Capítulo 67: ¡Welcome to Valery Place!
Emma
¡Al fin las chicas y yo nos mudamos a un departamento decente!
Llevábamos dos semanas vagando de hotel en hotel hasta que por fin dimos con el sitio indicado. Contrario a lo que se piensa popularmente, Valery Place no es un condado barato para vivir. Encontrar un espacio que ofrezca comodidad, iluminación, que se ubique en un buen barrio, que quede en el centro o sus alrededores y lo más importante, que nos lo podamos permitir, es ganarse la lotería.
Gracias a Allan, su terquedad y que I. Rosen's, la empresa que comenzó a manejar, se dedica al negocio de la construcción y bienes raíces, conseguimos este lindo apartamento.
Se encuentra en el centro, estratégicamente cerca de Wanda's, Union News, el despacho de abogados en el que trabaja Mery, el colegio privado en el que comenzará a impartir clases Jane en septiembre y las empresas Rosen. Es un edificio clásico donde la mayoría de los vecinos son jóvenes de nuestra edad, familias o ancianos, el elevador funciona a pesar de su aspecto un tanto desmejorado y contamos con un conserje. Además, nos ubicamos en el tercer piso de cinco, por lo que no estamos en el medio y las vistas son excelentes desde el gran balcón con vista a la calle. El barrio es tranquilo y pintoresco. En cuanto a la renta, es un poco elevada, pero no es nada que entre las cuatro no podamos pagar.
Estructuralmente es bastante amplio. Cuenta con una espaciosa sala de estar con suelo de madera —al igual que el resto de las habitaciones— que es a doble altura, o sea, que el resto del lugar se encuentra un escalón más arriba. A la izquierda se encuentra la cocina desde la que hay una perfecta vista de la sala, contigua a esta el pequeño comedor y más al fondo el pequeño cuarto de lavado. En el medio hay un pasillo el cual lleva a las dos habitaciones a cada lado y al final del mismo se encuentra el baño. A la derecha contamos con grandes ventanales y una puerta que lleva al balcón.
Aún nos faltaba amueblarlo, pero de eso se estaban encargando los chicos en este justo instante.
—Cuidado. Cuidado. ¡Cuidado! —decía Carlos mientras Allan y Brook trasladaban el viejo sofá color azul que antes adornaba su antiguo departamento.
—Carlos, me estás volviendo loco —gruñó su primo mientras lograron al fin traspasar el umbral de la puerta.
—Uh, llegó el sofá —sonrió Mery regresando de la habitación de la derecha, la cual ella y su gemela reclamaron como suya.
Los chicos, cansados de subir con semejante mueble, lo depositaron en medio del salón con vista a una pared en donde tenemos pensado colocar la televisión de plasma que Jane se ganó en un sorteo de yogures de helado.
Larga historia.
—Chicos, ¿podrían moverlo un poco hacia atrás? —solicitó Jane a lo que los chicos obedecieron, ella se colocó frente al sofá y ladeó la cabeza no del todo convencida—. ¿Saben qué? Mejor un poco más a la derecha —ambos resoplaron siguiendo sus indicaciones, pero ella seguía inconforme—. Un poquito más la izquierda —fastidiados, lo hicieron—. No, estaba mejor como lo pusieron al principio, muévanlo.
—¡Jane! —espetó mi chico bastante molesto ya—. ¿Qué tal si lo mueves tú y dejas de jodernos?
—¡Uy! Parece que alguien está de mal humor —comentó por lo bajo Jane a lo que Lan le respondió con una mala mirada.
Entiendo que esté molesto. No solo lo hemos utilizado de montacargas sino que aún se encuentra inconforme con respecto a mi decisión de vivir con las chicas en lugar de con él. A pesar de que ya asimiló que no cambiaré de opinión, no pierde oportunidad para demostrar lo en desacuerdo que está.
—Iré a buscar más cajas —nos informó antes de pasar por mi lado y salir por la puerta.
—Carlos, Brook, ustedes que lo conocen de toda la vida, ¿qué puedo hacer para quitarle ese mal humor? —pedí en un tono cansado.
—Es fácil, vete a vivir con él —se encogió de hombros el castaño.
—Sabes que no voy a hacerlo.
—Entonces no te queda más remedio que lidiar con su cara larga —alegó Brook, matando mis esperanzas.
Solté un gruñido de frustración y me senté con brusquedad sobre el sofá.
—¡Ey! Cuidado con mi bebé —me reprendió Carlos antes de correr a ''auxiliar'' al sofá, acariciándolo—. ¿Estás bien, cariño?
—Charlie, tú estabas igual que él al principio, pero pareces haberlo asimilado bastante bien. Dime tu secreto —rogué, juntando ambas manos.
—Simplemente me di cuenta de que no servía de nada desgastarme discutiendo con Mery, ella como buena abogada siempre se las arregla para tener la razón —se sentó a mi lado—. Además, me conviene que se quede con ustedes por un tiempo, así gano tiempo.
—¿Para qué? —preguntó la susodicha quien se encontraba de brazos cruzados frente a nosotros, da un poco de miedo, lo admito.
Carlos exhaló con pesadez y le dedicó una media sonrisa burlona.
—Antes de que tus celos paranoicos aparezcan, no es nada de lo que estás pensando. De hecho se trata de ti.
Ella, inútilmente, trató de ocultar su sonrisa—. Más te vale —dijo por lo bajo y giró sobre sus pies para marcharse, pero casi al toparse con una pared, retrocedió y caminó hacia la cocina.
—Siempre intentando escapar cuando se siente avergonzada —rió él, negando con la cabeza.
Repito, me encanta la pareja que hacen esos dos. Admiro mucho que lleven dos años juntos, Lan no me ha dado muchos detalles, pero me contó que su historia de amor fue tanto o más complicada que la nuestra en cuestiones de admisión de sentimientos y que para llegar a ser ese dúo inseparable que son hoy rebasaron muchos obstáculos.
Espero que Alma sea igual de fuerte y duradero.
Allan ingresó cargando un par de cajas con mi nombre escrito en sus caras, eran un tanto grandes y lucían pesadas, la última en específico le cubría parte del rostro y parecía estar a punto de caer. Como la Wonder Woman que soy, corrí a rescatarlo.
—¿Mejor así? —le sonreí al retirar la caja, pero no me encontré con la misma expresión por su parte.
—No has aceptado venir a vivir conmigo, así que no, sigo mal.
Here we go again.
—Allan, ¿cuántas veces vamos a discutir por lo mismo?
—Las veces que sean necesarias hasta que aceptes.
—Aceptaré cuando tengamos estabilidad económica y laboral, un lugar rentable al que podamos mudarnos y ahorros suficientes. ¿Tiene todo eso, Sr. Lerman? —una negación de cabeza fue su respuesta—. En ese caso, touché.
—Yo solo digo que así como encontramos este departamento, podremos encontrar otro para nosotros dos. Más pequeño, pero...
—Pero a menos que uses dinero de tu herencia o le vendas tu alma al diablo —intervino Brook haciendo que dirigiésemos nuestras miradas hacia él—. Afróntenlo, no tienen donde caerse muertos.
—Saunders, no ayudes —gruñó entre dientes mi pelinegro.
—Solo digo la verdad —alzó ambas manos—, todos estamos económicamente igual de jodidos. Vanessa, Carlos, tú y yo nos habremos graduado con honores, pero acabamos de ingresar al mundo de los negocios. Jane tiene que buscar trabajo en escuelas privadas que impartan cursos de verano porque no podrá ejercer en el colegio que la contrató hasta septiembre. Y Mery y Emma recién están empezando, les pagarán el salario mínimo los tres primeros meses de prueba y les costará mínimo un año ganarse un nombre o conseguir un ascenso con buena paga.
—Wow, qué alentador —comenté sarcásticamente.
—¡Welcome to Valery Place! —anunció Carlos, extendiendo ambos brazos y adoptando una ridícula voz de presentador de televisión.
—La verdad yo creí que sería más sencillo, ya saben, encontrar un buen lugar con una renta asequible —comentó Jane quien llegaba junto a Vanessa.
—Valery Place es el condado en el que todos quieren vivir, después de Hale —explicó el rubio—. Erróneamente la mayoría piensa que es barato, pero no.
—Sí, lo sé —suspiró la castaña—. Es solo que en Johnson todo era tan...tan...
—¿Rentable? —dedujo su cuñado.
—Anjá.
—¡Claro que lo era! —gritó Mery desde la cocina—. En la zona en la que vivíamos todo se resumía al campus y algunos barrios residenciales. Ningún casero en su sano juicio exigiría una renta elevada a universitarios que se mantienen con trabajos de medio tiempo y apenas pueden pagar la colegiatura de la universidad.
—Es lógico —asentí.
—Pero ya no somos universitarios malpagados, somos adultos con trabajos estables que tienen que aprender a ahorrar e ir mejorando su calidad de vida dependiendo de sus ingresos —señaló el rubio.
—La adultez es una mierda —lloriqueó Jane, hundiéndose en el sofá.
—¿Qué pretendes? ¿Volver a cuando estábamos en high school y te ibas de fiesta cada fin de semana y exprimías como un limón la tarjeta de crédito para emergencias que nos regalaron nuestros padres? —rió su gemela.
—Ay, qué buenos tiempos —sonrió con orgullo y nostalgia.
¿Cómo pude terminar siendo amiga de esa loca?
—Gracias a todos por eliminar cualquier argumento posible que pudiese encontrar para convencer a Emma —alzó la voz mi chico, ganándose la atención de todos y a continuación nos dedicó la sonrisa más falsa que he visto—. Se los agradezco de corazón.
Acto seguido tomó las cajas y se dirigió a mi nueva habitación. Estaba molesto y si lo dejaba solo en ese estado y rodeado de cajas cuyo contenido era muy frágil, me temo que acabaría todo muy mal, así que lo seguí.
—No voy a sabotear el departamento para que te vayas a vivir conmigo —habló al verme entrar tras él—, así que no tienes que vigilarme, tenme un poco más de fe.
Cerré la puerta tras de mí mientras él depositaba las cajas en el suelo. En la habitación solo se encontraban mi cama y la de Vanessa en el centro, y frente a ambas una linda alfombra blanca que la pelirroja trajo. Me acerqué a él e hice que se sentara a mi lado sobre mi cama, que era la segunda y la más cercana al clóset que abarcaba toda la pared paralela a la entrada.
—Escucha, amor —comencé en un tono bajo y pausado, estoy harta de discutir con él y sé que le ocurre lo mismo—. En serio quiero vivir contigo —iba a hablar, pero coloqué uno de mis dedos sobre sus labios—, y antes de que me digas que no se nota —rió porque es obvio que ese u otro comentario parecido era lo iba a decir—, déjame decirte que aunque no lo demuestre sí lo deseo. Solo necesito un poco de independencia. Quiero aprender a valerme por mí misma y ganarme mi lugar aquí en Valery Place antes de instalarnos juntos.
Me lanzó una mirada comprensiva. Él me entiende, siempre lo ha hecho. El verdadero problema radica en que está demasiado ansioso porque creémos una nueva vida juntos y no entiende que no disponemos de las condiciones para hacerlo.
—No es que disfrute presionándote, Em —su tono bajo me dio a entender que en serio lo siente, aunque eso ya lo sabía—. El punto es que tenía una idea muy alejada de esto cuando pensaba en nosotros al graduarnos. Esperaba que alquilásemos un departamento juntos, volviéramos a ser roommates y yo pudiera ayudarte a acostumbrarte al nuevo condado. Pero no solo no vamos a vivir juntos sino que estás haciendo todas esas cosas sin mí y...me siento excluido —emitió una leve risa y se agitó el cabello, está nervioso—. Me da miedo que así como reemplazaste todos los planes que creé en mi cabeza por los tuyos, con el tiempo también me reemplaces a mí por alguien más.
¡Mierda! Había olvidado que soy la novia de un chico que también carga con sus inseguridades y que le teme más a perderme que a un asesino en serie.
Sonreí—. ¿Eres tonto o qué? —acaricié su cabello—. Lan, eres lo mejor que me ha pasado y ten por seguro que absolutamente nadie puede reemplazarte. Una cosa son mis planes y otra muy diferente eres tú, amor.
—Quiero estar contigo, mi reina —rodeó mi cintura con su fuerte brazo—. Quiero que cuando emitan el primer reportaje que hagas en Union News, lo veamos juntos sentados en el sofá. Quiero acompañarte a comprar muebles nuevos para el departamento. Quiero estar a tu lado cuando tengas un mal día en el trabajo y pueda consolarte con una cena y una buena noche caliente.
Íbamos bien y tuvo que sacar el lado pervertido.
—Entiendo que quieres independencia y autonomía, y estoy de acuerdo, amo que pienses así y que tengas tus ideas tan claras. Es solo que no quiero verlo desde fuera, me gustaría vivirlo contigo.
—Como cuando vivíamos en el dúplex —apoyé mi cabeza en su hombro.
—Exacto —asintió.
Lo entiendo. Debe ser difícil para él regresar a su antiguo hogar cuatro años después con un montón de metas y planes en los que me involucró y que yo hiciera los míos aparte. No solo extraña el dúplex, sino que además me extraña a mí.
—Ey —acuné su rostro entre mis manos, obligándolo a mirarme—. Siento haberme cagado en tus planes —eso lo hizo reír—. Pero quiero que tengas muy claro que no verás nada desde fuera. Cuando emitan mis reportajes, estarás sentado a mi lado en el sofá. Cuando tenga dinero suficiente para darme el lujo de comprar más muebles, cosa que ahora no tengo, por supuesto que te voy a arrastrar al centro comercial conmigo. Y que no te quepa duda de que cuando tenga un mal día, iré a pasar la noche contigo y me darás mucho sexo de consolación.
—Olvidaste la cena.
—Pedimos tu mezcla explosiva y ya.
—Prométeme que nada va a cambiar entre nosotros —acercó su rostro al mío haciendo que nuestras narices se rozaran—, que todo se mantendrá igual.
—No puedo prometerte eso —se separó de mí de golpe, mirándome con una expresión de pánico—. En algún momento nos tendremos casar, ¿no?
Rió de alivio—. Obvio, luego seremos papás y muchos años después abuelos. Pero solo por parte de Enmanuel, Allana no tendrá hijos, ni novio ni sexo, es más, va a ser monja.
—El padre que le espera a la pobre Allana, no ha nacido y ya le restringieron su vida sexual —mordí su labio inferior—, como si sus padres tuvieran autoridad moral para prohibir en cuestiones de sexo.
—Y hablando de eso... —hizo que ambos nos acostáramos sobre la cama, él encima de mí—. Ahora en serio, prométeme que la forma en la que nos amamos no cambiará jamás.
Le mostré mi mano derecha y agité mi dedo índice, portador de ese hermoso anillo que no me quito nunca.
—Te lo prometo.
Él en respuesta me sonrió y aprisionó mis labios contra los suyos en un dulce beso. Le respondí con deseo y la misma dosis de dulzura. ¿Cómo es posible que aunque nos hayamos besado millones de veces aún me haga sentir como la primera vez? Supongo que aprendimos bien de 50 First Dates.
Poco a poco el ritmo fue aumentando, la temperatura se elevó y lo dulce pasó a picante.
Normal en nosotros.
Pero de la nada la puerta se abrió dejando ver tras ella a nuestros amigos especialistas en interrupciones.
Normal en ellos.
—Las manos arriba, esto es un atraco —bromeó Carlos, logrando hacernos reír a todos.
—Más bien una interrupción muy jodida —se quejó Allan, sentándose a mi lado.
—¿Qué pretendías? ¿Qué los dejásemos follar mientras nosotros lidiamos con la mudanza por nuestra cuenta? —dramatizó Jane con todo su repertorio de muecas incluido—. Eso es muy desconsiderado de su parte.
—¿Y cómo sabían que íbamos a follar? —me reincororé, apoyándome en mis codos—. ¿Estaban escuchando detrás de la puerta?
—Por supuesto —admitió descaradamente Charlie—. Soy un chismoso de categoría y tengo una reputación que mantener.
—Organicen sus prioridades Sr. y futura Sra. Lerman, primero la mudanza y luego el folleteo —nos reprendió Mery y me sorprendió semejante vocabulario saliendo de su boca, espero que no lo use en la corte.
—Tienen cinco minutos para deshacerse de erecciones y charcos vaginales —sentenció Brook antes de tomar el pomo de la puerta y cerrarla como la mamá regañona que no es.
Compartí miradas de incredulidad con mi chico y acabamos riendo a carcajadas por la situación.
Esta será una aventura divertida.
(...)
Nos costó el resto del día terminar de desembalar, ordenar, decorar y posicionar todo en su debido lugar. No fue tarea sencilla, estamos hablando de distribuir perfectamente los muebles con respecto al espacio del que disponemos y enfrentarnos a severos dilemas con respecto a la decoración, después de todo es el departamento de cuatro chicas.
Los chicos estaban exhaustos, y no es para menos. No solo nos ayudaron con la mudanza, cargaron cajas y movieron ochocientas veces cada uno de los putos muebles, sino que además se vieron en la obligación de soportar nuestros choques de opiniones, indecisiones y quejas. Pobrecitos.
Ahora nos encontramos los siete en la sala de estar la cual cuenta con el sofá azul antes mencionado, unos puffs rosas y amarillos respectivamente —que solían ser lo más parecido que tenía Jane a muebles decentes en su antiguo dormitorio de hermandad— como sillones secundarios al lado izquierdo a este y en el lado derecho un sillón de masajes color café. Tenemos una bonita mesa de centro circular de cristal y bajo esta una alfombra baige que abarca gran parte del salón. Frente al sofá, la tele de plasma que ganó Jane sobre un mueble de madera que Wanda nos regaló.
Sí, parece que un arcoiris se derritió en la sala de estar.
Ambas parejas nos encontramos sentados en el sofá, Carlos y Mery a la izquierda mientras Allan y yo al lado contrario. Las solteras codiciadas ocupan los puffs después de que Brook les ganara el sillón de masajes en un épico duelo de piedra, papel o tijera.
Para hacer más interesante la velada y no quedarnos dormidos viendo shows de variedades para cuarentonas que están a punto de hacerme sangrar los ojos, los chicos ordenaron pizzas y una caja de cervezas para pasar un buen rato y no acabar con una resaca tan asquerosa como la de nuestra última noche en Johnson. Allan quiso jugar ese juego perver que me propuso el día de la borrachera en la bañera, pero lo descartamos porque acabaríamos contando anécdotas vergonzosas, y hacerlo directamente y por rondas sonaba mejor.
—Vanessa —la llamó Mery, era su turno—, experiencia sexual más decepcionante.
La pelirroja bebió un trago de su botella—. Segundo año de high school, un chico del equipo de lacrosse llevaba una semana coqueteando conmigo y un día entre clase y clase me propuso que lo hiciéramos en uno de los baños de profesores. Ya saben, adrenalina, lugar público y la posibilidad de que nos decubrieran sumado a la tensión sexual previa, ¡moría por tirarme a ese chico! —bebió otro trago e hizo una mueca de desagrado—. La tenía del tamaño de una nuez y actuaba como si tuviera un tronco de árbol ahí, esa fue la primera vez que fingí un orgasmo y desde entonces me aseguro de revisar el paquete antes de comerme el contenido.
Batallamos durante un largo minuto para no reírnos, pero en cuanto a Carlos se le salió la primera carcajada, lo seguimos los demás.
—Oh, vamos —rió la perris—. A todas nos ha tocado un pichi corta alguna vez.
—Claro que sí, a mí me han tocado un montón —admitió Jane—. Desventajas de ser una playgirl.
—Conmigo no tendrías esa desventaja —le sonrió Brook.
—¿Ah sí?
Asintió—. Y si quieres seguir el ejemplo de Vane y revisar el paquete, me invitas a tu habitación y te lo muestro.
Jane soltó una risa y se levantó de su puff amarillo. Se posicionó al lado del rubio, inclinándose para darle un suave beso en la mejilla.
—Prefiero ir a la cocina, tengo hambre y no de ti.
Aplausos hacia Jane y burlas contra Brook llenaron la habitación. Ella se marchó contoneando sensualmente sus caderas y él, lejos de estar molesto por la humillación que acababa de hacerle pasar, sonrió y le dio un sorbo a su cerveza.
—Así que la habitación te aburre y prefieres experimentar, ¿eh? —sonrió él, girándose para verla colocando algo sobre la encimera—. Ahora no podré quitar de mi cabeza la imagen de lo rico que sería darte duro sobre esa encimera.
—Yo que tú dejaría la imagen en tu cabeza, porque eso no va a pasar.
Esto termina en boda o en denuncia policial por intento de violación, lo apuesto.
—Bien, Brook, vas tú —sonrió maliciosamente la pelirroja a lo que él asintió—. Experiencia sexual o sentimental que nunca has experimentado.
Como si hubiesen anunciado que se ganó la lotería, Jane volvió disparada con una caja de pizza en mano y se sentó en su puff, o más bien aterrizó sobre él.
El rubio negó con la cabeza en su dirección—. Nunca he tenido novia.
Las cuatro anfitrionas nos quedamos atónitas.
¿¡QUÉ!? ¿¡Brook ''Buenorro'' Saunders nunca ha tenido novia!?
—Dirás que nunca has tenido novio —articuló la perris aún sin creérselo del todo.
—Novia —recalcó él—, no juego para el bando contrario.
—¿Nunca? —preguntó Mery a lo que él negó—. ¿Ni siquiera una novia de un día en el jardín de niños? —volvió a negar y la rubia se giró hacia su novio y mi chico—. Es una broma, ¿verdad? —ellos también negaron.
Tengo que preguntar.
—¿Por qué?
—Porque el día que encuentre a esa chica que me vuelva loco, no me deje dormir y viva pensando en ella, todas mis primeras veces oficiales se las dedicaré a ella. Será mi primera novia, prometida, esposa y la madre de mis hijos. Envejeceré y moriré con ella, y si nunca la encuentro, entonces tendré que resignarme a ser un playboy hasta la tumba.
Wow...¡Brook Saunders sí cree en el amor verdadero, señoras y señores!
—A ver, déjenme ver si entendí —sonrió Mery—. ¿Brook también busca a la chica ideal?
—Oh, yeah —respondieron ambos chicos.
—Bien, esto ya es exceso de protagonismo para mí —se aclaró la garganta—. ¡Allan! —le lanzó una mirada llena de maldad—. ¿Alguna vez has tenido la oportunidad de tirarte a una chica que te encantaba y en lugar de hacerlo preferiste pajearte? Di cuándo, cómo y por qué.
¿Allan rechazó una chica y fue tan tonto como para masturbarse en lugar de tener sexo con ella? La chica pervertida dentro de mí dice: ''¡Qué tonto!'', pero mi lado celoso tóxico grita: ''¡Así me gusta, pudín!''.
—Cabrón —gruñó mi novio haciendo que la mirada maligna tanto del rubio como de su primo salieran a la luz.
—Esto me interesa escucharlo —rió Jane.
—¿Se lo dices tú o lo hacemos nosotros? —inquirió Charlie.
Joder, ¿qué será?
—Ustedes dos son los peores amigos que alguien puede tener —los acusó.
—Ajá, ajá, dilo ya —se encogió de hombros el rubio como diciendo ''Me importa una mierda''.
Lan soltó un suspiro pesado y se giró hacia mí con una expresión de culpabilidad.
Oh no.
No voy a saltar a conclusiones rápido porque confío en mi chico, pero no parece ser nada bueno.
—Mi reina... —tragó grueso—, ¿recuerdas aquella noche cuando estábamos peleados en la que me invitaste a ducharme contigo, te me insinuaste y salí de la nada del baño? —asentí, me sentí muy rechazada aquella noche—. Pues...me habías calentado mucho y...si me quedaba ahí, íbamos a acabar muy mal, así que...
—¡Dilo ya! —no lo grité yo, sino el resto de los presentes.
—Salí disparado de la ducha porque mi amiguito estaba despertando y tuve que masturbarme en el ático porque de lo contrario habría explotado.
Me quedé estática durante un buen rato, estaba intentando procesar la barbaridad que mi chico había acabado de decirme.
¿Se pajeó esa noche? ¿¡Se pajeó!?
EN LUGAR DE DEJARME EN MODO BAMBI, ¿¡SE PAJEÓ!?
Tierra, trágatelo ahora o si no lo tendrás dentro de un par de horas en su entierro.
—Mi amor, en esa época estaba enfadado contigo y...
—No me llames mi amor —rugí entre dientes—. Ahora me voy a levantar, voy a ir a mi habitación y regresaré para que tú y yo dialoguemos, ¿ok?
—Ok —asintió, intimidado.
Caminé lentamente hacia mi habitación y tomé del clóset a un viejo amigo al que hace meses no le daba uso. Volví a la sala de estar y con dos leves golpecitos en el hombro alerté a mi novio de mi presencia. Él se giró y brincó del susto al ver lo que sostenía.
—¡Carajo! —se levantó del sofá—. ¿¡Qué haces con un bate de béisbol!? Dijiste que íbamos a dialogar.
—Y lo haremos —sonreí a lo psicópata—. Te presento al diálogo —señalé el bate.
—Mi reina, no hay porqué recurrir a la violencia, yo... —no terminó la frase porque le propiné un batazo que esquivó por muy pocos milímetros.
—¡Hora de dialogar, pudín! —anuncié y comencé a perseguirlo por todo el apartamento lanzando golpes al aire.
—Ahora sí es Harley Quinn con todas las letras —se carcajeó Brook; me habría reído, pero estaba muy concentrada queriendo matar a mi novio.
Después de tanto correr, logré acorralarlo tras el sofá y nuestros amigos nos miraron comiendo rebanadas de pizza como si se tratara de una película en el cine.
Le propiné un muy merecido primer golpe en un costado y jadeó de dolor. Luego me dispuse a darle otro, pero recordé algo importante.
—Mery, ¿por esto puedo ir presa?
—De hecho sí, por asalto agravado y...
—Me importa una mierda —la corté—, de todas formas él no va a presentar cargos.
Y así fue como me pasé alrededor de diez minutos golpeándolo sin piedad para luego terminar acurrucada junto a él en el sofá, sintiéndome culpable por haberle dejado el torso morado —literal, se parecía a Barney— y empleando mi piel fría en lugar del hielo que no teníamos porque no nos dio tiempo de ir al supermercado a buscar comida.
—Siento haberte lastimado, pudín —musité acariciando su pecho desnudo y morado como jugo de uva—. Te amo.
—Yo siento no haberte hecho el amor esa noche —besó con ternura mi frente—. Y también te amo.
Nuestros amigos nos miraron con expresiones raras en sus rostros, supongo que no entienden para nada mi bipolaridad, en especial Jane que no paraba de mostrar varias secuencias de muecas de incredulidad.
—Nunca creí que diría esto —rompió el silencio Vane—, pero ustedes son una pareja muy tóxica.
Tóxicos, locos, bipolares, pervertidos...¡de todo! Sobre todo enamorados.
(...)
¡Me voy a una cita con Allan!
Se preguntarán cuál es el alboroto cuando llevamos poco más de cuatro meses de novios y desde que dejamos de vivir juntos andamos de cita en cita. El punto es que no es cualquier cita, ¡Lan me va a hacer un tour completo por el condado! Además, desde que nos mudamos nos hemos volcado por entero en el trabajo y ambos horarios son muy complejos, cuando yo tengo tiempo, él no y viceversa. Eso no nos impide pasar tiempo juntos, pero sí tener citas decentes.
Me observé una última vez en el espejo y mi reflejo me convenció bastante. Llevaba una falda asimétrica color celeste con estampado floreado, un top crop color blanco que deja ver parte de mi abdomen, una cinta del mismo color adornando de mi cabello, pendientes y tacones a juego.
Salí de la habitación y me paré frente a las chicas, quienes observaban con atención un show de talentos llamado Silver Talent. Al fin después de una semana y media viviendo aquí, encontramos unos cuantos programas que valen la pena.
—¿Qué tal me veo, chicas?
—¡Quítate! —gritaron las tres al unísono intentando ver la pantalla.
—Solo tomará un minuto. Allan está a punto de llegar y quiero la opinión de mis amigas acerca de cómo luzco.
—Para Allan siempre estás hermosa y para nosotras también, ¡ahora quita de en medio antes de que te apuñale con tus propios tacones! —me amenazó Jane y para proteger mi vida las dejé ver su show en santa paz.
Contrario a lo que temíamos en un inicio, nos llevamos muy bien como roommates. Mery y yo nos encargamos del área de la cocina ya que Vanessa no tiene faceta culinaria y Jane no sabe ni hervir agua. Por otro lado, ellas dos adoran la limpieza y hacen fiestas de karaoke mientras limpian. Respetamos los horarios y actividades cada una y nos organizamos de maravilla cuando nuestros novios vienen a quedarse con nosotras.
En fin, amo a mis chicas a pesar de que prefieren ver si un ventrílocuo con una marioneta ''drogada'' clasifica o no en lugar de darle el visto bueno a mi outfit.
El timbre sonó y abrí de inmediato. Me encontré con la mirada embobada de mi novio observándome, una vez más, como si fuera los más bello que ha visto.
—¿Cómo te las arreglas para que cada vez que te vea babee como un bulldog y sienta que me vestí como un pordiosero?
Reí ya que, lejos de parecer un pordiosero, lucía muy guapo en esa camisa azul y jeans ajustados.
—Yo creo que luces como un príncipe azul.
—Me halaga, mi lady —hizo una reverencia.
—¿Mi lady? —enarqué una ceja.
—Mi reina —me dio un corto beso y se giró hacia las chicas quienes miraban el televisor como si estuvieran hipnotizadas—. Hola.
—Hola, Allan —dijeron al mismo tiempo sin mirarlo siquiera.
—No te esfuerces, ahora mismo están en Silver-Talentolandia —tomé mi pequeño bolso de mano azul del perchero que colocamos junto a la puerta—. ¿Nos vamos?
—Vamos —me tomó de la mano y le lanzó una mirada a nuestras amigas—. Adiós, chicas.
—Adiós, Allan —respondieron igual de automático que la vez anterior.
—Es oficial, las perdimos —dramatizó, haciéndome reír.
Salimos de allí y al llegar al estacionamiento mi corazón dio un vuelco al ver esa camioneta que tanto amo. Intenté subir por mi cuenta, pero al percatarme de que eso era imposible y más con mi vestimenta, mi pelinegro se apiadó de mí y me ayudó a subir.
—Bien, ¿a dónde vamos primero? —le pregunté en cuanto subió, yo me encontraba observando un folleto que contenía todos los destinos turísticos interesantes de Valery Place—. Tenemos la Fuente Valerian, el Jelly Park, Hansprince...
—Espera un momento —me interrumpió, lucía indignado—, ¿te estás guiando por esos folletos para turistas? ¿En serio?
—Pues sí...
—Si no quieres que esta relación acabe ahora mismo, tira esa mierda por la ventanilla.
No había terminado de decir la frase y ya el folleto estaba volando como una cometa.
—Así me gusta, mi reina —me guiñó un ojo—. ¿Quieres conocer Valery Place? Yo te lo mostraré. No al estilo turista, ese es muy básico, al estilo local.
Me incliné para dejar un fugaz beso sobre sus apetecibles labios.
—Al estilo que quieras, solo llévame contigo.
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Nuevo capítulooo!!!
La mudanza más rara de la historia.
¿Les gustó el departamento?
¿Qué opinan del motivo por el que Allan presionaba tanto a Emma?
Hoy les dejo dos edits hechos por las talentosísimas Marsvelas y Cami-blink07
Besos de Karina K.love 😉
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