Capítulo 9: Superman
Allan
Desperté en mi nueva cama, o sea, el sofá cama de cuero negro, pero me sentía extraño. La luz de la ventaña que se encontraba a mi izquierda me daba directo en los ojos, lo que hacía que se me dificultara aún más abrirlos. Solo sentía un cálido bulto a mi lado, pero no podía identificar de qué se trataba. Tampoco me incomodaba, a decir verdad si no fuera por la molesta luz del sol, ni siquiera hubiese despertado.
Cuando comencé a adaptarme a la luz y pude enfocar mi vista, noté de dónde provenía el calor a mi lado. Abrazada a mí había una chica de hermosa cabellera castaña, cuerpo liviano, piel suave y un olor delicioso, eran...¿rosas? ¿Coco? No lo sé, pero me encantaba.
Tardé unos minutos en percatarme de la escena, ¡había dormido con mi roommate! Di un pequeño salto de la impresión y sin querer la desperté. Abrió los ojos algo desconcertada, pero adoptó la misma expresión que yo cuando vio que habíamos pasado la noche juntos y abrazados, como pareja de recién casados.
Diosito, dime que no hice lo que creo que hice anoche.
—Si-siento...haberte despertado —conseguí decir agitándome el cabello, lo hago cuando estoy nervioso.
—Tran-tranquilo. No...no hicimos nada, ¿verdad? —preguntó tímida y algo preocupada, cubriéndose torpemente con la manta.
—¡No! Claro que no, bueno...eso creo —y no mentía, no tenía ni idea de cómo acabamos así.
—¡Oh Dios! —tapó su rostro con ambas manos, frustrada.
Levanté la manta que aún nos cubría y solté un suspiro de alivio al ver que ambos llevábamos puesta toda nuestra ropa y no había indicio de que haya habido ''acción'' anoche.
Gracias a Santa Cachucha.
Lo último que necesito es acostarme con mi roommate sin siquiera recordarlo.
—Bueno, parece que lo más asqueroso o sucio que hicimos añoche fue no bañarnos —bromeé.
—Wow, lo olvidé. Ni siquiera me bañé soy...soy un desastre —negó con la cabeza riendo sin gracia.
—Tranquila, si te sirve de consuelo, la pasé genial tomando la opción cuatro contigo —le sonreí.
—Sí, yo también. Muchas gracias por lo de anoche, sí que eres mi príncipe azul —se rascó la cabeza y se movió el cabello de una forma tan sexy y tierna a la vez que aún no creo que esa combinación pueda ser posible, y para ponerle la cereza al pastel, también estaba sonriendo.
Es demasiado linda para su propio bien.
—No fue nada, yo también lo necesitaba. Ahora...¿qué tal si tú te adelantas en el baño mientras yo preparo el desayuno?
—Me encantaría, gracias.
Se bajó del sofá y subió escaleras arriba camino a su habitación. Yo por mi parte fui a la cocina a preparar el desayuno, moría de hambre, seguramente porque todo lo que cené anoche fue una pizza. Segundos después Emma bajó con dirección al baño.
—¿Te gustan las arepas? —le grité para que me escuchara desde el pasillo, antes de entrar al baño.
—¡Me encantan! —la escuché responder y me puse manos a la obra.
Era bueno en la cocina y me gustaba cocinar de hecho. Wanda nos enseñó a mí, a Carlos y a Brook desde los 14. Solía decirnos que no era solo trabajo de mujeres y que a cualquier mujer le agrada que un hombre cocine para ella, como dice el refrán: el amor entra por la cocina. Nos preparó muy bien para la tarea, ya que ella es chef y maneja su propio restaurante.
Emma salió del baño totalmente preparada, no duró ni 10 minutos y lucía perfecta, ¿cómo lo hace? Llevaba puestos unos jeans ajustados, una camiseta blanca un poco holgada y unas botas. Sencilla, pero indiscutiblemente linda. Aún tenía el cabello un tanto mojado, lo que la hacía lucir aún más atractiva.
¿Pero en qué estás pensando Allan? Ella es tu roommate. La chica con la que dijiste que no te ibas a acostar. ¡La chica que gritó que no se acostaría contigo! Sácate esas tontas ideas de la cabeza.
—Huele de maravilla —se sentó a la mesa mientras se deleitaba con el aroma.
Llevé nuestras arepas con queso a la mesa junto a una jarra de limonada, no era el típico buffet para el desayuno, pero puedo asegurar que no me quedó nada mal. Sé que soy bueno en lo que hago.
—Esto está riquísimo —balbuceó mientras saboreaba el primer bocado de su arepa.
—Lo sé. Modestia aparte, se me da muy bien cocinar.
—Si no estuviera probando las mejores arepas ahora mismo, te hubiera llamado presumido con aires de chef —señaló cada palabra apuntándome acusatoriamente con su tenedor para luego tomar otro bocado, deleitada.
—Siempre será un placer cocinar para mi roommate —aseguré, para luego comenzar a comer.
—Vale mucho la pena limpiar si todas tus comidas van a ser tan buenas como este desayuno.
—Lo serán, te lo prometo. ¿Tienes clases temprano? —tomé mi vaso de limonada.
—Espera, ¿qué hora es? —me preguntó algo alarmada, miré al reloj de pared que había en la cocina.
—Son las 8:10 a.m.
—¿¡QUÉ!? Dios —gritó y salió corriendo escaleras arriba a toda velocidad.
Bajó en menos de un minuto algo desesperada y apurada. Sentía que yo lo hacía todo a cámara lenta en comparación con ella. Y ni siquiera sabía el porqué de su actitud, aunque supuse que iba estrepitosamente tarde a alguna parte.
—¿Qué pasa? —le pregunté tomándola de los hombros para retenerla.
—No puedo llegar tarde hoy, tengo una práctica muy importante. no sé cómo pude olvidarlo —se lamentó.
—¿Cuánto tiempo tenemos?
—Comienza a las 8:45 a.m. y para estas alturas ya perdí un autobús, tendré que esperar al siguiente y...
—Tranquila, yo te llevo —la interrumpí—. Déjame ducharme rápido y llegarás a tiempo.
—¿Qué? No, Allan. Ya has hecho mucho por mí, no quiero causarte más molestias.
—Vamos a la misma universidad, no hace ninguna diferencia.
—Ya lo sé, pero...
—Estamos perdiendo tiempo —la interrumpí por segunda vez.
—Ok —suspiró resignada.
—Ya vuelvo.
Subí a la habitación a buscar ropa y mi mochila, no dormía allí, pero mis cosas sí lo estaban. Lo tomé todo muy rápido y corrí al baño.
No vas a llegar tarde, Emma. ¡No en mi guardia!
Emma
Allan en serio era un superhéroe, corrió en tiempo récord al baño y tardó muy poco en salir de él. A pesar de que lo hizo todo muy rápido, se veía genial. De hecho, el estilo despreocupado de chico recién salido de la ducha lo hacía ver realmente sexy. Llevaba puesto unos jeans negros ceñidos y una camiseta del mismo color.
No estoy babeando, ¿o sí?
—Listo. ¿Tardé mucho?
—No, fue bastante rápido la verdad.
—Entonces andando.
Nos encaminamos directamente al garaje de nuestra parte del dúplex. Cuando iba camino a la camioneta, Allan me detuvo.
—Allí no, Emma. Aquí —anunció quitándole una lona a una moto que no tengo idea en qué momento llegó hasta aquí.
—¿También tienes una moto?
—No, me la robé anoche después de que te quedaste dormida con una de las películas —respondió con total naturalidad.
¿Robar? ¿¡Dijo robar!?
Tal vez dijo apostar.
Sí, debe ser eso. La ganó en una apuesta.
—¿E-en serio? —tartamudeé, no podía creer que un chico tan lindo como él fuera un ladrón.
—Sí —respondió como si robar una moto fuera algo tan rutinario como hacer la compra.
Tragué grueso y, por inercia, comencé a retroceder. La imagen de chico decente que tenía de él se había esfumado.
—¿Sa-sabes? Prefiero irme por mi cuenta.
—¿Y por qué cambiaste de opinión tan rápido? —cuestionó, y por su mirada deduje que no le gustó para nada mi repentina decisión.
—Por nada, es solo que...
No terminé la frase. Él comenzó a acercarse peligrosamente hacia mí. Cada paso que él avanzaba, yo lo retrocedía. Y fue muy mala idea, porque acabé acorralada entre su fornido cuerpo y una pared.
Tierra, te lo suplico. Que solo sea un cleptómano que roba motos por impulso y no un pandillero que le hace daño a chicas indefensas por diversión.
—Hasta hace un minuto estabas muy apurada, ¿no? ¿Qué pasa? ¿No te gustan los chicos malos que roban motos?
—Allan, déjame en paz...
Traté de salir de esa situación, pero posó ambas manos a ambos lados de mi cabeza, acorralándome nuevamente.
—¿En serio te creíste que era el típico chico lindo con cara bonita que conquista a las chicas con cursilerías? Pues no, princesa. Ese era un truco para hacerte caer porque me dabas pena, pero te estás tardando mucho en hacerlo y me estoy impacientando —pegó su cuerpo demasiado al mío y después de lo que acababa de decir ya estaba preparada para patearle las bolas si intentaba propasarse conmigo—. Ahora te comportarás como una buena chica, te montarás a mi moto y harás todo lo que te diga. ¿Sabes por qué?
Tenía tanto miedo que no supe identificar si lo último fue una pregunta capciosa o si en serio esperaba una respuesta de mi parte.
—¿Sabes por qué? —inquirió, intimidándome aún más—. Porque es broma —rió, apartándose de mí—. La moto me la compré hace meses.
¿Qué dijo? ¿¡Era broma!?
—¿¡Acaso quieres matarme de un infarto!?
—Reclámame luego, ahora sube.
Me acerqué a la moto con cautela. Era negra, moderna y tenía estilo, no podía negarlo; pero no me gustaba la idea de subirme y mucho menos transportarme en ella.
—¿Qué pasa? —preguntó al ver mi poca disposición por subir—. En serio solo fue una broma.
—Lo sé, es que...no me gustan las motos.
—¿Por qué? —ladeó la cabeza, confundido.
—Una mala experiencia en el pasado. ¿Te importa si vamos en la camioneta?
—No me importa, pero en la moto llegaremos más rápido, solo tenemos quince minutos —me advirtió, y yo me mordí el labio inferior indecisa.
No me gustaba hablar del tema, en lo absoluto, pero Allan me inspiraba confianza y pocas personas lo logran. Solo si hablaba de ello comprendería porqué no soportaba la idea de transportarme en una moto.
—Es que... —me abracé a mí misma— tuve un accidente en una moto a los 9 años y...aún no lo he superado —me sinceré.
—Lo siento, Emma. Supongo que es muy duro para ti.
—Bastante —asentí.
—Hagamos algo, vamos en la moto y yo me hago cien por ciento responsable. No te va a pasar nada, te lo prometo. Confía en tu Superman.
Lo admito, consiguió sacarme una sonrisa con eso.
Pero no logró convencerme.
—Escucha —se acercó a mí de nuevo, pero esta vez no lucía amenazante ni peligroso, todo lo contrario, comprensivo y tierno—. También sé el daño que causa un trauma de la infancia, quizás algún día te cuente el mío. Pero estamos en el presente, y en este presente solo te quedan diez minutos para llegar a tus prácticas. Llegarás a tiempo y a salvo —me tomó ambas manos—, solo te pido que confíes en mí.
No sé exactamente qué pasó por mi cabeza en ese momento.
Quizás fue la veracidad que transmitían sus ojos grises.
Quizás fueron sus palabras convincentes.
Quizás fue el recordatorio de que solo disponía de diez minutos para llegar a mi destino.
O quizás solo fue un arranque de estúpida valentía.
Pero accedí.
Abrimos la puerta frontal del garaje y salimos junto a la moto antes de volver a cerrarla. Allan se subió y se puso su casco para luego de darme el otro. Dudé un poco antes de subir, pero finalmente lo hice ya con el casco puesto. Mi respiración era muy irregular y tenía el corazón a millón, Allan ni siquiera la había encendido pero yo sentía que me iba a morir.
No debí hacerme la valiente.
Inesperadame Allan me tomó ambas manos e hizo que lo rodeara con ellas.
—Tranquila, abrázate a mí y sostente con fuerza. Iremos lo suficientemente rápido para que llegues a tiempo, no te asustes y confía en mí —me ordenó y, aunque aún estaba cagada del miedo, me sentía un poco segura.
Encendió la moto y el sonido del motor me aterrorizó por lo que me abracé con más fuerza. Comenzamos a movernos y en cuanto estuvimos en la calle aumentó la velocidad. Conforme fuimos avanzando más me acostumbraba, pero aún era presa del pánico, no es que me estuviese enfrentando a cualquier trauma, era uno grande. Por otro lado mi roommate sin duda alguna era un buen motociclista, así que me sentía protegida estando abrazada a él, y eso me ayudaba de cierto modo.
Allan iba rápido. Muy rápido. Pero gracias a su exceso de velocidad —por el cual pudo haberse ganado una multa, ese hecho no me pasó desapercibido— llegamos al campus, concretamente frente a la facultad de Comunicación Social y aún tenía unos seis minutos para llegar en tiempo a la práctica. Me bajé de la moto, me quité el casco y Allan hizo lo mismo.
—Gracias, gracias, gracias —lo abracé, no lo pensé, simplemente lo hice, me había salvado el día.
De hecho no medí mi fuerza y casi caemos juntos al suelo con moto incluida, pero eso no ocurrió y él me devolvió el abrazo.
—De nada —nos separamos—, espero que no lo hayas pasado muy mal.
—Horrible —rió—, pero hiciste que no fuera tan malo —sonreí.
—Entonces ve a tu práctica.
Tierra llamando a Emma.
Tierra llamando a Emma.
La práctica, tonta distraída.
—Sí, cierto —di un brinco—. Bye, Superman —le di un corto beso en la mejilla antes de irme corriendo.
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Nuevo capítuloooo!!!
¿Qué fue lo que más les gustó?
Besos de Karina K.love 😉
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