Capítulo 8: Cuarta opción

Emma

Subí a la habitación a toda velocidad y me lancé a la cama, mala idea teniendo en cuenta que desde ahí el "espectáculo" se escuchaba con mucha más claridad; estaba pared con pared junto a ellos.

No me gusta escuchar cómo las parejas tienen orgasmos en general, pero esta vez en particular, era menos tolerable. Ya había caído en cuenta de lo que esos dos nos habían hecho a mí y a Allan hace mucho tiempo, pero digamos que es duro, sigue doliendo, no puedo simplemente fingir que no me importa en lo absoluto porque me rompieron el puto corazón y ahora lo están celebrando en grande. Para cualquier otra persona solo son una pareja ruidosa teniendo sexo, pero a mí me recuerdan lo reemplazable que fui para el chico que creí me amaba.

Por mucho que intenté retener las lágrimas, me fue imposible. Amaba a ese chico y como la estúpida que soy creí que él sentía lo mismo por mí. ¡Qué ingenua, ¿no?!

Él nunca me valoró. Nunca supo hacerlo.

Jamás habló de mí con sus amigos a no ser que se tratara de mis senos o mi trasero, presumía que había agarrado a un buen partido por ello. Nunca se preocupó por mí cuando estaba enferma y cuando estaba en mis días para él yo era la cosa más asquerosa sobre la faz de la tierra. Siempre se quejaba de que me preocupaba más por aprobar un examen que por salir con él de fiesta. Jamás tuvo un verdadero detalle conmigo, no me abría la puerta del coche, no recordaba nuestros mesversarios, una noche de películas en su diccionario significaba noche de sexo. No me decía que me veía hermosa, me decía que me veía ''riquísima''.

¿Lo peor de todo? Nunca me dijo ''Te amo''.

Entonces me pregunto, ¿por qué mierda estoy llorando por ese reverendo imbécil? ¿Por qué perdí la autoestima y la confiaza por un hombre así? La respuesta es simple, porque soy una idiota que se dejó engañar por una cara bonita, un par de músculos y la labia adecuada.

Y el premio a la tonta del año es para...Sí, señoras y señores: ¡Emma Wilson!

Escuché que alguien tocó a la puerta, y ya que mi mejor amiga hace un rato estaba tan devastada como yo y es la única que conoce mi nueva dirección, supuse que se trataba de Allan. No quería que me viera así, ya bastante vergonzoso había sido todo el día de hoy para que ahora también me viese llorando porque mi ex se está tirando a su ex.

Ok, suena raro, pero eso es.

—Oye, Emma...¿estás bien? —preguntó con suma delicadeza, como si hubiese pensado cada palabra antes de decirla para no hacerme sentir peor.

Me reincorporé sentándome y a la vez limpiando mi rostro de todo rastro de lágrimas.

—Sí...tranquilo. No te preocupes por mí...de verdad. Estoy bien —contesté, intentando que no se notara lo quebrado de mi voz.

—No suena a que estés muy bien que digamos. ¿Puedo pasar?

—Claro —fue lo único que pude decir, no quería avergonzarme más a mí misma, pero si ya había tocado fondo, ¡qué más daba!

Allan abrió la puerta muy lentamente asomando la cabeza con una media sonrisa en su perfilado rostro. No es el momento para hablar de esto, pero el chico parece un modelo.

—Hola —murmuró con suavidad, introduciendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—Hola —intenté esbozar una sonrisa, y fue del todo inútil.

—Escucha, sé como te sientes. En serio lo sé. Si alguien puede ponerse en tus zapatos soy yo, recuérdalo —se acercó a la cama.

—Lo sé, es exactamente la misma situación —reí sin gracia, abrazándome a mí misma.

—Exacto, y...sin intención de ofenderte ni hacerte sentir mal, estás tomando la peor opción.

—¿La peor opción? —fruncí el ceño, confusa—. ¿A qué te refieres?

—Cuando se rompe una relación amorosa, ya sea de mucho tiempo o amor verdadero, o que te dejaron muy insensiblemente, en nuestro caso son las tres —solté una pequeña carcajada, este chico tiene la mágica habilidad de hacerme reír, eso me gusta.

—Qué asco de vida amorosa —comenté de tal forma que ni yo misma sé si era un lamento o una burla.

—Tenemos tres opciones —continuó—. Primera: Olvidarlo con fiesta y mucho alcohol —alargó la U en la penúltima palabra dando a entender que no serían solo un par de cervezas—. Segunda: Conocer a otras personas y...ya sabes —sí, ya sé—. Y tercera: Llorar y darle el gusto a tu ex de verte destrozada. Elegiste la última, la peor.

—Tienes toda la puta razón, pero, qué te puedo decir, tengo el corazón hecho mierda ahora mismo —las lágrimas comenzaron a brotar otra vez, odiaba sentirme tan débil.

—Ey, no. No llores, pequeña —se sentó a mi lado en la cama, y comenzó a secar las lágrimas que caían por mis mejillas.

—Lo siento, no deberías estar ayudándome. Deberías, no sé, hacer lo que sea que hagas en tu tiempo libre.

—Ahora mismo, no tengo nada mejor que hacer además de consolar a mi Cenicienta —me atrajo hacia él, abrazándome y apoyé mi cabeza en su hombro.

Allan era cálido, muy cálido. Su perfume era...wow, olía de maravilla. Es un chico realmente genial. En sus brazos me sentía...cuidada, protegida, y eso era justo lo que necesitaba en este momento. Estaba bastante segura de que con cualquier otra persona no me hubiese mostrado así de vulnerable, pero con él es diferente, me inspira confianza.

—¿Hay una cuarta opción? —le pregunté luego de estar un buen rato abrazados—. No creo que emborracharme o acostarme con un desconocido sea lo que necesito ahora mismo

—Sí, una creada por un servidor.

—¿Cuál es? —me separé un poco para mirarlo directo a sus llamativos ojos grises.

—Noche de pelis con amigos. Llamaría a Carlos y a Mery, pero, ya sabes. Y supongo que por la misma razón tu amiga no puede venir tampoco, así que solo seremos tú y yo—me sonrió.

—¿Solo una noche de pelis?—entrecerré los ojos, sé perfectamente lo que significa eso para los chicos, en especial para los que tienen tan "buena" reputación como él.

—Oye, habré sido un playboy declarado, pero si quisiera aprovecharme de ti, no pondría las películas como excusa. Estamos en una cama y tú estás super vulnerable, serías la presa perfecta —se defendió y concuerdo con él.

—Lo siento. Vamos a abajo, quizás tengas razón y Netflix sea la mejor medicina —comencé a pararme pero los fuertes brazos de Allan me agarraron y me cargaron cual princesa.

—¿¡Qué haces!? ¿Eres Superman o algo así? —no lo decía en broma, en serio sus músculos me hacían sentir que un superhéroe me estaba cargando.

—Mmmm, la idea era cargarte así porque eres Cencienta, pero...si tu eres Wonder Woman, ¿por qué yo no puedo ser Superman? —sonrió y me contagió.

Me llevó a abajo y me depositó en el sofá. Me tendió una manta, supongo que es con la que se cubre, porque aquí es donde duerme. Me dijo que eligiera la película en lo que él preparaba las palomitas y apagó las luces de la sala antes de marcharse hacia la cocina.

Es un chico muy gentil, caballeroso, tierno y atento, todo lo contrario al ogro de Dave. Si hubiera conocido esos rizos negros antes que al insípido castaño, estoy segura de que me hubiera enamorado de él. ¿Por qué no? Si me enamoré a lo bestia de un imbécil integral, ¿por qué no podía enamorarme de un playboy con un chico fantástico interior? Pero eso hubiera sido en el hipotético caso de que nos hubiéramos conocido antes que a nuestros ex, y que yo le gustara Allan. Además, todo lo que estaba pensando eran puros escenarios irreales típicos de una enamoradiza de campeonato como yo.

Tienes que dejar de crearte historias románticas idílicas, Emma. Los príncipes azules no existen.

Un rato más tarde, Allan de un brinco saltó al sofá y traía consigo un tazón enorme repleto hasta arriba de palomitas recién hechas, dos Coca-Colas y su sonrisa.

—¿Cuál elegiste? —preguntó, dejando los refrescos sobre la mesita de centro para acomodarse junto a mí.

—La primera que apareció —no mentía, estaba tan bajoneada que ni siquiera pude elegir una película.

Blended —leyó el nombre en el póster de la película—. ¿Adam Sandler y Drew Barrymore? Eso sin duda es una buena película, no necesito verla para saberlo —se llevó unas palomitas a la boca y me sonrió—. Ellos trabajan de maravilla juntos, lo sé porque vi The Wedding Singer y 50 First Dates.

Quedé encantada por cómo hablaba de las películas. He tenido citas con montones de chicos que me invitaban al cine y me hacían todo un recuento de la vida y obra de los actores protagonistas con la única intención de hacerse los interesantes, fingir ser cinéfilos y tratar de impresionarme con ello. Pero con Allan no era el caso. Tenía ese brillito especial en los ojos que aparece cuando hablas de un tema que realmente te gusta.

Y solo por eso me dieron ganas de ver esta película y las otras dos que mencionó.

Al parecer mi mirada cautivada fue demasiado obvia porque se detuvo de pronto, desvió la mirada y se agitó el cabello.

¿Lo puse nervioso?

—Lo siento, me fui por las ramas —emitió una risilla nerviosa—. Adam Sandler es mi actor favorito y Drew Barrymore es mi amor platónico de Hollywood desde que vi Los Ángeles de Charlie, así que...digamos que me emociono hablando de ellos y hablo de más.

Joder, qué tierno es.

—No pasa nada —le sonreí dándole a entender que todo estaba bien—. También me gustan las pelis de Adam. Era... —me aclaré la garganta— el actor favorito de alguien muy especial para mí. Y quizás no he visto muchas, pero tal vez puedas recomendarme algunas.

—Dalo por hecho —me guiñó un ojo e inclinó el tazón de palomitas hacia mí, ofreciéndomelas.

Ok, supongo que esto será agradable.

Comenzó la película y le tendí la mitad de la manta para que también se abrigara, no es que hiciera mucho frío, pero era lo menos que podía hacer por él cuando estaba siendo así de lindo conmigo. Cuando la peli llevaba unos veinte minutos, nos percatamos de que estábamos un poco separados, lo que hacía que la manta se cayera al suelo una y otra vez.

—Intentemos algo —propuso él y acto seguido se pegó a mí, me rodeó con uno de sus fuertes brazos y tendió la manta sobre ambos—. ¿Mejor?

A la mierda. ¿Cómo se supone que respire ahora?

—Mucho mejor —me acurruqué con timidez y le sonreí fugazmente antes de fijar mi vista de vuelta a la película.

No sé si era la manta o lo cálido que es Allan, pero...me sentía genial, calentita y acompañada, comiendo palomitas y disfrutando de una peli de comedia muy divertida junto a mi roommate/superhéroe/Joker/príncipe azul/pudín. Ya ni siquiera pensaba en Dave o en Vanessa, o en nadie, solo en lo bien que me lo estaba pasando. Había estado necesitando algo así de reconfortante desde la ruptura.

—Es curioso, a ellos les pasa algo muy parecido a lo nuestro —comentó  cuando ya llevábamos 40 minutos de peli.

—¿En qué? —sabía en lo que era, pero quería ver cómo lo describía él.

—Ellos se conocieron en una cita a ciegas que no resultó nada bien. Nosotros nos conocimos en un bar y acabamos borrachos y con uno de tus tacones roto.

—Anjá, continúa —ni siquiera me di cuenta de que estaba sonriendo.

—Por darle unas buenas vacaciones de verano a sus hijos se hicieron pasar por un matrimonio y acabaron compartiendo suites de hotel. Nosotros por culpa de... —hizo una mueca— por confusiones y errores, acabamos compartiendo la mitad rosa de un dúplex.

—Inteligente conclusión, pudín —tomé una palomita y la llevé a mi boca.

—Lo curioso es que no lo notaron a la primera, pero cada uno tiene justo lo que el otro necesita.

Eso no fue una coincidencia entre la película y nosotros.

Noté en ese momento que, al parecer inconscientemente, me estaba acariciando el brazo. Volteé en su dirección para darme cuenta de que se encontraba con la mirada fija en el televisor mientras engullía dos o tres palomitas cada cierto rato. Su rostro estaba iluminado por las luces de la TV, me dejó embobada el hecho de que incluso a poca luz y de perfil sigue luciendo atractivo.

Debería sentirme incómoda con esa situación, porque literalmente parecíamos una pareja pasando una noche agradable. Y eso fue lo que siempre quise tener con Dave y los novios que lo presedieron, algo tierno y sano que no necesitaba terminar en la cama para calificarlo como bueno.

Pero Allan no es mi novio. Es mi amigo y está actuando como tal. Como un amigo tratando de consolar a su amiga. Nada más.

No confundas las cosas, Emma.

Decidí centrarme en la película y despoblar mi mente de pensamientos tontos. No me fue difícil lograrlo, el ambiente fue reemplazado por risas casi al instante. En verdad era una muy buena comedia, para haberla elegido al azar, nos estaba haciendo pasar un buen rato. De hecho, para cuando terminó el film, tenía tremendísimas ganas de volverla a ver, eso solo ocurre cuando en verdad me gusta.

—Estuvo genial —comentó él a la vez que en la pantalla figuraban los créditos.

—Concuerdo —asentí, sonriente.

—¿Te sientes mejor ahora?

—Sí, bastante mejor. Gracias.

—Misión cumplida entonces —retiró su brazo de alrededor de mi cuerpo, ocasionándome una sensación extraña—. Por cierto, ¿qué tienes en el pelo?

Llevé ambas manos a mi cabello, palpando para encontrar eso.

—¿Qué tengo?

—Esto —rió y acto seguido me lanzó un par de palomitas.

—¡Allan! —chillé para luego repetir su acción.

Y así dio inicio una infantil guerra de palomitas que duró hasta que no quedó ni una más para lanzar en el tazón.

—Joder, qué desastre —reí al ver parte del suelo y de nosotros mismos llenos de palomitas.

—No te preocupes, esto lo limpiaré yo. ¿Qué te gustaría cenar? Ya es de noche.

Ni siquiera había notado qué hora era.

—¿Qué te parece tu pizza mezcla explosiva, otra Coca-Cola y un maratón de Adam Sandler?

—¿En serio? —sonrió y asentí como respuesta—. Bien, entonces acomódese, princesa. Yo pido las pizzas y tú elige de nuevo la peli, por lo que veo eres buena en eso.

Y eso hicimos.

Unos quince minutos después nos encontrábamos en la misma posición de al principio, disfrutando de la pizza y de The Wedding Singer.

Y debo decir que lo pasé de maravilla.

No tengo idea de cómo lo logró, pero este chico me ha alegrado la noche.

P.D: Adoro la cuarta opción.










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Nuevo capítuloooo!!!

Tierno y lindo, o al menos así espero que lo hayan visto.

¿Cuál de todos los apodos que Emma le ha puesto a Allan es su favorito?

Besos de Karina K.love 😉

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