Capítulo 56: Hoy no
Emma
Pasaron un par de días en los que no supe cómo arreglar las cosas con Allan. Desde la distancia me he ocupado de su estado de salud, aunque insiste en que está bien y los médicos lo ratificaron, yo no voy a estar tranquila hasta que cada dolor y golpe desaparezca de su cuerpo.
Aún me ama, me lo confesó, pero como él mismo dijo, eso no quiere decir que quiera recuperar lo nuestro. Sin embargo ha dejado un poco de lado su actitud ambigua, aún me ignora, pero al menos ya no me ataca cuando me acerco. De hecho, está siendo amable lo cual le añade más bipolaridad a nuestro estado actual.
Yo por mi parte no he estado tan a su disposición como antes. Con el incidente del pastel me percaté de dos cosas: uno, que me sienta culpable por haberlo herido no es excusa para que permita su comportamiento hostil hacia mí y dos, he sido muy invasiva intentando acercarme, él también necesita espacio.
Hay veces en las que considero tirar la toalla, pero no puedo. Yo también lo amo y mientras ambos aún lo sintamos, podré solucionarlo.
Pero hoy no. Hoy es un día muerto para mí, literalmente.
Amaneció lloviendo como de costumbre. Las tormentas eléctricas ya están concentradas en toda la ciudad, aunque su objetivo principal continúan siendo las zonas de Hale y condados cercanos. Me alisté con ropa abrigada y botas ideales para días lluviosos antes de bajar a desayunar.
Me quedé con la boca abierta al ver sobre la mesa una ensalada de frutas y un vaso de leche chocolatada acompañada de una nota. ¡Una nota como las que yo le he dejado a él todos estos días! La tomé con el corazón latiéndome a millón, no sé si de la emoción o de los nervios, pero estaba muy acelerado.
"Hey, soy yo.
Llevas un montón de días dejándome estas notas junto a postres que, a pesar de que sabes que los acabo tirando, me sigues dejando. Siento haber sido tan idiota. Un desayuno no lo compensa, pero ayuda un poco, ¿no?
Pd: Jane me contó que irás a Hale hoy. No alquiles ningún auto, puedes llevarte mi camioneta, la dejé afuera para ti.
Nos vemos cuando regreses."
—Ok, no es tu mejor carta de amor, pudín —llevé la pequeña hoja color amarillo a mi pecho—. Pero significa que me estás dejando entrar de nuevo.
Con una sonrisa que fui incapaz de borrar de mi rostro, me senté a la mesa y degusté el primer desayuno suyo que he tenido el privilegio de probar después de mes y medio. Como siempre le quedó delicioso, si no se gana la vida en lo que estudió, como chef le iría increíble.
Su gesto tan lindo me hizo olvidar durante un par de minutos qué día es hoy. La fecha en cuestión ya es bastante deprimente, encima estaba lloviendo, dándole ese toque triste y melancólico.
Al culminar mi desayuno, lavé los platos y lo dejé todo en orden antes de salir con mi paraguas. La camioneta estaba aparcada frente a la casa, mojándose con la lluvia. Caminé hacia ella, pero antes de que tuviera la oportunidad de abrir la puerta, la llegada de un auto deportivo azul y una limosina negra que se posicionaron justo detrás de esta, hizo que me detuviera.
Qué raro.
Quizás solo sea el estúpido de Dave presumiendo su auto nuevo o algo así.
Sacudí mi cabeza para librarme de esos pensamientos inútiles antes de disponerme a abrir la puerta, pero una segunda vez fui interrumpida.
Del deportivo descendió un señor alto y de complexión delgada vestido con un traje que lo hacía parecer una especie de mayordomo. Seguidamente también lo hicieron dos hombres robustos y de gran musculatura igual vistiendo trajes, pero estos tenían apariencia de guardaespaldas.
¿Qué carajos es esto?
Los tres se acercaron a mí, portando paraguas negros iguales, el más delgado primero siendo seguido por los otros dos.
—¿Srta. Wilson? —preguntó el canoso individuo.
¿Qué es esto? ¿Una broma de mal gusto?
—¿Sí? —respondí frunciendo el ceño en un intento de parecer amenazante, lo cual no serviría de nada teniendo en cuenta que el mayordomo vino acompañado de dos orangutanes que podrían matarme con un pellizco, pero no iba a dar a demostrar que su presencia me intimidaba de cierta forma.
—Venimos de parte del Sr. Mauricio Lerman —señaló el auto—. Ese es un regalo para el joven Allan.
Un momento. ¿Mauricio no había desheredado a Allan? ¿Para qué le envía un regalo?
Ok, entiendo que ya no soy la novia de Allan y por consiguiente no tengo derecho a tomar decisiones por él y menos sin su consentimiento, pero no hay que conocerlo mucho para saber que cualquier cosa que provenga de su padre no será de su agrado. Ha estado muy animado en estos días gracias a su increíble puntaje en el examen y no voy a permitir que su buen humor se vaya a la mierda por culpa de un hombre sin escrúpulos que ni siquiera lo quiere.
Adopté una postura firme y decidida, tratar con empleados de Hale que siguen instrucciones al pie de la letra es difícil.
—Dígale a su jefe que a Allan no le interesa el obsequio.
El mayordomo esbozó una sonrisa arrogante.
—Eso no es una noticia para nadie. Como tampoco lo es que mi jefe no acepta un no por respuesta.
—Tendrá que aceptarlo esta vez —inquirí—. A Allan no le gustará ver ese auto aquí, llévenselo.
—Parece que no ha entendido —dio un paso adelante, aproximándose a mí—. El joven Allan acepatará el auto, no está a discusión.
—¡Ya le dije que no! —alcé la voz—. No sé qué se traerá su jefe entre manos, pero no voy a permitir que manipule a Allan o intente comprarlo con regalitos caros que no quiere ni necesita. Él ya tiene un transporte y está muy cómodo con él —señalé la camioneta a mi lado.
—Eso no será problema —sonrió maliciosamente y acto seguido chasqueó los dedos.
Los dos guardaespaldas caminaron hacia la limosina y del interior de la misma sacaron bates de béisbol. Me alarmé al instante, dando un involuntario paso hacia atrás.
No irán a hacer lo que creo que harán, ¿verdad?
Ambos dejaron sus paraguas en el suelo antes de acercarse amenazantemente a mí, pero yo no era su objetivo, lo era la camioneta de Allan. A base de batazos comenzaron a quebrar los vidrios de las ventanillas y los espejos, magullaron las puertas y el capó, la patearon a su antojo; ¡la estaban destrozando!
—¿¡Pero qué mierda hacen!? —grité, acercándome para impedir que destruyeran más de lo que ya habían hecho, pero el mayordomo me interceptó.
—Yo que usted no haría eso, a menos que quiera salir lastimada —gruñó entre dientes, pero con una serenidad escalofriante.
—¿Me está amenazando?
—Le estoy advirtiendo.
La impotencia me carcomía, no podía hacer nada. Si llamaba a la policía, esos tres se marcharían antes de que llegaran y si lo hacían a tiempo, seguramente los sobornarían o me inculparían. Tampoco podría enfrentarme a tres hombres yo sola y bajo la lluvia, sería inútil. Y llamar a Allan...no, eso no.
Pasados unos pocos minutos, la camioneta estaba deshecha. No sé de qué forma esos animales se las ingeniaron para desprender el volante y el freno de mano, despedazaron la mitad de una puerta y casi arrancaron del todo el cuero de los asientos. No conformes con eso, entre los dos la empujaron haciendo que cayera de costado sobre la calle.
—Listo, jefe —dijeron ambas bestias al unísono.
—Buen trabajo, muchachos —les envió una sonrisa satisfactoria antes de girarse hacia mí y me entregó unas llaves—. Dígale al joven Allan que su padre espera que el regalo sea de su agrado.
Apreté mis manos con fuerza, una sosteniendo las llaves y la otra el mango del paraguas. Me obligué a no llorar mientras le gritaba profanidades a ese trío siniestro que acababan de hacer añicos una de las cosas materiales más importantes para el chico que amo.
¿La peor parte? Todo esto es mi culpa. Allan me la prestó y no solamente no fui capaz de cuidarla, sino que de cierta forma permití que la destruyeran.
En cuanto la limosina desapareció de mi campo visual, saqué mi teléfono del bolsillo para buscar algún taller cercano al cual pudiera llevar el vehículo, si es que tenía arreglo. Eso me restaría tiempo que la verdad no tenía para llegar a Hale, pero tampoco podía dejarla así.
La llegada de un taxi del cual descendió Allan me dejó perpleja. Por petición mía no estaba usando la moto, me da pavor que pueda llegar a accidentarse una segunda vez, por lo que accedió hasta que las tormentas cesen.
Al notar el estado en el que se encontraba su camioneta, quedó en shock, dejando caer su paraguas al suelo. Permaneció estático durante un corto rato, supongo que intentando procesar lo mal que se veía.
Se giró hacia mí, encarándome.
—¿¡Qué cojones le pasó!? —su expresión me dio a entender que estaba enojado, pero sus ojos demostraban lo mucho que le afectó ver a su ''bebé'' en esas condiciones.
No podía decirle la verdad. No permitiría que Mauricio se saliera con la suya, sea cual sea su intención con ese regalo impuesto a la fuerza, yo la impediría. Independientemente de su tormentosa relación conmigo, Allan ha estado de muy buen humor en estos días y no voy a dejar que los retorcidos planes de su padre lo afecten, no si puedo hacer algo al respecto.
—Iba a subir a la camioneta cuando llegaron unos vándalos, intentaron robarme —mentí sin mirarlo a los ojos, no era capaz de mentirle haciéndolo.
Rió sin gracia.
—¿Vándalos? ¿¡En serio pretendes que me crea que unos vándalos dejaron mi camioneta así y tú no tienes ni un solo rasguño!?
—Es cierto, yo...
—¿¡Y qué hay de ese auto!? —señaló el deportivo, alterado—. ¿¡Los vándalos te lo dejaron como premio de consolación!?
—No, ehh...ese es el auto de alquiler que renté para ir a Hale.
—Sí, claro, alquilaste un auto de lujo —rió con sarcasmo—. ¡Eres una pésima mentirosa, Emma! —me gritó, dando un paso más cerca de mí.
—En-en realidad...mi madre lo envió para mí, para que no tuviera que ir a Hale en autobús.
Me aferré a los objetos que sostenía con la mirada fija en el suelo. Contuve tanto como pude mis ganas de llorar, Allan no debía verme así.
—Claro, tu mami rica te envía un auto último modelo para que vayas cómoda a Hale y que la camioneta de Allan la hagan mierda. ¡Qué bonito! —aplaudió con su tono cargado de sarcasmo.
—Allan, no es así —me atreví a mirarlo y me encontré con una expresión de decepción maquillando su rostro.
—Es justo así —escupió, furioso—. Aún no entiendo qué mierda ocurrió aquí, pero de algo estoy seguro, cada vez que te entrego algo importante para mí, te encargas de destruirlo.
Eso dolió, dolió mucho. Lo peor es que es cierto, destruyo todo lo que le importa. Dejé que despedazaran su camioneta, tiré su anillo, le rompí el corazón...sí, tiene muchas razones para no quererme cerca.
—Lo siento —casi se me escapó un sollozo—. Te explicaré todo mañana cuando regrese de Hale y...
—¡Vete! —me cortó, igual de lloroso que enojado—. ¡Y hazme el gran favor de no regresar!
—Allan...
—¡Es inútil! Recuperar lo nuestro es inútil. Cada vez que te doy una jodida oportunidad, me demuestras que me equivoqué al pensar que eras la indicada. Así que vete a Hale, Emma Wilson. ¡Vete!
Las lágrimas saladas no paraban de deslizarse por mis mejillas. Cada puta palabra dolió más que la anterior. Me ha dicho miles de cosas hirientes durante las últimas semanas, pero nunca que fue un error considerarme su chica ideal, eso me pegó duro.
Me quedé allí parada, debatiéndome entre quedarme y explicárselo todo para que se dé cuenta de que otra vez le rompí el corazón inconscientemente o irme antes de que se me hiciera más tarde y no se enterara de las intenciones de su padre.
Elegí la segunda.
Giré sobre mis pies y caminé con dirección al deportivo simulando que en efecto, era mío.
—Lo sabía —lo escuché murmurar y al girarme lo vi entrando a la casa.
Prefiero que me odies antes de permitir que tu padre te lastime de nuevo. Prefiero tu felicidad antes que la mía. Supongo que eso es amor.
Allan
Después de salir del taller mecánico en el que se encargarán de mi desarmada camioneta y pagar por adelantado una considerable suma de dinero por el arreglo, fui en taxi hacia el apartamento de mis mejores amigos. Odio con todo mi ser transportarme en taxis, pero Emma estaba preocupada por mí y...¡mierda! No puedo creer que accedí a no usar mi moto solo porque ella me lo pidió para que luego destrozara mi camioneta.
Llegué al departamento y tan pronto Mery me abrió la puerta, ingresé y me senté en el sofá, dejándola confundida.
—Hola, Allan. ¿Cómo estás? Yo bien, gracias. No seas tímido, siéntate —bromeó sentándose a mi lado.
—Lo siento, M —suspiré—. Es que necesito liberar estrés y no creo que en el dúplex lo logre.
—¿Tuviste problemas con Emma otra vez? —preguntó, sobando mi espalda, es su técnica de relajación favorita.
—Peor que eso.
—¿Y ahora qué pasó? —preguntó Carlos, que al parecer estuvo escuchando desde otra habitación, colocándose frente a nosotros.
—Emma destrozó o dejó que destrozaran mi camioneta, no sé bien cómo fue.
—¿¡Qué!? —exclamó Mery, incrédula—. ¿Por qué ella haría eso? No tiene sentido.
—Me da igual si tiene sentido o no. Le dejé la camioneta para que fuera a Hale y no tuviese que ir en autobús y cuando llego al dúplex me la encuentro tirada en la calle prácticamente desarmada.
—¿Y qué dijo Emma al respecto?
—Dijo que unos vándalos lo habían hecho y casualmente había un deportivo azul último modelo que su madre envió para ella aparcado justo al lado, incluso me mintió al principio y dijo que era un auto de alquiler —gruñí al recordar sus mentiras carentes de credibilidad.
—Espera, rebobina —dijo Carlos—. ¿Dijiste deportivo azul último modelo?
—Anjá —asentí—. ¿Por qué?
—Eres un idiota, Allan —resopló, revolviéndose el cabello.
—¿Ahora qué hice?
—Te la pasas diciendo que Emma no te ama y no te das cuenta de que sí lo hace, y mucho al parecer. No cualquiera se echa la culpa de algo así para no hacerte sufrir.
No entiendo una mierda.
—¿De qué hablas?
—¡De que el deportivo no es de ella, es tuyo, imbécil!
—¿Eh?
Suspiró con pesadez.
—Hace un par de horas Emma apareció aquí a bordo del auto que estás mencionando, dijo que unos empleados de tu padre lo trajeron ''de forma brusca'' y que tú no sabías nada. Me pidió que lo ocultara de ti y no te mencionara nada porque sabe que te irrita el tema de Mauricio. Pero no me dijo que esos imbéciles te habían roto la camioneta ni que ella se había echado la culpa.
Y todo cobró sentido en mi cabeza. Carlos, Brook y yo hemos sido testigos en varias ocasiones de que cuando no acepto los obsequios de mi padre, él se asegura de que ''los acepte'', más concretamente se encarga de destruir lo que tengo sin dejarme más remedio que depender de él. Esta vez fue un auto y despedazó mi camioneta para que lo aceptara a la fuerza. Típico de Mauricio Lerman.
Convertí mis manos en puños, tratando de calmarme, aunque no surtió efecto, nunca funciona cuando se trata de ese hombre.
—¿¡Por qué mierda Emma no me lo dijo!?
—Porque ya te vio enfrentándote a Mauricio una vez y sabe lo mucho que te afecta que él se te aproxime. Ella se iba a Hale y seguramente se preocupó por cómo reaccionarías en su ausencia. ¡Te estaba protegiendo, pedazo de animal!
—Pudo haberlo hecho de otra forma. ¿Por qué hacer algo tan tonto como echarse la culpa sabiendo que volcaría mi enojo en su contra?
—Cuando nos enamoramos, pensamos en el bienestar del otro antes que en el nuestro incluso si debemos hacer tonterías, tú deberías saberlo.
Es cierto, los enamorados hacemos tonterías por amor todo el tiempo. Haya sido tonto o no, Emma estaba intentando protegerme y yo de imbécil salté a conclusiones en lugar de dejarla explicarse. Hice lo mismo que ella hizo conmigo aquella noche y no se siente bien descubrir que juzgaste mal a la persona que amas.
Ahora te entiendo un poco más, Cenicienta.
—Soy un imbécil —apoyé mis codos en mis rodillas y cubrí mi rostro con ambas manos.
—Sí que lo eres —secundó mi mejor amigo.
—Lo peor es que ella ahora está en Hale y no puedo pedirle perdón por teléfono, eso sería muy idiota de mi parte.
—¡Es que me dan ganas de...! —gruñó Mery justo antes de propinarme el pisotón del siglo, juro que vi mi vida pasar ante mis ojos, hice mucho el amor con Emma.
—¿¡Y esto por qué, joder!? —lloriqueé, sobándome el pie.
—Por imbécil —se cruzó de brazos, molesta—. Más te vale disculparte como Dios manda cuando regrese mañana o van a tener que amputarte el pie.
—Lo haré —asentí—, y no solo porque me hayas amenazado. Ella en serio se merece que me disculpe después de las cosas que le dije.
—¿Qué le dijiste? —Carlos enarcó una ceja.
—Que destruye todo lo que me importa y...que me equivoqué al pensar que ella es mi chica ideal.
—¡IMBÉCIL! —gritaron ambos al unísono antes de pisarme a la vez en ambos pies.
Chillé de dolor.
—Necesito un consejo de mis mejores amigos, no que me pisen.
—Si no querías pisotones por tus estupideces debiste ir al apartamento de Brook —escupió Mery.
Me lo merezco. ¿Para qué voy a contradecirla?
Emma dejó que yo la tomara en su contra solo para protegerme de las artimañas de mi padre. Eso es por mucho uno de los gestos más lindos que han tenido conmigo. Eso demuestra que me quiere, que se preocupa por mí y que a pesar de que en el pasado dudó de mí, me conoce lo suficiente como para saber lo chocante que me resulta el tema de mi padre.
No debí ser tan duro. No debí decirle que no es mi chica ideal porque sí lo es. ¡Mierda, lo es!
Después de recibir una buena tanda de regaños por parte de la pareja del año y esperar a que escampara un poco porque parar taxis bajo la lluvia no es mi deporte favorito, me despedí de los chicos y salí del departamento. Una vez llegué al vestíbulo, choqué con alguien, lanzando accidentalmente su teléfono al suelo. Lo recogí y al devolvérselo me percaté de que se trataba de Jane.
—Lo siento, Jane.
—Tranquilo, venía distraída —introdujo el teléfono en uno de los bolsillos de su jean mientras de su cabello húmedo caían un par de gotas—. Dejé a Emma sola en el dúplex porque le prometí a mi hermana que vendría a cenar, pero su estado no es el mejor y me preocupa.
—¿Emma está en el dúplex?
—Sí, no pudo ir a Hale y está muy triste. No hace falta que te diga la razón —dijo con rudeza.
—Sí —bajé la cabeza—, sé el porqué.
—¿Vas al dúplex ahora? —asentí—. Sé que ustedes dos no están en su mejor momento, pero, ¿podrías cuidar de ella por esta noche? Nunca la había visto llorar tanto y no estoy tranquila con eso.
¿Jane nunca la ha visto tan mal? ¡Carajo! ¿¡Qué hice!?
—No te preocupes, yo me encargaré.
—Gracias —me regaló una leve sonrisa.
Abrí mi paraguas al salir al exterior y paré el primer taxi que se puso en frente. En menos de cinco minutos me encontraba en el dúplex. Supuse que se encontraba en su habitación y subí con rapidez hasta llegar al segundo piso, pero me detuve al llegar a la puerta. No podía presentarme y pedir unas simples disculpas después de lo mal que la hice sentir, debía disculparme bien.
Bajé a la cocina y comencé a preparar la cena más sencilla y rápida que conozco: Spaguettis. La última vez que los preparé, las cosas no salieron muy bien que digamos, pero ahora no es una cena romántica que acabará malinterpretándose, es una disculpa en forma de comida.
En poco menos de media hora lo tenía todo listo. La cena servida sobre la mesa como todo un restaurante de lujo, a excepción de que en las copas en lugar de vino había Coca-cola.
¿Qué? Era eso o agua.
Tomé una pequeña hoja color verde en la que escribí un corto mensaje para ella. Volví al segundo piso, allí la deslicé bajo la puerta antes de dar un par de toques a esta. Al escuchar sus pasos, corrí hacia la cocina posicionándome junto a la mesa a la espera de mi castaña.
No tardó mucho en llegar. Venía descalza, en pijama, con su cabello recogido en un moño desarreglado y con los ojos tan hinchados y rojos que me hicieron sentir culpable.
—¿Qué es todo esto? —preguntó en un hilo de voz apenas audible, su expresión también era débil y frágil.
—Lo preparé para ti, es mi forma de decir lo siento.
Agachó la cabeza.
—¿Carlos te contó?
—Sí, sabes que es un chismoso de primera —bromeé, pero mi intento de chiste no le hizo gracia, así que opté por ir al grano—. Mi padre siempre hace lo mismo, me impone lo que él desea y destruye lo que quiero. Pero tú no eres él, lo que has roto no ha sido a propósito y te has esforzado mucho por repararlo.
—Allan, yo...
—Déjame terminar —la interrumpí—. No debiste echarte la culpa así como yo no debí dejarme llevar por el enojo. Todo lo que dije fue de dientes para afuera y lamento mucho haberte hecho llorar. Sé que con una cena no podré solucionarlo, pero por favor acepta.
—Allan, no...puedo —me sostuvo la mirada, conteniendo el llanto—. No puedo lidiar con nuestro drama ahora. Hoy no... —y comenzó a llorar, como nunca la había visto antes.
Por inercia caminé hacia ella y la envolví entre mis brazos. Supe que algo andaba mal con ella cuando me devolvió el abrazo mientras sollozaba con intensidad sobre mi hombro.
Esto no es por mí...
Comencé a atar cabos en mi cabeza. Hoy en la mañana iría a Hale, así de pronto y a pesar de las tormentas, pero está aquí lo cual quiere decir que no pudo llegar. Si no haber podido ir es el motivo entonces eso quiere decir que...
«Hoy no...»
Hoy es el aniversario de la muerte de su padre.
—¿Hoy es...?
—Sí —sollozó con más intensidad—. No pude ir, Allan. Su muerte es una herida cerrada que solo se abre hoy y la única forma de hacer disminuir el dolor es ir a visitarlo a su tumba. Lo hago cada año, pero estas malditas tormentas tienen los caminos cerrados —se aferró a mí como si no quisiera perderme como lo perdió a él, como lo hizo el día que caí de la moto—. No pude ir.
—Tranquila, hermosa —susurré en un intento de tranquilizarla mientras acariciaba su cabello—. No es tu culpa, no hay nada que pudieras hacer.
—Debí haberlo intentando. Debí haberme ido un par de días antes sabiendo que esas putas tormentas estaban empeorando. Debí...
—¡Basta! —me aparté de ella y acuné su rostro entre mis manos—. No necesitas visitar una tumba en Hale para sentir a tu padre cerca de ti. Él está aquí —señalé su corazón y su cabeza—, y aquí. Está todos los días, lo ha estado durante trece años y lo seguirá estando siempre.
—Pero...
—Pero nada —sequé sus lágrimas con mis pulgares—. Ni siquiera yo te he amado tanto como lo hizo él, no creo que alguien que te quiso con tanta inmensidad como para dar la vida por ti se enoje porque no pudiste llegar a un frío cementerio. Recordarlo con amor es el más hermoso homenaje que puedes dedicarle hoy.
Me exigí a mí mismo no llorar al decirlo. La imagen de mi madre invadió mi cabeza y eso sumado a ver a Emma llorando sin consuelo, era demasiado para mí. Pero esta vez se trata de ella, de mi castaña hermosa que, sea mi novia o no, me necesita.
La cargué como solía hacerlo, como una princesa, antes de llevarla conmigo al sofá y depositarla sobre mi regazo. Apoyó su cabeza en mi hombro y estiró las piernas mientras yo la envolvía nuevamente en un abrazo. Lloró durante un buen rato más, yo me limitaba a acariciar su espalda con las yemas de mis dedos y a murmurarle que se desahogara y que todo estaba bien.
Nunca la había visto en ese estado. Tan vulnerable, dolida, rota...verla así de triste y darme cuenta de que mis intentos de consuelo no la hacían sentir mejor, me estaba quemando por dentro. Ver a la persona que amas tan decaída y no poder hacer nada te hace sentir no solo inútil sino también impotente.
Pasada al menos una hora más, paró de llorar, pero se quedó con la mirada perdida mirando un punto fijo. Debía levantarle el ánimo y también alimentarla, ya que me temía que no había probado bocado en todo el día.
—¿Quieres cenar? —murmuré a lo que negó con la cabeza—. Emma, tienes que comer algo. Además, ¿vas a rechazar mi cena del perdón?
—Cierto, ya debe estar fría —musitó, lloró tanto que su voz estaba un tanto ronca.
—La caliento rápido y vuelvo. Come un poco, hazlo por mí.
—Ok —asintió, desganada.
—Bien —sonreí.
Bajó de mi regazo para acurrucarse en una esquina del sofá, abrazando sus piernas como una niña asustada por el monstruo bajo su cama. Corrí a la cocina e introduje uno de los platos en el microondas. Movía la pierna insesantemente como si esa acción hiciera que el electrodoméstico funcionara más rápido hasta que por fin el bip anunció que ya estaba listo. Tomé el plato con cuidado de no quemarme antes de volver a la sala de estar.
—Aquí tiene sus Spaguettis a la precalenté —bromeé con acento francés logrando que soltara una leve risita.
Al fin sonríes, mi reina.
Me senté frente a ella, colocando el plato entre ambos. Tomó el tenedor, pero en lugar de llevárselo a la boca, se dedico a apuñalar a los spaguettis. No tenía apetito, era obvio.
—Ok, basta —le quité el cubierto y tomé el plato—. Haremos esto a mi manera, abre la boca —le ordené, acercándole la comida.
—¿Me vas a alimentar como a una niña pequeña? —frunció el ceño.
—Tú me orillaste a esto —alegué con dramatismo haciéndola reír otra vez—. Di ''Aahh''.
—Aahh —dijo abriendo la boca.
—El avioncito —llevé el tenedor a su boca.
Masticó entre risas.
—Los spaguettis a la precalenté te quedaron increíbles —hizo el símbolo de Ok con sus dedos.
—Merci, mademoiselle.
Continué alimentándola, robándole dos o tres bocados en el entretiempo, yo también estaba hambriento. Para cuando terminó, su ánimo había mejorado un poco y yo me encargaría de que se elevara aún más.
—¿Hay algo que quieras hacer? ¿Ver una peli quizás?
—Sí —sonrió—. Una de Adam Sandler.
Wow, incluso estando bajoneada piensa en mí.
—No tiene que ser una de él, tú eres la que necesita animarte, ¿recuerdas?
—No hay nada mejor para animarse que una peli de Adam Sandler. Además —hizo una pequeña mueca— ...ese también era el actor favorito de mi papá.
¡Bingo!
—¿Qué más le gustaba a tu papá?
—¿Por qué lo preguntas? —me miró confundida.
—Solo dime.
—Pues... —se detuvo a pensarlo—. Bailar, cantar a pesar de que era pésimo en ello e irónicamente por esta situación, jugar bajo la lluvia —sonrió con nostalgia.
—Hagamos eso entonces.
—¿Qué?
—Bailemos y cantemos bajo la lluvia hasta cansarnos y luego entremos para ver la película de Adam Sandler. ¿Qué mejor manera de recordarlo que haciendo lo que tanto amaba hacer él?
—Allan, no hace falta que hagas eso por mí.
Me acerqué más a ella.
—¿Sabes qué es lo único en lo que me parezco a Mauricio? En que cuando estoy decidido, no acepto un no
por respuesta.
Agarré el control remoto e hice zapping hasta encontrar un canal musical. Al hallarlo, comenzaba un maratón de los éxitos de Jason Derulo, eso era justo lo que necesitaba, algo para bailar. Subí el volumen al máximo para que se escuchara fuera, cargué a Emma antes de que se opusiera a la idea y salimos. Afuera se escuchaba bastante bien a pesar del ruido de la lluvia que ya comenzaba a empaparnos.
—¡Estás loco! —me gritó, deshaciendo su moño y dejando su largo cabello suelto.
En ese instante dio inicio el maratón nada más y nada menos que con Want to want me, ¡perfecto! Me moví al ritmo de la canción sin importarme lo helado de la lluvia o que podría amanecer con gripe a la mañana siguiente, esta noche era para ella. No tardó mucho en unírseme y comenzamos a cantar. Desafinamos un montón, pero lo importante era que mi pareja de baile sonreía; sonreía en el día más triste del año para ella.
¡Lo logré!
Se reprodujeron al menos cinco canciones más antes de que decidiéramos entrar a la casa. Nos secamos —por separado a diferencia de la vez anterior en la que nos encontramos en una situación similar— y preparé chocolate caliente para acompañar mientras veíamos Grown Ups.
A pesar de que me encanta esa película, toda mi atención estaba centrada en la chica a mi lado. La vi llorar como nunca y me entristecí, ahora la estoy viendo reír a carcajadas y no puedo dejar de sonreír; mi felicidad depende de la suya, acabo de comprenderlo.
—Gracias, Allan —dijo de pronto—. Por primera vez en trece años sentí que mi papá estaba conmigo y el dolor en mi pecho se fue disipando.
—Te lo debía, tú hiciste exactamente lo mismo conmigo en mi cumpleaños y el resto de diciembre.
—De todas formas gracias —se mordió el labio inferior, evitando llorar—, aunque sé que mañana el hechizo se romperá y volverá el Allan frío, me alegra haber podido ver tu faceta tierna de nuevo.
—El Allan frío no volverá, ya tuvo demasiado protagonismo en estas semanas.
—¿En...serio? —sonrió, esperanzada.
—La razón por la que apareció el Allan frío fue porque creía que no confiabas en mí, que no te importaba y no me querías. Pero llevas semanas demostrándome lo contrario, en especial hoy con lo de la camioneta.
—Allan...
—No sé si lo nuestro aún se puede rescatar o no, pero el Allan frío no regresará. Olvida las reglas de convivencia y todas esas estupideces que dije, ¿ok?
—¿Eso quiere decir que...?
—Que mañana cuando despiertes volveré a ser el chico dulce que te enamoró.
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Nuevo capítulooo!!!!
¿Quién quiere matar a Mauricio por mandar a destrozar la camioneta de Allan? ¿Por qué creen que le obsequió un auto?
¿Quién quiere abrazar a Emma?
Besos de Karina K.love 😉
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