Capítulo 63: Devoluciones y pruebas de confianza
Emma
Es oficial, Mauricio Lerman está en bancarrota.
Esta mañana la noticia se hizo pública y no se habla de otra cosa en los pasillos de Union News. Existen pruebas irrefutables de que las malas inversiones que realizó comprometieron seriamente su patrimonio y además ganó deudas con sus socios más importantes, lo cual ha conllevado a que declare bancarrota. Encima se efectuó una denuncia anónima en el departamento de policía de Hale acusándolo de trata de blancas y de posesión de negocios productores de enriquecimiento ilícito. Esto último no se ha comprobado, pero ese monstruo está siendo investigado en base a ello.
Me sentía mal por esto, no por Mauricio, ojalá que encuentren pruebas que lo refundan en la cárcel, sino por Allan. No tengo idea de cómo mi chico va a reaccionar y lo peor, cómo su padre intente llegar a él cuando se vea del todo acorralado. Lo que más me preocupa es que no he hablado con él desde ayer —que fue cuando la noticia fue emitida por el canal— y no sé si todo está en orden.
Cuando mi jornada laboral culminó, me adelanté a todos mis compañeros y corrí hacia la salida. Una vez afuera continué hasta llegar al aparcamiento donde estaban estacionados los autobuses, pero no eran los únicos que se encontraban allí.
—¿¡Qué haces aquí!? —sonreí al verlo caminar hacia mí.
Vestía bastante parecido a como suele hacerlo para trabajar, solo que un poco más formal. Tenía las manos introducidas en los bolsillos de su pantalón y su sonrisa no abandonaba su rostro.
—Nada —se encogió de hombros—. Andaba de paseo por aquí y recordé que mi novia regresa hoy a casa, así que me pregunté: ¿por qué no darle una sorpresa? —me tomó de la cintura, pegándome a él.
—¿Andabas de paseo? ¿A qué viniste a Valery Place?
—Tengo una noticia importante que darte —se mordió el labio inferior un tanto ansioso—. Acepté la propuesta de William Rosen, acabo de firmar el contrato con él que me otorga la presidencia de I. Rosen's por los próximos tres años.
Tardé un minuto en procesar la información, literalmente me quedé inmóvil mirándolo.
¡ALLAN ACEPTÓ!
¡Tres años de contrato!
¡Su padre ya no podrá joderle la vida!
¡AAAAHHHH!
—Em, ¿estás bien? —agitó una mano frente a mi cara.
—Sí-sí —sacudí la cabeza, volviendo a la realidad—, solo estoy sorprendida.
—Y...¿qué te parece? —preguntó con nerviosismo—. Siento no haberte contado antes de aceptar, pero...
—Está bien —lo interrumpí—. Me da mucho gusto que hayas aceptado —lo envolví en un cariñoso abrazo de oso—. Lo vas a hacer increíble, estoy segura.
Me devolvió el abrazo.
—Gracias, mi reina.
Mi reina...adoro que haya vuelto a llamarme así.
Hace una semana que regresamos y aún me parece un poco irreal. La peor etapa de mi vida ha sido ese puto mes y medio, tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos fue una auténtica tortura. Ahora estamos incluso más unidos que antes y por nada del mundo dejaré que nos volvamos a separar.
—¡Esto tenemos que celebrarlo! —chillé al separarnos.
—Vayamos a Wanda's. Carlos, Mery y Vanessa nos están esperando allí.
—¡Genial! Solo déjame ir al autobús a buscar mi maleta, ya sabes, se queda allí desde que salimos del hotel —giré sobre mis pies para dirigirme al vehículo, pero él me detuvo tomándome del brazo.
—No hace falta, tu maleta ya está en la camioneta —se acercó a mi oreja—. Hice un trato con el chófer —susurró.
—Prefiero no preguntar cuál fue el trato.
—Mejor así —me guiñó un ojo antes de tomarme de la mano, llevándome hacia la camioneta.
El trayecto hacia Wanda's fue bastante entretenido. Allan me hizo una especie de tour, indicándome cuáles son los lugares más céntricos, los nombres de las calles principales y varios atajos para que me vaya familiarizando con Valery Place. Aún no me puedo creer que en poco más de un mes viviré aquí. De los nueve condados de Emerald Hills este siempre fue mi favorito, ''La pequeña ciudad de la alegría''. Es tan alegre, cálida y colorida, muy alejado de la insípida y aburrida Hale.
Llegamos al restaurante en menos de diez minutos. Con tan solo poner un pie allí, me puse de mejor humor, eso es justo lo que transmite ese lugar. Lan me guió hacia una mesa en el centro del negocio, tres quintos de Misterio a la orden estaban sentados allí, charlando y riendo animadamente.
Sonreí al instante ante la escena. Carlos y Mery tuvieron una fuerte discusión hace unos días, nunca los había visto distanciados, de hecho cuando supe al respecto pensé que era una broma. Pero ahora ambos están igual de cariñosos y juntos que siempre, son mi pareja favorita, no pueden enojarse. Vanessa por su parte lucía muy risueña, eso me alegra teniendo en cuenta lo bajoneada que estaba hasta hace poco. Según Allan, ella es así. Sin importar lo destruida que esté, jamás lo demostrará, es muy reservada con sus emociones.
—Ya llegó Cenicienta —anunció mi pelinegro mientras movía la silla hacia atrás para mí.
Siempre tan caballeroso, mi puto príncipe azul.
—Hola, chicos —le sonreí, sentándome—. Allan me contó que ahora son socios —llevé una mano a mi pecho—, esta princesa les da la enhorabuena.
—Tú no eres una princesa —objetó mi chico, tomando asiento a mi lado—, eres una reina —besó mi mejilla—. Mi reina.
Un colectivo ''Awww'' proveniente de nuestros acompañantes hizo que me sonrojara.
—Son pura miel —negó con la cabeza la pelirroja—. Me asquearía, pero esperé demasiado a que volvieran como para hacerlo.
—Imagínate cómo nos sentimos nosotros que además de verlos separados tuvimos que soportar que no admitieran que se gustaban —le comentó Carlos—. ¿Sabías que en año nuevo cuando volvieron al dúplex los dos estaban dispuestos a declararse, pero no lo hicieron porque...?
—¡Carlos! —lo regañó Allan, interrumpiéndolo.
—Nunca me dejas terminar los jodidos chismes —se cruzó de brazos, quejándose como niño pequeño.
—Tranquilo, cariño —su novia le dio un tierno beso en la mejilla—. Ya tendrás la oportunidad de contarle cuando Allan no esté.
Mi chico negó con la cabeza mientras Vanessa y yo reíamos y Carlos le devolvía el beso a Mery. Esos dos hacen una pareja demasiado linda.
—Me alegra que ya estén bien —les sonreí.
—Si pudimos superar el partido de los Tigres de Valery Place contra los Tiburones de Phealls en la Liga Ámbar de hace dos años, podemos superar lo que sea —suspiró Mery.
—¿Qué tiene que ver el fútbol con su relación?
—Charlie acabará contándote tarde o temprano, pero por hoy no quiero recordar ese día tan nefasto —se lamentó mi chico.
Escuché una algarabía unos pocos metros detrás de nuestra mesa y al echar un vistazo me percaté de que se trataba de Wanda que venía corriendo hacia nosotros.
—¡Emma! —chilló al llegar y me abrazó hasta dejarme sin aire—. Creí que el animal de mi ahijado nunca te traería de nuevo. Te extrañé.
—Y yo a ti, Wan —alcancé a decir, quedándome casi sin aire—, pero necesito que el oxígeno llegue a mis pulmones.
—¡Ay! —me soltó—. Lo siento, cariño. ¡Es que estoy muy emocionada porque regresaron al fin! —chilló y acto seguido le propinó un servitellazo a Allan—. ¡Y tú ve a buscar eso antes de que te lance un sartén por tardarte tanto en perdonarla!
—Ok —obedeció mi chico entre risas, levantándose de su silla, la cual su madrina ocupó un segundo después.
—¿Qué es eso que tiene que buscar? —murmuré cuando mi pelinegro estuvo lo suficiente lejos.
—Lo sabrás dentro de poco —sonrió Carlos.
—¿No piensas contarme el chisme? —fingí estar ofendida.
—Allan me amenazó con contar uno de mis secretos, con una amputación de huevos como bono extra. No pienso arriesgarme.
Wan se inclinó sobre la mesa y le dio repetidos golpes en la frente a su hijo, haciéndonos reír.
—Nada de palabrotas en la mesa. ¿Cuántas veces debo decírtelo?
—¡Mamá! ¿Quieres dejar de avergonzarme?
—Soy tu madre, mi deber es avergonzarte.
Las chicas y yo nos reventamos de la risa y poco después regresó Allan. Le pregunté qué era eso que Wanda le envió a buscar, pero me esquivó diciendo que no era nada importante. Wan se ausentó durante un rato para luego regresar con un postre para cada uno de nosotros: pastelillos de fresa para Vanessa, bombones de chocolate para Carlos, tiramisú para Mery e icónicamente un pudín para Lan y para mí.
Pasamos gran parte de la tarde entre risas y planes para cuando nos mudemos para este condado. Lan y Charlie, al ser los locales, nos mantenían muy bien informadas. También recibimos varias amenazas de muerte vía mensaje por parte de Jane ya que la ''abandonamos'' con Brook en Johnson y el ''rubio insoportable'' no la deja vivir. Cerca de las 5:00 p.m. nos despedimos tanto de Wanda como de los chicos antes de salir del local.
—¿No vamos a casa? —cuestioné al notar que estábamos tomando la ruta contraria a la que nos lleva a Johnson.
—Quiero llevarte a un último lugar antes de regresar —apartó la vista del camino para sonreírme levemente—. Hay alguien a quien quiero que conozcas.
Me detuve durante un segundo a pensar de quién podría tratarse. El círculo de amigos de Allan es bastante cerrado y, aunque no conozco a sus viejos amigos de aquí, no creo recordar a alguien tan importante a quien quisiera presentarme.
—¿Vive muy lejos?
—No mucho, pero su hogar no es precisamente el más bonito. No te asustes cuando lleguemos.
—Sabes que si me dices que el lugar provoca miedo, me voy a asustar, ¿verdad?
Soltó una leve risilla.
—Punto a tu favor.
El resto del camino continuó únicamente con el sonido de la radio de fondo. Lan tenía el ceño un tanto fruncido, parecía estar pensando algo y de inmediato me vino a la cabeza la noticia de su padre. Quise comentarle algo al respecto, pero eso estropearía la atmósfera y Mauricio Lerman no merece tanta atención.
Al llegar me quedé en shock. Al instante algo en mi cabeza hizo clic y entendí a la perfección a quién me presentaría...solo que no me lo esperaba para nada.
—Sabía que esta sería tu reacción —comentó mientras me ayudaba a bajar de la camioneta.
—Yo...no lo vi venir —dije, observando el tétrico lugar.
—Definitivamente no es el mejor lugar para una cita —bromeó intentando alivianar el ambiente, le sonreí para hacerlo sentir mejor.
En la entrada se encontraba un señor vendiendo ramos de flores, de diferentes tamaños y con distintas variedades y tipos de arreglos. Allan eligió un ramo mediano de rosas amarillas bastante llamativas y relucientes, haciendo contraste total con el sombrío cementerio.
Me tomó de la mano, guiándome hacia el interior del enorme lugar. Los cementerios no son mi destino turístico favorito, pero tampoco me incomodan ni me generan esos escalofríos que experimentan la mayoría de la gente. Visitar religiosamente uno al menos diez veces al año durante trece años seguidos hace que lo veas como lo que es, un espacio donde descansan los restos de nuestros seres queridos fallecidos, solo eso.
Caminamos un poco hasta detenernos frente a una tumba muy diferente al resto. En la estructura no se diferenciaba mucho a las otras, pero la lápida era de cristal y dentro de la misma figuraba una fotografía de una mujer en sus treintas con el cabello negro azabache y unos rizos esectaculares, unos ojos grises hipnotizantes y una sonrisa que solo otra persona que conozco tiene: Allan. Después de ver esa imagen no hacía falta mayor presentación, pero aun así mis ojos viajaron a la inscripción; Jude Michealson.
Lan se inclinó para depositar el ramo de flores en el interior de un jarrón de marmol que yacía al lado de la lápida que también tenía una inscrpción: ''En memoria de una mujer alegremente excepcional''.
—Hola, mamá —comenzó a decir mi chico en un hilo de voz que amenazaba con romperse en cualquier momento, tomé su mano para darle apoyo—. Sí, ya sé que llevo un tiempo sin venir y lo siento, no tuve mi mejor temporada, pero aquí estoy.
Apoyé mi cabeza en su hombro a la vez que acariciaba su brazo, esto es muy difícil para él y quiero que sienta que estoy aquí para lo que necesite.
—¿Sabes? Había olvidado contarte, pero encontré a mi chica ideal. Y sí, está aprobada por Carlos, la tía Wanda y me sorprende que no hayas bajado tú también a darle la bendición.
Reí ante su comentario. Veo muy tierno que hable con ella como si estuviésemos compartiendo un café en el tablero del chisme, sé lo que siente querer conectar un poco más con alguien que ya no está.
—Esa chica —sonrió— ...es todo lo que siempre buscamos y más. Posee todos los adjetivos buenos del diccionario excepto que a veces se deja llevar por la primera impresión en lugar de escucharme —dijo esto mirándome y con cierto tono de reclamo—. Pero lo que más te gustaría de ella es lo feliz que me hace.
Con tan solo escuchar esa frase del final, mi corazón dio un vuelco de emoción y mis lágrimas amenzaron con salir. Él también me hace feliz a mí, muy feliz, pero este es su momento con su madre y no voy a arruinarlo.
—Recuerdo que una vez dijiste que el mayor poder que tiene alguien sobre otra persona es amarlo, que puede arreglarte o destruirte, pero te hará sentir vivo cada día de tu vida —se giró hacia mí y me tomó ambas manos—. Tú eres esa persona para mí, Emma. Eres quien ha sabido reconstruirme y hacerme añicos, pero no hay nada que me haga sentir más vivo que amarte y eso implica que hagas lo que hagas, mis sentimientos no van a cambiar.
Esto es demasiado hermoso.
—Por eso quiero devolverte algo que te pertenece tanto como te pertenezco yo —rebuscó algo en uno de los bolsillos interiores de su chaqueta negra hasta sacar un pequeño aro de plata.
¡No puede ser!
El anillo...
Tierra, este es un buen momento para tragarme, ¿sabes?
—No es una pedida de matrimonio, pero...nada me haría tan feliz como verte usando este anillo de nuevo.
Ay no.
Tomó mi mano derecha y la alzó para colocarme el anillo. Como acto reflejo me solté de su agarre y cerré su mano en un puño, conteniendo el aro dentro.
—No puedo aceptarlo, Lan —murmuré a lo que él me miró con una expresión entre sorprendido, confuso y dolido—. No es que no lo quiera —repuse para que no se hiciera ideas equivocadas en la cabeza—, es solo que...después de arrojarlo como lo hice no me siento merecedora de conservarlo, eso es todo.
Esbozó una sonrisa de alivio.
—Aquí quien dice si eres merecedora de conserverlo o no soy yo, y te lo estoy entregando —acarició con ternura mi mejilla—. Emma, el anillo representa que eres la chica que he estado buscando desde los 13 años, la única a la que realmente he amado y aquí, frente a mi madre, te lo estoy obsequiando por segunda vez porque es tuyo.
—Yo...
—Mira, da igual si lo llevas o no, yo te amo y tú me amas a mí. Esto es...una especie de recordatorio. Quiero que siempre que lo veas, recuerdes todo lo que siento por ti y que siempre que yo te lo vea puesto, recuerde lo afortunado que soy por tenerte.
Para estas alturas ya estaba llorando de alegría. Mi novio es único e incomparable y está aquí re-obsequiándome su tesoro más preciado porque me ama a pesar de que no merezco volver a verlo siquiera. No puedo negarme.
—Gracias, pudín.
—¿Eso es un sí? —asentí y casi de inmediato me colocó el anillo en el dedo índice de mi mano derecha como la vez anterior.
—Si así me entregas el anillo de la chica ideal, no me imagino qué sorpresas me esperan cuando me entregues el de compromiso —sonreí observando el hermoso aro plateado adornando mi mano.
—Me luciré, ya verás —me guiñó un ojo—. Pero prometo no volver a hacerlo en un cementerio, es un poco tétrico —rió, nervioso.
Me giré hacia la tumba de Jude y sonreí ampliamente.
—Gracias, Jude, por traer al mundo a este chico maravilloso —él se posicionó detrás de mí, abrazándome—. Estoy segura de que estás tan orgullosa de él como todos los que lo queremos —observé el hermoso accesorio de mi mano—. Prometo cuidarlos, a ambos, y hacerle honor en tu nombre.
Nos quedamos allí un rato más. Allan me explicó porqué le lleva rosas amarillas a su madre, resulta que era su flor favorita al igual que el amarillo su color predilecto. También que Jude era la personificación de Valery Place: alegre, espontánea, divertida y que iba por la vida irradiando luz a su paso. Un dato curioso es que en la ciudad cada condado es representado por un color y el amarillo es el de este, justamente por su alegría.
A Lan también se le escaparon varias lágrimas contándome anécdotas de cuando se mudaron cuando él era pequeño y las aventuras que vivió con Carlos y Brook desde el día en que se conocieron. Me alegraba que, a pesar de que el recuerdo de su madre aún le duele, ya no se cohíbe para hablar de ello.
Aproximadamente una hora después, nos despedimos de Jude antes de salir del cementerio. Sin duda alguna ella fue una mujer extraordinaria, me gustaría haberla conocido...
(...)
—¿Sí? ¿En serio? —rió mi chico ante lo que sea que le esté diciendo una persona del otro lado de la línea teléfonica.
—¿Quién es? —pregunté al sentarme a su lado en el sofá.
—Una chica —me respondió descaradamente y mis celos afloraron, pero me contuve—. ¿No te interesa saber su nombre? —inquirió, provocándome obviamente.
Apreté mi mandíbula y a duras penas logré esbozar una sonrisa fingida.
—No, para nada —dije entre dientes.
Llevamos tres día así desde que casi armo una escena de celos en el supermercado, no me juzguen, había una chica insinuándosele a mi chico acerca de sus "peras" y no estoy hablando de frutas. Estuve a punto de arrastrar de los cabellos a esa tipa y de cantarle las cuarenta a Allan por no dejarla hablando sola, pero recordé que en teoría estoy ''a prueba'' y quiero demostrarle a mi novio que confío plenamente en él.
En base a mi renuente actitud a demostrar mis celos, mi chico se ha valido de todo tipo de artimañas para molestarme repetidas veces con la intención de que, tarde o temprano, explote.
—¿Oíste, Vane? —rió para ella ignorándome de cierta forma, pero al saber que se trata de la pelirroja me relajé, ya no tengo ninguna inseguridad al respecto—. Lo está tomando con mucha...interesa —se burló—. ¿En serio? ¿Una pool party en la hermandad Kappa Gamma Omega? ¡Claro que voy!
¿¡La hermandad Kappa Gamma Omega!? ¿¡Las putas esas!? ¿¡Y encima una pool party!?
¡NI DE PUTA BROMA!
—Mi reina, no te molesta que vaya, ¿no? —preguntó con la inocencia más fingida que existe.
¡Claro que me molesta, cabrón!
—No, mi amor —apreté mis puños, tanto que mis uñas se clavaron en mis palmas—. Confío en ti.
Pero no en las putas esas.
Y voy a matar a Vanessa de la forma más sangrienta y despiadada que las pelis de terror disponibles en Netflix me puedan ofrecer.
—Vale, Vane —sonrió antes de pasarme el móvil—. Te llama la perris.
Tomé el teléfono bajo su mirada burlona, ahora no puedo amenazar de muerte a la pelirroja con él mirándome.
—Hola, fresita.
—Primero que todo, no me mates —habló con rapidez, haciéndome reír—. Segundo, no invité a Allan a ninguna fiesta y solo te está molestando. Le dije que no quería formar parte de su jueguito, pero como ya notaste, encontró la manera de usarme igual.
Asesiné con la mirada a mi chico quien parecía tener una dura batalla interna para no reírse.
—Gracias por decirme, perris.
—Sabes que estoy de tu lado. Nos vemos esta noche en Aquarius, ¿ok?
Aún estoy dudando si debo ir o no al trabajo de Allan donde abundan las tiburonas listas para lanzársele encima. No estoy preparada para eso.
—Allí te veo. Bye.
—Bye.
Le tendí el teléfono a mi risueño novio, aguantándome las ganas de golpearlo con lo primero que encuentre.
—La cena está lista —gruñí entre dientes lo que vine a decirle en un inicio.
—¿No vas a decir nada con respecto a mi bromita? —jugueteó con su teléfono, sonriéndome.
Te estás ganando un sillazo, pudín.
—No, de hecho me pareció gracioso.
Pff, eso no se lo cree nadie.
—¿En serio? Entonces te vas a reír de lo lindo esta noche. Alquilaron la zona VIP del bar para una despedida soltera y quieren que yo sea el bartender.
¿¡Pero qué mierda!?
Contrólate, Emma.
—¡Qué bien! Eso significa que te van a pagar muy bien.
—Claro —sonrió coquetamente—. Con los striptease se gana muy bien en propinas.
¡TÚ SOLO PUEDES HACERME STRIPTEASE A MÍ, LERMAN!
—La cena se va a enfriar, vamos a comer.
Me levanté y casi huyendo de él, llegué a la cocina. Apenas tuve tiempo de sentarme cuando apareció detrás de mí, lo miré por encima del hombro con mi mejor expresión indiferente.
—¿Por qué no admites que estás celosa? —se cruzó de brazos.
—Porque no lo estoy.
Bien, ahora repítelo hasta que te lo creas.
—Sí lo estás. Lo que no entiendo es porqué no lo admites, siempre lo has hecho.
—No voy a admitir algo que no siento.
—No lo sientes, ¿eh? —asintió con una expresión maliciosa en su rostro, eso no puede significar nada bueno—. Entonces voy a seguir provocándote.
¡Mierda!
Me giré quedando frente a él, mala idea ya que quedé acorralada entre su cuerpo y la mesa.
—Es muy divertido hacerte esto, ¿sabes? —murmuró en mi oído.
Cabrón.
—Pero también es muy sexy ver cómo reaccionas.
Oh-oh.
Se agachó frente a mí y me despojó de mi ropa interior, dejándome solo con la camiseta suya que llevaba puesta, se me ha hecho costumbre usarlas.
—¿En serio, Lerman?
—Voy a regresar muerto y tú borracha, si vamos a hacerlo, debe ser ahora —estrujó mis bragas entre sus manos antes de lanzarlas lejos—. Así que sí, en serio, Wilson.
Me tomó de la cintura para luego depositarme sobre la mesa. No voy a negar que su repentina excitación me gustaba y que era una buena escapatoria de su interrogatorio.
Le quité la camiseta por encima de la cabeza antes de devorar sus labios. Así pretendía sacar toda mi frustración, con besos y haciendo el amor. Buena táctica, ¿no creen?
Allan atacó mi cuello dejando a su paso los besos más eróticos que me han dado nunca en dicha zona. ¡Joder! Yo por mi parte me deshice de sus shorts y sus bóxers quitándoselos en un tirón antes de que su animado amigo apareciera ante mis ojos. ¡Doble joder!
Lo tomé de la nuca para guiarlo de regreso a mi boca. Él mientras tanto introdujo sus manos dentro de mi camiseta hasta llegar a mis pechos, una vez allí los masajeó y apretó a su antojo.
—Allan, por favor —rogué entre cortos gemidos, necesito a este hombre entre mis piernas, ¡ya!
—¿Por favor qué? —mordisqueó el lóbulo de mi oreja lentamente, estaba dilatando el asunto y no se lo voy a permitir.
—No te hagas el tonto, sabes qué —comencé a repartir besitos en su cuello, si yo estoy al borde del colapso, él también debe estarlo.
—Tú no admites que estás celosa, ¿por qué yo debería entender a qué te refieres?
Me aparté de su cuello para mirarlo fijamente a sus juguetones ojos grises, sé lo que está haciendo y no me gusta.
—Escúchame bien, Lerman. En este instante me vas a penetrar hasta el cansancio o de lo contrario te voy a lanzar al suelo y me voy a encargar yo de tomar las riendas. Como tú dirías, o cooperas o te violo.
Sonrió sugerentemente antes de tomarme de la cintura y acercarme más a él.
—Yo coopero.
Sentí la gloria absoluta cuando se hundió en mí lenta y deliciosamente, él quería que disfrutara de cada milímetro y sin duda lo logró. Envolví mis piernas alrededor de su trasero y enterré mis uñas en su espalda. A pesar de que me embestía a un compás lento, las oleadas de placer me estaban llevando al cielo.
¡Santo Dios!
Atrapé sus labios con los míos callando los gemidos de ambos, o bueno, no mucho. El ritmo estaba acelerando y el placer in crescendo, tanto que tuve que apartarme del musculoso cuerpo de Allan para apoyar mis manos en la mesa. Nuestros gemidos y el sonido de ambos cuerpos chocando en perfecta sincronía era todo lo que se escuchaba, en ese lapso de tiempo lo único en mi mente era el deseo de que se moviera más rápido, y así lo hizo.
—¡Allan, Dios! —jadeé al llegar al punto máximo del placer, él llegó un segundo después de mí llenándome por completo de...
—¡Carajo! —maldijo, apoyándose en la mesa, apenas había recuperado el aliento—. Olvidamos los putos condones.
—No te preocupes, estoy tomando la píldora —enarcó una ceja no del todo convencido con mi respuesta—. Y para que estés tranquilo también me voy tomar la pastilla del día después, ¿contento?
Asintió y acto seguido me dio un corto beso. Se dirigió hacia las estanterías y pude divisar su espalda adornada con arañazos —que yo le ocasioné— antes de que regresara con un enorme rollo de papel higiénico.
—¿Vieron, Allana y Enmanuel? Papi no los quiere —bromeé con un puchero formado en mis labios mientras acariciaba mi vientre.
—Sí los quiero, solo que no ahora —sonrió mientras desprendía una hoja del papel higiénico, me sorprendí cuando noté que en lugar de utilizarlo para limpiar su zona íntima, o la mía, lo dirigió a mi mano derecha, la había metido dentro del bowl con los spaguettis de la cena.
Tierra, amiga, ¿estás disponible?
—Con razón no los quieres ahora, su mamá es un desastre —me burlé de mí misma.
—Puede ser —depositó un tierno beso en mi frente—, pero amo a ese desastre —continuó despojando mi mano de los rastros de pasta—. Y será una excelente mamá para...un momento —me miró—. ¿¡Dijiste Allana y Enmanuel!?
—Sí —me encogí de hombros—. Quizás, solo quizás, me estén comenzando a gustar los nombres.
—Sabía que Jane y yo lo lograríamos —sonrió victorioso.
—Dije quizás.
—Con eso me basta. Dentro de un par de años nacerá la pequeña Allana y tiempo después, Enmanuel.
—¿Qué te hace pensar que Allana vendrá primero?
—Una corazonada.
—Ok, hombre de corazonadas. ¿Cenamos o nos duchamos?
—Nos duchamos, estamos asquerosos y los spaguettis están aplastados. Todo es tu culpa.
—¿Mi culpa? —fingí estar ofendida.
—Sí —dramatizó—, primero me provocas llevándome a hacer el amor sudorosamente y no conforme con eso arruinaste la cena. Eres una arpía.
Entorné los ojos en su dirección.
—Así que no quieres mi cena, pero sí ducharte. Ok —tomé un puñado de los aplastados spaguettis—. Te daré más motivos para que así sea.
Y...se los lancé. Pero no paré ahí, restregué los fideos sobre todo su torso desnudo. No le hizo mucha gracia y repitió mi acción dando lugar a una infantil guerra de comida. Para cuando me di cuenta, estábamos ambos tirados en el suelo bañados en salsa y fideos.
Me recosté de lado, apoyando mi cabeza en mi mano.
—Te queda bien el rojo salsa, ¿sabes?
—Muy graciosa, Cenicienta —me tomó de la cintura y en un movimiento rápido me subió a su torso.
Me quedé como tonta observando su sonrisa, incluso con una capa rojiza de salsa sobre su cuerpo sigue luciendo así de tierno y sexy a la vez. Se inclinó para besarme y gustosa lo recibí.
—¿Qué tal si...?
—¡Nada de segundo round! —lo interrumpí—. Vamos a limpiar esto, nos ducharemos y ve pidiendo la pizza que eso es lo que vamos a cenar.
—¿Mezcla explosiva?
—Mezcla explosiva.
(...)
—Mery, ¿crees que me rebajen la sentencia en el juicio por asesinato si alego que lo maté por celos?
Mis tres amigas me miraron con expresiones de desconcierto.
—No, de hecho por eso podrían aumentártela o enviarte a un hospital psiquiátrico —respondió la rubia antes de darle un sorbo a su trago.
Bien, les contaré qué mierda pasa aquí.
Desde que llegamos a Acuarius no han parado de abalanzárseles zorras a mi novio y me estoy muriendo de los celos. Ok, mi novio es guapísimo y siempre tendrá a babosas a sus pies, puedo lidiar con ello. También es bartender y su imagen atractiva atrae más clientes, en especial femeninas, y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.
Hasta ahí vamos bien, el puto problema inicia cuando Allan no solo les da conversación y les sonríe con cortesía sino que encima les habla al oído, les da su número y lo peor, ¡les dice que no tiene novia! ¡Está actuando como el jodido playboy que una vez fue y no lo soporto!
—Emma, controla tus celos —me dijo Vanessa en un tono cansado, desde que nos sentamos en esta mesa hace como veinte minutos no he parado de quejarme.
—No estoy celosa —gruñí, cruzándome de brazos.
—Sí, claro —bufó sarcásticamente Jane—. Y a mí no me gusta Brook.
¿¡What!?
—¿¡Te gusta Brook!? —preguntamos Mery, Vanessa y yo al unísono.
—Claro que sí, es bastante obvio.
—¿Y por qué mierda lo rechazas? —preguntó su gemela.
—Me estoy dando a desear. Si se la pongo tan fácil, seré una más en su lista de conquistas y yo valgo mucho más que eso. Además, no estoy segura de querer algo serio o exclusivo con él, no sé si me entienden.
—Yo te entiendo —rió Vanessa—. Lo quieres y no lo quieres. O sea, lo necesitas a tus pies, pero no demasiado cerca y tampoco quieres que pierda el interés en ti o que otra chica sea su nuevo objetivo a perseguir.
—Exactamente eso —chasqueó la lengua.
Y pensaba que yo era complicada, mi amiga me gana y por mucho.
—Pues entonces tú y tu hermana deberían ir a la barra —sugirió la pelirroja, mirando por encima de nuestros hombros—, hay dos buitres acechando a sus chicos.
—¿¡Qué!? —exclamaron ambas gemelas antes de girarse para mirar y salir corriendo hacia la barra.
—Y tú no mires —me advirtió—, Allan tiene toda una bandada encima y temo por su vida si lo ves.
Utilicé el poco autocontrol que me quedaba para no volterme y me tragué de un solo sorbo el contenido de mi copa, mientras más rápido el alcohol inunde mi sistema, mejor.
—A ver, conozco a Allan lo suficiente como para saber que esto lo está haciendo para molestarte y esas chicas no le interesan en lo más mínimo. Pero lo que no entiendo es porqué lo soportas. Sabes que si vas y le dices ''estoy celosa'', él dejará el jueguito, ¿verdad?
—Sí, lo sé.
—Entonces qué haces torturándote sin motivo.
—Sí tengo un motivo, quiero demostrarle que confío en él y que ningún malentendido u obstáculo va a hacer que vuelva a dudar de su palabra.
—¿Y él sabe que te estás sometiendo a esta...prueba de amor? —frunció el ceño, confundida.
—No.
—¡Díselo!
—No quiero que él lo vea como una prueba, solo que se dé cuenta de que confío en nosotros.
—Creo que lo estás enfocando mal —colocó su copa sobre la mesa—. Allan no necesita una prueba de confianza, solo necesita que confíes y algo me dice que te está provocando tanto porque muere porque admitas que estás celosa.
—Eso es justamente lo que quiere.
—Entonces dale el gusto y cuéntale todo lo de tu plan de confianza. Allan te seguirá amando de todas formas, lo sabes. Eres una chica increíble y no tienes que aguantar que esas urgidas se le ofrezcan a tu chico.
Wow, Vanessa es todo lo contrario a la imagen que tenía de ella hace un par de meses atrás.
Lo cual me hizo preguntarme...
—Vanessa...¿por qué al principio cuando nos mudamos al dúplex eras tan mezquina conmigo? Era como si te sintieras superior a mí, pero ahora no actúas así en lo absoluto.
Suspiró—. ¿Te soy sincera? —se mordió el labio inferior, lucía...¿avergonzada?—. La verdad es que te tenía envidia.
¿¡Que ella qué!?
—¿¡En serio!?
—¡Sí! —rió, nerviosa—. El idiota de Dave solía...compararme contigo. Ya sabes, cosas como que eres más voluptuosa o que solías ser más servicial y atenta con él, algo que yo nunca he sido con nadie.
—¡Imbécil! Esas comparaciones absurdas golpean el ego de cualquiera y tú no tenías que cumplir con sus expectativas ridículas.
—Yo no lo vi así en el momento, y todo empeoró cuando noté que Allan se estaba enamorando de ti. No me malentiendas, no eran celos de ex, solo que ya era bastante jodido que Dave me comparara contigo y que encima mi ex se interesara en ti.
—Claro, entiendo —asentí.
—Por eso era tan pesada contigo, digamos que estaba a la defensiva. Siento haber sido tan antipática.
—No tenía idea de nada de esto. Siempre te he visto como una chica que es guapísima y es consciente de ello, con una autoestima por los cielos.
—Así es la mayor parte del tiempo, pero ya ves, todos tenemos inseguridades —sonrió y miró por encima de mi hombro—. Hay una zorra peliazul con claras intenciones de besar a tu chico, yo que tú gritaría el ''¡Corte!'' en esa escena de mala muerte.
—Gracias, perris.
Tomé una de las copas llenas que habían dejado las gemelas y caminé como la diva que puedo llegar a ser con destino a la barra. En efecto, una chica peliazul con cuerpo de delfín y con un vestido de la misma tonalidad de su cabello que no le favorece para nada, estaba casi saltando sobre la barra para besar a mi chico. Él la estaba esquivando, pero al verme aproximándome, me sonrió con malicia y le permitió el paso a la chica. Antes de que ese putón de acuario lo besara, llegué a la barra y ''accidentalmente'' les arrojé mi bebida a ambos en sus rostros.
—Ups, lo siento —fingí inocencia.
—Fíjate bien en lo que haces, perra borracha —ladró la cuerpa-delfín, la verdad es que me hizo reír.
Le sonreí con falsedad.
—Fíjate bien antes de besar a mi novio, zorra.
La chica se descolocó al instante y compartió miradas con Allan, el cual le lanzó una mirada apenada.
—Lo siento, linda.
Una berrinchuda peliazul se fue quejándose y sin perder el tiempo me senté en uno de los taburetes frente a MI chico.
—¿Qué fue eso? —cuestionó, secándose el rostro con una servilleta.
—Protección de territorio.
—A mí me parecen celos claros.
—¿Pretendes que me quede sentada viendo cómo te dejas besar por delfines? No, cariño. No estamos en el Caribe.
Se apoyó en ambas manos sobre la barra, está exhausto y no de trabajar.
—Llevo provocándote toda la maldita noche. He dejado que me coquetéen. Les di mi número, uno falso, pero se los di. Incluso negué tener novia. ¡Ya no sé qué más hacer! ¿Por qué mierda no admites que estás celosa?
—Porque... —titubeé—. Porque no quiero que pienses que no confío en ti.
—¿Qué? —apoyó los antebrazos en la barra, esta vez mirándome como si hubiese hablado en otro idioma.
—No creo que sea justo que vivas esperando que a la más mínima situación comprometedora yo lo voy a malinterpretar todo y acabaremos peleados. Eres un chico demasiado atractivo y siempre tendrás a delfinas y a todo el puto zoológico detrás de ti, por lo tanto nunca faltarán situaciones comprometedoras.
—Como la chica del supermercado el otro día —dedujo, a lo que asentí como respuesta—. Por eso no me hiciste la escena ese día ni ningún otro hasta ahora, crees que los celos son una muestra de desconfianza y quieres demostrar que confías en mí.
—Sí, es que... —no terminé de hablar porque él estampó la cara contra la barra, riéndose a carcajada sonora—. ¿De qué te ríes?
—De que esto es muy tonto —levantó la cabeza dejándome ver sus ojos grises inundados en lágrimas producto de la risa—. Tú eres tonta.
—Wow, qué apodo tan hermoso para la futura madre tus hijos —reí con sarcasmo.
—Es que no puedo creer que la base de todo sea eso —rió y acunó mi rostro con sus manos—. Primero no tienes que demostrarme nada ni tragarte tus celos. No necesito una prueba para saber que confías en mí, aunque debo admitir que todo esto me lo dejó bastante claro. Y segundo, yo amo que me celes, adoro hacerte enojar. No me prives de tus escenitas, por favor.
Mi novio no puede estar muy bien de la cabeza.
—Cuidado con lo que deseas, Lerman.
—Haz lo que consideres apropiado para dejarle en claro a todo Aquarius que soy todo tuyo.
Ay, pudín, no tienes idea de lo que acabas de autorizar.
—Que conste que tú lo pediste.
Me subí a la barra bajo la mirada expectante del pelinegro. Me paré y con un silbido llamé la atención de gran parte de los presentes.
—Su atención, por favor —pedí en un tono cordial.
—Ayayay —rió por lo bajo mi novio detrás de mí.
—Solo quería informarles que este barman que ven aquí —lo señalé y él saludó amistosamente con su mano a nuestros espectadores—, es mi novio. ¡Mío, señoras y señores! Lamento a todas a las que ilusionó esta noche con números falsos y coqueteos tontos, en serio lo siento. No quiero a ninguna sanguijuela pegada a él de nuevo, les informo que tengo un récord penal bastante extenso y estoy en libertad condicional, así que no me reten —sonreí falsamente—. Fin del comunicado, regresen a lo suyo.
Me giré hacia mi pudín que estaba desarmándose de la risa y con su ayuda bajé a su lado detrás de la barra.
—Me van a despedir por tu culpa —rió, acercándome más a él.
—Qué mal —hice un puchero ''inocente''—. Ahora tendrás que vivir únicamente de tu herencia millonaria, pobrecito. Aunque pensándolo bien, me conviene que pierdas el trabajo.
—Eres una celosa de lo peor —sonrió.
—Bienvenido a tóxicolandia.
—Ven aquí, celosa tóxica —murmuró antes de besarme tan dulce, pero posesivamente como solo él sabe hacerlo—. Tú también eres solo mía, ¿eh? Que te quede claro.
—Creéme, lo tengo muy claro.
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Nuevo capítulooo!!!
Allan le devolvió el anillo a Emma, ¿qué opinan?
Celos en acción, ¿qué les pareció?
Cap. dedicado a mis polluelas, sé que lo necesitaban.
Besos de Karina K.love 😉
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