Capítulo 7: Drama, Vergüenza y Vecinos

Allan

Estaba entrando a mi cafetería favorita junto a Carlos y Mery. Después de clases siempre venimos, es el mejor lugar para relajarse, desahogarnos con respecto a nuestros problemas y pasar el rato en general. Pero me llevé tremendísima sorpresa al escuchar una voz familiar casi gritando; en especial por lo que dijo...

—¡Que no voy a acostarme con mi roommate! —gritó mi...¿roommate?

¿Está gritando en público que no va a acostarse conmigo? Wow, eso sí me dejó helado.

Ella se encontraba de espaldas, sentada en una de las mesas próximas a los ventanales y la acompañaba una chica. Una chica igual a mi cuñada. Y cuando digo igual, me refiero a idéntica, con la única particularidad de que su cabello en lugar de rubio era castaño. Esta nos observó con sorpresa y no me pasó desapercibido que toda su atención se centró en su doble.

Mi roommate se giró lentamente y su cara se puso roja al verme. Pero su expresión dio un gran cambio al instante al ver a Mery; la misma que yo puse al ver a su amiga.

Decidí acercarme junto a los chicos a la mesa que ocupaban. Tanto Mery como la amiga de Emma se miraban de forma extraña, mientras que las expresiones de sopresa no desaparecían del rostro de Carlos ni del de Emma, ni mucho menos del mío.

Era un momento demasiado incómodo.

—Mery —musitó la chica.

—No me dirijas la palabra —mi cuñis saltó furiosa, eso me confundió el doble con respecto a este asunto.

—Lo entiendo, yo... —comenzó a decir antes de ser interrumpida por Emma.

—Un momento, ¿entonces tú eres Mery? —sonrió, animada.

—Sí, soy yo —respondió la rubia, intentando no ser grosera.

—Yo soy Emma, roommate de Allan y la mejor amiga de tu hermana —se levantó para presentarse y fue entonces cuando caí en cuenta de que esa chica es la famosa hermana gemela de Mery, de la cual evita hablar todo el tiempo.

—Es un placer conocerte formalmente, Emma, pero tu amiga no es mi hermana. Quizás compartimos el mismo ADN pero no somos familia y no la quiero cerca —sentenció molesta y acto seguido salió de la cafetería a paso rápido.

—Jane, ¿verdad? —preguntó Carlos y ella asintió—. Un placer. Soy Carlos, tu...cuñado. Me gustaría quedarme a charlar pero tengo que ir a calmarla. Un placer para ti también Emma —dijo  antes de salir corriendo del lugar tras su novia.

Me giré nuevamente hacia las chicas. Jane estaba llorando —o más bien dejaba escapar un par de lágrimas que secaba de inmediato con suma sutileza— y Emma, que antes estaba frente a ella, se posicionó a su lado para darle consuelo.

—Chicas, yo...lo siento.

Ni siquiera sabía porqué me estaba disculpando, pero necesitaba hacerlo. Jane lucía inconsolable y la actitud de Mery aún me tenía algo descolocado. A ver, sabía que llevaban años sin mantener contacto alguno, pero aquí parece haber más historia de la que me han contado.

—Tranquilo, Allan. Tú...no tienes nada que ver con esto —Emma me brindó una débil sonrisa.

—¿Les gustaría que las lleve a casa? —me ofrecí al ver que Jane seguía encontrándose mal y varias personas estaban mirando en nuestra dirección—. Dudo que una cafetería sea el lugar indicado para esto.

—Gracias, Allan, pero...ahora mismo no tengo cara para mirarte siquiera después de lo que dije y...Jane me necesita —declinó mi roommate mientras su amiga lloraba deliberadamente sobre su hombro.

Es buena amiga. Algo más que agregar a la lista de cosas que hacen asombrosa a esta chica.

—Ya hablaremos en casa, recuerda que vivimos juntos —le resté importancia—. Y...además, me cuesta dejar así a una chica exactamente igual a mi mejor amiga. Solo...acepta mi ayuda por esta vez.

—Jane, ¿qué dices? —le preguntó a la llorosa gemela de Mery y esta asintió.

—Bien —les sonreí.

Caminamos hasta el estacionamiento del lugar, por suerte no había ni rastro de mis amigos. Lo mejor sería evitar el drama familiar por ahora. Guié a las chicas hasta mi camioneta y, una vez a bordo, Jane me dio indicaciones de cómo llegar a la hermandad a la que pertenece. Todo el camino fue muy silencioso, pero evité abrir la boca para no empeorar las cosas, últimamente la cagaba cada vez que abría la boca. No tenía ni idea de qué pasó entre las gemelas, pero debió ser algo grande para que una persona tan linda y de buenos sentimientos como Mery niegue a su propia hermana como parte de su familia.

—Gracias, chicos. Siento haberles causado molestias —se disculpó Jane cuando ya estábamos en la puerta del edificio su hermandad.

—Tranquila, amiga. Ahora solo toma un baño caliente, escucha a tu amada Katy Perry y ve a dormir —le sonrió Emma—. Si necesitas algo, lo que sea, llámame por favor.

Se nota que se preocupa mucho por ella.

—No te preocupes, estaré bien, tú vete con Allan —se giró hacia mí—. Por cierto Allan, me caíste muy bien. Mi amiga tiene suerte de tenerte como roommate —me guiñó un ojo, se ve que es una chica amistosa.

—Ya lo sé, tiene mucha suerte. Pero recuerda, ¡no va a acostarse con su roommate! —grité imitando a Emma y mientras ella se sonrojaba, Jane se partía de la risa.

—Definitivamente, me caes bien. Bye, chicos —se despidió con una sonrisa y con eso me di por bien servido.

Emma se volteó hacia mí, pero sin mirarme a los ojos. No lo hacía por vergüenza, pero también porque soy casi una cabeza más alto que ella.

—Con respecto a eso... —suspiró—, lo siento mucho. No sabes lo avergonzada que estoy.

Le tomé la barbilla para hacer que me mirara.

—Hey, tranquila. Si te soy sincero, mi mejor amigo también me estaba ostigando con el tema.

—¿En serio?

—Sí, dijo que era un tonto por vivir con mi ''Cenicienta'' y no... —¿cómo lo digo bonito?— aprovecharlo.

—Nuestros amigos están locos —dejó escapar una risita dando a entender que estaba más relajada—. Acabamos de salir de largas y decepcionantes relaciones amorosas, nuestros ex están juntos y por su culpa nosotros tenemos que vivir juntos también, ¿y ellos pretenden que nos acostemos?

—Yo tampoco lo entiendo —negué con la cabeza—. Ok, en otras circunstancias adoraría ese plan, pero compartiremos el mismo techo por seis meses, las cosas se volverían demasiado incómodas.

—Espera...¿acabas de decir que si no fuera tu roommate sí te acostarías conmigo? —saltó rápidamente a esa conclusión y entonces me di cuenta de lo que dije, admití que me gustaría acostarme con ella. Así que viraré la tortilla.

—¿Y tú? Si no fueras mi roommate, ¿te acostarías conmigo?

—Yo te pregunté primero —se cruzó de brazos fingiendo enojo.

—Basta ya, tortolitos. Búsquense un hotel —gritó una chica desde una ventana en el segundo piso del edificio de la hermandad, habíamos olvidado que aún estábamos ahí.

Avergonzados nos subimos nuevamente a la camioneta para regresar a casa, pero recordé que, aunque Emma había comprado comida en la mañana, no sería suficiente para el resto de la semana.

—¿Qué tal si vamos al supermercado?—propuse a la vez que encendía el motor.

—Sí, hoy en la mañana compré algunas cosas para el desayuno, pero necesitaremos más.

—Hablando de eso. ¿Por qué fuiste sola tan temprano en la mañana? Es peligroso, te pudo pasar algo —nos pusimos en marcha.

—No había nada de desayunar y la verdad no me costaba nada hacerlo. No es la primera vez que voy al super al amaecer, solía hacerlo todo el tiempo cuando vivía en la residencia —alegó como si no fuera la gran cosa.

—Tú lo has dicho, lo hacías en la residencia. Ahora vives en el dúplex y por tanto si quieres ir a comprar comida al amanecer, me despiertas y yo te llevo.

—Oye, no quiero molestarte —rebatió.

—No es una molestia. Además, es algo para los dos, tengo que cooperar —le sonreí y ella hizo lo mismo.

—Ok, lo haré.

—Y otra cosa, ¿en qué te fuiste a la universidad?

—En autobús.

—Eres increíble —reí.

—¿Por qué lo dices?

—Solo una auténtica Wonder Woman se levanta tan temprano, va al super al amanecer, hace el desayuno y consigue alcanzar el autobús para ir a la universidad.

—¿Wonder Woman? ¿Creí que era Harley Quinn?

—Ambas, eres una superheroína loca —comenzó una reír como si hubiera dicho lo más gracioso que ella jamás hubiese escuchado.

Me gusta su risa.

—Me gusta tu sentido del humor, pudín —reímos juntos y cuando nos dimos cuenta ya estábamos en el super.

La ayudé a bajar de la camioneta para luego adentrarnos en el lugar. Tomamos un carrito de compras y comenzamos a caminar por los pasillos. La verdad es que teníamos gustos muy parecidos. Adoramos la nutella, los snickers, las manzanas, los jugos naturales y los ositos de goma. Sí es cierto, tenemos gustos de niños pequeños, pero en las largas y pesadas noches de estudio son la mejor medicina para no perder la cordura.

—¿Y qué estás estudiando? —me preguntó casual, algo curioso en nuestra relación es que podemos hablar de lo que sea como si fuéramos amigos de toda la vida; y eso me gusta—. Acabo de darme cuenta de que nunca te pregunté algo tan básico como eso.

Yo tampoco le pregunté ahora que lo recuerdo.

—Administración de empresas, igual que Carlos. Nuestro sueño desde pequeños ha sido abrir un negocio juntos o que cada uno abra su propio negocio y ser socios mutuamente.

—Les recomiendo la segunda —habló, mientras tomaba una caja de cereales para introducirla en el carrito—, las asociaciones muchas veces tienden a arruinar las amistades.

—También pensamos lo mismo, pero tenemos un vínculo muy fuerte como para romperlo tan fácil.

—Me alegra —me sonrió—. Se ve que es un buen chico.

—Lo es —me detuve para agarrar dos cajas de leche—. ¿Y tú? ¿Qué estás estudiando?

—Periodismo.

—¡Genial! —le sonreí mientras seguíamos caminando por el pasillo—. Será lindo verte en televisión a la hora de las noticias. Podré presumir que fuiste mi roommate.

—No, prefiero trabajar en un periódico o quizás una revista. Antes que salir en televisión y meter la pata monumentalmente, elijo mil veces redactar.

Eso último que dijo activó mis alarmas. Desde que la conozco nunca la había escuchado hablar con ese tono de desánimo hacia sí misma, excepto cuando me contó acerca de que los chicos solo ven en ella un buen cuerpo y una cara bonita. Y así como hice lo que pude para animarla aquella vez, lo haría ahora.

—Yo creo que no meterías la pata, y...aquí entre nos, te verías genial ante las cámaras.

—¿Lo crees? —hizo una mueca.

—Claro. Eres muy elocuente y sin duda alguna tienes rostro de presentadora de televisión. ¿Qué te hace pensar que no podrías?

—Dave —confesó.

Detuve el carrito al escuchar el nombre de ese imbécil. Estaba molesto, no por Vanessa, sino por Emma. No sabía qué le había dicho exactamente ese pedazo de idiota para hacerla sentir así, y prefería no saberlo, pero si algo estaba claro era que le iba a sacar esas tontas ideas de la cabeza en este instante.

Me giré hacia ella y la miré directo a los ojos.

—Escucha, olvida absolutamente todo lo que ese grandísimo imbécil te haya dicho. Si no te apoyaba y en su lugar te subestimaba, entonces su comentario no tiene por qué ser tomado en cuenta. Vas a lograr todo lo que te propongas, sea en la rama que sea, porque eres una chica genial y estoy bastante seguro de que te sobra el talento.

Me miró por unos segundos con sus hermosos ojos marrones claros, de exactamente el mismo color de su cabello. Son hermosos, he de admitir. Quería saber si mis palabras habían causado algún tipo de efecto en ella, pero no fui capaz de descifrar su mirada.

—Gracias, Allan. De verdad —me sonrió.

—De nada, Quinn.

Continuamos caminando y agregamos un par de cosas más al carrito antes de ir a la caja registradora. Nos posicionamos al final de la pequeña fila y, para amargarnos el día, un poco más adelante se encontraban nada más y nada menos que la innombrable y el imbécil, también conocidos como Vanessa y Dave.

—Hola, vecinos —nos saludó animadamente Dave con toda la hipocresía del mundo, como si fuéramos amigos de toda la vida.

Empuñé mis manos alrededor del mango del carrito para no usarlas en algo más "productivo", como darle un puñetazo a ese estúpido, por ejemplo.

—Hola —les respondió Emma muy cortante, yo ni siquiera les dirigiría la palabra, ya bastante incómodo me sentía.

—¿Qué tal el día de compras? —preguntó él con tanta falsedad que mis ganas de patearlo solo iban en aumento, Vanessa por su parte solo evitaba contacto visual.

—Iba perfecto, hasta que nos encontramos con ustedes —me crucé de brazos.

—Ohhh, Fresita. Les arruinamos el día, pobrecitos —se burló el muy idiota haciendo un falso puchero para luego reírse a carcajadas. Pero no fue la burla lo que me hizo hervir la sangre, sino escuchar de su boca el apodo de Vanessa; me revolvió el estómago.

—¿Sabes qué? No. Hasta ahora el día ha estado perfecto y un dúo de cínicos no nos lo va a amargar —le dije a Emma para luego dirigirme hacia nuestros vecinos—. Así que paguen de una vez, que ya les toca y desaparezcan de mi vista —les grité y se percataron de que era su turno, así que, aunque no quisieran, me estaban obedeciendo.

—Bien hecho, Joker —me sonrió Emma, victoriosa; aunque en el fondo era obvio que el altercado no le sentó nada bien.

Poco después de que ambos se esfumaran, fue nuestro turno de pagar. Pagamos y salimos del supermercado repletos de bolsas, creo que habíamos comprado suficiente para un mes. Acomodamos todo en la parte trasera de la camioneta y conduje de regreso a casa.

—¿Estás bien? —pregunté después de un largo rato de silencio, ella lucía triste.

—Sí, solo... —exhaló con pesadez— no me esperaba encontrármelos tan pronto. Fue muy incómodo y corroboré una vez más que desperdicié un año de mi vida con ese tipo.

—Si te sirve de consuelo, sabes que estoy en las mismas.

—Pero no es igual. Aunque me moleste admitirlo, Vanessa es mejor que Dave. Ella tuvo el valor para dejarte diciéndote que había conocido a alguien más. Incluso ahora se mantuvo al margen para no echarle leña al fuego.

—Quizá tengas razón, pero eso no le quita culpa en esta historia. Sigue siendo una traicionera tanto como él. Y recuerda también que tu único error fue haber elegido mal, no eres culpable del daño que te hicieron, ¿ok?

—Ok —asintió, brindándome media sonrisa.

El resto del trayecto se me hizo menos pesado, ella parecía sentirse un poco mejor. Al llegar, bajamos de la camioneta y tomamos como pudimos la gran cantidad de bolsas. Entrando a casa, lo primero que se escuchó fueron los alaridos de Vanessa. ¡Esos dos estaban follando como si el mundo se fuera a acabar! Y lo peor del caso es que se escuchaba a la perfección de nuestro lado, como si lo estuviesen haciendo frente a nosotros.

—Ni...ni siquiera quiero imaginármelo —expresó Emma con una extraña expresión que no supe identificar si fue de asco y tristeza.

—Ni yo. ¿Por qué carajo hacen tanto ruido? —gruñí—. ¡Es insoportable!

—Yo no...no lo soporto —dejó caer las bolsas al suelo—. Voy a la habitación a escuchar música o algo —musitó, y cuando parpadeé ya estaba subiendo las escaleras.

Siento que tengas que pasar por esto, Emma.










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Nuevo capítuloooo!!!!

Drama: Mery y Jane.
Vergüenza: "¡No voy a acostarme con mi roommate!"
Vecinos: Vanessa y el idiota de Dave.

Comenten cuál fue su parte favorita.

Besos de Karina K.love 😉

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