Destinos entrelazados

One -shot 4: Mas que amigos.


Capitulo único:

Amarlo desde lejos había sido su realidad desde pequeña, desde aquel día en que lo conoció, cuando su hermano lo trajo por primera vez a su casa. Él tenía 17 años, y ella apenas 12. Para ella, fue un joven fascinante desde el principio: atractivo, inteligente, y siempre parecía tener una palabra amable. Al inicio, lo que sentía era solo una admiración inocente por su belleza y carisma. Con el tiempo, esa admiración se transformó en algo más profundo, aunque ella aún no lo comprendía del todo.

Mientras él crecía y avanzaba en su vida, ella lo observaba en silencio. Lo vio convertirse en abogado, siempre esforzado y brillante, logrando metas que solo alimentaban más la admiración que ella sentía. Pero nunca encontró el valor para confesarle lo que realmente sentía. Lo vio conseguir su primer empleo, y aunque su vida seguía su curso, ella sentía que lo veía desde la distancia, como si estuviera destinada a ser solo una espectadora. Todo sucedía por las amistades que compartía con su hermano, que siempre fue cercano a él.

Cuando su madre falleció, él estuvo ahí, junto a ellos, apoyándolos en los momentos más difíciles. Se convirtió en una figura constante en sus vidas, un pilar de fortaleza para su hermano y, de alguna manera, también para ella. Su presencia, aunque reconfortante, hacía que su corazón latiera con dolor, pues cada vez le era más claro que sus sentimientos iban más allá de una simple admiración.

Su hermano siempre había sido sobreprotector. Después de perder a su madre, él se aferró a ella como a su única familia, cuidándola y vigilando cada uno de sus pasos. Le prohibía salir sola o tener amistades que no fueran de su círculo cercano. Pensaba que, de esa manera, la mantenía a salvo, pero esa protección acabó afectándola, impidiendo que viviera con libertad su adolescencia. 

Mientras tanto, Naraku, su hermano, vivía su propia vida desenfrenada, a veces con la misma intensidad con la que trataba de controlar la suya.

Por eso, cuando se enteró de que él tenía una novia, una punzada se instaló en su pecho. Aunque trataba de convencerse a sí misma de que no debía importarle, la realidad era otra: le dolía. Sabía que él jamás la miraría de esa manera, no como ella lo veía a él. Para él, no era más que la hermana de su mejor amigo, una presencia constante, pero sin relevancia más allá de la cercanía familiar. Y esa idea la carcomía por dentro.

Lo había visto salir con su novia tantas veces, y en cada una de esas ocasiones, ella solo podía mirarlo de lejos, con el corazón hecho pedazos. Sabía bien que esa distancia era lo más cerca que estaría de él, siempre en la sombra, siempre observando sin que la notara. De vez en cuando, sus miradas se cruzaban por un segundo, pero nunca con el significado que ella soñaba. En esos momentos, lo único que la acompañaba era el doloroso silencio de sus pensamientos.

Como si eso no fuera suficiente, su hermano también había empezado a salir con alguien, dejándola con más tiempo para estar sola, perdida en su propio mundo. Un mundo pequeño y cerrado, donde las emociones que sentía por ese chico de cabello plateado crecían con mayor intensidad desde que lo conoció, ahora a sus 17 años aquel sentimiento parecía no tener frenos.

Ahora era un exitoso abogado con una novia perfecta llamada Sara Asano, una supermodelo famosa por su belleza y estilo. 

Recordaba la primera vez que los vio juntos, y como sintió que su corazón se desplomaba. Para ella, parecían la pareja perfecta: Sara era preciosa, sofisticada, y todos pensaban que estaban hechos el uno para el otro.

A veces los veía juntos en eventos, siempre riendo, siempre mostrando esa felicidad que parecía inquebrantable. "Se aman", pensaba mientras el pecho se le llenaba de celos y tristeza. No podía evitar imaginarse en el lugar de Sara, deseando, aunque fuera solo por un instante, que él la mirara de otra manera. Pero sabía que eso nunca pasaría. Para él, siempre sería la hermana pequeña de su mejor amigo, alguien a quien cuidar, pero jamás alguien a quien amar.

Los rumores sobre un posible compromiso entre ellos no tardaron en llegar. Cada vez que escuchaba un comentario o veía una fotografía de los dos juntos en alguna revista, la herida en su corazón se hacía más profunda. Intentaba convencerse de que debía superarlo, que era imposible seguir aferrándose a un amor que nunca sería correspondido, pero algo dentro de ella no la dejaba avanzar.

Con el tiempo, su hermano también comenzó a alejarse por completo, centrado en su propia relación. Ya no la sobreprotegía como antes, y esa falta de atención solo la hacía sentir más sola. Miraba desde la distancia cómo todos a su alrededor avanzaban en la vida, mientras ella quedaba atrapada en los mismos sentimientos de siempre, sin poder confesarle lo que realmente sentía.

Se sentía sola, más que nunca. Su hermano ya no le dedicaba tanto tiempo como antes, y ahora que estaba en la plenitud de su juventud, comenzaba a descubrir nuevas formas de escapar de esa sensación de abandono. Una noche, decidió asistir a una fiesta, aunque no estaba del todo convencida. Al llegar, el bullicio y las risas la hicieron sentirse fuera de lugar. Pensó en regresar a casa, cuando, entre los invitados, vio a su hermano. Él no estaba solo, estaba acompañado de Sesshomaru, ambos con copas en la mano, riendo y conversando como si nada.

Su hermano no parecía estar en su mejor momento; las bebidas alcohólicas y la actitud despreocupada de ambos la inquietaron. Pero antes de que pudiera acercarse, su amiga Ayame se dio cuenta de su incomodidad. Ayame siempre había sido perspicaz, y esa noche no fue la excepción. Se acercó a ella con una mirada comprensiva y le susurró, como si supiera lo que estaba pensando.

—Siempre ha sido así contigo, ¿verdad? —le dijo, con un tono suave pero directo—. ¿Es que nunca piensas confesarle lo que sientes?

Esas palabras la golpearon con fuerza. Como si el aire a su alrededor se volviera más denso, de repente se sintió vulnerable. Había pasado tanto tiempo guardándose esos sentimientos que escuchar a Ayame decirlo en voz alta hizo que todo pareciera más real, más doloroso. Pero antes de que pudiera responder, Ayame continuó, revelando algo que la dejó aún más aturdida.

—Escuché algunos rumores... —Ayame bajó la voz, mirando alrededor para asegurarse de que nadie más estuviera escuchando—. Dicen que Sesshomaru y Sara han terminado. Algunos de los amigos de su hermano lo comentaron hace unos días.

El corazón de la joven dio un vuelco. ¿Terminaron? No sabía si sentirse esperanzada o más confundida que nunca. Si era cierto, ¿qué significaba eso para ella? ¿Podría finalmente confesarle sus sentimientos? Pero otra parte de ella, la que había convivido con el miedo durante tantos años, temía que, aunque estuviera soltero, eso no cambiaría nada. Para él, ella siempre sería la hermana de su mejor amigo, nada más.

Miró a su hermano y a Sesshomaru desde la distancia, mientras una mezcla de emociones la invadía. Por un lado, el dolor y la duda. Por el otro, una chispa de esperanza que amenazaba con encenderse en su corazón.

Quería acercarse, pero el miedo la detuvo. Sabía que si su hermano se daba cuenta de que estaba en la fiesta, la sacaría de inmediato y armaría un escándalo. Siempre había sido así: sobreprotector, incapaz de verla como una joven capaz de tomar sus propias decisiones. Su mente estaba inundada de pensamientos, cada uno más inquietante que el anterior, cuando Ayame volvió a interrumpirla, esta vez con una sonrisa traviesa.

—¿Por qué no te acercas? —le dijo, señalando hacia Sesshomaru—. O, al menos, conoce a otros chicos, si es que no te atreves a hablarle a él.

Ella apenas pudo reaccionar. Su atención estaba dividida entre los nervios y el miedo de que su hermano se diera cuenta de que estaba allí. Pero, en un momento de distracción, se dio cuenta de que él, sin notar nada, se marchaba con su novia. Los vio perderse entre la multitud, riendo y abrazados, como si no tuvieran una sola preocupación en el mundo.

Y entonces lo notó: Sesshomaru estaba solo.

El verlo ahí, sin compañía, era una oportunidad única. Su corazón comenzó a latir más rápido, como si el destino le estuviera ofreciendo una pequeña ventana para finalmente acercarse. Las palabras de Ayame resonaban en su mente, mezcladas con sus propios deseos y miedos. ¿Qué haría si se le acercaba? ¿Y si él notaba algo en su mirada, algo que había tratado de ocultar durante tanto tiempo?

Pero, contra sus temores, el impulso fue más fuerte. Como en un sueño, sus pies comenzaron a moverse antes de que pudiera pensarlo dos veces. Ayame le dio un empujón suave, animándola con una sonrisa cómplice. Era ahora o nunca.

Se abrió paso entre los invitados, el ruido de la fiesta se volvió un murmullo lejano. Solo tenía ojos para él, para Sesshomaru, que seguía en el mismo lugar, aparentemente ajeno a lo que estaba a punto de suceder. Cada paso hacia él era una mezcla de emoción y temor, y en su pecho, la esperanza comenzaba a florecer, aunque fuera un poquito.

Cuando finalmente llegó hasta él, se dio cuenta de que Sesshomaru no estaba en su mejor estado. Parecía bastante bebido, pero aun así la reconoció al instante. Sus ojos entrecerrados se fijaron en ella, y con una mezcla de confusión y preocupación, se levantó de su silla tambaleándose ligeramente. Era evidente que no entendía qué hacía ella en un lugar así.

—Rin, ¿qué demonios haces aquí? —le preguntó con el ceño fruncido, su tono grave y serio. Era un lugar que él consideraba lleno de buitres, un ambiente que no era para ella.

Rin lo miró a los ojos, pero no supo qué decir. Las palabras parecían haberse evaporado de su mente, incapaz de explicar su presencia sin delatar sus verdaderas intenciones. Antes de que pudiera articular una respuesta, el chico con el que había estado bailando se acercó nuevamente. Sonreía, dispuesto a retomar el baile, ajeno a la tensión que flotaba en el aire.

—Vamos, no te quedes ahí. La noche es joven —dijo el chico con confianza, tomándola del brazo suavemente, intentando arrastrarla de vuelta a la pista para seguir disfrutando.

Pero Rin no quería seguir. El peso de la situación la había paralizado, y lo último que deseaba era continuar con ese chico. Cuando Sesshomaru vio lo que estaba ocurriendo, algo dentro de él cambió. La molestia en su rostro se transformó rápidamente en ira. Sin pensarlo dos veces, se adelantó y tomó al joven del brazo, esta vez de forma brusca, separándolo de Rin con un tirón firme y decidido.

—No la toques —espetó Sesshomaru, su voz más baja pero llena de autoridad.

El joven, sorprendido y algo intimidado, retrocedió. Rin lo miró, aún en estado de shock, mientras Sesshomaru mantenía su postura firme, protegiéndola de una manera que no esperaba. El ambiente a su alrededor se tensó, y por un momento todo pareció detenerse.

No sabía si sentir alivio por haber sido defendida o si debía preocuparse por la furia evidente en los ojos de Sesshomaru. Aún con el corazón acelerado, Rin tragó saliva, intentando entender lo que acababa de pasar. Sesshomaru no era alguien que se dejara llevar fácilmente por las emociones, pero esa noche, algo en él parecía estar al límite.

Sesshomaru se volteó hacia ella, su expresión aún endurecida por la molestia que acababa de experimentar. Sin embargo, su tono se suavizó ligeramente cuando le dijo:

—Te voy a llevar a casa.

Rin lo miró en silencio, asintiendo sin decir palabra. Sabía que discutir con él sería inútil, y parte de ella, aliviada por no tener que volver a la fiesta, se dejó guiar. El joven con el que había estado bailando los observó irse, visiblemente confundido y frustrado, pero Rin no prestó atención. Todo lo que sentía en ese momento era una mezcla de nerviosismo y una extraña sensación de seguridad al estar junto a Sesshomaru.

Cuando llegaron al auto de Sesshomaru, ella se dio cuenta rápidamente de que él no estaba en condiciones de conducir. Sus movimientos eran más lentos de lo habitual, y aunque él intentó disimularlo, Rin notó que no podía ni siquiera encontrar las llaves con facilidad. Sesshomaru suspiró con frustración y tomó una decisión.

—Es mejor que tomemos un taxi —dijo, su voz cansada pero firme.

Mientras esperaba a que llegara un taxi, Sesshomaru la vio tiritar de frío. La fiesta había sido al aire libre y la noche estaba más fría de lo que ambos habían anticipado. Sin decir nada, recordó que tenía una chaqueta en el maletero de su auto. Se dirigió a buscarla, dejando a Rin unos instantes sola.

Rin se subió al auto para resguardarse del viento frío que soplaba con fuerza. Se dejó caer en el asiento del copiloto, aliviada de poder quitarse los zapatos que tanto daño le habían hecho durante la noche. Sus pies le dolían, y aunque intentó disimularlo, el cansancio se reflejaba en su rostro. Mientras Sesshomaru buscaba la chaqueta en el maletero, ella disfrutó de unos momentos de tranquilidad, estirando sus dedos adoloridos y frotándose los pies con suavidad.

Cuando Sesshomaru finalmente encontró la chaqueta, se acercó y, con un gesto brusco pero protector, la colocó sobre sus hombros. Su rostro estaba serio, y antes de que Rin pudiera agradecerle, él le lanzó una mirada llena de reproche.

—¿Qué estabas pensando al venir a una fiesta como esta? ¿Tienes idea de lo que podría haberte pasado? —le reclamó, su voz grave, casi como si la estuviera regañando.

Rin lo escuchó en silencio, sintiéndose repentinamente pequeña. No estaba acostumbrada a que Sesshomaru le hablara de esa manera, como si fuera una niña. La incomodidad creció en su pecho, y sintió el impulso de defenderse.

—No soy una niña —replicó, su tono desafiante. Luego, con un poco más de calma, añadió—: Solo quería divertirme.

Sesshomaru suspiró, pasando una mano por su cabello, claramente frustrado.

—Y tú... eso no importa —murmuró, intentando dejar el tema. Sabía que lo mejor era no discutir en ese estado.

Pero Rin, llevada por la tensión de la noche, habló sin pensar.

—Es por ella, ¿verdad? —dijo, sus palabras saliendo antes de que pudiera detenerlas.

Sesshomaru se quedó en silencio por un segundo, sorprendido de que ella mencionara a Sara. La miró, su expresión indescifrable, y aunque no quería discutir, una parte de él sabía que Rin tenía razón.

—Creo que... —empezó a decir, pero se detuvo. No era justo culparla por lo que sentía, y mucho menos desquitarse con ella.

Rin, arrepentida por haber mencionado a Sara, bajó la mirada, y en un tono bajo y sincero, dijo:

—Lo siento... No deberíamos hablar de ella.

Sesshomaru asintió, y el ambiente se llenó de una tensión silenciosa. Aunque no quería seguir hablando del tema, algo dentro de él se removía. Tomó aire profundamente, intentando despejarse, y finalmente subió al lado del conductor. Se dejó caer en el asiento y cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso del cansancio.

—Quizás pueda descansar un poco antes de pedir un taxi —pensó, mientras giraba la cabeza para mirar a Rin, quien aún estaba sentada a su lado, con la chaqueta cubriéndola.

La luz suave de la luna entraba por la ventana del auto, iluminando su rostro de una manera que hizo que Sesshomaru se detuviera un segundo más. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo bonita que estaba. Una sensación de autocrítica lo invadió por haberse permitido notarlo en ese momento.

—¿Qué estoy haciendo...? —murmuró Sesshomaru, la confusión y la incredulidad reflejadas en su rostro.

—... —Rin lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de alegría y locura.

—Nada, solo disfrutando de la noche —respondió, intentando mantener las apariencias, aunque la emoción la invadía.

 Rin por ese mili segundo se sintió feliz de estar con él, a pesar de la incertidumbre que los rodeaba.

Sin embargo, a medida que la tensión crecía, Rin sintió que el calor la envolvía. La bebida había nublado su juicio y, de repente, un ataque de locura la llevó a abrir la puerta del auto.

—Siento calor —dijo, saliendo precipitadamente. La brisa fresca de la noche la golpeó, pero no era suficiente para calmar la tormenta dentro de ella.

Sesshomaru, preocupado, la siguió, sintiendo que la neblina del alcohol se disipaba. Pero antes de que pudiera alcanzarla, Rin se detuvo y giró, mirándolo con una mezcla de desafío y vulnerabilidad.

En un arrebato de instinto, Sesshomaru la tomó de la cintura, atrayéndola hacia él. Sus rostros estaban tan cerca que podía sentir el calor de su aliento. En ese instante, todo cambió.

Los sentidos de Sesshomaru se agudizaron. Sabía que no estaba pensando con claridad, que estaban en un momento peligroso, pero no pudo resistir. Con un movimiento inesperado,le robó un beso, sintiendo cómo sus labios se encontraban con los de ella.

Rin, sorprendida por el gesto, se dejó llevar. Su mente gritaba que las cosas no estaban bien, pero su corazón latía con fuerza, dictando un impulso que no podía ignorar. Acercó sus manos al cuello de Sesshomaru, correspondiendo al beso con una intensidad que sorprendió a ambos.

El mundo a su alrededor se desvaneció; solo existían ellos dos en ese instante. El miedo, la confusión, la realidad de sus vidas se desvanecieron en el roce de sus labios. Pero, en el fondo, sabían que era un momento fugaz, que la realidad regresaría con toda su fuerza.

Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban entrecortadamente. Rin lo miró a los ojos, buscando respuestas, pero solo encontró un reflejo de sus propios sentimientos: una mezcla de deseo, miedo y la presión de lo que significaba ese beso.

—¿Qué acaba de pasar...? —preguntó Sesshomaru, su voz un susurro, como si temiera romper la burbuja que los envolvía.

Rin se sintió perdida, pero a la vez liberada. No tenía respuestas, solo sabía que ese momento había cambiado todo.

—No lo sé... —dijo, su voz temblorosa—. Pero no puedo evitarlo.

El aire entre ellos estaba cargado de posibilidades, y a pesar del caos en sus corazones, ambos sabían que la vida nunca volvería a ser la misma.

No pasó ni un minuto para que sus labios, como imanes, se juntaran de nuevo. Sin pensar en nada más que en lo que sentían, se dejaron llevar por la atracción que los envolvía. Sesshomaru tomó la mano de Rin, llevándola hacia un hotel cercano, donde el ruido de la fiesta se desvaneció detrás de ellos.

Al entrar, la calidez del lugar contrastaba con la frescura de la noche. La atmósfera era suave, iluminada por luces tenues que creaban sombras danzantes en las paredes. Rin sintió una mezcla de emoción y nerviosismo al mirar a Sesshomaru, quien parecía tan seguro, tan diferente de la persona que conocía.

—Esto es una locura —murmuró Rin, aunque en el fondo sabía que no quería que se detuvieran.

—Quizás, pero a veces hay que dejarse llevar —respondió él, sonriendo mientras su mirada la envolvía.

Se acercaron al ascensor, el silencio entre ellos lleno de expectativas. Una vez dentro, la cercanía era electrizante. Rin sintió el latido de su corazón resonar en sus oídos mientras Sesshomaru la miraba, como si intentara leer su mente.

Cuando las puertas se abrieron, la suavidad de la alfombra les dio la bienvenida. Sesshomaru la condujo a una habitación, donde la luz era cálida y acogedora. Una vez dentro, Rin se sintió un poco nerviosa, pero la mirada de Sesshomaru la tranquilizó.

—¿Estás segura de esto? —preguntó él, su voz un susurro cargado de significado.

Ella asintió, y antes de que pudiera pensarlo dos veces, él la acercó a él, sus labios encontrándose de nuevo en un beso profundo y lleno de promesas. Rin sintió que el mundo exterior se desvanecía mientras se entregaba a la conexión que los unía.

A medida que la noche avanzaba, compartieron risas y susurros, explorando un terreno desconocido. Las caricias eran suaves, llenas de ternura, como si cada toque fuese una promesa de algo más. Sin cruzar fronteras, disfrutaron de la calidez del momento, dejando que la intimidad creciera entre ellos.

El tiempo parecía detenerse, y por un instante, todo lo que importaba era la magia de estar juntos.

La mañana llegó, y Sesshomaru despertó lentamente, la luz del sol filtrándose a través de las cortinas. A medida que sus sentidos regresaban, la realidad de lo que había hecho lo golpeó como un balde de agua fría. Era un completo idiota, había actuado impulsivamente y ahora no sabía qué hacer.

Su teléfono sonó insistentemente, obligándolo a levantarse de la cama, tratando de no despertar a Rin. Al ver el nombre de su amigo, Naraku, una punzada de ansiedad lo atravesó.

—Demonios... —murmuró para sí mismo, aceptando la llamada.

—Sesshomaru, fui a revisar la habitación de Rin y no la encontré. No sé dónde demonios está —dijo Naraku, su voz tensa y llena de preocupación—. Estoy por llamar a la policía si no la encuentro en unos minutos.

Un escalofrío recorrió la espalda de Sesshomaru al escuchar esas palabras.

—Calma, Naraku. Estoy seguro de que está bien. Déjame hacer unas llamadas y ver qué puedo averiguar —respondió, tratando de mantener la calma, aunque su mente ya corría en mil direcciones.

Naraku siguió hablando, pero Sesshomaru apenas escuchaba. Su mirada se desvió hacia la cama, donde Rin dormía plácidamente, ajena a la tormenta que se desataba afuera. Sabía que tenía que actuar rápido, y no podía permitir que la preocupación de Naraku lo arrastrara a una espiral de pánico.

Antes de colgar, Naraku mencionó que seguiría llamando a sus amigas y revisando su teléfono. Al escuchar eso, Sesshomaru sintió que la ansiedad comenzaba a apoderarse de él. Justo en ese momento, Rin despertó, sintiendo su mirada sobre ella.

—¿Qué sucede? —preguntó, con la voz aún soñolienta, perdida entre los vestigios del sueño.

—Tu hermano está buscando... dice que no le contestas —respondió Sesshomaru, sintiendo que su corazón se aceleraba un poco.

Esas palabras fueron como un despertador para Rin. Se sentó de golpe y buscó entre sus cosas su teléfono, encontrándolo apagado. Se maldijo internamente mientras trataba de recordar dónde había dejado el contacto de Ayame.

—¿Qué haces? —cuestionó Sesshomaru, observando cómo tecleaba rápidamente en su dispositivo.

—Avisare a Ayame para que le diga que pasé la noche con ella —mencionó Rin, sintiendo un silencio tenso en el aire mientras terminaba de escribir.

Un leve rubor se apoderó de sus mejillas al recordar lo que había sucedido la noche anterior. Era algo que se les había escapado de las manos, y ahora había terminado durmiendo con la persona que tanto amaba.

Sesshomaru, aún preocupado, se cambió de ropa rápidamente y le dijo que lo hiciera, que la llevaría a su casa antes de que su hermano hiciera una locura.

Su tono fue seco, casi cortante, lo que hizo que Rin se detuviera un momento y lo mirara con inquietud. Esa actitud le dio la impresión de que él se estaba arrepintiendo de lo sucedido, y eso la lastimó más de lo que esperaba.

—¿Estás bien? —preguntó Rin, tratando de leer su expresión.

—Sí, solo... no quiero que tu hermano se preocupe más de lo necesario —respondió Sesshomaru, evitando su mirada mientras el nerviosismo lo invadía.

Rin sintió que la tensión entre ellos crecía. No sabía cómo afrontar la situación, pero estaba clara en una cosa: lo que habían vivido la noche anterior había cambiado todo entre ellos, y no podía ignorarlo.

Rin dejó a Sesshomaru a unas calles de su casa, prometiendo que hablarían después. Sin embargo, él parecía un poco desorientado mientras regresaba. Ella llegó a casa, solo para recibir la reprimenda de su vida por haberse fugado a una fiesta y no llegar a tiempo.

_

Los días pasaron sin que Rin viera a Sesshomaru, lo que la preocupaba. Antes lo veía casi todos los días, pero ahora había un vacío que no podía ignorar. Su hermano le contó que Sesshomaru había terminado con Sara porque ella quería irse del país en busca de nuevas oportunidades, pero también mencionó un percance del que no dio detalles. Rin sintió que eso rompía su corazón, porque sabía que Sesshomaru amaba a Sara profundamente, y su separación la llenó de inquietud.

Una semana después, Rin llegó a casa temprano luego de clase. Nadie la esperaba, ya que su hermano suponía que estaría en la universidad. Cuando entró, notó a Sesshomaru en el comedor, concentrado en unos documentos. Al acercarse, lo llamó con una voz suave.

—Sesshomaru... —dijo, pero él pareció no saber cómo responder. Había estado evitándola y se sentía fatal por ello.

—Hola, Rin —murmuró, sin levantar la mirada de la mesa.

—¿Por qué no me has contestado? He estado preocupada —replicó ella, sintiendo que la frustración comenzaba a burbujear en su interior.

—No es tan simple —respondió él, al fin mirándola, pero con una expresión que combinaba tristeza y confusión—. Necesito tiempo para pensar.

—¿Tiempo para pensar? —replicó ella, cruzando los brazos—. ¿Qué hay que pensar, Sesshomaru? ¿Sobre lo que pasó entre nosotros? Porque, para ser sincera, no sé qué significó para ti, pero para mí fue importante.

—No se trata solo de eso. Mi vida está en un caos ahora. Acabo de terminar con Sara, y no quiero arrastrarte a esto —dijo él, frustrado, pasando una mano por su cabello plateado.

—Pero tú no tienes que decidir eso por mí. No me trates como si fuera una niña —protestó Rin, sintiendo que la rabia empezaba a mezclarse con su preocupación—. ¿Acaso te arrepientes de lo que pasó?

Sesshomaru vaciló, y por un momento, el silencio los envolvió. Ella podía ver la lucha en su rostro, y eso la hizo sentir una mezcla de compasión y anhelo.

—No me arrepiento... —dijo finalmente, su voz casi un susurro—. Pero esto es complicado, Rin.

—A veces lo complicado también puede ser lo más real —replicó ella, acercándose un poco más, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza—. Solo quiero saber qué sientes.

La tensión creció entre ellos, palpable como una corriente eléctrica. Rin dio un paso más cerca, sus ojos fijos en los de Sesshomaru, buscando respuestas en su mirada.

—Lo que siento... es que no puedo dejarte ir —confesó él, y sus palabras parecieron romper el hechizo de la confusión.

Sin pensar, Rin tomó la decisión. Se acercó aún más, y antes de que él pudiera reaccionar, unió sus labios a los de él en un beso lleno de pasión y deseo, como si el mundo a su alrededor desapareciera.

Fue un beso que hablaba de promesas y de un futuro incierto, pero también de la necesidad de estar juntos en ese instante. Ambos se sumergieron en la conexión que habían estado evitando, sabiendo que, a pesar de las complicaciones, había algo que los unía irremediablemente.

Cuando se separaron, ambos respiraban entrecortados, y Rin supo que, aunque el camino por delante sería complicado, estaban poniendo sus manos para que esto funcionara.

Esa fue la primera vez de tantos besos que se darían a escondidas, siempre con la adrenalina de saber que podían ser descubiertos. Cada vez que Naraku no estaba en casa, Rin y Sesshomaru encontraban momentos para estar juntos. Su relación crecía, pero el miedo de que su amigo se enterara los carcomía, creando una tensión que a veces se sentía insoportable.

-

Sin embargo, un día, después de cuatro meses de separación, Sara llegó al departamento de Sesshomaru. Su presencia era como un eco del pasado que él había intentado dejar atrás. Con una mirada decidida, ella le explicó que se arrepentía de lo que había hecho y que quería volver a su relación.

—No es tan simple, Sara —respondió Sesshomaru, sintiendo que su corazón se apretaba—. Hay alguien más en mi vida ahora.

—¿Alguien más? —preguntó ella, sorprendida—. ¿Y qué hay de nosotros? ¿De lo que teníamos?

—Lo que teníamos se desvaneció cuando decidiste irte y engañarme con otro —dijo él, intentando mantener la calma, pero la tensión era palpable.

Sara insistía, tratando de encontrar la manera de entrar en su departamento, pero él se mantenía firme.

—Es tarde, Sara. Debes irte —dijo, sintiendo la presión en su pecho aumentar.

Justo en ese momento, Naraku llegó. Al ver la situación, intentó no incomodar, pero la incomodidad era evidente. Se detuvo, observando a su amigo y a su exnovia.

—¿Todo bien? —preguntó, con una ligera preocupación en su voz.

—Todo en orden —respondió Sesshomaru, intentando sonar despreocupado.

—Sara, ¿no te vas ya? —intervino Naraku, buscando aliviar la tensión.

Ella se volvió hacia él, con una determinación renovada.

—Volveré, Sesshomaru. No me rendiré tan fácilmente.

Naraku frunció el ceño, sintiendo que algo no estaba bien. Después de que Sara se fue, él se volvió hacia Sesshomaru.

—¿Qué sucede, Sesshomaru? ¿Acaso la mujer que tanto amabas está pidiéndote que vuelvas? Recuerdo que tenias planes de un compromiso serio con ella.

Sesshomaru se quedó en silencio, sintiendo que las palabras de su amigo eran un peso enorme sobre sus hombros. Sabía que Naraku no entendía la complejidad de sus sentimientos.

—No es así, Naraku —dijo finalmente, tratando de que su voz sonara firme—. Ahora amo a alguien más.

Pero al pronunciar esas palabras, una oleada de miedo lo atravesó. No podía decirle a Naraku que esa persona era Rin, su hermana pequeña, el lo odiaría por tal traición.

 La presión de mantener ese secreto lo estaba consumiendo.

—Entonces, ¿qué te detiene? —preguntó Naraku, mirándolo fijamente—Para presentármela

Sesshomaru desvió la mirada, sintiendo que su mundo se desmoronaba. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar la verdad. Pero esa tarde, ambos decidieron volver al trabajo, el ambiente cargado de preguntas sin respuesta y sentimientos a flor de piel.

_

La semana pasó como un susurro, y Naraku estaba emocionado por su cumpleaños. Decidió invitar a sus amigos, y la casa se llenó de risas y buena música. Mientras Sesshomaru conversaba con algunos compañeros, de repente, su atención se desvió hacia la puerta.

Apareció Rin, su querida novia, luciendo deslumbrante en un vestido que acentuaba su figura. Desde lejos le guiño un ojo,  en un forma de coqueteo. 

Haciendole sentir mas de una y mil cosas en aquel pequeño gesto. Era inevitable que  no sintiera eso si la amaba demasiado.

Uno de sus amigos, al notar la mirada de Sesshomaru, se acercó rápidamente y le dijo en un tono serio:

—No hagas tonterías, Sesshomaru. No rompas tu amistad con Naraku. Eso sería una traición que no se hace.

Las palabras de su amigo resonaron en su mente, añadiendo una capa de presión a la situación. Sabía que lo correcto había sido mantenerse alejado de Rin, pero eso ya era demasaido tarde cuando la amaba demasiado.

—Lo sé, solo... —murmuró, sintiendo la incertidumbre apoderarse de él.

A medida que la fiesta avanzaba, Sesshomaru trató de concentrarse en sus amigos y en la celebración, pero sus pensamientos seguían regresando en que debía de dar la cara y decirle la verdad a Naraku.

 La mirada de Rin lo seguía, haciéndole comprender que lo deseaba tanto como el la deseaba en ese momento.

Mientras la música sonaba y las risas llenaban el aire, Sesshomaru se preguntaba si podría resistir la tentación. 

Con cada bocado de pastel y cada brindis, la línea entre lo correcto y lo que sentía se volvía más difusa.

Finalmente, se encontró en un rincón de la sala, observando a Naraku, que disfrutaba de la compañía de sus amigos, ajeno a la tensión que se desarrollaba a su alrededor. Cuando Sesshomaru vio que Naraku estaba distraído, no pudo evitar seguir a Rin cuando salió de la habitación. La atracción entre ellos era irresistible, como un imán que los unía en un rincón apartado de la fiesta.

—¿Cómo estás? —le preguntó él, con ese tono cariñoso que siempre la hacía sonreír.

Ella se iluminó con su presencia.

—Ha sido una semana difícil sin verte —respondió, sintiendo la conexión entre ellos resurgir como si no hubiera pasado el tiempo.

Se abrazaron brevemente y, sin pensarlo, se besaron con la misma intensidad que la noche en que todo cambió. Era un momento robado, lleno de emoción y secretos.

Sin embargo, lo que no esperaban era que Naraku los estuviera observando. La expresión en su rostro pasó de la alegría a la confusión y, finalmente, a la ira al ver a su hermana besándose con su mejor amigo. Se sintió traicionado y devastado.

—¡Sesshomaru! —gritó, acercándose con furia—. ¿Cómo pudiste?

El golpe que Naraku le dio a Sesshomaru fue inesperado y lo dejó aturdido.

—No puedo creer que hicieras esto con mi hermana. ¿Qué te pasó? —la decepción en su voz era palpable.

Rin, sorprendida, intentó interponerse entre ellos.

—¡Espera! No es lo que piensas, Naraku...

Pero él no la escuchó. Estaba demasiado dolido por la traición que sentía.

—Tú, de todos, debiste protegerla. ¿Qué clase de amigo eres? —le recriminó Sesshomaru, que trataba de procesar lo que estaba sucediendo.

—La clase de amigo que traiciona de la peor manera a su mejor amigo —replicó Naraku, el dolor en sus ojos reflejando su lucha interna.

Rin se sintió atrapada entre ambos, deseando que pudieran entender que lo que sentía por Sesshomaru era real. Sin embargo, la tensión era palpable, y sabía que no podían escapar de las consecuencias de sus acciones. La fiesta continuaba a su alrededor, pero el caos emocional de los tres se había convertido en el verdadero espectáculo de esa noche.

Antes de que las cosas se intensificaran, Naraku, enfurecido, tomó a Rin de la mano y la llevó a su habitación, cerrando la puerta con fuerza detrás de ellos. Sesshomaru intentó interponerse, pero uno de sus amigos lo detuvo, diciéndole que se fuera. La impotencia lo llenó y, finalmente, se alejó, sabiendo que todo estaba a punto de desmoronarse.

-

Los días que siguieron fueron un verdadero infierno para Rin. Naraku la mantenía bajo estricta vigilancia, amenazándola con que si continuaba con Sesshomaru, ya no pagaría su universidad y se olvidara de el.

 En un arranque de rebeldía, Rin se dio cuenta de que, aunque esa advertencia la aterraba, su amor por Sesshomaru era más fuerte que cualquier miedo.

Una noche, impulsada por la desesperación, decidió escapar y se dirigió a la casa de Sesshomaru. Cuando él la vio aparecer, su corazón se llenó de sorpresa y preocupación.

—Tienes que regresar —dijo él, tratando de ser racional.

—No quiero regresar —replicó ella, su mirada firme—. No quiero separarme de ti.

Sesshomaru sintió un nudo en el estómago. Sabía que lo que estaban haciendo no era correcto, pero no podía ignorar lo que sentía.

—No quiero que arruines tu relación con tu hermano —respondió, tratando de hacerla entender.

—No me importa —dijo, con una determinación que la sorprendía incluso a ella—. Solo quiero estar contigo.

—Rin..—quiso decirle que todo terminara pero al ver sus ojos ,no pudo mas y cayo en aquel encanto.

—Acaso no me amas.—sus mejillas se tiñeron pensando lo rojo ,mientras unas lagrimas se escapaban

—no es eso ,te amo demasiado...—le menciono ,mientras limpiaba sus lagrimas en su rostro—Solo que no quiero que te separes de tu hermano...

Aquel intercambio los llevó a una conversación profunda. Pasaron horas hablando, compartiendo sus miedos y deseos, sintiéndose más conectados que nunca. Al amanecer, Sesshomaru le propuso una solución.

—Te ayudaré con tu cuota de la universidad —dijo—. Y si quieres, puedes quedarte aquí conmigo.

Rin sintió una mezcla de alivio y emoción al escuchar sus palabras. La idea de estar juntos sin las restricciones de Naraku era tentadora. Sabía que estaban cruzando un límite peligroso, pero el amor que sentía por él la impulsaba a seguir adelante, a arriesgarlo todo por algo que valía la pena.

Con el tiempo, Rin decidió que era hora de hablar con Naraku. Sin embargo, cuando intentó acercarse a él, se encontró con un muro. Naraku no quería saber más de la relación entre ellos y se negó a hablar con ella ,diciéndole que ya no tenia una hermana.

Rin aquel día se sintió con una mezcla de tristeza y frustración, dé la cual no pudo recuperarse por mucho tiempo al pensar en que se había equivocado.

 Mientras tanto, Sara volvió a aparecer en la vida de Sesshomaru, pero él dejó en claro que ya tenía a alguien en su vida y no había espacio para ella.

A medida que los días se convertían en meses, y los meses en años, Rin y Naraku no volvieron a hablar. 

Rin se centró en sus estudios y, finalmente, se graduó de la universidad con honores.

En un hermoso día soleado, durante su ceremonia de graduación, Rin llevaba un vestido rosa que acentuaba su figura y un peinado que realzaba su rostro radiante. En medio de las celebraciones, Sesshomaru se acercó a ella, con una mirada llena de amor y determinación.

—Rin —comenzó, tomando su mano—, he esperado este momento desde hace tiempo.

Ella lo miró, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

—Sé que hemos pasado por mucho juntos, pero no puedo imaginar mi vida sin ti.

Con un movimiento suave, Sesshomaru se arrodilló, sacando un pequeño estuche de su bolsillo.

—¿Te casarías conmigo?

Las lágrimas de emoción brotaron en los ojos de Rin mientras aceptaba la propuesta, rodeados de amigos y familiares que aplaudían y vitoreaban. Pero lo más sorprendente fue cuando Rin  , tomó la mano de Seshomaru aun de rodillas, le confesó que había una sorpresa más.

—Serás papá.

Ese instante se sintió como un sueño hecho realidad. El amor que compartían había evolucionado, llevándolos a un nuevo capítulo de sus vidas.

Rin y Sesshomaru habían construido  en esos años una vida juntos, llena de amor y complicidad.

 Un día, mientras paseaban por el parque, se encontraron inesperadamente con Naraku, cuando este parecía evadirlos, pero Sesshomaru lo alcanzo y no se lo permitió.

 El corazón de Rin se aceleró, al ver a su hermano después de muchos años. Sabía que su hermano había estado dolido por su relación con Sesshomaru.

—Hola, Naraku —saludó Sesshomaru, intentando romper el hielo, mientras el otro lo observaba

Naraku levantó la mirada, pero su expresión seguía siendo fría.

—Hola.

Se sintió la tensión y un silencio. 

Rin decidió tomar la iniciativa.

—Naraku, sé que las cosas han sido complicadas entre nosotros, y entiendo por qué estás molesto. Pero necesito que sepas cuánto te extraño. Eres mi único hermano, y no quiero perder esa conexión.

Naraku frunció el ceño, pero algo en la sinceridad de Rin comenzó a tocarlo.

—¿Por qué debería confiar en ustedes? —preguntó Naraku, con la voz tensa y a la defensiva. A pesar de los años, se había arrepentido de muchas de las cosas que le había dicho a su hermana, pero su orgullo siempre lo había detenido.

Rin dio un paso hacia él, sintiendo que este era el momento adecuado.

—Quiero que sepas que he sido feliz con Sesshomaru —confesó con una sonrisa sincera.— Pero me has hecho mucha falta —añadió, mientras las lágrimas comenzaban a llenar los ojos de su hermano.

—Lo siento... —susurró Naraku, incapaz de contenerse. Aquella tarde, cuando se enteró de todo, había sentido una traición profunda y reaccionó mal, lastimando a las dos personas que más le importaban.

Con el tiempo, comprendió lo cruel que había sido y lo hirientes que fueron sus palabras.

—Solo dime, ¿Sesshomaru te ha tratado bien...?

—Sesshomaru me ha tratado bien y me ha hecho feliz —afirmó Rin, con calma.

El silencio se hizo pesado entre ellos, hasta que Rin decidió continuar.

—Además... tengo algo que contarte. ¡Voy a ser mamá! Sesshomaru y yo estamos esperando un bebé.

La sorpresa iluminó el rostro de Naraku.

—¿De verdad? —su tono cambió, haciéndose más cálido.

—Sí, y quería que lo supieras porque eso significa que serás tío —dijo Rin, con una sonrisa llena de esperanza.

Naraku sintió cómo una parte de su corazón se abría. Sus defensas empezaban a caer, y por primera vez en mucho tiempo, vio a su hermana sonreír de verdad.

—No sabía que estabas tan feliz —dijo él, en un tono mucho más suave.

—Quiero que formes parte de esta nueva etapa. No tienes idea de cuánto te he extrañado, sobre todo porque eres mi único familiar.

Naraku miró a Sesshomaru, quien lo observaba con paciencia y comprensión.

—Está bien. Tal vez pueda intentar aceptar esto. Después de todo, somos familia, y no quiero perderte, Rin.

Rin sintió que una gran carga se aligeraba de sus hombros.

—Me gustaría que volviéramos a ser cercanos. Quiero que seas parte de la vida de nuestro bebé.

Naraku asintió lentamente, sintiendo cómo las heridas comenzaban a sanar.

—Prometo hacer un esfuerzo. Quiero que este bebé tenga a su tío en su vida.

La conversación fluyó desde ese punto, y cuando se despidieron, Rin sintió que, a pesar de las dificultades, la relación entre ellos empezaba a renovarse. 

Fin...

Acá un de los One-shot mas corregidos. Vayan guardando pañuelos para uno de los One-shots.

Posdata: voten y comenten 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top