Capítulo 68: Cerrando ciclos y abriendo otros
Allan
Han pasado dos meses desde que nos asentamos en Valery Place, y hace exactamente uno se efectuó el juicio criminal de mi padre. El juez falló en su contra ya que se hallaron pruebas irrefutables que evidenciaban su participación en todos los crímenes que se le imputaban.
No fui capaz de asistir aquel día.
Mi tortuosa batalla interna entre mis sentimientos de hijo y mi sentido de justicia creó estragos en mí. Recuerdo que aquella mañana me encontraba en casa, encerrado en mi cuarto con Emma a mi lado, apoyándome. Carlos y Wan veían en la sala de estar el juicio, ya que al tratarse de una figura pública, tuvo un enorme impacto mediático. Incluso le habían ofrecido a Em la grandiosa oportunidad de formar parte del equipo de reporteros que cubrirían la noticia, pero ella lo rechazó para permanecer a mi lado en ese momento tan difícil para mí.
Ahora estaba listo para enfrentar a mi padre, para verlo. Cuando estacioné frente al reclusorio, me estremecí al darme cuenta del lugar tan tétrico y desecho al que el gran Mauricio Lerman fue a parar. Absolutamente todas las riquezas que poseía fueron confiscadas por las autoridades, a excepción de unas cuentas bancarias que puso a nombre mío y de Agatha, supongo que fue una estrategia en caso de que las cosas salieran mal. Tanto su ahora ex-novia como todos sus socios y ''amigos'' le dieron la espalda, yo por mi parte usé el dinero que ''me dejó'' para pagar los honorarios del abogado que se encargó de su defensa. Dinero malgastado teniendo en cuenta la pena de cuarenta y cinco años a la que fue condenado.
Nervioso, me sometí a todos los protocolos correspondientes antes de ingresar al ala de visitas. Esta consistía en un salón con diversos cubículos con asientos, del lado contrario otro asiento para el reo, un vidrio de por medio y un teléfono para comunicarse. Tomé asiento en uno de esos cubículos y esperé paciente a que él llegara.
Las manos me sudaban y, aunque intenté detenerme, el movimiento constante de mi pierna no cesaba, al parecer Mery me contagió su tic nervioso. No era sencillo para mí, después de tanto tiempo estaríamos cara a cara y pondríamos las cartas sobre la mesa.
En menos de cinco minutos, apareció siendo escoltado por un guardia. Estaba preparado para verlo, pero aun así me chocó que su vestimenta, a diferencia de esos trajes caros impecables, consistía en un simple conjunto naranja arrugado. Su cabello ya no lucía perfectamente peinado sino que se encontraba desordenado, su expresión altiva y arrogante fue reemplazada por una perdida y humillada, su piel parecía haber envejecido diez años. En fin, ya no quedaban vestigios de lo que alguna vez fue el gran magnate Mauricio Lerman y sin dudas lo está pasando mal.
Al verme, emitió una risa cínica y procedió a sentarse frente a mí. Tomó el auricular de su lado mientras yo hacía lo mismo con el mío, llevándomelo a la oreja.
—Hola, papá —esas fueron mis primeras palabras, no encontré otra manera de iniciar esta difícil conversación.
—Hola, Allan —respondió en un tono desinteresado—. ¿A qué viniste? ¿A burlarte de mí? ¿A echarme en cara mi situación?
Me gustaría hacerlo, la mitad de mí vino con esa intención. Pero no puedo. Soy Allan Lerman, alguien incapaz de albergar odio en su corazón incluso hacia a alguien que de sobra lo merece; eso me dijo Emma aquel día que me hizo ver que preocuparme por él no me convertía en alguien débil, sino al contrario.
—No, solo vine a verte. ¿Cómo éstas?
—Preso —sonrió con cinismo—. ¿Puedes hacer algo para que esté mejor? —preguntó con sarcasmo haciendo aún más obvio que no hay nada que pueda hacer por él.
—Hice todo lo que pude en su momento, incluso más de lo que me correspondía. No es mi culpa que tomaras las decisiones equivocadas y cavaras tu propia tumba.
Rió sin gracia—. Un discursito moralista, típico de ti.
Sigue siendo un cínico de mierda.
—Este moralista fue el único que se preocupó por ti cuando todos te dieron la espalda.
Mis palabras hicieron que borrara esa maldita expresión de su rostro.
—Así que ahora me vas a restregar lo que hiciste por mí.
—No te confundas, no soy como tú —contesté con rapidez—. Si lo hice, es porque a pesar de toda la mierda que me hiciste a mí, a mamá y todas las víctimas de tus negocios sucios, sigues siendo mi padre y no podía dejar que acabaras en la cárcel si estaba en mis manos ayudarte.
—No hiciste lo suficiente.
Ja, porqué no me sorprende que saliera con algo así.
—Usé el dinero que dejaste a mi nombre para pagar los honorarios del abogado que te defendió y créeme cuando te digo que tu condena fue bastante más baja de lo que debería.
—Ahí está el problema, quisiste resolverlo por la vía legal. Si hubieras empleado un cuarto del dinero de tu herencia para sobornar al juez, no estaríamos charlando en este asqueroso lugar sino en un chalet en Heaven Gold City.
No puedo creer que después de todo lo que ha pasado aún esté preocupado por obtener mi dinero.
—No has aprendido absolutamente nada —negué con la cabeza.
—¿Y según tú qué debo aprender? —formó una sonrisa torcida.
Te voy a dar por donde más te duele.
—¿Dónde está Agatha? ¿Ha venido a verte? ¡Ah no! —exclamé sarcásticamente—, ella sí está en Heaven Gold City, pero creo que los chalets no son lo suyo, oí que se compró una mansión —mi comentario hizo que su mandíbula se tensara, estaba molesto, pero no lo demostraría con tanta facilidad—. ¿Qué hay de Finneas? Eso de que se quedó con las empresas que manejaban juntos y las vendió tú se lo sugeriste, ¿no? —estampó un puño contra el vidrio—. ¿Y los Vincent? Se fueron de viaje antes de negar cualquier tipo de asociación y/o amistad contigo. ¿Eso se los propusiste para que tus amigos no se vieran involucrados en tu escándolo? Pero supongo que vienen seguido a visitarte, ¿verdad?
Y alcanzó su punto límite golpeando nuevamente el vidrio, pero al ver la mirada de advertencia que le lanzaron varios guardas, decidió retomar la compostura.
—Te tardaste bastante en mostrar tus verdaderas intenciones con tu visita —gruñó entre dientes—. A esto viniste, a humillarme. No eres buen hijo, solo te estás haciendo el santo.
Negué con la cabeza.
—Si te dije todo eso, no fue con la intención de herirte ni mucho menos humillarte. Solo quise hacerte ver que estás solo, que el dinero no compra la lealtad, la amistad ni tampoco el amor —lo miré directamente a los ojos, mostrando toda mi frialdad y compasión fusionadas—. El único que está aquí soy yo. Tu hijo —comenzó a temblarme la voz—. El bastardo que Jude tuvo para amarrarte, como dijiste hace años, es todo lo que tienes.
—No necesito un hijo —respondió, tajante, tanto que sus palabras cortaron en lo más profundo de mi ser—. Nunca lo necesité y nunca lo quise. Jude fue una adquisición y tú una mala inversión que nunca dio frutos —se recargó hacia atrás en su asiento—. Nunca fui buen padre, lo acepto, y si tan bien te has criado sin mí los últimos veintidós años, continúa.
Es cierto, cada maldita palabra lo es. Nunca necesité un padre, mi madre se encargó de desempeñar muy bien ambos roles y me siento jodidamente afortunado de que reaccionara a tiempo y me alejara de él. ¿Quién habría sido Allan Lerman de haber sido educado por este monstruo? Supongo que ni la mitad de lo que soy hoy, y por ello estaré agradecido hasta el final de mis días.
Gracias, mamá.
Gracias, madrina.
—¿Sabes? Este es el segundo consejo que me has dado en mi vida, el primero fue cuando tenía 10 años. Me caí de las escaleras de la casa, eran enormes, pero por fortuna solo obtuve un esguince en el pie. Mamá corrió horrorizada a auxiliarme, en ese momento llegaste, venías del trabajo. Preguntaste: ''¿Qué hace el mocoso llorando?'' y mamá te explicó—inspiré por la nariz—. Yo lloraba sin consuelo porque en serio me dolía y tú me dijiste: ''En esta vida hay dos clases de personas, los débiles y los fuertes. Si eres fuerte, serás como yo, exitoso y poderoso. En cambio si eres débil, serás un mediocre del cual jamás me sentiré orgulloso.'' y te fuiste.
Él me observaba expectante, escuchándome con atención.
—Desde ese día me prometí a mí mismo que no lloraría, que no me mostraría vulnerable ante nada, porque aquel niño de 10 años quería ser como tú, quería que lo llamaras hijo en lugar de mocoso y que te sintieras orgulloso —las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas—. Hace unos meses, cuando me enteré de que te habían arrestado, lloré por ti. A pesar de lo mierda que has sido conmigo, lloré por ti, y me cuestioné pensando que tenías razón al decir que era un débil.
Me tomé un segundo para tranquilizarme y secar mis lágrimas, estaba siendo más difícil de lo que imaginaba, pero debía hacerlo.
—Pero me di cuenta de que no soy débil, soy muy, muy fuerte. Soy el hombre que enfrentó la muerte de su madre a los 14 años y a los 16 descubrió quien realmente eras. Soy quien tardó años en superar la muerte de mamá, pero que finalmente logró hablar de ella sin derrumbarse. Soy quien aprendió que la familia no es quien lleva tu sangre ni tu apellido, son a los que llevas en tu corazón. Soy quien luchó por la mujer que amaba incluso cuando ella me dio motivos para renunciar. Soy quien ha vivido mil batallas internas en silencio y aún me atrevo a despertar con una sonrisa para hacerle frente al mundo.
Mauricio me miraba con una expresión neutral, no fui capaz de descifrarla a ciencia cierta.
—Siento haberte decepcionado como hijo, de verdad lo lamento. Perdón por ser el blandengue que aún extraña a su madre, por trabajar duro y no tocar ni un peso de mi herencia, por creer en la familia y en el amor —me incliné hacia adelante—. Perdón por ser tan débil como mi madre. Pero no te preocupes, este mediocre al que no consideras fuerte va a seguir su vida junto a las personas que ama y se va a asegurar de ser un buen padre digno de que sus hijos lo imiten.
Agachó la mirada y por su expresión corporal supuse que, de alguna forma, mis palabras lo estaban afectando o siquiera lo estaban haciendo reflexionar.
—Solo quiero que sepas que no te guardo rencor, por nada. No voy a desperdiciar ni un segundo más de mi vida envenenando mi corazón, no vale la pena —desvié la mirada—. No vendré a visitarte de nuevo, tú no me quieres ver y...yo no voy a seguir malgastando mi tiempo intentando recuperar algo que en realidad nunca existió —levantó la vista y sus ojos se clavaron en los míos, le sonreí a medias—. Hasta nunca, papá.
Dicho esto recoloqué el auricular en su lugar y me fui de allí escuchando cómo me llamaba. Tan pronto salí de ese salón, me recargué en la pared más cercana, permitiéndome llorar. No necesito a Mauricio en mi vida, en realidad nunca me hizo falta, pero eso no quita lo que me duele despedirme de él.
Pero mi vida debe continuar.
Tengo una pequeña empresa que sacar adelante, estoy rodeado de gente que me quiere y, si todo sale bien, dentro de unos meses podré vivir de nuevo con la mujer que amo. Con tantas cosas maravillosas ocurriendo a la vez, ya no debe haber cabida para mi padre ni rencores del pasado.
A partir de hoy solo me concentraré en lo bueno.
Al salir del reclusorio, conduje de regreso a casa. Siendo honesto necesitaba un rato a solas, pero al abrir la puerta me di cuenta de que mi vieja táctica de guardarme mi dolor para mí mismo dejó de surtir efecto desde que decidí que el recuerdo de mamá ya no sería un ''pecado'', ahora no me dejan tranquilo hasta que me desahogo con alguien.
Allí estaban ellos, mis dos mejores amigos esperando ansiosos en la sala de estar. Tan pronto se percataron de mi presencia, se levantaron de golpe y se aproximaron a mí.
—¿Estás bien? —preguntó Carlos con toda la sutileza posible.
Asentí—. Lo estoy. Ya era hora de ponerle fin al asunto Mauricio, no iré a visitarlo de nuevo.
—Si esa es tu decisión, te apoyamos —declaró Brook, colocando su mano sobre mi hombro—. Y si me pides mi opinión, creo que es lo mejor.
—Yo también lo creo. Hice todo lo que pude y no fue capaz de agradecérmelo siquiera. Él no me quiere en su vida y yo no lo quiero en la mía, así que debemos dejar las cosas como están, él en su celda y yo con mis planes.
—Me alegra que te lo estés tomando tan bien —el castaño me regaló una media sonrisa.
—Ya no tengo 14 ni 16 años, estoy listo para enfrentar lo que venga. Y ahora si me disculpan, chicos, necesito dormir una siesta, estoy muerto.
Ambos compartieron miradas y me sonrieron—. Adelante.
¿Qué estarán tramando?
Entorné los ojos en dirección a ambos y en respuesta se encogieron de hombros fingiendo inocencia, virtud que nunca han atesorado. Decidí pasarlo por alto y caminé a paso lento con destino a mi habitación. Lo que me encontré allí sí que fue una sorpresa de las buenas.
—Mi reina... —sonreí.
Estaba sentada sobre la cama, con las piernas cruzadas y llevaba puesto uno de mis suéteres azules. Sonrió igualmente antes de correr hacia mí y abrazarme con toda la dulzura del mundo.
Lo he dicho millones de veces, pero aquí va la millón uno: gracias por ella.
—¿Estás bien, mi amor? —preguntó preocupada al separarse de mí.
—Lo estoy, no te preocupes —le sonreí, acariciando una de sus mejillas—. Incluso más porque estás aquí.
—El viaje a Inalph se pospuso para mañana y decidí venir a darte una sorpresa, pero me la llevé yo cuando los chicos me dijeron que habías ido al reclusorio. ¿Necesitas algo?
—Sí, ¿qué tal si te quedas conmigo al menos hasta la noche?
—Claro que sí —asintió.
Tomándome de la mano, me guió hacia la cama en donde nos acostamos juntos, cada uno de lado mirándonos.
—Te he extrañado —murmuré.
—Y yo a ti, mi vida —suspiró, consternada.
Durante estos dos meses nos hemos tenido que esforzar muchísimo laboralmente. Ella para ganarse un puesto fijo en algunas de las áreas en Union News y yo para sacar adelante I. Rosen's.
Emma tenía razón cuando dijo que era casi igual a iniciar mi propio negocio desde los cimientos, porque eso estoy haciendo. De mí dependen los puestos de trabajo de cientos de personas, muchos posibles inversores dudan de mi capacidad por mi escasa experiencia y la competencia alega que una empresa dedicada a la construcción y bienes raíces debería ser manejada por un arquitecto y no por un administrador o gerente. A pesar de ello, estoy dando todo de mí para sacar adelante la pequeña compañía y he recibido gran acogida por parte de mis subordinados, ellos confían en mí y el ambiente laboral es muy ameno, me hacen sentir como en casa. De cierta forma, independientemente de que apenas he dormido y que requiere demasiado trabajo duro, no lo veo como un trabajo. Estoy viviendo de lo que me gusta y eso me hace feliz.
Por la gran cantidad de tiempo que nos roba el trabajo, el que compartimos juntos es cada vez más reducido. Solo disfrutamos juntos de algunos fines de semana que tenemos medianamente libres, alguna ''cita express'' improvisada que se produce cuando por casualidad nuestros horarios de descanso coinciden y las pocas veces que uno duerme en casa del otro.
Está de más decir que no es suficiente.
Quisiera volver a insistirle para que se vaya a vivir conmigo, pero sería bastante estúpido entablar una discusión que no voy a ganar. Ella vive del salario mínimo y unos bonos extras que le pagan cuando realiza trabajo de campo adicional o se relaciona en alguna noticia en desarrollo importante, con eso apenas logra pagar su parte del alquiler del apartamento y la compra semanal, entre otras necesidades básicas. Yo por mi parte tengo un buen sueldo teniendo en cuenta que mi empresa es pequeña, aunque calculo que tendré que esperar al menos tres meses más antes de poder alquilar siquiera un departamento de soltero para mí.
En resumen, extraño mucho a mi novia.
—Me atrevo a decir que esto es casi peor que cuando estábamos separados —murmuró mientras acariciaba mi cabello.
—Me atrevo a decir que concuerdo —la tomé de la cintura, acercándola más a mí.
—Sabía que esto sería difícil, pero no me imaginé tanto.
—Bienvenida a la vida adulta real —reí sin gracia.
Ella se aproximó más a mí para abrazarme y acurrucarse. La envolví entre mis brazos con suavidad, al instante comenzó a emitir ronroneos porque, según ella, le encanta mi calidez corporal. En realidad mi cuerpo no es tan caliente, más bien el suyo es demasiado frío.
—¿Pudín?
—¿Hmm?
—Me encantaría que hiciéramos el amor ahora, pero estoy muy cansada —bostezó.
Reí—. Yo tampoco estoy en condiciones, créeme.
—Durmamos entonces —propuso y tomó una de mis manos para introducirla en el interior de su suéter hasta depositarla sobre uno de sus senos.
—Ay, mi pequeña pervertida.
—¿Qué dijiste?
—Que quiero dormir todo el día.
Decidió creerme y se acurrucó un poco más. Besé su frente con ternura antes de acomodarme y poco después, caer rendido.
Desperté no sé cuántas horas después con el cuerpo de mi novia pegado al mío. Sonreí al notar que adoptó la posición en la que solemos dormir siempre y a pesar de ello mi mano aún tenía control sobre su seno. Quería quedarme a su lado el resto de mi vida, pero mi estómago pedía a gritos que comiera algo. Con cuidado de no despertarla, liberé mi brazo del peso de su cuerpo y retiré mi mano del interior del suéter. Se removió un poco, pero no se despertó.
Salí sigilosamente de mi habitación percatándome de que aún no había anochecido, supuse que serían cerca de las 6:00 p.m. Al llegar a la cocina, me encontré con mis amigos junto a la encimera charlando de un tema que no alcancé a escuchar. Pasé de largo hasta llegar a la nevera y allí encontré un puré de papas que dejé a medias anoche cuando me quedé dormido en el comedor.
—¿Lo pasaste bien con Emma? —insinuó con picardía Brook, llevándose a la boca una taza de café.
Deposité el bowl del puré en el microondas para calentarlo.
—No de la forma que imaginas, pero sí, cada puto segundo que paso con ella lo disfruto como nunca.
—A duras penas se ven, ¿no? —suspiró Carlos con gran desánimo.
Asentí y apoyé mis codos en la encimera, quedando frente a ellos.
—¿Tú y Mery?
—Igual o peor —sus hombros cayeron—. Hoy es viernes y no la he visto desde el lunes, solo llamadas en las que uno de los dos siempre acaba dormido.
—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? —exhalé con pesadez—. Yo solo quiero vivir con mi chica, ¿es mucho pedir?
—Ustedes dos se están ahogando en un vaso de agua porque quieren —comentó el rubio como si se tratara de un asunto sencillo.
—¿De qué hablas Brook? —cuestionó su primo, preparándose para la bomba que se avecina.
—No están viviendo con sus chicas porque no quieren —se giró hacia el castaño—. Charlie, todos sabemos que vienes ahorrando para la boda desde que iniciaste el cuarto año y eso, sumado a lo que estás recaudando con tus beneficios de tu empresa, es suficiente para que le pidas matrimonio a Mery de una buena vez y se vayan a vivir juntos.
—Todavía no puedo hacerlo —negó el castaño.
—¿Por qué? —cuestionamos al unísono.
—Porque tengo el dinero de la boda, pero solo la mitad para comprar la casa y aún me falta el de la luna de miel. No voy a pedirle matrimonio hasta que pueda ofrecerle todo lo que se merece. Punto.
Brook y yo compartimos miradas de incredulidad y nos aguantamos las ganas de golpearlo. No puedo creer que después de todo lo que ha logrado, aún le parezca insuficiente.
—Bien, sigue demorándote —espetó el rubio—. Así seguirán pasando cada vez menos tiempo juntos y cuando te des cuenta otro tipo se la estará tirando en un juzgado.
—¡Brook! —lo reprendí.
—¿Qué? Solo digo la verdad. Mery no necesita esperar a que te vuelvas millonario para que des el jodido paso, lo que necesita es estar contigo y ser tu esposa, y si no te hubieses empeñado en demostrar algo que ella ya sabe, hace tiempo sería la nueva Sra. Rowsell —le palmeó la espalda—. Sabes que el casamiento no tiene nada que ver con el dinero, puedes casarte por el civil ahora mismo y nosotros seremos tus testigos.
—No se trata del dinero, Brook, sino de lo que Mery se merece. Quiero que sea especial para ella.
—Mery se merece ser la esposa del hombre al que ama, y por si lo olvidaste, ese eres tú —chasqueé la lengua—. Y conociéndola, creo que se sentirá la mujer más afortunada del mundo cuando se entere de todo lo que has hecho por ella.
—Quizás tengan razón y ya sea hora —asintió, pensativo.
—¡Claro que la tenemos! —exclamamos a la vez.
Brook se giró hacia mí.
—Y tú Allan, también tienes la solución a todos tus problemas en las manos, pero no la vez o al menos no lo recuerdas.
Fruncí el ceño—. ¿De qué mierda hablas? Si te refieres a la herencia, sabes que Emma no quiere que toque ni un peso y...
—Emma no quiere que gastes dinero en ella, quiere que ustedes dos alquilen o compren algo juntos con su propio esfuerzo, no es novedad. Ninguno de los dos cuenta con los recursos en este momento, tampoco es novedad —se apoyó en la encimera en la misma postura que yo—. Pero, ¿qué pasaría si ya tuvieran una propiedad vacía y lista para que la ocupen?
Este chico no puede estar bien de la cabeza.
—¿Estás insinuando que nos volvamos okupas? Ok, sé que hay un montón casas vacías en las afueras, pero eso no quiere decir que...
—No, idiota —me golpeó la cabeza—. Me refiero a tu casa, la que está justo aquí al lado. Piénsalo, no te costaría nada porque hace años que está a tu nombre y no tiene hipoteca ni ningún otro tipo de deuda con el banco, Emma no podría objetar y ambos se ahorrarían mucho dinero.
—¿Cómo coño no lo pensamos antes? —sonrió Carlos—. Tienes una casa, cabrón. Cien por ciento tuya y... —paró en seco y al ver mi expresión—. Oh cierto, no has vuelto a entrar ahí desde que murió la tía Jude.
La casa a la que se refieren es en donde solíamos vivir mamá y yo. Queda justo al lado de esta y sin duda alguna es el lugar ideal para que Emma y yo nos mudemos, en especial porque, como dijeron los chicos, no podría negarse. El punto es que, a pesar de que me estoy esforzando para normalizar todo lo que tenga que ver con mamá —que me ha ido bastante bien haciéndolo, dicho sea de paso—, no sé si estoy del todo preparado para regresar a un lugar que está tan lleno de recuerdos y al que no he regresado en los pasados nueve años.
—Lan, respeto tu dolor con respecto a la memoria de la tía Jude —comenzó a decir el rubio, intentando animarme—. En los últimos meses te has esmerado en superarlo y hace tiempo que mencionarla ya no te entristece, todos estamos orgullosos de tu progreso. Sé que volver a esa casa puede llegar a ser muy duro, lo comprendo, es un espacio lleno de recuerdos, pero al menos esos recuerdos son buenos y ahora tienes la oportunidad de crear otros nuevos.
Me quedé a meditarlo durante unos minutos. Brook estaba en lo cierto, si hasta ahora he logrado con éxito sobrellevar el tema de mamá, ¿por qué no regresar? Quizás si todo está tal cual lo dejé hace años, sí me cree un impacto muy grande. Por otra parte si la convierto en un lugar nuevo...
El bip que anuncia el término del proceso de calentamiento del microondas me apartó de mis pensamientos. Tomé el bowl con cuidado de no quemarme y lo coloqué sobre la encimera.
—¡Lan! —escuché a mi chica llamarme y posteriormente entró a la cocina, al parecer buscándome—. ¡Oh! Estás aquí —caminó hacia mí.
—¿Te apetece puré de papas? —le sonreí señalando el bowl.
—Huele bien, pero no —mis ojos viajaron hacia su vestimenta, ya no llevaba mi suéter sino su ropa casual—. Me llamaron de Union News, debo irme.
¿¡Qué!? ¡No!
—¿No dijiste que pospusieron para mañana el viaje?
—Sí, pero solicitaron mi ayuda en un asunto importante referente a una noticia en desarrollo en Inalph y como mañana voy a ese condado, podré cubrir la noticia. Sabes que necesito ese dinero extra para el alquiler y...
—Está bien —la interrumpí—. Entiendo que es tu prioridad.
Sus ojos marrones se tiñieron de culpa.
—Sé que prometí que me quedaría contigo hasta la noche y...
—Y trabajo es trabajo —terminé por ella—. Lo comprendo, en serio.
—Lo siento —hizo un puchero involuntario tan tierno que me dieron ganas de comérmela a besos, pero me contuve—. Sé que últimamente no hemos pasado tiempo juntos y...
—Todo sea por el ascenso, el dinero y así podremos vivir juntos —la corté—, lo capto.
—¿Quieres dejar de interrumpirme?
—¿Quieres apurarte? Te están esperando en Union News.
Suspiró—. ¿En serio no te importa?
—Me choca, pero lo acepto. Dentro de un par de meses tendremos todo el tiempo del mundo para pasar juntos, pero para ello debemos hacer ciertos sacrificios, como ahora.
Me abrazó sin previo aviso, tomándome desprevenido.
—Gracias por ser tan comprensivo, pudín.
—Prometí que lo sería, ¿recuerdas? —susurré en su oído, devolviéndole el abrazo.
—Me tengo que ir —se separó de mí—. Te amo —depositó un casi imperceptible beso en mis labios antes de marcharse.
—Yo más.
La vi largarse a paso rápido hasta que desapareció de mi vista y posteriormente escuché la puerta principal cerrándose.
—Hasta el próximo hueco en tu agenda, mi reina —dije para mí mismo.
—Debe sentirse como el infierno pasar por esto cuando ambos eran inseparables con sus chicas —comentó Brook, compadeciéndose de nuestra situación, había olvidado que mis amigos estaban aquí observando la escena.
—Es una mierda muy jodida, sí —rió sin gracia Carlos.
No lo soporto más.
—Yo ya me harté de esta jodida mierda —gruñí y miré a los chicos—. Acompáñenme a Wanda's, tengo que hablar con mi madrina.
—¿Sobre qué? —cuestionó un confuso Charlie.
—Sobre los documentos legales de mi casa —ambos compartieron sonrisas cómplices—. Creo que es hora de una mudanza.
Emma
—¿Dónde está Allan? —pataleé como niña pequeña.
Estamos todos reunidos en nuestro nuevo tablero del chisme, una mesa ''VIP'' posicionada junto a un ventanal con vista a la calle que Wanda reservó para nosotros en su restaurante. Las pocas veces que podemos compartir entre amigos, lo hacemos aquí o en mi departamento. Hoy es uno de esos días en los que los planetas se alínean y todos coincidimos, estamos todos excepto mi novio.
—Levante la mano todo el que quiere apuñalarse a sí mismo con el primer objeto punzo-cortante que encuentre cada vez que Emma hace esa pregunta —dijo Vanessa, alzando su mano y seguida de ella el resto.
Exhalé con desánimo.
—Lo siento, chicos. Es que en los últimos días no he compartido nada de tiempo con él, desde hace dos semanas parece estar más ocupado que de costumbre y ni siquiera atiende a mis llamadas —me crucé de brazos—. Hoy se supone que iríamos a una cita y no ha aparecido.
—Es cierto que Allan ha estado más perdido de lo normal —comentó Mery entornando los ojos hacia Carlos y Brook—. ¿Ustedes saben por qué?
—A duras penas tengo tiempo de venir a pasar un rato con ustedes aquí, ¿crees que me sobra para ocuparme de los asuntos de Allan? —se quejó Brook.
Todos observamos a Carlos.
—¿Qué? Yo tampoco sé nada de él, solo lo veo en casa a la hora de la cena antes de que uno de los dos se quede dormido sobre la mesa.
Mis hombros cayeron al escuchar eso. No es solo nuestro grupo inseparable el que está pasando por una crisis, sino que mi relación con Allan también. No me malentiendan, nos seguimos amando con la misma intensidad y buscamos todo el tiempo la más mínima oportunidad para vernos, pero hace dos semana siento que estamos en una relación a distancia, lo cual es ridículo teniendo en cuenta que vivimos relativamente cerca.
Tomé mi teléfono y confirmé en mi historial de llamadas las diecisiete veces que he intentado comunicarme con él. Aún a riesgo de parecer una novia tóxica y paranoica, decidí llamarlo una décima octava vez. Estaba a punto de colgar cuando al sexto tono respondió al fin.
—Hola, mi reina.
¿Hola, mi reina? ¿¡Hola, mi reina!?
¿¡Cómo puede decirlo así tan tranquilo después de desaparecer por dos semanas!?
—¿Por qué carajo no me contestabas? —espeté, molesta.
—Lo siento, estaba conduciendo y tenía el teléfono en vibrador.
—Llevamos media hora esperándote en Wanda's.
—Perdón, me retrasé terminando unos pendientes. No te enojes.
—¿¡Que no me enoje!? No sé si te diste cuenta de que hace dos semanas decidiste desaparecer y nos has dado señales de vida.
—He estado ocupado con asuntos importantes de la empresa. He tenido que viajar a otros condados a cerrar unos tratos y supervisar un proyecto urbano que está iniciando.
—¿Y era muy difícil llamarme para decírmelo o por lo menos escribirme un mensaje? Sé que estás ocupado y cansado, pero no creo que tanto como para olvidar que tienes novia.
Suspiró—. Tienes razón. Mi intención no era hacerte sentir desplazada ni ignorada —escuché una campanilla, de esas que cuelgan en las puertas de las entradas de los negocios—, de verdad lo siento.
—¿Vas a venir?
—Sí.
—¿Dónde estás?
—Detrás de ti —escuché su voz aún más cerca que antes y al girarme me lo encontré parado detrás de mí aún con su teléfono pegado a la oreja.
Me habría encantado ese gesto tan lindo si no estuviese tan molesta en este momento.
—Esta es la parte en la que me sonríes, te levantas y me besas.
No seas lindo ahora, imbécil.
—Pues te quedas con las ganas —me crucé de brazos y me giré ignorándolo de la misma forma que él lo hizo conmigo las últimas semanas.
—Parece que tendrás que hacer méritos para ganarte ese beso —rió Jane, removiendo la pajilla de su malteada en la bebida.
—De eso me encargo en este instante —sonrió con malicia antes de deslizar sus brazos bajo mi espalda y piernas para cargarme.
—¡Bájame, Allan! —exigí molesta, no le permito que se comporte como príncipe azul cuando estoy enojada con él.
—Nah, tengo otros planes —se giró hacia nuestros amigos—. Chicos, siento no poder quedarme, prometo que en la próxima reunión todo correrá por mi cuenta.
Dicho esto, giró sobre sus pies para dirigirse hacia la salida. Durante todo el trayecto chillé, pataleé y lo golpeé para que me soltara, pero hizo caso omiso a mis reclamaciones. Salimos del local y sin mucho esfuerzo me lanzó en el interior de su camioneta.
¿Por qué mierda de enamoré de un chico tan fuerte?
—Ponte el cinturón —ordenó mientras se abrochaba el suyo.
—No quiero —me crucé de brazos, hundiéndome en el asiento a modo de protesta, muy infantil, lo sé.
—Bien, entonces si tenemos un accidente, saldrás disparada —dijo desinteresadamente mientras encendía el motor.
¿En serio?
Me abroché el cinturón en tiempo récord justo antes de que nos pusiéramos en marcha, causándole una sonrisa victoriosa.
—¿No piensas dirigirme la palabra?
No.
—Em, no seas infantil.
Púdrete.
—¿Ya no quieres ir a la cita?
Vete a una cita con tu trabajo. ¡Ah no! Si ya te casaste con él.
—Así que me vas a aplicar la ley del hielo, ¿no?
Disfruta el Modo Antártida, pudín.
El resto del trayecto continuó en absoluto silencio, ninguno de los dos se dignó a encender la radio tan siquiera. Me distraje mirando por la ventanilla hasta que noté que estábamos cerca del barrio donde vive.
¿A dónde vamos?
Confirmé mis sospechas cuando se detuvo justo en la calle de la casa de Wanda, pero en lugar de hacerlo frente a esta, aparcó una casa antes.
—Llegamos —anunció antes de bajar y rodear el vehículo para ayudarme.
—¿Por qué aparcaste aquí y no más adelante? —pregunté al verificar que no había ningún otro auto obstruyendo el paso ni nada parecido.
—¡Ah! ¿Hablas? —bromeó, tomándome de la cintura y bajándome—. Creí que eras muda.
—Ja. Ja. Qué gracioso —reí con ironía.
—Respondiendo a tu pregunta, no vamos a casa de Wan —señaló la vivienda frente a nosotros—. Venimos a ver esta.
Me pareció un lugar muy extraño para una cita, pero no comenté nada al respecto, después de todo él está manejando una empresa dedicada a bienes raíces y quizás era parte de su trabajo.
La casa lucía muy bien desde el exterior. Un jardín delantero un poco descuidado, pero no era nada que unas semanas de cuidado no remediaran. Un lindo camino de piedras que conducía a la puerta principal. Por lo que pude ver constaba de dos pisos y en la arquitecuta predominaban las columnas, como soporte y decoración. En su totalidad estaba pintada de blanco y abundaban las ventanas en ambos pisos.
Lan me tomó de la mano, guiándome hacia el interior de la casa. Fruncí el ceño al notar que abrió la puerta sin llave, como si de su casa se tratase.
Al ingresar me quedé maravillada. Piso de madera pulido y reluciente. El salón principal triplicaba el tamaño de la sala de estar de mi departamento. A la izquierda había un arco que llevaba a la cocina, muy espaciosa, tanto que no habría necesidad de ocupar otra habitación para el comedor, podía desempeñar ambas funciones. Paralelo a la entrada se apreciaban unas escaleras que llevan al segundo piso. Más atrás otro pequeño salón que no fui capaz de identificar desde mi posición.
—Ven —me sonrió—. Te la voy a mostrar.
Caminamos hacia el salón que mencioné antes y el cual poseía estructura circular. A la derecha había una puerta que llevaba al patio según me explicó mi chico, en medio dos puerta que llevaban a dos habitaciones pequeñas que hacían función de estudios y a la izquierda otras dos que conducían al baño y al cuarto de lavado respectivamente.
A continuación subimos al segundo piso en el que estaban distribuidas cuatro habitaciones, dos de ellas contiguas, y paralelas con las otras restantes. Al final de un pasillo se podía acceder al ático por medio de unas escaleras reclinables y más al fondo había un enorme balcón con vista a la calle.
Descendimos al primer piso donde entramos a la cocina, a un lado se encontraba una puerta que conducía al sótano y otra corrediza que llevaba al patio. El patio era gigante, contaba con un enorme jardín y una piscina.
Culminamos el recorrido regresando al salón principal y aún me costaba cerrar la boca ante la majestuosidad de esta casa.
—¿Y bien? ¿Qué te parece? —me sonrió cruzando los brazos tras su espalda.
—Es... —di un vistazo a mi alrededor—. Es preciosa, sin duda alguna.
—¿Entonces te gusta?
Entorné los ojos, confusa—. Pues...sí. ¿Pero a qué viene eso? Esta casa pertenece a I. Rosen's, ¿no?
—No —su sonrisa se ensanchó aún más—. Nos pertenece a nosotros.
¿¡QUÉ!?
—¿¡QUÉ!?
Él sacó unos papeles que supuse tenía escondidos bajo su camisa y me los mostró. Leí la inscripción, percatándome de que se trataba del título de la casa y que como propietarios figurábamos los dos.
Allan Lerman, ¿qué mierda hiciste?
—Bienvenida a su nueva casa, Srta. Wilson.
—¿¡Estás loco o qué!? —espeté enojada, logrando que diera un brinco del susto—. ¡Te dije que no tocaras tu herencia! ¡Te pedí que esperaras a que pudiéramos permitirnos comprar o alquilar algo juntos! ¿¡Era mucho pedir, carajo!?
—Mi amor, cálmate —musitó intentando tocarme.
—¿¡Cómo quieres que me calme, maldita sea!? —comencé a caminar de un lado para el otro intentando calmarme, en vano—. ¿¡Cuánto te costó esta casa!? ¡Dios! ¿Para qué pregunto? ¡Debió costarte una fortuna!
—¡Emma, cálmate, joder! —me gritó, haciendo que me detuviera de golpe—. No la compré, esta casa es mía. Aquí vivía con mi madre antes de que ella muriera.
Me quedé estática ante la nueva información. ¿Su antiguo hogar? ¿Allan volvió aquí para que viviésemos juntos? Pero eso implica que el recuerdo de Jude lo perturbará veinticuatro siete.
—Re...regresaste a este lugar lleno de recuerdos...¿por mí? —asintió lentamente—. ¿Por qué?
—Porque prefiero enfrentarme a la ola de recuerdos antes que pasar un día más sin ti —acarició mi cabello—. He pasado las últimas dos semanas encargándome del título de la propiedad, de limpiarla y darle mantenimiento, por eso estuve tan ausente.
Mi puto príncipe azul. Así que esto era lo que te mantenía tan ocupado, ¿eh?
—Lan, no tenías que hacer esto... —murmuré mientras mis ojos comenzaban a empañarse.
—¿No te das cuenta? —me interrumpió—. Eres lo más importante en mi vida y estoy dispuesto a llenar este lugar de nuevos recuerdos, contigo.
Sequé las lágrimas que se deslizaban por mi rostro.
—Esto es lo más bonito que han hecho por mí.
—¿Eso significa que aceptas venir a vivir conmigo? —sonrió ilusionado.
Una casa de ensueño y el hombre de mis sueños, ¡qué más puedo pedir!
—Definitivamente sí.
Me abrazó con fuerza y me alzó haciéndome girar hasta que nos mareamos y acabamos en el suelo conmigo a horcajadas sobre él. No me resistí y lo besé con todas mis ganas. ¡Joder! No cualquiera hace todo lo que él hace por mí, y no me refiero solo a esto, sino al empeño que le pone a lo nuestro a diario.
—Lan.
—¿Hmm? —él estaba muy ocupado devorándome el cuello como si fuera un vampiro, no lo juzgo, llevamos un tiempo sin tener relaciones, aunque de eso podemos encargarnos ahora...
—¿Por qué me pusiste como co-propietaria en el título de la casa? Es tu casa, no mía.
—No, es nuestra casa —hizo énfasis en nuestra—. Y respondiendo a tu pregunta, lo hice por si funcionamos juntos más tiempo del que imaginamos.
Sonreí, perdiéndome en esos ojazos grises.
—Funcionaremos.
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Nuevo capítulooo!!!
¿Qué les pareció el final de Mauricio?
¿Qué opinan de lo que hizo Allan por Emma?
¿Les gustó la casa?
Aquí les dejo un edit que realmente amé hecho por Cami-blink07
Nos vemos en el cap final dentro de un par de días.
Besos de Karina K.love 😉
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