Capítulo 64: Adiós, dúplex
Allan
—Joder, Emma, sigue moviéndolo así.
—¿Así? —se inclinó un poco hacia delante y estoy seguro de que sus pechos están a centímetros de mi cara. Me gustaría verlos, pero el placer que me está haciendo sentir no me permite abrir los ojos.
—Eres una puta diosa en esto —ronroneé, dejándome llevar por la placentera sensación.
—No seas exagerado, no es para tanto —rió por lo bajo mientras profundizaba sus dulces movimientos, ¡joder qué bien se siente!
—No estoy exagerando, nadie hace los masajes como tú.
Sí, está encima de mí haciéndome un masaje en la espalda. Estaban pensando en otra cosa, ¿eh? ¡Pervertidos!
—Es la primera vez que amanezco haciéndote algo que no sea el amor.
—Porque tú no quisiste el mañanero.
Es difícil de creer, pero sí.
—Es que no estoy de ánimos, pudín —admitió en un tono apagado.
Con cuidado me giré para acostarme sobre mi espalda sin que ella cayera de la cama. Con lo primero que me encontré fue con su mirada triste, aunque intentó disimularlo con una sonrisa que tal vez un extraño le hubiese creído, pero yo no.
Me senté, dejándola a horcajadas sobre mi regazo y le acaricié las mejillas.
—Mi amor, no soporto verte así.
—No puedo evitarlo —hizo una mueca—, hoy es el último día.
Sí, hoy es nuestro último día en el dúplex. Mañana a primera hora debemos desalojar el lugar e ir a la agencia de la corredora de bienes raíces para entregar las llaves. Por obvias razones Emma no se lo ha tomado muy bien, ni yo tampoco, pero contengo mis emociones para que ella no me vea igual de mal, eso la desanimaría el doble.
La envolví entre mis brazos con dulzura, necesitaba hacerla sentir mejor.
—¿Te das cuenta de que estás malgastando nuestro último día con esa cara larga?
—¿Qué cara quieres que ponga si tenemos que despedirnos de nuestro nidito de amor? —su voz entrecortada me dio a entender que estaba a punto de llorar—. Aquí nos enamoramos, Lan.
—Lo sé, mi reina —peiné su sedoso cabello con mis dedos—. Por eso creo que no deberíamos pasar el día de hoy tristes, las lágrimas dejémoslas para mañana, por hoy solo disfrutemos las horas que nos quedan.
—¿Y qué propones? —se separó de mí.
—Algo se me ocurrirá —me encogí de hombros, haciéndola reír.
Después de una sesión de besos y cosquillas para levantarle el ánimo, bajamos a ducharnos para luego preparar el desayuno, arepas obviamente. La verdad se me hizo muy raro cocinarlas sabiendo que es la última vez, pero si me ponía en modo melancólico, posiblemente Emma caería en depresión.
Después del desayuno, hicimos algo que jamás habíamos hecho a plenitud por culpa de nuestros vecinos: disfrutar de la agradable luz del sol en el patio. Cada vez que nos sentábamos en esa bendita tumbona, venían Dave o Vanessa con la intención de jodernos la tarde. Ahora eso ya no supone un problema. Además, las tormentas eléctricas dejaron de azotar la ciudad y sería una lástima no aprovechar lo agradable del clima bebiendo limonada y usando gafas de sol, ¿no?
—¿Por qué nunca hicimos esto antes? —preguntó ella, acomodándose en mi pecho, por falta de espacio estaba sentada entre mis piernas recostada sobre mí.
—No queríamos tratar con nuestros ex, ¿recuerdas? —reí.
—Sí —rió también—. Parece que fue hace un siglo que estábamos dolidos por su infidelidad de mierda.
—¿Desde cuándo seis meses equivalen a un siglo? —bromeé.
—No lo sé —se encogió de hombros—, quizás desde que me enamoré de ti.
Y eso fue motivo suficiente para que la hiciera girar quedando frente a frente, nos despojara a ambos de nuestras gafas de sol y la besara como si fuera la primera vez.
—Si para ti ha pasado un siglo, para mí pasó un milenio.
—En serio vivimos tantas cosas aquí que pareciera que pasaron años —sonrió con nostalgia—. Aún no me creo que hace cinco meses prometimos que... —se detuvo ahí, al parecer recordando algo importante.
—¿Qué cosa?
—Ya sé qué vamos a hacer para matar el tiempo —sonrió maliciosamente, alzando repetidamente ambas cejas a la vez, me recordó a las muecas de Jane lo cual nunca significa nada bueno ni decente.
—Me da miedo preguntar, pero...¿qué es?
—Vamos a emborracharnos.
Es oficial, mi novia enloqueció.
—Emma, son como las 10:00 a.m., no hay motivo para tomar y no quiero pasar con resaca el resto del día. Además, ¿qué sentido tiene emborracharnos?
—Es una promesa que debemos cumplir antes de irnos de aquí, mi amor —lloriqueó.
Golpe bajo, Wilson. Sabes que el ''Mi amor'' y esa cara de ternerito huérfano me convencerían hasta de atracar un banco.
—¿Qué promesa?
—El día de la borrachera de la supermarket party, cuando nos detuvimos justo antes de tener sexo, prometimos que si nos volvíamos a emborrachar así, lo haríamos.
Ay, Diosito. La despedida del dúplex la afectó más de lo que creí.
Suspiré, cansado—. Mi reina, si lo que quieres es que hagamos el amor, hagámoslo, estoy dispuesto a hacerlo ahora mismo y en cualquier parte de la casa. No hay necesidad de alcoholizarnos para eso.
—No se trata de nuestra disponibilidad sexual sino de que... —se mordió el labio inferior y un instante después, sus mejillas se tiñeron de un rosa muy tierno—, de que...
Ok, ahora muero de la curiosidad.
—¿De qué? —inquirí, ansioso.
—De que esa ha sido mi fantasía sexual desde entonces —desvió la mirada—. Ya lo dije. ¿Contento?
Ahora no solo sus mejillas se habían enrojecido, su rostro entero se convirtió en un gran tomate. Con el tiempo y todo lo que hemos compartido juntos rara vez se dan situaciones que la incomoden o avergüencen tanto como para llegar a ese grado de sonrojación.
¿No es la cosita más tierna del universo?
Llevé mi mano a mi boca para contener una rebelde carcajada que moría por salir, pero como siempre la risa me ganó y acabé carcajéandome como payaso esquizofrénico.
—Deja de burlarte de mí —me golpeó en el pecho.
—Tu fanta... —me carcajeé sin poder evitarlo—. ¿Tu fantasía sexual? —continué riendo sin parar lo que la enojó.
—Eres un imbécil —me golpeó el hombro y acto seguido se levantó con la intención de volver al interior de la casa.
La tomé del brazo justo a tiempo y tiré de ella haciendo que aterrizara sobre mí nuevamente—. No tan rápido.
—¿Quieres que me quede a ver cómo te burlas de mí? —se cruzó de brazos y arrugó el entrecejo, amo verla molesta y aún no entiendo porqué, pero por mi bien debería parar de reírme.
—Ok, no me reiré más —alcé ambas manos a modo de rendición—. Pero admite que es un poco tonto que esa sea tu fantasía sexual.
Su expresión molesta se transformó en vergüenza y evitó contacto visual conmigo.
—Es que en aquel entonces me encantabas y no tienes idea de lo decepcionante que fue para mí que pararas cuando estábamos a punto.
—¿Y crees que yo no quería seguir? ¡Moría dejarte en modo Bambi! Pero estabas borracha y no quería aprovecharme de ti.
—Porque eres Allan —tomó mi rostro entre sus manos—. Justo por eso comenzaste a gustarme más y...puede que después de eso me haya pasado semanas rezando porque nos emborracháramos en otra fiesta y tuviera muchos pensamientos morbosos cuando te paseabas por la casa sin camisa.
Ay, mi pequeña pervertida.
—Y sí, es un poco tonto que esa sea mi fantasía sexual, pero en aquel entonces era lo más cerca que estaría de tener sexo contigo. Además, lo prometimos aquí, debemos cumplirlo antes de irnos —hizo un pucherito adorable.
Necesito un tutorial para aprender a decirle que no a esa carita.
Solté un suspiro de derrota y asentí de acuerdo—. Los deseos de la reina son órdenes.
Emitió un chillido de la victoria antes de abalanzarse sobre mí para repartir besos por todo mi rostro. De un momento a otro me obligó a levantarme de la tumbona y tomándome la mano, me arrastró hacia la cocina. Me quedé boquiabierto cuando vi que sacó de una de las alacenas dos botellas, una de vodka y la otra de tequila.
Esto se va a poner bueno.
—Bien, hora de beber —anunció, colocando dos pequeños vasos para chupitos sobre la encimera.
—Alto ahí, pervertida alcohólica —alcé una mano en señal de que se detuviera—. No vamos a beber aquí.
—¿Entonces dónde?
—En la bañera.
—¿Eh? ¿Estás loco, amor? —rió sin creérselo.
''Amor''.
Allan, enfócate.
—No estoy loco, solo soy precavido. Pocas personas conocemos el enorme sacrificio que supone transportarte de un lugar a otro cuando estás borracha y no quiero que la resaca sea tan fuerte, así que vamos a matar dos pájaros de un tiro. Bebemos hasta emborracharnos, hacemos el amor e inmediatamente nos duchamos para refrescarnos.
—Me parece bien —se encogió de hombros y con una habilidad malabarística lo tomó todo y emprendió camino con destino al baño.
—Espera —la llamé y giró sobre sus pies para mirarme—. ¿Vodka sin jugo de naranja y tequila sin limón? ¿En serio?
—Nunca dije que el juego sería suave —me guiñó un ojo y siguió su camino ignorando mi expresión de asombro.
Asimilando que en definitiva mi novia no es para nada normal y desconoce el concepto de previsibilidad, la seguí hasta el baño. Una vez allí, nos metimos en la tina vacía uno frente al otro y con las botellas y vasos posicionados entre ambos en el reducido espacio.
—Bueno, necesitamos un juego para beber —propuso mientras servía vodka en los pequeños vasos—. Emborracharse solo bebiendo a pulso no es divertido.
—Hagamos algo clásico, un yo nunca.
—Oh, vamos —resopló—. Eso está demasiado gastado.
—Por eso vamos a hacerlo más interesante —le sonreí con complicidad.
—Me gusta ese tono, pudín —sonrió igualmente—. ¿Qué propones?
Mente sucia, llegó tu hora de brillar.
—Vamos a contar con nuestros diez dedos de las manos al inicio del juego, cada vez que hayamos hecho algo no solo vamos a beber sino que también vamos a descontar un dedo, y cuando perdamos el último dedo, nos quitaremos una prenda —la sonrisa pícara que se extendió en su rostro me dio a entender que le encanta la idea—. Para cuando estemos desnudos seguramente ya estaremos borrachos también y si no, la tentación de igual forma nos va a llevar a hacer el amor, así cumpliremos tu fantasía. ¿Qué dices?
En respuesta alzó ambas manos moviendo sus dedos y me lanzó una mirada retadora—. Yo nunca he hecho un trío.
Está de más decir que eso me tomó totalmente por sorpresa, tanto su respuesta como por cómo inició el juego. Como siempre, impredecible.
Imité su gesto con las manos antes de bajar uno de mis meñiques y beberme uno de los chupitos bajo su mirada de shock.
Me encogí de hombros—. Un dedo menos.
—¡Allan Lerman! —me gritó boquiabierta.
—¿Qué? —reí, nervioso, y no por lo del trío sino porque temo que mi novia me reviente una botella en la cabeza.
—¿Un chico y una chica o tú con dos chicas?
—Yo con dos chicas —su boca se abrió tanto que su mandíbula corría el riesgo de caerse, está a punto de armarme una escena de celos, la conozco bien—. Y antes de que explotes, te recuerdo que lo que sea que haya hecho antes de conocerte no amerita tus celos. Te lo advierto porque veo que este juego se va a inclinar mucho a lo sexual.
—Claro, cariño —me sonrió malévolamente, esa sonrisa torcida tan temeraria le sale siempre que intenta ocultar que está celosa—. Recuerda tú también que esa regla aplica para los dos.
Una sensación caliente se instaló en mi interior y no, no es por el vodka. Nunca he tapado el sol con un dedo pensando que Emma no ha tenido un montón de experiencias sexuales y/o eróticas con otros hombres, me queda bastante claro que ha pasado, pero eso no quita que me moleste de sobremanera que alguien que no sea yo la haya tocado, en especial porque todos esos imbéciles la han tratado solo como un objeto sexual.
Pensé rápido en una alternativa que no la involucrara a ella con otro chico, pero que tampoco se saliera de la temática del juego.
—Yo nunca he fingido una escena homosexual con mi mejor amigo —sonreí al recordar que cuando conoció a Jane, esta fingió que eran novias para salvarla de un idiota.
Bajó un meñique y se bebió un chupito, yo bajé un segundo dedo y también bebí.
—¡No es cierto! —exclamó, sorprendida—. ¡Cuéntamelo ya!
¡Mierda! Los chicos me van a matar si se enteran de que se lo conté.
—Fue en último año de high school. Era un simple beso de tres, Carlos, Brook y yo.
—¿Por qué mierda lo hicieron? —se carcajeó.
—Porque nos metimos en una fiesta privada de chicas a mirar lo que no teníamos que mirar y nos atraparon, así que nos excusamos diciendo que éramos gays y teníamos una relación de trío —las carcajadas de mi chica podrían escucharse desde el espacio—. Las chicas pidieron pruebas y tuvimos que besarnos, contra todo pronóstico les gustó y acabamos teniendo sexo con ellas —y las risas cesaron.
—¿¡Una orgía!?
—No, cada uno de nosotros con dos chicas, ese fue el día del trío.
—Son unos putos y suertudos cracks —admitió negando con la cabeza.
—Éramos los ABC Boyz después de todo.
—Ok, suficiente de esto —sacudió la cabeza, no sé si porque aún estaba procesando la información o porque se estaba preparando para su próximo ataque—. Yo nunca he hecho un striptease en una despedida de soltero del sexo opuesto —sonrió ¿orgullosa? y acto seguido uno de sus dedos descendió seguido de su chupito correspondiente.
No hace falta que diga que dicha información me cayó como un balde agua fría, ¿verdad?
—¿Ac-actuaste de stripper en una despedida de soltero? —tartamudeé, rezándole internamente a Santa Cachucha que fuera una broma.
—Anjá, en primer año —admitió, sonrojada—. Había un imbécil que me gustaba y me invitó a una fiesta, mi gran sorpresa fue encontrarme con la despedida de soltero de su hermano mayor y encima por mis curvas creyeron que yo era la stripper —rió—. Luego el chico me retó a hacer el striptease y lo hice, después pasamos la noche juntos y nunca más me volvió a llamar, una historia más para la gran antología de fracasos amorosos de Emma Wilson.
¡Qué cojones!
—¿Me estás diciendo que un montón de babosos que actualmente deben tener hijos incluso, vieron tus pechos de actriz porno?
Se inclinó hacia mí y dejó un travieso beso sobre mis labios.
—Lo que no pasó en tu año no es tu daño, pudín.
Y en ese momento supe que este juego de beber acabaría igual de mal que la apuesta del boliche, ambos provocándonos el uno al otro para acabar discutiendo a lo tonto. No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que los dedos continuaban descendiendo y la botella de vodka estaba cada vez más vacía.
Pasaron dos rondas en las que ya habíamos perdido la gran parte de nuestras prendas, ambos estábamos en ropa interior. No voy a mentir diciendo que ya estaba borracho, pero he de admitir que ya estaba un poco mareado y me costaba un poco pronunciar las palabras sin arrastrarlas, lo único que me motivaba era que el sujetador de encaje rosa que llevaba puesto mi novia se esfumara de mi campo visual, y estaba a un dedo de conseguirlo.
—Bieenn...yo nunca hee rechazzado un mañaneroo —lancé la bomba mientras servía en un vaso un trago de tequila y derramé un poco en el proceso, para estas alturas el vodka ya no existía.
—Oye eso no es justoooo —dramatizó, meciéndose hacia adelante y hacia atrás, el vodka lo controló bastante bien, pero desde que el tequila entró al chat, perdió el estado de sobriedad—. Túu jamás hass rechazzado uno y yo solooo lo rechacé hoy porrque esstaba trisste, eso no es jussto para mí, flan.
Lo dijo otra vez.
—Deja de llamarme flan, soy un pudín. Tuuu pudíiin —le grité, ¿por qué mierda grité?
—Tú hace rato me llamasste ''mi princesa''. ¿En qué momento descendí en la línea de sucesión al trono? Exssplícame.
—No digas tonterías y bebe.
Soltó un bufido de inconformidad antes de bajar las manos y beberse el chupito. Me lanzó una mirada molesta, pero por la borrachera su ceño fruncido se convirtió en una mueca rara, parecida a esas que quedan en los rostros de la gente en la televisión cuando le das pausa. Ella sabía que era hora de quitarse la prenda, yo por mi parte me relamí los labios esperando ansioso que sus melones rebotaran fuera de la tela del sujetador. Pero me dejó con las ganas cuando se quitó la tobillera que le regalé por su cumpleaños y la agitó frente a mí haciéndome burla.
Golpe bajo, Blanca Nieves.
Era Blanca Nieves, ¿no? ¡Ah no! Era la princesita Sofía.
—¡No es justo! —me quejé tal cual niño de kinder, debo lucir bastante ridículo en este instante, pero seguramente no lo recordaremos dentro de un par de horas—. Nunca has usado esa jodida pulsera y aho... —hipé—, ¿ahora se te ocurre ponértela? Yo me voyy a quitar los bóxers, es injuusto.
—Lo siento, magdalena —se burló alzando ambas manos y moviendo divertidamente sus diez dedos.
—Eres mala, Tinker Bell.
Pasaron un par de minutos más en los que cada vez estábamos más deshinibidos y atontados. Decidimos beber directamente de la botella ya que cada vez que intentábamos rellenar los vasos, acabábamos rellenando la bañera y mojando nuestros borrachos traseros. Comenzamos a decir cualquier cantidad de tonterías que cualquier ser humano ha hecho con tal de terminar el estúpido juego.
—Yo nunca he hecho pipíiii —dijo ella con una voz irritántemente aguda, traté de taparle la boca con mi mano, pero creo que le golpeé el hombro, no estoy del todo seguro, ella se ve como los videojuegos antiguos con falta de gráficos.
Le dio un sorbo a la botella que creo que ya se está acabando y bajó tres dedos.
¿O fueron cuatro? ¿Desde cuándo una mano tiene once dedos? ¡Ay, no sé!
Me pasó la botella y le di un sorbo, para estas alturas mi paladar apenas sentía el fuerte sabor y el líquido caliente bajaba sin problemas.
—Nosotros nuuunca nos hemoss besaado.
—Hablando de bessoss —me quitó la botella y la depositó fuera de la bañera—. Quiero que me folless ahooora, ¿entendiste, cupcake?
—¡Es verdaaad! —chillé, ¿por qué coño chillo?—. Tu fantasía sexuaal.
—Exaccto —se acercó a mí para besarme y cuando estaba a punto de hacerlo, se separó—. Los condones, pastelito.
Ladeé la cabeza—. ¿Condones?
—Síii, esas cosas de látex que te pones en el pito para que no me hagas mamá.
Reí ante su simple explicación—. Sé lo que son los condones, solo quiero saberr dónde están.
—Por ahí —señaló el lavabo—, en el estante, al lado del botiquín de primeross auxssiliooss.
Curiosamente el estante está en el lado contrario al lavabo, pero yo no soy quien para juzgar, creo que me volví daltónico porque todo está en blanco y negro.
Me levanté como pude, apoyándome de los bordes de la tina. Me tambaleé un par de veces antes de lograr ponerme de pie, por suerte Emma siempre estaba para prevenir mis caídas agarrándome las nalgas. Al salir todo comenzó a dar vueltas, así que me quedé esperando pacientemente a que se detuviera.
—¡Allan, los condones, joder!
Ese grito estridente me hizo volver a la realidad, o bueno, al mundo al estilo Minecraft que se había dibujado frente a mí. A duras penas llegué al estante y no me costó mucho encontrar los benditos preservativos.
—¡Wiii! —festejé caminando de regreso a la bañera, pero por andar comiendo basura me tropecé con el inodoro y casi me como las baldosas del suelo.
—¿Estáss bienn, rosquilla?
—Todo bien, Ariel, no fue nada grave.
No recuerdo ni un poco de cómo me metí en la bañera, cómo me coloqué el condón ni mucho menos cómo me las arreglé para hacerle el amor a Emma —de hecho aún tengo miedo de que Allana y Enmanuel vengan en camino— solo sé que la ducha fría post-sexo y la siesta en el pasillo no fueron suficientes para eliminar la resaca. A mi novia le está explotando la cabeza y creo que me he bebido todo el agua potable del condado.
—¡Pudín, ¿le falta mucho a la sopa?! ¡Pudín! —chilló ella reclamando mi presencia, está tirada en el sofá con una bolsa de hielo sobre su frente—. ¡Pudíiiiin!
—¡Emma, cállate ya! —grité, dirigiéndome hacia la sala de estar con bandeja en mano—. Es desesperante que me llames tanto, aunque me alegra volver a ser un pudín y no cualquiera de los otros postres por los que me llamaste —me senté a su lado y deposité la bandeja sobre mi regazo.
—Tú no hables —rió sentándose—, comenzaste llamándome Ariel y terminé siendo Úrsula.
Ahogué una carcajada—. Lo siento, amor. Pero que conste que todo fue culpa del alcohol —le di un beso corto—. Tú eres una sirena, no un pulpo.
—Es bueno saberlo —rodó los ojos.
—Anda, a comer —le ordené mientras aceraba una cucharada de sopa a su boca, la miró con el ceño fruncido y luego me sonrió divertida—. Sí, por algún motivo que aún no entiendo me gusta alimentarte como una bebé, ¿algún problema?
—Ninguno, amor mío —rió.
Emma
Si ayer estaba bajoneada porque era el último día, hoy estoy mil veces peor porque es la despedida. Allan y yo nos encargamos de dejarlo todo perfectamente limpio y organizado, ya nuestras cosas están empacadas en las maletas y lo único que nos queda son los recuerdos y el ferviente deseo de no abandonar este lugar.
Nos vamos, aún me cuesta creérlo. No fueron unos simples seis meses, fue el mejor medio año de mi vida. Aquí aprendí a superar, a amar de verdad, que el amor verdadero sí existe y que mis inseguridades no pueden ser más grandes que él, que ganarse el perdón de alguien no es sencillo y en especial que sentir un lugar como propio y agregarle calor de hogar lo hace tuyo; por eso es tan difícil despedisrse.
La habitación está perfectamente organizada, casi igual a como lucía cuando llegamos, aunque nunca más podré verla de la misma forma. Es imposible no rememorar todos los accidentes, las noches que dormimos juntos y todas las veces que hicimos el amor. Hemos pervertido demasiado este lugar.
Sentí unos fuertes brazos rodearme por detrás—. Cuantas aventuras vivimos aquí, ¿eh?
—Cuantas noches locas dirás —rectifiqué.
—Yo tratando de darle un toque nostálgico y tú como siempre te vas por el lado pervertido.
—¿Qué dijiste?
Tragó grueso—. Que quiero ir a ver si no se nos queda nada en el ático, ¿subes conmigo?
¿Cómo carajo se inventa esas rimas perfectas así de rápido?
—No se nos queda nada en el ático, apenas subimos ahí en los seis meses que vivimos aquí.
—Entonces bajemos, ya terminamos aquí.
Me soltó y se dirigió a la puerta, pero me interpuse entre esta y él, bloqueando la salida.
—Espera, yo...
Suspiró—. Mi reina, ya hablamos de esto. Tenemos que irnos.
—Lo sé... —mi voz se entrecortó— es solo que...
Él me sonrió con compasión y me dio un abrazo, de esos reconfortantes que siempre me hacen sentir mejor.
—Yo tampoco quiero abandonar este lugar —murmuró—, créeme cuando te digo que esto es igual de difícil para ti que para mí. Pero si no soy fuerte por los dos, se te ocurrirá alguna idea loca como encerrarnos en el ático y seguir viviendo aquí, y eventualmente la dueña del dúplex nos va a demandar.
Reí por lo último y rompió el abrazo—. Gracias, por hacerme reír.
—Siempre.
Le eché un último vistazo a esa bonita habitación que había sido escenario de tantas escenas hermosas. La voy a extrañar.
Allan se encargó de bajar todas las maletas a pesar de que yo tenía la intención de ayudarlo, no me dejó. Estando ya en el piso de abajo, me sentí diez veces peor. Todo estaba justo igual a como cuando llegamos, solo que esta vez en lugar de instalarnos juntos sin conocernos, estábamos desalojando un sitio lleno de recuerdos.
No quiero irme.
—Em —suspiró él al verme al borde de las lágrimas, sé que estoy retrasando lo inevitable y le estoy poniendo las cosas más difíciles.
—¿Podemos hacer un último tour? —puse mi mejor cara de borrego hambriento—. Por favor.
—¿Qué voy a hacer contigo? —negó con la cabeza y extendió una mano para que la tomara—. Vamos.
Di un pequeño saltito y tomé su mano. Comenzamos a pasearnos por la casa como si de un museo se tratase. Me encargué de imnortalizar mentalmente cada espacio, cada habitación, cada rincón, después de todo esta será la última vez que lo vea.
La expresión de mi novio también comenzó a apagarse conforme más recorríamos. A pesar de que no lo demuestra ni la mitad de lo que lo hago yo, sé que este sitio también se convirtió en su hogar.
—Bueno...ya terminamos —anunció él al colocarnos detrás de la puerta, solo teníamos que abrirla y marcharnos, pero ninguno de los dos se movía, hasta pareciera que nos habían cementado los pies al suelo.
—Sí... —agaché la cabeza, quiero llorar, pero no que él me vea haciéndolo, ya bastante he entorpecido nuestro desalojo.
Lan se dedicó a observar el pequeño portarretratos con nuestra fotografía, ese era el único mueble de los que compramos que podríamos llevarnos, el resto los guardamos en un almacén para posteriormente llevárnoslos a Valery Place. Pero otros muebles como el sofá vinieron con la casa, extrañaré sentarme allí a ver las pelis de Adam Sandler.
—Nunca voy a olvidar este lugar —rompió el silencio y lo semi-quebrado de su voz hizo que lo mirara, sus ojos estaban empañados y apretaba los labios conteniendo el llanto.
Aguantaste bastante, pudín.
—Yo tampoco —asentí igual de llorosa.
—No creí que sería tan difícil decir adiós —aspiró por la nariz—. Pero conozco una técnica muy buena.
—¿El mantra? Inhala, exhala y sonríe.
—No —me tomó la mano—. Antes de que mamá y yo nos fuéramos de Hale, ella me dijo que una buena forma de despedirse de un lugar era recordar y recitar en voz alta todo lo bueno que viviste allí, así podrías largarte con una sonrisa.
—¿Y funciona? —asintió—. Entonces empecemos.
—Cuando llegamos y subiste al tejado y me llamaste pudín por primera vez —sonrió.
Ese fue el primer día de esta aventura.
—Las reglas de convivencia.
—La primera vez que cociné las arepas.
Siguen siendo una delicia.
—Cuando bromeaste acerca de la moto, me hiciste subirme a ella y llegamos a tiempo a la uni.
—Cuando dormimos juntos en el sofá después de la cuarta opción.
—Todas las veces que me sonrojé por cómo me mirabas cuando bajaba las escaleras —reí por lo bajo.
—Todas las veces que me quedé sin habla por lo hermosa que lucías bajando las escaleras —me sonrió.
—Las idioteces que hicimos el día de la borrachera —reí.
—El día que Jane y tú casi me matan creyendo que era un ladrón —rió también.
Y así seguimos nombrando una por una todas las hermosas experiencias que vivimos aquí. Los roces accidentales. Las noches de pelis. Las confesiones de las muertes de nuestros padres. Las fiestas de cumpleaños. Las casi declaraciones en año nuevo y las oficiales tiempo después. Nuestra primera vez y los otros cientos después de esa. Cuando me animó el día del aniversario de la muerte de mi papá. La reconciliación. Los besos, las caricias, los mimos... ¡Joder! Hemos vivido demasiadas cosas juntos en esta mitad del dúplex.
Ya se nos estaban acabando los recuerdos para mencionar y las lágrimas descendían delibaradamente por nuestras mejillas. Hubo un breve momento de silencio en el que ambos nos limitamos a observar la sala de estar y lo poco del resto de las habitaciones que podíamos admirar desde nuestra posición; era duro.
Fue entonces cuando el recuerdo más importante de todos vino a mi mente, ese que no ocurrió en un día ni tuvo hora exacta, ese que no tuvo fecha y sencillamente ocurrió...
—Enamorarme de ti.
—Enamorarme de ti —dijo al mismo tiempo que yo.
Cruzamos miradas de ternura y emoción. Nos estábamos despidiendo del lugar en el que nos enamoramos, pero extrañamente por mencionarlo, el dolor disminuyó un poco. Lo envolví entre mis brazos y él me recibió de la misma manera.
—Nos enamoramos aquí —habló en mi oído—, es nuestro amor de dúplex. Pero ten por seguro que me hubiese enamorado de ti aquí, en Australia o en la luna —nos separamos y acunó mi rostro entre sus manos—. Guardemos todos estos recuerdos para siempre, pero sabes que a donde quiera que vayamos lo haremos igual de especial, porque es el amor que nos tenemos lo que ha logrado esa magia. Y sé que estoy sonando muy cursi, pero...
Lo callé con un beso. No necesitaba escuchar nada más, él tenía razón. Siempre y cuando estemos juntos, cualquier lugar puede ser el nuevo dúplex.
—Ese jodido intercambio de roommates ha sido lo mejor que me ha pasado nunca. Gracias por estos seis meses maravillosos. Gracias por este amor de dúplex, pudín.
—Gracias por este amor de dúplex, mi reina.
Le dimos un último vistazo al que fue el escenario de cada uno de nuestros dramas y desventuras, pero a la vez del nacimiento de lo más fuerte que he sentido jamás.
—Adiós, dúplex —dijimos al unísono.
Hasta siempre, hogar.
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Nuevo capítulooo!!!
La despedida 😔.
¿Qué les pareció el cap.? ¿Divertido, emotivo o ambos?
Besos de Karina K.love 😉
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