Capítulo 65: Guerra de opiniones
Emma
Hablar con amigas en una cafetería, acompañadas de chismes y café, es una de las tantas cosas que siempre deseé experimentar cuando vivían en Hale y posteriormente cuando ingresé a la universidad. Por desgracia he pasado gran parte de mi vida rodeándome de amistades falsas e hipócritas, gente que solo piensa en apariencias o viven alimentando envidias.
Ahora todo es diferente, tengo a tres amigas maravillosas que brillan con luz propia por algo que la mayoría de las personas pretenden ocultar o negar: sus defectos.
Jane es mi loca pervertida carente de discresión y que dispara directo a la yugular sin anestesia. Mery es mi dulce y amable trituradora de pies que no lo piensa dos veces antes de decirte tus verdades a la cara y en caso de que no entiendas, te lo hace ver. Y Vanessa, la última persona con la que creí que forjaría una amistad por razones que todos conocen, la chica fría y tajante que no cree en el amor, o al menos no para ella.
Esas son mis amigas, las que me ocultan secretos importantes de sus vidas, defienden a mi novio que ''me fue infiel'' y se meten con mis ex. Pero que también estuvieron para apoyarme cuando más lo necesité y me han hecho sentir que soy parte de algo increíble.
—El otro día discutí con Fátima en una tienda —comentó Vanessa a lo que las gemelas y yo suspiramos cansadas, típico de esa sanguijuela—. Tomé un vestido para probármelo y ella aseguraba que lo vio primero y que le quedaría mejor que a mí —rió—. Pero como yo no soy el tipo de chica que se pelea por algo tan básico como eso, le propuse que ambas nos probáramos el vestido y que las encargadas hicieran función de jurado —chasqueó la lengua—. Adivinen quién tiene un nuevo vestido para estrenar en la fiesta de graduación.
Puedo decir sin temor a equivocarme que Vanessa Andrews es la puta ama.
—¿Lo grabaste? —preguntó Jane entre risas—. Dime que alguien lo grabó, por favor.
—Es nuestra prima, no seas mala —la codeó su hermana, intentando contener la risa.
—Y ahí es cuando te das cuenta de los errores garrafales que comete la naturaleza —comenté antes de darle un sorbo a mi capuchino—. Sigo sin entender cómo ustedes dos pueden compartir parentesco con Fátima.
—Sí, la verdad es que... —comenzó a decir Mery antes de quedarse embobada viendo a los galanes que acababan de ingresar al lugar.
Venían los tres juntos, riendo por algo que no alcancé a escuchar y deslumbrando a todos con su presencia y sonrisas. No sé porqué carajo los estaba viendo caminar hacia nosotras en cámara lenta, pero ellos parecían unas jodidas estrellas de cine.
—¿E-es idea mía o Allan, Carlos y Brook lucen aún más guapos estando juntos? —alcanzó a articular Jane sin apartar la vista de ellos.
—Sí, es como si...lo guapos que ya son normalmente por separado se hubiera multiplicado por tres mil ahora —suspiré sonriendo a lo tonto.
—Chicas, sin querer sonar descarada, déjenme decirles que son jodidamente suertudas por tirarse a esos chicos —asintió Vanessa.
—Ellos lo llaman el hechizo ABC Boyz —sonrió Mery, que de todas parecía la más acostumbrada, pero estaba babeando de igual forma.
Los tres modelos de Calvin Klein llegaron al fin y se sentaron frente a nosotras en la mesa, burlándose de nuestras expresiones. Por fin pude comprender cómo se sentía Allan cuando me veía bajar por las escaleras.
Brook le lanzó una sonrisa pícara a Jane—. Te mojaste, ¿verdad?
Y...el hechizo se rompió.
Jane se inclinó sobre la mesa y le propinó un merecido servilletazo al rubio.
—Eres un cerdo, Brook.
—Yo puedo ser el animal que quieras, pero no desmentiste que te mojaste, así que debo suponer que... —recibió otro servilletazo.
—Basta, ustedes dos —los regañó Allan.
—¿De qué hablaban? —preguntó Carlos—. Quiero enterarme del chisme.
¿De qué coño estábamos hablando antes de que los tres dioses aparecieran?
—De lo insoportable que es Fátima y lo irreal que es que comparta un vínculo familiar con las gemelas —habló rápidamente Vanessa y las chicas y yo le lanzamos una mirada de ''gracias por salvarnos el culo''.
—Oh, Fátima —bufó el castaño—. Aún recuerdo cuando nos obligaba a mí y a Mery a organizarle citas dobles con Allan. Qué chica tan intensa.
—Ni hablar de eso —suspiró mi novio—. Recuerdo que el primer beso que Emma y yo nos dimos fue porque estaba huyendo de esa loca.
Cómo olvidarlo, fue justo aquí.
—¡Todo lo que ha pasado entre Emma y tú se ha dado por terceras personas! —bramó un indignado Carlos—. Vivieron juntos por Vanessa. Se dieron el primer beso por Fátima. Se dignaron a confesarse el uno al otro por Connor que a su vez fue Mery quien animó a Emma a hablarle. Emma se dio cuenta de que no le fuiste infiel por el video de Brook y volvió al dúplex porque se lo pedí. Sus hijos se van a llamar Allana y Enmanuel porque Jane lo propuso.
Joder, debería darnos vergüenza.
—¡Dios! —rió Brook—. ¿Hay algo que hayan hecho ustedes solos? ¿Quieren que les organicemos la boda? ¿O les explicamos cómo se hacen los bebés?
—Ya cállate, idiota —Lan lo golpeó en la parte trasera de la cabeza, pero divertido ante la escena—. Cambiemos de tema.
—Sí —entorné los ojos en su dirección—, hablemos del porqué se tardaron tanto en llegar. ¿Qué estaban haciendo ustedes tres?
—Oh-oh. Alerta celos tóxicos —se lamentó Charlie en vista de que su novia lo estaba mirando con la misma expresión.
—¿Le dices tú o le digo yo? —suspiró mi chico, dirigiendo su mirada gris hacia el ojiazul.
—Llegamos tarde porque me distraje —alargó la última vocal, entornando los ojos hacia a Jane— tirándome a una de las profesoras de los chicos.
Todas se golpearon las frentes con sus manos mientras yo me hundí en mi asiento pidiéndole a la sorda tierra por milésima vez que me tragara. ¿Por qué? Porque hace dos semanas nos fuimos del dúplex, dos semanas en las que Allan y yo no hemos podido hacer nada de nada. ¡Es una tragedia!
—Eso no es nada —intervino Carlos—, llegamos tarde a nuestra propia graduación de high school por las andadas del señorito.
—Otro recuerdo nefasto —negó con la cabeza mi pelinegro, al parecer hay mucho que no sé de ese trío y planeo hacer que Wanda suelte toda la sopa en cuanto nos mudemos a Valery Place.
—Cambiemos de tema, por favor —pidió una aturdida Jane—. ¿Cómo les va con las tesis?
Así continuamos hablando de ello, entre otros temas. No había mejor forma de pasar la tarde que con una charla grupal con mis amigos, sus ocurrencias me dan vida y me ayudan a que el tiempo pase más rápido. Solo faltan dos semanas para la graduación y pocos días después nos iremos a Valery Place, no veo la hora de que eso pase al fin.
De pronto el dueño del local nos pidió a la mayoría de los presentes que hiciéramos silencio y prosiguió a subirle el volumen a la televisión de la pared. Estaban transmitiendo un reportaje de Union News y casualmente se trataba del reciente arresto efectuado esta mañana al magnate Mauricio Lerman.
Por inercia giré mi cabeza con dirección a Allan quien observaba la pantalla con una expresión indescifrable. No pude identificar si estaba molesto, contento o triste, pero sin duda alguna lucía afectado.
En la noticia especificaron que se habían encontrado pruebas suficientes que lo inculpaban de los delitos de prostitución, lavado de dinero y se hallaron ciertos nexos con el narcotráfico, eso sin contar las estafas administrativas, las empresas fantasma que poseía y sus cuentas bancarias millonarias en el extranjero. El muy maldito se enriqueció a base de cuanto negocio sucio encontró.
—Chicos, ¿me disculpan un segundo? —dijo nerviosamente Allan mientras se levantaba.
Carlos y Brook tuvieron la intención de ir tras él, pero llegó a decir ''Quiero estar solo'' antes de prácticamente salir corriendo del lugar.
No está bien y tampoco puedo dejarlo solo.
—Yo me encargo de él —le brindé una sonrisa tranquilizadora a sus mejores amigos—. Estará bien conmigo.
Ambos me respondieron con medias sonrisas y diciendo al unísono—: Lo sabemos.
Sin desperdiciar un segundo más, tomé mis cosas y me levanté de la mesa. Salí al exterior del local y como supuse que no había ido muy lejos, caminé hacia el aparcamiento. Su camioneta estaba estacionada allí y alcancé a verlo sentado en el asiento del piloto con su cara estampada en el volante. No estaba en condiciones de manejar, de lo contrario se habría marchado.
Rodeé el vehículo por detrás y abrí la puerta del lado del copiloto. El sonido de esta abriéndose y los murmullos graciosos que emití mientras intentaba subirme por mi cuenta, hicieron que levantara la cabeza y me mirara.
—Hola, Superman —al fin logré subirme, me senté y cerré la puerta antes de girarme hacia él—. ¿Te importa si esta Wonder Woman te rescata de todos esos sentimientos negativos que estás sintiendo ahora?
Su respuesta fue abrazarme. Me apretó contra su pecho con tanta fuerza, como si yo fuera todo lo que necesitaba en ese momento tan gris. Le devolví el abrazo con la misma entrega. Estaba ahí para él y lo estaré siempre.
—Si necesitas desahogarte, sabes que te escucho —murmuré en su oído.
—No sé cómo cojones sentirme, Em —su voz sonaba temblorosa, como si estuviese a punto de llorar—. Parte de ese dinero de las cuentas bancarias que se mencionaron le pertenecía a mi madre y siento que ahora ese mal nacido está pagando un poco de toda la mierda que le hizo, pero a la vez yo... —se separó de mí y enseguida noté en su expresión la enorme frustración que sentía y sus lágrimas de impotencia—. Yo...estoy preocupado por él, ¿sabes? No debería sentirme así, debería estar saltando de alegría porque al fin el karma se está encargando de él y está recibiendo su merecido, pero sin embargo no puedo evitar sentirme consternado al ver su situación. Quizás él tenía razón, quizás soy un débil.
—No vuelvas a decir eso —lo interrumpí—. Tú no eres débil —acaricié una de sus mejillas—, eres todo lo que él no será jamás: humano. Está bien que te preocupes por tu padre y te sientas mal por él. ¿Sabes por qué? Porque eres buen hijo independientemente de lo mal padre que él fue contigo. Eso no te convierte en un débil, eso significa que eres una buena persona, alguien tan maravilloso que no es capaz de albergar odio en su corazón a pesar de lo mucho que ese hombre se lo merece.
Sequé suavemente sus lágrimas con mis pulgares y él posó sus manos sobre las mías dejando leves caricias.
—Sé que tus sentimientos están confusos ahora mismo y nadie puede juzgarte porque así sea, pero no voy a permitir que te culpes a ti mismo. Todo lo que le está ocurriendo a tu padre es la consecuencia de sus malas acciones y tú estás justificado a sentirte gratificado porque está pagando por lo que te hizo tanto como preocupado como hijo, es un arma de doble filo. Pero quiero que sepas que en ambos casos demuestras que no eres débil, al contrario, eres demasiado fuerte.
Sus caricias descendieron a mis muñecas y las tomó para luego tiernos besos en mis manos.
—Gracias por estar aquí cuando más te necesito y decirme siempre las palabras exactas para hacerme sentir mejor.
—¿Qué clase de chica ideal sería si no lo hiciera? —dramaticé, como si se tratara de lo más obvio del mundo.
Rió por lo bajo y a continuación me dio uno de esos mágicos besos que tanto me encantan. Le correspondí con gusto durante un buen rato hasta que sentí que la temperatura estaba aumentando, no era el momento ni el lugar, así que opté por separarme.
—Creo que con esto es suficiente por ahora —carraspeé.
Se reincorporó con una de sus sonrisas pervertidas adornando su rostro—. Sabes que en algún momento tendremos que hacerlo, ¿verdad? Han pasado dos semanas. ¡Dos!
—Hasta hace un segundo estabas triste, ¿¡cómo es que estás caliente ahora!? —reclamé, conforme pasan los días más urgido está.
—¿¡Cómo pretendes que no esté caliente si me besas así y encima solo me das eso, besos!? —espetó, molesto—. ¡Joder! Extraño los mañaneros, extraño hacerte mía cuando quiera en general.
—¿¡Y crees que yo no!? Eres adictivo, carajo, y para mí los besos también dejaron de ser suficientes.
—Entonces vámonos a un motel como te propuse —gruñó.
—No —me crucé de brazos.
—¿¡Por qué!? —bramó con demasiado dramatismo para mi gusto.
—Porque no quiero entrar con las ganas y salir con sífilis, esos lugares no son del todo higiénicos y lo sabes.
—Bien —golpeó el volante con frustración—, algo mejor, el departamento de Brook.
—¿Bromeas? —bufé—. El departamento de Brook debe estar peor que el motel.
—Él no lleva a las chicas con las que se acuesta al departamento, despacharlas a la mañana siguiente le da pereza. Puedo pedirle que se vaya a dar una vuelta y tú y yo...
—¡No! —objeté, haciendo que soltara un suspiro de cansancio—. De igual forma es incómodo que él nos deje ahí sabiendo lo que vamos a hacer.
—Créeme que a Brook le importa una mierda que ''mancillemos su humilde morada'' —dijo esto último dibujando comillas en el aire y usando un tono de voz grave y exagerado.
—A él no le importa, pero a mí sí.
—Entonces la habitación de Jane en la hermandad tampoco es una opción, ¿no? —se cruzó de brazos.
—Sabes que no —sentencié y se recargó en su asiento bastante molesto—. ¡Esto es ridículo! Estamos discutiendo porque no podemos follar.
—Eso es lo que les pasa a las parejas cuando no follan, Emma, se irritan —señaló en un tono acusatorio que no me gustó en lo absoluto.
—¿Me estás culpando?
—Yo te estoy dando opciones y tú las rechazas, es obvio que nuestra vida sexual no es tan importante para ti.
Esto es el puto colmo.
—¡Estás actuando como un jodido niño pequeño! —lo regañé como el infante que es, ya que al parecer soy la única adulta a bordo.
—Y tú como una monja.
Abrí la boca sorprendida ante su insulto.
—¡Imbécil! —y dicho esto abrí la puerta de mi lado y con un salto bajé de la camioneta.
Caminé a paso veloz seguida de mi dignidad, mi orgullo y los lloriqueos de Allan. Sí, él también bajó de la camioneta y está intentando pedirme perdón, pero temo que si volteo a enfrentarlo se me va a salir una patada ''accidental'' dirigida directamente a sus pelotas y en vista de que aún planeo tener hijos con él, me abstengo de hacerlo.
Corrió un poco hasta alcanzarme y se colocó frente a mí.
—Mi reina, lo siento.
Me crucé de brazos y fijé mi vista en cualquier cosa menos él, no puedo resistirme cuando pone esa carita tan tierna.
—¿Podemos dejar de actuar tan infantilmente?
—Tú empezaste —recalqué, acto seguido le saqué la lengua y volví a ignorarlo, sí, muy maduro de mi parte.
—Lo sé —suspiró—. Es que es difícil desacostumbrarse a estar contigo, y no me refiero solo al sexo —me tomó de la barbilla, obligándome a mirarlo—. Te extraño, joder.
Ay, mi pudín.
Sonreí a medias—. No eres el único que extraña aquí.
Me envolvió con sus fuertes brazos, permitiéndome inhalar su aroma masculino que tanto me gusta. Con solo oler eso me daban ganas de hacerle de todo, menos papá.
—¿Qué tal si vamos a una cita? —propuso a lo que asentí contenta y le di un corto beso en los labios—. Ha sido demasiada bipolaridad en menos de quince minutos, ¿no crees?
—En eso se basa nuestra relación. Nos peleamos, luego nos arreglamos, nos ponemos cariñosos y finalmente el lado pervertido sale a la luz.
—No menciones la palabra pervertido mientras estemos en modo abstinencia, por favor —lloriqueó.
—Solo nos faltan dos semanas más, pudín.
—Y si pasan igual de lento que estas dos últimas, te juro por los juanetes de Doña Loretta que voy a construir una máquina del tiempo.
Ahogué una carcajada y lo tomé de la mano—. Anda, vamos a la cita —tiré de él, haciendo que caminara.
—Es en serio, Wilson.
—Por cierto, ¿quién es Doña Loretta y por qué juras por sus juanetes?
Suspiró con desánimo—. Ese es otro recuerdo nefasto de Valery Place.
(...)
—¡Chuza! —chillé, haciendo mi baile de la victoria.
En vista de que estamos en un reciente estado de abstinencia y el más mínimo contacto romántico nos lleva a calentarnos y eventualmente a discutir porque no tenemos dónde hacerlo, decidimos ir al boliche. Esta vez, a falta de apuestas e insinuaciones provocativas de por medio, me ha ido de maravilla y es el tercer juego que gano.
—¿Quieres dejar de restregarme en la cara lo buena que eres? —se quejó él, pero con una sonrisa en su rostro.
—Nop —comencé a perrear sin música sin importarme que me estaban mirando raro gran parte de los presentes—. Me la estoy cobrando por las trampas que hiciste la vez anterior.
—Que conste que yo también soy muy bueno —señaló con su dedo índice la pantalla en la que figuraban nuestras puntuaciones, la competencia estuvo reñida.
—Yo no dije que no fueras bueno, cariño. Lo eres —deposité un besito en sus labios—. Pero yo soy mejor.
—Te odio —entornó los ojos.
—No es cierto, me amas.
Chasqueó la lengua—. Puede ser.
Enrollando su brazo alrededor de mi cintura, me guió hacia la pequeña mesa que estábamos ocupando anteriormente. Nos sentamos y casi al instante comenzamos a molestarnos el uno al otro lanzándonos papas fritas. Adoro eso de nuestra relación, podemos ser ridículos, pervertidos, cursis o lo que sea; simplemente somos nosotros mismos y adoramos estar juntos.
—¿Vamos al cine? —propuso.
—Nop.
—¿Por qué? —hizo un puchero adorable, pero no pienso caer.
—Porque es el sitio perfecto para que se den ciertos eventos pornográficos por los que nos pueden arrestar si nos descubren, y no estamos en condiciones de pagar multas ni fianzas. Además, si voy a tener un récord criminal no quiero que el primer cargo sea por tener sexo en un lugar público.
—Le preguntaste a Mery acerca de eso, ¿verdad? —asentí a lo obvio y recostó su barbilla sobre la mesa con desánimo—. Es que extraño nuestras noches de películas.
—Yo también, mi vida —le sobé la espalda a modo de consuelo.
—La peor parte es que cuando nos mudemos a Valery Place será el mismo dilema —suspiró.
Otra vez no.
Allan quiere que nos vayamos a vivir juntos cuando nos mudemos a Valery Place, y yo apoyo esa idea, solo que no quiero vivir en su cuarto en casa de Wanda y por cuestiones de presupuesto no podemos alquilar un departamento propio, son el triple de caros que en Johnson.
—Amor, ya hablamos de esto.
—Lo sé y también sé que no lograré hacerte cambiar de opinión, ni Carlos a Mery tampoco.
Mery piensa igual que yo y Carlos igual que Allan, qué novedad.
—Lan, por fin voy a vivir en el condado que siempre quise, mis prácticas están por culminar y tendré un sueldo estable. Todo eso lo logré por mi cuenta y aunque obviamente quiero que seas parte de esto, necesito independecia y mi concepto de independecia no incluye vivir en una habitación en casa de alguien más.
—¿Y si le pagas una renta? —cuestinó, sabiendo mi respuesta antes de formular la pregunta.
—No. Ya hablé con las chicas y ya que todas nos mudamos a Valery Place, acordamos rentar un lugar juntas, así ahorramos dinero y nos ayudamos con los gastos.
—Esto es increíble —bufó, recargándose hacia atrás en su asiento—. No quieres irte a vivir conmigo, pero con tus amigas sí —fingió estar ofendido y no entiendo porqué me parece tan tierno—. Toy cheloso.
—Awww —le di sonoro beso en la mejilla—. ¿Ya te sientes mejor, bebito llorón?
—Me voy a sentir mejor si vienes a vivir conmigo —rodé los ojos, al parecer no se harta de discutir por lo mismo—. Si quieres puedo tomar un poco del dinero de...
—¡Para! —lo interrumpí—. No quiero que gastes ni un centavo de tu herencia en mí. Además, tienes otros planes con ese dinero y...
—Y ningún plan es tan importante como vivir contigo —terminó por mí.
Esa sencilla frase hizo estallar todas mis emociones. Tenía frente a mí al chico que prefiere estar a mi lado por sobre todo lo demás importante en su vida, me está convirtiendo en su prioridad y lo amo más por eso. Me incliné un poco para atrapar sus labios con los míos, dándole el beso más cálido posible.
—Amo ser tan importante para ti, pero la respuesta sigue siendo no.
—Em... —rodó los ojos.
—Nunca me ha gustado depender de alguien más, quiero forjar mi propio futuro por mi cuenta sin que me lo facilites. Esto es casi lo mismo que tu dilema con la propuesta de las empresas Rosen, te encantó la oferta, pero tu idea principal no era tener las cosas tan fáciles.
—Sí, pero yo acepté la propuesta, deberías seguir mi ejemplo y aceptar la mía.
—Voy a vivir contigo, eso te lo aseguro, pero en un apartamento o casa que podramos alquilar o comprar con nuestro propio dinero, de ambos, cuando tengamos estabilidad económica y nos lo podamos permitir. Antes no.
Se quedó un corto rato meditando acerca de mis palabras. Él sabe que tengo razón y que no me hará cambiar de opinión porque testaruda es mi segundo nombre.
—Ok —asintió—, aún no estoy de acuerdo, pero lo respeto.
—Gracias, pudín —sonreí.
—En Valery Place sí vamos a hacer el amor, ¿verdad? —su mirada expectante y tono temeroso me causaron mucha risa.
—Claro que sí —reí—. Carlos no puede volver a brindar su servicio de habitaciones cuando me quede contigo en casa de Wan y las chicas convenientemente se irán de fiesta cuando te quedes conmigo.
—¡Me encanta! —chilló haciendo el signo de Ok con sus dedos.
(...)
—Mi reina, sigo sin entender qué clase de atajo es este —se quejó mi chico por centésima vez, ya había anochecido y me estaba llevando a la hermandad.
—Tú sigue conduciendo, sé lo que digo.
—Ok —se encogió de hombros.
En los siguientes cinco minutos se dedicó a guardar silencio, silencio que me pareció muy sospechoso, algo se traía entre manos. Confirmé mis sospechas cuando su mano —que reposaba sobre mi muslo— comenzó a acariciarme levemente mientras poco a poco ascendía hasta llegar a mi zona íntima, la cual permanecía casi libre para su deleite ya que llevaba falda.
—¡Saca la mano de ahí, Lerman!
Mi grito repentino hizo que se sobresaltara y diera un brinco del susto.
—¡Mierda! —se llevó su mano traviesa al pecho—. No me asustes así.
—Y tú no metas tu mano en donde no la llaman.
—Ok, perdón —emitió una risilla nerviosa—. Es que me has hecho dar muchas vueltas, necesitaba distraerme.
—¡No seas descarado! —le golpeé el hombro entre risas.
—Ahora en serio, ¿a dónde carajo me llevas? Conozco muy bien el camino a la hermandad y no creas que soy tan tonto como para no darme cuenta de que vamos en sentido contrario a ella.
Me atrapó.
—Estamos cerca —sonreí con malicia—. Solo gira a la derecha en la siguiente calle.
Me obedeció frunciendo un tanto el ceño. Al doblar en la calle que le indiqué, fue imposible no percatarse de que se trataba de una zona muy oscura, con escasos locales, edificios en construcción y carente de alumbrado público.
—¿Qué hacemos en este sitio? —preguntó, extrañado ante la locación.
—Dobla ahí adelante y estaciona —indiqué el estrecho callejón apenas perceptible por la oscuridad.
Avanzamos un poco más y finalmente llegamos a nuestro destino.
—¿Me puedes explicar qué coño hacemos en un callejón que huele a que se han fumado de todo aquí?
No me molesté en contestar, me desabroché el cinturón de seguridad y con un tanto de dificultad logré sentarme a horcajadas sobre él.
—¿Qué...mierda haces? —preguntó con una chispa de picardía en sus ojos.
—¿Qué crees?
Ataqué su boca sin pudor alguno. Lo necesitaba, mi cuerpo y en especial mis hormonas calientes pedían a gritos sentir el roce de su piel con la mía. Han pasado dos jodidas semanas, eso ha sido demasiado tiempo para el pudín pervertido y su reina con pechos de actriz porno.
—Em, dime que esto es lo que creo que es porque si no...
—Te espero atrás —lo interrumpí y bajé de su regazo para escabullirme hacia los asientos traseros.
Él se giró sorprendido.
—¿Tenías esto planeado?
Hora de sacar mi plan porno a la luz.
—Llevo una semana buscando un lugar donde pudiéramos hacerlo sin correr riesgo de ser vistos por nadie. Esta zona es muy poco transitada y es muy escasa la actividad de noche —me quité la blusa dejando mis senos a plena vista—. Así que...
—¡Carajo!
Antes de que parpadeara, Allan estaba sobre mí, besándome con desenfreno. No lo juzgo, yo lo necesitaba tanto como él.
—Mi reina, los condones —jadeó entre besos.
—Observa y aprende.
Introduje una mano dentro de mi sujetador y de la forma más sensual posible, saqué despacio una tira de preservativos que llevaba todo el día escondida ahí justo para cuando este momento llegara. La mezcla de admiración y lascivia que reflejaba el rostro de mi chico era incomparable.
—¡Eres una puta crack! —hizo énfasis en cada palabra antes de devorarme los labios nuevamente.
No estoy del todo segura de que alguien nos haya visto o no, tampoco sé si mi coro de gemidos fue escuchado. Lo único que tengo claro es que el toque exhibicionista me gustó tanto como haberlo hecho por fin después de esas tortuosas semanas y me temía que no sería la última vez que recurriríamos a ese oscuro callejón para hacer de las nuestras.
Shh, no le cuenten a nadie.
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Nuevo capítulooo!!!
Primero que todo quiero agradecerles de corazón a todos los que se tomaron el tiempo de releerse el cap anterior para comentar cuando Wattpad volvió a la estabilidad. Los amo y gracias por sus mensajes adicionales referentes a la novela y mi escritura, es hermoso recibir esa clase de comentarios.
¡Llegamos a los 33k lecturas! Inmensas gracias por leer.
Besos de Karina K.love 😉
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