Capítulo 60: ¿¡Todo fue un sueño!?
Emma
No tengo idea de cómo pasó, pero aquí estamos.
Cuando renuncié a reconquistar a Allan y se lo hice saber, no creí que su reacción sería besarme. Tampoco creí que ese beso conllevaría a otro y a otro hasta que acabamos en ropa interior en la habitación.
Lan dejaba besos húmedos en mi cuello mientras me tomaba de la cintura pegándome a su cuerpo y a su evidente erección. Sin que me diera cuenta, se deshizo de mi sujetador y un segundo después su cara estaba enterrada entre mis senos. Sí que extrañó mis senos de actriz porno, los estaba devorando como si su vida dependiera de ello, y me estaba encantando.
La sensación era tan placentera y deliciosa que quise hacerlo sentir igual de bien. Mi mano viajó a su entrepierna, acariciándolo por encima de la tela del bóxer. Mis caricias hicieron que soltara gemidos que eran música para mis oídos.
Sus labios volvieron a atrapar los míos a la vez que su mano se abrió paso entre mis piernas. Rugió entre besos al percibir la humedad que él mismo me provocó en dicha zona y se dedicó a masajearme a un ritmo tortuosamente lento, despertando todo tipo de corrientes eléctricas que amenazaban con hacerme llegar más rápido de lo previsto. Dejé escapar gemidos y jadeos mientras movía mis caderas tratando de intensificar el placer.
Sin previo aviso, me tomó de las piernas alzándome, las enrollé alrededor su cintura y me sostuve de sus hombros. Llevó sus manos a los bordes mis bragas antes de depositarme sobre la cama y quitármelas en el proceso. No tardó mucho en despojarse de sus bóxers también dejando al aire libre esa cosota que tanto extrañé.
Lo vi dudar por un momento y me alarmé, después de tan buenos preliminares me moriría si no continuaba. Pero me relajé al notar que solo estaba intentando recordar dónde solíamos guardar los condones. Regresó con el pequeño envoltorio plástico después de rebuscar en el fondo de la gaveta de su antigua mesita de noche.
Se arrodilló frente a mí al pie de la cama sorprendiéndome con una gran lamida que cubrió toda mi hendidura. Un largo gemido de sorpresa se escapó de mis labios seguido de otros entrecortados provocados por el exquisito trabajo que su lengua estaba haciendo entre mis piernas. Sostuve las sábanas por fuerza poco después, cuando percibí que se avecinaba un potente orgasmo, pero el muy torturador se detuvo en ese justo momento.
Se levantó lamiendo sus deliciosos labios y lanzándome las miradas más lascivas que había recibido nunca. Rompió el envoltorio del condón y se lo colocó en tiempo récord, en un parpadeo lo tenía sobre mí acomodándose entre mis piernas abiertas y entrelazando nuestras manos a ambos lados de mi cabeza.
En ese instante, al ver sus ojos grises penetrar los míos y su sonrisa pervertida, lo supe. Esta era mi última oportunidad, y si también sería la última vez que lo tenga así, debía decírselo.
—Allan...
—¿Hmm? —ronroneó, rozando nuestras narices con ternura.
—Te amo.
Separó su rostro del mío, sorprendido por mi declaración. Sonrió en respuesta y me besó como nunca pocos segundos antes de hundirse en mi interior. ¡Joder! Había olvidado lo bien que se sentían sus estocadas profundas y vigorosas. Comenzó a un compás suave y tierno, permitiéndonos disfrutarlo al máximo.
—Te extrañé tanto, maldita sea —gruñí cuando las embestidas se tornaron más intensas sin acelerar el ritmo.
Él por su parte, tomó mis dos manos y las sostuvo juntas por encima de mi cabeza, demandóme enteramente a su disposición. Ocupó su mano libre en acariciar ese pequeño botón de placer al mismo ritmo de las embestidas. Ya con eso me tenía al borde.
Él tampoco resistiría mucho más, lo supe por su típica expresión extasiada: labios presionados entre sí, ceño levemente fruncido y cortos y sensuales gruñidos que se le escapaban a cada rato; más sexy imposible. Poco a poco fue acelerando el compás de sus embestidas, al igual que el volumen de mis gemidos que cada vez iban en aumento, creo que me escuchó todo el condado, pero lo único en mi mente era la increíble sensación que estaba experimentando.
Un avasallante orgasmo me cubrió por entero minutos después y tras un par de arremetidas más, él también llegó.
Apenas logré recuperarme. Mi chico es increíble en la cama y llevo mes y medio privándome de hacer el amor con él, me sorprende mi propia habilidad de aguante ante esto.
Cuando recuperé el aliento, vi a mi pelinegro con la respiración agitada aún sobre mí. Algunos de sus rizos estaban pegados a su frente tan sudada como el resto de su cuerpo. ¡Qué imagen tan sexy!
Me incliné un poco para darle un beso, pero se levantó con rapidez, liberándome de su agarre para tomar sus bóxers del suelo y posteriormente salir de la habitación. Me cubrí con la sábana, reincorporándome mientras él solo se marchaba a toda velocidad.
—¡Allan!—lo llamé, pero ya no estaba.
Me sentí un poco usada. Sé perfectamente que Allan no es el tipo de chico que me follaría y se iría dejándome sola como una puta barata sabiendo lo que siento por él.
No, mi pudín no es esa clase de chico.
Pero de igual forma se fue. No me dijo un ''Te amo'' de vuelta ni me dio un beso de despedida. ¡Carajo! No hizo nada. Solo tomó su ropa y se largó casi corriendo.
Comencé a pensar en posibles teorías para justificarlo y llegué a la conclusión que creí más acertada: fue una despedida. Era lo más lógico, yo le dije que me daba por vencida y él me besó, quería despedirse.
Pero...le dije que lo amaba por primera vez. ¡Maldita sea! No puede hacerme esto.
Me apoyé en el cabecero de la cama conteniendo con todas mis fuerzas mis inmensas ganas de llorar. Mis aptitudes de contención no duraron mucho y las lágrimas saladas comenzaron a deslizarse por mi rostro. ¿Por qué mierda me ilusioné creyendo que ese beso y lo que ocurrió después significaban que habíamos recuperado lo nuestro? ¿Por qué creí que no era una despedida sino una declaración de amor?
Eres una tonta, Emma. No lo recuperaste, solo conseguiste una despedida caliente.
Mi llanto se hizo más sonoro y no me importó sollozar a viva voz. Dolía, dolía tanto que ningún tipo de anestesia emocional podría suavisarlo.
Escuché unos toques a la puerta semiabierta y luego divisé al pelinegro apoyado en el marco de la misma con su sonrisa coqueta y sus bóxers ya colocados. Giré mi cabeza a un costado para ocultar mis lágrimas, sería muy patético que me viera llorar y yo no podía mirarlo, no ahora.
—¿Emma? —la duda y ligera preocupación en su voz me dieron a entender que notó mi estado. Caminó hacia la cama y acabó sentándose en esta frente a mí—. ¿Estás llorando?
Negué con la cabeza aún mirando hacia el costado, pero mis ganas de llorar me traicionaron y él se dio cuenta.
—¡Mierda! ¿Te lastimé? —trató de tocarme, pero lo esquivé.
—No de la forma que estás pensando —musité.
—Soy un imbécil —gruñó por lo bajo.
—Allan, déjame sola. Por favor —pedí, aunque en el fondo quería que se quedara.
—No me voy a ir —zanjó decidido—. No sin antes decirte los cuatro motivos por los que no puedes tirar la toalla, no te voy a dejar hacerlo.
¿Qué? ¿Este chico es bipolar o qué?
—Número uno —tomó mi mejilla con su mano haciendo que lo mirase, sus perlas grises se clavaron en mí—. Yo te perdoné desde el día en que abriste la puerta y regresaste al dúplex.
—Lan...
—Número dos —secó mis lágrimas con sus pulgares—. No eres una tonta, solo una chica con muy mala suerte en el amor y un novio descuidado experto en crear situaciones que se prestan para malentendidos.
Solté un leve risita ante lo último, es tan tierno.
—Número tres —me tomó de la cintura y me depositó a horcajadas sobre su regazo—. Nunca me perdiste, solo tenía los sentimientos revueltos, pero eso se acabó.
¿No lo perdí?
—Y número cuatro —me dio un tierno beso que desearía hubiera durado más tiempo, al separarnos unió nuestras frentes—. Yo también te amo.
Mi corazón dio un brinco al escuchar las palabras ''Te amo'' saliendo de su boca.
¡Aún me ama!
—Ahora dime, ¿aún quieres rendirte?
—Claro que no —murmuré.
Cubrí sus mejillas con mis manos y le di un tierno beso. Me siguió gustoso, sonreía mientras nuestros labios se mezclaban. ¡Dios! Lo extrañé tanto.
Nos separamos después de la tanda de besos más tierna de la historia. Me sonrió y acarició mi mejilla con tanto amor y delicadeza que no quería que parase nunca.
—¿Por qué estabas llorando?
—Porque...creí que solo había sido sexo de despedida para ti y por eso te fuiste así de repente.
Rió, negando con la cabeza.
—Tú y tus malentendidos. Me fui así porque llevaba cerca de media hora aguantándome las ganas de orinar y después de...
¡Oh, por Dios!
—¡Para! —lo interrumpí, riendo—. Ya entendí. ¿Pero por qué no me lo dijiste?
—Porque hubiera sido muy embarazoso terminar de hacer el amor y decirte: ''Mi amor, me encantó, pero necesito hacer pis y me voy a tardar porque es un poco complicado con una erección''.
Llevé una mano a mi boca para contener la risa, pero me fue imposible. Las cosas que nos ocurren a nosotros no les pasan a más nadie.
—Y tampoco tenías motivos para irte de la fiesta.
El recuerdo de él muy sonriente bailando con esas dos chicas invadió mi mente acompañado de una oleada de celos.
—Disculpa por molestarme cuando mi cita baila muy animado con otras dos chicas —el sarcasmo reinaba en mi voz.
—Solo son amigas —rió.
—Amigas que están buenísimas —me crucé de brazos.
—No más que tú —me besó el cuello logrando estremecerme—. Además, Sharon y Beverly no quieren nada conmigo, créeme.
—¿Qué te hace estar tan seguro?
—Que las conozco desde primer año, son lesbianas y también son pareja.
Tierra, es un buen momento para tragarme, házlo.
Soy la reina de los putos malentendidos, no cabe duda.
—¡Mierda! Lo siento tanto, pudín —gimoteé, avergonzada.
—Está bien —acarició mi espalda con las yemas de sus dedos como solía hacer—, estoy acostumbrado que lo malentiendas todo y pienses que soy un cabrón.
Un pinchazo de culpabilidad punzó en mi pecho. Él no debería estar acostumbrado a que la chica que ama siempre se deje llevar por la primera impresión y no lo escuche, precisamente eso fue lo que nos llevó a romper en primer lugar.
—Lo siento —bajé la cabeza—, de no haber sido por eso, aún estuviésemos juntos.
—¿Por qué hablas en pasado? —me tomó de la barbilla, obligándome a mirarlo—. Nosotros nunca rompimos.
Sonreí.
—¿Eso significa que estamos juntos de nuevo?
—No, significa que nunca rompimos.
¿Eh?
—¿Qué quieres decir?
—Me di cuenta cuando salí de la fiesta, en teoría hemos estado juntos todo este tiempo —le lancé una mirada de confusión a lo que sonrió—. Si mal no recuerdo, tú pensaste que te había engañado con Vanessa y te fuiste como una loca. Luego viniste a llevarte tus cosas y tiempo después ocurrió lo del anillo. Después regresaste, te grité y me volví frío contigo. Ahora, ¿en qué parte uno de los dos terminó la relación? Yo no lo recuerdo —se encogió de hombros.
Ok, tiene sentido. Es cierto que en ningún momento ni él ni yo rompimos con palabras textuales, solo nos gritamos y nos decepcionamos el uno del otro.
—Bueno...sí. Pero en base a todo lo que ocurrió, no hacía falta que lo dijéramos, era obvio que había acabado.
—Oh no, señorita —negó con su dedo índice—. Yo me declaré como Dios manda y tú también. Luego te pedí que fueras mi novia con todas las letras y tú respondiste: ''Sí. Obvio que quiero.'', aún lo recuerdo —sonrió, contagiándome—. Así que si querías romper conmigo, debiste decirlo, porque para mí siempre estuvimos juntos.
No es que no me encante la idea, pero...
—Es idea mía, ¿o lo que quieres es no tener que memorizar una nueva fecha de aniversario?
Rió.
—Bueno, si de eso se trata...
Se inclinó hacia un lado de la cama para tomar su pantalón que se encontraba tirado en el suelo y de uno de los bolsillos sacó su teléfono. Lo encendió y en la pantalla leí la fecha de hoy. ¡17 de abril! ¡17!
—Tú eliges, mi reina. O celebramos nuestro tercer mesversario o iniciamos a partir de aquí. A mí sinceramente me da igual celebrar nuestro primer año en enero o en abril, lo único que me importa es estar contigo.
Me voy a derretir de amor...
—Feliz tercer mesversario, pudín —crucé mis brazos alrededor de su cuello.
—Esa es mi chica —mordió mi labio inferior de esa forma tan sensual que lo caracteriza.
—¿Quieres un segundo round?
—¿No es obvio? —besó mi cuello.
—Espera un momento.
Tomé su teléfono y por inercia escribí mi nombre cuando me solicitó la contraseña. Sonreí al percatarme de que EMMA sigue siendo la clave correcta. Busqué en la app de música nuestra canción y la reproduje antes de colocar el aparato sobre la mesita de noche.
—¿Música de fondo? —me sonrió con picardía.
—Siempre quise hacerlo.
Lo tomé del cuello acostándolo conmigo sobre la cama. No tardamos mucho en quitarle el bóxer otra vez y comenzar a hacer el amor como si nunca nos hubiésemos separado.
(...)
Desperté no sé a qué hora, solo llegué a divisar los rayos del sol penetrando por el vidrio de la ventana. A mi mente llegaron uno a uno todos los flashbacks de la madrugada y una sonrisa gigantesca adornó mi rostro.
¡RECUPERÉ A MI PUDÍN!
Me levanté de la cama y comencé a hacer mi llamativo baile de la victoria. Tenía que celebrar.
Cuando me cansé de autorridiculizarme, me detuve a mirar a mi alrededor. Allan no estaba en la cama y nuestra ropa no estaba dispersa por el suelo como siempre ocurre en las mañanas después de nuestras...noches de pasión.
Qué raro.
Examiné mi vestimenta, percatándome de que en lugar de estar desnuda, llevaba puesto mi pijama.
¿En qué momento me lo puse?
Me encogí de hombros restándole importancia y bajé a la cocina, moría de hambre y de ganas de ver a mi novio con el cual al parecer jamás rompí. Al llegar, me lo encontré en pijama —su camiseta blanca y su pantalón de chandal gris—, cocinando. Si mi olfato no me miente, arepas.
¡Hizo arepas para celebrar!
Al estar de espaldas, no notó mi presencia, por lo que me escabullí caminando de puntitas hasta llegar a él. Lo abracé por la espalda, apoyando mi cabeza en su ancha espalda.
—Buenos días, pudín.
Él en respuesta se giró con rapidez, liberándose de mi agarre y me observó con el ceño fruncido.
Ok, no es la reacción que me esperaba.
—¿Qué mierda haces, Emma? —dejó la espátula a un lado luego colocar la última arepa en un plato.
—Te...abracé.
—Sí —rió sin gracia—. ¿Pero por qué?
—Porque quiero darle cariño a mi novio, ¿no puedo?
—¿Novio? ¿Qué dices? —frunció aún más el ceño—. Mira, si es una broma pesada, no ha hecho gracia —espetó con ese tono frío con el que solía dirigirse a mí hace un par de semanas atrás.
No entiendo nada.
—¿Hi-hice algo malo? —tartamudeé, temerosa.
—No, de hecho me hiciste un favor al renunciar anoche. Por fin vamos a cerrar este ciclo tóxico de mierda.
—¿A-a qué te refieres?
¿Qué mierda ocurre aquí?
—No estabas tan borracha anoche como para no recordarlo, pero en vista de que acabas de despertar, te refrescaré la memoria. Anoche cuando llegué de la fiesta, me dijiste que desistías de reconquistarme, que no lo intentarías más.
—Sí, recuerdo eso, y luego me besaste.
—Exacto, fue un beso de despedida y te lo dejé claro. Me disculpé contigo y subiste a tu habitación. Eso fue todo.
—¿¡Qué!? —las lágrimas estaban a nada de atacarme.
—Eso fue lo que pasó —apoyó una mano en la encimera—. ¿Entonces por qué dices que soy tu novio? No entiendo.
No puede ser...
¿¡Todo fue un sueño!?
Los besos, las declaraciones de amor, las veces que hicimos el amor...todo fue parte de un jodido sueño.
Debí imaginarlo, era demasiado bueno para ser verdad. ¿Por qué Allan querría volver conmigo cuando fui yo quien tiró la toalla con nuestro amor? Y todo lo que ocurrió después fue tan idílico, tan de ensueño...eso fue, un sueño. Un hermoso e irreal sueño de amor.
—Todo fue un sueño... —murmuré, destrozada.
—¿Dijiste algo?
—Olvídalo, yo...aún estoy un poco adormilada. Necesito darme un ducha para refrescarme.
—Ok... —me miró, extrañado—. ¿Segura que estás bien?
—Sí, lo estoy —asentí, obligándome a sonreírle.
—Bueno, está bien —ladeó la cabeza, no del todo convencido—. No te tardes mucho en la ducha, vamos un poco atrasados para llegar a la uni.
—Sí, ok.
Tomó el plato de las arepas y lo colocó frente a mí.
—¿Quieres desayunar primero?
Esto es demasiado para mí.
—No tengo apetito, gracias.
Salí corriendo de allí antes de romper en llanto delante de Allan. No solo fue irreal lo que ''ocurrió'' anoche, sino que lo perdí por completo. El beso, que es lo único que sí pasó, fue un adiós.
Es oficial, perdí a Allan.
Al llegar al baño, me encerré dentro y me senté en el suelo con la espalda apoyada en la puerta. Me desahogué dejando salir cada lágrima y sollozo en honor a la muerte de Alma. Se acabó.
Me dolía tanto. Desperté teniéndolo todo y resulta que en realidad no tenía absolutamente nada, solo un vacío enorme que solo Allan Lerman es capaz de llenar, pero él acaba de demostrar que no me necesita ni la mitad de lo que yo lo necesito.
Lo único positivo de esto, si es que se puede llamar así, es que dentro de muy poco tiempo nos iremos de aquí, luego nos graduaremos y nos nos volveremos a ver a menos que el destino nos junte en un futuro en alguna calle de Valery Place.
Unos toques a la puerta me devolvieron a la realidad.
Ay no.
—Emma, ¿estás bien?
Aspiré por la nariz y me aclaré la garganta para no evidenciar que he estado llorando.
—Sí, todo bien.
—No es cierto, te escuché llorar. Ábreme.
¡Mierda!
—En serio, Lan. Estoy bien —me levanté del suelo y caminé hacia el lavabo para lavarme la cara.
—No te creo —golpeó repetidamente la puerta—. Si no me abres, voy a tirar la puerta. Tienes cinco segundos y voy por tres.
¿En serio? ¿Se le sale el instinto de novio protector justo ahora?
Me quedé estática sin saber qué hacer. Podía meterme a la ducha o lavar mi rostro o de lo contrario enfrentarlo. Cualquiera de las tres opciones era mal plan y yo no reacciono bien bajo presión.
—Allan...
—¡Dos!
—¡Déjame en paz!
—¡Uno!
¡Carajo!
Caminé hacia la puerta y la abrí antes de que la tirara abajo de verdad. No quería tener que lidiar con una puerta rota y menos si es la del baño.
Me lo encontré del otro lado, con una expresión de preocupación plasmada en su rostro.
¡Mierda! ¡No quiero que te preocupes por mí! No te quiero cerca ahora.
—Ya abrí. ¿Contento?
—Em...
No lo dejé terminar y me abrí paso para regresar a mi habitación. Hoy todo me importa una mierda, solo quiero llorar hasta quedarme dormida y quizás con un poco de suerte pueda volver a soñar algo tan especial como lo de anoche.
Él me detuvo precisamente al pie de la escalera, abrazándome por detrás. En mi corazón comenzó a librarse una batalla interna, podía quedarme allí y disfrutar de su calor corporal o alejarme antes de herirme más a mí misma.
—No quiero verte llorar, ¿ok? —murmuró en mi oído, apoyando su barbilla sobre mi hombro izquierdo.
—Allan, suéltame —pedí, intentando zafarme de su agarre en vano.
Parpadeé repetidas veces para evitar que nuevas lágrimas se escaparan de mis ojos mientras él me abrazaba con más fuerza.
—No fue un sueño, mi reina.
¿¡Qué!?
¿¡No fue un sueño!?
¿¡Mi reina!?
Él llevó sus manos a mi cintura e hizo que me girara quedando frente a él. Me sonrió con amplitud, secando mis lágrimas con sus pulgares.
—¿Qu-qué dijiste?
—Que no fue un sueño como pensaste. Todo lo de anoche ocurrió —tomó mi rostro entre sus manos y besó mi frente—. Sigo siendo tu novio.
No sabía qué pensar. Mi cabeza estaba a punto de explotar. Pero una cosa era bastante clara...
—¿¡Fue una maldita broma tuya!? —le gruñí a mi chico quien retrocedió un paso, apretando los labios para no reírse.
—Tenía que vengarme por lo de tu ''hija'' Zoey y como siempre que damos un gran paso en nuestra relación dices que creíste que era un sueño, lo preparé todo para que creyeras que lo fue. Pero mi intención no era hacerte llorar, pensaba entrar a la ducha contigo y darte una sorpresa —protegió su bonito rostro con ambas manos—. No me mates.
Me quedé un largo minuto mirándolo fijamente. Él me sostenía la mirada, alerta al más mínimo movimieto que hiciera para defenderse.
—¡MALDITO BASTARDO! —exploté finalmente, golpeándolo sin control en el pecho, los brazos y por todos lados.
Corrió entre risas y plegarias para que no lo matara. Se salva porque aún quiero tener a Allana y Enmanuel o de lo contrario ya le habría aplastado las bolas golpeándolo con una silla. Paramos en la cocina donde lo acorralé contra la mesa.
—¡Idiota! ¡Imbécil! ¡Inmaduro! ¿¡Cómo mierda me haces esto!? —le di constantes puñetazos que no parecían dolerle en lo absoluto, pero no pensaba parar—. ¡Te detesto, cabrón de mierda! ¡Eres de lo peor! ¡Eres un estúpido! ¡Eres... —me perdí en sus ojazos color tormenta— ...el jodido amor de mi vida! Te amo.
Le di un beso que me correspondió sin problemas. Crucé mis brazos alrededor de su cuello y él, tomándome de la cintura, me sentó sobre la mesa posicionándose entre mis piernas.
—Te amo, mi reina —declaró entre besos, haciéndome olvidar la terrible broma pesada que acababa de jugarme.
—Y yo te amo a ti.
Nos separamos y unimos nuestras frentes, sonriéndonos.
—Amo que me digas que me amas, ¿sabes?
Es increíble. Antes me costaba muchísimo decirlo. Tenía miedo de que se acabara, de equivocarme de nuevo, de perderlo... Pero ahora que por fin fui capaz de hacerlo, me resulta bastante sencillo. Amo a este guapo pelinegro de ojos grises.
—Te amo.
Sonrió.
—Anda, desayuna —señaló el plato con arepas a mi lado.
—Me encantan tus arepas, pero ahora quiero comerme otra cosa —jugué con el cabello de su nuca.
—Golosa —negó con la cabeza.
—¿Qué dijiste?
—Pecosa.
—Yo no tengo pecas.
—Ok, estoy un poco oxidado con esto de las rimas, lo admito.
Se sentó en una de las sillas y palmeó sus piernas, invitándome a sentarme sobre ellas. Bajé de la mesa y me senté sobre él. Llevó un tenedor con un trozo de arepa incrustado a mi boca, le quedaron deliciosas como siempre.
—Em —me llamó después de un rato, yo estaba muy ocupada devorando las arepas.
—Dime.
—Tenemos que hablar.
—¿De qué?
—De nosotros. De todo lo que ocurrió desde esa noche hasta hoy. De nuestras inseguridades y sentimientos, quiero dejarlo todo en claro.
—De acuerdo —asentí.
Lo seguí hasta la sala donde nos sentamos uno frente a otro sobre el sofá. Debo admitir que estaba un poco nerviosa, no por abrirme con él sino porque el último mes y medio no ha sido de mis favoritos y le tenía cierto temor a lo que él pudiera pensar de mi punto de vista.
—Bien, ¿por dónde empezamos? —hablé.
—Por el principio. Ya me constaste el porqué de tus inseguridades amorosas y cómo te sentiste esa noche, no quiero abrirte esa herida de nuevo. Pero quiero que sepas que esa noche te estaba esperando con esa cena sorpresa y...
—Lo sé, mi amor —lo interrumpí—. Eres Allan. El chico amoroso que prepara sorpresas románticas, consuela a sus ex y ayuda a sus amigos borrachos —acaricié su mejilla—. No debí olvidarlo esa noche.
—La verdad, si yo tuviera tu historial amoroso, también hubiese pensado lo peor —me brindó una media sonrisa.
—Eso no me justifica del todo. Tampoco debí irme, eso debió dolerte.
—Mucho. Casi tanto como el puñetazo que me dio Jane —rió, contagiándome—. Me volví un ermitaño y convertí la casa en un desastre. Este lugar se sentía gigante sin ti, te extrañaba demasiado —me tomó ambas manos—. Recuerdo que cuando los chicos venían a visitarme, miraba la puerta abrirse con la esperanza de que fueras tú, hasta que al fin volviste.
—Yo estaba hecha pedazos. No había un puto segundo en el que no pensara en ti y eso me estaba volviendo loca. Por eso ese día cuando fuiste a hablar conmigo y me mencionaste que aún llevaba el anillo, sentí que me estabas echando en cara que nunca podría olvidarte y era cierto, por eso lo lancé.
Asintió cabizbajo y supe que metí la pata, quizás no debí mencionar eso.
—¿Sabes por qué renuncié a ti cuando lo tiraste? —negué con la cabeza—. Porque sentí que habías lanzado mi corazón también y en un segundo plano a mi madre. Ella...fue la mujer más especial de mi vida y esa noche cuando me contaste tus malas experiencias y no fui capaz de consolarte, me di cuenta de que no la había superado y eso me impedía perdonarte.
Wow, es más profundo de lo que me imaginaba.
—Ese anillo le perteneció y siempre pertenecerá de las mejores mujeres de mi mundo —me dio uno de esos mágicos besos en la frente—. Esas siempre serán mi mamá y tú.
—Siento haberlo tirado, mi amor.
—Eso ya no importa —negó con la cabeza a la vez que acariciaba mis mejillas—. No se trata del anillo, sino de lo que representa: el amor. Siempre voy a amar a mamá a pesar de que no esté y no necesito guardarle luto de por vida por miedo a olvidarla, porque eso no pasará. Y también te voy a amar siempre a ti y confío en que tú te sientes igual.
¿Acaso puede ser más hermoso?
—Tenlo por seguro —asentí.
—Y siento haberme comportado como un puto témpano de hielo durante tanto tiempo. Estaba enojado contigo y no podía perdonarte ni superarte si estabas a mi alrededor. Por eso era tan esquivo, te necesitaba lejos para poder pensar, pero fui un hijo de puta en el proceso. Lamento mucho haberte hecho sentir mal.
—Y yo siento haberte incomodado, es que en serio quería recuperarte. No podía permitirte olvidarme después de verte superar a Vanessa sin darte cuenta.
—¿Sabes una cosa? Me di cuenta de que nunca amé a Vanessa. Ahora que he vuelto a tratarla, entendí que ella siempre fue una amiga con la que tenía sexo, en eso se transformó nuestra relación hasta que la atocigué con mi romanticismo —rió sin gracia—. Pero nadie me había hecho sentir nunca lo que me haces sentir tú.
Me derrito.
—Yo tampoco me enamoré del imbécil de Dave, ni de ninguno de los anteriores. Tienes suerte, Lerman, solo tengo ojos para ti.
—Solo confía en mí a partir de ahora. Da igual cuántos malentendidos se presenten, solo escúchame la próxima vez, ¿ok? —acunó mi rostro con sus manos.
—Te lo prometo, no pienso volver a poner en duda tu amor nunca más.
—Y yo voy a recordarte cada día lo mucho que te amo para que nunca lo dudes. Como en 50 First Dates, ¿recuerdas? —me sonrió—. Cuando la vimos dijiste que querías que alguien que te dijera todos los días que te ama como si fuera la primera vez y yo estuve a punto de decirte que yo podía ser ese alguien, pero nos interrumpieron antes de que pudiera a hacerlo.
Amo a este chico. Lo amo. ¡Lo amo!
—No necesito que seas mi Henry, solo necesito que sigas siendo mi Allan y créeme que nunca en lo que me queda de existencia volveré a dudar de ti.
—Somos jodidamente cursis, ¿verdad? —rió.
—Y es hermosamente nuestro.
Me lancé sobre él y lo besé con ansias. Sí, somos cursis, empalagosamente románticos y estamos enamorados como adolescentes. ¿Y qué?
—Hagamos esto siempre, así sea una pelea tonta o importante, sentémonos juntos a hablarlo —propuso, a lo que asentí sonriente.
—Me parece muy bien.
—Extrañé mucho esto —acarició mi espalda—. Besarnos en nuestro sofá o en cualquier parte de la casa sin importarnos nada.
—Pues disfrútalo mientras dure —jugué con sus rizos.
—¿Por qué lo dices como si nos fuéramos mañana?
—Porque no nos vamos mañana, pero tampoco nos queda mucho tiempo, recuerda que hoy es 17.
—Sí, nuestro mesversario.
—No lo digo por eso, tonto —lo golpeé amistosamente—. Sino porque ya estamos a mitad de mes, solo nos quedan dos semanas en aquí.
Abrió los ojos con sorpresa y se sentó de golpe dejándome sentada a horcajadas sobre él.
—¿¡Cómo que dos semanas!? ¿¡Tan poco!?
—Sí, pudín —reí—. A fin de mes tenemos que irnos y entregar las llaves de la casa.
—¡Mierda! Hemos estado casi dos meses peleados y ahora solo nos quedan dos semanas —resopló, frustrado—. Sabes lo que esto significa, ¿verdad?
—¿Qué? —enarqué una ceja.
—Que durante las próximas dos semanas te vas a olvidar de que la universidad y Union News existen —me agarró posesivamente de la cintura—, te vas a quedar acuartelada aquí conmigo.
—Como usted diga, Comandante Lerman —obedecí haciendo el saludo militar.
—¡Esa es mi chica!
Nos esperan dos semanas muy locas y en especial llenas de amor.
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Nuevo capítulooo!!!
¡RECONCILIACIÓN!
¿Quién amó los cuatro motivos de Allan para que Emma no se rindiera?
¿Quién se creyó la bromita de Allan? (No habrá más bromas en la novela, temo que me maten a sillazos)
¿Quién quiere hacer conmigo el baile de la victoria de Emma?
Besos de Karina K.love 😉
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