Capítulo Final

Emma

Tres años después...

Desperté después de un sueño muy placentero, llevaba mucho tiempo sin dormir así de bien. Aún un poco adormilada, palpé a mi lado en la cama buscando el cálido cuerpo de mi novio, pero él no estaba allí.

Me levanté de golpe, indignada. ¿Cómo se atrevía a no despertar a mi lado en un día tan importante como hoy?

Aparté el edredón que me cubría y salté de la cama, Allan Lerman me iba a escuchar. No fue hasta que vi la luz solar colarse por la ventana abierta que me percaté de la situación, no eran los rayos de sol mañaneros sino los vespertinos. Tomé mi teléfono de la mesita de noche y al verificar la hora me percaté de que eran las 2:10 p.m.

Ok, no puedo culparlo.

Últimamente estoy durmiendo tres veces más de lo normal. Con solo tocar la cama, caigo rendida y lo peor es que tengo el sueño muy pesado. Este hecho, por desgracia, está comenzando a interferir con mi trabajo, más de una vez he caído en los brazos de Morfeo en plena junta. Pero cuento con la ventaja de ser una de las reporteras más valiosas de mi área, de hecho, el año pasado me galardonaron con el título de reportera estrella.

Eso fue un logro gigante en mi carrera. Cuando inicié en Union News era una simple novata cuyo salario a duras penas le alcanzaba para pagar el alquiler. Me esforcé día a día hasta llegar a donde estoy. Me he caracterizado por no involucrarme en nada referente a la prensa amarillista ni chismes de farándula, me introduje en el mundo de lo que yo llamo periodismo real. Me concentro más en el ámbito social, cubro desde noticias catastróficas hasta eventos festivos que tanto abundan en el condado, tengo mi propio estilo y gracias a ello me he ganado la simpatía y confianza del público. Me resulta divertido que cuando me veía convertida en toda una profesional, estaría presentando algún noticiero, pero no, descubrí con el tiempo que el trabajo de campo es mi verdadera pasión.

Vestida únicamente con una camiseta de mi amado novio, descendí al primer piso con destino a la cocina. Han pasado casi tres años desde que me mudé con Allan a esta casa y aún me fascina como la primera vez. Amo el espacio, la iluminación, la arquitectura...amo todo. A pesar de que al principio nos costó un poco adaptarnos al exceso de espacio y tuvimos que lidiar con la nostalgia que a Lan le producía, no tardó mucho en convertirse en nuestro hogar.

Llegando a la cocina, me lo encontré muy concentrado decorando un mini cake que puedo apostar que preparó él mismo. Se veía tan sexy haciéndolo. El postre estaba cubierto por una capa de merengue blanco con detalles rojos y algunas fresas adornaban la capa superior.

—Hola, amor —sonreí, caminando hacia él.

Levantó la mirada en mi dirección y su rostro se iluminó al verme.

—Despertaste por fin —llegué hasta él y lo abracé por detrás para no interferir con su bonito trabajo de repostería—. Estás a una siesta más de quitarle a Mery el apodo de Bella Durmiente.

—No, yo soy la Cenicienta a la que siempre se le rompen los tacones.

Sí, aún se rompen cuando va a pasar algo bueno. Algunas cosas nunca cambian.

Se giró, liberándose de mi agarre. Tomó mis mejillas entre sus manos y me besó con esa ternura que lo caracteriza.

—Feliz cumpleaños y feliz San Valentín, mi reina.

Oh sí, señoras y señores, hoy cumplo 25 años.

Por Dios, ¡qué vieja estoy!

—Feliz San Valentín, pudín.

—Perdón por no ser lo primero que viste al despertar —llevó mis brazos hacia su nuca, cruzándolos alrededor de su cuello—. Tenía pensado llevarte el desayuno a la cama y que almorzáramos fuera, pero en estos días has dormido como un koala.

—Sí, he estado cansada, ya sabes, por lo del proyecto de los prodigios adolescentes del periodismo que estoy manejando.

—Aún no entiendo porqué te asignaron esa tarea, ni siquiera es tu área —acarició mi espalda con las yemas de sus dedos.

—Deberes que, como reportera estrella, me tocan cubrir —besé su mejilla—. Pero no quiero hablar de eso ahora. ¿Qué tal si te dedicas a mimar a tu reina por su cumple?

—Eso es lo único que está ocupando mi agenda.

Sin previo aviso, me tomó de la cintura para depositarme sobre la encimera. Abrí mis piernas permitiéndole posicionarse entre ellas mientras sus labios devoraban los míos sin compasión. Todo marchaba bien hasta que su pecho rozó mis senos por encima de la tela, causándome un leve dolor. Emití un corto quejido que al parecer él interpretó como un gemido ya que continuó besándome, pasándolo por alto. Comenzamos a calentarnos como de costumbre y sus manos viajaron a mis pechos dándoles un ligero apretón que me dolió como el infierno.

—Auch —me quejé, separándome de él y dejándolo muy confundido.

Sus ojos viajaron a mis pechos.

—¿Aún? —asentí—. Emma, te pedí que fueras al médico. Ese dolor en los pechos durante tantos días no es normal, y lo sabes.

Es cierto, llevo aproximadamente una semana con dolores y mucha sensibilidad al tacto. Allan comenzó a preocuparse creyendo que se trata de algún problema serio, pero yo opino lo contrario.

—No es nada, pudín —me removí, intentando calmar las punzadas que su tacto me provocó—. Están sensibles, eso es todo.

—Eso no es solo sensibilidad —se cruzó de brazos—, y no me vengas con que estás ovulando o en tus días, llevamos tres años juntos y sé perfectamente cómo tu cuerpo reacciona —se agitó el cabello con frustración—. Quizás tengas alguna infección, quistes o algo así.

—Te dije que ya fui a hacerme una revisión de rutina y solo se trata de cambios hormonales típicos de mi edad porque estoy en etapa reproductoria, no hay motivo para alarmarse.

—Yo sigo estando preocupado —musitó, consternado.

Suspiré cansada, estoy harta de que discutamos por esta tontería. Tomé los bordes de la camiseta y la alcé quitándomela por encima de la cabeza. Sus ojos se clavaron en mis ''melones'', pero no con su típica mirada de deseo, sino con una expresión de sorpresa.

—¿Por...? ¿Por qué están tan grandes? —frunció el ceño.

—Te lo dije, son cambios hormonales porque están creciendo. Todo causado porque estoy en etapa reproductoria.

—Ok, si tú lo dices, te creo —asintió sin despegar la vista de mis senos—. Pero a la próxima cita con el médico iré contigo, quiero estar al tanto.

Siempre cuidándome.

—De acuerdo —asentí, dejándolo más tranquilo—. ¿Te parece buena idea si nos vamos a la piscina a disfrutar del agua, el sol y ese rico mini cake que preparaste?

—¿Cómo sabes que yo lo preparé?

—Pocas pastelerías te envían el pastel con el merengue por separado para que lo decores a tu gusto en casa —señalé lo obvio y emitió una risa nerviosa y se agitó el cabello, amo cuando logro ese efecto en él.

—Ok, me atrapaste —besó con ternura mi mejilla—. Iré arriba a buscar los trajes de baño —dijo antes de disponerse a salir de la cocina, pero lo detuve antes de que diera el primer paso siquiera.

—No necesitamos trajes de baño —bajé de la encimera y me deshice sensualmente de mi ropa interior antes de lanzársela—. Hace mucho calor, ¿no?

—Emma Wilson, ¿me está haciendo la propuesta indecente de que me bañe en la piscina desnudo junto a usted? —sonrió lobuno.

Me acerqué a él y llevé mis manos hacia los botones de su camisa. Lenta y provocativamente, desabroché uno por uno y al terminar, se la quité dejando a plena vista ese torso tonificado que aún posee. Los años lo hicieron más guapo sin dudas. Lo despojé de la tela y a continuación le susurré al oído:

—Con final feliz incluido.

Esas cuatro sencillas palabras lo prendieron más de lo que esperaba ya que al instante sentí contra mi abdomen cierta protuberancia proveniente de su zona pélvica. Iba a burlarme de él por ''emocionarse'' tan rápido, pero me cargó antes de que tuviera la oportunidad de hacerlo. Una vez llegamos al borde de la piscina, me depositó en el suelo y en un parpadeo se deshizo del resto de su ropa.

—Me gusta tu propuesta indecente —se mordió el labio antes de succionar los míos en un posesivo beso.

Me sujeté de su nuca e inclinándome hacia atrás lo arrastré conmigo al interior de la piscina. Tardamos un poco en acostumbrarnos al cambio de temperatura ya que el agua estaba un poco fría, no precisamente por tratarse del mes de febrero, en Valery Place el clima es mucho más cálido y el invierno se esfuma en cuanto culmina enero, a partir de allí se convierte en una primavera semi-veraniega. Emergí a la superficie un segundo después de él y al encontrarme con esos rizos negros mojados y esos ojos grises adoptando cierta tonalidad azul, me fue imposible no lanzarme a besarlo.

Amo a este hombre y no importa si pasan tres años o cincuenta, voy a seguir amándolo con la misma intensidad y él a mí. Estos últimos años no han sido color de rosa, para nada, enfrentamos a fantasmas del pasado, le restamos tiempo a nuestra relación a causa de nuestros respectivos trabajos, tuvimos fuertes peleas que nos llevaron casi al borde de terminar; pero ninguno de esos obstáculos ha sido más fuerte que lo que sentimos y eso es lo que nos ha impulsado a seguir juntos.

La vida adulta no fue sencilla en un inicio y sigue sin serlo, actualmente disfrutamos de una estabilidad económica envidiable para nuestra edad y nos tocó sacrificar mucho para lograrlo.

Allan en específico ha llevado a I Rosen's a la cima, pero no fue fácil, en lo absoluto. Al inicio muchas grandes empresas se negaron a entablar negociaciones con él debido a que erróneamente lo vinculaban con los asuntos turbios que llevaron a su padre a la cárcel; la competencia se valió de ese hecho para cerrarle aún más las puertas y la empresa pasó por una fuerte crisis incluso antes de ser reconocida en el condado siquiera. Sin embargo, mi chico demostró su capacidad y valía. Consiguió un contrato con una empresa trasnacional radicada en Heaven Gold City, trabajó mano a mano con Carlos y Vanessa haciendo que sus empresas se ayudaran entre sí a mantenerse a flote y logró sacarla adelante. Gracias a los beneficios alcanzados en los últimos dos años, consiguió construir una pequeña sucursal derivada y William lo convirtió en uno de los pequeños accionistas de la Corporación Rosen.

Y hablando de William y mamá, se casaron hace un año y medio. Eso me hizo tan feliz, mi madre se merecía rehacer su vida con alguien que la amase y Will sin duda alguna lo hace, y mucho. Carter ahora es todo un hombre de 18 años y acaba de ingresar a Johnson en primer año de la carrera de Ingeniería Industrial. Hemos creado una linda relación de hermanos y Allan lo ayudó con su timidez con las chicas. ¡Ah! Y en la boda Wanda conoció a un primo de William quien se mostró muy interesado en ella, hace poco entablaron una relación seria de la cual Charlie está muy celoso.

—Te amo, ¿lo sabías? —murmuró rozando su nariz con la mía.

—Lo sé, porque yo también te amo a ti —me abracé a él enredando mi cuerpo alrededor del suyo.

—¿Qué tal si te llevo a una cita? —propuso, dejando cortos besos en mi cuello que me estremecían.

—Me encantaría —murmuré antes de lamer su cuello para luego succionar su piel hasta dejarle marca, esa es mi venganza por los chupones que me dejó en los pechos el mes pasado, si no supiera la verdadera razón de mi sensibilidad, diría que él la causó con su boca traviesa.

—Me estás provocando, Wilson —dijo, en un tono de voz un tanto más ronco.

Atrapé su labio inferior entre mis dientes de manera juguetona al sentir su intimidad dura rozándose con la mía bajo el agua.

—Eso quiero, Lerman.

En respuesta sonrió travieso y me aprisionó con su cuerpo en una de las esquinas de la piscina. Una de sus manos viajó a mi sexo y supe al instante lo que vendría a continuación.

—Quizás no debiste provocarme, mi amor —dicho esto se deslizó suave y deliciosamente dentro de mí.

Me mordí el labio inferior dejándome llevar por el placer.

—No me arrepiento de nada.

(...)

8:00 p.m.

Allan decidió vestirse en una de las habitaciones vacías que tenemos para dejarme ''hacer mi magia'' en la nuestra. Me llevé una grata sorpresa al encontrarme sobre la cama un vestido nuevo con sus Jimmy Choo's a juego acompañados de una nota.

''Un año más contigo.

Otro cumpleaños y otro San Valentín.

Mi Cenicienta, de haber sabido que te convertirías en la persona más importante de mi vida, no te habrías escapado de mí esa noche.

Mi Harley Quinn, si supiera todas las locuras que me esperaban a tu lado, no me habría asustado al verte sentada en aquel tejado.

Mi roommate, si alguien me hubiese dicho que me enamoraría de ti en aquel dúplex, quizás no me lo hubiera creído.

Mi Wonder Woman, si tan solo hubiese sabido que me salvarías de todos mis demonios, no habría dudado en abrirme contigo ni una sola vez.

Mi reina, créeme que si pudiera regresar el tiempo, no me habría tardado tanto en admitir mis sentimientos ni en declararme, ni en regalarte el anillo ni en perdonarte. Lo haría todo más rápido, sin desperdiciar ni un segundo. Pero en vista de que no cuento con una máquina del tiempo, solo me queda disfrutarte y hacerte sentir amada cada día de lo que nos reste de vida.

Felicidades por partida doble.

Te ama, tu futuro esposo.''

Después de leer esa belleza de nota, me coloqué el hermosísimo vestido color rojo escarlata. Era de tirantes con un discreto escote y en la falda había una apertura que llegaba hasta la mitad del muslo derecho. Se ajustó a mi cuerpo a la perfección, incluso con el nuevo tamaño de mis senos, lucía como si hubiese sido hecho a la medida para mí.

Los Jimmy Choo's también rojo escarlata me quedaban perfectos. Sobre mi tocador encontré una pequeña caja que contenía unos pendientes de oro en forma de gota que amé cómo me quedaron.

Procedí a aplicarme maquillaje de noche apropiado para la cena a la que iríamos y recogí mi cabello ondeado en una coleta alta con algunos mechones sueltos. Me apliqué perfume y opté por no llevar bolso de mano en vista de que saldría con Lan y no necesitaba llevar mi móvil, así evitaría interrupciones.

Cuando estuve completamente satisfecha con mi imagen en el espejo, decidí bajar, pero al salir de la habitación un leve mareo provocó que perdiera el equilibrio y tuviera que sujetarme del marco de la puerta para no caerme. Respiré hondo hasta que el leve malestar se esfumó y agradecí que Allan no estuviera cerca cuando ocurrió. Ya bastante paranoico está con el tema de los pechos, si me viera en este estado, sería capaz de llevarme a rastras al hospital más cercano.

Me reincorporé y decidí bajar las escaleras, como siempre, al pie de estas, se encontraba el amor de mi vida esperándome y observándome con su usual expresión atontada. En cuanto nos mudamos a esta casa, esa fue la primera tradición del dúplex que decidimos retomar.

Dios, cuánto lo amo.

Llevaba puesto un traje negro en su totalidad, su cabello peinado sin imperfecciones y su icónica sonrisa. Lo envidio, él tiene la capacidad de verse guapísimo sin mucho esfuerzo.

Terminé de bajar las escaleras, sonriéndole.

Halago encantador en tres...dos...uno...

—Eres una obra de arte, ¿lo sabías?

—Tú eres algo así como una escultura griega —mencioné mientras masajeaba su duro abdomen por encima de la tela de su camisa.

—Ya empezó la perversión —comentó por lo bajo.

Enarqué una ceja—. ¿Qué dijiste?

—Que me vestí así para la ocasión —repuso.

Algo más que no ha cambiado, las rimas para camuflar los comentarios fuera de lugar.

Me ofreció su brazo y enredé el mío alrededor—. La escolto, su majestad.

Salimos al exterior, donde ya estaba aparcada nuestra querida bebé. Sí, hemos conservado la camioneta todo este tiempo. Cada uno tiene un auto independiente en los que nos transportamos por cuestiones de trabajo, pero esa camioneta siempre será nuestro vehículo favorito y cada vez que salimos juntos la usamos.

El trayecto fue más corto de lo que imaginé y me quedé un poco confundida al percatarme de que aparcamos frente a Wanda's. Aún sin comprender mucho, dejé que Lan me ayudase a bajar y nuevamente enredé mi brazo alrededor del suyo.

—¿Nuestra cita será aquí? —cuestioné mientras caminábamos hacia la entrada.

—No menosprecies a Wanda's —me ''regañó'' a la vez que ingresamos al local y caminábamos hacia donde se confirman las reservaciones.

—Jamás menospreciaría mi restaurante favorito, solo que no me imaginaba que nuestra cita romántica de San Valentín se efectuaría en el tablero del chisme.

—¿Y quién te dijo que será ahí? —me guiñó un ojo, dejándome confundida y a continuación se giró hacia el encargado, un chico pelinegro aparentemente de nuestra edad—. Tengo una reservación a nombre de Allan Lerman.

—Oh, Sr. Lerman, por supuesto —nos sonrió—. Acompáñenme.

El chico hizo un ademán, indicándonos el camino antes de caminar hacia un pasillo al fondo. Aún sin entender nada de lo que ocurría, me dejé guiar hasta llegar a un ascensor, que no era uno cualquiera, sino que las paredes estaban fabricadas con cristal y a medida que ascendíamos, más nítidas veía las luces de la ciudad.

¡Fascinante!

El ascensor se detuvo y al abrirse las puertas, caí en cuenta de que nos encontrábamos en una enorme terraza. Se encontraba decorada con pétalos de rosas esparcidos por el suelo, pequeñas filas de velas en las esquinas y una bonita mesa en el centro. Era hermoso.

—Mesa para dos, madame —susurró él en mi oído mientras me abrazaba por detrás, yo apenas me contenía para no llorar de la emoción.

Me liberó de su agarre para tomarme de la mano, llevándome hacia la mesa. Movió la silla hacia atrás para mí como el caballero que es y una vez me senté, él también lo hizo frente a mí.

—¿Cuándo preparaste todo esto? —sonreí encantada al ver la decoración y la excelente vista que tenía desde allá arriba.

—Siempre me las ingenio para sorprenderte, es un don —me devolvió la sonrisa mientras un camarero, que no tengo idea de dónde salió, nos servía vino tinto en nuestras copas y dejaba la carta a nuestra disposición. No tenía pensado beber esta noche, así que tomé la carta y comencé a buscar un platillo, moría de hambre.

—Quiero unos Spaguettis carbonara, Pollo a la Golden Blue estaría muy bien y...¡oh! Me encantaría una lasaña, aunque el risotto suena tentador y...

—¡Emma! —me detuvo Allan, haciendo que lo mirara—. ¿Acaso te estoy matando de hambre en casa? —rió.

Dios, qué vergüenza.

—No... —dejé la carta a un lado—. Solo se me antoja todo eso... —admití, dándome cuenta de la gran cantidad de comida de la que estamos hablando.

Entornó levemente los ojos.

—¿Sabes? No me extraña. Hace dos días que no comías nada decente.

—¿En serio? —ladeé la cabeza, no estoy segura de haberme saltado tantas comidas, y menos con el hambre que tengo ahora.

—Anjá, hace dos días que no comías, solo se te antojaban jugos tropicales. Creo que incluso es normal que quieras recuperar proteínas ahora, supongo —dijo, aún aturdido ante mi repentina hambre voraz.

—¿Entonces que desean? —preguntó el camarero, adoptando la misma expresión de mi novio.

—Supongo que todo lo que ella pidió en ese mismo orden, pero para mí solo los spaguettis —pidió mi chico a lo que el camarero asintió antes de irse.

—Lo siento —formé un puchero de disculpas con mis labios.

—No pasa nada —extendió su mano sobre la mesa para tomar la mía y darle suaves caricias—. Nunca creí que diría esto, pero me alegra que tengas tanta hambre —me miró con intensidad—. Estoy preocupado por ti, Em. ¿Estás segura de que no estás enferma?

Es tan tierno que me dan ganas de besarlo toda la noche.

—No lo estoy, amor. Ya te dije que son cambios hormonales y todos esos síntomas raros que estoy experimentando son causados por ello, no es nada por lo que haya que alarmarse.

—Aun así yo...

—¿Podemos discutir sobre esto mañana? —lo corté—. Quiero disfrutar lo que me queda de este mágico día en santa paz, ¿puede ser?

—Cierto, hoy es un día especial y no vamos a amargarnos discutiendo —se levantó y aún sin soltar mi mano, me invitó a hacerlo también. Caminamos juntos hasta el barandal de la terraza y ahí, él se posicionó tras de mí, abrazándome—. ¿Ya te dije que te amo?

Sonreí—. Sí, esta es la milésima vez, de hoy.

—Te amo —besó mi mejilla con suavidad—. Milésima primera vez.

Estaba siendo una velada excelente. Una fresca brisa primaveral chocaba contra nuestros rostros, la luna llena resplandecía en el cielo nocturno, las luces a lo lejos lucían como centenas de lentejuelas plateadas y abrazándome tenía al hombre de mi vida susurrándome "Te amo" al oído. ¿Qué más podría pedir?

El momento era tan perfecto que se me cruzó por la cabeza la loca idea de arrodillarme frente a él y pedirle matrimonio. Ya llevamos mucho tiempo juntos, hemos superado todos los malos momentos que se nos han presentado como pareja, la convivencia es excelente y en resumen no podemos vivir el uno sin el otro. Quizás ya sea hora de dar el siguiente paso...y más ahora.

Me giré entre sus brazos sin desprenderme de su agarre, mis ojos conectaron con los suyos y una vez más caí ante ellos. Decían tanto; que me amaba, que era feliz, que todo estaba marchando increíble...y podrían expresar algo más.

—Lan, yo... —comencé a decir, pero fui interrumpida por la llegada de nuestro plato entrante.

Corrí como Flash hasta sentarme y en menos de un segundo ya estaba devorando esos spaguettis bajo la mirada burlona de mi pelinegro y del camarero. Lan se limitó a reír para posteriormente sentarse y también degustar esa delicia culinaria obra del gran talento de Wanda, tengo que pedirle la receta, aunque dudo que me quede tan bien como a ella.

El resto de la cena transcurrió entre constantes chistes por parte de Allan con respecto a mi posible aumento de peso —porque sí, me comí uno por uno todos los platillos que ordené—, gestos románticos como limpiar los restos de lasaña que quedaron adheridos a las comisuras de mis labios, besos improvisados, juegos infantiles con los condimentos y muchas otras tonterías. Agradecí que solo éramos nosotros dos aquí arriba, de lo contrario ya habríamos hecho el ridículo en pleno restaurante.

Finalmente llegó la hora del postre —los cuales el pesado de mi novio no me permitió elegir porque, según él, habría dejado sin abastecimiento al negocio— y nos trajeron dos bandejas cubiertas con cloches, dejándome con la curiosidad de lo que ocultaban los utencilios.

Le lancé a mi novio una sonrisa retadora.

—Más te vale que lo que esté ahí dentro me llene porque si no...

—Antes de que termines la amenaza —me interrumpió y a continuación levantó el primer cloche dejando ver el primer postre, casi se me salen las lágrimas de la emoción.

—¡Un pudín! —chillé como si acabase de ganarme la lotería, tomé mi tenedor y sin molestarme en cortar una rebanada, lo hundí en el centro del dulce.

—Sí —rió nervioso—, y como hoy al parecer estás especialmente habrienta, dejaré que te lo comas tú sola.

—Ok, pero no es suficiente —hablé con la boca llena de pudín—. Lo que sea que esté en el otro plato también me lo comeré entero.

El rió, negando con la cabeza—. No creo que sea algo que a tu estómago le agrade.

Estaba a punto de preguntar porqué había pedido un postre que no me gustase cuando vi su expresión cambiar de divertida a nerviosa.

Paré de comer y lo miré directamente a los ojos—. ¿Qué pasa?

—Pues... —se agitó el cabello, demostrando que estaba aún más nervioso, incluso juraría que pequeñas gotas de sudor se asomaban por su frente.

Tomé su mano, la cual estaba temblando.

—¿Estás bien, pudín?

—Estoy nervioso, pero seguro —me sonrió—. Destapa el segundo plato.

Confundida, tomé el extremo superior del cloche y lo descoloqué. Sobre la bandeja figuraba una pequeña caja de terciopelo color azul, de la impresión que me causó casi caí de la silla. Él me brindó una sonrisa nerviosa antes de tomar la cajita y levantarse de su asiento, automáticamente hice lo mismo mientras él se arrodillaba sobre una sola pierna frente a mí.

—Ok —se aclaró la garganta—, nunca he hecho antes, esta es mi primera vez y será la única si me dices que sí, por tanto me voy a esforzar.

Tapé medio rostro con mis manos como icónicamente hacen todas las mujeres cuando les piden matrimonio. Nunca entendí porqué siempre adoptan el mismo gesto, ahora entiendo que es para no cagar el momento con sus lágrimas mientras los hombres de su vida se esfuerzan para formular la importante pregunta.

—Si tuviera que resumir todo lo que siento por ti, sería un crimen porque es demasiado grande como para limitarlo con palabras. Pero nunca me voy a cansar de decir que lo mejor que me ha pasado en la vida fue conocerte —sonrió—. Me enseñaste el camino cuando perdí el rumbo, me demostraste que el amor se encuentra en lugares inesperados, me hiciste sentir como un idiota confundido mientras me enamorabas sin saberlo. Por ti he llorado, reído, me he enojado. Me sentí como una mierda cuando te hice llorar, me entristecí cuando te entristeciste y nunca he sido tan feliz como cuando te veo sonreír. Eres mi todo y no puedo dejar que pase un día más sin que seas mi esposa —abrió la caja, dejando ver un anillo de plata hermoso con una joya incrustada—. Emma Wilson, ¿quieres casarte conmigo?

Para estas alturas mi rostro estaba empapado en lágrimas, me autofelicité por usar maquillaje a prueba de agua, de lo contrario ya parecería un mapache con depresión. Di un paso al frente para besarlo, pero mi puta suerte tenía otros planes y mi tacón se rompió haciendo que perdiera la estabilidad y finalmente quedase arrodillada en el suelo, curiosamente, igual que él.

—Tierra, trágame —susurré para mí, cerrando los ojos de la vergüenza.

—No hasta que me des el sí, y si es un no, entonces que me trague a mí —bromeó haciéndome reír, pero al ver su mano temblando aún, supe que mi torpeza no había disminuido sus nervios.

—Sería muy estúpida si te dijera que no, ¿no crees? —lo miré directamente a sus ojazos color ceniza—. Claro que quiero casarme contigo.

Suspiró aliviado antes de sonreír y colocar, con algo de torpeza, el precioso anillo en mi dedo anular izquierdo.

—Es el segundo anillo que me regalas por amor —sonreí embelesada con lo perfecto que lucía el accesorio en mi mano.

—Dos de tres —besó mi mano como todo un caballero—, el próximo será la alianza de matrimonio, futura Sra. Lerman.

Y, sin más que agregar, nos fundimos en nuestro primer beso de compromiso. Suave, dulce, tierno...un beso de Allan, mi prometido.

—Cuando leí que firmaste la nota como mi futuro esposo, no creí que era porque me ibas a pedir matrimonio hoy —le di otro corto beso.

—Fue una pista, por suerte no sospechaste demasiado. Además, recuerdo que una vez me dijiste que si conseguía un vestido de noche, unos Jimmy Choo's a juego y una buena cita, considerarías casarte conmigo.

Recuerdo ese día, fue esa tarde de noviembre en el parque cuando tomamos helados, hablamos de nosotros para conocernos mejor y finalmente llovió a cántaros.

Miró por encima de mi hombro y sonrió.

—¡Me caso, gente! —gritó y al instante se escucharon muchos silbidos, aplausos y gritos; gritos que reconocí al instante.

Giré mi cabeza como la niña del exorcista y unos metros más atrás, se encontraba todo nuestro público. Carlos y Mery, Jane y Brook, Vanessa y Nilo, mi madre, Wanda, William y Carter.

—¿¡Vieron toda la pedida de matrimonio!? —chillé mientras Lan me ayudaba a pararme.

—Obvio, no nos lo perderíamos ni aunque nos pagaran por ello —sonrió Jane mientras corría a abrazarnos—. ¡Felicidades, tortolitos!

Seguido de ella vinieron el resto, rodéandonos con felicitaciones, abrazos, besos y buenos deseos, así como también comentarios sobre lo mucho que nos habíamos tardado. El paciente camarero que nos atendió durante toda la velada, apareció con una bandeja llena de copas de champán, Nilo tomó una y propuso un brindis.

—Brindemos por la pareja más cursi, melosa y dulce que he visto en mi vida —Lan y yo lo miramos mal a modo de broma—, pero también una de las muestras más genuinas de amor verdadero —alzó la copa—. Por ustedes, Alma.

Se preguntarán quién cojones es el moreno de ojos ámbar que acaba de hablar. Danilo Clarke, alias Nilo, es un viejo amigo de Jane al que conocimos hace casi tres años. Con el tiempo se ganó el cariño de todos nosotros y un lugar en nuestra pandilla, la cual se convirtió en Blancanieves y sus siete borrachitos durante esas borracheras locas que aún efectuamos en las fechas importantes. A mí y a Allan nos ayudó mucho durante nuestras crisis, es un buen consejero sentimental, tanto que se ganó el amor de ''la perra sin sentimientos''.

Efectuamos el bridis del cual no me pude negar a participar, aunque solo simulé beber y sin que nadie me viera derramé el contenido de la copa.

—Por cierto, chicos —dijo Allan girándose hacia las gemelas y sus parejas—. ¿Dónde dejaron a Lee, Jonah y Charlotte? —sonrió con burla.

—Tenemos vida sin ellos, ¿ok? —espetó Jane, digamos que el tema de esos tres locos la exalta, luego les contaré quiénes son.

—Tranquila, Tarzana —rió mi prometido antes de darle un abrazo renconfortante, creánme, lo necesita con esos inquilinos que tienen.

Repetí el mismo proceso con nuestros otros tres dramáticos amigos bajo las risas del resto de los presentes.

—Basta de dramas, tenemos una boda que planear.

—¡Y será la boda del siglo! —chilló Mery desplazando a Carlos y a Brook para adueñarse del abrazo.

—De eso no tengan duda —sonrió mi chico.

—Ya me lo imagino —chillé al separarme de mi rubia amiga—. La decoración, el vestido, el banquete...joder, el banquete, qué hambre tengo.

—¿¡Todavía!? —preguntaron Allan y el camarero simultáneamente causando la risa de todos.

—No se burlen, el hambre me está matando —lloriqueé mientras volvía a la mesa en busca de mi pudín.

Volví a degustar ese riquísimo postre ignorando a mis invitados, ellos no estaban cargando con un enorme apetito estilo piraña, por tanto cualquier broma o comentario que hicieran me importaba muy poco, mi única preocupación era que se acabara la comida. Mi futuro esposo se sentó frente a mí, sosteniendo su rostro con sus manos y con sus codos apoyados sobre la mesa mientras me miraba con una expresión entre enternecida y divertida.

—¿Me das?

—No.

—Es mi pudín de compromiso, también tengo derecho a comer —hizo un pucherito adorable.

Me compadecí de él y llevé un trozo a su boca, pero antes de que pudiera probarlo, lo desvié con destino a la mía.

—Lo siento, yo estoy más hambrienta.

Allan

¡Emma dijo que sí! ¡DIJO QUE SÍ!

Llevaba semanas planeando la pedida de matrimonio perfecta. Lo más difícil fue planificar el discurso pre-propuesta, no tenía idea de qué decir, incluso creé varios borradores que no me convencían en lo absoluto. Al final me rompí tanto la cabeza para acabar deciendo lo que me salió en el momento, pero todo fue tan espontáneo que quedó perfecto.

Estoy gigantescamente feliz porque la mujer de mi vida aceptó casarse conmigo y fue la mejor cita que hemos tenido, a pesar de que ella me desplazó por la comida.

Y ahora estamos en casa, en nuestra habitación besándonos como si no hubiera mañana. Debo hacer una confesión pervertida, llevo queriendo quitarle ese vestido desde que la vi bajar por las escaleras. Cuando lo compré no creí que luciría tan levanta-miembros en él.

Aterrizamos sobre la cama aún sin despegar nuestros sedientos labios. Mi mano viajó a la suave piel de su pierna descubierta por apertura del vestido mientras ella se las arreglaba para desabrochar los botones de mi camisa. No quería parar, al contrario, pero entonces recordé que aún faltaba una sorpresa por revelar esta noche.

—Mi amor, espera —me separé de ella, a pesar de que mi cuerpo no quería hacerlo, dejándola con ganas de más—. Quiero darte tu regalo de cumpleaños.

—¿Regalo? —se incorporó, sentándose a mi lado—. ¿Acaso la cita y la pedida de matrimonio no fue suficiente para ti? Porque yo estoy más que satisfecha.

Claro, si te tragaste toda la comida que había en Wanda's.

—No, ese fue tu regalo de San Valentín, ahora te daré el de cumpleaños.

Ella aplaudió emocionada tal cual niña pequeña a la espera de una muñeca nueva, tierna como siempre. Me levanté de la cama y me dirigí hacia el clóset, allí, bien escondidos se encontraban los documentos. Volví con mi prometida a la cama y se los entregué.

—I. Rosen's ha estado adquiriendo ciertas zonas residenciales de diferentes condados y...¿adivina qué estaba en venta y ahora es nuestro?

Al leer los documentos, sus ojos se ensancharon con sorpresa justo antes de comenzar a llorar de la emoción, sabía que esa sería su reacción.

—Compraste el dúplex —susurró con la voz quebrada, pero a la vez con una sonrisa inmensa.

Sí, eso hice. Cuando vi que la zona residencial en la que se ubicaba el dúplex iba a formar parte del nuevo plan de inversión y que entre las casas a la venta se encontraba el que fue nuestro nidito de amor, no lo pensé dos veces y lo compré para nosotros de forma independiente.

—No iba a perder la oportunidad de recuperar el lugar en el que nos enamoramos —acaricié su mejilla—. Ahora es nuestra propiedad y podemos regresar cuando queramos.

—Allan, ¡compraste el dúplex! —exclamó contentísima antes de abrazarme con fuerza—. Gracias, mi amor. Gracias. ¡Gracias! Es el mejor regalo de la historia.

—¿Crees que puedas superarme? —le sonreí con fingida superioridad en cuanto nos separamos, pero incluso si es a modo de broma, se sigue tomando muy en serio los retos.

Alzó una ceja y se cruzó de brazos, mirándome con recelo,

—La verdad sí —se le salió una sonrisilla delatora—, creo que puedo superarlo. Abre la gaveta de mi mesita de noche.

Curioso, le lancé una sonrisa dudosa, pero proseguí a obedecerle. Al abrirla, me encontré con lo último que esperaba ver ahí, eran unas diminutas medias color rosa. Las tomé, confundido.

—Em, ¿por qué unas medias de be...?

No terminé de formular la pregunta, era obvio. Me giré hacia mi futura esposa quien me sonreía con emoción y con sus ojos empañados, al igual que los míos. Mi vista viajó hacia su vientre plano, pero solo por el hecho de saber que un pequeño ser mitad ella mitad yo está creciendo ahí, me sentí el hombre más afortunado del planeta.

—Estás embarazada... —afirmé, pero casi sonó como una pregunta, necesitaba que ella me lo confirmara con palabras.

Asintió sonriente—. Sí, tengo un mes de embarazo, me enteré hace poco.

¿Esto es real? Porque si es un sueño, no quiero despertar nunca.

—Voy a ser papá —murmuré aún sin creérmelo.

—Y yo voy a ser mamá.

No aguanté más y me abalancé sobre ella, envolviéndola entre mis brazos y repartiendo besos por su rostro.

—¡Vamos a ser papás, Emma! ¡Vamos a tener un bebé!

—Moría por contarte —acunó mi rostro entre sus manos—, en especial porque no dejabas de cuestionar los síntomas del embarazo pensando que estaba enferma.

—Espera. ¿La sensibilidad y el crecimiento los pechos es por eso?

—Anjá, y también el exceso de sueño, los antojos, la falta de apetito algunos días y la repentina hambre voraz en otros, como hoy —rió—. Entre otros síntomas de los que no te has percatado todavía porque me aseguré de que no los notaras.

—Y me mentiste diciendo que eran cambios hormonales —negué con la cabeza, no por su excusa sino por lo tonto que fui al no darme cuenta antes.

—No te mentí, sí son cambios hormonales, solo que producidos por el embarazo.

Llevé mi mano libre a su vientre para acariciarlo, me surgió la necesidad de hacerlo.

—Joder, aún no me creo que estemos esperando un bebé —miré en mi otra mano las pequeñas medias y algo llamó mi atención—. ¿Por qué rosas? ¿No es muy pronto para saber el sexo?

—Si mal no recuerdo, dijiste que tenías la corazonada de que Allana vendría primero. Aposté por tu presentimiento.

—Allana y Enmanuel...me parece irreal que dentro de poco tendremos a uno de los dos entre nuestros brazos.

—Te entiendo, yo lo o la cargo en mi vientre y aún no lo he procesado del todo.

—Al final ganó la terquedad de Jane y nuestros hijos se llamarán como ella propuso —reí.

—Hablando de eso...estaba pensando en hacer un cambio —se mordió el labio inferior—. Quiero que esos sean sus segundos nombres y que los primeros sean los de nuestros padres.

—¿Te refieres a que se llamen Jude Allana y Ander Enmanuel? —asintió y sonreí—. ¡Me encanta!

Unió nuestros labios en un beso, un beso diferente, con más amor que nunca. Ya no somos los dos tontos que se declararon muy tarde o los chicos que inciaron su relación en un teleférico en Rellestt, ahora somos una pareja estable que está próxima a casarse y a tener un bebé; seremos una familia y sigue siendo hermosamente nuestro.

—Te amo, Ceniciencia, Harley Quinn, Wonder Woman y mi reina.

—Te amo, puto príncipe azul, Joker, Superman y mi pudín.

Y pensar que todo esto inició en un dúplex...

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