Capítulo 58: Debo superarlo
Allan
No fue un sueño ni un recuerdo, ni una mala jugada de mi imaginación. Fue totalmente real. ¡Fuimos Emma y yo besándonos!
¿La peor parte? Quiero volver a devorar sus tiernos labios.
¿Qué? Me rompió el corazón, pero de lo bueno uno siempre quiere repetir.
Emma me observaba con los ojos llenos de ilusión y sus mejillas sonrojadas. Se lamía sutilmente los labios como si quisiera recordar el sabor de los míos. Me causó tanta ternura que tuve que dejar que la razón volviera a tomar las riendas de la situación antes de que cometiera una locura.
—Chicos, ¿qué hacen ahí mojándose? —nos llamó Catherine desde la puerta que conduce al interior de la casa.
Caí en cuenta nuevamente de que nos encontrábamos empapándonos. En serio, parecía que acabábamos de salir de una piscina después de nadar durante horas.
Emma me tomó de la mano, llevándome al interior de la casa. Nos posicionamos a un costado de la puerta para no mojar el suelo a nuestro paso. ¿Lo más gracioso? A ella se le rompió un tacón y en menos de un minuto apareció su madre riendo con un par de pantuflas en mano.
—¿Me preguntaba cuándo se romperían? —rió antes de entregarle las pantuflas a su hija.
—Lo mismo digo —rió ella, inclinándose para quitarse los tacones, pero el largo de su vestido le dificultaba dicha acción.
—Espera, yo me encargo.
Me arrodillé sobre una pierna frente a ella. Le indiqué que tomara los bordes de la falda del vestido para facilitarme la tarea. Con cuidado, para evitar que se cayera, la despojé del tacón roto y luego del otro para reemplazarlos por las pantuflas.
—Gracias —me sonrió.
—De nada...Cenicienta —reí ante la situación.
Poco después, apareció una mucama que nos brindó unas toallas y se llevó consigo mi chaqueta y nuestros zapatos. Emma me guió por un pasillo y unas grandes escaleras hasta llegar a una habitación. No tardé ni dos segundos en notar que se trataba de su habitación.
Las paredes pintadas de un rosa pálido, espaciosa y todo en perfecto orden. Muy Emma. Apenas tenía adornos en las paredes o los alrededores, simplemente la cama con dos mesitas de noche a cada lado, el enorme clóset extendiéndose en la gran pared de la derecha, un pequeño tocador junto a un escritorio, un armario de puertas de cristal dedicado exclusivamente a sus zapatos —lo cual no me sorprendió teniendo en cuenta su amor por ellos— y una gran alfombra blanca desplegada por el suelo. Demasiado espacio para tan pocos muebles, a diferencia de mi habitación en mi casa de Valery Place que está repleta de cosas que me encantaron desde los 14 años hasta la actualidad.
—No siempre pareció una habitación sacada de una aburrida revista de decoración de interiores —dijo, como si leyera mi pensamiento—. Antes de irme a la universidad era el típico ''cuarto chillón'' de cualquier adolescente, creo que hasta tenía un poster enorme de Justin Bieber junto al ventanal —admitió avergonzada, haciéndome reír un poco.
Mi risa se desvaneció al verla deslizar la cremallera de su vestido. Por caballerosidad y por la poca vergüenza que me quedaba, me giré de inmediato secando mi cabello húmedo para disimular.
—Oh, lo olvidé —murmuró detrás de mí en un tono tan apagado que me sentí mal.
Al instante vino a mi cabeza el recuerdo del día en que nos mojaron con agua fría y le dije en el baño que ya no me interesaba nada viniendo de ella, incluyendo su cuerpo. He demostrado indirectamente que no es así, el incidente de la ducha y la baba que derramé al verla hoy son prueba de ello, de igual forma creo que le debo una disculpa.
—Lo siento.
—No tienes porqué disculparte, ya no te intereso, eso es todo —dijo en el mismo tono triste.
—El día en que dije esa estupidez en el baño...solo lo hice porque quería alejarte y la situación me tentaba bastante a hacer lo contrario —escuché sus pasos alejándose un poco, pero sabía que me escuchaba—. No era cierto y siento haberte hecho sentir mal.
Uno de los silencios más incómodos que he presenciado se instaló en la habitación.
—Entonces... —habló por fin— ¿te giraste ahora por caballerosidad o porque aún temes acercarte demasiado?
La pregunta del millón...
Suspiré—. Ambas.
Aunque no la vi, podría jurar que sonrió, la conozco bien.
Carraspeó—. Ya te puedes voltear.
Y lo peor que hice fue obedecerle.
No llevaba puesto los típicos pijamas que suele usar en el dúplex, sino un camisón super sexy que apenas le cubría los muslos y me daba una vista espectacular de sus pechos.
Como diría Carlos: Ay, Santa Cachucha.
Noté cómo se sonrojó antes de tenderme una camiseta y unos pantalones holgados de cuadros rojos que, si mal no recuerdo, son míos.
—Los traje aquí antes de mi cumpleaños —respondió antes de que le preguntara al respecto—. Quería...llevarme algo tuyo conmigo para no sentir tu ausencia en la noche —su sonrojo se hizo aún más visible.
Es mega tierna.
—Así que me robabas la ropa, ¿eh? —le sonreí—. Pervertida.
—¿Qué dijiste? —enarcó una ceja con diversión.
—Atrevida —''rectifiqué''—, dije atrevida.
—Sí, claro —rió por lo bajo—. Ven conmigo.
Me guió hacia una puerta ubicada junto al armario de zapatos que no había notado al inicio. Al otro lado de esta encontré un baño bastante más grande que el del dúplex, igual de organizado que el resto de la habitación. Emma lanzó su vestido y su ropa interior dentro de un cesto.
—Puedes cambiarte a gusto y dejar ahí tu ropa mojada —indicó, señalando el cesto para luego salir, dejándome solo.
No tardé mucho en desnudarme, secarme por completo y reemplazar la ropa mojada por el improvisado pijama que Emma me entregó. Iba saliendo del baño cuando todo a mi alrededor se puso oscuro. Un puto apagón.
Guiándome por el tacto de una pared y de la imagen mental que guardaba de la habitación, caminé como pude hasta que mi pie derecho chocó estrepitosamente contra lo que creo era la cama.
—¡Santa mierda! —chillé, saltando sobre un pie en un intento ridículo de calmar el dolor.
—¿¡Allan, estás bien!? —gritó Emma, con un notable tono de preocupación.
—Sí, lo estoy —gemí.
—Espera un momento.
La escuché emitir un par de ruidos que no fui capaz de descifrar hasta que una potente luz proveniente de un objeto que sostenía me apuntó en toda la cara.
Genial, un mueble casi me deja inválido y ahora a ella le parece buena idea dejarme ciego.
—¡Emma! —me quejé, bloqueando la luz con mi mano.
—Lo siento —musitó dirigiendo la iluminación hacia un par de centímetros más abajo—. ¿Estás bien? —se acercó a mí.
—Sí, solo me golpeé contra... —dirigió la luz hacia mi lado lo que me ayudó a identificar el mueble—, la cama.
—No debiste salir por tu cuenta. Debiste esperar a que fuera a buscarte al baño.
—¿Querías ir a buscarme al baño para verme desnudo? Puerca —bromeé.
—¿Qué dijiste?
—¿Que por qué la electricidad está muerta? —disimulé.
—No lo sé. La lluvia no ha cesado y ha sido la causa principal de los apagones según tengo entendido.
Ay no.
—¿Eso quiere decir que...?
—¡No! —me interrumpió al captar a qué me refería—. Nos iremos esta noche como teníamos previsto, tranquilo.
Eso espero, porque no me creo capaz de pasar la noche aquí.
—Quédate aquí, yo iré a buscar a mi mamá.
Me tomó por los brazos sentándome en la cama antes de caminar hacia la salida dejándome en la penumbra del lugar. Antes de que saliera, la puerta fue abierta por Catherine quien traía consigo una lámpara de luz fluorescente rosa y otra apagada.
—¿Todo bien aquí? —preguntó acercándose a mí, siendo seguida por su hija.
—Todo bien —dijimos al unísono.
—Bien —depositó la lámpara encendida sobre la mesita de noche a su lado—. Les dejo esta y si necesitan algo me avisan, ¿ok? —dicho esto giró sobre sus pies para irse.
—Mamá, ¿a dónde vas? Allan y yo debemos irnos.
—¿Irse? ¿Están locos o qué? —preguntó como si fuera lo más ridículo del mundo—. Está diluviando allá afuera y acabo de escuchar en la radio que cerraron los caminos otra vez. A menos que quieran tener un accidente, tendrán que quedarse a dormir.
Oh...mierda.
—¿Qu-quedarnos? —tartamudeó Emma.
—Sí, Emy. Pueden quedarse a dormir juntos aquí en tu habitación y mañana temprano regresar a Johnson. ¿Cuál es el problema?
Ninguno, suegra. ¡Ah sí! Hay uno y es que ya no eres mi suegra porque tu hija ya no es mi novia y quedarnos a dormir juntos sería demasiado incómodo, al menos para mí.
—No-no hay problema en realidad —respondió Emma, intentando ocultar su expresión de incomodidad.
—Perfecto —encendió la segunda lámpara la cual emitía un color amarillo—. Iré a ver si todo está en orden con William y Carter, ellos también tuvieron que quedarse.
Ambos asentimos de acuerdo y tan pronto abandonó la habitación, me dejé caer sobre la cama cubriendo mi rostro con ambas manos.
—¡Mierda! Lo siento —dijo, sentándose a mi lado—. No creí que esto pasaría, se supone que las tormentas habían...
—Tranquila —la interrumpí—, no controlas el clima y tampoco predices el futuro.
—Sí, pero... —se giró hacia mí y a pesar de que solo nos alumbraba la tenue luz rosa, fui capaz de identificar su expresión avergonzada—, no quiero incomodarte con esto. Quiero acercarme a ti, pero no de esta forma.
—Ey —me senté quedando así a su lado—, no pasa nada, en serio.
Me respondió con una débil sonrisa. Tierna igual que siempre.
—¿Puedes buscarme mantas y prestarme una almohada?
—¿Para qué? —alzó una ceja.
—Para acomodarme en el suelo. ¿O pretendes que duerma sobre la alfombra? —bromeé.
—No, pretendo que duermas conmigo.
Esa declaración sumada a su mirada penetrante sobre mí, logró estremecerme. Entiendo que lo dijo porque no quiere dejarme durmiendo en el suelo, pero...¡mierda! Me gustó tanto la forma en que lo dijo, como si me invitara a pasar la noche con ella en más de un sentido.
Respiré hondo antes de negarme a tan tentadora petición, no es fácil rechazar algo así teniendo en cuenta las circunstancias.
—Em...yo...no puedo dormir contigo.
—Aceptaste ducharte conmigo, ¿y te niegas a que durmamos juntos en la misma cama?
Ay, la ducha. Santa Cachucha, ampárame.
—E-eso fue diferente —tartamudeé—. No tenía otra opción ese día, ahora puedo dormir en el suelo.
Suspiró.
—Prometo comportarme esta vez. Nada de propuestas indecentes ni indirectas, ni insinuaciones.
—No sé...
—Vamos, Allan. Puede que estemos en abril, pero te puedo jurar que el piso está helado y mi cama es muy calentita —hizo un puchero adorable.
¡Mierda!
—Emma...
—Si duermes en el suelo, me voy a acostar contigo pegada a ti como una garrapata y no te dejaré dormir en toda la noche.
Suena tentador, pero...
—Ok —suspiré—, voy a dormir en la cama. ¿Contenta?
—Muy —se inclinó y me dio un beso en la mejilla.
Reprimí una sonrisa mientras la observaba acomodarse en la cama con una sonrisa victoriosa y arreglando el espacio a su lado para mí. Lucía como una niña pequeña a la que le habían acabado de cumplir un capricho; y me pareció jodidamente enternecedor. Me acosté a su lado, reposando mi espalda en el cabecero de la cama al igual que ella. El espacio entre ambos era bastante amplio ya que cada uno se encontraba en un extremo y la cama no era precisamente pequeña.
Me quedé inmóvil, mirando fijamente la pared frente a mí sin saber qué hacer, qué decir o cómo actuar. Emma parecía estar igual de incómoda, no me atreví a mirarla, pero sabía que exceptuando pestañear, no hacía ni un solo movimiento más. Lo único que se escuchaba era el sonido de la lluvia en el exterior y el estridente impacto de los truenos.
Di algo, Allan. Rompe el hielo.
¿Pero qué? No sabía qué decir, nada se cruzaba por mi mente. Lo único que en realidad me moría por hacer era abalanzarme sobre ella y comerla a besos; pero no puedo.
—¿Te puedo contar algo? —habló, rompiendo el tortuoso silencio.
—Claro —murmuré.
—Mi primer novio lo tuve a los 14 años, me dejó por otra chica más bonita el día que cumplimos el primer mes juntos.
¿A qué viene eso ahora?
—¿Por qué...me cuentas eso?
—A los 15 tuve otro —ignoró mi pregunta—, me dejó porque quería tener sexo conmigo, pero yo no me sentía lista y lo rechacé hasta que se hartó de mí. Una semana después esparció el rumor por toda la escuela de que me ''desfloró'' y que me había dejado porque era muy mala en la cama.
¡Imbécil!
—A los 17 tuve un crush. Él era uno de los chicos más lindos y populares. Traté de acercarme a él y para mi alegría, le parecí una chica muy linda y salió conmigo un par de veces —la tristeza en su voz se hizo notable—. Perdí la virginidad con él en una fiesta y luego de eso nunca más me volvió a hablar. Cuando lo enfrenté dijo que: ''Fue divertido, pero no lo suficiente para mantener su interés''.
Eso debió dolerle como el infierno. Si ese imbécil solo quería tirársela, debió dejárselo en claro desde el inicio en lugar de engañarla con falsas ilusiones.
—Tiempo después tuve un novio que me trató muy bien, tan bien que no me di cuenta de que su verdadera novia era una de mis amigas más cercanas y de que él solo estaba conmigo para darle a ella ropa de marca gratis, cortesía de la empresa de mi mamá —dijo lo último con cierto toque sarcástico.
Wow, como si no fuera suficiente con todo lo que ya le habían hecho pasar, encima su ''novio'' y su ''amiga'' la traicionaron. No me sorprende que no mantenga contacto con ninguna vieja amistad de Hale.
—No, espera, y eso no es lo mejor —rió con amargura—. Mi cita del baile de graduación me dejó plantada, ¡por otro chico! Fui su tapadera durante semanas y al señorito le pareció buena idea salir del clóset en pleno baile mientras yo estaba en casa esperando que fuera a recogerme.
Auch.
—Y así una larga lista llena de decepciones amorosas hasta llegar al más imbécil de todos: Dave.
—Vaya, qué...qué mal —fue lo único que fui capaz de decir, el nudo en mi garganta que me provocaron esas historias me estaba impidiendo respirar con normalidad.
—¿Sabes qué es lo único en lo que te pareces a esa bola de idiotas?
Esto si me da curiosidad.
—¿En qué?
—En que todos fueron jodidamente lindos conmigo. Amables, detallistas y... —rió sin gracia—, todos me dijeron los putos "Te amo".
—Pero yo no soy como ellos, Emma —respondí, tajante.
—Claro que no. Pero aquella noche...yo no lo vi así —su voz se quebró y me obligué a apartar la mirada—. Todos esos chicos me dijeron un par de palabras bonitas, tuvieron dos o tres detalles lindos y eso fue suficiente para que cayera en sus redes. Quizás fui muy inmadura, estúpida, ciega o como quieras llamarme.
No eres nada de eso, Cenicienta.
Lo pensé, pero no se lo dije. El hecho de que de cierta forma me esté comparando de nuevo con todos sus ex me molestaba y me dolía al mismo tiempo.
—Todos me usaron a su antojo hasta que consiguieron lo que querían de mí: sexo, ''pasar el rato'', ropa de marca...y cuando llegué esa noche a casa y vi a Vanessa vestida con tu camiseta yo —su voz se quebró aún más, estaba llorando—, creí que tú también habías conseguido lo que querías y que eso era tener una ''distracción'' hasta que la recuperaras a ella.
Volví a mirarla. En ese instante no me importaba la ridícula comparación, sino que la chica a la que amo estaba llorando y en parte era por mi culpa.
—En ese momento yo... —aspiró por la nariz—, me vi a mí misma reviviendo todas las anteriores decepciones. Pero me dolió muchísimo más porque tú siempre me demostrabas que eras diferente, siempre lo fuiste, y la imagen perfecta que tenía de ti desapareció.
—Emma... —susurré, apenas.
—Me dejé llevar por las emociones del momento y reaccioné de la peor manera. No me habías engañado con cualquiera, lo habías hecho con Vanessa, la única mujer a la que amaste antes que a mí. Muchas veces me comparé con ella en ciertos aspectos, me molestaba todo lo que hicieron juntos, todo lo que compartieron —se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. Pero luego venías tú con tus mimos, tus besos y me mirabas como si fuera todo lo que querías ver y...simplemente todas mis dudas e inseguridades se esfumaban.
—¿Entonces por qué dudaste de mí?
—Porque me convencí de que todo había sido una mentira. De que a quien siempre amaste fue a Vanessa y yo solo fui un juego hasta que ella regresara a ti. De que el amor no es para mí y nuevamente había idealizado a un hijo de puta que no me quería.
Tiene lógica. Le rompieron tantas veces el corazón que verme a mí en una situación así justamente con Vanessa, la llevó a pensar que no la amaba.
—¿Sabes? Todos mis ex me dejaron tiempo después de decirme el falso ''Te amo''. Por eso cuando tú me lo dijiste y sonó tan sincero y real, me aterraba el hecho de que lo nuestro acabara. Y...me daba miedo decírtelo porque no quería que se terminara, no quería salir lastimada otra vez.
¡Así que es por eso!
Me acerqué acortando la distancia entre ambos. Iba a decirle que no tiene nada que temer, que si aún me ama puede decirlo sin miedo porque no pienso irme a ninguna parte; porque puede confiar en que yo siempre la voy a amar. Pero lo próximo que dijo hizo que me retractara.
—En cuanto al anillo... —eso, fue lo que me detuvo—. Yo no quería tirarlo. Si lo llevé puesto todo el tiempo que estuvimos peleados fue porque quería conservar ese amor que dijiste sentir por mí. Pero cuando intentaste explicarme, me enojé. Para mí solo eran justificaciones absurdas y pensé que ese gran significado que tenía el anillo también era falso. Quise deshacerme de lo que sentía por ti y...lo lancé lejos.
Volví a alejarme. Como cuando discutimos, puedo soportar que dudara de mí, que me creyera capaz de traicionarla, de lo que sea excepto que tirase mi anillo. Su explicación me llevó de nuevo a ese día, reviví su imagen lanzándolo lejos; y aún no soy capaz de superarlo.
—Lan, lo siento muchísimo —sollozó—. Tenías razón, mis inseguridades lo estropearon todo y tú no tienes la culpa que yo haya elegido tan mal antes de ti. Tú no me dijiste te amo para hacer que me enamorara de ti como una idiota, lo hiciste porque lo sentías, y no te merecías que te compara siquiera con Dave o con ningún otro. Eres Allan.
Por primera vez la escuché decir Allan como yo digo Emma, de esa forma tan especial.
Se secó las lágrimas una última vez antes de acostarse de lado dándome la espalda. La he visto así de triste muchas veces, pero siempre me he encargado de reemplazar sus lágrimas por sonrisas. Esta vez...no puedo.
Vamos, Allan. Ella está arrepentida, se merece esa segunda oportunidad.
Traté de acercarme de nuevo, extendí mi mano con la intención de acariciar su hombro y si lo lograba mi lado cariñoso se encargaría del resto. Pero mientras más cerca estaba, más recordaba la escena del anillo.
No puedo.
Desistí e imité su acción, pero hacia el lado contrario. Allí acostado a pocos centímetros de la chica que amo sin ser capaz de tocarla, me di cuenta de que no lo he superado y jamás lo haré. No he superado a Emma y tampoco a mi mamá; y debo hacerlo con una de las dos antes de que sea demasiado tarde.
(...)
Desperté a la mañana siguiente. El ambiente fresco producido por el aire acondicionado me dio a entender que la electricidad regresó en algún momento de la madrugada, debió ser después de la medianoche porque antes de esa hora fui incapaz de conciliar el sueño.
Me removí en la cama intentando adaptarme a la luz y al palpar a mi lado en la cama me percaté de que estaba solo.
La dejaste llorando anoche, ¿qué esperabas? ¿Que te trajera el desayuno a la cama?
Me dirigí al baño en donde encontré sobre el lavabo un cepillo de dientes junto a una nota en la que se especificaba que era para mí. Sonreí ante el gesto y me dispuse a lavarme los dientes y asearme en general antes de salir.
Me aventuré a salir de la habitación y buscar el comedor en base a lo poco que recordaba de la noche anterior. Cabe recalcar que la residencia Wilson no entra en el rango de casa pequeña, al contrario. Me costó un poco encontrar las dichosas escaleras que me llevaban al piso de abajo y de ahí en adelante me fue más sencillo dar con el comedor.
—Buenos días, Allan —me recibió Catherine con su radiante sonrisa, ocupaba el asiento del patriarca y una taza de café humeante descansaba frente a ella.
—Buenos días —le sonreí de vuelta, acercándome—. ¿Sabes dónde está Emma?
—Salió hace un rato. Fue al cementerio —me lanzó una mirada triste.
—¿Al cementerio? —tomé asiento a su izquierda.
—Sí, no pudo venir el día del aniversario de su padre, ¿recuerdas?
—¡Cierto! Pero, ¿por qué no me despertó para que fuera con ella? Me habría gustado acompañarla y que no pasara por eso sola.
Me miró enternecida.
—Eres muy considerado teniendo en cuenta que ya no es tu novia.
Abrí los ojos de par en par.
¿¡Ella lo sabe!? ¿De qué me perdí?
—Eh...yo...
—Lo sé, ya no están juntos y fingieron anoche para quedar bien conmigo —me interrumpió.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—Hace un par de semanas. Carlos me puso al tanto de todo y me pidió ayuda para hacer que se reconcilien. Tenía una cena pendiente para presentar a William y como Emma no me había contado sobre la ruptura, decidí matar dos pájaros de un tiro.
Nota mental: Matar a Carlos en cuanto lo vea.
—El crimen perfecto —me agité el cabello.
—La verdad no creo que una cena, una broma, un beso bajo la lluvia y pasar la noche juntos los haya hecho reconciliarse —tomó una de mis manos de esa forma maternal que solo he sentido con mi madre y Wanda—. En realidad quería hablar contigo.
—¿Conmigo?
Asintió.
—Sobre la enorme metedura de pata de mi hija y sobre tu confusión con respecto a esto.
—Bueno...
—No voy a justificar a mi hija —me cortó—, concuerdo en que la cagó a más no poder. Pero sí puedo abogar por ella en otro sentido —soltó mi mano—. No sé si te contó lo mal que la pasó con todos los ex que tuvo antes de Dave.
Mi estómago se revolvió al recordar todo lo que Em me contó anoche. Le pisotearon tanto el corazón que me sorprende que aún le tenga fe al amor.
—Sí. No fueron experiencias bonitas.
—Muchas de esas malas experiencias pudieron haberse evitado, quizás si yo hubiese estado más presente durante su adolescencia y...si Ander también lo hubiese estado.
—Su padre —deduje.
Asintió.
—Allan, cuando tú perdiste a tu madre, Wanda estuvo allí para ti como la figura materna que te faltaba. Emma no tuvo otra figura paterna cuando Ander murió. Ella no tuvo a un padre que le dijera que no debía enamorarse del primer chico que le dijera dos palabras bonitas, que ahuyentara a esa banda de patanes antes de que le hicieran daño o que le aconsejara que el amor perfecto no existe, pero el real sí.
Es cierto. Cuando necesité un consejo materno Wanda siempre estuvo allí para mí, gran parte de lo que soy hoy se lo debo a ella. Emma por su lado no contó con la misma suerte.
—Tú también necesitaste que Jude estuviera allí para decirte que la chica ideal existe, pero no es perfecta. Ella también tiene defectos y no está exenta de meter la pata.
Me quedé un corto rato pensando en ello, también está en lo cierto esta vez. Mi mamá siempre quiso que encontrara a la chica de mi sueños, la lista de requisitos que aún guardo es prueba de ello, pero nunca me preparó para enfrentarme a una situación como esta; y quizás lo necesito. Necesito hablar con Wanda.
—Gracias por el consejo, Catherine.
—¿Te puedo pedir un favor?
—Claro.
—Cuídala. Incluso si no regresan, confío en que está en buenas manos contigo.
Sonreí.
—Lo haré.
(...)
El fin de semana terminó con Emma sin dirigirme la palabra. Literalmente no cruzó ni media palabra conmigo desde que regresamos de Hale hasta que la dejé en la parada de autobús antes de que se fuera a Valery Place. Ahora, tres días después, quien iba con destino hacia allá era yo, ¡a bordo de mi camioneta!
Sí, mi bebé salió del hospital. Digo, del taller.
La estrafalaria suma de dinero que me cobraron por el arreglo no me pareció tan descabellada al ver cómo la dejaron. ¡Juro por los muebles viejos de Carlos que luce mejor que cuando estaba nueva! Que Mery me pise si miento.
Después del largo viaje, aparqué fuera del restaurante de Wan. Ella estaba al tanto de que iba en camino, tengo una conversación pendiente con ella hace varios años y creo que es hora de hablar al respecto.
Ingresé en el local, saludando a los pocos conocidos que se percataron de mi presencia. Seguí mi camino hacia el despacho de mi madrina y allí me la encontré, sentada en su cómoda silla giratoria color naranja detrás de su escritorio.
—¿Quién es la tía madrina más hermosa de Valery Place? —sonreí, cerrando la puerta tras de mí.
Alzó la vista y me sonrió.
—¿Solo de Valery Place? Cierto niño llamado Allan Lerman solía decir que era la más hermosa de toda Emerald Hills.
Caminé hacia ella y le regalé un sonoro beso en la mejilla.
—Eres la más hermosa de todo el jodido planeta, Wan.
—Y tú eres el mejor ahijado —me revolvió el cabello—. Siéntate.
La obedecí, rodeando el escritorio para tomar asiento frente a ella.
—¿Qué era eso tan importante de lo que querías hablar?
Suspiré con pesadez antes de llevar mis manos a mi nuca para desabrochar el cierre de la cadena que llevaba puesta, al hacerlo dejé caer el anillo de mi madre sobre mi mano y lo coloqué sobre el escritorio. Tan pronto Wan vio el pequeño aro plateando, su sonrisa desapareció.
—Oh, ya veo. Quieres hablar de lo que ocurrió con Emma.
—Sí y no.
—Explícate —frunció el ceño.
—Sí tiene que ver con Emma, pero de quien realmente vine a hablar es de mi madre —suspiré, este es un tema del que creí que nunca hablaría—. Wan, quiero que seas cien por ciento sincera conmigo, no tengas pelos en la lengua —asintió enfocada en mí—. ¿Crees que...no he superado su muerte?
La pregunta la tomó desprevenida, tanto que se alejó unos pocos centímetros rodando sobre su silla.
—¿Por...? —negó con la cabeza, descolocada—. ¿Por qué me preguntas esto?
—Porque hace un par de días la chica que amo se quedó dormida llorando justo al lado mío y no fui capaz de hablarle siquiera porque todo lo que hacía era recordar que tiró este anillo —lo señalé—. Tú y yo sabemos que la historia sería distinta si fuera un anillo cualquiera, pero no lo es. Es el anillo de mamá, y si eso me está impidiendo perdonar a Emma, creo que...que no lo he superado.
—Sabía que este momento llegaría —me brindó una mirada compasiva—. No, Lan. No lo has superado.
Lo sabía. Muy en el fondo siempre supe que la herida no estaba del todo cerrada, que en muchos aspectos de mi vida aún la tenía presente de forma errada. Es solo que...
—La extraño, Wan —se me quebró la voz—. Ella no debió irse así. Mauricio no tenía derecho a arrebatármela —sollocé, dejando que las lágrimas brotaran sin control.
—Lan... —su voz también se quebró, se levantó de su silla para ocupar el asiento a mi lado, quedando frente a mí—. Todos sabemos que lo que Mauricio hizo con ella fue una atrocidad y se merece todo lo malo que le pueda ocurrir por ello. Pero han pasado ocho años y ya es hora de que te liberes de esa carga —me tomó de ambas manos a la vez que lágrimas descendían por su rostro—. No fue tu culpa, no hay nada que pudieras hacer para evitarlo y estoy segura de que lo último que quisiera Jude es verte sumido en la tristeza en honor a su memoria.
—Pero duele...
—Y nadie puede negarte eso —secó mis lágrimas—, pero una cosa es llorarla en su aniversario de muerte o en su cumpleaños y otra muy diferente es que le guardes luto para siempre, ella hubiese querido que siguieras adelante —tragó grueso—. Yo debí haberte dicho esto hace muchísimo tiempo, pero quise respetar tu dolor y...
—No te culpes —la interrumpí—. Lo mejor que hizo mi mamá fue dejarme contigo y has hecho un excelente trabajo.
Sonrió con tristeza.
—¿Sabes qué otra cosa buena hizo? Crear esa misión de búsqueda de la chica perfecta. ¿Y sabes por qué lo hizo? —negué con la cabeza—. Porque no quería que vivieras un amor tan doloroso y no correspondido como el que ella sintió por tu padre. Para que vivieras un amor puro junto a una persona que te amara de verdad, por lo que eres y no por lo que tienes.
—Tiene sentido —esbocé una media sonrisa.
Tomó el anillo y sonrió al leer la pequeña inscripción que figura en el lado interno de este.
—Aún recuerdo cómo tardaste dos años en ahorrar el dinero para mandarlo a hacer a la medida para ella —su sonrisa se ensanchó—. ''Para la mejor mujer del mundo'', sí, sin duda Jude lo fue —asentí de acuerdo—. Y supongo que su nueva portadora es su sucesora, ¿no?
—En realidad no, ella lo tiró.
—No me refiero a lo que hizo Emma, sino a lo que significa el hecho de que se lo hayas regalado. Eso quiere decir que ahora ella es la mejor mujer del mundo ante tus ojos, ¿verdad? —asentí—. Entonces, lo lleve puesto o no, ella es tu chica ideal. La encontraste, Lan. Eso era lo que Jude quería, no que te cerraras a perdonar porque el anillo le pertenecía.
—¿Qué crees que debería hacer?
—Primero, debes cerrar el ciclo de tu madre. Recuérdala con una sonrisa, créeme cuando te digo que esa es la mejor forma de honrar su memoria. Y segundo, si Emma sigue siendo la dueña de tu corazón, el anillo también le pertenece. Y si crees que ella se merece tu perdón, perdónala, pero que esto —acercó el pequeño aro a mi rostro—, no te lo impida.
—Una última cosa.
—Dime.
—A mamá le hubiese encantado Emma, ¿cierto?
—La habría adorado, estoy segura —aseguró, sonriente.
—Yo también lo creo —sonreí.
—Entonces ve por ella antes de que un tal Paul que está intentando conquistarla lo haga por ti.
Mis alarmas se dispararon. ¿¡Quién cojones es Paul!?
—¿Qué dices?
—¿Carlos no te contó? Uno de los compañeros de Emma en Union News estudia en Johnson y está abiertamente interesado en ella. Me imagino que en esos largos viajes en autobús ha avanzado bastante en su plan de conquista.
¡NI!
¡DE!
¡PUTA!
¡BROMA!
—¡Lan! Estás rojo —rió.
—¿Cómo quieres que esté si hay un baboso detrás de mi chica? —gruñí entre dientes.
—¿Tu chica? —rió, recargándose hacia atrás en el asiento.
—Sí, mi chica —respondí a la defensiva—. ¿Algún problema?
—Ninguno —retorció los labios, intentando contener la risa—. Sé de buena fuente que hoy regresa a Johnson y que el autobús se va a las 4:00 p.m.
—¿Qué hora es?
Rió por lo bajo, mostrándome la hora en su teléfono. ¡3:51 p.m.! ¡Mierda!
—Wan, te amo con todo mi corazón, pero voy a contrarreloj —me levanté y le di otro sonoro beso en la frente antes de correr hacia la puerta.
—¡Lan, espera!
Me giré y vi volar por los aires una bolsa la cual logré agarrar antes de que cayera al suelo, tantos años lanzándonos cosas cuando se nos sube el ''Efecto Valery Place'' me han entrenado para esto.
—Son tacos al pastor. Tú y Emma podrían hacer un brindis en el camino —me guiñó un ojo.
—Sabes que te amo, ¿verdad? —le sonreí.
—Claro que me amas, soy la tía madrina más hermosa del planeta.
—Gracias por todo, Wan —abrí la puerta—. Guarda el anillo por mí durante un tiempo. Te quiero.
—Yo más.
Y dicho eso, salí corriendo de allí.
Emma
Estaba sentada en una de las mesas de juntas, recién habíamos acabado una reunión con nuestros superiores acerca de nuestro desempeño en las últimas semanas y los cambios de horarios que se efectuarían ya que son conscientes de que estamos prontos a graduarnos y debemos emplear más tiempo en la realización de nuestras tesis.
Yo no presté la atención que debía, por primera vez desde que conseguí el puesto de pasante en Union News tenía unos deseos gigantescos de salir huyendo de allí. No es que en el dúplex fuera a pasarlo mucho mejor, allí está Allan y sinceramente no me creo capaz de hablar con él, no después de lo que ocurrió en Hale. Es cierto que permanecí distante y callada, pero el hecho de que él no me dijera nada con respecto a las confesiones que hice tampoco me daba muchas esperanzas.
De la nada apareció Tiffany, otra de las pasantes que está más centrada en el área de los chismes de farándula. No es el área en la que quiere desarrollarse, pero es muy chismosa, quizás sea un familiar lejano de Carlos.
—¡Les traigo una bomba! —chilló emocionada, llevando su cabello rubio oscuro detrás de sus orejas.
—¡Vamos, Tiffy! ¡Desintégranos en miles de pedazos! —bromeó León, otro pasante que estudia en la misma universidad que ella.
—¿Adivinen cuál magnate está al borde de la quiebra?
Al instante todos comenzaron a decir nombres al azar de varios de los empresarios más ricos de la ciudad. A mí en lo personal no me interesaba, mi humor estaba excavando en el subsuelo porque la tierra sí decidió tragárselo a él.
—Ninguno de los que han mencionado —rió Tiffany—. Es Mauricio Lerman.
Tan pronto escuché ese nombre, dejé caer mi teléfono llamando la atención de todos. Lo recogí avergonzada y aún en shock por la información.
—¿Qué pasa, Emma? ¿Era tu sugar daddy? —bromeó León ganándose las risas de los presentes, no le presté atención a eso, sus bromas son recurrentes y para nada malintencionadas.
—Digamos que es una persona a la que no le tengo mucho aprecio —miré a la rubia—. Tiffy, ¿tienes detalles?
—No sé mucho. Solo que invirtió una obsena cantidad de dinero comprometiendo la estabilidad económica de varias de sus empresas más importantes y el negocio salió mal. Es una noticia en desarrollo y están esperando a corroborar la información antes de conventirlo en una noticia oficial.
Mauricio Lerman al borde de la bancarrota, hasta parece mentira. Ese hombre se caracteriza por su frialdad y meticulosidad en los negocios, pero supongo que su ambición le pasó factura.
Un momento...
¿¡Será por eso que le envió el auto a Allan!? ¿Está intentando ganárselo con regalos para manipularlo y quitarle su dinero para salvar su pellejo? ¿Debería contarle a Allan?
La llegada de una secretaria informádonos que era hora de irnos a casa me sacó de mis pensamientos. Tomé mis cosas rápidamente y acompañada de mis compañeros, salimos del lugar. En la entrada nos esperaban como de costumbre los autobuses que nos llevan a casa. Me dispuse a subir al que me corresponde cuando el llamado de Katleen me detuvo.
—¿Qué pasa? —me giré.
—¿Ese de allí no es tu chico? —señaló hacia unos pocos metros delante de nosotros en la que pude identificar instantáneamente la camioneta y al dueño de esta apoyado a ella.
¿¡ALLAN VINO A BUSCARME!?
Cálmate, Emma. ¿Por qué lo haría? Tal vez solo vino a hacerle una visita de cortesía a Malcolm.
—Wow, ya veo porqué no me hacías caso —comentó Paul—. El tipo es guapo.
Reí ante su comentario y lo golpeé amistosamente en el hombro.
—¿Qué esperas, Emma? —me codeó la morena—. Ve a saludarlo.
Animada por mis dos locos amigos, caminé hacia la camioneta. Allan lucía especialmente lindo hoy, con su chaqueta negra dándole el toque de chico malo que no es y su cabello revuelto.
—Hola —lo saludé como quinceañera hablándole por primera vez a su crush.
—Hey —me sonrió—. Sube, te llevo a casa.
¿¡Qué!?
¿¡Cómo!?
¿¡Cuándo!?
¿¡Dónde!?
¿¡Por qué!?
—¿Viniste hasta Valery Place para llevarme a casa?
—No exactamente —se agitó el cabello—. Pero ya que estoy aquí, puedo hacerlo.
—Pero tengo el autobús que puede llevarme como siempre —señalé con mi pulgar el ómnibus detrás de nosotros.
—Sí, pero el autobús te deja en una parada y yo te voy a dejar en casa.
—Pero sigo sin entender porqué viniste a buscarme si...
—¡Emma, deja de poner peros y sube a la camioneta, te quiero llevar!
Me quedé estática por un momento.
¿Fue idea mía o él dijo ''Te quiero llevar''?
—¿Me quieres llevar? —pregunté haciéndo énfasis en ''quieres''.
—Sí, te quiero llevar —respondió haciendo énfasis en ''quiero''.
¿Oíste eso, tierra? ¡Me quiere llevar!
—Bu-bueno, entonces...está bien.
Me giré hacia mis amigos y les hice una seña indicando que no los acompañaré en esta ocasión. En respuesta emitieron unos grititos de alegría que no disimularon ni un poco. Sin dudas estoy destinada a tener amigos indiscretos.
Allan abrió la puerta del lado del copiloto para mí y me ayudó a subir antes de hacerlo él. Me quedé impresionada al ver que por dentro la camioneta lucía como nueva.
—Wow, hacen magia en ese taller —comenté.
—Debían hacerla por el dinero que me cobraron —rió por bajo, encendiendo el motor.
Quise preguntarle porqué me vino a buscar, pero me guardé esa pregunta. Me encontraba sentada en el asiento del copiloto de la camioneta totalmente remodelada de Allan con él conduciendo como en los viejos tiempos. Y no solo eso, él quiso hacerlo...puede que no todo esté perdido para mí.
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Nuevo capítulooo!!!!
¿Qué les pareció el historial amoroso de Emma?
¿Creen que Allan logre superarlo?
Besos de Karina K.love 😉
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