratis. Cada paso que avanzó lo hizo sola, luchando contra un mundo que parecía empeñado en hundirla. Y si había aprendido algo, era que debía pelear por lo que quería, aunque eso significara arrojar su dignidad al suelo una vez más.

Con esos pensamientos ardiendo en su mente, Sara se levantó esa mañana, dispuesta a enfrentarlo todo. Llegó hasta la empresa de Sesshomaru y, como si no hubiera pasado el tiempo, ingresó al edificio con una mezcla de determinación y ansiedad. No sabía exactamente qué esperaba, pero la idea de que Sesshomaru pudiera mirarla, arrepentido por lo que dijo meses atrás, era suficiente para impulsarla.

Mientras esperaba en la recepción, aprovechó un momento de descuido. La secretaria de Sesshomaru había salido un instante al baño, y ella no pudo resistir la tentación de entrar en su oficina. Quería esperarlo dentro, aunque sabía que estaba cruzando un límite.

Mientras lo aguardaba, su mirada se desvió hacia el escritorio. Algo en particular captó su atención: un cajón cerrado con un sistema de seguridad. Una chispa de curiosidad se encendió en su interior, mezclada con un cosquilleo de nerviosismo. Su corazón dio un vuelco al reconocer el mecanismo.

¿Sería posible que aún tuviera la misma clave? Las manos le temblaban mientras marcaba los números. Era la fecha en que se conocieron, una noche que ahora parecía un recuerdo lejano, casi irreal.

Para su sorpresa, la clave funcionó. El cajón se abrió con un clic seco, revelando un montón de documentos organizados cuidadosamente. Entre ellos, uno llamó su atención de inmediato: un contrato de matrimonio.

Su respiración se detuvo por un instante. Sus ojos se deslizaron rápidamente por las páginas, absorbiendo cada palabra como si fueran golpes directos al pecho. ¿Qué significaba esto? ¿Por qué Sesshomaru tenía ese contrato? Y, lo más importante, ¿por qué se había casado con esa mujer?

Entonces lo entendió: Sesshomaru solo lo había hecho por esa bastardas que esa mujer esperaba. No había amor en ese matrimonio. Eso lo dejaba claro cada cláusula del contrato que tenía en sus manos. Este descubrimiento le dio una extraña sensación de alivio. Si lo pensaba bien, eso significaba que él aún la amaba, que la decisión de casarse había sido una obligación, no un deseo.

Sara apretó los documentos contra su pecho. Si esa mujer desaparecía de la ecuación, todo volvería a ser como antes. Ella y Sesshomaru podrían recuperar lo que habían perdido. Con ese pensamiento en la cabeza, salió del edificio decidida a encontrarla y confrontarla.

No le tomó mucho tiempo localizarla. Había investigado dónde trabajaba Rin, y, al llegar, la vio justo en el momento en que salía justo despues de un grupo de chicas a almorzar. La observó desde la distancia, estudiando cada movimiento de Rin mientras se despedía con una sonrisa tímida de sus compañeras.

Esperó pacientemente hasta que Rin comenzó a bajar las escaleras, sola. En ese momento, Sara corrió hacia ella, sus pasos resonando con fuerza en la entrada del edificio.

—¡Tú! —gritó Sara, extendiendo el brazo y deteniéndola abruptamente. Rin se giró sorprendida, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de que un montón de documentos fueran lanzados hacia ella. Las hojas volaron caóticamente por el aire antes de caer desordenadas a sus pies.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Rin con voz suave, aunque la tensión era evidente en su mirada.

Sara, con una sonrisa amarga que no llegaba a sus ojos, cruzó los brazos.

—Vine a hablar contigo. Es hora de que tengamos una conversación seria.

Rin sintió un nudo formarse en su estómago.

—¿De qué estás hablando?

—¡Ya lo sé todo! —espetó Sara, su voz quebrándose entre la ira y la desesperación—. ¡Sé que él me quiere! ¡Ese matrimonio es una farsa! ¡Un engaño!

Rin parpadeó, confundida, intentando entender de qué estaba hablando esa mujer.

—¿De qué estás hablando? —respondió con calma, aunque su corazón comenzaba a latir más rápido.

—¡No sé qué te da derecho a meterte en mi vida! —gritó Sara, acercándose más. Su rostro estaba desencajado, y sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y lágrimas contenidas—. ¡Sesshomaru es mío!

Rin intentó alejarse, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de su cuerpo, pero Sara la agarró del brazo con fuerza.

—¿Acaso no lo entiendes? —gritó mientras la zarandeaba—. ¡Nunca vas a tenerlo!

El agarre de Sara se hizo más violento, y antes de que Rin pudiera liberarse, perdió el equilibrio y cayó al suelo. El golpe fue seco, y por un momento, todo pareció detenerse. Sara la miró desde arriba, su respiración agitada, pero al ver a Rin inmóvil, algo en su expresión cambió.

El miedo reemplazó su furia. Antes de que pudiera reaccionar, el grupo de compañeras de Rin, que habían visto lo ocurrido desde lejos, corrió hacia ella.

—¡Rin! —gritaron mientras una de ellas se agachaba para ayudarla. Otra se giró hacia Sara, furiosa.

—¿Que demonios hiciste?

Sara, ahora aterrada por lo que había hecho, dio un paso atrás. Sin saber qué más hacer, giró sobre sus talones y escapó corriendo.

Mientras las compañeras de Rin la ayudaban a sentarse, ella abrió los ojos lentamente. Aún estaba aturdida, pero consciente.

—¿Qué pasó? —preguntó débilmente, mientras sentía el apoyo de sus colegas.

—Nada, Rin. Tranquila, ya pasó —respondió una de ellas con un tono protector—. No te preocupes.

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Sesshomaru estaba reunido con su madre en una conversación seria sobre nuevas inversiones cuando su teléfono vibró en la mesa. Respondió con calma, pero la información que escuchó lo hizo levantarse de inmediato.

—¿Qué pasó? —preguntó con tono frío, aunque la inquietud se reflejaba en sus ojos.

Al otro lado de la línea, uno de los compañeros de Rin intentó explicar el incidente con rapidez. Aunque trataron de suavizar la situación, una frase lo detuvo en seco: "No queríamos preocuparte, pero Rin fue atacada..."

Sesshomaru no esperó más. Su cuerpo reaccionó antes de que su mente pudiera procesarlo del todo. Salió casi corriendo de la sala, dejando tras de sí una estela de tensión.

—¿Sesshomaru? —preguntó su madre, extrañada por su repentina reacción. Al escuchar las palabras "Rin" y "atacada" en la conversación, se levantó con igual rapidez, siguiendo a su hijo sin cuestionar nada más.

Llegaron en menos de diez minutos al lugar donde Rin estaba siendo atendida por un paramédico. Ella estaba sentada en una banca, con una venda provisional en el tobillo y un rostro que intentaba ocultar el cansancio y la incomodidad.

Sesshomaru se acercó a grandes zancadas, ignorando al equipo médico y a los curiosos que observaban la escena. Al detenerse frente a Rin, se inclinó ligeramente, fijando sus ojos en los de ella.

—¿Qué demonios pasó aquí? —exigió saber, su voz grave cargada de preocupación e ira contenida.

Rin, queriendo restarle importancia al asunto, desvió la mirada y murmuró:

—No fue nada... solo un malentendido.

Antes de que Sesshomaru pudiera insistir, una de sus compañeras de trabajo, que aún permanecía en el lugar, intervino con evidente indignación:

—¿Nada? Una loca vino aquí, empezó a gritarle y la jaloneó hasta que Rin cayó al suelo.

Esas palabras fueron suficientes para encender una chispa en Sesshomaru. Sus ojos, normalmente serenos, se oscurecieron con una furia peligrosa. Su madre, que acababa de llegar detrás de él, también captó cada palabra y entrecerró los ojos con una expresión calculadora.

Sesshomaru dio un paso hacia la compañera de Rin, claramente dispuesto a obtener más información, pero Rin lo detuvo al tomar su brazo con suavidad.

—Quiero ir a casa —dijo ella en voz baja, casi suplicante—. Por favor.

Sesshomaru miró su rostro por un momento, leyendo en sus ojos el agotamiento y la vulnerabilidad que intentaba ocultar. Finalmente, asintió con un suspiro, aunque su mandíbula permanecía tensa.

—De acuerdo. Vamos.

Antes de irse, se volvió hacia su madre, quien lo observaba en silencio, comprendiendo lo que quería decir sin necesidad de palabras.

—Encárgate de esto.

Sin responder, su madre le hizo un gesto afirmativo. Sesshomaru tomó a Rin en brazos con cuidado, ignorando sus débiles protestas, y la llevó al auto para llevarla a casa.

Una vez que estuvieron fuera de vista, su madre, Irasue, se dirigió directamente a la sala de seguridad del edificio. Allí, revisó las grabaciones junto a uno de los encargados, y su rostro se endureció al reconocer a la mujer que había atacado a su nuera.

—Sara... otra vez.

La rabia que sintió era fría y calculadora, como un filo de acero. Estaba harta de la intromisión constante de esa mujer, y esta vez no pensaba dejarlo pasar. Sacó su teléfono y marcó un número con firmeza.

—Detective Nakamura, necesito que actúe de inmediato. Hubo un intento de agresión contra mi nuera. Quiero a esa mujer bajo custodia lo antes posible.

Al otro lado de la línea, el detective no tardó en responder con tono respetuoso:

—Señora Irasue, entiendo. Haré las gestiones necesarias.

Gracias a la estrecha relación que Irasue Sams mantenía con ciertas figuras de la policía, el proceso avanzó con rapidez. La evidencia del video y los testimonios eran más que suficientes para acusar a Sara de agresión.

—Esto no se quedará así —murmuró Irasue para sí misma, mientras colgaba la llamada—. Nadie toca a mi familia y sale impune.

Con todo en marcha, Irasue salió del edificio con la satisfacción de saber que esta vez Sara enfrentaría las consecuencias de sus actos y que se hundiría.

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El trayecto a casa transcurrió en un pesado silencio. Sesshomaru conducía con el ceño fruncido, claramente preocupado, mientras Rin se mantenía en silencio, mirando por la ventana. La tensión entre ellos era palpable, una evidencia más de que su relación, aún en un estado incierto, tenía mucho por resolver.

Al llegar, la señora Kaede los recibió en la puerta. Sesshomaru cargó a Rin cuidadosamente en brazos, dado que el esguince en su pie la hacía incapaz de caminar. Kaede, notando el ambiente, no hizo preguntas.

—¿Podría llevar a las niñas a dar un paseo en el cochecito? —pidió Sesshomaru con un tono sereno pero firme—. Necesito hablar con Rin.

Kaede asintió, recogiendo a las gemelas mientras Sesshomaru llevaba a Rin al sofá. La acomodó con cuidado y luego se sentó frente a ella, sus ojos fijos en los suyos.

—Rin, necesito que me digas qué pasó. —Su voz era grave, pero cargada de preocupación—. ¿Quién te hizo esto?

Rin desvió la mirada, luchando consigo misma. Sabía que tenía que decírselo. Después de un momento, suspiró profundamente y habló:

—Fue Sara...

Sesshomaru parpadeó, claramente sorprendido.

—¿Sara? ¿Por qué demonios haría algo así?

—Porque... porque se enteró de nuestro contrato —confesó Rin, su voz apenas un murmullo.

Sesshomaru frunció el ceño aún más.

—¿Cómo se enteró?

—No lo sé. Solo lo tenía entre sus manos... Y me hizo entender que... que tú le pertenecías a ella.

Esas palabras lo desconcertaron.

—¿A ella? —repitió, intentando procesar lo que escuchaba—. Rin, escucha... Yo y Sara no tenemos nada. Nada. Desde que terminamos, nunca volvimos a estar juntos.

Rin lo miró con una mezcla de incredulidad y dolor.

—Eso es lo que ella dice —respondió, mientras unas lágrimas traicioneras comenzaban a correr por sus mejillas—. Pero, Sesshomaru, no sé qué creer...

Sesshomaru dejó escapar un suspiro profundo, como si estuviera intentando reunir toda su paciencia.

—Rin, desde hace meses he tratado de hacerte entender, con palabras y con acciones, que la única persona que me importa eres tú.

Rin lo miró fijamente, sorprendida por la intensidad en su voz.

—No amo a Sara. —Su tono era claro, definitivo—. Te amo a ti. Y todo lo que he hecho, todo, no ha sido solo por las gemelas, sino porque quiero estar contigo.

Rin se giró para mirarlo completamente, con lágrimas todavía en sus ojos.Habia querido escuchar aquello de Sesshomaru,eso desde hace mucho tiempo. 

—Sesshomaru...

—Te amo,a ti  Rin —repitió él, inclinándose hacia ella—. Aunque al principio me contradije, aunque luché contra lo que sentía... tú te metiste en mi corazón. Y desde entonces no he dejado de amarte.

Rin dejó escapar un leve sollozo. Quería creerle,claro que queria creerle.

—No lo entiendes —susurró—. Me muero por el muro que pusiste entre nosotros.

Confeso con la garganta entrecortada ,mientras  negaba con la cabeza, acercándose más a ella.

—No miento. Te amo, Rin. Y todos los que me conocen lo saben. Incluso aquella mujer lo sabe, y por eso no entiendo por qué sigue tan obsesionada con la idea de que me importa. La única persona que quiero... eres tú.

Sesshomaru tomó su mano con suavidad, llevándola a sus labios y besándola con ternura. Ese gesto hizo que Rin sintiera un calor en su pecho, algo que la hizo bajar la mirada con timidez.

Al ver que no lo rechazaba, Sesshomaru se acercó un poco más, y luego otro poco más, hasta que sus labios quedaron a un suspiro de los de ella.

—Te amo, Rin —susurró una última vez, antes de besarla.

Fue un beso dulce, lleno de todo lo que Sesshomaru había guardado durante tanto tiempo. Rin, no dejo de sorprenderse por aquella intensidad,pero se dejo llevar, cerrando los ojos y respondiendo al gesto. En ese instante, toda las dudas parecieron desvanecerse, aunque solo fuera por un momento.

Ella lo miro con esos ojos y se encontraron tratando de entender mas su corazones ,que parecian sinclonisarse al soon del tinineo del reloj.

Sesshomaru, sorprendido y emocionado, sonrió por primera vez con genuina calidez antes de inclinarse y besarla. Fue un beso lleno de todo lo que ambos habían contenido durante meses, un beso que hablaba más que cualquier palabra.

Cuando se separaron, ambos se miraron a los ojos, sus respiraciones entrecortadas y sus corazones latiendo al unísono.

—Descansa ahora —dijo Sesshomaru con suavidad, notando el cansancio y el dolor en su rostro—. Continuaremos esta conversación más tarde.

Rin asintió lentamente, dejándose arropar por él. Cerró los ojos mientras Sesshomaru la acomodaba con cuidado en el sofá. Al poco tiempo, ella se quedó dormida, con una expresión tranquila que hacía mucho no mostraba.

Sesshomaru la observó por unos minutos antes de salir al salón y marcar el número de Kaede.

—Regresa, por favor. Quédate con las niñas unas horas más. Necesito ocuparme de algo —pidió, su tono más sereno ahora, pero cargado de determinación.

Kaede no tardó en llegar, percibiendo de inmediato el cambio en Sesshomaru. Mientras ella se ocupaba de las gemelas, él salió de la casa con un propósito claro en mente: resolver de una vez por todas el caos que Sara había provocado.

En el camino hacia el departamento de Sara, marcó el número de su madre. Necesitaba confirmar si había obtenido las pruebas que le había pedido.

—Es un milagro recibir una llamada directa de mi hijo y no a través de un asistente —comentó ella con su habitual tono irónico—. Por cierto, ¿cómo está mi nuera?

—Está bien, descansando —respondió Sesshomaru, su tono parco y sin ánimo de entrar en detalles.

—¿Pudiste revisar las cámaras? —preguntó rápidamente, yendo al grano como siempre.

—Por supuesto. Y, como sospechabas, tu ex está completamente desequilibrada —respondió su madre, con evidente molestia en su voz.

—Envíamelas —dijo Sesshomaru con frialdad, dejando claro que no tenía tiempo para comentarios adicionales.

—¿Qué planeas hacer? —preguntó su madre, con un tono que mezclaba curiosidad y advertencia.

—No es de tu incumbencia —replicó él, manteniendo su respuesta breve.

Hubo un silencio breve antes de que su madre hablara nuevamente, esta vez con un tinte de satisfacción en su voz.

—Ya llamé a la policía. La han detenido.

Sesshomaru se quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. Las palabras de su madre resonaron en su mente como un eco.

—¿En qué comisaría? —preguntó finalmente, su voz tan firme como siempre.

—No entiendo qué idioteces piensas hacer —replicó su madre, con un tono severo—. Si se te ocurre intentar sacarla, no te lo perdonaré. Esa mujer intentó lastimar a tu esposa , a la madre de tus hijas.

Sesshomaru soltó un leve suspiro, tratando de mantener la calma.

—No es lo que piensas —respondió antes de cortar la llamada.

Sabía que tenía que encargarse de la situación, pero no para proteger a Sara, sino para asegurarse de que enfrentara las consecuencias de sus actos. Era el momento de cerrar ese capítulo definitivamente y proteger a Rin y a sus hijas de cualquier amenaza, sin importar de dónde proviniera.

En una de las carreteras, Sesshomaru dio un giro en U, dirigiéndose a la comisaría que su madre le había indicado. Al llegar, se acercó a uno de los policías, un amigo de la familia, y le pidió acceso para ver a Sara.

El oficial lo llevó hasta una sala de interrogatorios. Al abrir la puerta, la vio sentada, con los brazos cruzados y el rostro aún marcado por la ira. Según el policía, había estado reclamando y negándose a aceptar su situación.

Al verla, los recuerdos de cómo la había conocido comenzaron a inundar su mente. Sara había sido una mujer deslumbrante, llena de ambición y con metas claras. Eso era lo que le había atraído en un principio. Conocía su historia, sabía que no venía de nada y que su determinación de triunfar era inquebrantable. Había admirado eso en ella.

En la universidad, Sara había sido una de las pocas personas que permaneció a su lado en sus peores momentos. Él, siempre reservado y distante, se permitió abrirse con ella. Por mucho tiempo, pensó que ella lo apoyaba por genuino afecto, aunque en el fondo sabía que también lo hacía por conveniencia. Aun así, se convenció de que sus intenciones no importaban.

Sesshomaru había creído que la amaba, o al menos se había esforzado en creerlo. Sara había llenado un vacío en su vida en aquel entonces, y él había intentado ser su salvación. Quería darle todo lo que ella había soñado, ayudarla a alcanzar su meta de convertirse en una reconocida bailarina de ballet. Él financió sus estudios, sus viajes, y cualquier cosa que necesitara para llegar a lo más alto.

Pero con el tiempo, Sesshomaru comprendió la diferencia entre agradecimiento y amor. Lo que sentía por Sara nunca había sido amor verdadero, sino una mezcla de gratitud y compromiso. A pesar de ello, siguió adelante, atrapado en esa ilusión hasta que la conoció a ella: Rin.

Rin lo había desarmado por completo. Todo lo que había sentido con Sara palideció frente a la intensidad de lo que Rin despertaba en él. Su conexión con ella era profunda, auténtica y desgarradora. Sara era su pasado, un pasado que había intentado sostener por costumbre, pero Rin... Rin era su verdad, su presente, y su futuro.

Ahora, al observar a Sara en esa sala, vio no solo a una mujer enfurecida, sino también a alguien atrapada en las mismas cadenas de su pasado. Una parte de él aún sentía compasión por ella, pero otra, más firme, sabía que no podía dejar que sus acciones quedaran impunes.

Sesshomaru entró a la sala y cerró la puerta detrás de él. Sara levantó la mirada, sorprendida al verlo allí.

—¡Sabía que vendrías! —exclamó, levantándose de golpe—. ¡Tienes que sacarme de aquí, Sesshomaru! ¡Esto es un error!

—No estoy aquí para sacarte —dijo finalmente, con voz fría y sin titubear.

Sara lo miró confundida, dando un paso hacia él.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¡Tú me amas, Sesshomaru! Siempre lo has hecho. Solo estás confundido por esa mujer y...

—¡Basta! —la interrumpió, su voz cortando el aire como un látigo—. Lo único que he sentido por ti fue agradecimiento, pero eso no es amor. No sé cómo llegaste a esto, Sara, pero ya no puedo seguir justificándote.

Ella retrocedió, atónita, mientras él continuaba.

—Intentaste lastimar a mi mujer . Y eso no lo voy a tolerar.

Sara abrió la boca para replicar, pero no encontró palabras. Por primera vez, parecía darse cuenta de que no podía manipular la situación a su favor.

—No te preocupes, me aseguraré de que recibas ayuda,no estas bien-Sentencio mientras salia--- pero hasta aquí llegamos, Sara. Lo que hiciste tiene consecuencias.

Sin esperar respuesta, Sesshomaru se giró y salió de la sala. Su decisión estaba tomada, y con cada paso que daba, sentía cómo dejaba atrás un peso que llevaba cargando por demasiado tiempo.

🌼🍃🌼

Aquella noche, al regresar a casa, la determinación se instaló firmemente en su mente. No había vuelta atrás; estaba harto de que Sara interfiriera en su vida. Sesshomaru tomó su teléfono, marcó un número que había guardado para emergencias y esperó pacientemente a que respondieran.

—Encárgate de que esto termine —dijo con un tono frío y directo, sin lugar a dudas—. Quiero que pague por lo que hizo y que se mantenga lejos.

La persona al otro lado de la línea aceptó sin hacer preguntas. Sesshomaru colgó con un gesto seco, sintiendo cómo el peso de aquella decisión comenzaba a disiparse. Había dado un paso importante para cerrar definitivamente ese capítulo, asegurándose de que Sara no volviera a ser un problema ni para él ni para Rin.

Al avanzar por el pasillo, se detuvo frente a la puerta entreabierta de la habitación. Desde allí, pudo ver a Rin acurrucada, con las gemelas dormidas a su lado. La tenue luz iluminaba sus rostros serenos, llenos de tranquilidad. A pesar del caos y la tensión del día, aquella escena le recordaba lo que realmente importaba.

Sesshomaru se quedó en silencio, apoyado contra el marco de la puerta, contemplando el cuadro de paz que tenía delante. En ese momento, reflexionó sobre cuánto tiempo había permitido que el pasado dictara sus decisiones, dejando que personas como Sara tuvieran control sobre aspectos de su vida que él deseaba dejar atrás. Pero ahora todo era distinto. Rin y sus hijas no solo eran su presente, sino también su ancla y su futuro.

Se acercó lentamente, cuidando de no hacer ruido. Con delicadeza, cubrió a Rin con una manta y luego acomodó a las gemelas en sus cunas. Sus dedos rozaron suavemente la mejilla de Rin, y una leve sonrisa apareció en su rostro cuando ella se movió ligeramente en sueños.

"Esto es lo que quiero proteger", pensó mientras sus ojos recorrían cada detalle de la escena frente a él. Una sensación de paz lo envolvió, tan profunda que, por un instante, todo lo demás se desvaneció. Sara, los problemas, las tensiones... todo quedó relegado al olvido.

Al salir de la habitación, cerró la puerta con cuidado y se dirigió a su despacho. Aunque su decisión sobre Sara estaba tomada, sabía que aún quedaban asuntos por resolver. Pero esta vez lo haría por las razones correctas. No por rencor, no por venganza, sino por la paz de la familia que había decidido construir junto a Rin.

Antes de sentarse, sacó su teléfono y escribió un breve mensaje a su madre. Le agradeció su intervención y le dejó claro que no quería más informes sobre Sara. No había marcha atrás. Había llegado el momento de mirar hacia adelante, con una nueva claridad sobre lo que realmente era importante en su vida.

🌼🍃🌼

Los días que siguieron al incidente trajeron un cambio sutil pero constante. Como lo habían prometido, ambos comenzaron a abrirse el uno al otro. Con cada conversación, las barreras que los habían mantenido distantes se desmoronaban. No fue un proceso fácil, pero sí genuino. Confesaron sus miedos, revelaron los anhelos ocultos, y, sobre todo, reconocieron lo que realmente sentían.

Sus días, antes marcados por tensiones y silencios, se transformaron en momentos llenos de pequeños milagros cotidianos. Juntos aprendieron a vivir el presente, sin apurarse ni mirar atrás con amargura. Cada día era una página nueva, escrita con sonrisas, gestos de complicidad y la presencia constante de sus hijas, quienes llenaban la casa de risas y esperanza. Vivían el ahora, paso a paso, saboreando cada instante como si fuera el más importante.

🌼🍃🌼

Ellos nunca más volvieron a saber de Sara, y así pasaron los meses. Las gemelas estaban por cumplir su primer año de vida, y no solo eso, también se acercaba el cumpleaños de Sesshomaru. Rin estaba ansiosa, sin saber exactamente cómo manejar aquel día. El año anterior había sido un caos, una mezcla de emociones difíciles de procesar, pero este año deseaba que todo fuera diferente. Quería que fuera especial, tanto para las gemelas como para Sesshomaru, con quien, a pesar de estar casados, habían decidido darse una nueva oportunidad. Su relación avanzaba lentamente, como dos personas que aprendían a redescubrirse y reconstruir lo que una vez habían perdido.

Para celebrar, Rin organizó una pequeña fiesta. Invitó a algunos colegas de Sesshomaru y empleados de su empresa que tenían hijos, asegurándose de que el ambiente fuera familiar y cálido. También extendió la invitación a Kagome, con la esperanza de que trajera a Moroha, su sobrina, quien cada día estaba más grande y, según Kagome, era el vivo reflejo de su padre.

Aquel día resultó ser maravilloso. Las gemelas parecían fascinadas con cada detalle del espectáculo que Rin había preparado para ellas. Sus risas y miradas de asombro iluminaban la casa, contagiando a todos con su alegría. Pero lo que realmente conmovió a Rin fueron los gestos inesperados de cariño. Su suegra apareció con dos enormes peluches en forma de Perro, mostrando un lado más cálido que Rin no estaba acostumbrada a ver. Por otro lado, su madre llegó con pequeños vestidos tejidos a mano, delicados y llenos de amor, una obra de sus propias manos para sus nietas.

Rin, observando a Sesshomaru desde la distancia, sintió una mezcla de emociones. Él estaba allí, compartiendo con las niñas, atento a cada uno de sus caprichos y complaciéndolas sin reservas. Compraba todo lo que le pedían, consentidor al extremo, pero sus ojos reflejaban una ternura.

Mientras miraba a su familia y sentía el cariño sincero de quienes los rodeaban, Rin no pudo evitar sonreír.

🌼🍃🌼

La noche había caído, y con ella llegó el momento que Rin había estado planeando. Después de un día entero dedicado a las gemelas, Rin finalmente le pidió a Sesshomaru que la acompañara para entregarle su regalo. Justo cuando comenzaba a dudar de si era buena idea, su suegra se le acercó con una sonrisa cómplice.

—Me encargaré de cuidar a las pequeñas esta noche —dijo, con una mirada que mezclaba autoridad y ternura mientras le entregaba una tarjeta envuelta en un delicado sobre dorado—. Usen esto. Les vendrá bien.

Rin tomó el sobre, sorprendida. Al abrirlo, descubrió que era una reserva para una cena en un restaurante con hotel, lejos de la ciudad. Se ruborizó al instante, consciente de lo que aquello implicaba, pero terminó aceptando. Quizá, pensó, este era el empujón que necesitaban.

Esa noche, Rin se preparó con esmero. Escogió un vestido sencillo pero elegante, que resaltaba su figura sin ser ostentoso. Frente al espejo, respiró hondo, tratando de calmar los nervios que la invadían. Cuando finalmente bajó, encontró a Sesshomaru esperándola en la sala. Vestía un impecable esmoquin negro, y aunque su rostro mantenía la habitual serenidad, sus ojos brillaron al verla.

—Te ves hermosa —murmuró Sesshomaru con una sonrisa ligera, que logró tranquilizar un poco a Rin.

Sin más palabras, se dirigieron al auto. Sesshomaru condujo en silencio, mientras Rin miraba por la ventana, perdiéndose en sus pensamientos. El viaje fue tranquilo, casi íntimo, hasta que llegaron al restaurante, un lugar apartado rodeado por árboles y una atmósfera serena.

Se acomodaron en una mesa junto a un ventanal que ofrecía vistas de la ciudad iluminada a lo lejos. Rin notó que Sesshomaru parecía inquieto, algo inusual en él. Mientras ella estudiaba el menú, él finalmente rompió el silencio.

—Rin, quiero pedirte algo —dijo, con un tono que la hizo levantar la mirada.

Ella parpadeó, confundida, pero asintió.

—Lo que sea —respondió con sinceridad.

Sesshomaru sacó un documento del interior de su saco y lo colocó sobre la mesa. Rin lo reconoció al instante: era el contrato de matrimonio que habían firmado en el pasado.

—Tuve miedo... miedo de que, al cumplirse los tres años, decidieras marcharte —confesó él mientras desplegaba el documento con manos firmes, pero voz cargada de vulnerabilidad—. Por eso evité hablar de esto todo este tiempo. Era más fácil no enfrentar lo que podía perder... Pero ahora...

Sesshomaru se levantó lentamente, y, para sorpresa de Rin, se arrodilló frente a ella con la misma solemnidad con la que siempre enfrentaba lo importante.

—Ahora quiero terminar con este contrato. Quiero romperlo y, de verdad, pedirte algo desde mi corazón. Quiero que seas mi esposa, no porque un acuerdo lo dicte, sino porque es lo que yo deseo. Porque quiero que nuestro matrimonio sea real.

Rin quedó helada por un momento. No esperaba que él hubiera cargado con tantas dudas, y menos aún que pensara que ella quería romperlo. Respiró hondo, intentando organizar sus pensamientos.

—Sesshomaru... —comenzó, con un suspiro que delataba sus emociones—. Pensé que ya estaba claro que romperíamos ese contrato...

La incertidumbre cruzó el rostro de Sesshomaru, pero Rin tomó sus manos con suavidad antes de continuar.

—Pero no porque quiera separarme de ti. Al contrario —dijo con una sonrisa cálida—. Quiero que este matrimonio sea verdadero, y si me lo pidieras otra vez, volvería a casarme contigo.

Sesshomaru, con una mezcla de alivio y emoción en sus ojos, preguntó:

—Entonces... ¿aceptas casarte conmigo, Rin?

Ella asintió con firmeza antes de inclinarse para robarle un beso, un gesto espontáneo y cargado de sentimientos. Sin embargo, el momento fue interrumpido por el mesero, que traía la comida. Ambos se separaron de inmediato, entre risas nerviosas, mientras el mesero servía los platillos.

Durante la cena, conversaron sobre cosas triviales, como solían hacerlo. Hablaron de las gemelas, del trabajo, e incluso de algunos recuerdos del pasado. Aunque ya se conocían bien, esa noche las palabras fluían con una ligereza especial, como si todo el peso del pasado se hubiera desvanecido.

Cuando llegó el vino, un dulce tinto que combinaba a la perfección con el ambiente, ambos comenzaron a relajarse aún más. Pero después de un par de copas, Rin notó algo diferente. Una sensación cálida y familiar la invadió, recordándole los días en que se conocieron. Sesshomaru también parecía sentir lo mismo; sus miradas se cruzaron, cómplices y cargadas de algo más profundo.

Sin decir nada, Sesshomaru se levantó, caminó hacia Rin y le extendió la mano.

—Ven —murmuró con suavidad.

Ella aceptó, dejándose guiar por él hasta una de las habitaciones del hotel, donde la noche se convertiría en un nuevo comienzo para ambos.

La habitación estaba envuelta en un silencio cómodo, interrumpido solo por el crujido lejano del viento contra las ventanas. Rin se movió lentamente, recorriendo con la mirada cada detalle del lugar: los muebles oscuros de madera, las velas colocadas estratégicamente y la amplia cama cubierta con sábanas blancas. Todo parecía tan cuidado, tan perfecto, que casi no parecía real.

Sesshomaru cerró la puerta con calma, su presencia llenando la habitación. Rin sintió un leve escalofrío, una mezcla de nerviosismo y anticipación que no podía controlar. Se giró hacia él, tratando de leer la expresión en su rostro.

—Parece que tu madre tenía esto muy bien planeado —bromeó Rin, buscando aligerar la tensión.

Sesshomaru dejó escapar un leve suspiro, una curva apenas perceptible formándose en sus labios.

—Siempre ha tenido... un talento especial para meterse donde no la llaman —respondió, con un toque de ironía en su voz.

Rin rió suavemente, pero su risa se desvaneció cuando Sesshomaru se acercó a ella. Sus ojos ámbar la observaron con una intensidad que la dejó sin aliento. Sin decir nada, levantó una mano y acarició su mejilla, su tacto frío y cálido a la vez, como si intentara asegurarse de que ella realmente estaba allí.

—Rin —comenzó, su voz baja pero cargada de emoción—. He cometido tantos errores contigo... pero esta noche no quiero pensar en eso.

Rin sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho. Quiso responder, pero las palabras se le atascaron en la garganta. En cambio, asintió, permitiendo que él continuara.

—Esta noche quiero que sea solo nuestra. No para enmendar el pasado, sino para construir algo nuevo... algo que realmente valga la pena.

La sinceridad en sus palabras la conmovió. Durante tanto tiempo había esperado escucharlo hablar de esa manera, sin barreras, sin orgullo. Rin alzó la mano, colocando sus dedos sobre los de él.

—Sesshomaru, yo... también quiero eso.

Sin más, Sesshomaru la atrajo hacia él con firmeza, sus labios encontrándose en un beso que comenzó lento, lleno de promesas no dichas, como si el mundo entero se detuviera para presenciar el momento. Rin cerró los ojos, dejando que ese contacto la envolviera, sintiendo cómo la calidez de sus labios borraba cualquier resto de inseguridad.

Aquel beso, cargado de emociones contenidas, pronto se volvió más intenso, como si el tiempo y la distancia que los habían separado quedaran en el pasado. Sesshomaru la sostuvo con fuerza, como si temiera que ella pudiera desvanecerse. Sus manos, antes cuidadosas, comenzaron a explorar con una confianza renovada, deslizándose por su espalda y trazando caminos invisibles en su piel.

Los besos se tornaron más apasionados, sus respiraciones mezclándose en un ritmo que hablaba más que cualquier palabra. Rin sintió cómo su corazón se aceleraba, y un calor profundo se extendía por todo su cuerpo. Cada roce, cada caricia, parecía sellar la distancia emocional que alguna vez existió entre ellos.

El ambiente de la habitación se volvió más íntimo. Las velas, aún ardiendo suavemente, proyectaban sombras que danzaban en las paredes, testigos silenciosos de su conexión. Las prendas comenzaron a perder importancia, cayendo al suelo una a una, hasta que nada quedó entre ellos salvo la sinceridad de sus emociones.

Sesshomaru, con una ternura que contrastaba con su habitual dureza, tomó el rostro de Rin entre sus manos, sus ojos ámbar brillando con una intensidad que le quitó el aliento.

—Esta noche —murmuró, su voz grave y profunda—, quiero demostrarte lo que mis palabras nunca pudieron expresar.

Rin, incapaz de responder con palabras, simplemente asintió, llevándose una mano al pecho de él, sintiendo los latidos de su corazón que se mezclaban con los suyos.

La noche se transformó en un momento único, donde cada caricia y cada gesto parecía diseñado para recordarles por qué estaban juntos. No hubo prisas ni dudas, solo la certeza de que, por primera vez en mucho tiempo, estaban exactamente donde debían estar: juntos, entregándose por completo.

La habitación se llenó de susurros, risas suaves y el sonido de corazones latiendo al unísono. Afuera, el viento continuaba golpeando las ventanas, pero dentro, todo era calidez y amor. Bajo la luz de las velas, Sesshomaru y Rin compartieron no solo un momento físico, sino una reafirmación de todo lo que habían construido juntos, convirtiendo aquella noche en un recuerdo imborrable que quedaría grabado en sus almas.

🌼🍃🌼

—Si el amo se entera de que lo volvió a hacer... —murmuró el hombre, con el rostro pálido y las manos temblorosas—. ¡Se va a enojar mucho esta vez!

Su jefa, una mujer de mirada astuta y movimientos calculados, apenas levantó la vista mientras ajustaba un adorno en su cabello. Parecía ansiosa, pero lejos de compartir el terror de su subordinado, esbozó una sonrisa confiada.

—¿Enojarse? —repitió con una ligera carcajada—. Por favor, pequeñín, ¿crees que no pensé en eso? Ya lo hicimos una vez, y todo salió de maravilla.

El hombre se removió en su sitio, con el ceño fruncido y la garganta seca.

—Señora, no me malinterprete, pero... esta vez es diferente. El amo no es tonto, empezará a sospechar. Y cuando lo haga, ¡me va a despedir!

Ella rodó los ojos, impaciente ante la falta de aplomo de su interlocutor.

—¡Bah! No seas dramático. Si alguien pregunta, tú no sabes nada. Ni siquiera pestañees. ¿Entendido?

—¿Nada...? —repitió con un hilo de voz—. Señora, claro que se va a dar cuenta. ¿Cómo no lo haría? ¡Le pusimos afrodisíaco otra vez! Apenas haga memoria, va a atar cabos con lo que pasó la primera vez.

Ella se detuvo, inclinando la cabeza con una sonrisa ladina que denotaba satisfacción.

—¿Y qué si lo hace? —dijo, cruzándose de brazos—. ¿Temes porque sabes que fue la mejor decisión? Gracias a aquello, ahora tiene a su esposa y a sus hijas. ¿No las ama acaso con locura?

El hombre tragó saliva, incapaz de contradecirla. Claro que el amo amaba a su familia, eso era indiscutible. Pero...

—Eso no quita que esté jugando con fuego —murmuró, bajando la mirada—. Sabe cómo es el jefecito... si llega a enterarse, será un desastre.

—Escúchame bien, pequeñín —dijo ella, acercándose y señalándolo con un dedo firme—. Finges que no sabes nada, ¿entendido? Y, por lo que más quieras, espera conmigo a que pronto reciba otras buenas noticias.

—¿Buenas noticias? —repitió, confundido.

Ella esbozó una sonrisa esperanzada, como si su mente ya visualizara el futuro que deseaba.

—El deseo de mis nietas —respondió con un tono cálido—. Ellas lo pidieron sin saber lo que significaba, pero me lo dejaron muy claro.

—¿Qué deseo?

—Un hermanito.

El hombre abrió los ojos con sorpresa, sintiendo cómo su preocupación se duplicaba. La mujer, en cambio, se volvió hacia la ventana, ignorando su nerviosismo mientras contemplaba las posibilidades que aquella noche podría traer.


Fin

🌼🍃🌼

Nota

Hola, finalmente terminé esta historia. Se extendió mucho más de lo que imaginaba, pero me siento feliz de haberla concluido.No se olviden de votar ,compartir y regalarme una estrella.

Algunas curiosidades:

-Esta historia fue la última que escribí en mi cumpleaños y la primera que publiqué. Nació de forma espontánea en mi desesperacion, ya que me había propuesto publicar varias historias ese día. Su inspiración provino de la canción Ost You're My Destiny.

-You're My Destiny  tiene muchas versiones, pero mi favorita es la china, gracias a los actores que adoro. La versión coreana también es hermosa y distinta (¡me encanta también!).

-En un principio pensé en hacer una copia casi idéntica o una versión muy similar a la original. Sin embargo, no soy buena replicando historias y siempre termino creando algo diferente y único y cambiando todo asi que es una version más mia.

-Esta historia iba a constar de solo tres partes, pero la segunda se desvió y la tercera creció mucho más de lo planeado porque me parecía demasiado simple. La única parte que quedó intacta fue la primera; realmente me gustó cómo salió, aunque tuve muchas dudas sobre cómo desarrollarla.

-Si la historia se hubiera escrito a la que estoy acostumbrada ,serian 30 capitulos .Pero decidi mantener  ,la longitud del primero y dejarlo en pocos capitulos pero largos.

-Respecto a la parte del accidente, quise seguir la línea de la historia original, pero ya que cambié tanto el rumbo de lo que tenia, decidí hacerlo diferente. Me tentó mucho seguir el camino original, pero no tengo el corazón para hacer sufrir tanto a Rin (para los que no lo saben, en esa parte, originalmente pierden al bebé). 

-No sé si escribiré un epílogo. Lo más probable es que lo deje aquí, permitiendo que la imaginación de cada uno complete el final. Aunque, si me llega un arrebato, quizás lo haga.

Posdata: Me voy a terminar ,Encuentro Prohibido y a seguir escribiendo cuando el corazon recuerda y si se puede algo mas antes de terminar año.

Gracias  y Adios

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