1. Todos los días llamo a tu nombre

—La señorita Nayeon me informó que no conoce a ninguna persona de nombre Myoui Mina, se debe haber equivocado señorita.— oyó atentamente al otro lado de la recepción de aquel gran edificio. Mina aguantó las lágrimas, pero poco a poco le parecía inevitable derrumbarse en el frío piso de mármol. ¿Y cómo no sentir lástima por ella? Era un caso común en jóvenes en busca de amor, había caído en las manos de Nayeon, la cuál tenía una novia de nombre Sana. La cual la amaba, sin saber la infidelidad a sus espaldas, confiando en Nayeon, aunque ella no se lo mereciera.

—Muchas gracias.—trató de sonar lo más indiferente que su estado de ánimo lo propuso. Hablaría con Nayeon, y pondría fin a esa aventura a la que Mina se aferraba como si de una relación sólida se tratase.

La japonesa de cabellera oscura caminó hacía la puerta de vidrio, por dónde entró y ansiaba poder ver a Nayeon, pero ya no como su amante. Tal vez, Im porfin terminaría con Minatozaki, porqué según Nayeon, las cosas iban de mal en peor con Sana.

Pero había sido suficiente para Mina, no soportaría más humillaciones de ese tipo...

¿Verdad...?

(...)

—Minari, por favor, ¿entiéndeme si bebé?—suplicó, mientras Mina tomaba un poco de latte recién hecho decidida a dejar aquel confuso amor atrás. —Ahora no puedo dejar a Sana porque...

Había sido suficiente.—¿Porqué Nayeon, ahora que? ¿Le prometiste algo a su madre? ¿Se murió su abuela? ¿Qué vas a inventar ahora Nayeon?— las lágrimas empezaron a salir.

El semblante de la coreana cambió totalmente. —Pues haz lo que quieras, nadie te va a querer, ¡mírate!. Nadie más te va a amar Mina. Te vistes tal y como una puta. Deberías agradecerme el favor que te hago saliendo contigo, nadie querría salir con alguien que no vale nada como tú, Myoui. Pero si tu ya no lo quieres intentar, que te vaya bien, ojalá encuentres a alguien que ame a las putas como tú, y que sea de verdad Myoui. —Nayeon se levantó de la silla enfadada, mientras tomaba su abrigo y empezaba a encaminarse hacia la puerta de salida.

Mina comprendió el "error" que había cometido. Corrió tras Nayeon, y tomó su brazo, y suplicó:

—Nayeon, no, lo siento, fue un error. Yo... debí ser más comprensiva. Soy una idiota, también cambiaré mi forma de vestir. Sé que no debo provocar con mi ropa, perdóname.—la abrazó por la espalda, sabiendo que era su última carta del momento para no perderla.—Lo seré, ¿ya mi amor?

Nayeon volteó, mirando hacia todos lados, menos hacia Mina. Que ansiaba una respuesta. —Te perdono Mina. Sabes que debes hacerme caso, ahora vamonos a un lugar privado, alguien no puede estar viendo.

Solo asintió, mientras tomaba su brazo.

Sin poder ver la sonrisa orgullosa de Nayeon.

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