Capítulo 54: ¿Avanzamos?
Emma
¡Oficialmente reconquistar a Allan Lerman está encabezando mi lista de cosas casi imposibles de lograr!
Creo que encontrar la Atlántida será más sencillo.
Mientras más intento acercarme, más me aleja. Rompe las notas que le dejo, se marcha cada vez que nos reunimos con nuestros amigos en algún lugar, en la universidad pretende no conocerme...en fin, me repele. Encima está estudiando para un examen final importantísimo que lo tiene con los pelos de punta y la falta de sueño por el trabajo lo pone de peor humor, con tan solo verme se enoja.
He pasado varios días viendo la manera de ayudarlo, pero el hecho de que mi sola presencia lo detone no me facilita las cosas. Según Carlos y Brook está de mal humor la mayor parte del tiempo y no solo conmigo, sino en general. También he notado que a veces se queda dormido estudiando, justo como ahora.
Tiene un montón de libros y apuntes desperdigados sobre la mesa, tres tazas de café vacías a un costado y sus manos sirviendo de apoyo a su bonito rostro dormido. Luce tan angelical así, durmiendo plácidamente, que me dan ganas de correr y abrazarlo, pero decidí hacer algo mejor.
Con cuidado de no despertarlo, deposité la carpeta que traje sobre la mesa, caminé hacia la estufa y preparé un café bien cargado. Hice un poco de ruido en el proceso, pero él ni se inmutó, estaba exhausto y se le notaba. Tomé una taza y la llené hasta arriba del líquido humeante antes de acercarme a él.
—Allan. ¡Allan! —lo moví un poco, logrando que despertara de golpe.
—Oh, eres tú —gruñó, somnoliento mientras se pasaba las manos por el rostro.
Ignorando que por enésima vez que mi presencia le estorba, coloqué la taza frente a él.
—Tómate esto —me miró, confundido—. Es un café cargado, sin nada de azúcar, esto te mantendrá despierto y no esos descafeinados que te tomaste.
—Gracias —movió la taza hacia atrás—, pero no lo quiero.
—¿Quieres dejar tu puto orgullo de lado y aceptar el café? Eres tú el que necesita estudiar para el examen y tiene que trabajar esta noche, no yo.
Me miró mal, pero no como suele hacerlo, más bien lucía impotente. Sabía que tenía razón y le molestaba aceptar mi ayuda, pero la necesita.
A regañadientes tomó la taza de café, llevándosela a la boca. Tan solo con el primer sorbo hizo una mueca de desagrado y se quejó de lo amargo que estaba, pero se obligó a sí mismo a beber el resto del contenido.
Agarré la carpeta que había dejado a un lado y se la entregué.
—Estos son apuntes de Carlos, ya sabes, él ha tenido más tiempo para estudiar que tú y sé que los necesitas.
—¿Saliste hace rato para ir buscarme unos apuntes? —frunció el ceño a lo que asentí—. Emma, te agradezco el esfuerzo, pero ya te dije que no necesito tu ayuda. Esto...
—Esto no forma parte de las reglas de convivencia —terminé por él—. Sé que no me quieres cerca, pero eso no me va a impedir preocuparme por ti y ayudarte cuando lo necesites. Estoy aquí para ti te guste o no y ninguna de tus palabras frías me va a hacer cambiar de opinión.
Me dispuse a salir de la cocina a toda prisa antes de que me lanzara alguna de sus bombas atómicas que reducen mi estado de ánimo a cenizas, pero me detuve en la puerta al escucharlo preguntar:
—Si soy tan frío contigo, ¿por qué haces todo esto por mí?
Su tono de voz por primera vez desde que regresé no sonó frío ni atacante, solo era él.
Di media vuelta, sonriéndole.
—Porque me importas.
Curvó sus labios, formando una casi sonrisa, pero de inmediato repuso su semblante serio y se concentró en estudiar.
Bueno, es un avance.
(...)
Vanessa:
Me las ingenié para agotar casi toda el agua caliente del dúplex. Aprovecha para darte una corta ducha romántica ;)
Leí el mensaje una séptima vez para convencerme de que lo que estaba leyendo era real. ¿¡Vanessa agotó toda la puta agua caliente del dúplex!?
Les explico. Al ser un dúplex, ambas casas están conectadas ya que en esencia son una sola y varios dispositivos como el calentador del agua son compartidos. Si de un lado ''se pasan'', inevitablemente del otro escasea.
Ella no puede estar hablando en serio.
Salí de su chat y de inmediato la llamé, debía asegurarme de que era en serio.
—Hola, Emma —contestó al segundo tono.
—Hey. ¿En serio agotaste el agua caliente?
Emitió una risita traviesa.
—Sí. De hecho me aseguré de que solo les quede agua para una sola ducha, por consiguiente...
—¿¡Pretendes que use esa excusa para ducharme con Allan!?
—Claro, tonta —afirmó como si fuera lo más obvio del mundo.
—No va a aceptar por nada del mundo. De hecho, dentro de un rato debe irse a trabajar y tiene que ducharse. Yo igual lo necesito, pero no voy a salir a ninguna parte.
—Pero ambas sabemos que Allan es un caballero y no va permitir que te quedes sin bañarte o que lo hagas con agua fría.
—Con más razón, es tan caballeroso que preferirá irse a trabajar sin bañarse o hacerlo con agua fría antes que dejarme a mí así.
—Por eso debes aprovechar la situación y sugerir la ducha en parejas.
—Vanessa, estás loca.
—Lo sé —rió.
—Pero de todas formas, en el hipotético caso de que él aceptara ducharse conmigo, no serviría de mucho. El día que nos arrojaste el agua, él dijo que ya no le intereso de esa forma y no creo que insinuarme desnuda ayude.
—A ver, Cenicienta pesimista —suspiró—. Yo les lancé el agua fría la vez pasada con la intención de que la ropa se les pegara al cuerpo y se transparentara para que se comieran con los ojos, ¿funcionó o no?
—Sí, funcionó —asentí aunque ella no pudiera verme.
—Ahora es lo mismo. No te vas a ganar su perdón bañándote con él, pero si hay algo claro es que aún le gustas y mientras la llama esté prendida... —alargó la última palabra.
—Hay posibilidades —terminé por ella.
—¡Eso es! —celebró—. Ahora te dejo, estoy cocinando.
—Vale, gracias. Bye.
Vanessa ayudándome a reconquistar a Allan, ni en mis sueños más locos creí que algo así pudiera llegar a pasar. Pero ella se está portando muy linda conmigo y, siendo sincera, ya no me cae tan mal.
Dejé el teléfono a un lado y bajé al baño. Me quedé allí un par de minutos para disimular antes de salir e interceptar a Allan justo cuando iba en camino hacia allá.
Que inicie el show.
—Allan, tenemos un problema.
—¿Y ahora qué? —me envió una mirada cansada, no sé si es cansacio físico o que está hastiado de mí, pero sin duda parece estar exhausto.
—Es sobre la casa, así que no me mires con esa cara de amargado. Tenemos que discutir quién se ducha primero.
—Yo, me tengo que ir a trabajar y ya estipulamos los horarios del baño, ¿a qué viene esto ahora?
—Acabo de revisar y solo hay agua caliente para una ducha. Al parecer los innombrables olvidaron que el calentador de agua no es solo de ellos.
—Espera —agitó la cabeza—, ¿me estás diciendo que no hay agua caliente?
—Sí la hay, pero solo alcanzará para un baño. Así que te bañas tú, yo o juntos.
Al decir lo último sus ojos se ensancharon a más no poder, no se lo esperaba.
—¿Bañarnos juntos? —rió por lo bajo—. Buen intento, Emma, pero no voy a caer.
—No es mentira, puedes revisar por ti mismo que no alcanzará el agua para más de un baño. Lo de ducharnos juntos lo propuse como una solución para que ninguno de los dos se quede mugriento o tieso en la ducha.
Exhaló pesadamente antes de responderme.
—Báñate tú, yo puedo irme así al trabajo.
Mierda, ¿por qué me lo pone tan difícil todo?
Piensa rápido, Emma.
—Si ya no te intereso como nada, ¿entonces por qué tienes tanto miedo a bañarte conmigo? —sonreí de lado, retándolo.
—No tengo miedo de bañarme contigo, solo me parece una excusa muy estúpida para acercarte a mí y no te voy a dar el gusto.
—No es una excusa en primer lugar y en segundo, si mi intención fuera acercame a ti sexualmente —acorté la distancia entre ambos hasta que nuestros labios estuvieron a punto de tocarse—, hace días habrías vuelto a estar dentro de mí.
Me observó durante unos pocos segundos, penetrándome con esos enigmáticos ojos grises. No supe descifrar si cayó en mi juego, si cree que estoy loca o si está a punto de soltar alguna de sus frases que tanto me lastiman, solo me analizaba con detenimiento.
—Si vamos a bañarnos juntos, hagámoslo ahora. No puedo llegar tarde al trabajo.
Tierra, ¿oíste eso? ¡Cayó!
Oculté mi sonrisa de victoria antes de seguirlo camino al baño. Como me lo temía, revisó que no era mentira lo de la escasez del agua. Nos desnudamos a la vez, pero no me miró bajo ninguna circunstancia, comencé a preguntarme si en verdad ya no le intereso o teme que haya una pequeña posibilidad de ''caer ante mis encantos''.
El juego inició realmente cuando nos posicionamos bajo la ducha. Estratégicamente me coloqué delante de él, dándole la espalda. ¿Por qué? Porque de frente pensaría que me le estoy insinuando, que sí lo estoy haciendo, pero se supone que no.
Tomé mi esponja de baño previamente enjabonada y comencé a deslizarla por mi piel a un ritmo lento y sensual, sé con exactitud qué es lo que le gusta y no requiero de mucho esfuerzo para volverlo loco. Ninguno de los dos emitía sonido alguno, pero no necesitaba verlo para saber que no me ha quitado los ojos de encima ni un segundo.
Hora de cambiar de táctica.
—Allan, ¿me enjabonas la espalda, por favor? —pedí en un tono tan dulce que ni él se negaría.
—Claro —dijo en un tono firme, pero estaba nervioso en el fondo, lo conozco.
Le entregué la esponja sin girarme, la tomó y de inmediato sentí el contacto sobre mi piel. Lo hacía lento, sin prisas, como si no quisiera terminar o al menos eso me gusta pensar. Colocó su mano izquierda en mi cintura para tener algún tipo de soporte, soporte que no necesitaba para nada, pero no me quejo. Continuó descendiendo hasta llegar a mi espalda baja, justo ahí sus movimientos se tornaron irregulares, casi podría jurar que le temblaba la mano. Ejerció un poco más de fuerza sobre mi cintura, acariciándola y sutilmente fue ascendiendo hasta casi alcanzar mis pechos, ese fue mi límite.
—Mierda, Allan —jadeé—. Si vas a hacerlo, hazlo ya.
Y en ese momento mi burbuja se rompió. Se posicionó frente a mí bajo la ducha deshaciéndose por completo de la capa de jabón que lo cubría. Antes de que pudiera parpadear siquiera, escapó dejándome sola. Ni siquiera me dio tiempo de deleitarme viéndolo desnudo, simplemente se fue dejándome con ganas de más.
Otro plan fallido.
Allan
—¿¡En serio te pajeaste en el ático!? —se carcajeó Carlos al terminar de contarle lo sucedido un par de horas antes con Emma.
Algunos de nuestros clientes comenzaron a lanzarnos miradas raras, quizás no fue buena idea contarle en el trabajo a mis dos mejores amigos acerca de mi embarazosa experiencia.
Resulta que mientras enjabonaba la espalda de Emma, no pude evitar excitarme y tuve que huir de allí antes de que la alerta roja se disparara. Tenía que hacer algo con la importante erección que me provocó y el único lugar en el que no sería atrapado era el ático. No estoy orgulloso de ello.
—Eso te pasa por idiota —se burló Brook.
—Cierto, solo a mí se me ocurre aceptar ducharme con ella sabiendo que no iba a poder controlar mis instintos.
—No me refería a eso —rió—, me refiero a que eres idiota por no aprovechar la ocasión. ¿A dónde se fueron tus aptitudes de playboy?
No puede estar hablando en serio.
—Brook, no estamos hablando de cualquier chica, es Emma, mi ex a la que se supone que estoy tratando de superar, ¿recuerdas?
—No la vas a superar nunca —comentó Carlos, cuántos ánimos me brinda—, y menos si caes en sus provocaciones con tanta facilidad.
—Lo que a mí me sigue sorprendiendo es cómo te resististe a eso. O más bien, ¿por qué? —se carcajeó el rubio, está gozando con mi desgracia.
—¿Cómo que por qué? ¿Qué harías tú si después de resignarte a que no tendrás a Jane, ella te invitase a ducharte con ella?
—Primero que todo, jamás me voy a resignar con Jane, ella va estar conmigo tarde o temprano. Y segundo, si ella me diera la oportunidad de ducharnos juntos, saldría embarazada del baño.
Me golpeé la frente ante su respuesta, no sé qué más estaba esperando yo de ese ''nerd follador''. Carlos por su lado tenía el torso recostado sobre la barra, riendo como foca con retraso. ¿Por qué no tengo amigos normales?
Me dispuse a seguir con mi trabajo antes de que nuestra conversación espantara a todos los clientes. Como siempre, la barra estaba rodeada de todo tipo de chicas a las que evidentemente les parecemos atractivos y dejan propinas generosas acompañadas de sus números de teléfono. La última a la que atendí fue a una castaña que, la verdad, es mi tipo. Pero le resté importancia y tiré el papelito con su número junto con todos los demás.
—Quién te entiende, Allan —comentó Brook de pronto.
—¿Y ahora qué? —suspiré, cansado.
—Intentas superar a Emma a toda costa, sin embargo tienes un montón de chicas dispuestas a pasar la noche contigo y tiras sus números.
—Eso es porque ya usé la táctica de un clavo que saca a otro clavo antes y la verdad no estoy de humor para tirarme a nadie a estas alturas.
—¿No estás de ánimo para tirarte a nadie o solo quieres tirarte a Emma? —insinuó Carlos mientras limpiaba con un trapo su lado de la barra.
—No quiero tirarme a Emma.
Pff, ni yo me la creí.
—Eso díselo a la ''manualidad'' que te hiciste en el ático —rió el rubio.
—Eso es diferente, cualquiera se excitaría teniendo a una chica como ella desnuda duchándose contigo.
—Un montón de chicas como ella han pasado dejándote sus números y estoy seguro de que todas tienen duchas —comentó Brook en un tono insinuante.
Ninguna es igual a Emma.
Suspiré.
—¿A dónde quieres llegar con esto?
—A que llevas como un mes sin sexo y lo necesitas. Además, según tú, solo apoyamos a Emma en lugar de estar de tu lado, ahora estoy del lado de tu vida sexual.
¿Algún día este chico dejará de pensar en sexo?
—Gracias por tu interés, pero estoy bien así.
—¡Lo sabía! —celebró Carlos.
—¿Y a ti qué te dio? —sonreí.
—Inconscientemente le sigues siendo fiel a Emma y es la única chica a la que quieres en tu cama.
Sabía que me saldrían con algo así.
—No empieces —resoplé.
—No lo niegas, ya vamos avanzando —sonrió.
—Carlos, bast...
No concluí la frase, la presencia de cierta chica despampanante me distrajo. Llevaba puesto un traje similar al que usamos los chicos y yo, pero es tan jodidamente femenina que incluso la hace lucir igual de bien que con un vestido. Su cabello estaba recogido en un moño alto con algunos mechones de cabello sueltos, sus increíbles pechos de actriz porno resaltando a pesar de estar cubiertos por la camisa blanca y la chaqueta negra.
Mientras caminaba hacia nosotros más de una mirada se posó en ella, ¡y cómo no! Ella es de ese tipo de chicas que donde quiera que llega se roba todas las miradas.
¡Mierda! Es una puta diosa.
—Hola, chicos —nos sonrió, posicionándose justo frente a mí.
Ojos, no le miren los pechos. Necesito conservar mi dignidad.
—Hora del cambio de turno —sonrió Carlos tamborileando la barra.
—¿Cambio de turno? —lo miré, confundido.
—A eso vino Emma —contestó Brook—, a relevarte.
—¿Qué? A ver —me agité el cabello—, no entiendo nada. ¿Cómo que relevarme?
—Es simple, ojos grises —me sonrió la castaña hermosa—. Vine a cubrir tu turno, vete a casa.
Me incliné sobre la barra, acercándome a ella.
—Emma, no puedes cubrir mi turno porque no trabajas aquí y corro el riesgo de que me despidan. Además, ¿quién te lo pidió?
—Nadie, me da la gana hacerlo —respondió en un tono rudo.
¿Me está retando?
—Escucha, Allan. No vine a discutir contigo, solo vine a cubrir tu turno, eso es todo.
Ahí está otra vez, entrometiéndose en mi vida como si todo estuviese bien entre nosotros. Detesto que lo haga.
—¿Por qué? ¿¡Para qué!?
—¡Porque llevas días sin dormir, idiota! —su grito y mirada penetrante me sorprendieron—. Tienes un examen super importante en un par de días y apenas has podido estudiar sin dormirte sobre los apuntes. Sé que no puedes permitirte perder este trabajo, pero también necesitas reponer energías, por eso estoy aquí.
¿Por qué lo hace? ¿Por qué sigue dándome motivos para enamorarme más de ella cuando intento superarla?
—Los chicos y yo hablamos con tus jefes, aceptaron con la condición que trabajaras medio turno y ya lo hiciste, ahora me toca.
Le lancé una mirada desaprobatoria a mis mejores amigos antes de volver a concentrarme en la sensual chica frente a mí.
—Te agradezco la intención, pero no puedo ni voy a aceptar. Estoy cansado de decirte que no quiero nada viniendo de ti.
Tanto ella como los chicos emitieron gruñidos de frustración. Volví a mirar a ese par de traidores y tuve que contenerme para no lanzarles la primera botella que tuviese a mano.
—¿Sabes qué, Allan? —sonrió sarcásticamente—. Me importa una mierda si estás de acuerdo o no. En este instante te vas a ir al dúplex a dormir, punto.
¿Quién se cree que es para ordenarme? ¿Y por qué me parece tan sexy que lo haga?
No te distraigas, Allan.
—Ya te dije que no, estoy bien.
—¡Eres imposible! —gruñó—. ¿Por qué mierda eres tan orgulloso?
—Porque estoy harto de que te entrometas en mi vida —resoplé—. ¿En qué idioma tengo que decirte que te alejes de una puta vez?
Mis palabras le afectaron, sus ojos casi llorosos la delataron a pesar de que su expresión decidida seguía ahí. Yo no soy así, no quiero ser tan rudo, pero hasta ahora la única forma de alejarla que ha funcionado ha sido esta.
Para mi sorpresa, se subió a uno de los taburetes y luego se sentó sobre la barra, dándome la espalda. Me miró por encima del hombro, lanzándome una mirada indescifrable para mí.
—¿Qué haces aún aquí? Tu turno acabó.
¿Acaso no piensa rendirse nunca?
—¿De verdad crees que mi trabajo es tan sencillo?
Rió por lo bajo.
—Todos sabemos que más que un barman, eres un modelo y no quiero ser presumida, pero yo ya lo he sido antes. Lo de preparar tragos solo es un pequeño trabajo extra —me guiñó un ojo—. Ahora mira y aprende, ojos grises.
Entreabrió su chaqueta y desabotonó los dos primeros botones de la camisa dejando al descubierto parte de sus perfectos pechos. Un segundo después, todas las miradas estaban posadas sobre ella, haciendo que me enojara.
Ella ya no es tu novia, Allan, no puedes celarla.
—¡Oigan, todos! —llamó más la atención de los presentes, agitando una mano—. Tienen una nueva barwomam. ¿Qué tal si vienen a probar mis tragos?
En un parpadeo un montón de tipos se reunieron alrededor de la barra, parecían perros callejeros hambrientos mendigando comida. Intensos.
Emma me lanzó una sonrisa victoriosa dibujada en sus labios color carmín y giró sobre su bonito trasero para quedar frente a mí.
—¿Me ayudas a bajar?
—Claro —batallé conmigo mismo para no tartamudear al decirlo, mi vista estaba del todo enfocada en sus pechos y, ¡para qué voy a mentir!, aún me encantan.
La tomé de la cintura, pensando en cucarachas, ancianitas y cualquier otra cosa anti-excitante en un vago intento de autocontrol antes de alzarla y bajarla.
—Gracias —me sonrió antes de girar sobre sus pies y comenzar a atender a sus suplicantes clientes.
Esos tipos no me gustan, quizás la sigan cuando salga de aquí o le hagan algo peor. No puedo dejarla sola.
—No te preocupes por ella —dijo Carlos como si me leyera el pensamiento, acercándose a mí—, Brook y yo la cuidaremos.
—¿Lo prometes? —le lancé una mirada de advertencia, como le pase algo a Emma los mato.
—Sí, está en buenas manos —me palmeó la espalda—. Ahora ve a dormir, ella tiene razón, lo necesitas.
—La verdad sí —la miré de nuevo, ahora la estaban asaltando un grupo de chicos que parecían ser de primer año o algo por el estilo—. ¿Seguro que estará bien?
—Brook y yo nos encargaremos. Además, si ya no te interesa nada que tenga que ver con ella, ¿por qué estás tan preocupado? —sonrió, cruzándose de brazos.
Golpe bajo, Charlie.
—Olvídalo —lo esquivé, aunque él me conoce lo suficiente como para saber la verdadera respuesta.
—Nah, no pienso olvidarlo —rió—. Anda, vete ya.
—Ok, nos vemos mañana.
(...)
¡Al fin voy a poder dormir ocho horas como la gente normal!
Eso era en lo único en lo que pensaba desde que salí de Acuarius.
Al entrar a casa, me dirigí directo a la cocina, tenía hambre. Paré a medio camino al encontrarme sobre la mesa un muffin junto a una nota. Esto ya se había convertido en una rutina, ella me deja un postre acompañado de una nota y acabo tirando ambas cosas. Pero lo que ella no sabe es que siempre leo las notas, a pesar de lo mucho que me enojan.
La nota de hoy era un poco más larga que las anteriores, más bien era una carta. Decía:
''Hola, ojos grises:
Sé que no me quieres ver, que te molesta tenerme cerca y que vas a tirar esta nota como has hecho con todas las demás. Pero, como no me permites hablarte en persona, no tengo más remedio que decirte lo que siento por aquí.
Lo siento, Allan.
No tengo palabras para describir lo arrepentida que estoy por no haber creído en ti, por no haberte escuchado como debí hacerlo y en especial por haber tirado tu anillo. Sé que con una notita no me vas a perdonar y no espero que lo hagas, solo es una de las tantas formas que estoy encontrando para expresarte que no pienso rendirme contigo.
Puedes alejarme, herirme, gritarme...haz lo que quieras, pero no voy a volver a dejarte solo. No me voy a apartar de ti, así que vete acostumbrando.
Pd: Duerme esta noche en la habitación, necesitas descansar mejor y ambos sabemos que la cama es la mejor opción. Si cuando llegue al dúplex, te veo acostado en el sofá, corres el riesgo de que me quede a dormir contigo porque voy dormir ahí.
Te quiero, Emma.''
—Te quiero —murmuré—. No quiero un jodido ''Te quiero'', Emma. Solo dime ''Te amo'' y consideraré retomar lo nuestro.
Sobre la mesa descansaba también un bolígrafo, seguramente con ese escribió la nota. Lo tomé y en la parte trasera de la hoja escribí un ''Gracias'', he sido muy hostil en estos días y tampoco puedo ser malagradecido cuando ella me está ayudando.
Dejé la nota sobre la mesa antes de tomar el muffin y llevármelo a la boca. Rico.
¿Qué? Dije que tenía hambre y el muffin estaba allí, esperándome.
Estando ya en la habitación, me deshice de los zapatos, la camisa y la chaqueta, pero conservé el pantalón. Ambos sabemos que siempre que duermo en bóxers en esa cama, las cosas acaban mal. Me lancé sobre el colchón y casi al instante el aroma corporal característico de Emma se coló por mis fosas nasales, es como si estuviese allí conmigo.
Acaricié el lado de la cama en el que suele dormir, extrañándola. ¡Sí, joder! La extraño. Hemos vivido muchas cosas juntos, aquí en específico desde las más embarazosas hasta las más sexuales, esos recuerdos no se pueden borrar por arte de magia.
Y regresa ese sentimiento de impotencia tan frustrante que me provoca el no poder superarla. Seré honesto, soy pésimo haciéndolo. No puedo tener su cuerpo demasiado cerca sin excitarme. No puedo gritarle sin sentirme culpable después. No puedo alejarla porque sin importar cuánto lo intento, más cerca la siento. Y a pesar de lo mucho que me lastimó, no puedo odiarla sino al contrario.
Estoy enamorado y también estoy jodido.
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Nuevo capítulooo!!!
Los intentos de Emma cada vez surten más efecto, ¿qué creen?
Allan es un testarudo de los que ya no hay, ¿qué opinan? ¿Debería comenzar a considerar perdonar a Emma?
Y aquí les dejo un meme hecho por mi bella amiga y fiel lectora: Cami-blink07
Besos de Karina K.love 😉
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