Capítulo 62: Rutinas y decisiones

Allan

¿Recuerdan cuando dije que Emma y yo nos quedaríamos acuartelados en casa las dos semanas que nos quedan? ¡Pues a la mierda se fue el plan!

Nuestra mágica burbuja de amor renovado fue pinchada por la aguja de nuestras responsabilidades. Sí, ya sé que estoy sonando muy dramático, pero es así. Aunque queramos no podemos faltar a la uni, Emma no puede ignorar Union News ni su trabajo en la tienda y yo tampoco el mío en el bar.

Por estos deprimentes motivos hemos acordado disfrutar al máximo las horas libres que nos quedan. Y creo que me pasé disfrutando y en especial con el máximo por cómo mi novia acaba de entrar a la cocina. Tiene ambas piernas encorvadas hacia los lados como si el más leve roce entre ellas la fuera a matar y suelta unos disimulados quejidos de dolor.
Lo peor del caso es que me está aniquilando con la mirada y por alguna razón me causa demasiada risa, aunque intento disimularlo.

—¿Por qué...? —me llevé el dorso de la mano a la boca para evitar reírme—. ¿Por qué estás caminando como un pingüino? —se me escapó una pequeña carcajada.

La mirada asesina que tenía hace unos segundos se transformó en algo peor, parecía una psicópata que estaba a punto de matarme de una forma tortuosa y dolorosa. Suspiré de alivio por tener yo el cuchillo en mano ya que estaba haciendo una ensalada antes de que llegara.

—¿Que por qué camino así? —dijo entre dientes acercándose a mí, solo la encimera nos separaba—. ¿¡Cómo te atreves a preguntarlo, abusador de mierda!? —gritó histérica a diferencia del tono ''calmado'' de hace unos segundos.

No te rías, Allan.

No te rías, Allan.

A la mierda, ya me estoy riendo.

—¿¡Te estás riendo, Allan Lerman!? —espetó, insultada.

—Tú me pediste que te diera duro —me excusé entre risas.

Y, señoras y señores, acabo de cavar mi propia tumba.

Sin previo aviso, se abalanzó sobre mí tanto como la encimera se lo permitió, pero al ver que desde esa posición no podría golpearme como quería, la rodeó con rapidez.

—¡Eres un imbécil! —comenzó a darme repetidos puñetazos en el pecho que no dolían para nada—. ¡Primero me dejas caminando como Bambi y después tienes los huevos de reírte en mi cara!

¡Qué divertido es esto!

—Es que no entiendo porqué te enojas —la sostuve de las muñecas—. Antes de quedarte dormida parecías muy satisfecha con mi trabajo.

—¿¡Y acaso crees que la tienes pequeña!? ¡Tienes como veinte centímetros allá abajo!

—Son más de veinte —dije por lo bajo, pero me escuchó y eso la enfureció más.

Comenzamos una divertida persecusión por la cocina, yo corriendo por mi vida entre risas y ella con un sartén en mano como Rapunzel en la película Enredados.

—¡Te voy a denunciar por violencia doméstica! —amenazó.

—No cuenta como violencia doméstica si lo disfrutaste, la policía pensará que solo fue un juego sadomaso que no salió como esperabas.

—¡No me contradigas cuando estoy en modo Bambi!

—Para estar en modo Bambi, corres muy rápido.

Y así entre gritos, defensas y persecusiones como las de Tom y Jerry, transcurrieron unos cuantos minutos. No sé cuántos con exactitud, solo sé que ambos estábamos muy exhaustos y acabamos sentados sobre la mesa aún sin poder respirar con normalidad.

—Siento que corrí un maratón —jadeó ella, llevándose una mano al pecho.

—Y yo —jadeé igualmente—. Estoy fuera de forma.

—Perfecto, así será más fácil atraparte cuando empieces a correr otra vez.

—Firmemos la paz, mi reina —hice un puchero intentando suavisarla—. ¿Qué tal si te hago un masaje?

—¿¡Después de todo esto aún tienes ganas de meterme mano!? —me dio un sartenazo en la parte posterior de la cabeza que sí me dolió—. ¡Idiota!

—Te ofrezco sexo oral para calmar el dolor, ¿y así me lo pagas? —bromeé, sobándome la zona impactada.

—Me hubieses ofrecido una pastilla para el dolor, maldito pervertido —otro sartenazo, ahora entiendo porqué Rapunzel noqueó con tanta facilidad a Eugene.

—Oh, vamos —la codeé—. ¿Me vas a negar que te gusta la idea?

Fingió estarlo pensando y me lo hubiese creído de no ser porque su lindo rostro se tiñó de rojo, fácilmente podría hacerle competencia al cabello de Vanessa.

Pervertida.

—Ok —bajó de la mesa y se posicionó frente a mí—, pero tu amigote —señaló mi entrepierna— no va a volver a entrar en mí en una larga temporada, ¿entendido?

Se ve muy sexy en modo mandona.

Céntrate, Allan.

—Con larga temporada te refieres a hasta mañana, ¿verdad? —me crucé de brazos, divertido a la espera de su respuesta.

—¿Para qué preguntas lo que ya sabes? —admitió desviando la mirada, pero el color rojo intenso que adoptó su rostro la delataba.

—Ok, puedo vivir con eso —bajé de la mesa y acto seguido la tomé de la cintura, depositándola en el lugar que ocupaba—. Ponte cómoda, mi reina.

—¿Me lo vas a hacer aquí? —lejos de estar sorprendida parecía agradecida.

Le respondí con una media sonrisa antes de tomar los bordes de su ropa interior y deslizarla por sus suaves piernas para luego arrojarla lejos.

—¿Tú qué crees?

Se recostó sobre su espalda y abrió las piernas para mí a modo de invitación.

—Soy toda tuya.

Oh yeah.

(...)

—Lan, ¿así está bien? —me preguntó acercando la cuchara de madera a mi boca.

Después del masaje que le hice, y del que ella me hizo a mí, nos dedicamos a preparar la cena. Mi querida novia quería que cocináramos juntos algo nuevo y se le ocurrió la maravillosa idea de preparar un gazpacho, nótese el sarcasmo.

Probé el contenido de la cuchara y, contra todo pronóstico, no nos quedó tan incomestiblemente mal como predije. No lo digo porque dude de nuestras habilidades culinarias o porque no me guste la receta, sino por el hecho de que el setenta por ciento del tiempo nos lo hemos pasado besuqueándonos sin parar y la estufa casi explota por nuestro descuido.

Por primera vez en mi vida muero por salir de la cocina.

—Para haber sido improvisada y preparada con toda la falta de atención del mundo, está bastante bien.

Soltó un chillido de la victoria para luego ponerse de puntitas y unir sus labios con los míos.

Aquí vamos otra vez.

Me gustaría resistirme, pero es imposible. Tengo cero autocontrol cuando se trata de ella. Encima está vestida solo con una de mis camisetas haciéndola ver el doble de irresistible de lo normal.

—Debimos haber pedido pizza —murmuré contra sus labios—, así tendríamos más tiempo para esto.

—Cocinar contigo es una de las tantas cosas que quiero hacer antes de irnos.

Y vuelvo a caer en cuenta de que no nos queda mucho tiempo aquí.

Es irónico, cuando estábamos peleados los días parecían transcurrir a un ritmo demasiado lento, pero ahora que volvimos se ha convertido en una especie de cuenta regresiva que avanza a la velocidad de la luz; y odio eso.

—Deja de recordarme que nos iremos —me quejé tomándola de la cintura, por inercia rodeó mi cuello con sus brazos.

—A mí tampoco me gusta, pero es la triste realidad —acarició con delicadeza el cabello de mi nuca—. Tenemos que disfrutar al máximo los días que nos quedan y luego usted, señorito, debe concentrarse en su tesis y decidir si acepta la propuesta de Rosen.

Otro tema que me tenía con dolor de cabeza. Aceptar esa propuesta haría despegar mi carrera profesional al instante y las influencias de mi padre no servirían de nada en caso de que quisiera interponerse, pero...

—¿Quieres hablar de ello? —me sonrió con comprensión.

—La verdad sí —suspiré—. Necesito tu opinión.

—Lo que sé por Carlos y Vanessa es que es una oportunidad increíble con la ventaja de que Mauricio no puede joderte en caso de que lo intentase.

—Esos son los pros.

—¿Y cuáles son los contras?

—Pues...que me den una oportunidad tan buena en bandeja de plata me hace sentir igual que el dinero de la herencia, como un niño rico que lo tiene todo sin esforzarse. Sé que cualquiera en mi lugar estaría encantado con poder manejar una empresa, pero yo siento que me están dando algo por lo que no luché y que ya está hecho sin que yo participara de su creación. Es algo así como un regalo y no porque me lo merezca.

—Ey, no —me regañó con tono de voz firme—. No fue un favor que te hizo Vanessa, eres uno de los mejores cinco de tu carrera, así que sí te lo mereces.

—Buen punto —asentí.

—Y es cierto que la empresa ya está construida y tú preferirías abrir tu propio negocio con Carlos empezando desde cero, pero si lo miras desde una perspectiva diferente, notarás que es casi lo mismo.

—Explícate —alcé una ceja.

—La empresa no es una gran corporación reconocida por toda la ciudad ni nada que se le parezca, simplemente es una edificación que le dará empleo a docenas de personas, pero sin garantías de éxito, eso depende de ti y de cómo la dirijas. Si lo piensas así, estarás empezando de cero por ti mismo y tú serás el responsable de que acabe siendo fructífero o un total fracaso, ¿acaso no es así como inician todos?

Ok, mi chica tiene un punto válido. Si bien me están regalando la dirección de una nueva empresa, su crecimiento dependerá de mí y mis habilidades.

—No lo había pensado de esa forma. Gracias por el cambio de perspectiva, mi reina.

—De nada —sonrió—. Decidas lo que decidas, yo estaré allí para apoyarte. Si aceptas, estaré a tu lado calmando tus nervios del primer día y si lo rechazas, caminaré contigo Valery Place entera buscando en donde quieran contratarte.

Definitivamente ella es única.

Acaricié su mejilla con suavidad—. No sé cómo lo haces, pero siempre te las arreglas para decir justo lo que necesito escuchar.

—Es una de las tantas cualidades que me califican como tu chica ideal —presumió a modo de broma antes de envolverme con sus delgados y fríos brazos, le devolví el abrazo y agaché un poco mi cabeza para besar su frente, cuando está descalza es como cuarenta veces más bajita.

—¿Y si vamos a una cita? —acaricié su cabello.

—No.

¿¡QUÉ!?

Me separé y la tomé de los hombros.

—¿¡Qué!?

—Nos quedan pocos días, no pienso salir de aquí en las pocas horas que podemos estar juntos.

Uff, qué puto susto.

—¿Y quién te dijo que la cita era afuera?

Frunció el ceño con confusión.

—¿Te refieres a una cita en casa? ¿Como el picnic del primer mesversario?

—Exacto —le guiñé un ojo—. Sube al ático, te tengo una sorpresa.

Pasé por su lado para tomar la pequeña olla que contenía la sopa y la coloqué en una bandeja junto a un cucharón y un encendedor. Aún bajo la mirada extrañada de mi castaña, tomé la bandeja con ambas manos acompañándola al piso de arriba. Una vez llegamos al ático, su reacción sorpresiva pero alegre me dejó ver que volví a hacer un buen trabajo.

—¡Lan, ¿qué es todo esto?! —chilló, corriendo a sentarse en la manta de picnic de cuadros blancos y rojos.

—Esto —coloqué la bandeja sobre la manta antes de sentarme frente a ella—, es nuestra cita.

Resulta que en la tarde, después de hacer el amor hasta cansarnos, ella se quedó dormida y vi la oportunidad perfecta para organizar una pequeña cita. Quería hacer algo diferente esta vez, pero no tenía muchas opciones y recordé que en seis meses no le hemos dado ningún puto uso al ático, excepto aquella vez en la que vine a ''desahogarme'' por el calentón que cierta chica de apellido Wilson me provocó en la ducha. Los picnics nunca pasan de moda, pero le di el toque romántico colocando vajilla y velas al estilo restaurante.

—¡Me encanta!

Esa es la reacción que quería ver. Gracias, comedias románticas de Adam Sandler.

Tomé el encendedor y le di luz a nuestra improvisada cena romántica. Luego serví para ambos una porción del gazpacho recién hecho y...¡voila!

—Bien, Srta. Wilson —dije con acento francés digno de que Francia entera viniera a lincharme—, sé que la especialidad de la casa es la pizza mezcla explosiva, las arepas clásicas y los spaguettis a la precalenté. Pero hoy, por tratarse usted de nuestra invitada de honor, le traemos un gazpacho a la perversioné que la hará chuparse los dedos.

Sí, perversioné. Qué carajo sé yo cómo se dice perversión en francés, a duras penas me sale el acento.

La grácil risa de mi chica inundó el lugar, haciéndome sonreír al instante. Espero poder hacerla así de feliz cada bendito día del resto de nuestras vidas.

—Solo quiero preguntar en qué momento hiciste todo esto.

—Duermes mucho, mi reina.

—¿Cómo no quieres que duerma mucho después de hacerlo por toda la casa? Aún me duele un poco la espalda por las veces que tus embestidas me hicieron chocar contra el barandal del balcón y sigo rezando porque ningún vecino nos haya visto.

Mi amigo allá abajo está despertando tan solo por recordarlo.

Ese es otro tema. En vista de que nos queda muy poco tiempo en el dúplex, hicimos una lista de todos los lugares de la casa en donde no lo hemos hecho para hacerlo antes de irnos como una forma de homenajear el lugar en el que nos enamoramos.

Sí, ya sé que estamos actuando como enfermos sexuales, pero no me arrepiento de nada y menos después de escucharla jadear ''al aire libre''.

—Nadie nos vio, tranquila —sonreí pícaramente antes de inclinarme hacia ella para rozar nuestras narices—. De esa imagen tan sexy solo nosotros fuimos testigos.

—Ni lo intentes, Lerman —sentenció separándose de mí.

Ya veremos por cuánto tiempo logras resistirte a mis dotes de seducción.

Cenamos tranquilamente entre bromas, mimos e insinuaciones. Emma de verdad estaba renuente a que la tocara siquiera, ahora entiendo cómo se siente el pobre Brook por no poder conquistar a Jane. Aun así, me importaba muy poco que me restringiera la entrada, estar con ella es suficiente para mí.

No supe lo ridículo que había sido no darle la segunda oportunidad desde antes hasta que estuve a punto de perderla. Esa noche tenía otras intenciones, le pedí que fuera conmigo a la fiesta porque al regresar a casa le pediría que lo intentáramos. Pero las cosas resultaron de otra manera y, a pesar de ello, aquí estamos, más juntos que nunca.

No tengo idea de cómo voy a lidiar con no tenerla a mi alrededor cuado nos vayamos. Mucho menos he pensado en cómo vamos a organizarnos después de la graduación cuando nos mudemos a Valery Place. Lo único de lo que tengo absoluta certeza es de que no me voy a arriesgar a perderla de nuevo y daré todo de mí para que lo nuestro siga funcionando.

Al culminar nuestra cena ''francesa'' a la luz de las velas, subimos al tejado como en ese primer día hace meses y como en aquella fría tarde de enero cuando erróneamente creí que no tendría oportunidad con ella ya que le ''gustaba'' Connor. Qué vueltas da la vida, ¿no? Ahora está posicionada entre mis piernas con su espalda recostada en mi torso mientras la abrazo por detrás, los últimos vestigios del atardecer hacen el papel protagónico en el cielo y la brisa primaveral nos despeina ligeramente; no podría ser más perfecto.

—Oye, Lan —me llamó después de un largo pero cómodo silencio.

—¿Hmm?

—A pesar de que seas un destruye-vaginas insaciable y exhibicionista —wow, cuánto prestigio tengo—, no puedo negar que eres un novio excepcional y el hombre más increíble con el que he tenido la suerte de toparme —giró su rostro mirándome con esa preciosa sonrisa—. Te amo, pudín.

¿He dicho ya lo mucho que me gusta que me diga "Te amo"?

La primera vez me tomó desprevenido. Honestamente yo estaba muy caliente como para pensar en nada que no fuera estar dentro de ella como tanto lo había extrañado. Pero de pronto me dijo que me amaba, lo hizo por primera vez y me quedé en shock durante unos pocos segundos. Ese ''Te amo'' fue la mayor muestra de amor y confianza, era justo lo que necesitaba para despojarme del todo de mis confusiones y dudas.

Ella me ama y yo la amo, no hay más que decir.

Besé su frente con ternura, sé que ama que lo haga y admito que a mí también me gusta.

—Te amo, mi reina.

(...)

—¡Allan, mierda, conduce más rápido! —me gritó mi novia desde el asiento del copiloto, está histérica y ahora resulta que todo es mi culpa.

Hoy debe ir a Valery Place para sus prácticas en Union News, pero el despertador no sonó a la hora indicada sino media hora más tarde y ahora está a punto de perder el autobús.

Se preguntarán porqué es mi culpa. Sencillo. Según mi futura esposa y madre de mis hijos, el hecho de que yo lance el jodido despertador al piso cada mañana le habrá causado una especie de avería que hizo que la alarma se aplazara y además, su reloj biológico no la alertó ya que la dejé muy cansada anoche.

—¡No puedo conducir más rápido! —le grité de vuelta—. Si lo hago, nos va a parar la policía por ir a exceso de velocidad.

Emitió un gruñido de inconformidad antes de hundirse en el asiento. La vena de su frente estaba a punto de estallar o, de lo contrario, ''parir'' otra pequeña venita simbolizando que su enojo evolucionó como un Pokemón.

—Todo esto es tu culpa —gruñó entre dientes.

¿Qué les dije?

Suspiré resignado.

—Mi reina, si pierdes el autobús, yo te llevo a Valery Place.

—No quiero que hagas el viaje de ida y vuelta, te va a doler el trasero de tanto estar sentado cuando regreses y yo no estaré en casa para darte un masaje.

Esa es mi chica, preocupándose por mí incluso cuando está enojada conmigo.

Le regalé una sonrisa que me devolvió a medias y, aún corriendo el riesgo de que algún oficial del tránsito nos multara, aceleré un poco. Para nuestra buena suerte, al llegar a la parada el autobús aún permanecía estacionado frente a esta.

—¡Mierda! —maldijo al observar el interior del vehículo—. Están a punto de irse, Katleen y Paul ya están a bordo.

A ese tal Paul lo tengo entre ceja y ceja. ¡Cómo se atrevió a pretenderla! ¿Acaso no sabe que ella es mía? Tiene una pulsera que lo dice y todo.

Aparqué y al bajar de la camioneta le hice una seña al conductor del autobús para que nos esperara. Cuando rodeé el vehículo para ayudar a mi chica a bajar, noté que ella ya lo había hecho por sí misma y ya tenía su maleta en mano.

—Amor, ¿cuándo te...? —no me dejó terminar y me dio un rápido beso.

—Gracias por traerme. Nos vemos dentro de dos días. Te quiero —dijo todo tan rápido que me costó procesarlo, pero al retenerlo recaí en la última frase.

¿¡''Te quiero''!?

La tomé del brazo cuando salió disparada con destino al autobús.

—¿A dónde crees que vas?

Frunció el ceño sin entender.

—¿El exceso de velocidad sumado a no desayunar te hizo daño? Voy a Union News.

—No me refiero a eso —fingí estar enojado y luego pasé a estar dolido—. ¿Llegas tarde por mi culpa y me degradas del ''Te amo'' al ''Te quiero''? —hice un pucherito.

—Awww, pudín —sonrió enternecida antes de darme un beso como Dios manda y no el intento de beso de hace un rato.

Profundicé el beso sin importarme que estábamos en medio de la calle corriendo el riesgo de que nos arrollaran e ignorando la linda canción que estaba tocando el conductor del autobús con el claxon.

Puto tipo.

Muy a mi pesar, me separé de ella.

—Anda ve —le sonreí.

—Te amo, ¿ok? —me apuntó acusatoriamente con el dedo.

—Yo más —besé su frente y la dejé marcharse.

Van a ser dos días muy largos, con énfasis en largos.

Subí a mi camioneta y mientras encendía el motor, una llamada de distrajo. Fruncí el ceño al leer en la pantalla de mi teléfono ''Número desconocido'', eso quería decir una sola cosa. Acepté la llamada con un creciente enojo recorriendo cada célula de mi cuerpo.

—¿Qué quieres?

—¿Así es como saludas a tu padre? —rió con sarcasmo.

Cínico de mierda.

—Déjate de rodeos y dime para qué mierda llamaste —apreté la mandíbula, conteniéndome.

—Sabes para qué —demandó como si fuera su maldito derecho hacerlo.

Reí sin gracia.

—Si pretendes que te dé mi dinero, déjame decirte que te vas a quedar esperando.

—Sabía que dirías eso —rió con malicia, eso no puede significar nada bueno—. Resulta que tendrás que hacerlo o de lo contrario tu amiguito Carlos no encontrará empleo en ninguna empresa de esta ciudad ni tampoco en Summer Hills o Heaven Gold City.

Tan pronto escuché eso, me tensé. Me da igual qué tanto me amenace o atente contra mí, pero no voy a permitir que perjudique a las personas que quiero. Además, no estamos hablando de cualquiera, ¡es Carlos! Él se ha esforzado al máximo desde el día uno, ese puesto entre los cinco mejores lo alcanzó a base de sudor y poniendo todo su empeño en ello. Se merece propuestas como la de Rosen y muchas más, o no, se merece que todas las empresas de la ciudad se peleen por contratarlo. No puedo dejar que le arrebaten su futuro por mi culpa.

—Te di donde más te duele, ¿eh? —se burló.

—¿Así que eso pretendes? ¿Chantajearme con Carlos?

—Chantaje no, esa es una palabra muy fea —habló en un tono pausado y malicioso que solo lograba empeorar mi humor—. Llamémoslo...intercambio. Tú me das tu dinero y yo me encargaré de que las mejores empresas convenientemente se interesen en tu amigo.

Maldito bastardo.

—¿Crees que Carlos está solo? Te recuerdo que su padre es Malcolm Rowsell y sus tíos son los dueños de las Compañías Saunders —lo reté en un intento de respaldar a mi mejor amigo, también cuenta con el apoyo de Catherine, y William Rosen espera por su respuesta, pero esto es mejor que él no lo sepa.

—Esas dos compañías son simples insectos comparadas con las mías y mis influencias son mucho mayores —la arrogancia en su tono de voz era evidente.

—Esas compañías son serias y limpias, a diferencia de tus negocios sucios que te han llevado al extremo de chantajearme para que te dé mi dinero. Qué bajo has caído, Mauricio.

Emitió una risilla jocosa que me provocó querer arrancarme los tímpanos.

—Tú y tus discursitos moralistas. Escucha bien, hijo —dijo la última palabra con cierto tono de desagrado, el sentimiento es mutuo—, tienes tres días para pensar en mi propuesta. O aceptas por las buenas y evitas cargar en tu consciencia el futuro fracaso laboral de tu amigo Carlitos o lo haces por las malas, ambos sabemos cuál es la mejor opción.

—Hijo de pu... —pero el imbécil ya había colgado.

Empuñé ambas manos buscando un hilo de autocontrol siquiera, fue en vano, mi ira amenazaba con salir de forma desproporcionada. Comencé a golpear el volante y accidentalmente el claxon repetidas veces intentando liberar mi enorme frustración. El hijo de perra se metió con Carlos, el único de mis amigos que no está protegido en ámbitos laborales. Su futuro está en riesgo y todo es mi maldita culpa.

Dejé reposar mi cabeza en la ventanilla una vez estuve más calmado. Debía pensar con claridad qué paso tomaría a continuación. Regalarle mi dinero a Mauricio no era una opción, pero permitir que redujeran a cenizas todas las aspiraciones y metas de mi mejor amigo tampoco lo era.

Tengo que hablar con Carlos.

Me puse en marcha con destino a su apartamento. En menos de diez minutos ya estaba tocando a su puerta, nervioso ante su posible reacción hacia mí con respecto a esto. Lo conozco, sé que sin importar que tiene todo que ver conmigo, él no pensará en culparme ni por un segundo; aun así me siento jodidamente culpable.

Cuando abrió la puerta y me lo encontré con esa expresión cansada en lugar de su semblante alegre característico, su cabello revuelto y enormes ojeras bajo sus ojos, la culpabilidad que ya sentía se multiplicó por mil.

—Hola, Charlie —musité, apenado.

Me brindó una media sonrisa y un choque de puños.

—Hola, bro —se hizo a un lado—. Pasa.

Lo seguí hasta la pequeña sala de estar y tomé asiento a su lado en ese sofá viejo al que le tiene tanto cariño. Nos quedamos en silencio, un incómodo silencio no propio de nuestra amistad de más de diez años.

Algo anda demasiado mal.

—¿Dónde está Mery? —pregunté al no notar la presencia de la rubia.

—Está en Valery Place, en la extensión de la firma de abogados que su familia posee allá —respondió sin mucho ánimo—. Ya sabes, familiarizándose con el nuevo ambiente antes de graduarse.

—Eso es genial. ¿Por qué no fuiste con ella?

—Discutimos ayer y la verdad es que no quería amargarle el día —se hundió aún más en el mullido sofá.

¡Mierda! Discutió con Mery.

Ellos dos son casi inseparables. Han rebasado todos y cada uno de los obstáculos que se les han presentado incluso antes de estar juntos, por lo tanto han sabido mantener un frente unido ante todo y cuando discuten es porque las cosas se ponen feas en exceso.

—Carlos, ¿qué pasa? Dilo sin rodeos ni anestesia, solo suéltalo.

—Tu padre me está jodiendo, Allan —respondió clavando sus ojos verdes en los míos, reflejaban rencor, pero no hacia mí y eso me quitó un peso de encima—. Llevo una semana y media recorriendo todo Valery Place y lo único que he logrado han sido rechazos rotundos, ni siquiera se molestaban en revisar mi expediente, con solo leer mi nombre me despachaban.

—Maldita sea —gruñí por lo bajo—. Amigo, lo siento.

—No es tu culpa —repuso.

—Sí, sí lo es —alcé la voz—. No deberías estar recibiendo rechazos por doquier y menos en un condado como Valery Place donde las redes comerciales son tan amplias. Mi padre no tenía que meterse contigo —suspiré, intentando calmarme—. Lo siento.

—Allan, no quiero que cedas a los chantajes de Mauricio por mí —suspiró, disgustado—. Pero veo que todos están encaminados excepto yo. Emma está en Union News, Mery en la firma de abogados, Brook en la empresa de sus padres, Jane consiguió vacante en una escuela privada y Vanessa tiene la empresa que le cedió su tío —apoyó sus antebrazos en sus rodillas—. Creo que voy a tener que aceptar la propuesta de Rosen.

Me sorprendió escuchar eso viniendo de él. Carlos y yo tenemos una visión muy parecida en cuanto al trabajo duro y el esfuerzo se trata, de hecho ambos compartíamos el mismo dilema en cuanto a esa dichosa propuesta. Pero verlo ahora, tomándola porque no tiene más opción, viéndose preso de la desesperación, me hace sentir muy mal.

—Olvídate de la jugarreta de mi padre y responde con sinceridad, ¿quieres aceptarla? ¿Por ti?

—Sabes que nunca me ha gustado que me den las cosas en bandeja de plata —contestó sin pensarlo dos veces—, pero no podemos obviar que es una tremendísima oportunidad, de esas que no se presentan dos veces en la vida. Además, siento...que se lo debo a Mery.

—¿Mery? ¿Qué tiene que ver ella con esto?

—Todo, Lan. Ella tiene todo que ver —se masajeó la nuca, eso quiere decir que está frustrado—. Está justo ahora en Valery Place, en una firma de abogados en la que sus compañeros la van subestimar y poner a prueba constantemente porque la considerarán la niña de mamá y papá que consiguió el trabajo porque sus padres son los dueños, en Phealls trabajaría codo a codo con ellos y sus tíos. Va a rentar un apartamento más pequeño que este cuando podría volver a su casa y estar cómoda. Va a empezar de cero en un condado que apenas conoce y todo por mí —dijo como si le doliera que así fuera—. Lo está dejando todo para estar conmigo y yo no puedo devolverle ni un poco de todo eso, ni siquiera soy capaz de encontrar un empleo temporal. No es justo para ella.

Nunca había visto a mi amigo tan desanimado. Todos saben lo mucho que ama a Mery y que el sentimiento es totalmente recíproco, me duele que estén en plena crisis en lugar de estar planeando sus nuevas vidas en Valery Place como tenían previsto desde el inicio.

Sé lo que está pasando por su cabeza ahora mismo, se siente incapaz. Incapaz de demostrarle a los Campbell que es el hombre merecedor del amor de su hija. Incapaz de brindarle a Mery la vida que se merece. Pero lo peor de todo, está dudando de su talento y dejando que las inseguridades tomen el control; y no pienso permitirlo.

—Elimina todos los malditos pensamientos negativos que están invadiendo tu cabeza en este instante, Rowsell. Tú no eres cualquiera, eres uno de los mejores cinco promedios de la facultad y te vas a graduar con honores. De no ser por mi padre, ya te habrían contratado en cualquiera de las empresas a las que fuiste a pedir trabajo. Y lo más importante, Mery será jodidamente feliz contigo y después de la graduación le pedirás matrimonio como tenías planeado.

—No quiero ser un perdedor, Lan —admitió con la voz casi quebrada—. Me he esforzado demasiado y no tengo pensado decepcionar a ninguno de los que confiaron en mí. Quiero regresar a Valery Place y que mis padres, mis tíos, Mery, Brook y tú me sonrían con orgullo.

—Y ocurrirá —pasé mi brazo por encima de sus hombros—, eres un campeón, amigo. La palabra fracaso no existe en tu diccionario, ¿recuerdas? —asintió, desganado—. Solo debemos buscar alternativas.

—Son muy pocas, amigo. Una es trabajar en Union News, pero por nada del mundo pretendo hacerlo, no iré a refugiarme bajo mi padre. La otra es trabajar con mis tíos y Brook, tampoco, quiero salir adelante sin ayuda familiar. Y bueno —suspiró—, si me siguen cerrando las puertas y no consigo nada, mi última oportunidad es trabajar con mamá —bufó—. No desperdicié cuatro años de mi vida en la universidad para acabar fregando platos en Wanda's.

Puede que esté sonando como un niño orgulloso, pero la persona más independiente sobre la faz de la tierra se llama Carlos Rowsell. Quizás pueda considerarse tonto que prefiera morirse de hambre antes que aceptar ayuda de su familia, yo en lo personal lo admiro por ello.

No voy a dejar que te rindas, Charlie.

—Te faltó una opción, la mejor.

—Rosen —asintió.

—Sé que no es lo que soñábamos cuando queríamos abrir un negocio juntos, pero quién sabe, tal vez hagamos crecer tanto esas pequeñas empresas como para volvernos socios directos de la Corporación Rosen.

—Y luego podríamos crear nuestro negocio derivado de esas empresas.

—Exacto —sonreí—. Además, Emma me hizo verlo desde un punto de vista distinto. Esas empresas son pequeñas, nuevas y serán manejadas por manos inexpertas como las nuestras. Si fracasan o progresan será cien por ciento nuestra responsabilidad, es básicamente como cualquier otro negocio que inicia desde los cimientos.

—Buen punto —asintió, pensativo.

—Tú lo dijiste, Charlie, oportunidades tan buenas no se presentan dos veces en la vida. No tenemos nada que perder si aceptamos, pero si no lo hacemos...

—Los dos estaremos igual de jodidos —terminó por mí.

Ambos nos quedamos pensativos durante un rato. Repasé los pros y contras en mi cabeza una y otra vez como ya lo había hecho antes, ahora la primera lista se agrandaba simultáneamente a cómo la segunda disminuía.

Uno: Valery Place.

Dos: Negocio propio.

Tres: Reto laboral.

Cuatro: Impunidad ante Mauricio.

Cinco: Apoyo moral para Carlos.

¡Joder! Son ventajas por todos lados.

—Hagámoslo —habló al fin, dejándome sorprendido.

—¿Estás...seguro? —articulé procesando la información.

—Sabes que nunca flaqueo —sentenció sin titubear.

Este es mi Charlie, decidido y con la determinación brillando en sus ojos. Lo hará de puta madre con su empresa.

Y yo lo haré con la mía.

—Hagámoslo —tomé mi teléfono—. Vanessa dijo que le diéramos una respuesta antes de que finalizara el mes.

Busqué el contacto de la pelirroja y la llamé con el altavoz activado. Contestó al segundo tono.

—Hey, Lan.

—Hey, Vane —dijimos él y yo al unísono.

—Hola para ti también, Carlos —rió—. ¿A qué debo el honor de su llamada conjunta?

—Aceptamos —respondió Charlie—. Aceptamos la propuesta de la Corporación Rosen.

—¿En serio? —la emoción era hiper notable en su voz.

—Más en serio que nunca —compartí miradas con mi mejor amigo—, socia.










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Nuevo capítulooo!!!

¡Llegamos a los 30k! ¡Wiii! Muchísimas gracias por leer.

El romance que esperaban ya llegó 💖.

Mauricio quiso entorpecer el camino de Carlos, ¿qué opinan?

Allan y Carlos aceptaron la propuesta de Rosen, ¿creen que fue lo correcto? ¿Se arrepentirán?

Aquí les dejo un meme hecho por mi espontánea amiga agustinatechera_

Besos de Karina K.love 😉

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