Capítulo 59: La fiesta
Emma
—¡No podemos ir a una puta fiesta cuando tenemos que hacer nuestras tesis! —les grité a los chicos por milésima vez.
Vanessa y las gemelas se encontraban en la tienda en la que trabajo buscando vestidos de noche como unas locas. Carlos y Brook lejos de ayudarme, estaban buscando ropa para ellos también. Y mi compañera Jamie en lugar de apoyarme, se dedicó a coquetear con el rubio.
Tierra, trágatelos.
—Es la última puta fiesta de fraternidad que habrá para los de cuarto año —me gritó Jane—. No tendremos otra hasta la graduación.
Se preguntarán el motivo de tanto alboroto. La fraternidad Alpha Beta Alpha —la misma de la fiesta de la que nos echaron el día de la sumermarket party— organizó ''el último party antes de la despedida de cuarto año''. En vista de que todos estamos muy concentrados en las tesis y otros proyectos finales, esta será la última gran fiesta antes de graduarnos y todos están de acuerdo en que es un acontecimiento que nadie debe perderse, todos menos yo.
—Yo puedo esperar hasta la graduación. Vayan sin mí.
—¡NO! —me gritaron todos al unísono, incluso Jamie que no tiene nada que ver con el asunto.
—¿Cuál es la insistencia con que yo vaya? —resoplé, cruzándome de brazos.
—En que te queda poco tiempo para reconquistar a Allan antes de que se vayan del dúplex y como vemos que no avanzas, tendremos que darte un empujón —respondió Brook.
—Y si no cooperan, se ganarán un pisotón —amenazó Mery.
Genial, si no consigo reconquistar a Allan, me voy a ganar un pisotón como ''premio de consolación''.
—No, cariño —objetó Carlos—. Si no se reconcilian antes de irse del dúplex, volveremos al plan inicial.
Me da miedo preguntar, pero...
—¿Cuál es el plan inicial?
—Hacerles un amarre, obligarlos a beber una sopa afrodisíaca y encerrarlos desnudos en un ascensor.
Me golpeé la frente mientras Jamie les lanzaba miradas raras a Carlos y las gemelas, Brook y Vanessa por su parte negaban con la cabeza sin creérselo del todo.
—¿Ese es su gran plan? —preguntó la pelirroja teñida un tanto decepcionada.
—Lo era antes de que estuvieran juntos —repondió Mery—. Ustedes no estaban cuando no admitían que se gustaban, era tortuoso.
—Y ante situaciones desesperadas hay que tomar medidas desesperadas —terminó su hermana.
Brook sacudió la cabeza.
—Bueno...como sea. Emma, vamos, hay que buscarte el vestido perfecto. Ese tipo de vestido que no solo hará babear a Allan sino que también se le pare.
—¡Brook!
—¿Qué? Hasta ahora todos los planes en los que te has insinuado sexualmente han funcionado.
—No todos, el de la ducha fue un auténtico desastre.
Carlos compartió miradas de complicidad con su primo antes de que ambos comenzaran a carcajearse sonoramente. Las chicas y yo los mirábamos sin entender.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Jamie.
—Nada... —alcanzó a decir el rubio antes de mofarse nuevamente.
—Olvida nuestra risa tonta y ve a buscar un vestido ahora o de lo contrario se me va a subir el ''Efecto Valery Place'' y voy a lanzar todo lo que tenga a mi alcance —amenazó el castaño—. Sería una lástima que tuvieras que recoger el desastre que voy a armar, ¿verdad?
—Créeme que no quieres un desastre armado por Carlos —añadió su primo—. Si piensas que Allan es el ''reguero-nator'', te vas a quedar con la boca abierta cuando veas lo que este puede hacer.
—Eso es un sucio chantaje.
—Lo estoy haciendo por ti. ¿Qué pasa si mañana al finalizar la fiesta ustedes dos se ponen románticos en el dúplex y se reconcilian? Si no vas, eso nunca pasará —se llevó la mano al pecho dramáticamente—. No me lo perdonaría.
Ahogué un gruñido antes de asentir de acuerdo. Conozco a mi pandilla y si no acepto por las buenas, tarde o temprano acabaré aceptando por las malas.
—Ok, pero lo haré cuando acabe mi turno, no quiero que me despidan.
—Jamie puede cubrirte —propuso el ojiazul antes de girarse hacia mi compañera—. ¿Cierto, preciosa? —le guiñó un ojo.
Juro que vi a Jamie derretirse y a Jane soltar humo por las orejas. No es para menos, Brook es un galán con todas las letras y si no estuviese locamente enamorada de Allan, hasta consideraría salir con él.
—Claro, yo la cubro —le sonrió antes de caminar hacia mi puesto tras el mostrador y sacarme ''delicadamente'' de allí.
—Gracias, linda —el rubio le sonrió de vuelta.
—Arg —gruñó mi mejor amiga por lo bajo antes de tomarme de la muñeca y arrastrarme hasta el área de los vestidos de noche bajo la mirada burlona de su pretendiente.
—¿Celosa, Tarzana? —rió por lo bajo.
—Para nada, nerd follador.
Claro que sí está celosa, la conozco bien.
Seguidas por Mery y Vanessa llegamos a la zona de los dichosos vestidos. Teníamos mucho de dónde elegir y si no se tratase de una fiesta a la que no me interesa asistir, estaría brincando de alegría por poder compartir una tarde de compras con mis amigas.
—Vamos a hacerlo así —comenzó a hablar la castaña—. Para Emma busquemos un vestido rojo, mientras más candente para Allan, mejor. Para mi hermana uno blanco, así resaltaremos su tierno lado angelical, pero obvio debe ser sexy, Carlos también tiene que babear. Para mí uno negro, así verán mi lado peligroso.
—¿Y para mí qué? —preguntó Vanessa.
—Para la perra uno azul añil, así hará contraste con su cabello rojo y piel pálida.
No pude evitar sentirme un tanto incómoda por cómo Jane aún se refiere a la pelirroja. No es menos cierto que el apodo combina con lo zorra que fue en el pasado, pero de todas formas no me siento bien con ello.
—Jane, ¿no crees que deberías llamar a Vanessa por su nombre? ¿O por lo menos buscar otro apodo?
—Es que ese es su apodo, aunque no lo creas se lo digo de cariño —se excusó a lo que Vanessa, para mi sorpresa, se rió.
—¿Qué es lo gracioso?
—Que Jane lo dice en serio, lo dice de cariño.
¿Eh? ¿De qué me perdí?
Las chicas notaron mi expresión de confusión y compartieron miradas entre ellas. Jane comenzó a hacer sus muecas raras, específicamente las que hace cuando no sabe cómo decir algo o teme hacerlo. Se acercó a mí y me tomó de ambas manos haciendo un puchero, parecía un cachorrito recién regañado.
—Amiga, sabes que te quiero con toda mi alma y que si fuera lesbiana, me casaría contigo —reí ante lo segundo—. Siento que te estoy traicionando por esto, pero... —cerró los ojos con dramatismo— ...mehiceamigadeVanessa.
—¿Qué dijiste?
Abrió los ojos.
—Es que en las últimas semanas, con todos los planes y reuniones para que volvieras con Allan, la he conocido mejor y...me comenzó a caer bien. Sé que como tu mejor amiga es mi deber odiarla hasta el fin de los días, pero me di cuenta de que no es tan antipática y zorra como creía y ahora somos amigas —hizo otro pucherito—. No me odies.
Ay, mi loca Jane.
Era de esperar que con el tiempo que ha pasado y por sus acciones, todos nos diéramos la oportunidad de conocerla mejor. Incluso yo me he sorprendido por lo divertida y gentil que es, nada que ver con lo que daba a demostrar cuando llevábamos poco tiempo en el dúplex; supongo que todos tenemos el poder de cambiar si así lo decidimos.
—Claro que no te odio, tonta —reí y miré a su hermana que tenía la misma cara de cachorro—, y a ti tampoco Mery.
—¿En serio? —hablaron ambas gemelas al unísono.
—Sí. Todos estamos de acuerdo en que Vanessa se ha esforzado por ganarse nuestro perdón durante todo este tiempo y no estamos en High school para guardarle rencor de por vida a alguien por hacerme el enorme favor de mostrarme lo mierda que es Dave —todas asintieron, dándome la razón—. Así que si ahora son amigas, ¡bien! Alguien más con quien compartir en el tablero del chisme cuando vayamos a la cafetería.
—¿De verdad no te molesta? —preguntó la roja—. Es que no quiero incomodarte. Mi plan era ayudarte a ti y a los chicos hasta que volvieras con Allan y luego no volver a molestarlos.
Negué con la cabeza.
—Por mí está bien, en serio. Solo no me quites el novio la próxima vez —bromeé, haciéndola reír.
—Te doy mi palabra —alzó una mano, evidenciándolo.
—Wow, la chica traicionada se hace amiga de la chica que estaba con su ex-novio ya que esta última la está ayudando a volver con el chico que antes fue novio de las dos —recapituló Mery—. ¡Qué modernas son, chicas!
Reímos todas juntas, la situación es irónicamente graciosa.
—Solo una última cosa —me giré hacia la castaña—. Jane, deja de llamarla perra. Por muy de cariño que sea, suena mal.
—Cierto, perris está mejor.
Me golpeé la frente ante su respuesta. ¿Para qué me esfuerzo? Estamos hablando de Jane Campbell. La rubia y la pelirroja solo reían.
—Dejémoslo así y busquemos los vestidos —propuso Vanessa a lo que todas estuvimos de acuerdo.
Así comenzó lo que quedará para la historia como ''La gran búsqueda del vestido ideal de las chicas superpoderosas''. Sí, ya sé que eran tres pero Jane y Mery juntas cuentan como Burbuja. Sí, también sé que es vergonzosamente infantil que nos apodemos como dibujos animados sin estar siquiera borrachas para justificarnos. Y sí, sé que damos vergüenza ajena, ¡dejen de criticar!
Pasadas al menos dos horas, teníamos nuestros outfits listos. Y créanme que tardamos poco, estamos hablando de encontrar cuatro vestidos ideales con sus zapatos y accesorios a juego, ¡es un tema serio! Y aún nos falta escoger los peinados y el maquillaje.
—¡Por fin! —celebró Carlos al vernos regresar, él y su primo se habían acomodado en uno de los tantos muebles de la tienda que suelen ocupar los clientes y al parecer tardamos tanto que Brook se durmió—. Despierta, idiota —lo codeó haciendo que el rubio despertara un tanto sobresaltado.
—¿Ya terminaron? —preguntó incorporándose, asentimos brindándoles un puchero de disculpas—. ¿Cuántos años han pasado? Todavía estoy en los veintes, ¿no?
—Ay, por favor. No sean exagerados —bufó Mery—. Ustedes dos solían soportar mis jornadas de compras larguísimas cuando iba a Valery Place de vacaciones.
—Eso era antes de que te reconciliaras con Jane y me acostumbrara a que fueras de compras con ella —se excusó el castaño mientras se levantaba—. Estoy oxidado, cariño —se llevó una mano al pecho con dramatismo como hace un rato cuando me chantajeó—. Lo chento.
—Y yo por cosas como esta no quiero tener novia —se quejó Brook levantándose también.
—Arg, hombres —bufamos las chicas.
—Arg, mujeres —nos imitaron ellos con burla.
—Bueno, chicos, la charla está genial, pero tengo que seguir trabajando.
—¿Trabajando? —rió Jamie, acercándose a nosotros—. Tu turno terminó hace quince minutos.
—¿En serio? —solté en un jadeo—. Lo siento.
Pobre Jamie, cubrió todo lo que quedaba de mi turno ella sola.
—No te preocupes —hizo un ademán, restándole importancia—. El día ha estado muy muerto y tuve buena compañía —le guiñó un ojo a Brook.
—Entonces iré a casa —sonreí, tomando mi bolso tras el mostrador mientras mi compañera se encargaba de cobrarnos por los vestidos e introducía los mismos en las bolsas de compra rosa que llevan el logo de la tienda.
Me estaba despidiendo de mis amigos cuando escuché la campanilla indicando la llegada de un nuevo cliente. Me percaté de que no era un cliente cuando lo escuché hablar.
—¿Qué hacen todos aquí?
Giré lentamente sobre mis pies, encontrándomelo. Tenía el ceño fruncido y su mirada viajaba a cada uno de nuestros amigos antes de regresar a mí.
Tierra, tráganos.
—Vinimos a comprar ropa y a visitar a Emma, ¿no es obvio? —respondió el rubio con total naturalidad.
—La pregunta correcta es: ¿Qué haces tú aquí? —sonrió pícaramente Carlos, cruzándose de brazos.
Allan bufó.
—No voy a caer en tus juegos tontos. Solo vine a buscar a Emma.
—¿Y podrías explicarnos qué haces recogiendo a tu ex al trabajo? —inquirió Jane, echándole más leña al fuego—. Que yo sepa, nunca lo hiciste por Vanessa —hizo un movimiento de cabeza indicando a la pelirroja.
No sé si fueron ideas mías o en realidad sí ocurrió, pero creí ver a cierto pelinegro guapo descolocado ante la pregunta. Lo tomó desprevenido.
—Ha-hablando de Vanessa, ¿qué hacen con ella? —desvió el tema.
La Campbell castaña no perdió el tiempo y reaccionó pasando un brazo por encima de los hombros de la susodicha antes de que ella pudiera responder.
—Es nuestra amiga, la perris, y no cambies de tema.
—Responde, pudín —se burló Brook.
La expresión del chico pasó de sorprendido a avergonzado y luego a molesto, le sigue molestando que Brook lo llame pudín.
O quizás le molesta que lo haga cualquiera que no sea yo.
Basta, Emma. No te hagas ilusiones.
—Vine a recogerla porque quise, ¿contentos?
Mi sonrisa y la de todos los presentes adornaron el lugar.
—Sí, yo estoy muy contenta con eso —chilló Mery.
—En ese caso, príncipe encantador —dijo Carlos tomando mi mano y conduciéndome hacia mi chico—, escolte a la princesa Cenicienta hasta el palacio alias el dúplex.
Allan negó con la cabeza sonriendo y me tomó de la mano. Y no cualquier toma de mano, no, entrelazando nuestros dedos como cuando estábamos juntos.
—Nos vamos, princesa —me sonrió antes de mirar sobre mi hombro a nuestros amigos—. Y luego voy a hablar seriamente con ustedes cinco. ¿Perris? ¿Es en serio?
Con las risas de todas tras nosotros, salimos de la tienda. Aún me estaba costando procesar que Allan viniera a recogerme como en los viejos tiempos. Bueno, es cierto que hace función de chofer siempre que lo necesito, pero eso no quita que sea un gesto precioso que admitiera que quiso venir por mí a sabiendas de que nuestros amigos lo van a molestar hasta el cansancio.
Una vez estuvimos en el estacionamiento, me ayudó a subir a la camioneta. Estaba acomodando mi bolso junto a la bolsa de compras en los asientos traseros cuando se incorporó, ocupando el asiento del piloto.
—¿Compraste ropa nueva? —preguntó, encendiendo el motor.
—Sí, algo lindo para la fiesta.
—¿Irás? —frunció el ceño.
—Los chicos me animaron. ¿Tú irás?
—Los chicos me obligaron —rió mientras nos poníamos en marcha—. Mery en específico amenazó con pisarme, y quedarme permanentemente cojo no está en mi lista de cosas que hacer antes de graduarme.
—Eso significa que te veré allí.
—No, eso significa que iremos juntos.
«Iremos juntos...»
¿Se refiere a que me llevará en la camioneta o a que es una cita?
¿Cómo mierda se lo pregunto sin quedar como una tonta?
—Por si te quedan dudas, es una cita.
¿Dijo cita?
¿¡DIJO CITA!?
¡Gracias, Tierra!
—¿Ci-cita? —tartamudeé, sujetándome del cinturón de seguridad en un intento de no lanzarme por la ventanilla de la emoción.
—Sí, hace mucho que no escolto a la princesa a un baile real —me sonrió y volvió a poner los ojos en el camino.
Me derretí en el asiento y por el espejo retrovisor pude distinguir mi característico sonrojo adornando mis mejillas. ¡Al fin tendré una oportunidad de acercarme a él románticamente!
(...)
No sé cuánto tiempo tardé, pero estoy lista.
El vestido rojo escarlata ceñido de dos piezas se ajusta a la perfección a cada una de mis curvas. La parte superior con un escote cuadrado y mangas gruesas que realza un tanto mi busto generoso, mientras que la falda es lisa y llega hasta la mitad del muslo.
Encontré unos tacones divinos a juego al igual que mi labial de la misma tonalidad de rojo. Maquillaje de noche no muy exagerado, pero sí bien elaborado con sombra de ojos de un tono crema hasta grisáceo oscuro difuminado en los extremos y algo de rubor en los pómulos.
Mi largo cabello recogido en una coleta alta que caía en ondas a ambos lados de mi cabeza y sobre mis hombros parecía estar suelto y no podía faltar mi característico perfume y un bolso de mano de pedrería.
Bien, que comience el show.
Salí de la habitación y al bajar las escaleras el repiqueteo de mis tacones alertó a mi chico de mi presencia. Lucía genial. Llevaba una camisa blanca con los primeros botones superiores desabrochados dejando al descubierto parte de su pecho y sobre esta una chaqueta negra remangada hasta los codos, un pantalón a juego y sus rizos negros revueltos cayendo sobre su frente.
Tan pronto me vio, se relamió los labios y sacó a relucir esa sonrisa idiota que siempre acompaña mis descensos por los escalones. Me encanta saber que aún tengo ese efecto en él. Aún me mira como si fuera la mujer más hermosa del mundo.
—Hola —le sonreí al posicionarme frente a él.
—Hola —tomó mi mano e hizo que diera una corta vuelta—. Wow, tengo suerte de que seas mi cita y definitivamente lo bueno se hace esperar.
Sentí mis mejillas arder como el sol de agosto, y la sonrisa enternecida que me brindó me dio a entender que mi cara debe estar más roja que mi vestido.
Quise responderle el cumplido, pero temía que si abría la boca solo alcanzaría a emitir tartamudeos y balbuceos dignos de que la tierra me tragase. Él me tomó de la mano y me guió hacia el exterior de la casa donde su camioneta nos esperaba estacionada. Subimos y alrededor de diez minutos después habíamos llegado a la gran casa de la fraternidad Alpha Beta Alpha.
Justo como la última vez que estuvimos aquí, estaba repleto. Podría jurar que todo Johnson había asistido. El jardín delantero era un desastre, apenas eran las diez y ya se podían apreciar los grotescos espectáculos protagonizados por los primeros borrachos de la noche.
Lan me ayudó bajar de nuestra ''carroza real'' y, tomándome de la mano de nuevo, me llevó al interior de la casa. Esquivamos a una estampida de personas semi-ebrias que obstruían el paso en la entrada y los alrededores hasta que llegamos a la pista de baile.
Noté al instante que Allan y yo no éramos los únicos vestidos casi elegantes, ya que en realidad esta era una fiesta temática y de eso se trataba, era un casi baile de graduación. Es por eso que mi acompañante vestía tan ''incómodo'' y las chicas insistieron tanto en buscar los vestidos ideales.
—¿Quieres tomar algo o crees que es muy temprano? —alzó la voz en mi oído, la música estaba muy alta.
—Mejor no —le grité de vuelta—. No quiero que terminemos como en la fiesta anterior.
Soltó una leve risa.
—Opino igual. ¿Entonces qué propones?
Antes de que pudiera pensar en algo que hacer, una melena roja en la que comenzaban a notarse el verdadero color natural castaño oscuro, apareció frente a nosotros. Lucía increíble, con su vestido azul añil ceñido con escote asimétrico y su cabello ondeado suelto. Meses atrás me hubiera costado admitirlo, pero es una chica guapísima.
—Hola, tortolitos —nos saludó.
—Qué guapa —le sonrió Allan.
Me sentí rara en ese momento. Creí que mis celos infernales o mis jodidas inseguridades saldrían a la luz, pero no. Él no la admiraba como un chico mira a la chica que le gusta o como un ex que quiere volver, ni siquiera como un playboy que encontró a la que sería su acostón de una noche. Solo era Allan halagando a Vanessa sin ningún tipo de segundas intenciones ni interés.
No la mira como me mira a mí.
¿Debí detenerme a pensar en ello esa noche?
—Lo mismo debo decir de ustedes. Allana y Enmanuel serán unos niños preciosos —nos guiñó uno de sus ojos negros.
Lan emitió una leve risa a la vez que negaba con la cabeza mientras yo resoplé en respuesta.
—¿Cuántas veces debo decir que nuestros hijos no se llamarán así?
—Yo no estaría tan segura, recuerda que fue Jane quien lo propuso. ¿Crees que yo quería que mi apodo fuera ''la perris''?
Allan estalló en risas.
—Admite que te queda bien.
La pelirroja le mostró tiernamente el dedo de en medio y esta vez fui yo quien rió a carcajadas.
—Vane, ¿has visto a los chicos? —pregunté al recuperar el aliento.
—Sí, los estábamos esperando. Vengan.
Seguimos a la chica entre la multitud de universitarios fiesteros, esquivando vasos de cerveza, parejas cariñosas y borrachos animados.
—¿Desde cuándo te llevas bien con Vanessa? —murmuró en mi oído.
—Muchas cosas pasaron mientras me evitabas. Además, yo podría preguntar lo mismo.
—Yo en lo personal no le guardo rencor —se encogió de hombros—. ¿Por qué no darle un voto de confianza?
—Los estoy oyendo, ¿eh? —nos interrumpió, mirándonos por encima del hombro.
Poco después llegamos a una zona repleta de mesas al estilo restaurante, en una de ellas se encontraban nuestros locos. Mery lucía ese hermoso vestido blanco que la ayudamos a elegir con escote lágrima resaltando sus pechos perfectos. Su hermana por su parte llevaba un escote corazón mucho más atrevido en su vestido negro que traía babeando al rubio a su lado. Los chicos por otro lado vestían parecido a Allan, solo que Carlos venía totalmente combinado con su novia mientras que Brook llevaba puesta una camisa color azul que lejos de cubrir sus músculos, los realzaba.
Sin lugar a dudas mi pandilla haría sentir feo a cualquiera.
—Miren a quiénes me encontré perdidos en la pista de baile —anunció la pelirroja.
Los cuatro emitieron silbidos y aplausos en nuestro honor, a lo que respondimos con una corta reverencia.
—Deberíamos abrir nuestra propia agencia de modelos, nos iría genial —comentó Carlos.
—Nah, soy muy celosa como para soportar que un montón de zorras babeen por tu foto en una revista —sutilmente deslizó su mano bajo la mesa y en respuesta su novio se mordió el labio inferior—. Sabes lo posesiva que puedo llegar a ser con lo mío.
—Tranquila, tigresa —le dio un corto beso—. Soy cien por ciento de tu propiedad.
Son una pareja adorable, y mucho más pervertidos de los que me imaginaba al principio. Pero bueno, ¿qué clase de universitarios serían si no lo fueran?
—Charlie —lo llamó su primo—. ¿Hay algún truco especial para conquistar a una Campbell o solo tuviste suerte?
—Te lo diría, pero presiento que con Jane las cosas son muy diferentes. Arréglatelas como puedas.
—Hasta ahora se las está arreglando bastante mal —bufó la castaña antes de darle un sorbo a su trago.
—Vas a caer, Tarzana —se le insinuó.
—Mientras me sigas llamando Tarzana, más me voy a inclinar hacia el lesbianismo, Vanessa está muy buena —bromeó.
—Lesbianismo, ¿eh? —sonrió lobuno el rubio—. Creo que con senos y peluca puedo llegar a ser muy apetecible ante tus ojos.
—Oh sí, serías el travesti del año —rió Allan.
Así, entre insinuaciones sexuales del futuro matrimonio Rowsell, intentos de conquista de Brook hacia Jane, bromas no malintencionadas sobre las ''antiguas actitudes caninas'' de Vanessa y claro, intentos no tan sutiles de lanzarme a los brazos de Allan, pasamos un buen rato juntos.
Carlos y Mery decidieron irse a la pista de baile seguidos por Jane que arrastró a Vanessa consigo para zafarse de bailar con Brook, y este último, como buen playboy, se fue a la barra tras el generoso trasero de una morena.
—Es raro —dijo el pelinegro a mi lado de pronto.
Nos habíamos quedado solos junto a media botella de vodka y dos o tres margaritas. No estábamos ni remotamente cerca del estado de ebriedad, pero sí lo suficiente relajados como para decir ciertas cosas que no admitiríamos en un ambiente como este.
—¿Qué?
—Que todo parece estar en su lugar excepto nosotros.
Cierto, todos estaban bailando, riendo, bebiendo y divirtiéndose en general. Nuestros locos disfrutaban haciendo lo de siempre: Carlos y Mery enamorados hasta los huesos, las gemelas compartiendo juntas como si nunca hubiesen peleado en sus vidas, Brook con sus conquistas, incluso la pelirroja logró integrarse después de haber logrado limar asperezas entre nosotras.
En cambio Allan y yo nos encontrábamos sentados juntos viendo al resto divertirse en lugar de hacer lo que sea que estuviésemos haciendo si aún fuéramos pareja.
Carajo, esto es una cita. Es la gran oportunidad que tengo de reconquistarlo o al menos hacerlo recordar lo maravillosa que fue nuestra relación, no pienso desaprovecharla.
Me levanté y sin previo aviso lo tomé de la mano, arrastrándolo hacia la pista de baile. Me detuve justo en el centro, alrededor de nosotros todos se movían al ritmo de la música movida que resonaba estridentemente.
Le ofrecí mi mano de forma cordial y elegante.
—¿Me concede esta pieza?
Miró mi mano extendida durante unos pocos segundos para luego sonreírme y tomarla.
Justo cuando íbamos a comenzar, el pegadizo tema de electrónica se detuvo. El DJ anunció que era hora de un par de baladas para las parejitas y se disculpó por las canciones cursis que reproduciría a continuación.
La sorpresa me invadió al escuchar las primeras notas de la primera canción. No estamos hablando de cualquier canción, sino de la nuestra. ¡What Am I de Why Don't We estaba sonando!
No sé si son señales divinas, destino, casualidad o lo que sea, pero estaba agradecida con el cielo.
Desvié la vista hacia mi mano que él aún estaba sosteniendo. Yo estaba encantada, pero no sabía si era mutuo, quizás le incomodaba.
—La propuesta sigue en pie —conecté mis ojos con los suyos.
—Mi respuesta también —me sonrió, tiró de mi mano juntándome a él y la alzó a la altura de nuestros hombros.
Llevé mi mano libre a su hombro y la suya viajó a mi cintura. Nos balanceábamos a un ritmo lento dejándonos llevar por la suave melodía. Cerré los ojos apoyando mi cabeza en su pecho, al instante vino a mi mente el recuerdo de esa noche en la que escuché la canción por primera vez. Él me la dedicó y siempre será especial para mí.
—Tell me, have you seen a sunset turn into a sunrise? Kiss right through the night? —canté inconscientemente, la canción estaba por terminar y el mágico momento también.
—'Cause we should try that sometime —casi doy un brinco cuando lo escuché cantar, siguiéndome—. Hold you 'til the mornin' and if I said I'm fallin', would you just reply?
—I know you are, but what am I? —cantamos juntos antes de que iniciara el último estribillo.
Allan me dio una vuelta corta y disfrutamos de los últimos segundos danzando un improvisado vals. Lo amé.
Al terminar, su rostro quedó a escasos centímetros del mío. Podía sentir su respiración agitada y rezaba porque su corazón latiera igual de desbocado que el mío.
Me separé un poco al notar que estaba incómodo y evitaba mi mirada. Pero ya había avanzado lo suficiente y no pensaba retroceder.
—¿Qué tal si voy a la barra a buscarnos unos tragos?
—Ok, pero nada muy fuerte, yo manejo y debo dejarte a salvo en casa esta noche —me sonrió.
—No tardo.
Caminé unos cuantos pasos antes de girarme para echarle un último vistazo y me emocioné al divisarlo mirándome también. Con la felicidad burbujeante en mi ser, continué hacia mi destino. Una vez allí, tuve que enfrentarme a una fila irritantemente lenta para ser atendida cerca de diez minutos después.
Tienen una barra en una fiesta de fraternidad, pero no suficientes bartenders para atender a los invitados. Pésimo servicio.
—¿Qué vas a pedir, preciosa? —preguntó el descarado barman que nunca me miró a los ojos sino a un par de centímetros más abajo.
—No sé —apoyé mis antebrazos en la barra de madera, dándole una mejor vista de mis pechos—, ¿qué me recomiendas para mi novio?
Al decir eso, carraspeó y se incorporó algo incómodo. Se lo merece por ver a las chicas solo como un par de ''tetas apetecibles''.
—Pues, para las parejas hay un trago nuevo que se ha vuelto muy popular. Se llama Cupido.
—Cupido, ¿eh? Suena interesante, pónmelo.
El castaño se dispuso a preparar el singular trago que para mi sorpresa era de una tonalidad rosa fosforescente bastante llamativa. Lo sirvió en dos pequeñas copas acompañadas de una pequeña fresa.
Le agradecí al ''mira-tetas'' antes de tomar ambas copas y regresar a la pista de baile.
Pobre Allan. Si aún sigue ahí, ya no debe sentir las piernas.
Me detuve a pocos metros de donde hace un par de minutos bailé con él. Mis hombros cayeron junto con el contenido de las copas y las próximas en la lista de caídas eran mis lágrimas. Allan se encontraba en el centro de la pista bailando con una morena bastante voluptuosa y una rubia teñida con unas curvas sensacionales. Ya no estaban sonando lentas sino pistas de pop ideales para bailar, pero eso no disminuía el dolor que se alojó en mi pecho. Les sonreía a ambas mientras se intercalaban para bailar con él. Lucía justamente como lo que una vez fue, un playboy codiciado.
Fui una tonta por creer que porque me invitó a venir con él y bailamos juntos los tres escasos minutos que dura lo que una vez fue nuestra canción, tendría oportunidad de reconquistarlo.
Allan es muy bueno superando a sus ex sin lugar a dudas.
Dejé caer las copas y di media vuelta con la intención de salir de allí tan rápido como me fuera posible. No podía ni quería torturarme ni un segundo más con esa escena. Esquivé a la gente a mi alredor hasta que choqué con alguien, con Jane para ser específica.
—Em, ¿qué te ocurre? —me preguntó, colocando una mano sobre mi brazo, con la otra sostenía un vaso de cerveza—. ¿Por qué lloras? —una mueca de preocupación adornó su rostro.
—Porque soy una idiota enamorada que debe asimilar que perdió al único chico que la ha amado de verdad —reprmí un sollozo apretando mis labios.
—¿De qué hablas? Allan está loco por ti.
—No, ya no —limpié la lágrima que se deslizó por mi mejilla—. Bailamos nuestra canción y me sentí tan especial. Luego voy a buscar unos tragos, me tardo un poco y cuando regreso me lo encuentro bailando no con una chica sino con dos.
—¿¡Está bailando con otras chicas!? —asentí con pesar—. ¡Voy a matar a ese hijo de puta!
—Jane, no —la sostuve del brazo para evitar que armara un escándalo, Dios sabe que nadie quiere ser sermoneado por ella en público—. No puedes reclamarle nada y yo tampoco, ya no soy su novia.
—Pero eres su cita de esta noche y lo mínimo que te mereces es que no se comporte como un cabrón —espetó, aplastando el vaso con su mano.
—Da igual, Jane —mi voz sonaba quebrada y débil—. Llevo casi dos meses intentando recuperar algo que yo misma provoqué que se perdiera. Él tiene derecho a superarme y encontrar una chica que no sea tan tonta como para compararlo con sus antiguas experiencias amorosas fallidas.
—Emma...
—De todas formas no me queda mucho tiempo en el dúplex —la interrumpí—. Quizás...sea hora de que me rinda.
—¿Qué? ¿Rendirte? —su desilución era evidente.
—Él estará bien sin mí y...creo que es hora de que asimile que sin importar lo que haga no lo voy a recuperar.
—Amiga, no.
—Ya no tengo nada que hacer aquí.
Seguí mi camino hacia la salida con los gritos de mi mejor amiga detrás de mí. Me escabullí entre la multitud hasta que me perdió de vista. La adoro, pero en este momento necesito estar sola.
Allan
Después de bailar tres canciones con Beverly y Sharon, beberme cuatro vasos de cerveza y esperar a Emma durante un buen rato más, decidí que mi vejiga no podía seguir esperando y me perdí entre la gente en busca de un baño.
Antes de lograr mi cometido, fui interceptado por una enojada Jane cuyas muecas daban miedo. Supuse que Brook le había dado una nalgada y vino a darme las quejas o algo así.
—Hey, Jane. ¿Qué pa...?
Antes de que culminara la pregunta su puño se estampó contra mi cara como aquella vez cuando Emma se llevó sus cosas del dúplex, supe entonces que se trataba de ella.
—¡Eres un jodido imbécil, Allan Lerman! —me gritó.
Como si fuera un puto ninja, apareció Mery a mi lado y me propinó un pisotón por el que bien pudieran amputarme el pie. Antes de que pudiera emitir un quejido, un puño se hundió en mi abdomen, provocando que me doblara de dolor, cortesía de Vanessa Andrews. Y antes de que pudiera recuperarme, unos golpes en la parte posterior de mi cabeza me dejaron aturdido, tardé un segundo en notar que mis mejores amigos fueron los autores de la hazaña.
—¿¡Me pueden explicar por qué carajo todos decidieron golpearme!? —espeté, molesto.
—¡Por cretino! —gritó la rubia y antes de que me pisara nuevamente, su novio la retuvo.
—Ok, soy un jodido imbécil y un cretino, pero, ¿por qué?
—Por traer a Emma a una cita para acabar actuando como un estúpido playboy frente a sus narices —me regañó la pelirroja teñida—. Mierda, ni yo fui tan rastrera.
—¿Qué? ¿De qué mierda hablan?
—¿Ahora vas a negar que no estabas bailando con una rubia y una morena en el puto centro de la pista de baile? —inquirió Jane, cruzándose de brazos, sus muecas daban a demostrar que se estaba aguantando las ganas de estrangularme.
—Sí, bailé con ellas, pero...
Y mi mente hizo un clic.
Emma me vio bailando con Beverly y Sharon y pensó que...¡mierda!
—¡Maldita sea! —pateé una lata que vi en el piso, necesitaba liberar mi frustración golpeando algo—. No es lo que creen. Joder, no es lo que ella creyó, es otro jodido malentendido. ¿Dónde está? Necesito explicarle.
—En el dúplex, se fue llorando después de ver tu escenita —respondió la castaña entre dientes.
¿Se fue? ¿¡Llorando!?
Las chicas tienen razón, soy un jodido imbécil y un cretino.
—No fue mi intención. Les juro que no tengo nada que ver con esas chicas, de hecho ellas...
—¡Nos importa un bledo lo que pase con ellas! —me cortó Brook—. Quien nos importa es Emma y acabas de quedar muy mal con ella. Así que vete al dúplex en este instante y aclara las cosas antes de que sea muy tarde.
Carlos me tomó del cuello de mi camisa, acercándome temerariamente a él.
—Escúchame bien, Allan —su tono pausado y amenazante logró intimidarme—. Llevo nueve años entorpeciendo cada una de tus estúpidas relaciones hasta que por fin la encontraste a ella. Me da igual el anillo, el malentendido y toda la mierda que ha pasado desde que rompieron, vas a recuperarla y va a ser hoy. Así que corre ahora mismo al dúplex, dile que la amas y si para mañana no están juntos, te voy a cortar las bolas, ¿entendido?
—E-entendido.
—Así me gusta, campeón —me palmeó la espalda—. Ahora corre antes de que mi cuñada cumpla mi amenaza por anticipado.
Me despedí de todos y casi corriendo, salí de la abarrotada casa Alpha Beta Alpha. Mi camioneta aún estaba estacionada afuera, por lo que deduje que mi Cenicienta se marchó en taxi. Revisé la hora en mi celular, eran pasada la medianoche, a estas horas tomar taxis no es seguro y menos para chicas como ella.
Además de la hora algo más llamó mi atención, la fecha. 17 de abril. Si no hubiésemos roto, hoy estaríamos celebrando nuestros tres meses de relación. Aunque en realidad...
¡No puede ser!
Me reservé la teoría que rondaba mi cabeza para cuando hablara con ella y subí a mi camioneta. Conduje como un psicópata hasta llegar a mi casa. Estacioné descuidadamente a mi bebé y me apresuré a entrar.
—¡Emma! ¡Emma! —grité al ver que las luces de la sala de estar estaban apagadas y todo lucía igual a cuando nos fuimos.
Escuché algo parecido a sollozos provenientes de la cocina y conforme me acercaba, noté que allí las luces sí estaban encendidas. Ingresé encontrándomela apoyada a la encimera con el maquillaje corrido y los ojos rojos de tanto llorar. Nunca me había sentido tan culpable.
—Emma... —hablé, posicionándome frente a ella.
No lucía ebria, solo desconsolada y triste...por mi culpa.
—Me alegra que llegases antes, necesito hablar contigo —se incorporó, acercándose un poco.
—Yo también.
—Tranquilo, seré breve —apretó los labios conteniendo el llanto, pero se obligó a sostenerme la mirada—. Renuncio, Allan.
—¿Qué?
—Renuncio a seguir forzando algo que ya no puedo reparar. Lo he intentando, no sabes cuánto me he esforzado por ganarme tu perdón y por recuperar tu amor, pero esta noche comprobé que sin importar cuánto trate, tú no vas a regresar.
No...ella no puede estarse rindiendo.
—Cuando eras frío era incluso más sencillo. Eras tan rudo y esquivo que a veces perdía las esperanzas, pero continuaba porque sabía que el Allan tierno podía regresar, que yo podía hacerlo regresar —aspiró por la nariz—. Pero ahora que volviste a ser el de antes, el chico dulce y atento, me duele más saber que no se trataba de tu actitud sino de que ya no me amas.
—Entonces...¿te estás rindiendo?
Por favor dime que no.
—No quiero hacerlo, en serio no, pero debo afrontar que fui una tonta por lastimarte y ahora ya es tarde —sollozó—. Tengo que hacerme a la idea...te perdí.
Pasó por mi lado para salir de la habitación, pero se detuvo y se giró hacia mí.
—¿Sabes qué es gracioso? —me mostró su tacón rojo y roto—. Esto —rió sin gracia y volvió caminar hacia la salida.
Escucharla, verla destrozada admitiendo su derrota, me estaba doliendo como nunca. Me dolió más que...cuando lanzó el anillo. Perderla es lo que más me duele, y no estoy dispuesto a aguantar ese dolor.
Me apresuré para alcanzarla y la tomé del brazo, haciéndola girar para aterrizar sobre mi pecho. Acuné su rostro entre mis manos y antes de que pudiera preguntarme qué pretendía, le respondí con un beso.
Esto fue lo que tuve que haber hecho desde el principio.
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Nuevo capítulooo!!!
Quiero dedicárselo a mis polluelas hermosas que me dan tantos ánimos cuando más lo necesito.
Vanessa es la nueva integrante de "la pandilla", ¿qué opinan?
¡Allan besó a Emma!
¿Qué pronostican para el próximo cap?
Besos de Karina K.love 😉
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